sábado, 21 de julio de 2018

Unas aclaraciones sobre la crisis política en Venezuela; Equipo de Bitácora (M-L), 2018


«En las elecciones a la Asamblea Nacional del 5 de diciembre de 2015 con una participación de más de un 70% la oposición de la Mesa de Unidad Democrática (MUD) logró obtener un 56,22% de votos frente al 40,91% del Gran Polo Patriótico (GPP), confirmando la franca decadencia del chavismo. A partir de entonces la oposición, como era normal, tenía el Parlamento y por ende el poder legislativo, que lejos de facilitar iba a entorpecer el funcionamiento del gobierno, situación anómala a primera vista pero dentro de lo normal en el juego de la democracia burguesa y la división de poderes. Esto llevó a Venezuela a una agudización de las disputas políticas entre la «burguesía azul» de la MUD y la «burguesía roja» del GPP, por así decirlo, entre la vieja burguesía heredera del puntofijismo y la burguesía bolivariana.

A finales de julio de 2017 vimos como Maduro se «marcó un Fujimori» y dijo que debía disolverse la Asamblea Nacional como ya hizo el mandatario peruano en 1992 o como hizo en 1973 Juan María Bordaberry en Uruguay. ¿Tiene motivos legales Maduro? ¡Claro! Toda constitución burguesa tiene algún punto donde legitima suspender los órganos representativos en casos de excepción. La Constitución de Venezuela de 1999 dice en su Artículo 350:

«El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos». (Constitución de Venezuela, 1999)

Entonces se cumple al dedillo lo que anunciaba Marx de las constituciones burguesas:

«Cada artículo de la Constitución contiene, en efecto, su propia antítesis, su propia cámara alta y su propia cámara baja. En la frase general, la libertad; en el comentario adicional, la anulación de la libertad». (Karl Marx; Dieciocho de Brumario de Luis Bonaparte, 1852)

¿Y para que creen nuestros amigos que nuestro bonachón Comandante Chávez instauró esa cláusula tan ambigua? Para hacerla efectiva en momentos como estos. No importa lo que hayan votado las masas en unas elecciones de por sí engañosas que solo ocurren para legitimar el orden burgués existente, además, si alguien con autoridad lo cree preciso, se puede anular todo, y así lo ha hecho nuestro Maduro Bonaparte, y la culpa no es de Maduro que está asustado porque se le escapa la situación, la culpa es de la propia constitución que abre la puerta para tales despropósito.

Finalmente después de tanta expectación se llevó a cabo la convocatoria de las elecciones a la Asamblea Nacional Constituyente, los chavistas nos decían orgullosos que habían ganado las elecciones con un 41% de participación según los medios oficiales –un 12% según la oposición– con sospechas evidentes de fraude –en el número de votantes y resultado– y en medio de un clima de violencia. Resultados que ni el mismo Chávez había cosechado teniendo un carisma superior al de Maduro y periodos de bonanza económica donde al menos se podía pagar la deuda no como ahora. ¿Sospechoso verdad?  La propia empresa encargada del proceso electoral que llevaba más de una década siendo la muleta en que se apoyaban los chavistas para legitimar las elecciones, ¡resulta que denunció el ejercicio electoral como fraudulento!:

«El Gobierno de Venezuela estuvo la semana pasada en el ojo del huracán por el posible fraude en los resultados de las elecciones del domingo anterior. La empresa Smartmatic decía que no podía asegurar que los datos de participación ofrecidos por el Consejo Nacional Electoral (CNE) fueran confiables. Estiman una diferencia de más de un millón de votos. No es la primera vez que la compañía está dentro de una polémica por fraude, pero sí que lanza acusaciones contra la mano que le ha dado de comer durante más de 13 años y cuyo impulso, seguramente, ayudó a su expansión internacional». (El Confidencial; Qué hay detrás de Smartmatic, la empresa que denunció fraude electoral en Venezuela, 8 de agosto de 2017)

Más allá de la manipulación. ¿Creen los prochavistas que una nueva Constitución va a resolver los problemas de Venezuela; o que seguirán estando ahí y el problema es la ideología y proyecto económico del gobierno?

1) Desde el punto de vista chavista que te superen en la persuasión ideológica y logren superarte en las elecciones como ocurrió en 2015 grupos políticos como los de la MUD viene a decir que tu capacidad de persuasión tras más de una década –contando con las herramientas en el poder– es paupérrima. Si Maduro decidió disolver la Asamblea Nacional es porque la dominaba la oposición y le causaba problemas –como es normal–; lo importante de esto es que demuestra que el chavismo perdió definitivamente la confianza del pueblo al perder las elecciones y dar mayoría a la MUD –encima en unas elecciones en las que contaba con todo el aparato gubernamental a su favor–. Después amenazó con «reestructurar» la fiscalía –como hizo– profundizando la concentración de poderes, con lo que acusar a la oposición de tener pretensiones fascistas es una broma de mal gusto visto cómo actúa el chavismo en su fase desesperada. Realmente el chavismo está configurando una forma de gobernar autoritaria a que a todas luces se aproxima al fascismo. Actualmente Maduro ha usurpado el poder legislativo pero también el judicial, proceso que lleva sucediendo desde hace largo tiempo, recordemos casos como el de la jueza Maria Lourdes Afiuni de 2009, el propio fiscal Franklin Nieves que llevó el caso de Leopoldo López desde el exilio en octubre de 2015 que «el 100% de las pruebas fueron inventadas» y que «Maduro es el que gira todas las instrucciones para poner presa a cualquier persona», en diciembre de 2015 después de las elecciones parlamentarias, Maduro mediante sesiones extraordinarias nombró a 13 de los 32 jueces del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) para los 12 próximos años, un número de cooptaciones inconstitucional, siendo éste el método que se ha ido usando para entorpecer el funcionamiento normal del Parlamento desde 2015, pudiendo además el chavismo desde el TSJ decretar amnistías o incluso enajenar bienes privados de los grupos opositores. Así en 2016 declaró en desacato a la Asamblea Nacional y con ello invalidaba cualquier acción suya bajo la excusa de que existían diputados de Amazonas que quedaron suspendidos poco antes por el mismo organismo de justicia; de hecho se calcula que el TSJ de 40.000 sentencias no ha emitido ninguna en contra de los intereses chavistas.

La actual Constituyente que ha venido operando, tiene poderes que de facto han suspendido a la Constitución, actúa por encima de ella, con lo que se confirma el viraje del chavismo hacia formas despóticas de gobierno.

2) Si la MUD llena de sus fraccionalismos y luchas internas, con sus posturas –no olvidemos– muchas veces conciliadoras con el gobierno chavista, tiene a figuras que son escuchadas y causan credibilidad entre los trabajadores, no es por los millones estadounidense con que se han financiado sus partidos o el de las empresas –porque los chavistas también tienen financieros aunque de menor calado–, sino que es así porque el chavismo ha gestionado el país de una forma en que la gente no se acuerda ya tanto de los gobiernos de Acción Democrática/COPEI como de los actuales problemas de la era chavista; y también por supuesto, porque el chavismo no ha sabido ir más allá del eslogan y el asistencialismo en periodos más o menos llevaderos, lo cual no acaba con los problemas sociales, proyectos que han tenido que ser derogados en periodos de crisis. Apelar por tanto a la «defensa del gobierno» y las «conquistas bolivarianas» solo puede ser creído por los burócratas, sus familiares, los hooligans y los cretinos de las siglas y mitos, pero no para el trabajador medio que sufre todo el peso de la crisis, o de los acuerdos que Maduro negocia con las empresas privadas favorables a estas mientras por otro lado habla de «guerra económica».

El chavismo carece de coherencia ideológica y práctica, esas contradicciones hacen que los sectores más avanzados ideológicamente lo rechacen y que gran parte del sector de los trabajadores, pese a no entender mucho de política, vean la estafa que supone el chavismo en el poder y que gobierna en favor de la nueva «burguesía bolivariana», y de la «vieja», gracias a las recetas conciliadoras de ese Maduro que intenta aparentar ser el «presidentes de los trabajadores» mientras busca ganarse el favor de la burguesía en general para que «produzca en favor de esa pretendida Gran Venezuela».

3) Una nueva Constitución como han barajado algunos medios chavistas no sería garantía de resolver ninguno de los problemas reales, se han visto mil casos históricos de procesos constituyentes o constituciones sacadas de la chistera del gobierno elaboradas en medio de luchas por el poder, en medio de conflictos sociales, en medio de luchas armadas y atentados terroristas. El resultado fue el mismo en todos los casos: la misma dominación política, económica e ideológica de la burguesía en la cual sus intereses son sancionados en la Carta Magna, y cuando es necesario, no se ajusta a ella, o se vuelve a cambiar.

4) Los que claman en defensa de Venezuela porque lo consideran «socialismo» hablarán de un «socialismo» cristiano, pequeño burgués, porque desde luego no tiene nada que ver con el marxista y proletario. Los que igualmente hablan de «gobierno antiimperialista», ya hemos visto como Chávez mantuvo buenas relaciones y negocios con imperialistas como Xi Jinping, Lula, Aznar o Putin –aunque algunas de estas relaciones luego cambiasen–. Como se ha fijado en peones del imperialismo como Gadafi que cambiaban de bloque imperialista según dictara su oportunismo. Maduro ha firmado recientemente un convenio este viernes por mil trescientos millones de dólares con la petrolera estadounidense Horizontal Well. Así pues, ni siquiera la bandera de lucha contra «el imperialismo yankee» puede ser sostenida por el chavismo.

Los perros falderos del «socialismo del siglo XXI» son iguales que aquellos que en los 80 defendían el caos y los autogolpes del régimen revisionista polaco, aquel que a golpe de porra tenía que reprimir a los obreros de los astilleros y fábricas porque no aceptaban las bajadas de sueldos y la subida de precios en materiales básicos en los mercados, ni aceptaban la corrupción y el nivel de vida de lujo de sus dirigentes, ¿les suena la situación? Problemas nacidos a la sombra de las receta del CAME, un organismo del revisionismo soviético que junto al FMI dirigían Polonia para aplicar planes de ajuste de los salarios, subida de impuestos, planes para  desindustrializarse y construir en definitiva un modelo económico de país desequilibrado e ineficiente que encima debía ser construido según sus consejeros a base de créditos usureros de la URSS y del propio FMI. Cuando los revisionistas del exterior en los 80 señalaban que «la oposición estaba hegemonizada por el Vaticano y el sindicato reaccionario de Solidaridad» era cierto, pero solo significaba que había un problema entre los revolucionarios –como ahora lo es en Venezuela– que no sabían desligarse de las ilusiones del gobierno y no tenían organización y capacidad de llegar a las masas trabajadoras con un discurso y programa que golpease a todas las corrientes burguesas y sus falsas promesas. Pero estos mismos «analistas» en ningún momento se paraban a ver los errores y el oportunismo burgués de la dirección polaca la cual había llegado a esa situación de promover la religión con dinero público y establecer vínculos con todos los cabecillas imperialistas y socialimperialistas; por lo que venir a clamar, como hoy hacen algunos en el caso de Venezuela, por «apoyar a un gobierno antiimperialista» cuando los tentáculos de todos los bloques imperialistas hacen su agosto en estos países, es y ha sido siempre de un ridículo colosal.

Tanto el chavismo gobernante del Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) como todo su coro de apologistas, en cuyo primer lugar está el Partido Comunista de Venezuela (PCV) y que se agrupan en el frente del Gran Polo Patriótico (GPP), así como la oposición antichavista heredera de la era del puntofijismo agrupada dentro de la Mesa de Unidad Democrática (MUD), hablan constantemente de los problemas de Venezuela pero acuden a explicaciones del todo inverosímiles cuando no surrealistas. Los primeros aluden que todo es la consecuencia de la «presión del imperio», de «grupos fascistas internos» y de una «guerra económica» de la «burguesía no chavista y no patriótica», para ellos el gobierno no tiene ninguna responsabilidad. Los segundos aluden que todo es culpa de la puesta en práctica del «socialismo del castro-comunismo» de Chávez, que este ha sido y viene siendo el culpable de los problemas actuales del país, y poco menos que presentan al actual gobierno como el más nefasto de la historia patria. La realidad es que el gobierno no puede estar exento de responsabilidades en los posibles casos de desabastecimiento de alimentos o de especulación de precios de los productos cuando conoce quiénes realizan tales actos para maximizar los beneficios, más cuando siempre acaba pactando con esas empresas y promueve tanto a la burguesía bolivariana y opositora –culpables del juego trilero en la cuestión alimenticia–. Por otro lado, la crisis tampoco puede ser culpa de un socialismo de corte «marxista», sencillamente porque el chavismo es de todo menos marxista, en todo caso estaría correcto decir que es un pseudo«socialismo» de corte «castrista», «socialista del siglo XXI», en resumidas cuentas un socialismo pequeño burgués que quiere ir de revolucionario pero no se ha alejado de ser reformista y defensor de la democracia burguesa, de su estructura política, de su cultura y mitos nacionalistas, de los esquemas económicos del pequeño capitalismo cooperativista y a la vez cómplice o pusilánime con las empresas monopolísticas nacionales y extrajeras, no habiendo roto con las leyes de producción capitalistas sino basándose en ellas.

No está de más recordar que problemas como la inflación, la corrupción, la inseguridad en las calles, el modelo rentista de la economía, no fueron inventos chavistas sino herencias de AC/COPEI, el chavismo solo ha mantenido esa «bonita tradición» por su inutilidad manifiesta. Vale expresar que no toda la oposición puede ser calificada de «fascista» sin más como hace el PSUV y sus acólitos, ni se puede soltar que todas las protestas y los choques violentos pueden ser calificados de provocaciones de «agentes a sueldo de Washington», viejos argumentos de los regímenes capitalistas-revisionistas que no querían ver los resultados de su política y que lo acabaron pagando caro: cuando algunas de las motivaciones reales de las protestas de los trabajadores eran sobre todo el haberse vuelto dependientes de ese imperio que calificaban de enemigo número uno. Cierto es, que gran parte de los descontentos venezolanos han sido hegemonizados por la labor oportunista de una oposición más derechista y más abiertamente proestadounidense como es la Mesa de Unidad Democrática (MUD), y que hay pequeños grupos fascistas o cercanos a él, pero eso no significa que las políticas chavistas sean acertadas, ni que no pueda existir –tal y como ocurre– una oposición de trabajadores que bien son apolíticos, o están medianamente o bastante concienciados y defienden sus intereses de clase y rechazan con razón las recetas del chavismo. Ciertamente habrá solo unos pocos que lo hacen con total concienciación y que la gran mayoría rechazan al chavismo simplemente por la inercia de los propios resultados de años de podredumbre y corrupción, pues esto es algo que abren los ojos a cualquiera pese a no existir un partido de vanguardia comunista. Y es que cuando el hambre aprieta, no hace falta tener muchas nociones de política para levantarse, cuando ya no se puede vivir como antaño, la gente reacciona mucho más rápido pese a que hace dos telediarios defendían al gobierno y confiaban en sus promesas. Dicho en otros términos, el descontento ciudadano hegemonizado por la oposición venezolana es consecuencia directa de los desarrollos económico-políticos capitalistas del chavismo. 

De igual modo, como dijimos, los comunistas y sus tareas en países así:

«Todos los países tienen en la mentalidad colectiva de los trabajadores muchos mitos arraigados, inclusive de grupos y figuras pseudocomunistas nacionales, es necesario desmontar estos mitos ya que de otro modo se quedan incrustados en la mente de los trabajadoras e identifican erradamente conceptos como: lucha de clases, libertad, democracia, violencia, revolución, socialismo, marxismo, o comunismo y otros con experiencias erradas de grupos antimarxistas y el concepto que estos le daban. Es decir que si es importante explicar las mentiras de la llamada «derecha» de que «no existe alternativa al capitalismo», o desmontar teorías falsas sobre las causas de la crisis, no es menos importante desmontar las mentiras y mitos de la falsa «izquierda», que hace que los trabajadores adopten posiciones erradas creyendo que ciertos conceptos y poses son las correctas por desconocimiento o bajo la resignación que es a lo máximo que pueden aspirar según les enseñan estos embusteros. La refutación de los programas, proclamas y mitos de las organizaciones políticas que sean: desde los de la derecha filofascista y más rancia, hasta la de los grupos semianarquistas aventureros y terroristas, no suponen un gran trabajo para los marxista-leninistas, que gracias a su método científico saben analizar correctamente sus fenómenos, su origen y causas. Es menester ponerse a sacar conclusiones de todo esto, pero también es menester que una vez sacadas las conclusiones se pase a explicar y desmontar con paciencia, en un lenguaje entendible, todo esto a las masas trabajadoras. (…) Cada país tiene estos mitos por influjo interno o exterior entorno a movimientos pasados, regímenes exteriores o figuras históricas que no son puestas en su debido lugar, que son sobrestimado e incluso considerados referentes. Entendemos que no son mitos que vayan a desaparecer de la noche a la mañana porque han sido creados en la mente colectiva a través de un largo trabajo de propaganda agitada machaconamente, pero lo que no es permisible es que los llamados marxista-leninistas contribuyan a agrandar estos mitos en las masas, ya que si es que son verdaderamente la verdadera vanguardia del proletariado de su país, pondrán estos temas bajo el prisma de clase, y bajo un análisis certero se dará fin a falsos conceptos sobre estos temas. Y es que los marxista-leninistas (…) deben preguntarse seriamente: ¿si no hacen ellos mismos este quién lo hará?». (Equipo de Bitácora (M-L); Una reflexión necesaria sobre las FARC-EP, los acuerdos de paz y la historia de las guerrillas en Colombia, 2016)

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