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Juan Carlos Monedero y Pablo Hasél |
«La juventud no debe seguir a los viejos y nuevos aventureros, ni a los oportunistas de buenas palabras, ni dejarse seducir por las modas decadentes, sino que debe formarse ideológicamente, templarse en la lucha y preparar la revolución.
Junto con el fenómeno del 15M y la irrupción del reformismo de Podemos, desde hace unos años con el crecimiento de lugares de Internet como Youtube, han proliferado diferentes adolescentes, y no tan adolescentes, que se hicieron famosos entre el público juvenil por sus consignas musicales aparentemente «comunistas», «revolucionarias», etc. Todo esto ha sido posible porque estos nuevos referentes han recogido con gusto la bandera de los viejos y nuevos partidos revisionistas. Algunos son más radicales que otros, se contraponen los unos a los otros, pero coinciden en gran infinidad de cosas y cumplen el mismo rol desorientador en lo ideológico y en lo organizativo, sobre todo proviniendo de esta capa de artistas, donde los niveles de pose y formalismos con la causa revolucionaria, llega a cotas insospechadas, creyendo la gran mayoría que ser un gran revolucionario es sinónimo de abundante simbología y repetir eslóganes, incluso que la revolución se prepara a base de repetir estas fórmulas estereotipadas en su música, en vez de trabajar por desbrozar los mitos que han aceptado.
Entre todo este tinglado, querríamos destacar que tenemos varios casos de diferentes grupos musicales de ideologías entremezcladas, pero todas ellas pseudomarxistas:
a) Los Chikos del Maíz. Un grupo de rap que lo mismo declaran su simpatía en sus canciones a los GRAPO, RAF, ETA, que rinden pleitesía a Izquierda Unida, Podemos, Syriza, Cuba, Venezuela y a casi cualquier cosa. Lo gracioso es que mientras dicen ser comunistas difunden el clásico cliché del rap de un modo de vida gansteril, repleto de constantes referencias que indican un enorgullecimiento por tener mucho dinero y ser presuntamente personajes afamados, vestir ropa cara y consumir drogas cual empresario exitoso ávido de disfrutar su magnanimidad.
b) Los Monstruitos. Que musicalmente son un atentado sonoro, desde luego no destacan por la profesionalización y la técnica a la hora de tocar sus instrumentos, siendo más una mezcla de ruido y gritos primitivos que otra cosa. En sus letras lo mismo reivindican a Guevara, a Kim Il Sung, a Mao Zedong que a Enver Hoxha y usan abundantes letras con insultos y bromas antitrotskistas sin tener noción real de que es el trotskismo, lo que es una muestra de ese falso antitrotskismo tan común, en resumen son inherentes a defender un eclecticismo ciertamente atroz.
c) IRA. Un grupo de música de feministas pequeño burguesas, mezclan rap con reggaetón y música electrónica. Se declaran «feministas y antifascistas». A falta de calidad en sus letras buscan llamar la atención por su radicalidad, por sus groserías y lenguaje explícito, siendo una especie de variante del naturalismo. Portan una estética punk, choni, gansteril, skinhead, llenas de tatuajes y piercings a mansalva, peinados estrambóticos, tacones imposibles y todo tipo de parafernalia. En sus videos salen de botellón y fumando, en paños menores, besándose y haciendo «twerking» –restregándose entre sí–, con una stripper en una barra americana y en general todo un ambiente que presenta una imagen hipersexualizada y promiscua de la mujer, como curiosidad, cuando cantan intentan poner una voz ronca para aparentar dureza –o es consecuencia de las drogas, no sabemos–. Su único disco se llama «Arte y terrorismo», lo que indican que más que comunistas son una variante anarquista del chonismo. Desde luego su rap es una música de la que figuras como Ulrike Meinhof o Simone de Beauvoir estarían orgullosas, pero que produce risa y vergüenza a comunistas y cualquier persona progresista. En pocas palabras: una estética, una forma de hablar y de pensar lumperizado. ¡Y es normal, porque Pablo Hasél y Roberto Vaquero son tendencia entre el mundillo revisionista!
d) También nos encontramos con el caso de Pablo Hasél. El rapero catalán al que ya hemos nombrado durante el documento por sus innumerables quijotadas. Su marca de presentación es haberse convertido en el trovador oficial de la ridícula corte del desaparecido reino del PCE (r)/GRAPO. Pero también sus letras le hacen famoso por defender a otras marcas como el revisionismo cubano –«Un ejemplo para siempre»– o la RAF –«El nieto de Andreas Baader»– algo en lo que todos estos grupos coinciden sin discusión. Lo cierto es que no hay mucho que diferencie a Hasél de los anteriores grupos ideológicamente, salvo porque con Pablo Iglesias pasó de la amistad al odio. ¿De dónde nace esta mezcolanza extraña de apoyar desde el castrismo o al juche hasta las bandas terroristas como ETA o la RAF? Simplemente de un eclecticismo extremo, cultivado a la sombra de la falta de claridad ideológica que produce leer al PCE (r), que lejos de aclarar enturbia la mente respecto a lo que es y no es comunismo. Esto no ha dejado de tener una influencia directa entre el necio Hasél por ejemplo, y éste a su vez ha influenciado a otros raperos, adolescentes y no tan adolescentes, como Valtonyc o Siker [*].
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¿Significa que el rap es un género musical para el lumpemproletariado como algunos han dicho en multitud de ocasiones? Ni mucho menos. El rap como tal musicalmente es lo suficientemente dinámico como para no pecar de formalismo, y en la letra de sus autores generalmente hay compromiso social e incluso político. Las evidentes tendencias hacia el uso meramente comercial del género, hacia la glorificación de las actitudes gansteriles, o el llenar sus letras de apología al revisionismo, son solo la consecuencia del mal enfoque que dan algunos elementos a un género musical que puede ser totalmente válido para el proletariado y su causa.
El rap, como cualquier otro género de música, ha sido hegemonizado y utilizado por el capitalismo –pues la cultura la controla el sistema económico-político existente–. Eso es cierto, pero eso no significa que sea un género de música inservible para el proletariado y las clases trabajadoras, ni que haya existido corrientes que se resistan a esa dominación: recordemos que en el capitalismo existe por un lado la cultura dominante y sus variantes, y por otro la contracultura popular de los intelectuales al servicio del pueblo o que al menos eso pretenden –aunque mucha de esa cultura no se pueda consolidar sin la toma del poder, y su desarrollo se quede a medio camino–.