martes, 2 de noviembre de 2021

El libro de Lenin «Un paso adelante, dos pasos atrás» y su lucha contra los conceptos mencheviques de organización


«Después del IIº Congreso de 1903, la lucha dentro del Partido se agudizó todavía más. Los mencheviques esforzábanse con todo ahínco en minar los acuerdos del Congreso y apoderarse de los organismos centrales del Partido. Exigían que se incorporasen a la redacción de la «Iskra» y al Comité Central el número de representantes suyos necesarios para tener mayoría en la redacción del periódico y la paridad con los bolcheviques en el C.C. Los mencheviques rechazaron esta exigencia, que contravenía los acuerdos explícitos del Congreso. En vista de esto, los mencheviques crearon, a espaldas del Partido y hostil al mismo, su propia organización fraccional, a cuyo frente se hallaban Martov, Trotski y Axelrod, y «se rebelaron según frase de Martov contra el leninismo». Eligieron como método de lucha contra el Partido «la desorganización de todo el trabajo del Partido, saboteando, entorpeciéndolo en todo lo que podían» palabras de Lenin. Se atrincheraron en la «Liga extranjera» de los socialdemócratas rusos, cuyos componentes, en un noventa por ciento, eran intelectuales emigrados, desligados de toda actuación práctica en Rusia, y comenzaron a hostilizar desde allí al Partido, a Lenin y a los leninistas.

Plejanov ayudó considerablemente a los mencheviques. En el IIº Congreso de 1903, había marchado de acuerdo con Lenin, pero después se dejó asustar por los mencheviques con la amenaza de la escisión y decidió «reconciliarse» a toda costa con ellos. El peso de sus viejos errores oportunistas le arrastraban al campo menchevique. No tardó en convertirse, de conciliador con los mencheviques oportunistas, en un menchevique más. Exigió que fuesen incorporados a la redacción de la «Iskra» todos los antiguos redactores mencheviques, rechazados por el Congreso. Y como Lenin no podía, naturalemente, avenirse a esto, salió de la redacción del periódico para hacerse fuerte en el Comité Central del Partido y derrotar desde aquí a los oportunistas. Plejanov, por sí y ante sí, infringiendo la voluntad del Congreso, incorporó a la redacción de la «Iskra» a los redactores mencheviques que había sido eliminados de ella. Desde este momento, a partir del número 52, los mencheviques convirtieron el periódico en órgano suyo y comenzaron a predicar desde él sus ideas oportunistas.

Desde entonces, se estableció, dentro del Partido, la costumbre de llamar a la vieja «Iskra», la «Iskra» leninista, bolchevique y a la nueva «Iskra», menchevique, oportunista.

Al pasar a manos de los mencheviques, la «Iskra» se convirtió en órgano de lucha contra Lenin y los bolcheviques, en órgano de propaganda del oportunismo menchevique, sobre todo en lo tocante a los problemas de organización. Los mencheviques, coaligados con los «economistas» y los «bundistas», abrieron desde las columnas de la «Iskra» una campaña contra el leninismo, como ellos lo llamaban. Plejanov, en la imposibilidad de mantener a la larga sus posiciones conciliacionistas, se sumó también a la campaña al cabo de algún tiempo. Tampoco podía ser de otro modo, según la lógica de las cosas: quien desciende al terreno de la conciliación con los oportunistas, acaba hundiéndose en el oportunismo. Desde las columnas de la nueva «Iskra» llovían en chaparrón artículos y declaraciones, sosteniendo que el Partido no debía ser un todo orgánico; que debía admitirse la existencia dentro de sus filas de grupos e individuos libres, no sujetos a la disciplina de los acuerdos de sus órganos; que había que permitir a todo intelectual simpatizante con el Partido, a «cualquier huelguista» y a «cualquier manifestante» considerarse como miembro del Partido; que el exigir que los afiliados se sometiesen a todos los acuerdos del Partido era enfocar el asunto de un modo «formal y burocrático»; que el imponer la sumisión de la minoría a la mayoría era «ahogar mecánicamente» la voluntad de los miembros del Partido; que el pretender que todos los afiliados, lo mismo los dirigentes que los militantes de filas, se sometiesen por igual a la disciplina del Partido, equivalía a instaurar dentro de éste un «régimen feudal»; que lo que «nosotros» necesitábamos en el Partido no era un régimen de centralismo, sino un «autonomismo» anárquico, que diese a los individuos y a las organizaciones del Partido derecho a no cumplir sus acuerdos.

Era una propaganda desenfrenada que tendía a relajar los lazos de la organización, a minar la cohesión y la disciplina del Partido, a glorificar el individualismo peculiar de los intelectuales y a justificar una indisciplina anárquica.

Los mencheviques arrastraban claramente al Partido a los tiempos anteriores al IIº Congreso, a los viejos tiempos de su dispersión orgánica, a los tiempos de los círculos aislados y de la labor a la manera artesana.

Era necesario dar a los mencheviques una respuesta cumplida.

Esta respuesta se la dio Lenin, con su célebre obra titulada «Un paso adelante, dos pasos atrás», que vio la luz en mayo de 1904.

He aquí las tesis fundamentales de organización desarrolladas por Lenin en este libro, y que más tarde sirvieron de base para la organización del Partido bolchevique:

1) El Partido marxista es una parte de la clase obrera, un destacamento de ella. Pero destacamentos de la clase obrera hay muchos, y no a todos podemos considerarlos como Partido de la clase obrera. El Partido se distingue de otros destacamentos de la clase obrera, ante todo, en que no es un destacamento puro y simple, sino un destacamento de vanguardia, un destacamento consciente, un destacamento marxista de la clase obrera, pertrechado con el conocimiento de la vida social, con el conocimiento de las leyes que rigen el desarrollo de la vida social, con el conocimiento de las leyes de la lucha de clases, lo que le capacita para conducir a la clase obrera y dirigir su lucha. Por eso no hay que confundir al Partido con la clase obrera, como no hay que confundir la parte con el todo, ni pretender que cualquier huelguista pueda considerarse como miembro del Partido, pues confundir al Partido con la clase equivale a rebajar el nivel de conciencia del Partido hasta el nivel de «cualquier huelguista», equivale a destruir el Partido, como destacamento consciente de vanguardia de la clase obrera. La misión del Partido no es rebajar su nivel hasta el de «cualquier huelguista», sino elevar a las masas obreras, elevar a «cualquier huelguista» al nivel del Partido.

«Nosotros somos un Partido de clase, y por eso casi toda la clase –y en tiempo de guerra, en épocas de guerra civil la clase en su integridad tiene que actuar bajo la dirección del nuestro Partido, tiene que adherirse a él lo más estrechamente posible; pero sería una maniloviada [3] y «seguidismo» creer que casi toda o toda la clase puede estar nunca, bajo el capitalismo, en condiciones de elevarse al grado de conciencia y de actividad de su destacamento de vanguardia, de su Partido socialdemócrata. Ningún socialdemócrata que esté aún en su sano juicio ha puesto nunca en duda que, bajo el capitalismo, ni aun la organización sindical más primitiva y más asequible al grado de conciencia de las capas menos desarrolladas está en condiciones de abarcar a toda o a casi toda la clase obrera. Olvidar la diferencia que existe entre el destacamento de vanguardia y toda la masa que marcha detrás de él, olvidar el deber constante que tiene el destacamento de vanguardia de elevar a capas cada vez más amplias a su propio nivel avanzado, sólo significa engañarse a sí mismo, cerrar los ojos a la inmensidad de nuestras tareas y empequeñecer éstas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Un paso adelante, dos pasos atrás, 1904)

2) El Partido no es solamente el destacamento de vanguardia, el destacamento consciente de la clase obrera, sino que es, además, su destacamento organizado, con su disciplina propia, obligatoria para todos sus miembros. Por eso, los afiliados al Partido se hallan obligados a estar afiliados también a una de sus organizaciones. Si el Partido no fuese un destacamento organizado de la clase obrera, un sistema de organizaciones, sino una simple suma de individuos que se consideran por sí mismos miembros del Partido, pero que no forman parte de ninguna de sus organizaciones y que, por tanto, no están organizados, y, al no estarlo, no se hallan sujetos a los acuerdos del Partido, éste no tendría jamás una voluntad única, no podría conseguir jamás la unidad de acción de sus miembros y, por consiguiente, no estaría en condiciones de dirigir la lucha de la clase obrera. Para que el partido pueda dirigir prácticamente la lucha de la clase obrera y encauzarla hacia una meta única, es indispensable que todos sus miembros estén organizados en un gran destacamento único, soldado por una voluntad única, por la unidad de acción y la unidad de disciplina.

La objeción que a esto oponen los mencheviques cuando dicen que en este caso quedarán fuera del Partido muchos intelectuales, profesores, estudiantes, etc., que no quieren entrar en esta o en aquella organización del Partido, bien porque no soportan la disciplina de éste o bien porque, como se expresaba Plejanov en el IIº Congreso de 1903, consideran «depresivo para ellos el entrar en esta o en la otra organización de base»; esta objeción se vuelve contra los propios mencheviques, pues al Partido no le hacen ninguna falta afiliados de ese género, que no soporten la disciplina del Partido y se asusten de entrar en sus organizaciones. Los obreros no tienen miedo a la disciplina ni a las organizaciones y entran de buen grado en las organizaciones del Partido, cuando se deciden a afiliarse a éste. Los que temen la disciplina y la organización son los intelectuales de tendencia individualista, y éstos se mantienen, en realidad, al margen del Partido. Y hacen bien, pues el Partido se librará de la afluencia de elementos inseguros que acuden a él, sobre todo en este periodo en que comienza el movimiento ascendente de la revolución democráticoburguesa.

«Cuando digo que el Partido debe ser una suma y no una suma simplemente aritmética, sino un complejo de organizaciones. (...) Expreso de un modo perfectamente claro y preciso mi deseo, mi exigencia de que el Partido, como destacamento de vanguardia de la clase obrera, reúna el máximum de organización posible y sólo acoja en su seno a aquellos elementos que admitan, por lo menos, un grado mínimo de organización». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Un paso adelante, dos pasos atrás, 1904)

Y más adelante:

«De palabra, la fórmula de Martov parece defender los intereses de las extensas capas del proletariado; pero, de hecho, este fórmula sirve a los intereses de la intectualidad burguesa, que rehuye la disciplina y la organización proletarias. Nadie se atreverá a negar que la intelectualidad, como una capa especial dentro de las sociedades capitalistas contemporáneas, se caracteriza, en conjunto, precisamente por si individualismo y su inadptabilidad a la disciplina y a la organización». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Un paso adelante, dos pasos atrás, 1904)

Y en otro lugar:

«El proletariado no teme la organización ni la disciplina... Y no va a preocuparse de que los señores profesores y estudiantes, que no quieren entrar en ninguna organización, sean considerados como miembros del Partido porque trabajan bajo el control de sus organizaciones... No es el proletariado, sino que son algunos intelectuales encuadrados en nuestro Partido, los que adolecen de falta de educación propia en materia de organización y disciplina». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Un paso adelante, dos pasos atrás, 1904)

3) El Partido no es un destacamento organizado puro y simple, sino «la forma más alta de organización» entre todas las de la clase obrera, la llamada a dirigir a todas las demás organizaciones del proletariado. El Partido, como la forma más alta de organización, compuesta por los mejores hombres de la clase obrera, pertrechados con una teoría de vanguardia, con el conocimiento de las leyes de la lucha de clases y la experiencia del movimiento revolucionario, cuenta con todas las posibilidades para dirigir, como está obligado a hacerlo, a todas las demás organizaciones de la clase obrera. La tendencia de los mencheviques a disminuir y rebajar el papel dirigente del Partido conduce a debilitar todas las demás organizaciones del proletariado dirigidas a por él; consiguientemente, a debilitar y desarmar al proletariado, pues éste:

«No dispone, en su lucha por el Poder, de más arma que la organización». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Un paso adelante, dos pasos atrás, 1904)

4) El Partido es la encarnación de los vínculos que unen al destacamento de vanguardia de la clase obrera con las masas de millones de hombres del proletariado. Aunque el Partido fuese el mejor destacamento de vanguardia y se hallase magníficamente organizado, no podría vivir ni desarrollarse sin tener vínculos de unión con las masas sin partido, sin multiplicar y afianzar estos vínculos. Un Partido encerrado en sí mismo, aislado de las masas, perdidos sus vínculos o con vínculos débiles que le unan a su clase, tiene necesariamente que perder la confianza y el apoyo de las masas y se halla, por tanto, inevitablemente, condenado a perecer. Para poder vivir con plenitud y desarrollarse, el Partido tiene que multiplicar sus vínculos con las masas y conquistarse la confianza de las masas de millones de hombres de si clase.

«Para ser un partido socialdemócrata hay que conquistar el apoyo de la clase propiamente». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Un paso adelante, dos pasos atrás, 1904)

5) Para funcionar bien y dirigir las masas con arreglo a un plan, el Partido debe estar organizado sobre la base del centralismo, con estatutos únicos, con una disciplina de partido igual para todos, con un solo órgano de dirección a la cabeza, a saber: el Congreso del Partido y, en los intervalos entre congreso y congreso, el Comité Central, con la sumisión de la minoría a la mayoría, de las distintas organizaciones a los organismos centrales, y de las organizaciones inferiores a las superiores. Sin ajustarse a estas condiciones, el partido de la clase obrera no puede ser verdadero partido, ni cumplir con sus deberes de dirección del proletariado.

Claro está que el régimen de ilegalidad, en que vivía el Partido bajo la autocracia zarista, no permitía a sus organizaciones, en aquellos momentos, estructurarse sobre el principio de la elección desde abajo, por cuya razón el Partido veíase obligado a mantener un carácter estrictamente conspirativo. Pero Lenin entendía que esto era, en la vida de nuestro Partido, una situación pasajera, que desaparecería al día siguiente de ser derribado el zarismo, y entonces el Partido empezaría a actuar abiertamente dentro de la legalidad, y sus organizaciones se estructurarían sobre la base de la elección democrática, sobre la base del centralismo democrático.

«Antes nuestro Partido no era una unidad formalmente organizada, sino simplemente una suma de grupos privados, razón por la cual no existía ni podía existir entre ellos más relación que la de la influencia ideológica. Ahora, somos ya un Partido organizado, y esto entraña la creación de una autoridad, la transformación del prestigio de la idea en prestigio de la autoridad, la sumisión de los organismo inferiores a los organismo superiores del Partido». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Un paso adelante, dos pasos atrás, 1904)

Acusando a los mencheviques de nihilismo en materia de organización y de anarquismo señorial, al no admitir sobre sus personas la autoridad del Partido y su disciplina, Lenin decía:

«Este anarquismo señorial es algo muy peculiar del nihilista ruso. La organización del Partido se le antoja una «fábrica» monstruosa, la sumisión de la parte al todo y de la minoría a la mayoría le parece un «avasallamiento». (...) La división del trabajo bajo la dirección de los organismos centrales suscita en él chillidos tragicómicos contra quienes pretenden convertir a los hombres en «ruedas y tornillos» de un mecanismo y entre estas transformaciones, la que juzga más espantosa es la de los redactores en simples colaboradores, toda mención de los estatutos de organización del Partido le mueve a un gesto de desprecio y a la observación desdeñosa dirigida a los «formalistas» de que se puede vivir sin estatutos». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Un paso adelante, dos pasos atrás, 1904)

6) Si el Partido, en su actuación práctica, quiere conservar la unidad de sus filas, tiene que mantener una disciplina proletaria única, que obligue por igual a todos los miembros del Partido, tanto a los dirigentes como a los militantes de filas. Por eso, en el Partido no pueden hacerse distinciones entre gente «selecta», a la que no obliga la disciplina del Partido, y gente «del montón», obligada a someterse a ella. Sin una disciplina única e igual para todos, no se podrá mantener la integridad del Partido y la unidad dentro de sus filas.

«A la carencia total de argumentos razonables contra la redacción nombrada por el Congreso, por parte de Martov y Cía., la ilustra mejor que nada su frasecilla de «nosotros no somos siervos». (...) En esta frase se trasluce con notable nitidez la psicología del intelectual burgués, que cree estar por encima de la organización y la disciplina de las masas, que se consideran un «espíritu selecto». (...) Para el individualismo intelectual. (...) Toda organización y toda disciplina proletarias son un avasallamiento feudal». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Un paso adelante, dos pasos atrás, 1904)

Y más adelante:

«A medida que se estructure en nuestro país un verdadero Partido, el obrero consciente irá aprendiendo a distinguir la psicología del combatiente del ejército proletario de la psicología del intelectual burgués que se pavonea con frases anarquistas; irá aprendiendo a exigir que cumplan sus deberes de miembros del Partido no sólo los militantes de filas, sino también «los de arriba». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Un paso adelante, dos pasos atrás, 1904)

Resumiendo el análisis de las discrepancias y definiendo la posición de los mencheviques como «oportunismo en los problemas de organización», Lenin entendía que uno de los pecados capitales del menchevismo era el menospreciar la importancia de la organización del Partido, como arma del proletariado en la lucha por su emancipación. Los mencheviques opinaban que la organización del Partido del proletariado no tenía gran importancia para el triunfo de la revolución. Por el contrario, Lenin entendía que la unión ideológica del proletariado por sí sola no bastaba para vencer, sino que para esto era necesario «afianzar» la unidad ideológica con la «unidad material de organización» del proletariado; Lenin consideraba que sólo bajo esta condición podía el proletariado convertirse en una fuerza invencible.

«El proletariado no dispone, en su lucha por el Poder, de más arma que la organización. El proletariado, diseminado por el imperio de la anárquica concurrencia dentro del mundo burgués, aplastado por los trabajos forzados, al servicio del capital, lanzado constantemente a la «sima» de la miseria más completa, del embrutecimiento y de la degeneración, sólo puede hacerse y se hará inevitablemente invencible, siempre y cuando que su unión ideológica por medio de los principios del marxismo se afiance mediante la unidad material de la organización, que funda a los millones de trabajadores en el ejército de la clase obrera. Ante este ejército no prevalecerán ni el Poder senil de la autocracia rusa ni el poder caduco del capitalismo internacional». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Un paso adelante, dos pasos atrás, 1904)

Con estas proféticas palabras termina la obra de Lenin «Un paso adelante, dos pasos atrás».

Tales son las tesis fundamentales de organización desarrolladas por Lenin en este célebre libro.

La importancia de esta obra estriba, ante todo, en haber mantenido el principio del Partido contra el régimen de los círculos, haber defendido al Partido contra los desorganizadores, aniquilado el oportunismo menchevique en punto a los problemas de organización, y haber sentado las bases orgánicas para el Partido bolchevique.

Mas no se reduce a esto la importancia de la obra en cuestión. Su significación histórica consiste en que en ella, Lenin traza, por vez primera en la historia del marxismo, la teoría del Partido como organización dirigente del proletariado y como arma fundamental en manos de éste, sin la cual es imposible triunfar en la lucha por la dictadura proletaria». (Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética; Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1938)

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