martes, 31 de enero de 2017

La crítica de Marx a la concepción de que «El trabajo es la fuente de toda riqueza y de toda cultura»


«1. «El trabajo es la fuente de toda riqueza y de toda cultura, y como el trabajo útil sólo es posible dentro de la sociedad y a través de ella, el fruto íntegro del trabajo pertenece por igual derecho a todos los miembros de la sociedad».

Primera parte del párrafo: «El trabajo es la fuente de toda riqueza y de toda cultura».

El trabajo no es la fuente de toda riqueza. La naturaleza es la fuente de los valores de uso –¡que son los que verdaderamente integran la riqueza material!–, ni más ni menos que el trabajo, que no es más que la manifestación de una fuerza natural, de la fuerza de trabajo del hombre. Esa frase se encuentra en todos los silabarios y sólo es cierta si se sobreentiende que el trabajo se efectúa con los correspondientes objetos y medios. Pero un programa socialista no debe permitir que tales tópicos burgueses silencien aquellas condiciones sin las cuales no tienen ningún sentido. En la medida en que el hombre se sitúa de antemano como propietario frente a la naturaleza, primera fuente de todos los medios y objetos de trabajo, y la trata como posesión suya, su trabajo se convierte en fuente de valores de uso, y, por tanto, en fuente de riqueza. Los burgueses tienen razones muy fundadas para atribuir al trabajo una fuerza creadora sobrenatural; pues precisamente del hecho de que el trabajo esta condicionado por la naturaleza se deduce que el hombre que no dispone de más propiedad que su fuerza de trabajo, tiene que ser, necesariamente, en todo estado social y de civilización, esclavo de otros hombres, quienes se han adueñado de las condiciones materiales de trabajo. Y no podrá trabajar, ni, por consiguiente, vivir, más que con su permiso.

Pero, dejemos la tesis, tal como está, o mejor dicho, tal como viene renqueando. ¿Que conclusión habría debido sacarse de ella? Evidentemente, ésta:

«Como el trabajo es la fuente de toda riqueza, nadie en la sociedad puede adquirir riqueza que no sea producto del trabajo. Si, por tanto, no trabaja él mismo, es que vive del trabajo ajeno y adquiere también su cultura a costa del trabajo de otros».

En vez de esto, se añade a la primera oración una segunda mediante la locución copulativa «y como», para deducir de ella, y no de la primera, la conclusión.

Segunda parte del párrafo: «El trabajo útil sólo es posible dentro de la sociedad y a través de ella».

Según la primera tesis, el trabajo era la fuente de toda riqueza y de toda cultura, es decir, que sin trabajo, no era posible tampoco la existencia de ninguna sociedad. Ahora, nos enteramos, por el contrario, de que sin sociedad no puede existir ningún trabajo «útil».

Del mismo modo hubiera podido decirse que sólo en la sociedad puede el trabajo inútil e incluso perjudicial a la comunidad convertirse en una rama industrial, que sólo dentro de la sociedad se puede vivir del ocio, etc., etc.; en una palabra, copiar aquí a todo Rousseau.

¿Y que es trabajo «útil»? No puede ser más que el trabajo que consigue el efecto útil propuesto. Un salvaje –y el hombre es un salvaje desde el momento en que deja de ser mono– que mata a un animal de una pedrada, que amontona frutos, etc., ejecuta un trabajo «útil».

Tercero. Conclusión: «Y como el trabajo útil sólo es posible dentro de la sociedad y a través de ella, el fruto íntegro del trabajo pertenece por igual derecho a todos los miembros de la sociedad».

¡Hermosa conclusión! Si el trabajo útil sólo es posible dentro de la sociedad y a través de ella, el fruto del trabajo pertenecerá a la sociedad, y el trabajador individual sólo percibirá la parte que no sea necesaria para sostener la «condición» del trabajo, que es la sociedad.

En realidad, esa tesis la han hecho valer en todos los tiempos los defensores de todo orden social existente. En primer lugar, vienen las pretensiones del gobierno y de todo lo que va pegado a el, pues el gobierno es el órgano de la sociedad para el mantenimiento del orden social; detrás de el, vienen las distintas clases de propiedad privada, con sus pretensiones respectivas, pues las distintas clases de propiedad privada son las bases de la sociedad, etc. Como vemos, a estas frases hueras se les puede dar las vueltas y los giros que se quiera.

La primera y la segunda parte del párrafo sólo guardarían una cierta relación razonable redactándolas así:

«El trabajo sólo es fuente de riqueza y de cultura como trabajo social», o, lo que es lo mismo, «dentro de la sociedad y a través de ella».

Esta tesis es, indiscutiblemente, exacta, pues aunque el trabajo del individuo aislado –presuponiendo sus condiciones materiales– también puede crear valores de uso, no puede crear ni riqueza ni cultura.

Pero, igualmente indiscutible es esta otra tesis:

«En la medida en que el trabajo se desarrolla socialmente, convirtiéndose así en fuente de riqueza y de cultura, se desarrollan también la pobreza y el desamparo del que trabaja, y la riqueza y la cultura del que no lo hace».

Esta es la ley de toda la historia hasta hoy. Así, pues, en vez de los tópicos acostumbrados sobre «el trabajo» y «la sociedad», lo que procedía era señalar concretamente como, en la actual sociedad capitalista, se dan ya, al fin, las condiciones materiales, etc., que permiten y obligan a los obreros a romper esa maldición social.

Pero de hecho, todo ese párrafo, que es falso lo mismo en cuanto a estilo que en cuanto a contenido, no tiene más finalidad que la de inscribir como consigna en lo alto de la bandera del Partido el tópico lassalleano del «fruto íntegro del trabajo». Volveré más adelante sobre esto del «fruto del trabajo», el «derecho igual», etc., ya que la misma cosa se repite luego en forma algo diferente». (Karl Marx; Crítica al Programa de Gotha, 1875)

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