viernes, 13 de noviembre de 2020

Las labores de asistencialismo: imagen y negocio

«El asistencialismo populista de Reconstrucción Comunista (RC) no es un fenómeno novedoso, pues se ha dado en múltiples sociedades, tanto por parte de los gobiernos como de grupos disidentes al mismo:

«¿Qué es el populusmo? Si nos plegamos a sus raíces etimológicas tendríamos que comprenderlo como relativo a pueblo; pero resulta evidente que los términos evolucionan en su contenido y significado y se alejan de sus raíces. Dicho esto, y a efectos de este espacio, populismo es aquella «estrategia» en el marco del ejercicio del poder –como gobernante o como opositor– bajo la dictadura de la burguesía ya sea en su forma democrático burguesa o en su forma fascista que es indisoluble a la demagogia, el pragmatismo y el oportunismo. Su función principal es enmascarar el verdadero sentido de las políticas que tienen por objeto el fortalecimiento de la clase en el poder pero justificadas en un «pretendido bien superior»; por ejemplo y el más común: «el bien general del pueblo»; dicho de otro modo, su objetivo es la alienación de las masas.

Vale decir que el populismo no es una característica exclusiva de la izquierda burguesa –revisionista, reformista, etc.–, sino de todo el espectro político burgués, su cara visible es el asistencialismo-caritativo; por ejemplo: el ultraderechista Álvaro Uribe desarrolló en Colombia programas de asistencia escolar, merienda escolar, programas de vivienda, etc., al tiempo que profundizaba el vaciamiento de contenido de los derechos económico-políticos a través de la extinción de los derechos laborales, etc. El mismo procedimiento emplean los gobernantes de izquierda burguesa en Latinoamérica que engañan a los pueblos diciendo que ese asistencialismo es un embrión del socialismo, cuando se trata del capitalismo de siempre. Lo esencial a comprender es que esta estrategia, allá donde se ejerce, tiene como finalidad aminorar las «condiciones objetivas» que conduzcan a procesos revolucionarios proletarios; al tiempo que con la propaganda reducen las «condiciones subjetivas». Es decir, es un mecanismo destinado a prolongar artificialmente al capitalismo en crisis, no obstante, a veces se desarrolla con objetivos meramente cosméticos, los ejemplos más oportunos son los «programas sociales» de las entidades empresariales monopólicas. El fascismo también ha utilizado de forma constante el populismo, sobre todo desde la oposición política –a veces sirviendo como trampolín al poder–. Lo ha hecho apoyándose en casos de corruptelas del gobierno burgués de turno –jurando que ellos acabarían con esa corrupción–, de humillaciones nacionales de la Patria por otras potencias –jurando restablecer ante el pueblo el «honor nacional»–, pretendiendo sentir repulsa por los «abusos de las clases altas» –clamando su fin– y queriéndose proclamar siempre como una «tercera vía» entre los «abusos de las clases altas» hacia el pueblo y el radicalismo y ateísmo del marxismo que quiere destruir a las clases altas como tal –hablamos de «clases altas» y no de clases explotadoras, siguiendo el hilo de que los fascistas no reconocen los análisis marxistas sobre la plusvalía y no ven explotación en el sistema capitalista–, elementos que desembocan en engañar a las masas trabajadoras, distraerlas y desviarlas de la revolución». (Equipo de Bitácora (M-L); Terminológico: Populismo, 2015)

En España varios grupos fascistas lo realizan todos los días, con fines propagandísticos evidentes. Véase el caso de Bastión Frontal con sus recogidas de alimentos (*) y sus torneos solidarios (**):

«Ni el confinamiento ni la cuarentena van a conseguir que dejemos de ayudar a aquellos españoles desamparados por las instituciones. Hechos, no palabras. #BastiónFrontal». (Twitter; Bastión Frontal, 2020)

Un fenómeno del cual se han hecho eco los medios:

«Juegan con la desinformación y la manipulación. Hacen una utilización discriminatoria del hambre para romper la armonía y la cohesión sociales. Ese es su primer objetivo, de carácter político. El segundo, la publicidad y la propaganda denominada «por la acción» para organizaciones que en sí mismas son repudiadas por la ciudadanía y no tienen respaldo electoral», relata Esteban Ibarra, presidente de Movimiento contra la Intolerancia. «El objetivo es captar gente. Hacen lo mismo que Amanecer Dorado, aunque por ahora son acciones simbólicas, porque no tienen su capacidad». (El Confidencial; La «solidaridad» –para españoles–, ¿la nueva táctica de la extrema derecha nacional?, 20 de septiembre de 2014)

Según sus exdirigentes, en el caso de RC ni siquiera se trata de un asistencialismo populista, sino de uno con fines publicitas y recaudatorios donde la dirección aprovecha para desfalcar parte del material solidario recaudado, sobre todo dinero:

«–Resto de frentes que usan para financiarse como el Banco Obrero Solidario de Alimentos (BOSA): este es un banco de alimentos que nació para albergar a distintas organizaciones y repartir alimentos en contra de otros proyectos fascistas como el Hogar Social Madrid (HSM). Esta plataforma al final solo sirve para pedir solidaridad para uso y disfrute de Roberto, Distritos son frentes juveniles del área metropolitana de Valencia y son usados por el partido en Valencia. Fermín, de Valencia, nos llegó a decir «a estos los tenemos en el bolsillo, todo el dinero va a ir a la plataforma, de momento ya les he sacado 600 euros», riéndose de ellos en uno de sus muchos alardes de chulería frente a quienes consideraba morralla inferior a él. Los distintos grupos feministas que utilizan como la asamblea de mujeres de la universidad también financian a Roberto. Quizá, cuando mediante las pruebas que irán llegando, se destape quien es Roberto y qué hace con las mujeres y el dinero, estos colectivos tomen cartas en el asunto y se les caiga el mundo encima. Puntualizamos, por último, que la mayoría de los frentes se encuentran en Valencia, ya que en esta ciudad han conseguido engañar a mucha gente. En Madrid todo el mundo les conoce y por eso han perdido todos los espacios y no pueden acudir a ninguno, nadie quiere trabajar con ellos ni quieren saber nada del farsante de Roberto. En Granada parece que se han ido al garete. Así que de momento perviven de Valencia». (Equipo de Bitácora (M-L); Entrevista a dos exmiembros del Comité Central de Reconstrucción Comunista sobre su experiencia en dicha organización, 2017)

Incluso otro exmilitante de Cataluña nos comentó:

«Acerca del Banco Obrero Solidario de Alimentos (BOSA), yo me hice cargo de las recogidas de alimentos de lo que considerábamos el núcleo de Sants durante un par de meses. Dejando de lado los objetivos irreales que nos imponían –recuerdo que la última «cuota» que tuve que suplir era de unos 120 kilos de comida en una semana con tal de abastecer el acto de presentación del Frente en el Distrito que, por cierto, y según lo que me comentaron diversos excamaradas, resultó en fracaso– no parece ser que la camarilla tuviera demasiado interés en «dar de comer a los trabajadores». Cuando se me reprendió por no asistir a un evento deportivo –que ni siquiera era una tarea de partido, pues se trataba de asistir como público a un torneo de Artes Marciales Mixtas en el que participaban algunos de los más destacados de Roberto– y se me acusó de desobediencia y tendencias personalistas (sic.), aduje, evidentemente, a las más de cuarenta horas que habíamos invertido como núcleo en cumplir las cuotas para la recogida de alimentos, siendo que, además, incidí en la futilidad de invertir toda la colecta en una comilona propagandística. Aitor, mi responsable político por aquel entonces, dijo algo tal que «Me la suda que la gente no coma, como si se mueren de hambre, lo que me importa es la foto, la propaganda, lo que podemos extraer de las recogidas y de los actos desde un plano propagandístico». Ojalá estuviera exagerando, pero no. A RC ni siquiera le importa el obrerismo que usan de fachada, sencillamente quieren atraer mayor militancia mediante una imagen de activismo obrero que, si bien puede resultar atractiva a ciertos sectores de la juventud –en el que yo mismo me encontraba– es absolutamente hueca, como todo lo que guarda relación con la organización.

Más aún, las actividades del BOSA que constituían el centro de la actividad del partido y el Frente en Barcelona a finales de 2018 e inicios de 2019 –más después de la expulsión de Estudiantes en Lucha de la mayoría de universidades de la ciudad– siempre se notaba un desinterés mayúsculo por la enorme cantidad de proletarios y lumpenproletarios que acudían al mismo. No existía una estrategia real para atraer a estas personas a las filas del partido, en las reuniones del Frente –que siempre se producían justo después de las de célula de Juventudes y en las que, pese a ser los mismos integrantes, estaba prohibido hablar de cuestiones de partido– nunca surgió el debate de qué hacer con la masa de beneficiados por el esfuerzo de la militancia. De nuevo, todo estaba enfocado a la imagen en redes sociales y, evidentemente, a atraer colegas a militar, llegando a existir una suerte de cuota de personas –Aitor siempre decía sin ápice de vergüenza «Bueno va, si cada uno trae a tres seremos casi veinte», menudos cuadros comunistas, ¿eh?. Respecto a los productos que recogíamos, mis dos «hombres fuertes» y yo tuvimos que batallar bastante tanto con Aitor como con Alicia –creo que era la segunda de Roberto en la ciudad, como mínimo llevaba el núcleo de Sant Andreu-Nou Barris– para que los productos que no eran de primera necesidad que logramos recoger durante las colectas navideñas –turrón, chocolate, dulces, frutos secos y demás– fueran repartidos entre los beneficiados por el BOSA en lugar de entre nosotros. Ellos siempre aducían a que es extremadamente difícil hacer un reparto equitativo de, por ejemplo, tres barras de turrón, dos paquetes de galletas y una chocolatina, pues distribuíamos los alimentos recogidos en bolsas con contenido más o menos equivalente para cada familia –tres kilos de arroz, dos de legumbres secas, dos de legumbres en conserva, etcétera– y añadíamos extras en función de las necesidades de cada una de ellas –champús, desodorantes, pañales, compresas, etc.–. Logramos convencerles para repartir los dulces de menor precio entre los niños que acudían a las recogidas, mientras que con los alimentos de mayor calidad –embutido, bombones, quesos y otros– logramos una suerte de solución intermedia: hacer un lote navideño que sorteamos en el local que regentaban miembros de la plana mayor en Sant Andreu, la Harmonía –aunque nunca llegué a conocer el resultado del sorteo, lo que sí sé es que recaudamos cerca de 120 euros con él–. En las recogidas posteriores a Navidad, y dado que se me otorgó una mayor independencia para organizar las recogidas y los repartos, aproveché el listado de miembros del BOSA para personalizar aún más los paquetes de comida, incluyendo los dulces en aquellas bolsas destinadas a las familias con niños. 

Sea como sea, la situación del BOSA era verdaderamente patética. Sin financiación por parte de la organización –los carteles y la propaganda salían del bolsillo de los militantes, teníamos dos mesas destrozadas a nuestra disposición, una de ellas del local de la Asamblea de Joves de Sants, y la carpa que empleábamos también estaba en un estado lamentable–, con una nula estrategia y un nivel de formación ideológica y política de la militancia verdaderamente miserable, y una masa ingente de lumpens que aprovechaban nuestros servicios como si fuéramos algún tipo de ONG. Aquello tenía muchísimo más que ver con un voluntariado mecánico y tedioso cuyo único fin era el de colgarse medallitas de militante del año y, evidentemente, la omnipresente propaganda en redes sociales». (Entrevista a Joan, exmilitante de Reconstrucción Comunista, 2019) 

Dejaremos otro informe de un simpatizante que visitó el BOSA en Granada:

«Mi conclusión es que, dado que el «B.O.S.A.» fue una iniciativa de los revisionistas de RC, se planteó mal desde el principio. Un Banco de Alimentos que no se liga a la lucha de las masas trabajadoras –sea la económica, espontánea, o la que se quiera–, que se centra sólo en repartos de comida, tiene el peligro de lumpenizarse –aún más de lo que lo está–. Ninguno de los presentes entendía la diferencia entre proletarios y lumpemproletarios en la práctica, pues confundían la caridad a los vagabundos con el apoyo logístico, alimentario, a las huelgas de masas, a las familias obreras para evitar que se lumpenicen gracias a la solidaridad de otras familias obreras. (...) ¿Un Banco Obrero de Alimentos para contrarrestar los bancos fascistas de alimentos? Esto es una solución [si hubiese un verdadero partido], pero una solución muy limitada. (...) La caridad no puede tener, para nosotros, más que un fin de preparar fuerzas para la revolución. Sólo haciendo que ese banco fuese sea la «caja roja» del movimiento del proletariado, de su partido, podremos contrarrestar el populismo fascista de la entrega de alimentos a españoles, que culpabiliza de la crisis de los capitalistas a los trabajadores inmigrantes, desposeídos de los medios de producción como los trabajadores «nativos». Y además con semejante frente de masas, como hemos visto, podríamos comenzar a unificar la lucha sindical del proletariado y las masas trabajadoras». (Informe sobre el «B.O.S.A.», 18/V/2017)

Sobra comentar que este tipo de actos nada tienen que ver con una organización consciente o espontánea de los trabajadores. El modelo del BOSA es criticable no solo porque a los líderes de RC no les interese lo más mínimo la gente y sus problemas, sino porque como denunciaban detractores y exmilitantes, peca de asistencialismo. El resultado de esto es que la gente sigue sintiendo la misma indiferencia hacia la organización revisionista una vez recibe lo suyo, algo que sí, quizás es derivado del nulo trabajo ideológico de los líderes de RC, pero también de la esencia en sí de este tipo de proyectos caritativos, esto es, de la forma inicial de cómo se plantean.

Los comunistas decían lo siguiente de los servicios asistenciales y a las instituciones de ayuda de los sindicatos obreros:

«En relación a los servicios asistenciales y a las instituciones de ayuda de los sindicatos obreros. La colecta de fondos para el combate y la distribución de subsidios en época de huelga por parte de las cajas mutuales no son acciones perjudiciales en sí, y oponerse en principio a ese tipo de actividad sería mal visto. Solamente diremos que esas colectas de dinero y esa forma de gastarlo, recomendadas por los jefes de Ámsterdam, están en contradicción con los intereses de las clases revolucionarias. En relación con las cajas mutuales de los sindicatos, etc., es correcto que los comunistas reclamen la supresión de las cotizaciones especiales como así también de todas las medidas restrictivas en las cajas voluntarias. Pero si prohibiésemos a los afiliados, sin ningún tipo de explicación, el aporte de su dinero para ayudar a las organizaciones de auxilio a los enfermos, los afiliados que quieren continuar asegurando mediante estos aportes la ayuda prestada por esas instituciones no nos comprenderían. Primeramente es preciso liberar a estos afiliados, por medio de una propaganda personal intensiva, de su tendencia pequeño burguesa». (Internacional Comunista; Tesis sobre la estructura, métodos y acción de los partidos comunistas, 1921)

Hoy, algunos acostumbran a sacar una cita de Lenin sobre la «solidaridad obrera» con fines tergiversadores:

«Es hora de ocuparse también de crear fuertes puntos de apoyo locales de tipo económico, por así decir, para las organizaciones obreras socialdemócratas en forma de comedores, cafeterías, cervecerías, bibliotecas, salas de lectura, tiro al blanco, etc., sostenidas por los miembros del partido. No debe olvidarse que, además de ser perseguidos por la policía «autocrática» los obreros también lo serán por los patronos «autocráticos», que despedirán a los agitadores, y, por lo tanto, es de suma importancia crear bases lo más independientes posibles de la arbitrariedad de los empleadores». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La reorganización del partido, 1905)

Utilizar esta cita para ocultar los defectos en la forma y objetivos en que lo plantean los partidos revisionistas su activismo es de un filisteísmo enorme, es mantener ese espíritu de una falsa autosatisfacción. Otros pusilánimes acuden a esta cita para tratar de justificar su actitud inmadura de mostrar sus miserias privadas, sus «problemas del primer mundo» con el fin de reclamar atención, y es obvio que esto también supone descontextualizar algo serio. Basta leer este artículo para darnos cuenta de que Lenin planteaba esto para los «miembros del partido», y obviamente hablamos de un partido sólido con  funciones serias y avanzadas, no la caricatura que nos ofrecen hoy los revisionistas con sus pequeñas sectas y su espontaneísmo. Por supuesto, Lenin tampoco lanzó estas palabras para tranquilizar los sollozos de solidaridad de los pequeño burgueses.

Esto que propone Lenin lo puede hacer un partido proletario y en algunos casos lo debe hacer de forma obligada si no quiere comprometer su imagen, pero tal acto no le distingue del resto de demagogos y oportunistas si no le da su «sello» –vinculándolo a la formación ideológica y la explicación de las tareas generales de la revolución–. Y pese a que así lo haga, esto siempre será una actividad sumamente secundaria y limitada en comparación a otras tareas más importantes que jamás repetimos, jamás– pueden ocupar el tiempo principal de los militantes.

Pondremos otro ejemplo para demostrar la ceguera que tienen los revisionistas sobre sus propios actos. RC decía en sus documentos internos del IIIº Congreso, nunca publicados oficialmente y que solo nos han sido conocidos por la facilitación de los mismos por sus exmilitantes:

«No se trata de caridad sino de solidaridad, por ello se pedirá ayuda de forma voluntaria a aquellos que reciben la solidaridad para poder hacerla llegar a más obreros que la necesiten». (Reconstrucción Comunista; IIIº Congreso, 2015)

Primero, sabemos de sobra que en RC las cosas no se hacen de forma «voluntaria», sino obligando a que todos los militantes y conocidos «contribuyan» forzados con el fin de hacerse la foto y darle publicidad en redes sociales, por lo que carece de todo sentido tomarlo como ejemplo. Segundo, dicen que no es «caridad» sino «solidaridad», pero, ¿qué es la caridad? Consultemos, de nuevo, la RAE, ya que algunos andan perdidos en cuanto a términos:

«1. f. Actitud solidaria con el sufrimiento ajeno. 2. f. Limosna que se da o auxilio que se presta a los necesitados». (RAE)

No hay diferencia fundamental entre ambos términos. Distintas son las motivaciones que hay detrás de la «solidaridad» o la «caridad»: aliviar la conciencia, oportunismo político, apoyo entre obreros... 

Uno puede echar ojo a esta descripción que hacían los grupos que le promocionaban:

«La premisa sobre la que trabajan todos los miembros del B.O.S.A. es que para recibir comida o cualquier tipo de ayuda en general, todos deben participar en el trabajo diario del Banco, es decir, son las propias familias que reciben comida las que se encargan de recogerla, almacenarla, transportarla… y lo más importante, son las que toman las decisiones sobre toda la actividad del Banco. Sobre este punto, el B.O.S.A. se sitúa a si mismo como alternativa a entidades como el Banco de Alimentos de España o Cáritas, agrupadas en la FESBAL (Federación Española de Bancos de Alimentos). Desde el B.O.S.A. denuncian la «caridad», entendida como dar migajas a quien no tiene, «mientras hay grandes ricos en nuestro país que acumulan miles de millones de euros». Por ello, buscan crear una nueva «vía» para quienes necesitan ayuda y no son escuchados por nadie. (…) Han llevado su proyecto a institutos mediante charlas y puestos de recogida, y ahora entre diciembre y enero, empieza su «campaña navideña» con recogidas de alimentos, ropa y juguetes cada día de la semana en el norte de Madrid y Puerta del Ángel». (Leganés activo, 2017)

Esto es sumamente curioso dado que desde RC se ridiculizaban en un tono jocoso los intentos del PCPE de realizar este tipo de actos hacia desempleados (*):

«Magnífica la labor que hace el PCPE, labor social que antes solía ejercer la Iglesia directamente, o alguna de sus secto-filiales, normalmente con ex politoxicómanos en un intento de reinsertarles a la vida social y, de paso, que hagan un poco de publicidad al Lord Jesus Christ.

Por lo visto Carmelo Suárez ha sentido celos del tal Cristo ese, de sus acólitos, y ha iniciado una serie de cursos con los cuales comerle terreno a la Iglesia.

Bajo el llamativo lema de «Cursos Gratuitos para la Clase Obrera y Sectores Populares», el PCPE de Orihuela dio a finales del año pasado, una serie de cursos gratuitos a trabajadores en paro y con escasos recursos económicos. O, como ellos mismos dicen, es un curso destinado «a los trabajadores y trabajadores», por si no ha quedado claro. ¿Qué imprescindible labor llevó a cabo el PCPE en nombre del socialismo y el proletariado? El viernes 28 de septiembre impartía clases de iniciación… AL CAJÓN FLAMENCO. (…) Seguimos, al día siguiente, el sábado 29 de Septiembre, el PCPE de Orihuela daba un cursillo, insistimos, gratuito, de… ¡informática!». (RSA Madrid; El PCPE, la clase obrera y los sectores populares, 2013)

¿Pero en qué se diferencia hoy lo que hace RC de lo que hacía el PCPE o de lo que hace Caritas, la Iglesia de toda la vida? En absolutamente nada. Solo que en RC hay un discurso de idealización obrerista, aunque sus dirigentes disten de serlo o de vivir bajo su moral. ¿Qué significa este cambio de opinión? Significa que RC está cada día más cerca del PCPE.

Nuestra opinión es la misma que con la cuestión de la solidaridad: la lucha por la amnistía no es ninguna tontería ilegítima, como no lo es la lucha por la sanidad y la educación dignas. Lo que sí nos parece una tontería –ya que sacamos el tema– es que se use como eje central de la propaganda por la amnistía –e incluso como eje central de organizaciones políticas– la liberación de gente que en su actividad política o acciones no ha respondido a los intereses político-económicos del pueblo –ya sea habiendo hecho de su vida el terror individual, ya sea habiendo puesto el nacionalismo por delante de la clase obrera, ya sea habiendo hecho copias baratas del maoísmo en España–. Es totalmente ridículo para un grupo revolucionario, y más lo es para las masas, a las que se puede convencer de que una gente que cada vez ha estado más alejada de su realidad y de sus intereses político-económicos son la vanguardia de la clase obrera y encima «por ello están en prisión». Claro que hay cientos y cientos de presos que deberían ser liberados con una amnistía, claro que hay que denunciar la represión en prisiones, la incongruencia del Estado para saltarse sus propias leyes, etc. Pero a nosotros no nos van a hacer creer que gente como la mencionada arriba es la abanderada, ni la vanguardia de la lucha por la amnistía que ha de darse, ni de que la clase obrera se concienciará o avanzará hacia el socialismo gracias a su lucha.

Trasladándolo a este tema... pensamos que un partido comunista debe ser flexible pero inteligente en lo tocante a estas cuestiones, sin dejarse llevar por el sentimentalismo. Desde luego, a un partido comunista real no le sobran manos ni fondos –ya que no reciben subvenciones a mansalva del Estado–, por lo que no debe desperdiciar sus recursos repartiéndolos indiscriminadamente junto a su tiempo a cualquiera que «lo necesite». Primero, porque esta función sería imposible de cubrir. Segundo, porque, por ejemplo, en el tema de los alimentos, estos deben darse a trabajadores –y dependiendo de la ocasión específica– a conocidos de los mismos que tengan un compromiso mínimo con la causa. Por supuesto no tienen que ser estrictamente comunistas, pero se sobrentiende que las organizaciones que sin ninguna selección tratan de aliviar o solucionar el desempleo, la desnutrición o las hambrunas con sus escasos medios, o bien son utópicas o demagogas. Si el partido comunista sigue los pasos de estas organizaciones –las cuales, insistimos, muchas veces reciben miles o millones de donaciones de dinero–, simplemente estará desperdigando energías y material humano, todo para intentar aparentar que «se está» –en abstracto– «con la clase obrera», cuando, en realidad, se está a años luz de haber penetrado en su corazón y en sus cerebros. 

Veamos qué decía el PCPE de sus campañas de recogidas de alimentos:

«A continuación os informamos de la puesta en marcha de la campaña de recogida de alimentos «Ningún/a Trabajador/ra sin sustento» donde el objetivo es la creación de un banco de alimentos destinado sólo y exclusivamente a trabajadores y trabajadoras en situación de desempleo o en condiciones económicas que no alcanzan a cubrir sus necesidades más básicas, independientemente de su nacionalidad». (Partido Comunista de los Pueblos de España; ¡Ningún obrero/a sin sustento!, 2014)

Dejando a un lado el absurdo lenguaje inclusivo, este es un eslogan populista, no comunista. Los revisionistas invierten la ecuación: ellos hacen campañas para vestir y dar de comer a la gente, no porque sean sus fieles, sino porque buscan fidelizarlos a través de estos actos de «buen samaritano», e indirectamente ganarse el halo de «grupo solidario» para poder cosechar más donaciones para el erario personal de los jefes del partido o para seguir financiando las actividades de su partido revisionista. En cambio, para los comunistas, la llamada «red de solidaridad» entre los trabajadores deben de ser algo desarrollado con conocimiento preciso, donde los comunistas de cada zona seleccionen a la gente que realmente se le debe dar esa ayuda, quitándonos de paso el cliché de que somos y buscamos una sociedad asistencialista, cuando nuestra línea a seguir en el socialismo es «Quien no trabajaba no come», lo que adecuándolo al contexto de la sociedad capitalista en la que vivimos, significa que no vamos a regalar alimentos, dinero o alojamiento a elementos que objetivamente son proletarios pero que en el fondo no tienen que ver con el comunismo ni tienen una mínima conciencia de clase, incluso siendo abiertamente reaccionarios, o al menos no lo haremos si el partido comunista va a desperdiciar sus fuerzas en este tipo de actos en vez de en elevar la conciencia de clase de los sectores más susceptibles de ello a los que aún no ha llegado la organización comunista ; porque es obvio que para nosotros es indiferente un «proletario» fascista que apoya a Hogar Social y justifica su discurso fascista, vista con mono azul o con corbata, sea español o inmigrante, mucho menos después de haber intentado explicarle lo básico para desaferrarle de su rancio pensamiento. Lo mismo podemos decir que aquel intelectual que se dice «artista del pueblo» pero que se ha tirado media vida difamando al comunismo, si este, tras dilapidar su dinero en negocios turbios o tras tratar de mantener un alto tren de vida, se ha empobrecido. ¿Qué tipo de piedad podríamos tener con un sujeto así? Para nosotros, no se trata de piedad, sino de organizar a la gente para acabar con estas miserias.

El Partido Comunista de Alemania (PCA) como se criticaba en los informes de la Internacional Comunista (IC) dedicó mucho tiempo a los lumpens y desempleados. Esto no es del todo criticable en el contexto de crisis sin parangón que asistía a Alemania, pues de otro modo iba a ser un campo fácil de reclutamiento para el nazismo. Pero lo primordial aquí es que nunca logró sobrepasar al nazismo ni a la socialdemocracia en cuanto a proletarios inmersos en el mundo laboral, como indicaban los informes de la propia Internacional Comunista (IC). El PCA, por tanto, no se centró en los proletarios, ni siquiera en los trabajadores, en general, susceptibles de su discurso, sino que perdió gran parte del tiempo en sujetos que son vacilantes y alienados, cuando no contrarrevolucionarios –de ahí, que insistamos en el tema de analizar hacia quién dirigimos nuestro foco principal–. 

Para desarrollar esto de una especie de «caja roja» la organización debe contar con fondos y administrarlos con sumo cuidado, algo imposible si van destinados al hedonismo del líder de turno en el caso de las sectas revisionistas. Otro factor es que se debe contar con una solidaridad regular y muy alta entre conocidos, y se sobrentiende que para ello se debe contar con cuadros que sepan moverse con las masas y controlen determinados barrios para poner en pie y mantener este tipo de sistemas, y no que sea una campaña exprés. Actualmente cualquier autodenominado partido «comunista» carece de algo así. 

Por eso insistimos, se debe reevaluar lo que hasta ahora han hecho los comunistas, porque hay casos evidentemente erróneos, ni qué decir de que los revisionistas copian las peores desviaciones de este tipo.

Poco sentido tiene que las organizaciones revisionistas que, para empezar, no tienen ni siquiera definido y detallado un programa acorde a las necesidades del país, que no han analizado las recientes debacles del comunismo tanto a nivel nacional como internacional dediquen gran parte de su tiempo –en cualquier lugar– a hacer de «sermoneadores» o usar tácticas baratas de comercial tipo «puerta fría» como acostumbran a hacer, pues estas actividades son todo un rodeo para presentar la línea de la organización.  Aquellos que aborrecen esta línea –incluso siendo antagónica a ella sin todavía conocerla– cuando acaben por descubrir las «intenciones reales» acabarán rechazando esta línea antes, durante o después de la campaña o, a lo sumo, aceptarán participar en ella por presión social, pero no por convencimiento. El individuo estará «con ellos» –en este caso– por «humanismo», pero no porque comparta unos objetivos comunes más allá de la piedad cristiana. En efecto, es el mismo apego que puede sentir un ateo cuando da ropa, dinero o juguetes a una fundación benéfica de la Iglesia». (Equipo de Bitácora (M-L)Antología sobre Reconstrucción Comunista y su podredumbre oportunista, 2020)

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