martes, 3 de enero de 2017

El falso antitrotskismo; Equipo de Bitácora (M-L), 2017


«Uno de los más sorprendentes fenómenos en los individuos que se dicen así mismos «revolucionarios» es el falso antitrotskismo. Explicar que significa esto se podría resumir en un par de líneas: básicamente no tener ni idea de cuales son los lineamientos del trotskismo a nivel histórico y criticarlo a base de oídas, pero lo interesante aquí es dar un par de pinceladas para recordar aspectos clave de esta tendencia que tantos quebraderos de cabeza ha dado.

¿Cuál es la característica del antitrotskismo formal?

No seremos nosotros simpatizantes de eso que hemos calificado tantas veces como «falso antitrotskismo», una tendencia caracterizada por vociferar inconscientemente contra los representantes oficiales del trotskismo en una forma reiterada y exaltada, pero sin llegar a comprender el carácter del mismo. Tales especímenes suelen llenar sus intervenciones de frases como «El trotskismo es la agencia del imperialismo», «El trotskismo es contrarrevolucionario», lo cual, si bien históricamente es correcto, pierde todo su sentido cuando se repite machaconamente como si de un catecismo se tratase, pero sin aportar nuevos indicios en la situación concreta de su tiempo. También es común que utilicen los términos «trotskista» o «trotsko» hacia cualquier sujeto que discrepe en una discusión, sea esta de mayor o menor transcendencia. Estos elementos no son conscientes que el uso abusivo de la retórica anti X sin mayor explicación es un boomerang que siempre se vuelve contra uno. Aquí se llega al punto en que los eslóganes y mofas no solo no realizan un verdadero trabajo de esclarecimiento y persuasión respecto a los peligros y efectos perjudiciales del trotskismo, sino que se crea la situación contraria: en la cual el que presencia esto comienza a sentir un rechazo hacia el antitrotskismo por este verse infantil y carente de argumentos. 

Los falsos antitrotskistas se suman a la denuncia del trotskismo por cuestiones meramente formalistas: desconocen su esencia, pero aun así lo condenan temerosos de parecer «poco revolucionario» o de ser tildados de trotskistas. Otra razón para denunciar al trotskismo es por mero seguidismo de otros: por hacer bandera común de lo que dicen otros, aunque no se haya investigado y comprendido debidamente. Todo esto deriva en actos tanto ridículos como patéticos de hablar y atacar al trotskismo mientras se tiene un pensamiento y se expone un discurso cargado de nociones trotskistas, e incluso cayendo en la defensa de figuras, organizaciones y regímenes que tienen una relación estrecha con el trotskismo, algo que veremos más tarde. 
Huelga repetir que estos «antitrotskistas» son conocidos por su desconocimiento de la historia del trotskismo, además de no comprender su carácter y atributos.

Como rasgos genéricos del trotskismo podríamos citar:

Eclecticismo ideológico y arribismo

«Roland-Holst, como Rakovsky… como Trotsky, en mi opinión, son los más dañinos kautskianos, en el sentido de que todos ellos, de distintas formas, están por la unidad con los oportunistas; de distintas formas embellecen el oportunismo; todos ellos de distintas maneras predican eclecticismos en lugar de marxismo revolucionario». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin;Carta a Kollontai, 1915)

«Trotsky acusa a Lozovsky y Tomsky de prácticas burocráticas. Yo diría que lo inverso es verdad». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Segundo Congreso de Mineros de Rusia, 1921)

«Un líder político es responsable no sólo por su propia política sino también por los actos de aquellos a los que dirige. (...) Trotsky ha hecho perder tiempo al Partido en una discusión de palabras y malas tesis. (...) Todas sus tesis, su plataforma entera, son tan erróneas que han distraído recursos y la atención del Partido del trabajo práctico en la «producción» hacia un montón de discursos vacuos. (…) Después de la sesión plenaria de noviembre en el que se dió una solución clara y teóricamente correcta». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Los sindicatos, la situación actual y los errores de Trotsky, 1921)

A falta de un tronco teórico sólido, se evidencia en todo movimiento trotskista un eclecticismo atroz, lo que se traduce en que hoy se defiende una cosa y mañana otra, todo por simple cortoplacismo y oportunismo político de sus jefes. Este eclecticismo está en el núcleo de las riñas en las organizaciones trotskistas que dan lugar a continuas disoluciones. Esto convierte al trotskista en sinónimo de «discordia gratuita» y «liquidacionismo» a poco tardar.

«Trotski, representa únicamente sus vacilaciones personales y nada más. En 1903 fue menchevique; abandonó el menchevismo en 1904; volvió al menchevismo en 1905, haciendo gala de una fraseología ultrarrevolucionaria; en 1906, se apartó de nuevo; a finales de 1906 defendió los acuerdos electorales con los kadetes –es decir, en los hechos estuvo otra vez con los mencheviques–; y, en la primera de 1907 dijo en el Congreso de Londres que divergía de Rosa Luxemburgo más sobre «matices individuales que ideas sobre tendencias políticas». Trotski plagia hoy el bagaje ideológico de una fracción, mañana de otra, y, como consecuencia, se proclama ubicado por encima de ambas fracciones». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Sentido histórico de la lucha interna del partido de Rusia, 1910)

«Trotski no explica, ni tampoco entiende, la significación histórica de las divergencias ideológicas entre las diversas tendencias y grupos marxistas, aunque dichas divergencias se manifestaron a través de la historia de veinte años de la socialdemocracia, e interesan los problemas fundamentales de la actualidad». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Ruptura de la unidad encubierta con clamores sobre la unidad, 1914)

«Trotski nunca ha tenido una opinión firme sobre ninguna cuestión importante del marxismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El derecho de las naciones a la autodeterminación, 1914)

Voluntarismo e interpretación subjetivista de la realidad

Entre otros hitos, el trotskismo, negando toda evidencia económica, decretó que era imposible la construcción del socialismo en un solo país, justamente como venían asegurando los dirigentes de la II Internacional:

«Luchar por la dictadura del proletariado en un solo país, tomado por separado, carece de todo sentido; el proletariado puede establecer su dictadura sólo a lo largo de toda Europa, es decir, en la forma de Estados Unidos de Europa». (Nashe Slovo, 4 de febrero de 1916)

Este subjetivismo extremo en los acontecimientos acabó derivando ora en oportunismo ora en aventurismo, pretendiendo alcanzar dichos objetivos ajenos a la realidad mediante el voluntarismo. De ahí que se llegue a promover el «entrismo» en organizaciones socialdemócratas o a promover el terrorismo individual. Lo que convierte al trotskista en un acróbata político, donde, por ejemplo, llegaba a igualar stalinismo y fascismo, a Negrín y a Franco:

«El bonapartismo soviético se debe, en última instancia, al retraso de la revolución mundial. La misma causa ha engendrado el fascismo en los países capitalistas. Llegamos a una conclusión a primera vista inesperada, pero en realidad irreprochable; que el estrangulamiento de la democracia soviética por la burocracia todopoderosa y las derrotas infligidas a la democracia en otros países, se deben a la lentitud con que el proletariado mundial cumple la misión que le ha asignado la historia. A pesar de la profunda diferencia de sus bases sociales, el estalinismo y el fascismo son fenómenos simétricos; en muchos de sus rasgos tienen una semejanza asombrosa». (León Trotski; ¿A dónde va Francia?, 1936)

«Los mejores ayudantes del general Franco son Negrín y su aliado Stalin. Su reaccionaria política social y su no menos reaccionaria represión aniquilan las esperanzas de liberación de los campesinos españoles y el entusiasmo revolucionario de los obreros. Esta es la única explicación de las derrotas militares de los republicanos y la prolongación de la guerra. Para el pueblo, existe cada vez menos diferencia entre los programas y regímenes de los dos campos en pugna. (...) El gobierno de Negrín-Stalin, al luchar contra los obreros y campesinos en la retaguardia, es incapaz de garantizar la victoria en el frente. Pero aun suponiendo que Negrín lograra la victoria sobre Franco, el resultado de una victoria puramente militar sería la instauración de una nueva dictadura militar que no sería muy distinta de la dictadura de Franco. Sin la revolución social, la victoria del fascismo o de un militarismo semifascista resulta totalmente inevitable, independientemente del resultado de las operaciones militares». (León Trotski; Respuestas al Herald-Tribune de Nueva York, 23 de agosto de 1937)

Literalmente, Trotski animaba desde el exilio a los sabotajes y revueltas en la retaguardia del Gobierno del Frente Popular, llegando al punto de proclamar que la insurrección de mayo de 1937, secundada inicialmente por la CNT/FAI y el POUM, no solo tenía probabilidades de éxito, sino que todo el proletariado se hubiera solidarizado y mágicamente las potencias imperialistas hubieran dejado de intervenir en España:

«Si el proletariado de Cataluña se hubiera apoderado del poder en mayo de 1937 como lo había hecho verdaderamente en julio de 1936 habría encontrado apoyo en toda España. La reacción burguesa-estalinista no habría contado ni con dos regimientos para aplastar a los obreros catalanes. En el territorio ocupado por Franco, no sólo los obreros, sino también los campesinos, se habrían puesto de parte del proletariado catalán, habrían aislado al ejército fascista y ocasionado su desintegración irresistible. Es dudoso que en semejantes condiciones algún gobierno extranjero se hubiese arriesgado a enviar regimientos al candente territorio español. La intervención habría sido materialmente imposible o por lo menos extremadamente peligrosa». (León Trotski; La verificación de las ideas y de los individuos a través de la experiencia de la revolución español, 23 de agosto de 1937)

En la España de aquellos días la política de los trotskistas de la IV Internacional de los semitrotskistas del POUM de derribar el Gobierno del Frente Popular aun siendo ellos cuatro gatos era consecuente a las tesis de su referente. Este en 1927 ya avisó que si los imperialistas amenazaban Moscú, él sería el primero en tratar de derrocar la dirección del Partido Bolchevique que consideraba ineficaz:

«
Si como resultado de nuestros errores el enemigo apareciera a 80 kilómetros de Moscú, entonces la acción propia del partido tendría que ser diez veces mayor que bajo cualquier otra condición. (...) Esto solo puede ser realizado por una parte viva, autoactiva y completamente viva. Lo primero que se desprende de esto es que debe haber un cambio en el régimen del partido». (León Trotski; (León Trotski; La «tesis de Clémenceau» y el régimen de partidos, 1927)

Sin dudas, la pluma delirante de Trotski no tenía rival en aquellos días, vivía en su burbuja. Pero hay más, pese a que los partidos de la III Internacional eran las únicas formaciones políticas opositoras de influencia en países como España o Checoslovaquia al espíritu conciliador del Pacto de Múnich (1938), Trotski concluía que:

«Stalin y su Internacional Comunista son ahora sin duda los valiosos agentes del imperialismo». (León Trotski; La URSS en guerra, 1939)

Concepto de partido liberal

«Este anarquismo señorial es algo muy peculiar del nihilista ruso. La organización del Partido se le antoja una «fábrica» monstruosa, la sumisión de la parte al todo y de la minoría a la mayoría le parece un «avasallamiento». (...) La división del trabajo bajo la dirección de los organismos centrales suscita en él chillidos tragicómicos contra quienes pretenden convertir a los hombres en «ruedas y tornillos» de un mecanismo –y entre estas transformaciones, la que juzga más espantosa es la de los redactores en simples colaboradores–, toda mención de los estatutos de organización del Partido le mueve a un gesto de desprecio y a la observación desdeñosa –dirigida a los «formalistas»– de que se puede vivir sin estatutos». (VladimirIlich Uliánov, Lenin; Un paso adelante, dos pasos atrás, 1904)

«Es por ello que hemos juzgado adecuado consagrar una parte de este libro al último folleto del camarada Lenin, «Un paso adelante, dos pasos atrás», en el que estos prejuicios han sido, aunque sólo haya sido un poco, sistematizados. (...) Hasta la aparición de este folleto para nosotros era evidente que el camarada Lenin no podía decir nada que fuera digno de atención para defender su posición, pues la posición que había adoptado era completamente desesperada. Dicho esto, no esperábamos semejante indigencia de pensamiento. (...) No es por casualidad, sino un hecho característico, que el jefe del ala reaccionaria de nuestro partido, el camarada Lenin, se haya creído psicológicamente obligado, manteniendo los métodos tácticos de un jacobinismo caricaturesco. (...) Naturalmente, el lector que se considere como totalmente libre de los prejuicios organizativos burocráticos y «jacobinos» puede limitarse a las dos primeras partes de este libro. (...) En la política interna del partido, estos métodos llevan, como lo veremos más adelante, a la organización del partido a «substituir» al partido, al comité central a substituir a la organización del partido y, finalmente, al dictador a substituir al comité central». (León Trotski; Nuestras tareas políticas, 1904)

La promoción de la libertad de fracciones en el partido comunista como se tipificaba en los estatutos de la IV Internacional trotskista y la promoción por sus teóricos del multipartidismo en la nueva sociedad socialista. Ello convierte al trotskista en opositor de la independencia ideológico-organizativa de clase obrera respecto a la influencia burguesa, de nuevo convierte al trotskista en un liquidacionista, un charlatán, un juguete en manos de la burguesía.

«Los docentes revolucionarios deben ingresar al Partido Socialista para fortalecer su ala revolucionaria y ligarlo a las masas campesinas. ¡Sería criminal perder el tiempo!». (León Trotski; ¿A dónde va Francia?, 1936)

«La Cuarta Internacional nunca ha prohibido las facciones y no tienen intención de hacerlo. Las facciones han existido y seguirán existiendo entre nosotros». (León Trotski; Trotskismo y el PSOP, julio de 1939)

Es decir, el trotskismo nunca se apartó de lo siguiente:

«Teníamos razón cuando llamamos a Trotski representante de los «peores residuos del fraccionismo». Aunque afirma no ser fraccionista, a Trotski, como lo sabe todo el que conoce algo del movimiento obrero en Rusia, se lo conoce como representante de la «fracción de Trotski». (...) Esta es la peor forma de división en grupos, porque no hay ninguna precisión ideológica y política. (...) Trotski, en cambio, no tiene precisión ideológica y política, porque su patente para el «no fraccionismo» –como pronto lo veremos con mayor detalle–, es simplemente una patente para volar libremente, de acá para allá, de un grupo a otro». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Ruptura de la unidad encubierta con clamores sobre la unidad, 1914)

Mitos y relatos ficticios

«¡Resulta que los liquidadores, Plejánov y Trotski solo conocen la voluntad de la mayoría de los obreros con conciencia de clase, no ahora, sino en el futuro, sólo en un futuro en el que los obreros se muestren de acuerdo con ellos, con los liquidadores, Plejánov y Trotski!!, ¡qué divertido subjetivismo!, ¡qué divertido temor a los hechos objetivos!». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; De «los métodos de la intelectualidad burguesa en su lucha», 1914)

«Mi material principal es el folleto del camarada Trotski «El papel y las tareas de los sindicatos». Cuando comparo este folleto con las tesis que él presentó en el Comité Central, y lo reviso cuidadosamente, me asombra la cantidad de errores teóricos y de evidentes inexactitudes que contiene. ¿Cómo es posible que alguien, al iniciarse una gran discusión en el partido sobre este problema, produzca algo tan lamentable en lugar de una exposición cuidadosamente meditada?». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Los sindicatos, la situación actual y los errores del camarada Trotski, 1920)

La distorsión de los hechos histórico bajo alegatos no demostrables, sumado a la reivindicación y vanaglorización de un pasado indemostrable o falso es lo que hace reconocible al 
«trotsko vulgaris» allá donde se encuentre. Lo que le convierte en un falseador de la historia, en un mitificador-mistificador por antonomasia, y en consecuencia en un promotor de la historiografía burguesa y sus métodos falseadores.

«Desde la Revolución de Octubre hasta 1922, Trotski, militando ya en el Partido Bolchevique, realizó dos «grandiosas» intentonas contra Lenin y su Partido: en 1918, en el problema de la paz de Brest-Litovsk, y en 1921, en el problema de los sindicatos. Las dos intentonas terminaron con la derrota de Trotski. ¿Por qué? ¿Quizá tenga la culpa la rudeza de Stalin? Pero Stalin todavía no era secretario del C.C. (...) ¿En qué consiste el principal pecado de la oposición, determinante de la bancarrota de su política? El principal pecado de la oposición consiste en que ha intentado, intenta e intentará todavía barnizar el leninismo de trotskismo y suplantar el leninismo por el trotskismo». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; La oposición trotskista, antes y ahora; Discurso en la reunión del Pleno conjunto del C.C. y de la C.C.C. del P.C.(b) de la URSS, 23 de octubre de 1927)

Rumorología y diversionismo para oscurecer el debate ideológico

Con el uso del chisme, la calumnia y el insulto ante el debate teórico, sumado a otras técnicas como la desviación de la atención de la cuestión principal –dialéctica erística y diversionismo ideológico–; también encontramos la aceptación formal de los principios y su traición en la práctica. Esto también convierte a los trotskistas en teóricos estériles.

«¡La obsequiosidad de Trotski es más peligrosa que un enemigo! Trotski no podría ofrecer prueba alguna, excepto «conversaciones privadas» –es decir, simples rumores, en los que Trotski siempre subsiste–». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El derecho de las naciones a la autodeterminación, 1914)

«Pero la influencia burguesa sobre los obreros no se ha limitado nunca, ni en ningún lugar del mundo, al plano ideológico. Cuando su influencia sobre los obreros declina, se quebranta o debilita, la burguesía, en todas partes y siempre, recurre al embuste y la calumnia más injuriosos. (...) Ni la alianza burguesa de los jefes liquidacionistas, Plejánov y Trotski, con los populistas, ni los esfuerzos de la prensa liberal para proclamar que es deber de los hombres «honrados» lograr la unión de los obreros con los que desean liquidar el partido obrero, ni la campaña de calumnias realizada por Mártov y Dan, detendrán el crecimiento y el desarrollo de la cohesión proletaria en torno de las ideas, el programa, la táctica y la organización del «pravdismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; De «los métodos de la intelectualidad burguesa en su lucha», 1914)

La cuestión de las fuerzas productivas para ocultar la desconfianza en las masas

Promulgadores de la teoría de las «fuerzas productivas», en la que sugieren que ningún país atrasado puede pasar al socialismo sin un largo proceso de libre promoción del capitalismo, que es imposible la industrialización socialista sin la «ayuda» de las potencias capitalistas. De ahí la adhesión a la teoría de la «revolución permanente» del socialdemócrata Parvus convirtiéndola en base teórica del trotskismo. Esto convierte al trotskista en un publicista del desánimo, la resignación ante el viejo orden capitalista –sobre todo en los países dependientes y subdesarrollados–, en un agente de la penetración económica imperialista, y finalmente en un defensor de la «división internacional del trabajo» con todas sus consecuencias.

«Sin aguardar a los demás, comenzamos y continuamos la lucha en el terreno nacional, con la plena seguridad de que nuestra iniciativa impulsará la lucha en otros países; y, si eso no sucediese, no hay ningún fundamento para suponer –así lo atestiguan la experiencia histórica y las consideraciones teóricas– que la Rusia revolucionaria, por ejemplo, podría sostenerse frente a la Europa conservadora o que la Alemania socialista podría subsistir aislada en un mundo capitalista». (León Trotski; Artículo publicado en «Nashe Slovo», 12 de abril de 1916)

«La toma del poder por el proletariado le llevará a choques hostiles, no sólo con todos los grupos burgueses que le apoyaron en los primeros momentos de su lucha revolucionaria, sino también con las vastas masas campesinas, con ayuda de las cuales ha llegado al poder», que «las contradicciones en la situación del gobierno obrero en un país atrasado, en el que la mayoría aplastante de la población está compuesta de campesinos, podrán ser solucionadas sólo en el plano internacional, en la palestra de la revolución mundial del proletariado» . (León Trotski; Prefacio» la obra: «1905», 1922)

Negación del rol del campesinado 

En primer lugar, Trotski auguguraba que el campesinado sería tomado por los partidos burgueses o crearía su propia agrupación contrapuesta a todos los demás:

«El error fundamental de Trotski consiste en que da de lado el carácter burgués de la revolución y no tiene una idea clara del paso de esta revolución a la revolución socialista. De este error fundamental dimanan los errores parciales, que el camarada Mártov repite al reproducir con simpatía y aprobación. (...) La coalición del proletariado y del campesinado «presupone o bien que uno de los partidos burgueses existentes se apoderará del campesinado, o bien que el campesinado creará un poderoso partido independiente». Esto, evidentemente, no es exacto ni desde el punto de vista teórico general ni desde el punto de vista de la experiencia de la revolución rusa. La «coalición» de unas clases no presupone en modo alguno ni la existencia de uno u otro partido poderoso ni el partidismo en general. Eso es confundir el problema de las clases con el problema de los partidos. (...) Desde el punto de vista de la experiencia de la revolución rusa está claro también que la «coalición» del proletariado y del campesinado se ha realizado decenas y centenares de veces en las formas más diversas sin «ningún poderoso partido independiente» del campesinado». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Del artículo «El objetivo de la lucha del proletariado en nuestra revolucióne», 1909)

Esto derivó siempre de su desconfianza e infravaloración del campesinado, al cual consideraba como reserva de la contrarrevolución. Lo que convierte al trotskismo en divisor de la alianza obrero-campesina, y en una corriente si cabe más peligrosa para los países agrarios de escaso número de proletarios.

«La original teoría de Trotski copia de los bolcheviques el llamamiento al proletariado a una lucha revolucionaria resuelta y a la conquista del poder político, y de los mencheviques, la «negación» del papel del campesinado. (...) ¡Trotski ayuda en la práctica a los políticos obreros liberales de Rusia quienes entienden por «negación» del papel del campesinado una negativa a incorporar a los campesinos a la revolución!». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Sobre las dos líneas en la revolución, 1915)

Negación del derecho de autodeterminación

El trotskismo eludió durante mucho tiempo la cuestión nacional. Con bonitas palabras decía estar a favor, pero en la práctica todos sus actos demostraban lo contrario, presentando a Trotski como un socialchovinista. 

«Trotsky y Mártov. De palabra, ambos están a favor de la autodeterminación, como Kautsky. ¿Y de hecho? (…) Nos muestra su eclecticismo habitual: de una parte, la economía fusiona las naciones; de otra, la opresión nacional las desune. ¿Conclusión? La conclusión consiste en que la hipocresía reinante sigue sin ser desenmascarada, la agitación resulta exánime, no aborda lo principal, lo cardinal, lo esencial, lo cercano a la práctica: la actitud ante la nación oprimida por «mi» nación». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Balance de la discusión sobre la autodeterminación, 1916)

«¿Y Trotski? Está en cuerpo y alma en pro de la autodeterminación, pero también en sus labios ésta es una frase vacía, puesto que no exige la libertad de separación para las naciones oprimidas por «la patria» de ese socialista nacional; ¡calla sobre la hipocresía de Kautsky y los kautskianos!». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Acerca del «programa de paz», 1916)

Espontaneísmo y pragmatismo contrarrevolucionario

El espontaneísmo y el pragmatismo –inherentes a su carácter vacilante pequeño burgués de sus jefes– los lleva a grandes acrobacias políticas que se traducen en coincidir en posiciones peregrinas y contraer alianzas inservibles para la causa –incluso con el ala más reaccionaria del tablero–, supuestamente en pro de un presunto bien inmediato o futuro. Lo que convierte al trotskismo gran parte de las veces en reserva de la contrarrevolución, haciendo de la intriga un arte contra el bloque progresista del país.

«Mientras no seamos capaces de reempazarlo [el gobierno de frente popular], estaremos luchando bajo su mando. Pero expresaremos nuestra desconfianza en él en cada oportunidad que tengamos; es nuestra única posibilidad de movilizar a las masas contra el gobierno y preparar su caída. Cualquier otra política sería una traición a la revolución». (León Trotski; Respuesta a Schatman, 18 de septiembre de 1937)

A su vez, el llamado programa de transición de la IV Internacional mantenía unas llamativas ilusiones economistas, donde, por ejemplo, aludiendo al derecho que tienen los obreros por ser productores, se creía que los capitalistas entenderán este «derecho» y permitirán libremente acceder a los obreros a los libros de cuentas de la empresa y explicar a todos los trabajadores de la nación el despilfarro generalizado que existe en sus empresas. Una fórmula cuanto menos ilusa.

«Los obreros no tienen menos derechos que los capitalistas a conocer los «secretos» de la empresa, de los trusts, de las ramas de las industrias, de toda la economía nacional en su conjunto. Los bancos, la industria pesada y los transportes centralizados deben ser los primeros sometidos a observación. Los primeros objetivos del control obrero consisten en aclarar cuales son las ganancias y gastos de la sociedad, empezando por la empresa aislada, determinar la verdadera parte del capitalismo aislado y de los capitalistas en conjunto en la renta nacional, desenmascarar las combinaciones de pasillo y las estafas de los bancos y de los trusts; revelar, en fin, ante la sociedad el derroche espantoso de trabajo humano que resulta de la anarquía del capitalismo y de la exclusiva persecución de la ganancia». (León Trotski; El programa de transición; La agonía del capitalismo y las tareas de la IV Internacional, 1938)

Teorías metafísicas sobre el carácter de clase de los Estados

El trotskismo fue creador de la teoría de que puede existir un Estado proletario, de economía socialista pero con la dirección política antimarxista que no produciría un cambio súbito en la base económica. Esto era una teoría necia que influiría notablemente en los análisis idealistas de otros revisionismos. Lo que convierte al trotskista en un creador de teorías ilusorias sobre el carácter del Estado. 

«De nuestro análisis se desprenden algunas conclu­siones que especificamos brevemente:

1. El Termidor de la Gran Revolución Rusa no es una perspectiva futura; ya se dio. Los termidorianos pueden celebrar aproximadamente el décimo aniver­sario de su victoria.

2. El actual régimen político de la URSS es el del bonapartismo «soviético» –o antisoviético, mucho más similar al Imperio que al Consulado.

3. Por sus fundamentos sociales y sus tendencias económicas la URSS sigue siendo un estado obrero.

4. La contradicción entre el régimen político bona­partista y las exigencias del desarrollo socialista constituye la razón más importante de la crisis interna y un peligro directo para la existencia misma de la URSS como estado obrero». (León Trotski; El estado obrero, termidor y bonapartismo, 1935)

«Supongamos que el mecánico tiene que reconstruir ese objeto que ha denominado «vete-a-saber-qué-es-esto». En ese caso, tendrá que empezar por reconocer que lo que tiene delante es un coche estropeado. Determinará qué partes están todavía bien y cuáles es preciso reparar, para decidir por dónde empezar el trabajo. El trabajador con conciencia de clase debe adoptar una actitud similar hacia la URSS. Tiene perfecto derecho a decir que los gangsters de la burocracia han transformado el estado obrero en un «vete-a-saber-lo-que-es». Pero en cuanto supera la primera reacción y se enfrenta políticamente con el problema, se ve obligado a reconocer que tiene ante sí un estado obrero estropeado, con el motor de la economía gripado, pero que todavía anda y que puede arreglarse sólo con cambiar algunas piezas. Claro que esto es sólo una analogía. Pero no la peor que se puede hacer». (León Trotski; Una y otra vez sobre la naturaleza de la URSS, 1939)

La realidad del siglo XX ha demostrado que no puede existir un país de relaciones de producción socialistas bajo una dirección antimarxista durante un periodo prolongado, la restauración del capitalismo se vuelve inminente. El trotskismo no sabe diferenciar, por tanto, países capitalistas de socialistas.

Históricamente el trotskismo nunca ha sido capaz de concluir un análisis de clase sólido sobre el carácter del Estado y las relaciones de producción existentes en los diversos gobiernos. Cae con suma facilidad en el subjetivismo por cuestiones sentimentales de filias y fobias. En muchos casos, el trotskista contemporáneo se convierte en un optimista respecto al carácter del régimen burgués de turno. Detecta en él ciertas cualidades progresistas por lo que pregona el otorgarle un «apoyo crítico» e incluso anuncia la progresiva transformación de su carácter de clase. En el caso de los regímenes revisionistas este falso análisis es algo escandaloso que se vuelve recurrente, siendo el trotskista uno de los principales valedores de una de las tantas variantes de dominación que tiene la burguesía para dominar a las clases trabajadoras, el revisionismo –que no es sino un pseudomarxismo; una aparente política comunista en la forma pero realmente capitalista de contenido práctico; y que, no nos olvidemos, deriva siempre en la conciliación y el ahondamiento de las diferencias de clase–.

Pronósticos fallidos

«Todos saben que Trotski es afecto a las frases sonoras y vacuas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Ruptura de la unidad encubierta con clamores sobre la unidad, 1914)

El trotskismo, por su tronco filosófico basado en el subjetivismo idealista, se convierte fácilmente en un promotor de teorías fantásticas que nunca suceden, cataclismos revolucionarios y sucesos proféticos que nunca se llegan a concretar. El trotskista, es por definición, un charlatán que entretiene al público con grandes pronósticos, pero las más de las veces no puede ver comprobado en la práctica sus sorprendentes pronósticos.

«¿Se puede esperar que la URSS saldrá sin derrota de la próxima guerra? Respondamos claramente a una pregunta planteada con toda claridad: si la guerra no fuera más que una guerra, la derrota de la URSS sería inevitable. Desde el punto de vista de la técnica, de la economía y del arte militar, el imperialismo es infinitamente más poderoso que la URSS y, si no es paralizado por la revolución en Occidente, arrastrará al régimen nacido de la Revolución de Octubre». (León Trotski; La revolución traicionada, 1936)

«Si esta guerra provoca, como creemos firmemente, una revolución proletaria, se producirá la ruptura de la burocracia de la URSS y la regeneración de la democracia soviética sobre bases económicas y culturales más firmes que en 1918». (León Trotski; La URSS en guerra, 1939)

Confraternización con los ejércitos fascistas

Si se piensa es algo más risible si tenemos en cuenta que el trotskismo como partido es inútil, ya que antes que convencer a los elementos externos, siempre tiene el problema de convencerse así mismo y tener una opinión clara sobre el tema, ya que como organismo político nada en un mar de fracciones y opiniones ideológicas diversas. Ttrotski llegó a recomendar incluso una oposición pacífica y de confraternización con los ejércitos hitlerianos. Siendo más ilusa ya que no se trata ya de un ejército nacional burgués, sino con uno extranjero y conquistador:

«Los soldados de Hitler son los obreros y campesinos alemanes. (...) Los ejércitos de ocupación deberán vivir codo a codo con los puestos conquistados; deberán observar el empobrecimiento y desesperación de las masas trabajadoras, sus intentos de resistencia y protesta, al principio sordas y luego cada vez más francas y arriesgadas. Por otra parte, la casta burocrática y militar alemana, después de una serie de victorias y pillajes por Europa, se elevará aun más por sobre el pueblo, hará cada vez mayor ostentación de su poderío y privilegios y se corromperá como toda casta de advenedizos. Los soldados alemanes, es decir, los obreros y campesinos, en la mayoría de los casos sentirán mucho más simpatía por los pueblos conquistados que por su propia casta gobernante. La necesidad de actuar como «pacificadores» y opresores desintegrará rápidamente a los ejércitos de ocupación, contagiándoles el espíritu revolucionario». (León Trotsky; Sobre el futuro de los ejércitos de Hitler, 1940)

Como se ve, ignoraba la presión cultural irradiada desde la superestructura del Estado nazi entre la ciudadanía en su forma de pensar y actuar –superioridad racial, militarismo, chovinismo, patriarcado, idealismo filosófico, vistas a colonizar o exterminar directamente a otros pueblos–; algo que tiene todavía más delito ya que hablamos en este caso concreto del ejército nazi donde los soldados recibían un todavía mayor embrutecimiento. Pero según el idealismo de Trotsky, el ejército nazi una vez asesinado a miles de personas en el campo de batalla y durante la represión que ejercían durante la ocupación, los soldados de origen humilde llegarían a la epifanía debido a las «protestas» de los trabajadores indígenas y por el aumento de los «privilegios» de la casta militar alemana que «tienen más que común con los trabajadores soviéticos que son la casta de sus gobernantes», absurdo cuanto menos pronunciar esto sobre todo en el momento de auge militar del nazismo en toda Europa. Esto obviamente esto no sucedió. Casualmente los «stalinistas» fueron los que por toda Europa contestaron al ejército hitleriano con las armas en la mano, lo que también con una gran tarea de propaganda y desmoralización –ambas dirigidas por el partido–,  lo que victoria tras victoria de la resistencia antifascista se traduciría en lograr la deserción de los elementos progresistas, cosa que de otro modo es imposible. Véase el caso de los comunistas italianos entre las filas del ejercito fascista italiano. Por tanto la historia ha demostrado la derrota práctica del trotskismo también en sus tácticas respecto al ejército burgués.

El trotskismo y su liberalismo en el arte

Trotsky fue uno de aquellos que dudaba, con su característico derrotismo, de que el proletariado tuviese o fuese capaz de crear su cultura. Es más, él creía que no existía la cultura proletaria, y abogaba que tras la toma de poder, habría un humanismo cultural. 

«Cuando queremos denunciar las concepciones demasiado optimistas sobre el paso al socialismo, subrayamos que el período de la revolución social, a escala mundial, no durará meses, sino años y decenas de años; decenas de años, pero no siglos y mucho menos milenios. ¿Puede el proletariado, en este lapso de tiempo, crear una cultura nueva? Las dudas son tanto más legítimas cuanto que los años de revolución social serán años de una cruel lucha de clases, donde las destrucciones ocuparán más lugar que una nueva actividad constructora. (...) En cualquier caso, la energía del proletariado se gastará principalmente en conquistar el poder, en mantenerlo, en fortificarlo y en utilizarlo para las necesidades más urgentes de la existencia y de la lucha ulterior. Ahora bien, durante este período revolucionario, que encierra en límites tan estrechos la posibilidad de una edificación cultural planificada, el proletariado alcanzará su tensión más alta y la manifestación más completa de su carácter de clase. Y a la inversa, cuanto más seguro esté el nuevo régimen frente a las perturbaciones militares y políticas, y cuando más favorables se vuelvan las condiciones de la creación cultural, tanto más se disolverá entonces el proletariado en la comunidad socialista, y se liberará de sus características de clase, es decir, dejará de ser el proletariado. En otros términos, durante el período de dictadura, no puede existir el problema de la creación de una cultura nueva, es decir, de la edificación histórica en el sentido más amplio; por contra, la edificación cultural no tendrá precedente en la historia cuando el puño de hierro de la dictadura no sea ya necesario, cuando no tenga carácter de clase. De ahí hay que concluir por regla general que no sólo no hay cultura proletaria, sino que no la habrá; y a decir verdad no hay motivo para lamentarlo: el proletariado ha tomado el poder precisamente para terminar de una vez por todas con la cultura de clase y para abrir la vía a una cultura humana. Parece que olvidamos esto con demasiada frecuencia». (León Trotsky; Literatura y revolución, 1924)

Como se decía en el Partido Bolchevique, estas eran las clásicas ideas pesimistas del trotskismo trasladadas al campo cultural:

«Trotski niega la posibilidad de una cultura y un arte proletarios so pretexto de que nos dirigimos hacia una sociedad sin clases. Pero es en base a lo mismo que el menchevismo niega la posibilidad de la dictadura proletaria, del estado proletario, etc. Las ideas de Trotski y de Voronski citadas arriba son «el trotskismo aplicado a temas ideológicos y artísticos». Aquí, la fraseología «de izquierdas» sobre un arte por encima de las clases sirve de disfraz, sirve para limitar las tareas culturales del proletariado. (...) Ese éxito significativo de la literatura proletaria se ha hecho posible gracias al progreso político y económico de las masas laboriosas de la Unión Soviética». (Resolución de la primera conferencia plenaria de escritores proletarios, 1925)

Tiempo después de pasó a la teoría de que no existía patrón a seguir en el arte, y que las vanguardias del mundo burgués. El trotskismo, como variante del menchevismo, aprovechando su cruzada contra el «stalinismo», abogó por la liberalización del arte en el «Manifiesto por un arte revolucionario independiente» de 1938, firmado por el surrealista André Bretón y el cubista Diego Rivera. Otra representante de esta estirpe ha sido Frida Kahlo, con sus autoretratos y obras surrealistas. Ella es otro ejemplo de arte que ha sido glorificado por el coro de intelectuales burgueses como un arte «rebelde» y «transgresor».

¿No es el trotskismo una variante de las infinitas revisiones oportunistas del marxismo?

La no comprensión del carácter del trotskismo lleva a calificarlo como una corriente externa al revisionismo –corriente que revisa los principios del marxismo-leninismo cuando dice representarlo–, cuando si se repasa su historia, el trotskismo no pasa de ser una variante del menchevismo más el oportunismo teórico-práctico de Lev Trotski. Si a esto agregamos que el menchevismo no es sino una variante rusa de la socialdemocracia europea, es decir, de los conceptos reformistas de Bernstein o Kautsky que rompen y revisan el marxismo, llegamos a la inevitable conclusión de que el trotskismo es revisionismo.

Esta confusión ha sido vista incluso en los discursos y escritos de varios autores marxista-leninistas de reconocido renombre, que ora si ora no, incluían y hablan del trotskismo como una corriente separada del revisionismo, como podría decirse de expresiones como el anarquismo, el liberalismo, el neoliberalismo, el fascismo o el socialismo utópico premarxista.

Combatir al revisionismo desde otros revisionismo nunca ha sido buena idea

También, la falta de formación ideológica les hace sumarse y publicitar como ejemplo de lucha antitrotskista a cualquier autor crítico del trotskismo –incluyendo la crítica de autores de otras corrientes revisionistas–, sin valorar si dicho tercero emite la crítica desde una visión marxista-leninista o no, algunos lo hacen por desconocimiento, otros bajo la máxima de «el enemigo de mi enemigo es mi amigo», pero la mayoría por deficiente formación político-ideológica. De ahí que se les vea el compartir críticas de autores anarquistas, maoístas, jruschovistas, sin ni siquiera realizar siquiera un comentario aclaratorio sobre los límites de dicha crítica.

¿Puede concentrarse la lucha contra el oportunismo en la única exposición del trotskismo?

Para algunos otros, la lucha contra el trotskismo presupone –lo reconozcan o no– la única lucha ideológica lícita contra el revisionismo –como demuestra su praxis–, suelen ignorar e incluso condenar la lucha de los marxista-leninistas contra el resto de corrientes revisionistas que no sea estrictamente esa. Y, de hecho, se llega a la contradicción extrema de criticar al trotskismo, sus tesis, autores y movimientos, cuando a la vez apoyan a corrientes, figuras y regímenes enormemente influenciados por el trotskismo.

¿Dónde tiene el trotskismo actual su nicho?

De ahí que por ejemplo que veamos a los hooligans del revisionismo cubano hablar contra el trotskismo sin saber remotamente sus fundamentos, pero aun así calificando las opiniones y posiciones de los verdaderos marxista-leninistas como «análisis trotskistas», cuando lo cierto es que el único trotskismo que se estimula es el de «su» régimen castrista, el cual es conocido por recibir y publicitar a autores trotskistas como Eduardo Galeano, Santiago Alba Rico, Marta Harnecker, Atilio Borón, Néstor Kohan, Ignacio Ramonet o Celia Hart; llegando al extremo de financiar directamente al trotskismo y sus representantes como hace la editorial Ciencias Políticas, que publica libros de análisis trotskistas con introducciones de Alan Woods, entrevistas en Granma, así como charlas a través de instituciones como el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP). 

Para nuestros amigos revisionistas esto quizás sea una sorpresa, pero para los que estamos informados esto ya no nos resulta extraño, ya que han existido reconocidos trotskistas dentro del gobierno cubano y sus instituciones, como fue el caso del ex Ministro de Cultura cubano Abiel Prieto [1] o el caso de Frank García Hernández, Investigador del Instituto Cubano de Investigación Cultural. 

En Nicaragua tenemos como paradigma al señor Daniel Ortega o al también infame Carlos Fonseca Terán, que reivindican sin sonrojo a Trotski, Bujarin o Tito en varias de sus obras conocidas [2]. Lo mismo cabe decir de Venezuela y el populismo chavista [3]. En todos estos países el trotskismo no solo es saludado sino que su propaganda es difundida ampliamente con apoyo gubernamental. Es más, salvando las distancias con países como Argentina donde la influencia del trotskismo siempre ha sido notable por sus organizaciones, se puede concluir que el trotskismo no recibe tal apoyo propagandístico y mucho menos de gobierno en ninguna otra parte.

Ha habido un claro esfuerzo por ganarse el favor de la «izquierda» domesticada de Europa y Latinoamérica, esa intelectualidad aburguesada y mercenaria que cambia de referentes según sople el viento pero que sin duda tiene cierta influencia en lugares como las universidades. Ahora... nadie puede pensar que esto ha sido algo altruista, sino una operación premeditada de los gobiernos latinoamericanos. Hemos visto como los Juan Carlos Monedero, Iñigo Errejón o Pablo Iglesias han disfrutado sido asesores de gobierno, han colaborado en diversos «estudios para la región» cobrando notorias sumas de las arcas públicas de dichos países, un nepotismo tan legal como moralmente repudiable. A cambio se comprometieron desde sus medios de comunicación y círculos de influencia a colaborar en el blanqueamiento de estos «gobierno del cambio», algo que se ha hecho sistemáticamente desde los «grandes medios» y los «medios alternativos».

Los servicios prestados del castrismo hacia el trotskismo han sido bien recompensados. Pondremos solo un ejemplo palpable... en España, si miramos al grupo trotskista por antonomasia de hoy, Izquierda Anticapitalista, defiende como todos los grupos antitrotskistas de Europa la «dinámica antiimperialista, y el carácter nacional, popular, socialista de la revolución de 1959» (sic), otros grupos trotskistas incluso han hablado de «socialismo», lo que indica una vez más que las difusas y oportunistas acepciones del castrismo sobre lo que es una «revolución», «socialismo», «pueblo» o «antiimperialismo» son similares al trotskismo. 

En este mismo país, varios de los grupos que se dicen antitrotskistas, tienen una visión similar sobre Cuba... desde el todavía eurocomunista PCE [4], su escisión brezhnevista: el PCOE [5], otra vieja escisión brezhnevista del PCE: el PCPE [5], la escisión del PCPE: RC [6], la maoísta IC [7], sin olvidar el castrismo-guevarismo del refundado PCE (m-l) [8], que salvo el nombre no tiene nada que ver con el antiguo, algunos incluso hacen actos específicos en defensa de Cuba. No sin razón, algunos de estos grupos defienden pensamientos trotskistas oportunistas como la idea de que puede existir un Estado políticamente proletario bajo una economía socialista bajo una dirección capitaneada por revisionistas en el partido dirigente.

Como se ve una vez más, el revisionismo se ahoga en su mar de contradicciones.

¿Es el trotskismo el guardían del marxismo?

En resumen, todo movimiento político puede caer en el uso excesivo de los argumentos de autoridad trayendo a colación «citas» de sus referentes o recordando qué acción tomaron en su momento. Pero mientras en unos casos responden a formulaciones premeditadas de arribistas y pragmáticos, quienes recurren a cualquier cita para justificar una política personal carente de sentido, en otras, el sujeto que incurre en ello ni siquiera es consciente de que su acción no corresponde con la realidad, es decir, cita creyendo que la verdad y el contenido de la cita van en consonancia. Esto no es volver al «el hombre que se equivoca es porque es ignorante», sino que en este curioso caso la persona cree ser lo suficientemente sabia como para discernir las cosas, aunque resulte luego que sus cálculos no son tales. Lo único que importa, pues, es ver si ese recordatorio teórico sobre los fundamentos doctrinales o esa decisión histórica en un contexto concreto tiene que ver con lo que se está hablando en el presente o no. Un ejemplo extremo del cinismo ha sido el trotskismo, que acusó al stalinismo de «sofistería» y «escolasticismo» por utilizar «un par de frases de Lenin» en contra de la noción trotskista de la «revolución permanente»:

«De toda la rica literatura marxista, del tesoro de los trabajos de Lenin… (…) No se presenta, en todo y por todo, para defender la teoría del socialismo nacional que nació a fines 1924 o a principios de 1925, de las necesidades de la lucha contra el llamado trotskismo, más que dos citas de Lenin, una del artículo sobre los Estados Unidos de Europa, escrito en 1915, otra de su obra póstuma, inacabada, sobre la cooperación, escrita en 1923. Se deja simplemente de lado todo lo que contradice esas dos citas de algunas líneas, todo el marxismo y todo el leninismo. En la base de una nueva teoría, puramente revisionista, que provoca consecuencias políticas cuya trascendencia no puede entreverse todavía, se ponen esas dos citas, artificialmente aisladas del contexto, interpretadas por los epígonos de una manera groseramente errónea. Así, pues, se trata de injertar en el tronco marxista, recurriendo a métodos escolásticos y sofísticos, una rama de una especie muy distinta, y si este injerto resulta, infectará y matará a todo el árbol. (León Trotski; La tercera Internacional después de Lenin, 1929)

Esta cita es recogida por Manuel Salgado en su obra «Clase o pueblo» (2017) porque él coincide en que el «stalinismo» practicó un «citismo arbitrario». En cuanto a lo de la posibilidad de la construcción del «socialismo en un solo país», el trotskismo latinoamericano está de acuerdo en que esta idea se sustentó a base de «un par de citas» de Lenin sacadas de contexto, aunque no explican nunca cuál es esa «manipulación fuera de lugar». Pero no, la teoría del «socialismo en un solo país» se basó no solo en los esbozos y perspectivas de Lenin, sino que confirmó su justeza con los méritos y avances de la URSS, los cuales fueron tales que gran parte de la «oposición de izquierda» y el propio Trotski se vieron obligado a reconocer y rectificar en multitud de obras, y para esto ni siquiera necesitamos valernos de autores cercanos a nosotros, pues hay todo tipo de autores que se han encargados de recordar esta verdad histórica como jruschovistas, maoístas y otros; véase la obra de Harpar Brar «Trotskismo o Leninismo» (1993) o la obra de Vincent Gouysse: «Trotskismo o marxismo-leninismo» de 2008. ¿Pero cuáles han sido los resultados de la aplicación del trotskismo en cualquiera de sus variantes? Curiosamente, el trotskismo, adalid del «internacionalismo» y la «independencia de clase del proletariado» no solo no cosechó ninguna toma de poder a través de sus formaciones, sino que se dedicó a formular la «teoría del doble poder», a apostarlo todo y anquilosarse en practicar el «entrismo» en los partidos socialdemócratas o en promover tácticas derrotistas en favor del fascismo; mientras tanto, el stalinismo, pese a sus fallos e incluso concesiones –que nosotros no tenemos problemas en reconocer y condenar–, logró producir todo tipo de luchas antiimperialistas y socialistas. Esa es la «pequeña» diferencia. Véase el capítulo: «La responsabilidad del Partido Comunista de Argentina en el ascenso del peronismo» de 2021.

En verdad, en lo relativo a Lenin se pueden recopilar páginas y tomos enteros de palabras de este contra Trotski antes y después de 1917, por lo que huelga comentar todo esto que visto hoy se torna ridículo. Insistimos, ¿qué pasó con la perspectiva trotskista de la revolución la cual se producirá en varios países a la vez? ¿Y los pronósticos continuos de Trotsky de que se avecinaba una crisis insalvable para los países capitalistas? ¿Acaso se dio en España el acuerdo entre el «frente popular» stalinista y el «bando nacional» de los fascistas que para él eran bandos igualmente reaccionarios? ¿Y qué decir del famoso augurio sobre el inevitable colapso del «stalinismo» en caso de guerra con el histerismo? Lo cierto es que este ucraniano charlatán no acertó ni una sola de sus profecías, sus teorías no tienen demostración empírica alguna, muy por el contrario, contradicen toda realidad material, son, en el mejor de los casos, cuasi aproximaciones, confusiones o deseos subjetivistas de sus autores. Por ende, si el señor Salgado quiere entender los desatinos del «pablo-mandelismo» no solo debe leer a estos discípulos de Trotski, sino que también deberá repasar el método de investigación de su maestro y reconocer la clara tendencia hacía la especulación gratuita.

¿Es el trotskismo argentino modelo a seguir?

Tanto los errores izquierdistas como derechistas de los partidos comunistas fueron el caldo de cultivo perfecto para que el trotskismo asomara la cabeza, aunque sin mucho éxito durante principios del siglo XX.

¿Qué ocurrió tras con el giro oportunista en los diversos partidos comunistas del mundo? Que sus desviaciones daban oxígeno al trotskismo, y de no corregirse, así seguiría ocurriendo:

«Debido a todos estos errores, no incurrimos en una debida autocrítica, y lo que es más peligroso, en muchos casos hemos persistido y aún seguimos persistiendo en estos errores, presentándolos como una línea que parecía ser correcta. (…) Confirmamos que la oficina sudamericana ha sido formada inicialmente a partir de los líderes más responsables de los líderes sudamericanos, y en particular, de los líderes de Argentina. (…) Los conceptos erróneos existentes en nuestros partidos, nuestra falta de preparación teórica, nuestra debilidad organizativa, nuestros errores del pasado, nuestra falta de autocrítica y falta de vigilancia. (…) Esta ausencia de autocrítica proporciona a los elementos oportunistas plena oportunidad para todo tipo de especulaciones, y desarma nuestras filas contra el trotskismo». (Internacional Comunista; Conclusiones de la discusión de la Internacional Comunista y los partidos sudamericanos, 1938)

¿Qué consecuencias tuvo esto?

«Ha sido la desviación de derecha de hacer de la burguesía nacional la fuerza motriz de la revolución nacional que ha dado las mejores armas al bando trotskista para sus éxitos primeros. De la misma forma, el lenguaje actual, poco clasista, muy influenciado del nacionalismo burgués reformista, del populismo tan común en nuestros países; lenguaje que es en general el de todos los diarios populares de masa e inclusive de algunos materiales internos de nuestros Partidos, puede dar armas a las provocaciones trotskistas. Debilidad teórica marxista leninista stalinista de nuestros cuadros. Este es el motivo principal y la causa de todos los anteriores motivos que presenté». (Internacional Comunista; Datos sobre el trotskismo en América Latina, 1940)

¡¿Y no se ha demostrado esto como algo cierto en países como Argentina bajo dirección de Víctor Codovilla y sucesores?! ¿Hay acaso alguien que lo dude? Estas mismas políticas que vienen a aplaudir el liberalismo ideológico han sido las responsables de que los presuntos «partidos marxista-leninistas» fueran posibilitado el florecimiento del trotskismo hasta convertir a Argentina en su bastión de confianza en América Latina. ¿No ha acabado el propio Partido Comunista de Argentina (PCA) tomado completamente por las ideas y formas organizativas trotskistas como Borón y Kohan? 

Ahora, una cosa también es clara, el trotskismo no puede presumir de nada, ni ayer ni hoy. A nivel internacional ni estaba ni se le esperaba durante el siglo XX. En su favor podríamos decir que el número de militantes no es tan importante como la justeza de la línea, pero esto tampoco les salvaría de lo que es su política. A nivel nacional, en Argentina, corrientes como el posadismo o el morenismo también relativizaban el carácter del peronismo y su potencial revolucionario, por lo que realizaron un entrismo sistemático tanto en sus organizaciones como en las de los partidos socialistas. Pero, adivinen, aunque esto jamás condujo a nada de valor siguió siendo el paradigma organizativo a emular. Como era de esperar, algunas ramas y organizaciones trotskistas se acabaron disolviendo dentro del propio peronismo, mientras otras, tras años de sumisión a la disciplina que este exigía, fueron expulsadas o se escindieron. Esto último le ocurrió al morenismo, el cual, poco después, participaría en la fundación del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) solo para acabar de nuevo escindidos de él, realizando otra vez el desesperado entrismo en múltiples organizaciones sin tener muy claro su propósito. Esta adhesión y adecuación externa cíclica para vivir en otro «organismo», más que las andanzas de un ente revolucionario, recuerdan a la vida y curso de un parásito. Pero esto no acaba aquí, sino que sus principales líderes acabaron pregonando tesis «antidogmáticas» como las siguientes:

«Nosotros creemos que la clase explotada a la vanguardia de la revolución latinoamericana cambia de país a país y de etapa a etapa. Hemos superado el esquema trotskista de que sólo el proletariado es la vanguardia de la revolución, pero no para caer en otro tan funesto como aquel. (...) Tomamos la realidad, incluida la relación de las clases explotadas, tal como se da. Lo mismo hacemos con los métodos revolucionarios y de lucha armada: adoptamos no uno solo, sino aquel que se adecua a la clase de vanguardia y a su experiencia. (...) Son sus dirigentes los líderes indiscutidos de la revolución cubana, Fidel Castro y el «Che» Guevara. Este es el único que ha hecho esfuerzos por trasladar al campo teórico, programático, las experiencias de esa nueva tendencia revolucionaria. Lo mismo ha intentado hacer con otro aspecto del quehacer revolucionario, la construcción de una economía socialista, al promover la discusión sobre la aplicación de la ley del valor en la economía cubana. No podemos menos que felicitarlo por ese magnífico ejemplo». (Nahuel Moderno; Dos métodos frente a la revolución latinoamericana, 1964)

La demencia de algunos de sus jefes fue tal que llegaron a aseverar que no solo existía vida en otros planetas, sino que esta era más avanzada, proponiendo un frente intergaláctico antiimperialista y anticapitalista:

«Adhiriéndose muy pronto a la IV Internacional fundada por Trotski en septiembre de 1938. Posadas, muy activo en las feroces luchas fraccionales y sectarias que agitaron el trotskismo de los años sesenta y setenta, acabó fundando (1962) su propia IV Internacional, a la que añadió sin ningún rubor el calificativo de «posadista». (...) Supongo que lo que más ha interesado a su autor han sido las extravagancias de la ideología posadista en su última fase, cuando el dirigente trotskista latinoamericano, fascinado por los presuntos «avistamientos» de ovnis, afirmó en su folleto –ojo al título– Los platillos volantes, el proceso de la materia y la energía, la ciencia, la lucha de clases y revolucionaria y el futuro socialista de la humanidad (1968) que los extraterrestres que nos visitaban, sin duda mucho más evolucionados tecnológica y políticamente que nosotros, podrían ser aliados en la lucha final por el comunismo. Porque, aseguraba, habría un «ajuste final de cuentas» entre el capitalismo y el socialismo que se resolvería en una «guerra atómica inevitable» en la que los imperialistas serían definitivamente derrotados y sobre cuyas ruinas florecería para siempre el socialismo. Por eso Posadas y los posadistas, cuya fe en la revolución era solo comparable a la de algunas sectas primitivas en la parusía o en el fin del mundo». (El País; El comunismo que traerán los ovnis, 3 de abril de 2020)

Si el trotskismo siempre se valió de la «teoría de las fuerzas productivas» para negar la posibilidad de la construcción del «socialismo en un solo país» –un reflejo de su pesimismo en la clase obrera–, ahora parecía que eso no era suficiente. El planeta Tierra necesitaba de la «revolución permanente» extraplanetaria, y claro, la conclusión lógica para estos trotskistas era nada más y nada menos… ¡que los alienígenas «exportasen la revolución»! 

Incluso las ramas críticas con el neoperonismo no dejan de reproducir que el trotskismo es una variante del menchevismo clásico. Esta es la razón por la que, en su enconado «humanismo revolucionario», siempre acaban trayéndonos las «recetas mágicas» del liberalismo ya refutadas por la historia:

«La consigna de la Asamblea Constituyente debe servir para ello, a partir de la ventaja que tiene de presentarse como una alternativa de conjunto». (Jorge Altamira; Más que nunca por una Asamblea Constituyente libre y soberana, 2000)

«Luchamos por un gobierno de los trabajadores y por terminar con esta sociedad de explotación capitalista, y en ese camino proponemos realizar una agitación de masas por una Asamblea Constituyente Libre y Soberana, electa en todo el territorio nacional que debata los grandes problemas nacionales sin ningún tipo de restricción. (...). Esta experiencia chocará con la resistencia del gran capital, su estado y agentes políticos, y permitirá crear formas de autoorganización de lxs explotadxs y oprimidxs y comprender la necesidad de la lucha revolucionaria por un gobierno de los trabajadores». (Izquierda Diario; Frente de Izquierda: propuesta del PTS al PO e IS ante la crisis nacional, 2018)

Haciendo a un lado por un momento el lenguaje inclusivo... el llamado Frente de la Izquierda trotskista no hace sino repetir las propuestas del posibilismo eurocomunista:

«–Incurre en la ilusión de creer que alguna vez la clase dominante en España respeta las normas del juego democrático. La experiencia demuestra la falsedad de esta ilusión ya que lo hacen sólo cuando les interesa.

–En segundo lugar, se basa en la deliberada ignorancia de que bajo el yugo de la oligarquía, aún con formas «democráticas» de poder, las clases oprimidas no tienen posibilidades de organización y de expresión ni remotamente comparables a las de la oligarquía y de la burguesía en general; que las clases populares sólo pueden acceder a los más amplios y mejores medios de organización y de expresión a través de la lucha contra sus opresores.

–En tercer lugar, que es «lucha» parece desconocer el hecho de que, bajo el yugo de la oligarquía, con no importa qué formas de poder, esa clase opresora y antinacional, puede controlar y amañar totalmente cualquier elección o referéndum, teniendo en sus manos el aparato estatal». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Esbozo de la historia el PCE (m-l), 1985)

No nos detendremos sobre esta cuestión porque este eslogan sobre la «Asamblea Nacional Constituyente» ha venido siendo el eslogan preferido de las agrupaciones reformista en el último siglo. Véase el capítulo: «La tendencia a centrar los esfuerzos en la canonizada Asamblea Constituyente como reflejo del legalismo burgués» de 2020.

Todo esto demuestra que a la hora de enfrentar al trotskismo ni siquiera tenemos que hablar de sus históricas conexiones turbias, sino de lo que el tiempo ha mostrado que es su filosofía y fisonomía reconocible. 

Su catadura podría resumirse en que:

«Por una parte la resurrección del trotskismo está conectada a la involucración, en el movimiento actual del día de hoy, de estratos «intermedios», de la pequeña burguesía urbana, como los pequeños comerciantes, trabajadores no manuales, intelectuales, estudiantes, etc. quienes traen consigo en el movimiento la vacilación típica de la pequeña burguesía. Precisamente estas vacilaciones, esta inestabilidad pequeño burguesa, tiene inclinaciones que van de un extremo a otro, desde el anarquismo y el aventurismo, a un desenfrenado oportunismo de extrema derecha y el derrotismo. (...) Desde el punto de vista filosófico, el actual trotskismo, al igual que el del pasado, se caracteriza por ser voluntarista, por un subjetivismo. (...) Los conceptos trotskistas también se caracterizan por el eclecticismo y el pragmatismo, la falta de principios estables, la confianza en conceptos totalmente opuestos, el paso de un extremo a otro, uniéndose con las más diversas tendencias en aras de una ventaja efímera, etc. (...) Las vacilaciones sin principios a la «izquierda» y la derecha, la unidad a veces con los oportunistas de extrema derecha y en otras ocasiones con los elementos extremistas y aventureros de «izquierda», son también un rasgo característico de los conceptos y actitudes de los trotskistas. Así, por ejemplo, por un lado, que persiguen la política así llamada del «entrismo», es decir, la fusión de los grupos trotskistas con otros partidos, entre ellos los partidos socialdemócratas de derecha, mientras que, por otro lado, tiende, furiosamente a atacar la política antifascista de los frentes populares, describiéndola como una «política oportunista de colaboración de clases». Por un lado, los trotskistas ponen por los cielos el uso de la violencia al azar, apoyan e incitan a los anarquistas y los movimientos de «izquierda» que carecen de perspectiva y de un programa revolucionario claro, trayendo una gran confusión y desilusión en el movimiento revolucionario, como las revueltas caóticas de los grupos armados o la guerra de guerrillas no basadas en un amplio movimiento de masas organizado. Así, abogan por el aventurismo político y el golpismo, mientras que también, por otro lado, recomiendan para el movimiento obrero unas «estrategias» y «tácticas» en la lucha por el socialismo que son idénticas a la línea reformista de los revisionistas de derecha. (...) Bajo el pretexto de «democracia» y «libertad de pensamiento», ellos se oponen en particular al principio de centralismo y unidad de pensamiento y acción, a la disciplina de hierro en el partido, que, cuando carece de esto último, es algo amorfo y desorganizado, un club de eternas discusiones incapaz de emprender cualquier tipo de acciones revolucionarias, mientras la democracia interna se transforma en un medio para desintegrar y liquidar el partido. El partido de tipo leninista fue descrito por Trotski en sus tiempos como un «régimen cuartelero», y las normas leninistas como burocráticas y dictatoriales. (...) Objetivamente, el trotskismo de nuestros días puede ser descrito como un organismo especial en el servicio de la burguesía para la división del movimiento obrero». (Agim Popa; El movimiento revolucionario actual y el trotskismo, 1972)

En la Argentina actual, tanto los herederos del PCA de Codovilla, como las mil tendencias del trotskismo que anidan en él, actúan como el furgón de cola de la burguesía nacional. Casi todos están agrupados hoy bajo la coalición el Frente de Todos, obviamente capitaneada por el neoperonismo –ayer con el kirchnerismo y hoy bajo el albertismo–. Todas estas organizaciones se dan el lujo de criticar la debilidad de los marxista-leninistas o de los intelectuales vendidos a la derecha más tradicional y conservadora. ¿De qué se pueden reír si ellos también son parte del compadreo con la patronal, si ellos también son parte del problema? A lo máximo que aspira hoy este neotrotskismo es a hegemonizar el movimiento feminista, el cual, mejor dicho, es ya indistinto del neoperonismo –que, aunque no es tan autoritario como el original, conserva su demagogia intacta–. El trotskismo solo puede soñar con seguir vegetando en los medios de comunicación del país, vivir del cuento en el parlamento y alcaldías como pata de apoyo del régimen, justo como sus homólogos trotskistas y posmodernos del otro lado del Atlántico: Unidas Podemos. Si para eso se tiene que aplaudir a los bonzos sindicales y obligar a sus miembros a ir a talleres de «desconstrucción de la masculinidad» en Buenos Aires para contentar al oficialismo, así se hará. ¡Qué importa! Si hoy algunos están tan alineados o son tan necios que hasta lo harán convencidos.

El cenit de esta demencia colectiva se ha visto en las publicaciones de Clarín, diario oficialista feminista, aunque, ante todo, peronista. El 20 de diciembre de 2020 –en mitad de una pandemia mundial–, este diario –sin atisbo de vergüenza– mostraba los resultados de la convocatoria y macrofiesta realizada para celebrar la nueva ley del aborto –insistimos, todo en un país con casi 2 millones de casos de COVID-19 y 50.000 fallecidos–. Parece ser que la imprudente marcha del 8 de marzo de 2020 en España y otros lugares no ha servido como escarmiento al feminismo internacional. No es momento de debatir ahora el contenido de la nueva ley ni de ninguna de las otras reformas introducidas por influjo del feminismo en Argentina en los últimos años –como la Ley de violencia de género de 2009, publicada como inspiración y reflejo de la ley española de 2004–. Simplemente queremos destacar que, entre el material audiovisual registrado, se podía apreciar un nulo respeto a las medidas sanitarias. ¿En qué se diferencian de los ultraconservadores argentinos o de los miembros de Vox que niegan el virus, saltándose las leyes de la lógica y poniendo en peligro a toda la población? Entre toda esta fauna de la convocatoria destacaron, sin duda, las feministas, las cuales aparecieron en escena para poner la nota alta del evento. ¿De qué forma llevaron la batuta del acto? Desnudas, drogadas y bailando a ritmo de electrónica como zombis. Cuan nos recuerda esto a la «profesionalidad», «disciplina» y «seriedad» que se respira en movimientos como Unidas Podemos, Bildu o la CUP. Y esto, el feminismo, ¡dicen que hoy es el verdadero movimiento «revolucionario» del cual todos, sin excepción, debemos aprender!

Hace ya muchos años que el PCA se ha convertido en escoria ecléctica a medio camino entre el castrismo-guevarismo, el juche de Corea del Norte y la «heterodoxia» de Néstor Kohan y toda la caterva de trotskistas latinoamericanos. 

«Atilio Borón: Lo primero que pude echar mano fue a la «Historia de la rusa» de dos tomos, y bueno, fue un descubrimiento fascinante. (...) En un marxismo argentino y latinoamericano es tan urgentemente empezar a debatir los grandes temas. (…) Es fundamental traer a Trotski al centro del debate. (…) Examinar lo que es su legado hoy, que para mí es valiosísimo. (…) Lamentablemente fue derrotado en esa batalla con Stalin, eso fue una tragedia para el futuro del socialismo». (Contraimagen; Trotsky en nuestro tiempo, 2018)

El PCA, haciendo honor a su maestro Codovilla, demuestra como ya decíamos que no ha superado esa tendencia de ir detrás del peronismo, vendiendo su escasa fuerza política, prestándose a jurar vasallaje hacia un señor de más alta alcurnia que le proteja de grandes peligros:

«Que quede claro: el liderazgo de Cristina no está en discusión. (...) Será necesario crear una suerte de Frente Amplio, como el uruguayo; o un movimiento tan plural y heterogéneo como lo fuera el 26 de Julio en Cuba. Y el liderazgo deberá enriquecerse del diálogo, la discusión, el debate de ideas. Ya no hay lugares privilegiados de conducción porque todos, absolutamente todos, hemos sido derrotados». (Atilio Borón; Macrismo recargado, y las tareas que nos esperan, 2020)

Aunque hace décadas que el peronismo se ha mostrado como un fraude y abiertamente represor de las fuerzas revolucionas, Borón, para convencernos de apoyar la presidencia del próximo estafador peronista nos llamaba a reflexión:

«Todos de convicciones muy de izquierda y creen que no hay que embarrarse las manos como se las embarró Trotsky cuando apoyó al gobierno de Lázaro Cárdenas en México; no siendo un gobierno marxista leninista revolucionario, pero sí un gobierno que se enfrentaba al imperialismo». (La raza cómica; Entrevista a Atilio Borón, 16 de agosto de 2019)

¡Por supuesto! Para Trotski apoyar a Cárdenas era lícito, ya que le resguardaba en el exilio mexicano para desarrollar sus tejemanejes sin problemas. Ahora, «embarrarse» para apoyar el gobierno antifascista del Frente Popular de España, acosado por las potencias fascistas y la reacción española que habían provocado una guerra contrarrevolucionaria, era motivo de «traición». ¡Qué bella la dialéctica erística trotskista!». (Equipo de Bitácora (M-L); Sobre trotskismo y el falso antitrotskismo, 2017)

Anotaciones de Bitácora (M-L):

[1] Crítica a la entrevista de Abiel Prieto, ex ministro de cultura de Cuba; Equipo de Bitácora (M-L), 2013

[2] El eclecticismo de su pensamiento; Equipo de Bitácora (M-L), 2013

[3] El eclecticismo de su pensamiento; Equipo de Bitácora (M-L), 2013


[4] La antigua lucha sin cuartel contra el revisionismo internacional no tiene nada que ver con el actual PCE (m-l); Equipo de Bitácora (M-L), 2020

[5] «Dime con quién te juntas y te diré quién eres»; Equipo de Bitácora (M-L), 2017

[6] 
Antología sobre Reconstrucción Comunista y su podredumbre oportunista; Equipo de Bitácora (M-L), 2017

[7] ¿No se ha aprendido nada del desastre de las alianzas oportunistas y de los intentos de fusionarse con otros revisionistas?; Equipo de Bitácora (M-L), 2020


[8] La antigua lucha sin cuartel contra el revisionismo internacional no tiene nada que ver con el actual PCE (m-l); Equipo de Bitácora (M-L), 2020

2 comentarios:

  1. No había podido leer esta entrada del blog hasta ahora. Me parece excelente, aclaratoria en lo ideológico-político y una llamada de atención siempre necesaria. Agradecido.

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  2. Un detalle que siempre me dio gracia es el hecho de que, aquellos que se hacen llamar anti-trostskistas, marxistas-leninistas, justifican el atraso cubano a la caída de la URSS, el bloqueo de los EEUU y la falta de recursos de la isla.

    Cuando esto lo único que hace es legitimar el trotskismo, de que un país socialista no puede sobrevivir sin el apoyo de una potencia extranjera. Y ni mencionemos que niegan la necesaria industrialización para la edificación del socialismo.

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«¡Pedimos que se evite el insulto y el subjetivismo!»