jueves, 17 de marzo de 2016

Nunca hay que negar las tareas democrático-burguesas de una revolución, pero tampoco negar que una vez resuelta esta debe convertirse en revolución proletaria


«No es posible sujetar al proletariado para evitar que conquiste lo que necesita conquistar, y el que trate de hacerlo será arrollado, porque no hay otro remedio ni otra manera para continuar hacia adelante. Ahora bien, cuando nosotros decimos, como por ejemplo decíamos ayer en «Mundo Obrero», que nosotros luchamos por el programa del Gobierno Obrero y Campesino, programa que va mucho más lejos que el compromiso ahora contraído en el Bloque Popular, eso no quiere decir que no vayamos a cumplir este pacto. Yo decía en el mitin del domingo y repito hoy que el Partido Comunista cumplirá el compromiso contraído con el Bloque Popular. Pero al mismo tiempo decimos que sin realizar el programa del Gobierno Obrero y Campesino no es posible liquidar la base material de la contrarrevolución y llevar a término la revolución democrático-burguesa en España. Y téngase en cuenta que el Gobierno Obrero y Campesino no es todavía la dictadura del proletariado ni el socialismo, a cuya plena consecución hay que llegar. Pero, aunque el Gobierno Obrero y Campesino, la dictadura democrática de los obreros y campesinos, y la dictadura del proletariado sean cosas distintas, entre una y otra no hay ninguna muralla china. No se puede precisar el tiempo, pues esto sería hacer profecías, pero sí puedo asegurar que la transformación de la revolución democrático-burguesa en revolución proletaria no será larga, si es que la clase obrera se organiza bajo la dirección de un solo partido revolucionario del proletariado, como lo queremos los comunistas. (Muy bien)

Además, los campesinos, la pequeña burguesía, las capas sociales aliadas del proletariado en el desarrollo de la revolución democrático-burguesa, tendrán confianza absoluta en el proletariado y llegarán a comprender que él, que los ha llevado a la lucha y a la victoria, a través de las diversas etapas de desarrollo de la revolución, asegurará también su bienestar en el régimen socialista, en un régimen como el que existe en la Unión Soviética y que nosotros queremos implantar también en España. (Muy bien. Grandes aplausos y vivas a la Unión Soviética)

¿Quién debe dirigir la revolución democrática?

En Rusia, antes ya de la primera revolución, antes ya de 1905, hubo en el partido socialdemócrata una discusión, que fue histórica, sobre quién debía dirigir la revolución democrático-burguesa: si el proletariado o la burguesía. Los bolcheviques, con Lenin a la cabeza, sostenían que el proletariado, pero los mencheviques, dirigidos por Martov, sostenían que la revolución burguesa debía dirigida la burguesía, por entender que, de dirigirla el proletariado, asustaría a la burguesía. Lenin y los bolcheviques mantenían la posición de que, aunque se tratase de la revolución democrático-burguesa, sólo estando la hegemonía en manos del proletariado llegaría la revolución a su término y que, de tener la dirección en sus manos la burguesía, la revolución marcharía para atrás. Y la mejor prueba de la razón que asistía a Lenin, que no hacía más que aplicar a la realidad las teorías de Marx y Engels, la tenemos en la infinidad de países en que, habiendo llegado a sazón la revolución democrático-burguesa, pero teniendo a la mayoría del proletariado bajo la influencia de los mencheviques, de los reformistas, están hoy, unos en manos del fascismo y otros en manos de la burguesía reaccionaria, con diferentes formas de gobierno, pero todos con el régimen capitalista en pie, todos con pobres y ricos, descalzos unos y con muchos zapatos otros, hambrientos unos y otros hartos y llenos de vicios. En cambio, en la Unión Soviética, donde el proletariado tuvo la dirección, la hegemonía, no ocurre esto». (Fuertes aplausos) (José Díaz; Los obreros unidos; Discurso pronunciado en el Teatro de la Zarzuela de Madrid, el 11 de febrero de 1936)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

«¡Pedimos que se evite el insulto y el subjetivismo!»