Huelgas y protestas en Gdańsk, Polonia, durante 1970 |
«Naturalmente Polonia, como la propia Unión Soviética, tiene relaciones económicas y políticas muy desarrolladas con los países capitalistas occidentales y también con los Estados Unidos. Estas relaciones han ido ampliándose [6]. En el terreno económico, Polonia ha recibido grandes créditos de los países capitalistas. Según las noticias de los últimos días, estos créditos llegan a los 20 mil millones de dólares [7]. Lógicamente esto ha puesto a Polonia en grandes dificultades económicas. Debe afrontar las obligaciones con los acreedores, es decir, no sólo devolver los plazos de los créditos recibidos, sino además pagar los intereses, por eso se ha visto obligada a aumentar la exportación. Pero, para liquidar completamente los créditos, Polonia debe sacrificar durante dos años consecutivos toda su exportación, lo que es prácticamente imposible.
El desarrollo económico de Polonia ha caído en los últimos años, y, además de esto, las inundaciones de este año la han obligado a importar millones de toneladas de cereal. A Polonia le faltan, pues, cereales para la población y forraje para el ganado. Esto ha ocasionado dificultades y carencias en el mercado, sobre todo de carne, a pesar de ser uno de los principales exportadores de bacón; han proliferado el mercado negro y la especulación, creciendo por consiguiente el descontento de las masas del pueblo y de los obreros. Las dificultades se han hecho aún mayores, porque los «aliados» de Polonia, la Unión Soviética en primer lugar, que la abastece de numerosas materias primas, han subido los precios de las mercancías y no respetan los plazos ni las cantidades fijadas para su entrega [8]. Esto demuestra que las relaciones en el Consejo de Ayuda Mutua Económica se han hecho difíciles desde hace tiempo y no sólo las de Polonia, sino las de todos los miembros de esta organización económica pseudosocialista.
Para mejorar la situación en la que se encontraba, la dirección polaca hace cinco o seis meses cambió al primer ministro, destituyó a Yaroshewitz y puso a otro en su lugar, un tal Babiush, del que se dijo entonces que mejoraría la situación económica de Polonia. Esto era un cuento, porque no es una persona la causante de la difícil situación económica actual, sino la propia línea revisionista, capitalista, del partido y del Estado polacos. Edward Babiush y Edward Gierek pensaron que, subiendo los precios de la carne y de otros artículos de primera necesidad, lograrían arreglar la situación sin grandes quebraderos de cabeza. Pero en realidad no consiguieron ni superar las dificultades económicas internas ni liquidar las obligaciones con los «aliados» y «bienhechores» capitalistas occidentales.
Así pues, en esta situación interna empezaron en Polonia las huelgas de los obreros de los puertos del Báltico». (Enver Hoxha; ¿Qué se oculta tras las huelgas de los obreros de los puertos polacos del Báltico? de 1980)
Anotaciones de Bitácora (M-L):
[6] Polonia, como cualquier otro país revisionista de la época; ya fuera Yugoslavia, Rumanía, o la propia Unión Soviética, intentaban salvar la apariencia de los desastres de su economía anarquizante típica de una economía capitalista, mediante la petición de créditos, ya fueran estatales a los países imperialistas, empresas privadas extranjeras, o a organismos como el famoso Fondo Monetario Internacional:
«Las camarillas dominantes de los países llamados socialistas, como la Unión Soviética, Checoslovaquia, Polonia, etc., y ahora también China, permiten la afluencia de capitales extranjeros a sus propios países, porque estos capitales las benefician, mientras gravitan sobre las espaldas de los pueblos. Los países del Consejo de Ayuda Mutua Económica han contraído grandes deudas. Su endeudamiento con los países del Occidente alcanza la cifra de 50.000 millones de dólares». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)
Como siempre insistimos, este camino de apertura descarada al capital extranjero había sido el camino ya tomado previamente por la vecina Yugoslavia desde los años 40 hasta su colapso en los 90:
«Yugoslavia es uno de los primeros países revisionistas que ha permitido la penetración de capitales extranjeros en su economía. Comenzó recibiendo créditos, luego patentes de producción, y más tarde pasó a la formación de empresas mixtas. En 1967 se aprobó una ley que autorizaba la creación de empresas mixtas con el 49 por ciento de capital extranjero. En 1977, en Yugoslavia, el número de estas empresas llegaba a 170. Yugoslavia ha asegurado a las firmas capitalistas las más favorables condiciones para que desarrollen su actividad y obtengan el máximo beneficio. El fenómeno yugoslavo demuestra que los capitales extranjeros que se han invertido en Yugoslavia constituyen uno de los factores determinantes de su transformación en un país capitalista. Los Estados Unidos y otros Estados capitalistas ricos como es obvio, no han salido perdiendo con estas inversiones, por el contrario, han obtenido enormes beneficios acrecentando la miseria de la clase obrera y del campesinado de Yugoslavia. Lenin ha dicho que la exportación de capitales es una buena base para la explotación de la mayoría de las naciones y países del mundo, para la existencia del parasitismo capitalista de un puñado de Estados muy ricos. (...) En Polonia se han establecido más de 30 multinacionales, de ellas: 10 son estadounidenses, 6 germano occidentales, 6 inglesas, 3 japonesas, etc». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)
El periodo de Edward Gierek, se caracterizó por recibir Polonia una gran inversión de capital extranjero, el establecimiento de empresas mixtas polaco-extranjeras, y el gran aumento del comercio y sobre todo de la importación de productos venidos de países occidentales:
«A partir de 1971, las importaciones de Polonia de los países occidentales se incrementaron a una tasa promedio anual de alrededor del 40 por ciento –45 por ciento en 1972–, mientras que las importaciones procedentes de Oriente se incrementaron a una tasa de alrededor del 11 por ciento. En los primeros años, las importaciones consistieron principalmente de tecnología y equipo occidental y fueron financiados con préstamos, también del Occidente imperialista». (Spiro Dede; La contrarrevolución dentro de la contrarrevolución; acerca de los eventos en Polonia entre 1980 y entre 1983, 1983)
Pero el revisionismo polaco, al igual que habían hecho, hacen o harían poco después otros revisionismos –como el cubano, coreano, vietnamita, chino, yugoslavo, y un infinito etc.–, no llegó nunca a comprender el significado real de la entrada del capital extranjero y los peligros que entrañaba, sobre todo para una economía que se había mostrado tan poco fiable como la polaca:
«El capitalismo nunca puede invertir en otros países, conceder préstamos y exportar capitales, sin calcular de antemano los beneficios que se embolsará. Si a los grandes monopolios y bancos, que se han extendido como una telaraña por el mundo capitalista y revisionista, no se les presentan datos concretos sobre los posibles ingresos a obtener de la explotación de una mina, de las tierras, de la extracción del petróleo o del agua en un desierto, no dan créditos. También hay otras formas de conceder créditos, que se practican de cara a los Estados pseudosocialistas que buscan camuflar el camino capitalista que siguen. Estos créditos, que alcanzan grandes sumas, se conceden en forma de créditos comerciales y se liquidan, naturalmente, a corto plazo. Tales créditos son dados conjuntamente por muchos países capitalistas, los cuales han calculado de antemano los beneficios económicos, y también los políticos, que van a sacar del Estado que los recibe, teniendo en cuenta tanto el potencial económico, como la solvencia de los mismos. Los capitalistas en ningún caso dan créditos para construir el socialismo, sino para destruirlo. (...) Es sabido que el capitalista no concede ayudas a nadie sin antes considerar, en primer lugar, su propio interés económico, político e ideológico. No se trata únicamente del porcentaje que obtiene como ganancia. El país capitalista que concede el crédito, junto con él, introduce en el país que recibe la «ayuda», también su modo de vida, su modo de pensar capitalista, crea sus bases y se extiende insensiblemente como una mancha de aceite, amplía su telaraña y la araña está siempre en el centro y chupa la sangre a todas las moscas que caen en sus redes, como fue el caso de Yugoslavia, como lo es actualmente el caso de la Unión Soviética. Y China correrá la misma suerte. (...) El endeudamiento de cualquier país, grande o pequeño, con un imperialismo u otro, con sus entidades públicas o privadas, siempre conlleva peligros inevitables para la libertad, la independencia y la soberanía del país que toma este camino, tanto más para países económicamente pobres». (Enver Hoxha, El imperialismo y la revolución, 1978)
En parte por esa política respecto al capital extranjero, esta era la realidad de la paupérrima economía del revisionismo polaco:
«Para los próximos dos o tres años, Polonia estaba comprometido en un juego ridículo: exportó su ganado y productos agrícolas a Occidente e importó productos agropecuarios también desde el Oeste. Gierek y compañía estaban haciendo trompos con impotencia como resultado del curso antimarxista que habían adoptado y aplicado celosamente. El año 1979 trajo tristeza real para la vida económica de Polonia. Por primera vez desde 1945, en 1979 la producción nacional total disminuyó 3 por ciento en comparación con el año anterior, la inflación se disparó a más del 10 por ciento, las inversiones fueron reducidas al 7 por ciento y la cosecha de grano fue del 16,9 por ciento menos. Las deudas con el Oeste subieron a entre 18 y 19 miles de millones de dólares y en 1979 los polacos estaban obligados a pagar 3 mil millones de dólares simplemente como intereses sobre las deudas. Las importaciones de cereales en 1979 alcanzaron la cifra de 8 millones de toneladas, mientras que en 1980 Polonia tendría que importar hasta 10-12 millones de toneladas». (Spiro Dede; La contrarrevolución dentro de la contrarrevolución; acerca de los eventos en Polonia entre 1980 y entre 1983, 1983)
¿Quién que se autodenomine marxista-leninista puede defender como comunista la política de un gobierno con esos datos económico característicos de una sociedad capitalista?
[7] Precisamente una de las causas de las huelgas de los 70 en Polonia y la caída Gomułka, fue la excesiva deuda contraída con otros países imperialistas. Siendo más quirúrgicos para entender los datos de endeudamiento de la Polonia de Gierek, repasemos el tránsito histórico del revisionismo polaco hasta alcanzar tal situación:
«Para aliviar un poco la situación [en 1970] el equipo de Gomułka eligió dos platos principales: 1) El incremento de la deuda externa. En 1965 los 500 millones de dólares de la deuda de 1957 había crecido a 950 millones de dólares, mientras que en los años 1966-1969 se alcanzó los 1.100 millones de dólares. Después de 1976, el rápido ritmo de la industrialización disminuyó. En contra de la voluntad de Gierek, sin embargo, aunque el ritmo de la industrialización se redujo, la tasa de aumento de la deuda de Polonia no disminuía a la par, sino que iba en aumento. Mientras que las deudas totales en 1976 ascendían a 10 mil millones de dólares –es decir un promedio de aumento de 1,5 millones de dólares por año a partir de 1971–, en 1978 llegaron a 15 mil millones de dólares –es decir, un promedio aumento del 2,5 millones de dólares al año–». (Spiro Dede; La contrarrevolución dentro de la contrarrevolución; acerca de los eventos en Polonia entre 1980 y entre 1983, 1983)
En un artículo del diario español «El País», se podía leer en 1981:
«La construcción de la ineficiente industria pesada polaca ha sido financiada, en gran parte, con créditos occidentales. La deuda exterior de Polonia se acerca en estos momentos a los 27.000 millones de dólares, y antes de concluir 1981 tendría que hacer frente al pago de 2.400 millones de dólares en concepto de amortización e intereses. Los bancos occidentales, vista la situación, habían aceptado ya el aplazamiento de los pagos por amortizaciones». (El País; La deuda de Polonia, 1981)
[8] Como se dice de Polonia y la Unión Soviética. Era muy común también en el comercio entre la Unión Soviética y otros países la aplicación de la especulación bajo precios desorbitados:
«La Unión Soviética se revende en el mundo occidental, en un máximo de tres veces el precio original de las de petróleo, algodón y otros bienes que ha comprado a bajo precio en los países árabes. La prensa árabe ha escrito que la Unión Soviética entra en los mercados de terceros países, y compite con los países árabes en la venta de los mismos productos, que antes importaban de ellos. La Unión Soviética consiguió petróleo de Irak por un importe de 6 millones de libras esterlinas y lo vendió por 18 millones de libras esterlinas o sea por tres veces más. (…) Hace algún tiempo, el presidente guineano Sékou Touré, en un discurso de radio, dijo que la Unión Soviética había elevado el precio del petróleo que abastece a Guinea en un 350 por ciento. De acuerdo con sus declaraciones, Guinea ahora tiene que gastar 4,8 millones libras esterlinas más al año para pagar la cantidad necesaria de aceite que recibe de la Unión Soviética». («Zëri i Populitt»: Los neocolonialistas del Kremlin oprimen y saquean a los pueblos, 1975)
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