«La experiencia histórica demuestra que, en su lucha revolucionaria, los comunistas se han aliado y se alían con diferentes fuerzas progresistas. Porque, particularmente cuando se trata de las revoluciones democráticas o de la liberación nacional del yugo imperialista y colonial, no sólo los auténticos comunistas y revolucionarios, sino también otras amplias capas de la población, desde los obreros y los campesinos hasta la burguesía nacional y otras personas progresistas, están interesados en la realización de estos objetivos. Sería erróneo, sectario y nocivo para la revolución que no se unieran, en aras de su triunfo, todos aquellos que son susceptibles de ser unidos. Y los comunistas y los auténticos revolucionarios, como los luchadores más audaces y los representantes más fieles de las amplias masas populares, están siempre interesados en la unión de todos los que aspiran a hacer avanzar la revolución.
Los acontecimientos de Indonesia constituyen asimismo una importante enseñanza con respecto a las alianzas. En Indonesia existía desde tiempo atrás la NASAKOM, que representaba la alianza de las fuerzas nacionalistas, religiosas y comunistas. El Partido Comunista de Indonesia hizo bien en participar en la NASAKOM. A través de ella; consolidó sus propias posiciones y las de la clase obrera en toda la vida del país. Pero, como demostraron los acontecimientos, no se llevó a cabo en ella un trabajo organizativo y revolucionario sano, se toleró una euforia funesta y se ensalzó en exceso a la propia NASAKOM, la unidad de las tres fuerzas que la constituían y la «libertad de acción». El hecho es que al primer embate toda la fortaleza de la NASAKOM se vino abajo. La NASAKOM no fue un dique suficientemente fuerte para hacer frente a la ola de la contrarrevolución.
Por eso, los comunistas y los revolucionarios jamás deben contentarse en su lucha con la conclusión formal de las alianzas. No deben entusiasmarse con las declaraciones sobre la «vitalidad» de estas alianzas, sino que deben actuar de manera que éstas sirvan lo mejor posible a la revolución.
Es indispensable por tanto que, en los diferentes frentes populares, democráticos, nacionales y de liberación nacional, los auténticos partidos marxistas-leninistas, con su trabajo y su lucha, se ganen la confianza de sus aliados, se coloquen a la cabeza de esos frentes y los dirijan efectivamente. La dirección del partido marxista-leninista, su acertada línea revolucionaria en interés de las amplias masas unidas en el frente, son la garantía de la fuerza y la vitalidad de los frentes mismos y de su gran papel en el logro de los objetivos de la revolución. Se ha comprobado más de una vez que, cuando estos frentes están dirigidos por otras fuerzas sociales o partidos políticos, no son estables, no aplican una línea revolucionaria consecuente, son utilizados frecuentemente con fines contrarrevolucionarios Y estallan como pompas de jabón al primer choque con la reacción.
Siguiendo la línea de la unidad con todos los que pueden ser unidos en un frente, los partidos marxistas-leninistas, en oposición a los puntos de vista de los revisionistas modernos, deben no sólo salvaguardar su independencia y su función dirigente, sino al mismo tiempo combatir las vacilaciones de sus distintos aliados, sus tendencias reaccionarias y sus tentativas de dividir los frentes y de dedicarse a chalaneos con las fuerzas de la reacción. La línea de la unidad y de la lucha contribuye al fortalecimiento de los frentes, a su depuración de los elementos reaccionarios y contrarrevolucionarios, a la consolidación de la cohesión y del espíritu revolucionario, a la obtención de una unidad más elevada y asentada sobre una base más sólida. Aplicar únicamente la línea de la unidad y renunciar a la lucha conduce a una unidad falsa, formal, y permite a los elementos y fuerzas reaccionarias socavarla y liquidarla fácilmente, asestando así un duro golpe a la propia causa de la revolución.
En las alianzas con diferentes capas y fuerzas sociales para la realización de tales o cuales objetivos en las diferentes etapas de la revolución, es importante que los comunistas jamás olviden su objetivo final: el triunfo del socialismo:
«Es necesario saber unir la lucha por la democracia con la lucha por la revolución socialista, subordinando la primera a la segunda. Aquí reside toda la dificultad, esta es toda la esencia. No olvidar lo principal –la revolución socialista–; ponerla en primer plano. (…) Subordinando a la revolución socialista todas las exigencias democráticas, coordinándolas con ella, haciendo que dependan de ella». (V. I. Lenin. Obras, t. XXXV, págs. 260-261, ed. en albanés)
En sus alianzas con otras fuerzas sociales los comunistas son sinceros, luchan resueltamente por la aplicación de los programas de los frentes únicos, pero, al mismo tiempo no ocultan en absoluto sus ideales y, después de la realización de las tareas democráticas nacionales, están decididos a no quedarse a medio camino, sino a impulsar la revolución hasta el triunfo del socialismo y el comunismo.
La actividad de nuestro partido durante la Lucha de Liberación Nacional, los acuerdos; las discusiones con los elementos progresistas, e incluso con las fracciones de la burguesía reaccionaria, nos enseñaron a orientarnos correctamente y con éxito en este laberinto. La experiencia así adquirida en la lucha le ha sido y le es extraordinariamente útil a nuestro partido en la aplicación de su correcta política con las masas trabajadoras, le ayuda en su política interior y en la orientación de su política exterior, en el estudio y solución de las contradicciones, tanto dentro como fuera del país, así como en el movimiento comunista internacional». (Enver Hoxha; El golpe fascista en Indonesia y las enseñanzas que extraen de el los comunistas, 11 de mayo de 1966)
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