Abiel Prieto: «Los países del llamado socialismo real en Europa cometieron errores básicos en términos de política cultural, errores verdaderamente gravísimos, que entre los problemas que motivaron la caída ingloriosa de aquel modelo, estuvieron aquellos errores de carácter cultural; implantar el método, aquello que le llamaban el método, el modelo, no se cómo lo llamaron, el estilo del realismo socialista, imponer un corsete a la creación. (...) Ellos tuvieron un momento espléndido que se corto a partir de la muerte de Lenin y a partir de los errores que comieron bajo el stalinismo y luego continuaron».
Comentario de Bitácora (M-L): Hoy 13 de junio de 2015 hemos visto necesario empezar a traer documentos sobre el carácter del revisionismo cubano, en este caso de su carácter actual. Y no hemos visto mejor ocasión que la entrevista con uno de sus representantes. Como cita inicial, vemos que el autor; Abiel Prieto, incluye todo el periodo, excepto el de Lenin, en un todo –eso significa mezclar el periodo de Stalin con el de Jruschov, Brézhnev y sucesores–, él describe a éste como un periodo cultural en el que sólo existen desviaciones dogmáticas y sectarias. No sabemos si ignora o oculta que fue precisamente con la llegada del jruschovismo que el realismo socialista se abandonó dejando paso al liberalismo en la práctica de la promoción en la cultura, y por tanto a una promoción de una cultura burguesa. Acusa al stalinismo de implantar el realismo socialista, suponemos que cree que la cultura del Estado socialista es neutral, o que está debe competir entre «100 escuelas de pensamiento» entre cultura burguesa y cultura proletaria, o quizás solo es un vano intento de justificar el liberalismo ideológico que sufren las artes, la cultura, incluso el Partido Comunista de Cuba (PCC).
¿Pero significaba que en un Estado socialista imperaba el realismo socialista como correctamente afirma? Pongamos como defensa a uno de los mayores fomentadores del realismo socialismo que tan criticado sería por los antimarxistas como Luckas, Sartre, o en este caso Abiel Prieto:
«El realismo socialista. Esto quiere decir, en primer término, conocer la vida a fin de poder representarla verídicamente en las obras de arte; representarla no de manera escolástica, muerta, no simplemente cómo realidad objetiva sino representar la realidad en su desarrollo revolucionario. Y también, la verdad y el carácter histórico concreto de la representación artística deben aunarse a la tarea de transformación ideológica y de educación de los trabajadores en el espíritu del socialismo. Nuestra literatura soviética no teme, ser acusada de tendenciosa. Sí; la literatura soviética es tendenciosa, porque no hay ni puede haber, en época de lucha de clases, literatura que no sea literatura de clase, que no sea tendenciosa, que sea apolítica. Y yo opino que todo escritor soviético puede decir a cualquier burgués obtuso, a cualquier filisteo, a cualquier escritor burgués que le hable del carácter tendencioso de nuestra literatura: «Sí, nuestra literatura soviética es tendenciosa, y estamos orgullosos de que lo sea, porque nuestra tendencia consiste en querer liberar a los trabajadores y a todos los seres humanos del yugo de la esclavitud capitalista». (Andréi Zhdánov; Sobre la literatura, 1934)
Pensar que la literatura, la música, la escultura o la cultura no tiene un punto de vista de clase es algo idealista, y pensar que una inactividad del partido comunista en la de lucha de clase en estos campos no será aprovechado por el enemigo para inocular su pensamiento burgués es algo metafísico. Pero quizás, es que Abiel Prieto y la propia Cuba, temen como dice Andréi Zhdánov, mostrarse al mundo bajo una cultura «tendenciosa», mostrando sin miedo que el partido y el Estado promueve una cultura socialista real, por ello quizás y sólo quizás se prefiere ganar el fácil aplauso de los medios de comunicación burgueses y los intelectuales anarquistas, maoístas, trotskistas, y demás renegados, bajo el amparo de la crítica al stalinismo y proclamando el liberalismo en el campo cultural y otros. Desde luego esta postura no sería diferente a la de la cuestión religiosa, donde el gobierno cubano ha buscado el aplauso del gran público, para que nadie tache de Cuba de dogmatica-stalinista con la religión.
Pero continuando. Al renegar abiertamente del realismo socialista se pone un puente a la intromisión de todo tipo de corrientes decadentes del mundo burgués en la cultura y otros campos. Renegar del realismo socialista es simplemente hacer un parón en la cultura, y evadir la lucha de clases en esta área, y no señores, el marxista-leninista consecuente aplica su método de concebir el mundo a todas estas las áreas que afectan a las clases sociales. En este caso renegar de una cultura netamente socialista, proletaria, viene a ser lo mismo que desarmar a las masas de recibir una educación en los valores socialistas. Y creo que nadie excepto los no marxistas niegan que el partido debe educar a las masas proletarizando su forma de ver el mundo bajo el materialismo dialéctico, que es la única herramienta capaz de eliminar las reminiscencias de la sociedad anterior; por ello no debe dejar de practicar esta función educativa en uno u otro campo por la excusa de fomentar la «variedad», «iniciativa» o la «innovación». Porque si aceptáramos estas ideas revisionistas, deberíamos aceptar de igual modo evadir la lucha de clases en otros campos como el económico, permitiendo la propiedad privada. Por ello Enver Hoxha recalcaba ante estas especulaciones sobre el esquematismo, el dogmatismo, de cortar de raíz la iniciativa, a la cultura socialista que:
«Nuestra crítica, así como nuestra literatura y arte deben guiarse siempre por los principios del método del realismo socialista, que son el fruto de la experiencia mundial del arte revolucionario del proletariado, han sido elaborados por la estética marxista-leninista y confirmados por la práctica literaria y artística de nuestro país. Estos principios son inconmovibles y la fidelidad a ellos es indispensable, porque de lo contrario corremos el peligro de ser presa de las influencias extrañas y de alejarnos de las tradiciones revolucionarias. La innovación no implica la violación de los principios, sino por el contrario su justa aplicación». (Enver Hoxha; Profundicemos la lucha ideológica contra las manifestaciones extrañas al socialismo y contra las actitudes liberales ante ellas, 1973)
Hablando de la estrategia del imperialismo frente a los países socialistas, en su pugna ideológica, se advierte:
«Bajo la máscara de un arte que pretendidamente no conoce prejuicios sociales ni compromisos ideológicos, se crea el culto a la vaciedad del contenido y a la monstruosidad de la forma, el culto a lo bajo y lo horrible. Los principales temas y héroes del arte decadente modernista son la inmoralidad, la patología social, los asesinos, las prostitutas. Su bandera es el irracionalismo, la liberación de la «razón». Su ideal es el primitivismo del hombre de las cavernas. Precisamente esta cultura, cubierta de un barniz aparente, acompañada de una bulliciosa publicidad, tratada de la manera más comercial y apoyada y financiada por la burguesía inunda las pantallas del cine y de la televisión, las revistas, los periódicos y la radio, todos los medios masivos de información y de propaganda. Su objetivo es transformar al hombre sencillo en un consumidor pasivo de las venenosas ideas burguesas y hacer de este consumo una necesidad y un hábito. De esta cultura no sólo no tenemos nada que aprender ni tenemos razón alguna para darla a conocer a nuestras masas y a nuestra juventud, sino que debemos rechazarla con desprecio y combatirla con resolución. Nosotros hemos apreciado y apreciamos del arte extranjero únicamente el que es revolucionario, progresista y democrático, ya sea del pasado, ya de nuestro siglo. Continuaremos aprovechándolo también en el futuro de manera crítica, ya que ello es necesario para el desarrollo cultural de las masas, para su educación ideológica y estética, así como, para la formación de gustos que resistan a la influencia vulgar y degeneradora burguesa y revisionista». (Enver Hoxha; Profundicemos la lucha ideológica contra las manifestaciones extrañas al socialismo y contra las actitudes liberales ante ellas, 1973)
Pero a esto, Abiel Prieto no dedica una palabra, no habla de la promoción de las nuevas corrientes artísticas burguesas que el capitalismo publica y usa como agencia del imperialismo para sabotear la ideología proletaria, no habla de las desviaciones derechistas que surgieron en el seno de la promoción de la cultura en los antiguos países socialistas con la llegada del jruschovismo, sólo se limita a hablar de las pretendidas limitaciones del «stalinismo» y el «dogmático realismo socialista», que ellos pretenden como antaño los revisionistas en Europa, abandonar para probar suerte con corrientes más «modernas» e «innovadoras».
Ya Georgi Dimitrov expuso a este tipo de fariseos. Él pese a no ser un experto del tema supo magníficamente explicar que de los procesos diarios que nacen de la dialéctica de las cosas y sus contradicciones, son la fuente de inspiración para los verdaderos intelectuales del pueblo, aquellos que lejos de encerrarse en sus sentimientos, ponen su pluma al servicio del pueblo, denunciando las injusticias y proclamando sus aspiraciones:
«Conozco algunos escritores extranjeros. Esos desgraciados no quieren hablar sólo de amor, como los escritores burgueses, hacer lirismo, narrar sus sensaciones. Quieren ayudar de una u otra manera al movimiento revolucionario del proletariado. Esas pobres gentes, que tienen talento, se rompen la cabeza por encontrar un argumento. Si observasen la lucha viva de millones de trabajadores, los miles de procesos, de huelgas, de manifestaciones, de choques entre los obreros y sus enemigos de clase, si profundizasen en los materiales del proceso de Leipzig, encontrarían buenos argumentos, excelentes y en cantidad. Tomad el tipo de Van der Lubbe, este ejemplo debe servir para demostrar cómo el obrero puede convertirse en un instrumento en manos del enemigo de clase. A la luz del mal ejemplo de Van der Lubbe, puede educarse a miles de jóvenes obreros y combatir la influencia del fascismo entre los jóvenes». (Georgi Dimitrov; El papel de la novela; de una charla a los escritores de Moscú, 1935)
También existen, como comentó Enver Hoxha durante la época de auge del eurocomunismo, autores que como Roland Leroy pretendieron decir que: «no puede haber arte específicamente proletario, ni arte que sea enteramente revolucionario». Y como muy bien estigmatizó el albanés, el único objetivo de:
«Estos elementos han tenido como objetivo separar el arte y la literatura de la política y la ideología, naturalmente de la política proletaria y de la ideología marxista». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)
Para mala fortuna para ellos, pretender que no existe una cultura objetivamente proletaria es puro idealismo, y obviar lo plasmado por Lenin:
«La cultura proletaria no surge de fuente desconocida, no brota del cerebro de los que se llaman especialistas en la materia. Sería absurdo creerlo así. La cultura proletaria tiene que ser desarrollo lógico del acervo de conocimientos conquistados por la humanidad bajo el yugo de la sociedad capitalista, de la sociedad de los terratenientes y los burócratas. Estos son los caminos y los senderos que han conducido y continúan conduciendo hacia la cultura proletaria, del mismo modo que la economía política, trasformada por Marx, nos ha mostrado adónde tiene que llegar la sociedad humana, nos ha indicado el paso a la lucha de clases, al comienzo de la revolución proletaria». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Tareas de las juventudes comunistas, 1920)
Abiel Prieto (2): «Nosotros no utilizamos la palabra reforma, con toda intención, porque reforma se ha utilizado ese término para hablar de los procesos de restauración capitalista en otros países ex socialistas, donde se retrocedió dramáticamente con consecuencias sociales atroces hacía el capitalismo».
Comentario de Bitácora (M-L): Con esta frase, se puede descubrir rápido que Abiel Prieto es de aquellos revisionistas que piensan que los países capitalistas-revisionistas que contaban antes de 1989 con claros síntomas de cualquier sociedad capitalista eran países socialistas. Nos referimos a síntomas como lo son; enorme deuda exterior, desempleo, no industrialización, inflación, pérdidas en el sector estatal capitalista, agitación social, descentralización económica, diferencias salariales cada vez más altas, promoción y mayor presencia de la abierta propiedad privada para compensar las pérdidas en el sector estatal capitalista, etc. Estos países siempre estuvieron nadando en teorías económicas como la: «división internacional del trabajo socialista» especializando a los países dependientes evitando la creación de una potente industria pesada para su independencia económica, el establecimiento de una planificación según el mercado con unos datos y planes solo orientativos y no obligatorios, inflación y desempleo, la sumisión a los caprichos del mercado y la búsqueda de una «rentabilidad» ante todo al establecer la ley del valor como rector de la economía, o la «libertad de creación» en la cultura y las artes en detrimento del realismo socialista. Para él, todo estos síntomas y teorias capitalistas eran el pan de cada día en un clásico Estado socialista. Suponemos que esta ceguera, es la misma que impidió a este ministro cubano criticar los mismos síntomas en la economía cubana. Y en realidad así es. De tal palo tal astilla.
Tampoco aceptamos formalismos; todos los procesos no de restauración del capitalismo –pues ya dominaba–, sino de extensión de una democracia burguesa estilo occidental, del neoliberalismo en lo económico, y en lo sucesivo y mayoría de casos una sumisión político-económica neocolonial del imperialismo que vimos sobre todo en Europa del Este, ha venido precedido de promesas de «no retornar al capitalismo» y de que dichas reformas son un «reajuste y mejora del socialismo» como pasó en Polonia, Rumanía, Hungría y demás durante los 70 y 80 pero todo eso no evitó su progreso paulatino hacia lo que decían que nunca iban a llegar, y muchas veces de la mano de quién permitieron todo el proceso y prometieron que nunca sería así.
Existen países capitalistas-revisionistas que están atados a la dependencia económica de las potencias imperialistas que decían combatir y no han cambiado su sistema político como es el caso de Vietnam, que este tipo de países tornen hacia una democracia burguesa de corte occidental, o que mantengan su estructura y superestructura revisionista-burguesa depende siempre del contexto nacional e internacional así como las pugnas de la burguesía nacional. En estos casos al ser países económicamente dependientes de los imperialismos, estos pueden reformar o cambiar su envoltorio político si su amo o su nuevo amo lo exige, o si la lucha de clases interna exige a la burguesía indígena crear un nuevo sistema político para calmar el ánimo de las masas trabajadoras.
Abiel Prieto (3): «Nosotros lo que estamos haciendo es nuestro modelo económico, perfeccionarlo, hacerlo más eficiente, darle paso a formas no estatales de gestión. Yo creo que uno de los errores que teníamos era pretender que el Estado lo tuviera todo. Los pequeños negocitos eran estatales, los «timbiriches», las barberías, estatales, en ningún texto de Marx, Engels o Lenin, o cualquier otro fundador de nuestra doctrina marxista hablaron de que eso tenía que ser estatal, se habla siempre de los medios de producción en manos del Estado, eso en Cuba no va a cambiar».
Comentario de Bitácora (M-L): Como habíamos expresado anteriormente, pese a la propaganda, no es que exista una NEP a la cubana, como se ha pretendido defender a veces desde los foros que defienden al revisionismo cubano, ni existe una reestructuración, sino que se justifica el retroceso hacía la pequeña propiedad privada o también llamado cuentapropismo como la creación de un nuevo modelo económico, como el perfeccionamiento de éste, pronto, sólo quedará pues, defender que este modelo de socialismo es exportable, tal es el desarrollo del revisionismo con sus vías al socialismo; primero se declara como adaptación del marxismo-leninismo a las condiciones nacionales, luego se declara como una vía propia y específica nunca antes vista, y por último se promueve tal modelo para ganarse adeptos.
Marx, Engels y Lenin efectivamente a diferencia de los anarquistas, no hablaron de la estatización de las pequeñas empresas durante los primeros días de la revolución:
«Por supuesto, todas estas medidas no podrán ser llevadas a la práctica de golpe. Pero cada una entraña necesariamente la siguiente. Una vez emprendido el primer ataque radical contra la propiedad privada, el proletariado se verá obligado a seguir siempre adelante y a concentrar más y más en las manos del Estado todo el capital, toda la agricultura, toda la industria, todo el transporte y todo el cambio. Este es el objetivo a que conducen las medidas mencionadas. Ellas serán aplicables y surtirán su efecto centralizador exactamente en el mismo grado en que el trabajo del proletariado multiplique las fuerzas productivas del país. Finalmente, cuando todo el capital, toda la producción y todo el cambio estén concentrados en las manos de la nación, la propiedad privada dejará de existir de por sí, el dinero se hará superfluo, la producción aumentará y los hombres cambiarán tanto que se podrán suprimir también las últimas formas de relaciones de la vieja sociedad». (Friedrich Engels; Principios del comunismo, 1847)
Pero lo que no aprobaron ni plantearon, es que estas pequeñas empresas una vez habiendo sido cooperatizadas o estatizadas vuelvan de nuevo al estado previo de pequeña propiedad privada. Y desde luego, lo que nunca ha aprobado estos autores es la disgregación de la economía en pequeños puntos autónomos autogestores descentralizados como veremos en la próxima cita.
Tampoco se ha escondido nunca que un país socialista no tiene sólo como meta la toma de posesión de los grandes medios de producción y la destrucción de las grandes clases explotadoras:
«Suprimir las clases no consiste únicamente en expulsar a los terratenientes y a los capitalistas, esto lo hemos hecho nosotros con relativa facilidad, sino también en suprimir los pequeños productores de mercancías. Pero a éstos es imposible expulsarlos, es imposible aplastarlos; hay que entenderse con ellos, se les puede –y se les debe– transformar, reeducar tan sólo mediante una labor de organización muy larga, lenta y cautelosa». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo, 1920)
Mientras persista la pequeña economía privada, no se habrá completado las tareas económicas en la construcción del socialismo y es más, a diferencia de lo que Abiel Prieto comenta despreocupado, Lenin así hablaba del estímulo del libre comercio a baja escala:
«La pequeña producción engendra capitalismo y burguesía constantemente, cada día, a cada hora, de modo espontáneo y en masa». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo, 1920)
Por eso Stalin insistía, que en la construcción económica del socialismo, era inevitable la confrontación entre clases explotadoras y explotadas, y su agudización, que era normal que en:
«Nuestra ofensiva, el desarrollo de las formas socialistas de la economía, tanto en la industria como en la agricultura, desarrollo que lleva aparejado el desplazamiento correspondiente de ciertos grupos de capitalistas de la ciudad y del campo. Todo consiste en que estamos viviendo bajo la fórmula de Lenin de «quién vencerá a quién»: o nosotros les hacemos morder el polvo a los capitalistas, y les damos, como decía Lenin, la batalla final y decisiva; o ellos nos hacen morder el polvo a nosotros». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Sobre la desviación derechista en el Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1929)
De igual modo, en el tema del comercio estatal o no estatal, ahora tan de moda en Cuba, con el «cuentapropismo», que no es sino la promoción de pequeños burgueses, Lenin recalcaba:
«Debemos apoyar, nos conviene apoyar el mercado «correcto» que no elude el control estatal. Pero la especulación no puede distinguirse del comercio «correcto» si se la toma como un concepto de la economía política. La libertad de comercio es capitalismo, y el capitalismo es especulación; sería ridículo no quererlo ver». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Sobre el impuesto en especie, 1921)
Por ello, las clases explotadoras nunca renunciaran a ampliar su poder económico, y por extensión el político, y precisamente el capitalismo y las clases explotadoras tienen como base la existencia de la propiedad privada para poder extenderse:
«Los elementos capitalistas no están dispuestos a retirarse voluntariamente de la escena, sino que se resisten y seguirán resistiéndose al socialismo, pues ven que se les acerca su última hora. Y pueden todavía ofrecer resistencia, porque, a pesar de la disminución de su peso relativo, siguen creciendo en términos absolutos: la pequeña burguesía de la ciudad y del campo hace brotar de su seno, como decía Lenin, cada día y cada hora, capitalistas de mayor o menor cuantía, y estos elementos capitalistas toman todas las medidas para defender su existencia». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Sobre la desviación derechista en el Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1929)
Pero Abiel Prieto, lejos de conocer estas lecciones, se despreocupa, y las proclama como algo que no altera para nada la economía cubana. Y no le preocupa porque esta receta de nuevo modelo económico que dice que Cuba quiere imponer no es un modelo nuevo, veamos que le pasó a Hungría:
«En Hungría, la propiedad privada es reconocida por la ley, es alimentada en fondos financieros y bienes materiales. En este país la forma directa de la propiedad privada está extendida a vasta escala tanto en la ciudad como en el campo. El sector privado, que ocupa posiciones clave en la economía no sólo en la agricultura, sino que también en la industria, la construcción y los servicios, proporciona el 54% de la producción industrial y el 50% de los trabajos de mantenimiento y construcción de viviendas». (Priamo Bollano; Crítica a ciertas teorías burguesas y revisionistas sobre el lugar y el papel de las relaciones monetario-mercantiles en el socialismo, 1984)
¿Y que eran estas reformas? Como ya advertimos en varios documentos, el revisionismo húngaro encabezado por János Kádár y sus reformas económicas iniciadas sobre todo en los 70 como: la mayor captación de inversión privada extranjera, mayor nivel de descentralización, mayor estimulación para la creación de medianas y pequeñas empresas privadas, mayor independencia de las empresas del plan, la no obligatoriedad de las cifras del plan y una total libertad de la ley del valor, no tenían otro objetivo que lograr la integración cada vez más honda de Hungría en el mercado capitalista mundial, pero también era la receta desesperada capitalista dentro del mismo capitalismo de los regímenes revisionistas que andaban moribundos para intentar salir de los quebraderos de cabeza y pérdidas económicas que le creaban la propiedad capitalista monopolista de Estado en varias de sus ramas económicas por la naturaleza liberal y capitalista de actuación en su base.
Los revisionistas cubanos podrán engañar a quién no sepa de marxismo ni se historia con eso de que están implantando un nuevo modelo económico original, pero a los marxista-leninistas y los que sepan un poco de historia desde luego no.
Abiel Prieto (4): «La empresa estatal socialista, es el instrumento fundamental de las trasformaciones, va a tener mucha más autonomía, se le va a exigir una mayor eficacia, se le va a exigir una mayor productividad. (...) El tema de la productividad tiene que ver con lo que pueden hacer estas empresas estatales que si van a ser transformadas, van a tener más libertad de acción, van a estar menos maniatadas. Nosotros hemos tenido un exceso de centralismo, que ha maniatado a veces las fuerzas productivas, aspiramos a que esas fuerzas productivas crezcan a través de la empresa estatal y a través de las cooperativas».
Comentario de Bitácora (M-L): Primero. Nos es de sobra conocidos estos planteamientos sobre la búsqueda de la «rentabilidad económica», son slogans que ya llevan presentando los economistas cubanos desde hace décadas, y que ni siquiera se diferencian formalmente de los argumentos del revisionismo soviético o chino:
«El precio del renovado apoyo soviético fue una cierta descentralización de la toma de decisiones económicas y la introducción de una gama limitada de los mecanismos de mercado. Desde el comienzo de los años 70, los dirigentes cubanos trataron de reformar las estructuras económicas y políticas de Cuba para dar cabida al nuevo modelo. (...) Las reformas que siguieron en la primera mitad de la década los 70 en Cuba iban en consonancia con la línea de la Unión Soviética, bajo la cooperación de numerosos asesores soviéticos se reestructuraron los organismos y empresas económicas de Cuba. Una Comisión soviético-cubana se creó en diciembre de 1970 para coordinar el uso de la ayuda soviética, y dos años más tarde, Cuba se convirtió en un miembro de pleno del mercado común del bloque soviético, el CAME –Consejo de Ayuda Mutua Económica–. Un nuevo sistema de gestión económica se estableció progresivamente en los años 70, y estaba en pleno funcionamiento a finales de la década. Se introdujeron un cierto grado de responsabilidad financiera, la rentabilidad, así como la introducción de una amplia gama de incentivos materiales. (...) Fidel Castro no fue parco en sus ataques a la excesiva centralización en la planificación económica los administradores de la empresa se les dio mayor poder de toma de decisiones a nivel de las empresas individuales». (Sebastian Balfour; Castro, 1990)
Que casualidad que estos pensamientos ya cimentados en Cuba desde hace años como vemos, no difieren en nada de los pensamientos otros revisionismos como el húngaro:
«Este «modelo» tiene como trato fundamental la descentralización continua de la economía, la gestión capitalista según los imperativos del mercado y la entera independencia de las empresas, las cuales tienen como objetivo aumentar cueste lo que cueste y por todos los medios los beneficios de la burguesía. Aquí, las empresas son animadas a competir con vistas a asegurarse el máximo provecho, según el mecanismo de la ley de la oferta y la demanda y el libre juego de precios sobre el mercado. (...) Lejos de satisfacer las necesidades de los trabajadores, la ganancia es la única fuerza motriz en la producción de los países revisionistas. La búsqueda del beneficio es omnipotente. Todo funciona, es dirigido y se establece sobre una base comercial». (Priamo Bollano; Crítica a ciertas teorías burguesas y revisionistas sobre el lugar y el papel de las relaciones monetario-mercantiles en el socialismo, 1984)
De igual modo, ¿cual es el concepto de rentabilidad económica de la dirigencia cubana? El gobierno cubano, como hemos denunciado infinidad de veces y puede ser visto en la praxis, no tiene intención de orientar a la economía hacía un proyecto de autosuficiencia e industrialización, algo que tuvo que haber realizado hace décadas, y que fue impedido por la adhesión a las teorías revisionistas soviéticas sobre la «división internacional del trabajo» –teoría capitalista–. En vez de ello, se ha dedicado a promover la industria ligera y sobre todo la agricultura y el azúcar –y ahora el sector servicios– precisamente por ser más barato y rentable. Recordemos por ello lo siguiente que muestra la poca fiabilidad de estos autores al hablar de «rentabilidad», y de paso mostrar que la forma en que tratan los economistas cubanos la ley del valor no tiene nada que ver con el marxismo:
«Es también completamente errónea la afirmación de que en nuestro sistema económico actual, en la primera fase de desarrollo de la sociedad comunista, la ley del valor regula las «proporciones» de la distribución del trabajo entre las distintas ramas de la producción. Si ello fuera así, no se comprenderla por qué en nuestro país no se desarrolla al máximo la industria ligera, la más rentable, dándole preferencia frente a la industria pesada, que con frecuencia es menos rentable y a veces no lo es en absoluto. Si ello fuera así, no se comprendería por qué en nuestro país no se cierran las empresas de la industria pesada que por el momento no son rentables y en las que el trabajo de los obreros no da el «resultado debido» y no se abren nuevas empresas de la industria ligera, indiscutiblemente rentable, en las que el trabajo de los obreros podría dar «mayor resultado». Si eso fuera así, no se comprendería por qué en nuestro país no se pasa a los obreros de las empresas poco rentables, aunque muy necesarias para la economía nacional, a empresas más rentables, como debería hacerse de acuerdo con la ley del valor, a la que se atribuye el papel de regulador de las «proporciones» de la distribución del trabajo entre las ramas de la producción». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Problemas económicos del socialismo, 1952)
¿Como debe tratarse entonces el tema de la rentabilidad?
«Algunos camaradas deducen de aquí que la ley del desarrollo armónico de la economía del país y la planificación de la misma destruyen el principio de la rentabilidad de la producción. Eso es completamente erróneo. En realidad, ocurre todo lo contrario. Si consideramos la rentabilidad, no desde el punto de vista de esta o aquella empresa o rama de la producción, y no en el transcurso de un año, sino desde el punto de vista de toda la economía nacional y en un período, por ejemplo, de diez a quince años –ésta sería la única forma acertada de enfocar el problema–, veríamos que la rentabilidad temporal e inconsistente de esta o aquella empresa o rama de la producción no puede en absoluto compararse con la forma superior de rentabilidad, sólida y constante, que nos dan la acción de la ley del desarrollo armónico de la economía nacional y la planificación de la misma, librándonos de las crisis económicas periódicas, que destruyen la economía nacional y causan a la sociedad tremendos daños materiales, y asegurándonos el desarrollo ininterrumpido de la economía nacional y el elevado ritmo de este desarrollo». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Problemas económicos del socialismo, 1952)
Tal vez, para los «críticos del stalinismo», estas leyes de la construcción del socialismo les sean ajenas, o recetas preparadas o las califiquen de catecismo a la soviética, pero como la historia ha demostrado y sigue demostrando, quién se desvía de este camino, zozofra en el capitalismo.
Segundo. Como comentábamos en la cita anterior, no existe referencia entre los textos marxistas-leninistas que apruebe la disgregación de la economía en pequeños puntos autónomos autogestores descentralizados como han intentado todos los diversos revisionismos del que bebe el revisionismo cubano;
«La adopción y aplicación de los conceptos teóricos revisionistas antimarxistas del socialismo de mercado en la Unión Soviética, China, Yugoslavia, Polonia o Hungría, representa actualmente, al igual que en otros países capitalistas, un grupo de empresas capitalistas aisladas, cada una con una libertad total de acción. Cada una de ellas decide por sí misma el volumen y la estructura de la producción, tienen derecho de comprar y vender libremente no sólo en el mercado interno, sino también en el mercado internacional capitalista, los medios de producción, materias primas y los productos que necesite y fijan libremente los precios teniendo en cuenta la coyuntura del mercado, de la oferta y la demanda». (Priamo Bollano; Crítica a ciertas teorías burguesas y revisionistas sobre el lugar y el papel de las relaciones monetario-mercantiles en el socialismo, 1984)
Es más, como veremos en la próxima cita de Lenin, todo autor del marxismo ha condenado tal concepción anarco-sindicalista, concepción que a la postre sería desarrollada por el revisionismo yugoslavo, el revisionismo chino, etc.:
«Toda legislación, ya sea directa o indirecta, sea de la posesión de su propia producción por los obreros de una fábrica o de una profesión tomada en particular, con derecho a moderar o impedir las órdenes del poder del Estado en general, es una burda distorsión de los principios fundamentales del poder soviético y la renuncia completa del socialismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La naturaleza democrática y socialista y del poder soviético, 1917)
Tercero. Retomando, la «particularidad cubana»: Abiel Prieto, se queja, de que los fallos de la economía cubana recaen en la excesiva centralización. ¿Era cierta esta excesiva centralización? No, desde luego es más que cuestionable el nivel de centralización cubano antes de las reformas de Raúl Castro, como hemos mostrado con los datos anteriores, pero si nos atenemos a otras fuentes no encontramos nada diferente:
«En primer lugar se llevó a cabo la reforma de la constitución socialista de la república en 1992 lo que permitió entre otras cosas la descentralización del monopolio estatal sobre el comercio exterior y el reconocimiento de la propiedad mixta y otras formas. En 1994 se produce la reorganización de los órganos de la administración central del estado, descentralizándose en parte las funciones para la gestión y la dirección de la economía (Decreto-ley Nro.147). Posteriormente en 1997 se dicta el Decreto-ley Nro.171 sobre reorganización del sistema bancario, permitiéndose la modernización y perfeccionamiento del mismo». (M. A. Idania Coello Caba y Dr. Eco. Manuel Miranda López; Política y descentralización fiscal en Cuba)
Es por tanto una vergüenza para el pueblo cubano, que tal engendro revisionista haya podido sostener un puesto tan preciado como es el de ser ministro de cultura. Y es por ello, que a la hora de analizar, a cualquier elemento que se autoproclame comunista, o a cualquier proclama de un partido comunista debemos tener en cuenta al lector la reflexión de que:
«Los hombres han sido siempre en política víctimas necias del engaño de los demás y del propio, y lo seguirán siendo mientras no aprendan a descubrir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas morales, religiosas, políticas y sociales, los intereses de una u otra clase». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo, 1919)
***
Como ha quedado evidenciado, el trotskismo ha tomado desde hace décadas su particular hueco en el grupo gobernante en Cuba pasando a formar parte de una más de las facciones internas del partido. Muestra de ello, es cómo se celebran continuas conferencias, charlas, ediciones de libros y demás formas de propaganda donde se invita y propagan las ideas trotskistas:
«El 20 de febrero Alan Woods fue invitado por Juán Sánchez Monroe, antiguo embajador cubano y profesor de relaciones internacionales, para hablar en el Instituto Superior de Relaciones Internacionales Raul Roa. Un grupo de profesores y estudiantes escucharon a Alan hablar sobre perspectivas mundiales, la crisis del capitalismo y las relaciones internacionales. Después de la intervención de Alan hubo muchas preguntas, sobre la revolución venezolana, las relaciones entre Israel y EEUU, etc., Una de las profesoras señaló que mientras que hoy internacionalmente están presentes las oportunidades revolucionarias, lo que faltaba era una Internacional Comunista, rápidamente añadió que hacía referencia a la Internacional Comunista de los cuatro primeros congresos. Ese mismo día más tarde, la FEU, una organización fundada por Julio Antonio Mella y que ha jugado un papel clave en la historia revolucionaria de Cuba, invitó a Alan a hablar sobre su nuevo libro: Reformismo o Revolución». (América Socialista; Alan Woods habla ante estudiantes cubanos, 26 de febrero de 2009)
Los trotskistas no somos quienes criticamos a Cuba, sino los gobernantes cubanos que ponen todo su empeño en inocular las ideas de los autores abiertamente trotskistas entre las mentes de sus partidarios». (Equipo de Bitácora (M-L); Crítica a la entrevista de Abiel Prieto, ex ministro de cultura de Cuba, 2013)
ME CAE QUE HAY QUE LEER Y TENER BIEN DOMINADO A LOS CLASICOS
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