martes, 17 de enero de 2017

Respuesta al camarada Aleksandr Ilich Notkin; Stalin, 1952


21 de abril de 1952
Stalin

Camarada Notkin:

No me he apresurado a contestarle, porque no considero urgentes las cuestiones planteadas por Ud. y con mayor motivo cuando hay otras cuestiones, de carácter urgente, que, como es lógico, me han tenido apartado de su carta.

Contesto por puntos.

Primer punto

En las «observaciones» figura la conocida tesis de que la sociedad no es impotente frente a las leyes de la ciencia y que el hombre, una vez ha llegado a conocer las leyes económicas, puede utilizarlas en interés de la sociedad. Ud. afirma que esta tesis no puede hacerse extensiva a otras formaciones sociales, que sólo puede regir en el socialismo y en el comunismo, y que el carácter espontáneo de los procesos económicos bajo el capitalismo, por ejemplo, no permite a la sociedad utilizar las leyes económicas en interés de la sociedad.

Eso no es cierto. En la época de la revolución burguesa, en Francia, por ejemplo, la burguesía empleó contra el feudalismo la conocida ley de la armonía obligatoria de las relaciones de producción con el carácter de las fuerzas productivas, dio al traste con las relaciones de producción feudales y creó unas relaciones de producción nuevas, las relaciones de producción burguesas, poniendo esas relaciones de producción en correspondencia con el carácter de las fuerzas productivas, que se habían desarrollado en las entrañas del régimen feudal. La burguesía no hizo eso porque tuviera dotes especiales, sino porque estaba vitalmente interesada en ello. Los feudales ofrecieron resistencia no porque fueran torpes, sino porque estaban vitalmente interesados en impedir la realización de esa ley.

Lo mismo debe decirse de la revolución socialista en nuestro país. La clase obrera utilizó la ley de la armonía obligatoria entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas, derrocó las relaciones de producción burguesas, creó unas relaciones de producción nuevas, las relaciones de producción socialista, y las puso en correspondencia con el carácter de las fuerzas productivas. La clase obrera pudo hacer eso no porque tuviese dotes especiales, sino porque estaba vitalmente interesada en ello. La burguesía, que había dejado de ser la fuerza progresiva que fuera en los albores de la revolución burguesa y se había convertido ya en una fuerza contrarrevolucionaria, se resistió por todos los medios a que esta ley fuese realizada, y no se resistió porque le faltase organización ni porque el carácter espontáneo de los procesos económicos la empujase a ello, sino, sobre todo, porque estaba vitalmente interesada en impedir la aplicación de esa ley.

Por consiguiente:

a) La utilización de los procesos económicos y de las leyes económicas en interés de la sociedad no sólo tiene lugar, en una u otra medida, en el socialismo y en el comunismo, sino también en las otras formaciones.

b) La utilización de las leyes económicas en la sociedad de clases tiene siempre y en todas partes un fondo de clase, con la particularidad de que el abanderado de la utilización de las leyes económicas en interés de la sociedad es siempre y en todas partes la clase avanzada, mientras que las clases llamadas a desaparecer se resisten a ello.

Aquí la diferencia entre el proletariado, de una parte, y de otra, las demás clases que en el transcurso de la historia han realizado revoluciones en las relaciones de producción, consiste en que los intereses de clase del proletariado se funden con los intereses de la aplastante mayoría de la sociedad, pues la revolución del proletariado no significa la liquidación de esta o aquella forma de explotación, sino la liquidación de toda explotación, mientras que las revoluciones de las otras clases, al liquidar solamente esta o aquella forma de explotación, no iban más allá del estrecho marco de sus intereses de clase, que se hallaban en contradicción con los intereses de la mayoría de la sociedad.

En las «observaciones» se habla del fondo de clase de la utilización de las leyes económicas en interés de la sociedad. Allí se dice, que «a diferencia de las leyes de las Ciencias Naturales, en las que el descubrimiento y la aplicación de una nueva ley casi no encuentra obstáculos, en la esfera económica el descubrimiento y la aplicación de una nueva ley, como ella afecta a los intereses de las fuerzas sociales llamadas a desaparecer, choca con la resistencia tenacísima de esas fuerzas». No obstante, Ud. no ha prestado atención a ello.

Segundo punto

Ud. afirma que la completa armonía entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas puede conseguirse únicamente en el socialismo y en el comunismo, y que en las demás formaciones sólo puede darse una armonía incompleta.

Eso no es cierto. En la época que siguió a la revolución burguesa, cuando la burguesía destruyó las relaciones de producción feudales y estableció las relaciones de producción burguesas, hubo innegablemente períodos en que las relaciones de producción burguesas armonizaban plenamente con el carácter de las fuerzas productivas. El capitalismo no hubiera podido, en caso contrario, desarrollarse con la rapidez con que se desarrolló después de la revolución burguesa.

Prosigamos. Las palabras «completa armonía» no deben ser comprendidas en sentido absoluto. No deben ser comprendidas en el sentido de que en el socialismo no existe ningún retraso de las relaciones de producción con respecto al desarrollo de las fuerzas productivas. Las fuerzas productivas son las fuerzas más dinámicas y más revolucionarias de la producción. Y marchan, en el socialismo también, indiscutiblemente, delante de las relaciones de producción. Sólo después de algún tiempo las relaciones de producción se transforman, adaptándose al carácter de las fuerzas productivas.

¿Cómo deben ser comprendidas en tal caso las palabras «completa armonía»? Deben ser comprendidas en el sentido de que en el socialismo, como regla, no se producen conflictos entre las relaciones de producción y las fuerzas productivas, en el sentido de que la sociedad puede hacer, a su debido tiempo, que las relaciones de producción, que van a la zaga, se pongan en correspondencia con el carácter de las fuerzas productivas. La sociedad socialista puede hacer eso porque en ella no existen clases llamadas a desaparecer, clases que puedan organizar una resistencia. Naturalmente, en el socialismo habrá también fuerzas atrasadas, inertes, que no comprendan la necesidad de los cambios en las relaciones de producción; pero no será difícil, claro está, vencerlas sin llegar a conflictos.

Tercer punto

De sus razonamientos dimana que los medios de producción, y sobre todo los instrumentos de producción fabricados por nuestras empresas nacionalizadas, son considerados por Ud. como mercancías.

¿Se puede considerar que los medios de producción sean en nuestro régimen socialista mercancías? Yo pienso que no, de ninguna manera.

La mercancía es un producto de la producción que se vende a cualquier comprador, con la particularidad de que, al efectuarse la venta, el propietario de la mercancía pierde el derecho de propiedad sobre ella, y el comprador se convierte en propietario de la misma y puede revenderla, empeñarla, dejar que se pudra. ¿Se puede definir así los medios de producción? Claro que no. En primer lugar, los medios de producción no se «venden» a cualquier comprador, no se «venden» ni siquiera a los koljóses; son distribuidos por el Estado entre sus empresas solamente. En segundo lugar, el Estado, dueño de los medios de producción, al entregárselos a una u otra empresa, no pierde, ni mucho menos, el derecho de propiedad sobre esos medios de producción; por el contrario, lo conserva plenamente. En tercer lugar, los directores de las empresas, al recibir del Estado medios de producción, no sólo no se convierten en propietarios de esos medios, sino que, por el contrario, son confirmados como mandatarios del Estado Soviético para dirigir el empleo de los medios de producción, de acuerdo con los planes establecidos por el Estado.

Como vemos, en nuestro régimen los medios de producción no pueden ser, en modo alguno, considerados como mercancías.

¿Por qué se habla, pues, del valor de los medios de producción, de su coste, de su precio, etc.?

Por dos causas.

Primera. Porque es indispensable para el cálculo, para la contabilidad, para determinar si las empresas son rentables o si no lo son, para la inspección y el control de las empresas. Pero éste es sólo el aspecto formal de la cuestión.

Segunda. Porque es indispensable para efectuar, en interés del comercio exterior, la venta de medios de producción a los Estados extranjeros. Aquí, en la esfera del comercio exterior, pero sólo en esta esfera, nuestros medios de producción son en realidad mercancías y en realidad se venden –sin comillas–.

Por consiguiente, resulta que en la esfera del comercio exterior los medios de producción fabricados por nuestras empresas conservan, formalmente y en esencia, las propiedades de las mercancías, mientras que en la esfera de la circulación económica en el interior del país pierden las propiedades de las mercancías, dejan de ser mercancías y se salen de la esfera de acción de la ley del valor, conservando únicamente la forma de mercancías –la contabilidad, y demás–.

¿Cómo explicar esta peculiaridad?

El caso es que en nuestras condiciones socialistas el desarrollo económico no se opera mediante revoluciones, sino mediante cambios graduales, en los que lo viejo no queda suprimido por entero, sino que cambia su naturaleza, adaptándola a lo nuevo, conservando solo su forma; y lo nuevo no destruye simplemente lo viejo, sino que penetra en ello y cambia su naturaleza y sus funciones, sin romper su forma, que utiliza para el desarrollo de lo nuevo. Eso no solo sucede con las mercancías, sino también con el dinero en nuestras operaciones económicas, así como con los bancos, que, al perder sus viejas funciones y adquirir funciones nuevas, conservan su vieja forma, que es utilizada por el régimen socialista.

Si se examina el problema desde un punto de vista formal, desde el punto de vista de los procesos que se operan en la superficie de los fenómenos, se puede llegar a la conclusión desacertada de que las categorías del capitalismo siguen rigiendo en nuestra economía. Si se analiza el problema de un modo marxista, estableciendo una rigurosa diferenciación entre el contenido del proceso económico y su forma, entre los procesos profundos del desarrollo y los fenómenos superficiales, se puede llegar a la única conclusión atinada, a la conclusión de que de las viejas categorías del capitalismo en nuestro país se ha conservado, principalmente, la forma, el exterior, pero que en esencia esas categorías han cambiado de un modo radical, adaptándose a las exigencias del desarrollo de la economía socialista.

Cuarto punto

Ud. afirma que la ley del valor obra como un regulador de los precios de los «medios de producción» producidos por la agricultura y entregados al Estado a precios de tasa. Se refiere Ud., además, a «medíos de producción» tales como las materias primas; por ejemplo, el algodón. Hubiera podido Ud. agregar a ello también el lino, la lana y demás materias primas agrícolas.

Hay que hacer notar, ante todo, que en este caso la agricultura no produce «medios de producción», sino una parte de los medios de producción: materias primas. No se puede jugar con las palabras «medios de producción». Cuando los marxistas hablan de la producción de medios de producción, tienen en cuenta, ante todo, la producción de instrumentos de producción, es decir, lo que Marx llama «los medios mecánicos de trabajo, cuyo conjunto puede denominarse sistema óseo y muscular de la producción», sistema que constituye «los rasgos distintivos característicos de una determinada época de la producción social». Poner en un mismo plano una parte de los medios de producción –las materias primas– y los medios de producción, incluidos los instrumentos de producción, significa pecar contra el marxismo, pues el marxismo parte del papel determinante de los instrumentos de producción, en comparación con todos los otros medios de producción. Todo el mundo sabe que las materias primas no pueden producir por sí mismas instrumentos de producción –aunque ciertas materias primas sean indispensables como material para la producción de instrumentos de producción–, en tanto que no hay materia prima que pueda ser producida sin instrumentos de producción.

Sigamos. ¿Se puede decir que la acción de la ley del valor sobre el precio de las materias primas producidas en la agricultura sea una acción reguladora como lo afirma Ud., camarada Notkin? Esa acción sería reguladora si existiera en nuestro país un «libre» sube y baja de los precios de las materias primas agrícolas, si rigiera la ley de la concurrencia y de la anarquía de la producción, si no tuviéramos una economía planificada, si la producción de materias primas no estuviera regulada por un plan. Pero como en el sistema de nuestra economía nacional no se dan todos esos «si», la acción de la ley del valor sobre el precio de las materias primas agrícolas no puede en modo alguno ser reguladora. En primer lugar, los precios de las materias primas agrícolas son en nuestro país precios fijos, establecidos por un plan, y no precios «libres». En segundo lugar, el volumen de la producción de materias primas agrícolas no lo determinan fuerzas ciegas ni estos o aquellos elementos fortuitos, sino un plan. En tercer lugar, los instrumentos de producción necesarios para la producción de materias primas agrícolas no se hallan concentrados en manos de algunas personas o grupos de personas, sino en manos del Estado. Después de esto, ¿qué es lo que queda del papel regulador de la ley del valor? Resulta que la misma ley del valor es regulada por los hechos, propios de la producción socialista, arriba indicados.

Por consiguiente, no se puede negar que la ley del valor actúa en la formación de los precios de las materias primas agrícolas ni que es uno de los factores de esa formación. Pero menos aún se puede negar que esa acción no es ni puede ser reguladora.

Quinto punto

Al hablar de la rentabilidad de la economía socialista, he objetado en mis «observaciones» a los asertos de algunos camaradas respecto a que nuestra economía planificada –al no dar gran preferencia a las empresas rentables y admitir la existencia, junto a ellas, de empresas no rentables– mata el principio mismo de la rentabilidad de la economía. En las «observaciones» se dice que la rentabilidad desde el punto de vista de una empresa o rama de la producción no puede compararse en modo alguno con la rentabilidad de tipo superior que nos da la producción socialista al librarnos de las crisis de superproducción y asegurarnos el continuo incremento de la producción.

No obstante, sería un error deducir de aquí que la rentabilidad de las diferentes empresas y ramas de la producción no tiene especial valor y no merece seria atención. Esto, naturalmente, no es cierto. La rentabilidad de las diferentes empresas y ramas de la producción tiene enorme importancia para el desarrollo de nuestra producción. Y hay que tenerla en cuenta, tanto al planificar la construcción como al planificar la producción. Eso es el abecé de nuestra actividad económica en la etapa actual de desarrollo.

Sexto punto

No está claro cómo hay que comprender sus palabras referentes al capitalismo: «producción ampliada muy deformada». Hay que decir que producción de ese tipo, y además ampliada, no existe bajo la capa del cielo.

Es evidente que, después de haberse escindido el mercado mundial y de haber comenzado a reducirse la esfera de explotación de los recursos mundiales por los principales países capitalistas –los Estados Unidos, Inglaterra y Francia–, el carácter cíclico del desarrollo del capitalismo –ascenso y descenso de la producción– deberá, a pesar de ello, subsistir: Pero el ascenso de la producción en estos países tendrá lugar sobre una base restringida, pues el volumen de la producción de esos países descenderá.

Séptimo punto

La crisis general del sistema capitalista mundial comenzó en el período de la Primera Guerra Mundial; debido, sobre todo, al hecho de que la Unión Soviética se desgajó del sistema capitalista. Esa fue la primera etapa de la crisis general. La segunda etapa de la crisis general empezó en el período de la Segunda Guerra Mundial, sobre todo después de haberse desgajado del sistema capitalista las democracias populares de Europa y de Asia. La primera crisis, en el período de la Primera Guerra Mundial, y la segunda crisis, en el período de la Segunda Guerra Mundial, no deben ser consideradas como crisis independientes una de otra, como crisis separadas sin relación alguna entre sí, sino como etapas del desarrollo de la crisis general del sistema capitalista mundial.

¿Es la crisis general del capitalismo mundial una crisis meramente política o una crisis meramente económica? No es ni una cosa ni la otra. Es una crisis general, es decir, una crisis del sistema capitalista mundial en todos los dominios, una crisis que abarca tanto la economía como la política. Además, se comprende que tiene por base la descomposición cada vez mayor del sistema económico capitalista mundial, por una parte, y, por otra, la creciente potencia económica de los países que se han desgajado del capitalismo: la Unión Soviética, China y demás países de democracia popular. (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Problemas económicos del socialismo en la Unión Soviética, 1952)

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