«No sólo en Francia, sino en todos los países capitalista-revisionistas, el revisionismo moderno está atacando al marxismo-leninismo también en el terreno de la literatura y el arte, porque también con éstos busca envenenar y hacer degenerar a la gente. Los escritores, los poetas y los artistas revisionistas se han introducido por el camino de la degeneración burguesa. En la actualidad es difícil distinguir un Louis Aragon de una Simone de Beauvoir, un André Stil de una Françoise Sagan. Aquí no se trata de uniformidad de estilos ni de formas, sino del contenido y los fines idénticos de sus obras, que se inspiran en corrientes filosóficas antimarxistas para acabar saliendo en un mismo camino; combatir la revolución, aplacar los ánimos, convertirlos en «almas muertas», degeneradas en la misma medida.
Todos los «teóricos» revisionistas defienden las tesis de que Marx y Engels habrían dedicado un lugar muy reducido a la estética, por no decir que no le han dedicado la más mínima atención. Los estetas del Partido Comunista Francés van aún más lejos. Pretenden «confirmar» que Marx no se interesaba en absoluto por el arte o que era un ignorante en esta materia. En oposición a los hechos, pretenden que Marx: «no logró comprender qué es lo que hace que el arte tenga un valor eterno, independientemente de los momentos históricos, no logró comprender cómo el arte griego, ligado a la infraestructura de aquel tiempo, continúa emocionándonos». Tal deformación del pensamiento de Marx no es gratuita. Por un lado, pretenden hacer creer que no existe un pensamiento marxista sobre el arte, pensamiento que supuestamente están elaborando los revisionistas; por otro lado intentan negar el carácter de clase del arte y poner en tela de juicio si el arte: «forma parte de la superestructura o de la estructura, si es ideología o no, si está ligado o no a la clase y a la revolución», en qué medida y hasta qué punto, etc.
Una serie de «teóricos» del Partido Comunista Francés han sostenido diferentes opiniones sobre la literatura y el arte en períodos distintos, lo que ha causado confusión y caos en las filas del partido y de los militantes y bandazos en la misma creatividad literaria y artística de los escritores y artistas comunistas. En un determinado período el Partido Comunista Francés luchaba por que las creaciones se apoyaran en el arte popular, en el arte revolucionario, más tarde en el realismo socialista. Después, en las creaciones de los artistas comunistas penetraron corrientes antimarxistas.
La burguesía, con su arte decadente, influía no sólo en los militantes de base del partido comunista, sino también en los cuadros que se ocupaban de la agitación y propaganda. Estos elementos, influidos por este arte, teorizaban, deformaban e interpretaban de una manera retorcida a Lenin, el cual ponía de relieve que la revolución crea su arte, que los comunistas no rechazan el anterior patrimonio progresista del pueblo. Esta gente, asimismo, interpretaba de una forma revisionista y burguesa los criterios de Lenin, Stalin y Zhdánov de que los escritores y los artistas de la sociedad socialista deben ser libres en sus creaciones, que deben tener iniciativa personal, pero sin dejar nunca de ser realistas y de crear obras que sirvan realmente a la revolución y al socialismo.
Algunos estetas pseudomarxistas llegaron al punto de defender la tesis de que Lenin habría preconizado la libertad absoluta de creación. El filósofo antimarxista Roger Garaudy proclamó el: «realismo sin riberas». Otros defienden la tesis de que, cuando la literatura y el arte son dominados por la ideología, por el partido, no hay libertad, por lo tanto no hay creatividad.
Naturalmente, todo era de esperar en el terreno de la estética, cuando en el Partido Comunista Francés tenían influencia y posaban de comunistas gente como André Gide, André Malraux o Paul Nizan, que junto con Louis Aragon asistieron al primer congreso de los escritores soviéticos en Moscú, pero que finalmente traicionaron y llegaron a ser anticomunistas declarados. Tales «teóricos» en Francia, dentro y fuera del partido comunista, ni siquiera podían tener la idea del valor del arte apoyado en los principios del marxismo-leninismo. Estos elementos han tenido como objetivo separar el arte y la literatura de la política y la ideología, naturalmente de la política proletaria y de la ideología marxista. Se esforzaban por desbrozar el terreno a la propagación de la ideología y la política burguesas, al desarrollo del arte decadente, a las novelas psicoanalistas, sexuales, policíacas y pornográficas, de modo que los mercados, las librerías, las vitrinas, los teatros y cines se llenaran de obras de este género.
Tomemos a Pablo Picasso. Este era miembro del Partido Comunista Francés y murió siéndolo, pero jamás llegó a ser un marxista. Esto se refleja en sus obras. En cambio, el Partido Comunista Francés se sentía orgulloso de él, y la única crítica que le hizo fue a propósito de un garabato titulado el «Retrato de Stalin», que su amigo y compañero Louis Aragon publicó en el periódico Les lettres françaises, siendo su director.
El realismo socialista no fue apoyado con fuerza y convicción por el Partido Comunista Francés. Una parte de los escritores, filósofos y críticos, miembros del partido, como Marguerite Duras y Claude Roy desertaron. Después que Nikita Jruschov lanzara sus calumnias contra Stalin, el Partido Comunista Francés vaciló y los primeros que capitularon fueron esta clase de intelectuales. Este partido lanzó la consigna de la: «completa liberación en el arte y la cultura», y los antiguos defensores del realismo socialista como Louis Aragon, André Stil, André Wurmser no solamente cambiaron de camisa, sino que se vendieron en cuerpo y alma al revisionismo. Así, los literatos pseudocomunistas franceses empezaron a sentirse atraídos por los Lukács, los Kafka, los Sartre. En todo el partido se dio inicio a discusiones críticas en la plataforma que deseaba la burguesía como por ejemplo: «¿cuál debe ser la correlación entre literatura e ideología?» o también: «¿qué forma debe admitirse en el arte?: ¿el sectarismo en la interpretación o el eclecticismo oportunista?» Rolland Leroy como una «autoridad» resumió que: «no puede haber arte específicamente proletario, ni arte que sea enteramente revolucionario».
El Partido Comunista Francés, inmerso en el oportunismo y en el revisionismo, permitió que estas tesis antirrevolucionarias circulasen como aguas inmundas y se convirtiesen en tesis dominantes entre sus artistas y creadores.
Como conclusión podemos decir que en la literatura y el arte, la línea del Partido Comunista Francés ha tenido sus altibajos. Ha estado siempre en una situación de exenciones en cuanto a esto. Sus bandazos se originaban en la «ortodoxia» de la preservación de los principios, por un lado, y en la influencia directa o indirecta de la ideología burguesa en la literatura y el arte a través de sus intelectuales, por el otro.
Para el Partido Comunista Francés los intelectuales que trabajaban en el terreno de la creatividad artística han jugado por lo común un papel más bien negativo que positivo. Ellos, independientemente de su origen de clase, cursaban sus estudios e iban en busca de la «fama». Este partido jamás logró influirlos y dirigirlos a través de la ideología y la cultura proletaria. Para estos intelectuales del partido, lo importante era la libre creación, subjetiva, individual y nunca los verdaderos intereses del proletariado y de la revolución. Estos elementos vivían y trabajaban lejos de la clase obrera y separados de ella. La clase, para ellos, era la «economía», mientras que los intelectuales eran la «cabeza de Zeus» que debía dirigir a lo «económico». Los intelectuales franceses del partido habían crecido y se habían inspirado en la bohemia de Montparnasse, en la Closerie des Lilas, Pavillon de Flore, Bateau-Lavoir y en otros locales donde se entrecruzaban toda suerte de corrientes decadentes, de las cuales han surgido los Aragon, los Picasso, las Elsa Triolet y muchos otros amigos de los Lazareff, los Tristán Tzara, de los dadaístas, cubistas y de mil y una escuelas decadentes de literatura y arte. Esta tradición y este camino se prolongaron en el Partido Comunista Francés de manera ininterrumpida hasta que se llegó al XXIIº Congreso, donde el revisionista Georges Marchais sacó a flote toda la podredumbre antimarxista que el Partido Comunista Francés venía acumulando desde hacía tiempo.
En este congreso los revisionistas franceses salieron incluso oficialmente en contra del papel dirigente del partido de la clase obrera en el terreno del arte y contra el método del realismo socialista. Con el pretexto de luchar contra la «uniformidad», pretendieron que la cultura socialista debía ser abierta a todas las corrientes, a todo tipo de experimentos y creaciones.
El pseudomarxista Georges Marchais ha publicado en la obra que contiene su informe al XXIIº Congreso, también un verso escrito por Louis Aragon en el libro titulado: «Loco por Elsa» de 1963. Elsa era la mujer de Aragon. He aquí lo que dice Aragon, miembro del Comité Central del Partido Comunista Francés, en este verso:
«Qué siempre habrá guerras querellas/ Maneras de reyes y frentes prosternadas/ y el hijo de la mujer inútilmente nacido/ mieses destruidas siempre por las langostas/ Qué siempre los baños y la carne bajo la rueda/ La masacre siempre justificada con ídolos [y los ídolos son Marx, Engels, Lenin y Stalin - Anotación de E. H.]/ Siempre cadáveres cubiertos de este mantel de palabras/ La mordaza para la boca y para la mano el clavo/ Un día sin embargo un día vendrá color de naranja». (Louis Aragon; Loco por Elsa, 1963)
Así, Louis Aragon dice que él y su partido han renunciado al color rojo, al comunismo». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)
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