miércoles, 6 de enero de 2021

Perón, ¿el fascismo a la argentina?; Equipo de Bitácora (M-L), 2021

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«La admiración de Perón hacia el fascismo es manifiesta y, como se comprobó antes, el peronismo no se quedó en una simple admiración, sino que cumplía con varios de los rasgos clásicos del fascismo en su modelo sindical, el pensamiento religioso, la relación entre masas y líder, su admiración por la violencia irracional, su hondo anticomunismo, su orgulloso chovinismo, etc. (...) Está más que claro que las ideas y las medidas que trató de instaurar el peronismo en sus diferentes períodos sí iban encaminadas hacia la constitución de un poder absoluto de los resortes del Estado. (...) Viendo en dicha salida la única posibilidad para mantenerse en el poder dado el punto de no retorno entre peronistas y antiperonistas, teniendo que acelerar el proceso de progresiva fascistización. Este se reflejaba en: concentración del poder en el ejecutivo y, en especial, en el líder, la eliminación de la toda oposición comunista y liberal, el ajuste de cuentas extraoficial con la oposición y las propias facciones del peronismo más a la izquierda del oficialismo, el progresivo control de los medios de comunicación y los cuerpos culturales del Estado, la absoluta sumisión de los sindicatos y su primacía en el sistema al estilo corporativista, la creación de organizaciones paramilitares, etc. (...) Una cosa son las intenciones del peronismo y algunas de sus medidas, y otra la capacidad real del peronismo para implementar tal proyecto, cosa que nunca se logró debido a la fuerte oposición con la que siempre se encontró. (...) Videla jamás alcanzó el carisma de Perón como caudillo de las huestes. Ello no quita que la junta militar de 1976-83 fuese la culminación de lo que Perón y la mayoría de la burguesía argentina buscaba en lo importante: un poder total, sin una oposición molesta para conformar esa «reorganización nacional», algo para lo que Videla y otros llevaban trabajando años bajo las órdenes de Perón. Podemos añadir más». (Equipo de Bitácora (M-L); Perón, ¿el fascismo a la argentina?, 2021)


Preámbulo

El estudio del peronismo es casi una asignatura obligada para todos los revolucionarios, pues este constituyó la quintaesencia del populismo, el falso antiimperialismo y el anticomunismo. Tarea verdaderamente hercúlea en Argentina, dado que se trata de una cuestión todavía muy arraigada entre la sociedad, aún dividida en peronistas y antiperonistas, una tarea que todavía está pendiente gracias a las ilusiones y conciliaciones que los pretendidos «revolucionarios» argentinos tuvieron hasta sus últimos coletazos –véase el caso de Montoneros, FAR, PRT y otros– con su seguidismo hacia algunos sectores del peronismo en diferentes etapas. Por supuesto, el problema del peronismo también ha arraigado a causa de la ineficacia de los revolucionarios antiperonistas a la hora enfrentarse al mismo, siendo incapaces de explicar metódicamente su carácter de una forma comprensible para los trabajadores. Todo esto fueron consecuencias «normales» –hablando objetivamente– dada la ausencia de figuras y organizaciones marxista-leninistas de peso, como pasó –y pasa actualmente– en otros tantos países que siguen afligidos por mitos de una índole similar. 

Tengamos en cuenta que el peronismo tuvo y sigue irradiando una influencia directa en los movimientos latinoamericanos del siglo XXI. Hemos sido testigos de cómo diversos líderes mundiales se dicen discípulos de esta corriente: desde Cristina y Néstor Kirchner, Menem, Fidel Castro, Hugo Chávez hasta Macri; todos ellos se han presentado como «peronistas» o simpatizantes, recogiendo de él aspectos interesantes para su política reaccionaria. La base ecléctica y demagógica del peronismo puede ser vista como una suerte de maoísmo: la «izquierda» y «derecha» burguesa de Argentina –y otros tantos países– pueden articular y emplear su discurso indistintamente. He aquí una anécdota que explica el eclecticismo y, a la vez, la influencia del fenómeno peronista:

«Los 70 años del peronismo se dividen en dos partes exactas: 35 años en el gobierno y 35 años en la oposición. De ellos, 18 años de proscripción y resistencia y 7 en democracia. De los últimos 32 años de democracia, el peronismo gobernó 23; de los seis últimos presidentes, cuatro fueron peronistas. Pero, además, hubo siempre varios peronismos, que fueron sedimentando década tras década. Hubo un peronismo «histórico» y tradicionalista, que se combinó –y confrontó- con otro «revolucionario». En los años 60 y 70 esta coexistencia estalló con violencia, con situaciones de verdadera guerra civil. Hubo luego un peronismo «renovador», de tinte socialcristiano, y otro populista que derivó con Menem en neoliberal. Finalmente, el componente populista viró hacia el nacionalismo estatalista con Néstor y Cristina Kirchner. Cada uno de ellos engendró su propia oposición, dentro y fuera de sus amplios perímetros. Hubo así, en cada etapa, un peronismo que se opuso a los peronismos en el poder, de tal modo que ante cada declinación de unos siempre hubo otros que se dispusieron a sucederlos disputando la representación del «verdadero peronismo». Como lo señaló uno de sus principales historiadores, Juan Carlos Torre, «en el peronismo hay un alma permanente y un corazón contingente». De tal modo, el famoso apotegma de Perón, respondiendo a una inquietud periodística mantiene su actualidad: «¿General, cómo se divide el panorama político argentino? Mire, hay un 30% de radicales, lo que Uds. entienden por liberales. Un 30% de conservadores y otro tanto de socialistas. Pero, General, ¿y dónde están los peronistas? ¡Ah, no, peronistas son todos!». (Fabián Bosoer; El 17 de octubre de 1945, 2015)

Nosotros pretendemos refutar el peronismo contraponiendo su discurso con la práctica y, sobre todo, aclarando todas las cuestiones desde la óptica marxista. 

Entre tanto, y en vistas al panorama, ¿qué servicio «internacionalista» nos brinda en España el «Movimiento Político de Resistencia» respecto a esta cuestión tan interesante y apremiante para el movimiento proletario? Pues, como no podía ser de otro modo, el de hacer un seguidismo a la propaganda tercermundista de turno, en este caso la peronista:

«Sin ninguna duda, el gobierno de Perón significó una auténtica revolución, y la importancia de la misma quedó de resalto, cuando la delegación argentina que viajó a la URSS. (...) Pero, ¿qué clase de revolución era esa? Era una revolución burguesa que había desplazado a la vieja y parasitaria oligarquía rural vinculada a los frigoríficos ingleses y al negocio de la carne. Esos frigoríficos manejaban el principal renglón de la economía nacional, y fueron nacionalizados, y en la provincia de Buenos Aires, se crearon los frigoríficos regionales, que pertenecían al estado provincial, y que estaban gestionados por el ministerio de asuntos agrarios como medida de protección a los pequeños ganaderos. Pero, ¿dónde estaba la «izquierda» argentina durante los gobiernos de Perón? Estaba enfrentada al gobierno peronista en un ejercicio de torpeza y ceguera absoluta. La clase obrera estaba masivamente apoyando a Perón y su gobierno y el Partido Comunista Argentino acusaba a Perón de fascista, aplicando categorías impropias de un país dependiente como era Argentina en esos tiempos. Mientras tanto, por la red ferroviaria nacional circulaban trenes arrastrados por las locomotoras soviéticas que llevaban en su frente una estrella roja, que era un emblema de la URSS. Ese era el gobierno fascista de Perón». (Movimiento Político de Resistencia; El proyecto antimperialista de Perón y sus relaciones con la URSS, 9 de enero de 2018)

Lo que nos quedaba por ver de estos señores «revolucionarios». De los creadores de: «Rusia es un bastión antiimperialista» y «Putin no es nacionalista burgués», la nueva película producida por los restos del Partido Comunista de España (reconstituido) es seguir, en realidad, ¡una secuela! Sí, una secuela de aquella cinta que rezaba que «Perón era antiimperialista» y su llegada al poder y sus reformas suponían una aproximación hacia la «revolución» que solo debía ser impulsada para, posteriormente, ser profundizada. ¡Claro que sí, señores! ¡La «revolución justicialista», como decían los peronistas de izquierda más ilusos! Ahora se entienden todas las vacilaciones que los restos del PCE (r) y sus simpatizantes tienen sobre otras experiencias nacionalistas-burguesas y tercermundistas, como el chavismo, el castrismo o el maoísmo, a los cuales siempre han aplaudido sin el más mínimo criticismo, calificándolos de tendencias «antiimperialistas» pese a su dependencia y sumisión a todos los imperialismos habidos y por haber.

Con estas publicaciones peronistas, el PCE (r) y sus restos vuelven a demostrar que son agentes de la burguesía. ¿Por qué hacen esto? No creemos ya que el PCE (r) se vaya a la cama con los imperialismos y revisionismos por verse en la necesidad de financiar sus restos, sino por mero vicio y lujuria revisionista.

Tipifican que Perón eran una esperanza progresista porque: a) se realizaron nacionalizaciones bajo su mandato; b) la delegación argentina fue recibida por Stalin y Argentina comerciaba con la URSS; c) el peronismo no podía ser un movimiento fascista o filofascista porque Argentina no tenía un alto nivel de desarrollo; d) gran parte de los trabajadores argentinos seguían a Perón.

Estos clásicos mitos del peronismo, sumados a otros nuevos que añade el PCE (r), merecen una amplia explicación. Intentaremos que ésta sea lo más ordenada posible, desglosando los temas en su íntima conexión.

Notas 

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