domingo, 9 de noviembre de 2014

Logros de las masas trabajadoras españolas durante la guerra civil española y su eco internacional

Imágenes con carteles del Partido Comunista de España instando a la población a alistarse a las fuerzas de las milicias populares que defenderían con éxito Madrid durante tres años

«El 18 de julio estalló un motín provocado por una sección de la camarilla militar que representaba los intereses de la reacción semifeudal, de los grandes terratenientes, de la jerarquía eclesiástica, la oligarquía financiera y la reacción extranjera. Su objetivo era claro: querían obtener lo que los reaccionarios no habían podido lograr en la revuelta del general Sanjurjo en 1932, la abolición de la República española, la supresión de las libertades nacionales de los catalanes y los vascos, la anulación de las conquistas políticas, económicas y culturales de la población trabajadora, la restauración completa del poder y los privilegios de los terratenientes, de la jerarquía eclesiástica y de los grandes capitalistas, y por último, el establecimiento de un régimen reaccionario y una dictadura terrorista.


Las masas trabajadoras, el pueblo español, se lanzaron al campo de la resistencia armada. Esta guerra civil, como se la llamó, pronto se transformó en una guerra por la defensa de la independencia nacional y los derechos políticos de los pueblos de España, en una guerra por la protección y extensión de las conquistas sociales y culturales del pueblo trabajador.

En el proceso de esta lucha el pueblo español sufrió un cambio profundo, así como también la vida económica y política del país, que había comenzado a andar por la ruta del progreso.

En los campos de España se efectuó una verdadera revolución allí donde los campesinos gemían a causa de la servidumbre a la que los tenían sometidos los señores semifeudales. Más de cuatro millones de hectáreas de tierra fueron confiscadas a los terratenientes, a la Iglesia y los monasterios, y entregadas gratuitamente a los campesinos. Las deudas de los campesinos fueron anuladas y se les proporcionó crédito, semillas y maquinaria agrícola [2].

La clase obrera obtuvo considerables aumentos de salario; fueron aprobadas leyes de protección al trabajo. Los obreros tomaron parte en la administración de las fábricas y las ramas más importantes de la economía nacional.

La clase obrera se convirtió en la más fuerte potencia del país y garantizó la reconstrucción de la vida económica nacional, que había estado al borde de la ruina a causa de la revuelta contrarrevolucionaria.

Durante la guerra los pueblos de Cataluña y Euskadi consolidaron y desarrollaron sus libertades nacionales [3]. En lugar del antiguo ejército, que no había sido sino un instrumento de la reacción, se formó un verdadero ejército del pueblo para proteger los intereses populares [4]. Las mujeres adquirieron iguales derechos que los hombres y empezaron a tomar participación activa en la vida política y económica del país.

La juventud conquistó oportunidades de educación y de ejercitarse para un futuro en un país libre e independiente. La cultura dejó de ser un privilegio de clase. Las escuelas y las universidades abrieron sus puertas al pueblo.

Todo el trabajo constructivo de la España Republicana y todas las conquistas sociales que se obtuvieron durante el período de la guerra descansaron principalmente en la alianza de la clase obrera con el campesinado y la pequeña burguesía urbana; unidos bajo la bandera del frente popular.

El frente popular, que se creó como un resultado de la experiencia obtenida en la lucha armada de octubre de 1934, aumentó la conciencia del pueblo español en su propia fuerza, elevó el nivel político de las masas hasta una altura nunca alcanzada e indujo a nuevas capas, de la población a unirse a la guerra nacional-revolucionaria por la defensa de la República. La creciente complejidad de la situación interna y externa durante este período confirmó la correcta política del frente popular, la política de unidad nacional para la lucha del pueblo en defensa de su independencia y su libertad en contra de las fuerzas de la reacción.

El frente popular constituyó una forma adecuada del desarrollo de la revolución durante este período. España, que en los comienzos de la lucha era una república de tipo democrático-burgués, se desarrolló en el curso de la guerra hasta convertirse en una república popular, una república donde no existían grandes capitalistas, terratenientes y reaccionarios, una república apoyada por las masas populares y por un ejército regular del pueblo [5].

España se convirtió en una república dentro de la cual las masas tuvieron la oportunidad y el derecho de tomar participación en la orientación de la vida económica y política del país, en una república dentro de la cual, a pesar de que se mantenía la propiedad privada de los medios de producción, las grandes industrias, los bancos, y el sistema de transportes fueron nacionalizados, la tierra de los grandes terratenientes fue confiscada, y se crearon empresas cooperativas y colectivas sobre bases voluntarias, en una república dentro de la cual la ayuda fundamental era proporcionada a los obreros y campesinos por el Estado.

A la vez que defendían sus propias libertades e intereses, los trabajadores españoles también defendían los intereses y las libertades de todas las naciones en contra de la reacción mundial.

La lucha de la España revolucionaria se convirtió en la causa vital de las masas laboriosas de todos los países [6]. Despertó fuerzas considerables entre la clase obrera y sus aliados y estaba dirigida en contra de la reacción burguesa, en contra de la agresión capitalista y de la guerra imperialista.

La lucha armada del pueblo español constituyó un importante factor en el reagrupamiento de las fuerzas de la clase obrera y de los trabajadores en general, también en otros países, ayudando a desenmascarar el verdadero significado de la «democracia» burguesa. Hizo ver quiénes eran los amigos y quiénes los enemigos del pueblo, aumentó la confianza de las masas en su propia fuerza y agrupó al pueblo alrededor del Partido Comunista de España, el único defensor consecuente de la España revolucionaria». (José DíazLecciones de la guerra del pueblo español (1936-1939), 1940)

Anotaciones de Bitácora (M-L):

[2] En lo referente al tema agrario: durante la guerra nacional revolucionaria de 1936-1939 fue el único momento en el cual las masas trabajadoras del campo vieron correspondidas realmente sus reclamos más básicos, como venían clamando los comunistas desde antes de la contienda:

«El más importante aliado que el partido comunista debía atraer junto al proletariado eran las grandes masas de campesinos. Desde el primer día de la revolución democrático-burguesa, el partido luchó por solucionar el problema agrario; al mismo tiempo, por la liquidación de los remanentes feudales que estaban muy extendidos y profundamente arraigados en el país, para de este modo poder establecer una firme alianza entre la clase obrera y los millones de campesinos. Nuestro partido fue el único partido político que en España comprendió la necesidad vital de esta alianza. Fue el único partido que levantó la consigna de la confiscación de las grandes propiedades de la Iglesia y del Estado, sin indemnización, así como la consigna de la libre distribución de esta tierra entre los campesinos y los agricultores pobres. Solamente en el curso de la guerra le fue posible al partido dar una solución a este problema principal de la revolución democrático-burguesa de un modo revolucionario; para eso se basó en la determinación revolucionaria de las masas campesinas de apoderarse de la tierra. El Decreto dictado por el Ministerio comunista de Agricultura, el 7 de octubre de 1936, solucionaba fundamentalmente el problema agrario de la zona republicana libre de las leyes de Franco. Unas 4.860.386 hectáreas junto con los necesarios aparejos de trabajo pasaron a manos de los campesinos pobres y de los obreros agrícolas. Además, concediendo créditos y semillas, así como con una ayuda de medios técnicos, el Ministro de Agricultura les proporcionó una intensa ayuda material. El Partido Comunista de España, esforzándose por mantener una estrecha alianza con los campesinos, tuvo en cuenta que la gran mayoría de estos no estaba todavía preparada para cultivar la tierra colectivamente. Fue entonces necesario sostener una obstinada y tenaz lucha contra los anarquistas, así como también contra los anarco-socialistas que propagaban la política aventurera de la sindicalización y colectivización forzada de la tierra. Gracias a esta política consistente y trabajo práctico del partido comunista, estos enemigos del campesinado que tanto daño hicieron al principio de la guerra, no pudieron llevar a cabo sus fines. La alianza entre la clase obrera y los campesinos se fortaleció y aseguró». (José Díaz; Las enseñanzas de Stalin, guía luminoso para los comunistas españoles, 1940)

[3] Para entender mejor la política histórica del Partido Comunista de España respecto a la cuestión nacional, recomendamos ver la obra del catalán Joan Comorera: «José Díaz y el problema nacional» de 1942, obra que escribiría para el obituario de sevillano agradeciéndole su ayuda en la consolidación del Partido Socialista Unificado de Cataluña y la resolución de la cuestión nacional en Cataluña y otros lugares de la geografía hispana:

«Si hemos llegado donde estamos, si se nos ha hecho el honor de reconocernos Sección de la Komintern, es indiscutible que, en gran medida, se lo debemos al camarada José Díaz, y a su partido, el Partido Comunista de España. La gran deuda de gratitud que nosotros tenemos con el camarada José Díaz, por sus trabajos incalculables en el proceso de formación, desarrollo y consolidación del PSUC, y, precisamente, con él y no con otros líderes del movimiento político obrero que estaban representados en Cataluña antes de la fusión, no es hecho casual ni fortuito, tenía que ser así y no de otra manera. Porque de todos los jefes políticos del movimiento obrero, José Díaz, al frente del Partido Comunista de España fue el único luchador consecuente por la unidad política y sindical de la clase obrera española, él y su partido que estudiaron y asimilaron la teoría leninista-stalinista sobre el problema nacional, él y su partido que se esforzaron por aplicar la teoría a la realidad de España». (Joan Comorera; José Díaz y el problema nacional, 1942)

No nos cansamos igualmente, de repetir esta cita del autor catalán, que resume en breves palabras la línea de los marxista-leninistas de entonces:

«La clase obrera, claro, tiene una concepción propia de la cuestión nacional, una concepción opuesta, inconciliable a la del reaccionario nacionalismo burgués. Nosotros profesamos la teoría nacional staliniana, los principios básicos son: el problema nacional es inseparable de la lucha por el aniquilamiento de la explotación capitalista; el derecho de autodeterminación de los pueblos es inalienable; la nación, en ejercicio democrático de su derecho, puede constituirse en Estado separado, puede unirse a uno u otro Estado, puede federarse con el Estado al que históricamente pertenece, y el respeto de esta voluntad nacional libremente expresada es obligatorio; todos los pueblos son iguales en derechos y los pueblos más avanzados tienen el deber de ayudar a los más atrasados a elevarse al mismo nivel; la unión libre de los pueblos iguales en derechos elimina toda posibilidad de opresión nacional, pone la nación al servicio de la humanidad y asegura la convivencia fraternal de los pueblos, la construcción de una vida pacífica, de bienestar progresivo y de libertad verdadera». (Joan Comorera; Carta abierta a Reyes Bertal, 1948)

[4] El Partido Comunista de España también fue líder no sólo en las reivindicaciones y acciones agrarias, sino en la creación del nuevo Ejército Popular, después de desertar gran parte del Ejército Republicano tras el alzamiento militar del 18 de julio de 1936, esta labor la realizó desde los primeros días, inspirándose en las milicias populares reunidas en el Vº Regimiento, quién a posteriori serían la médula del Ejército Popular:

«Desde los primeros días de la rebelión, el Partido Comunista de España comprendió que era necesario tener una fuerza bien armada, un ejército para la lucha contra un enemigo tan poderoso como el nuestro. Este convencimiento estaba reforzado por las experiencias de la guerra civil en la Unión Soviética y por la intervención extranjera. (...) El Vº Regimiento, formado por el Partido Comunista de España, fue la base para la realización de nuestra línea encaminada a dar al pueblo una formación política firme y un entrenamiento militar. La composición social del Vº Regimiento, su organización, su disciplina, su capacidad de lucha y heroísmo, fueron los mejores argumentos para convencer a las amplias masas, cuya hostilidad hacia los militares estaba fuertemente arraigada en el odio al antiguo ejército, de que la creación de una fuerte organización militar era indispensable, pues sin ella la posibilidad de una lucha victoriosa contra la reacción interna y extranjera era completamente inconcebible. A base de sus diarias experiencias, el Vº Regimiento pudo deshacer las «teorías» de los socialdemócratas y anarquistas, quienes por su incapacidad para comprender la tarea de la transformación de nuestra guerra civil en una guerra nacional revolucionaria, se resistían obstinadamente a la creación de un ejército, «basándose» en que España era un país de guerrilleros y no de soldados y que sus ejércitos siempre habían actuado contra los intereses del pueblo. Un fuerte golpe recibieron los planes de los dirigentes de los partidos republicanos y los militares que querían simplemente unir los remanentes del viejo ejército. El Partido Comunista de España sabía cómo vencer la resistencia de todos éstos y asegurar la creación de un ejército regular popular. La creación de un ejército regular popular siguió a la disolución del Vº Regimiento. Los 70.000 luchadores del Vº Regimiento fueron el núcleo y el alma de este nuevo ejército. Miles de los mejores comandantes y comisarios del ejército del pueblo salieron del Vº Regimiento». (José Díaz; Las enseñanzas de Stalin, guía luminoso para los comunistas españoles, 1940)

Reclamaría en cuanto al carácter, fidelidad y objetivos del nuevo ejército regular:

«Nosotros queremos que el ejército del pueblo sepa por qué y para qué lucha, que comprenda la necesidad de obedecer al mando único, a sus mandos más próximos, que sepa que en esta lucha que estamos librando contra el fascismo nacional e internacional no luchamos por los privilegios de los grandes capitalistas, de los grandes terratenientes y de los grandes banqueros, que eran quienes tenían el ejército anterior, que se ha marchado y que estoy seguro de que no volverá más». (José Díaz; El Partido Comunista quiere un ejército regular para ganar la guerra y predica con el ejemplo; Discurso pronunciado en el Cinema Goya, de Madrid, , en el acto de disolución del V° Regimiento, 27 de enero de 1937)

En cuanto a las teorías sobre el apoliticismo del Ejército:

«Algunas consideraciones para contestar a apreciaciones erróneas sobre lo que debe ser el Ejército regular. Hay quien pretende –y hasta parece que existen dos documentos en este sentido– hacer de nuestro ejército, del ejército que cuenta en sus filas y en puestos de responsabilidad y de mando a los mejores elementos de los partidos políticos y de las organizaciones sindicales, un ejército apolítico. Conviene dejar bien sentado, ante todo, que no existe ningún ejército apolítico. Todo ejército sirve a una política, El ejército que tenía la República antes del 19 de julio era político también. Desgraciadamente, hizo una política favorable a la reacción y al fascismo. Por eso se sublevó, en su inmensa mayoría, contra la República. El Ejército fue utilizado para la política fascista. Es que puede ser apolítico un Ejército que se ha formado voluntariamente para luchar contra el fascismo, expresión de la política más detestable y brutal que conoce la historia? Nuestro ejército es un ejército político, al servicio de la política del frente popular, al servicio del pueblo. Es el defensor, con las armas en la mano, de la política del frente popular que triunfó en las urnas el 16 de febrero, triunfo que consolidó la República democrática, que los políticos reaccionarios y fascistas han querido destruir con la ayuda del fascismo internacional. Con las armas en la mano, nuestro ejército defiende la política del frente popular, que representa la independencia de nuestra patria, tierra y libertad para nuestro pueblo, pan, trabajo y paz para todos los pueblos, para todos los que aman una vida de progreso y de civilización. Sólo puede defenderse con tesón y entusiasmo una causa cuando se está convencido de la belleza y de la justicia de la misma. Nuestro ejército, el ejército del pueblo, debe ser educado en el amor al pueblo y a sus derechos, en el anhelo de una vida mejor y más libre, de una vida de trabajo y de bienestar. Todos los ejércitos nacidos de las entrañas del pueblo han sido los instauradores materiales de una política de contenido popular. Eso fue el ejército de la Revolución francesa. Eso fue y es el Ejército Popular de la Unión Soviética; eso fue y es el Ejército que lucha por la independencia de China. ¿Quién está, pues, interesado en que nuestro ejército sea apolítico? Los Franco, los Queipo de Llano, toda la canalla fascista y sus agentes directos o indirectos que, por desgracia, pueden quedar y quedan aún en nuestras filas y en las de nuestro Ejército. (Grandes aplausos)». (José Díaz; Por la unidad, hacia la victoria; Informe pronunciado en el Pleno del Comité Central del Partido Comunista de España celebrado en Valencia, 5 y 8 de marzo de 1937)

[5] La práctica económica llevada a cabo en la España Republicana y antifascista durante 1936-1939, tiene gran relación con las particularidades dadas en otras experiencias a posteriori: si analizamos la primera etapa de las llamadas democracias populares de Europa del Este, es decir, las medidas económicas que resolvían las tareas antifeudales, antimonopólicas, antiimperialistas, antifascistas, y que abrían paso para la posterior revolución socialista, tienen estrecha relación con lo sucedido en la España Republicana que liquidó a gran parte de las clases explotadoras en su territorio gracias a la guerra antifascista:

«En la España republicana ya no hay terratenientes, ni grandes capitalistas». (José Díaz; Lo que España enseña a Europa y América; Conferencia pronunciada en Barcelona, en la tribuna de la Unión Iberoamericana, noviembre de 1938)

Por ello, como punto siguiente a la victoria en la guerra, se consolidaría por el momento una República con un carácter antifascista muy parecido al de los países de Europa del Este tras la Segunda Guerra Mundial:

«Una república que no es al modo de las repúblicas anquilosadas que conocemos de otros países, sino una república de nuevo tipo, erigida sobre la base de liquidar lo que ha sido liquidado ya en nuestro territorio: los grandes terratenientes, los grandes capitalistas, los banqueros y los fascistas. Lo que hace falta es consolidar estas conquistas de carácter democrático, y lo primero que necesitamos para consolidar esta situación es ganar la guerra». (José Díaz; Lo que España enseña a Europa y América; Conferencia pronunciada en Barcelona, en la tribuna de la Unión Iberoamericana, noviembre de 1938)

Por todo ello se diría:

«Nuestro pueblo ha vivido sin terratenientes, sin grandes capitalistas, y sabe lo que esto vale». (José Díaz; Las enseñanzas de Stalin, guía luminoso para los comunistas españoles, 1940)

[6] Todos los grandes marxista-leninistas entendieron la significación internacional del fallido golpe de Estado del 18 de julio de 1936 que desembocaría en la guerra civil española; al intento de la reacción española de establecer una abierta dictadura terrorista, es decir, de una dominación de tipo fascista, y la relevancia de la resistencia de las masas trabajadoras:

«Al ayudar en lo posible a las masas revolucionarias de España, los trabajadores de la Unión Soviética no hacen más que cumplir con su deber. Se dan cuenta de que el liberar a España de la opresión de los reaccionarios fascistas no es asunto privativo de los españoles, sino la causa común de toda la humanidad avanzada y progresista». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Carta al Comité Central del Partido Comunista de España, 15 de octubre de 1936)

Georgi Dimitrov, plasmaría igualmente:

«No debemos olvidar que, para acelerar y facilitar la victoria del pueblo español –que a costa de su sangre, defiende, no sólo su libertad y su independencia, sino también las libertades democráticas de los otros pueblos, así como la causa de la paz– es necesario reforzar aún más las acciones de solidaridad del proletariado internacional y de todas las fuerzas democráticas». (Georgi Dimitrov; En el umbral de un nuevo año, diciembre, 1936)

Otro ejemplo de la relevancia en la historia lucha de clases:

«Durante todo un año ahora el pueblo español, en la primera línea de la lucha contra la reacción y el fascismo mundial, han estado defendiendo valientemente su libertad e independencia y salvaguardando así los intereses de la democracia, la cultura y la paz contra los bárbaros fascistas y belicistas. Puede afirmarse sin exageración que después de la gran Revolución de Octubre de 1917 esta heroica lucha es uno de los eventos más importantes de la historia política de la posguerra de Europa». (Georgi Dimitrov; Un año de heroica lucha del Pueblo Español, julio de 1937)

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