Alexei Kosygin, Leonid Brezhnev y Nikolai Podgorny en 1972 |
«La teoría marxista-leninista argumenta y la práctica ha probado que las transformaciones revolucionarias socialistas en la base económica, es decir en las relaciones de producción, y en numerosos campos de la superestructura, comienzan a operarse únicamente con la instauración de la dictadura del proletariado. Esta, de manera consciente y organizada, bajo la dirección del auténtico partido marxista-leninista de la clase obrera y apoyada en las leyes objetivas del desarrollo social, aplica profundas y amplias medidas revolucionarías para la liquidación del viejo régimen económico-social opresor y explotador y para la construcción de la sociedad socialista sin clases explotadoras, como primera fase de la construcción de la sociedad sin clases, el comunismo.
En oposición a estas enseñanzas sobre la dictadura del proletariado, como primer e imprescindible acto de la revolución socialista, así como sobre su papel determinante para la realización de transformaciones socialistas en la base económica y en la superestructura, los revisionistas soviéticos, en sus teorías sobre la «vía no capitalista de desarrollo» y de «orientación socialista» hacen hincapié principalmente en las reformas económicas.
Con la pretensión de que supuestamente «la lucha de los pueblos por la verdadera liberación social pasa cada vez más por la esfera de la economía», los revisionistas soviéticos tratan de crear una idea de que para pasar al socialismo debemos comenzar no con la instauración de la dictadura del proletariado, sino con transformaciones en el terreno económico, que realizaría gradualmente el Estado existente, a través de una infinita serie de fases o etapas de transición. Este Estado, al que califican de democrático revolucionario y en el que el poder está supuestamente en manos del pueblo trabajador, estaría dispuesto y en condiciones de realizar, según ellos, profundas transformaciones en todos los terrenos de la vida y de crear las premisas imprescindibles para realizar también la «transición al socialismo».
El modo en que tratan el problema del Estado los revisionistas soviéticos es enteramente antimarxista y burgués, tanto en la teoría, como en política. Son numerosos los hechos que demuestran que, independientemente de ciertas reformas de carácter democrático general realizadas en los países ex coloniales y en vías de desarrollo, en ellos predomina la propiedad privada sobre los medios de producción, tanto bajo la forma de propiedad de capitalistas particulares o de grupos de capitalistas, como bajo la forma del capitalismo monopolista de Estado. El poder político en estos países se halla en manos de las clases burguesas y feudales y en muchos de ellos incluso en las de las camarillas más reaccionarias, antes asociadas a los imperialistas, que oprimen y explotan al proletariado y a las masas trabajadoras. Las clases dominantes, en general, están estrechamente ligadas al imperialismo estadounidense, al socialimperialismo soviético o a otros imperialismos, cuyo capital, como evidencian los hechos, mantienen aún importantes posiciones en la economía de dichos países, y, de una u otra forma, se imponen incluso en su política. Es natural que este Estado y toda la superestructura erigida sobre la base económica y que es reflejo de ella, independientemente de los calificativos que puedan merecer, protegen la propiedad privada sobre los medios de producción, las relaciones económicas levantadas sobre aquéllas y está al completo servicio de las clases dominantes.
Es sabido que el Estado, mientras exista, tendrá siempre un acentuado carácter de clase. Naturalmente que entre los nuevos Estados nacionales de los países ex coloniales y poco desarrollados existen algunos que son más progresistas y democráticos que los que han venido a sustituir la época de la dominación colonial. Pero esto no significa que estos Estados se hayan convertido en Estados por encima de las clases o al margen de ellas. Ellos, como cualquier Estado, son Estados de una clase determinada y no en general del «pueblo trabajador», como pretenden los revisionistas soviéticos.
Los revisionistas soviéticos afirman que, en estos países simultáneamente a la realización de reformas en el terreno económico, habría cambiado también gradualmente el propio Estado y que, por tanto, se podría pasar de la dictadura democrático-revolucionaria a un Estado de tipo socialista mediante las reformas que deberían hacerse en el marco del régimen económico-social y político existente, como la creación de:
«Nuevas instituciones democráticas revolucionarias de poder». (Nauchniy komunizm; Nº.3, 1980)
Con la redacción de una:
«Legislación que exprese los intereses de las masas». (Nauchniy komunizm; Nº. 3, 1980)
Con el desarrollo de la lucha contra:
«El burocratismo en el aparato administrativo estatal». (Nauchniy komunizm; Nº. 3, 1980)
Con el reforzamiento:
«Gradual del aparato de Estado con cuadros autóctonos fieles al pueblo». (Pravda; Informe ante el XXVIº Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, 24 de febrero de 1981)
Y también:
«Mediante la profundización de la democratización del poder y del ejército». (Voprosi fillozofi; Nº.2, 1983)
Esto sería, según ellos este Estado reformado que permitirá, supuestamente de manera consciente, la transición al socialismo.
Puntos de vista semejantes al de los revisionistas soviéticos y pretensiones sobre la reforma del viejo Estado opresor y explotador, los predicaron ya en el pasado los Bernstein, los Kautsky, y demás oportunistas. Pero es sabido que Lenin, al desenmascararlos y demolerlos argumentó que las reformas que puedan hacerse al Estado opresor y explotador burgués no son de tal magnitud que expresen los intereses de las masas, sino que no afectan en absoluto la naturaleza de clase, el régimen económico-social y la dominación de las clases explotadoras. «Cambios» en el viejo aparato de Estado burgués se realizan continuamente, a fin de que el Estado se adecúe mejor a las nuevas situaciones, sobre todo para hacer frente a los movimientos y luchas revolucionarias crecientes que desarrollan el proletariado y los pueblos contra sus opresores. Pero los «cambios» de esta naturaleza en el aparato de Estado no tienen por objetivo crear las premisas para llevar a los países ex coloniales ni a los demás países capitalistas al socialismo, como pretenden los revisionistas soviéticos, sino que se realizan en función del continuo fortalecimiento de la dictadura burguesa o feudal-burguesa, para defender lo mejor posible los intereses y la posición de clase de las clases poseedoras de la sociedad.
Profundizando en sus prédicas antimarxistas sobre el Estado de «orientación socialista» de los países ex coloniales, Estado que supuestamente estaría en condiciones de llevar a cabo profundas reformas económicas y de conducir gradualmente a estos países al socialismo, que estaría supuestamente en condiciones de reformarse y transformarse gradualmente en «Estado de tipo socialista», los revisionistas soviéticos llegan, por consiguiente, a otra conclusión político-teórica: dejan entrever que para pasar al socialismo en tales países no hace falta ni la revolución proletaria, ni la destrucción del viejo Estado burgués, sino que por el contrario sería, necesario conservar y fortalecer el Estado existente. Esta conclusión se halla en flagrante contradicción con lo argumentado por los clásicos del marxismo-leninismo y que ha probado plenamente la práctica revolucionaria, el que para pasar al socialismo es imprescindible la revolución y como su primer acto y victoria la destrucción completa y hasta los cimientos del viejo Estado opresor y explotador.
Engels ha dicho que el Estado burgués es una fuerza especial de represión del proletariado por la burguesía. Por eso, para pasar a la sociedad sin clases, es preciso que esta fuerza particular sea reemplazada por otra fuerza especial, por el Estado proletario, como arma con la que el proletariado y sus aliados aplastarán la resistencia de la burguesía y de las clases explotadoras. Pero esta substitución, ha argumentado posteriormente Lenin, no puede ser realizada con «arreglos» ni «reajustes» del viejo aparato de Estado. Esto es posible únicamente rompiendo y destruyendo este aparato desde los cimientos, lo que solo es posible mediante la revolución proletaria violenta:
«La dictadura del proletariado no puede surgir como resultado del desarrollo pacífico de la sociedad burguesa y de la democracia burguesa; solo puede surgir como resultado de la demolición de la máquina del Estado burgués, del ejército burgués, del aparato burocrático burgués, de la policía burguesa». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Fundamentos del leninismo, 1924)
Atribuyendo arbitrariamente y con fines especulativos al Estado burgués de los países calificados de «orientación socialista» características socialistas, que ni tiene ni puede tener ni en la teoría ni en la práctica, los revisionistas soviéticos le atribuyen al mismo tiempo actos supuestamente consecuentes y socialistas. Afirman que este Estado, después de:
«Liquidar la pobreza y superar el atraso socio-económico del país». (Voprosi fillozofi; Nº.10, 1978)
Adopta medidas y:
«Pone conscientemente obstáculos para que el capitalismo no se desarrolle». (Voprosi fillozofi; Nº.10, 1978)
Liquidando gradualmente las:
«Posiciones de los monopolios imperialistas, de la burguesía y de los grandes feudales nativos, limitando la actividad del capital extranjero». (Pravda; Informe ante el XXVIº Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética, Pravda, 24 de febrero de 1981)
Y creando y fortaleciendo el sector estatal de la economía. Según ellos, en los países de «orientación socialista» se sigue:
«La línea de creación planificada de las premisas materiales y técnicas de desarrollo socialista». (Voprosi fillozofi; Nº.3, 1983)
Basta únicamente con analizar por poco que sea estas declaraciones oficiales de los políticos y de los teóricos revisionistas soviéticos para descubrir su posición antimarxista, antiproletaria, pro burguesa y reaccionaria.
En primer lugar, la creación del sector estatal de la economía en los nuevos Estados nacionales, que los revisionistas soviéticos consideran como el factor más importante para la «limitación consecuente» de las relaciones capitalistas y para el surgimiento de las relaciones socialistas de producción, tal como ha demostrado con innumerables hechos la práctica no aporta ni puede aportar ningún elemento de carácter socialista al terreno de las relaciones de producción. Engels ha subrayado que en los países capitalistas la transformación de la propiedad en propiedad del Estado no suprime el carácter capitalista de las fuerzas productivas ni las relaciones capitalistas, por el contrario, lejos de ser abolidas llegan al límite, a la cúspide.
También Lenin desenmascaró a todos los oportunistas y revisionistas que para evitar la revolución, intentaban embellecer al capitalismo presentando al capitalismo monopolista de Estado como un régimen no capitalista. La creación del sector estatal por la vía de las nacionalizaciones en las condiciones en que la burguesía mantiene el poder político e impone su dictadura, representa una forma particular de la propiedad burguesa, un capitalismo colectivo. Este capitalismo estatal no cambia de ningún modo la naturaleza del régimen explotador existente, no suprime la explotación del hombre por el hombre, ni el paro forzoso ni la pobreza. La posición y la situación de los obreros en las empresas estatales capitalistas es semejante, que la de los obreros de las empresas privadas capitalistas:
«El capitalismo de Estado, tal como ya lo ha probado una larguísima experiencia, es mantenido e impulsado por la burguesía, no para crear las bases de la sociedad socialista, contrariamente a lo que sostienen los revisionistas, sino para reforzar las bases de la sociedad capitalista, de su Estado burgués, para explotar y oprimir aún más a los trabajadores». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1978)
En segundo lugar, los revisionistas soviéticos hablan de una supuesta liquidación de las «posiciones de los monopolios imperialistas, de la burguesía y de los grandes feudales nativos», pero no mencionan en absoluto ni a la burguesía media ni a la pequeña burguesía, sobre todo a la pequeña burguesía urbana. Hablan, al mismo tiempo, de la «limitación de la actividad del capital extranjero», pero no de su liquidación. Según parece, tanto la burguesía media, y la pequeña burguesía nacional, como el capital extranjero, aunque un tanto «limitado», estarían presentes en el futuro régimen «socialista». De este modo –siempre según los soviéticos– los países de «orientación socialista» pasarían gradualmente al «socialismo» junto con la propiedad capitalista de Estado, con la propiedad privada capitalista media y pequeña e incluso con el capitalismo extranjero, es decir, de hecho sin ninguna modificación radical en el terreno de las relaciones de propiedad, con todo capitalista y con nada socialista.
En tercer lugar, los revisionistas soviéticos pretendiendo que desde el triunfo de la revolución antiimperialista de liberación y la proclamación de la independencia nacional en los países ex coloniales y hasta que se produzcan en ellos las premisas que den inicio a las transformaciones para pasar al socialismo, se precisa un período prolongado, niegan de hecho la necesidad de la revolución socialista y sus preparativos, dejando el socialismo para un futuro incierto y lejano. Afirman que el llamado curso consciente y gradual de la orientación socialista:
«Determina el proceso de desarrollo no capitalista, como prolongación en el tiempo del proceso revolucionario». (Leninskaya Teoriya socialisticheskoy revoljucii i sovremyenost; Moskva 1980)
La prolongación en el tiempo de este proceso, según ellos, plantearía supuestamente la necesidad de que el «avance» se efectúe gradualmente, a través de numerosas etapas de transición que permitan evitar que se:
«Fuercen artificialmente las transformaciones sociales». (Mezhdunarodnaya zhisny, Nº. 3, 1981)
Y esto hasta que alcancen un nivel que se acomode al socialismo y el proletariado crezca y se desarrolle al punto de constituir la mayoría de la población.
No es difícil comprender que estas concepciones son idénticas a la teoría oportunista de las «fuerzas productivas» de Kautsky y de otros oportunistas que en el pasado desenmascaró Lenin. Son semejantes a las teorizaciones y deformaciones antimarxistas de los revisionistas yugoslavos en lo referente a las etapas de la revolución, a los momentos y las vías de transición de una etapa a otra, que trataban de imponer a nuestro partido a fin de que fueran aplicadas en Albania. Para no quemar las etapas de la revolución «aconsejaban» que no se hiciera de manera inmediata el paso de la primera etapa democrática a la segunda etapa socialista de la revolución; defendían la idea antimarxista, según la cual, puesto que éramos una democracia popular, la burguesía no debería ser tocada, ya que de lo contrario, según los titoistas, se quemarían las etapas; proclamaban como camino de transición de la primera etapa de la revolución a la segunda la vía de las reformas y sacaban la conclusión de que la transición de una a otra etapa debe prolongarse en el tiempo. Es sabido como Lenin desenmascaró y refutó la teoría de las «fuerzas productivas» y como, al descubrir la ley objetiva del desarrollo económico y político desigual de los países capitalistas en la época del imperialismo, llegó a la conclusión y argumentó que la revolución puede estallar y triunfar también en algunos países, e incluso en uno solo, allí donde el eslabón de la cadena imperialista sea más débil, independientemente de si este país no se halla entre los más desarrollados en lo que se refiere a las fuerzas productivas. El eslabón más débil de la cadena imperialista será el país donde se exacerben todas las contradicciones sociales y de clase y se cree una situación revolucionaria, allí donde el proletariado haya creado su propio partido marxista-leninista y esté preparado para las grandes batallas revolucionarias. Lenin argumentó asimismo que el triunfo de la revolución democrática de liberación puede y debe servir como etapa preliminar de transición al socialismo, porque en el imperialismo se crean condiciones tales que la revolución, teniendo a la cabeza al proletariado y a su partido marxista-leninista, puede desarrollarse de manera que pueda pasar lo más rápidamente posible de la etapa de la revolución democrático-burguesa a la etapa de la revolución socialista, instaurar la dictadura del proletariado y construir el socialismo y el comunismo.
Estas enseñanzas de Lenin las confirmó la práctica de la revolución de octubre de 1917 en Rusia y la construcción del socialismo en la Unión Soviética en su época y en la de Stalin. Esto lo confirma asimismo la revolución y la construcción del socialismo en Albania. Es sabido que la Albania de antes de la liberación era un país relativamente atrasado desde el punto de vista económico-social y cultural. Era un país esencialmente agrario, con una industria casi inexistente y con un bajo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. La clase obrera era poco numerosa, dispersa, y no formada como proletariado industrial, aún no había alcanzado madurez organizativa ni política. Pero sin embargo este estado de cosas no impidió al Partido Comunista de Albania, organizar y llevar a la victoria la lucha de liberación nacional, preparar las condiciones, organizar y dirigir, simultáneamente la lucha por la liberación nacional, la lucha por el progreso social, instaurando en primer lugar el poder popular, como dictadura de las fuerzas democrático-revolucionarias, pero que cumplía al mismo tiempo las funciones de dictadura del proletariado y que introdujo rápidamente al país por el camino de la construcción socialista». (Nesti Karaguni; La esencia reaccionaria de la teoría revisionista soviética de la «orientación socialista», 1984)
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