miércoles, 28 de octubre de 2015

El sistema de «autogestión» en la economía; Enver Hoxha, 1978


Tito y Nixon en la Casa Blanca

La teoría y la práctica de la «autogestión» yugoslava es una negación pura y simple de las enseñanzas del marxismo-leninismo y de las leyes universales de la construcción del socialismo.

La esencia de la «autogestión socialista» en la economía es la idea de que supuestamente el socialismo no se puede construir mediante la concentración de los medios de producción en manos del Estado socialista, siendo la propiedad estatal la institución más elevada de la propiedad socialista, sino por el contrario, mediante la fragmentación de la propiedad estatal socialista en propiedad de determinados grupos de trabajadores, que supuestamente lo administran ellos mismos directamente. Pero la teoría marxista es claro acerca de esto, ya en 1848, Marx y Engels subrayaron:

«El proletariado se valdrá del Poder para ir despojando paulatinamente a la burguesía de todo el capital, de todos los instrumentos de la producción, centralizándolos en manos del Estado, es decir, del proletariado organizado como clase gobernante, y procurando fomentar por todos los medios y con la mayor rapidez posible las energías productivas». (Karl Marx y Friedrich Engels; Manifiesto comunista, 1848)

Lenin insistió en la misma cuestión cuando él combatió severamente las opiniones anarcosindicalistas del grupo hostil al Partido Bolchevique, dicho grupo fue conocido como la «oposición obrera» que exigían la entrega de las fábricas a los trabajadores y la gestión y organización de la producción no por el Estado socialista, sino por un llamado «congreso de los productores» como representante de los grupos de los trabajadores individuales. [En el Xº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia celebrado en marzo de 1921 se condenaron los puntos de vista de la llamada «oposición obrera» y de otros grupos fraccionalistas y se ordenó la inmediata disolución de estos grupos – Anotación de E. H.]

Lenin describió la representación de estos puntos de vista anarco-sindicalistas como:

«Una completa ruptura con el marxismo y el comunismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Informe en el Xº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia, 1921)

Pero dicha lucha no es puntual, señaló mucho antes que:

«Toda legislación, ya sea directa o indirecta, sea de la posesión de su propia producción por los obreros de una fábrica o de una profesión tomada en particular, con derecho a moderar o impedir las órdenes del poder del Estado en general, es una burda distorsión de los principios fundamentales del poder soviético y la renuncia completa del socialismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La naturaleza democrática y socialista y del Poder Soviético, 1917)

Y a pesar de todos estos precedentes en la historia marxista, en junio de 1950, Tito presentó la ley de «autogestión» a la Asamblea Popular de los Pueblos de las Repúblicas Federales de Yugoslavia, allí desarrolló sus puntos de vista revisionistas sobre la propiedad bajo el «socialismo», dijo entre otras cosas:

«De ahora en adelante la propiedad estatal de los medios de producción, las fábricas, las minas, los ferrocarriles, pasaran gradualmente a la forma superior de propiedad socialista; la propiedad de Estado es la forma inferior de propiedad social y no la superior. Entre los actos más característicos de un país socialista es el traslado de las fábricas y otras empresas económicas de las manos del Estado a manos de la trabajadores, para que puedan manejarlos, porque de esta manera el lema de la acción de la clase obrera –¡las fábricas a los obreros!– se llevará a cabo». (Josip Broz, Tito; Las fábricas a los obreros, 1950)

Estas afirmaciones de Tito son calcadas como dos gotas de agua a los reaccionarios puntos de vista anarcosindicalistas de la «oposición obrera» que Lenin expuso en su tiempo, pero también son similares a los puntos de vista de Proudhon, quien escribió en su trabajo «La teoría de la propiedad» que:

«El producto espontáneo de una unidad colectiva puede ser considerado como el triunfo de la libertad, y como la mayor fuerza revolucionaria que existe puede oponerse al Estado». (Pierre-Joseph Proudhon; Teoría de la propiedad, 1864)

O si no veamos también lo que expresa uno de los líderes de la II Internacional, Otto Bauer:

«¿Quién entonces, encabezará la industria socializada en el futuro? ¿El gobierno? ¡No! Si el gobierno ejecutara todas las ramas de la industria sin excepción, se convertiría en algo demasiado poderoso sobre el pueblo y el órgano representativo nacional. Este aumento del poder del gobierno sería peligroso para la democracia». (Otto Bauer; El camino al socialismo, 1919)

En unidad con vistas a Tito y a todos estos antimarxistas, Edvard Kardelj también subraya lo mismo en su libro en cuestión:

«Nuestra sociedad está obligada a actuar de esta manera, ya que se ha se decidido por el autogobierno, y también el autogobierno en la propiedad social está en contra de la perpetuación de las formas de propiedad estatales de las relaciones socialistas de producción». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Esto significa que el sistema de la propiedad privada se ha establecido en Yugoslavia, y que la propiedad estatal socialista, la propiedad de todo el pueblo, ya no existe.

Al contrario totalmente pasa en nuestro país, donde esta propiedad común socialista es manejada por el Estado de la dictadura del proletariado con la participación de la clase obrera y las masas de personas trabajadoras en las formas directas centralizadas que son planificadas desde abajo y orientadas desde arriba.

El curso de la descentralización de los medios de producción, y siempre de acuerdo claro con las ideas anarco-sindicalistas de unos trabajadores «autogestionados»; es en esencia una forma inteligente para preservar y consolidar la propiedad privada capitalista sobre los medios de producción aunque en una forma disfrazada de «propiedad autogestionada por grupos de trabajadores». De hecho, todos los términos confusos y oscuros inventados por el «teórico» Kardelj registrado en su libro como: «organizaciones fundamentales del trabajo solidario», «organización compleja del trabajo solidario», «consejos de trabajadores de las organizaciones fundamentales», «complejos unidos trabajo», «comunidad de autogestión de intereses», y similares términos que incluso han sido institucionalizados en la legislación del Estado capitalista yugoslavo, no son más que una brillante fachada detrás de la cual se niega a la clase obrera de su derecho a la propiedad a través de los medios de producción, por lo tanto es una forma de ocultar la explotación salvaje de la burguesía.

Este tipo de propiedad privada existe en Yugoslavia no sólo en una forma disfrazada, sino también en su forma abierta tanto en la ciudad como en el campo. Esto también, es admitido incluso por Edvard Kardelj en su libro cuando dice:

«En nuestra sociedad, una importancia particular es concedida a derechos como el derecho a la propiedad personal, o la misma en ciertos límites a la propiedad privada». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Nuestro amigo Kardelj trata en vano de minimizar el efecto negativo de la aceptación abierta del derecho a la propiedad privada podría tener incluso en la forma de producción a pequeña escala, que, como dice Lenin «da a luz el capitalismo cada día y a cada hora». Los revisionistas yugoslavos han promulgado leyes especiales para favorecer la economía privada, las leyes que reconocen el derecho de los ciudadanos a «fundar empresas» y «contratar mano de obra». La última Constitución yugoslava declara explícitamente:

«Los propietarios privados tienen la misma posición socio-económica, los mismos derechos y obligaciones que las personas que trabajan en las otras organizaciones socio-económicas». (Constitución yugoslava de 1974)

La pequeña propiedad privada domina plenamente en la agricultura yugoslava, donde ocupa el 90 % de la superficie de las tierras cultivables, 9 millones de hectáreas pertenecen al sector privado, y 1,15 millón de hectáreas, es decir el 10 % de la superficie total de las tierras de cultivo salen del sector capitalista monopolista. Más de 5 millones de campesinos en Yugoslavia se dedican a cultivar tierras de propiedad privada. El campo yugoslavo nunca se ha embarcado en el camino de una verdadera transformación socialista. Kardelj no tiene una palabra con respecto a esta situación en su libro y le evita tener que tratar con el problema de cómo su sistema de «autogestión» se extiende a la agricultura. Sin embargo, si se pretende que el socialismo se construya a través de este sistema, entonces ¿cómo es posible que dicho sistema y la influencia directa de sus dirigentes hubieran olvidado de «construir el socialismo» en la agricultura que representa casi la mitad de la economía? La teoría marxista-leninista nos enseña que el socialismo se edifica tanto en la ciudad como en el campo, pero no teniendo como base la propiedad del capitalismo de Estado, la propiedad supuestamente administrada por los grupos de obreros, o la propiedad abiertamente privada, sino solamente teniendo como base la propiedad social socialista de los medios de producción.

Pero este principio fundamental no se aplica a Yugoslavia, donde está permitida la propiedad privada de 10 a 25 hectáreas. Véase la obra de V. Vasic: «La Política Económica de Yugoslavia», 1970.

La ley yugoslava permite la compra-venta, el alquiler y la hipoteca de la tierra, así como la venta y la compra de las máquinas agrícolas, no eliminado el trabajo asalariado en la agricultura y creando una nueva clase burguesa del campo más sólida aún. Con estas técnicas de «construcción del socialismo» a los kulaks se les dio posibilidad de extender las superficies de sus tierras, de multiplicar los medios de trabajo, el número tractores etc. [En 1980 los kulaks poseían 93,5 porcentual del total de los tractores – Anotación de E. H.]

Todas estas medidas que fueron previamente denunciadas con razón por la Kominform en 1948, cayeron sobre espalda de los campesinos pobres, y en consecuencia se aumentó e intensificó la explotación capitalista.

Las relaciones capitalistas de producción están tan profundamente arraigadas en la economía yugoslava que incluso los capitalistas de las empresas extranjeras tienen ahora un campo libre de acción en la realización de inversiones y, de común acuerdo con la burguesía local, de explotar la clase obrera y otras masas trabajadoras yugoslavas. El sistema yugoslavo de «autogobierno» con razón puede ser descrito como un Estado de cooperación del capitalismo yugoslavo con el capitalismo estadounidense y los otros capitalistas. Sus socios son asociados en la apropiación de las riquezas de Yugoslavia en todos los dominios, las fábricas, las comunicaciones, los hoteles, los edificios de vivienda y hasta en el espíritu cultural de la gente.

Si la economía yugoslava ha dado algunos pasos hacia adelante en su desarrollo no es de ninguna manera por el sistema de «autogestión» como los revisionistas titoistas tratan de reclamar para sí mismos. En Yugoslavia, el mundo capitalista se derramo en forma de inversiones, en forma de créditos y en forma de las «ayudas» de ingentes cantidades de capitales, que constituyen una parte considerable de la base material de este sistema capitalista-revisionista. El endeudamiento de Yugoslavia sobrepasa los 11 mil millones de dólares, entre los que están más de 7 mil millones de deuda hacia los Estados Unidos.

No es sin intenciones determinadas que la burguesía internacional apoya el sistema de «autogestión socialista» yugoslavo sobre tal base material y financiera. Las muletas del capital occidental ayudaron a este sistema que se mantuviera de pie como un modelo de la preservación de la orden capitalista bajo etiquetas pseudosocialistas.

Con sus inversiones, los capitalistas extranjeros han construido numerosos proyectos industriales en Yugoslavia de los que resultan productos que van desde la más alta a la más baja calidad. La mayoría de los mejores productos son, por supuesto, los que se venden en el extranjero y sólo una fracción de ellos se comercializan en el país. Aunque una sobreproducción fuerte y capitalista actúe con rigor en el extranjero y sean todos los mercados acaparados allí por los mismos capitalistas que hicieron inversiones en Yugoslavia, éstos venden los productos yugoslavos de calidad sobre sus mercados con provechos enormes, dado que la mano de obra en Yugoslavia es barata, y los productos acaban bajo un coste inferior, esto en comparación con los países capitalistas donde los sindicatos, más o menos, hacen demandas sobre el capital en nombre de los trabajadores. Los mejores productos que sacan las fábricas yugoslavas son quitados por las empresas multinacionales que obran también en el país. Pero, además de los beneficios que tiran de esta práctica, los inversores extranjeros trasiegan otros provechos que particularmente tornan en favor del interés de los capitales que invirtieron en Yugoslavia, a menudo estos beneficios por ejemplo son tomados en forma de materias primas o elaboradas.

En su libro, el demagogo Kardelj tiene mucho que decir sobre el sistema de «autogestión», pero mantiene silencio total sobre la presencia y el papel importante del capital extranjero para mantener el famoso sistema de la «autogestión» en pie:

«En los países burgueses el poder real se basa y manifiesta en primer lugar en las relaciones del poder ejecutivo estatal con los cárteles políticos fuera del parlamento, donde de forma paralela crece del poder de la fuerza extraparlamentaria y las prerrogativas a dicha fuerza. No es un fenómeno nuevo, propio de las relaciones sociales contemporáneas en los países capitalistas altamente desarrollados la creación de la comunidad internacional o mundial dotada de una gran fuerza extraparlamentaria». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

De esta manera Kardelj busca demostrar que el modelo yugoslavo de «autogestión» supuestamente escapó a esa situación. Pero, como hemos explicado hace un momento, la realidad presenta un cuadro bastante diferente: la Yugoslavia de la «autogestión» se basa en una administración capitalista yugoslava y extranjera conjunta. Los capitalistas extranjeros, es decir las sociedades, los trusts y otros inversores tienen en Yugoslavia, el mismo poder de decisión que el poder yugoslavo mismo sobre la política y el desarrollo general del país.

Las denominadas empresas autogestionadas, ya sean grandes o pequeñas, son de hecho obligadas a tener en cuenta al inversor extranjero. Este inversor tiene sus propios derechos, los cuales se han impuesto en el Estado yugoslavo, tiene sus propios representantes directos en estas empresas mixtas y tiene sus propios representantes o su influencia en la Federación. De hecho, directa o indirectamente, el inversor impone su voluntad a la Federación, la empresa mixta o la empresa. Esto es con precisión lo que los defensores de la «autogestión» procuran ocultar. Kardelj necesita este camuflaje y que no se levante su maquillaje, necesita este passe-passe –truco de prestidigitador– como dicen los franceses, con el fin de «probar» el absurdo de que la «autogestión» yugoslava es el verdadero socialismo.

Pero lo que él se esfuerza por negar en su libro se confirma cada día por muchos hechos revelados por la prensa occidental, en realidad esto lo podemos demostrar incluso por la agencia de noticias yugoslava TANJUG, que anunció, durante el último 16 de agosto la publicación de un nuevo reglamento de la Asamblea ejecutiva federativa relativo a las inversiones extranjeras en Yugoslavia. En virtud de esta normativa los derechos de los inversionistas extranjeros capitalistas en Yugoslavia se amplían aún más:

«Bajo esta ley los socios extranjeros, sobre la base de los acuerdos celebrados entre ellos y las organizaciones del trabajo socializado de este país, pueden realizar inversiones en forma de divisas, en forma de equipos, en forma de productos semielaborados y en forma de tecnología. Los inversores extranjeros tienen los mismos derechos que las organizaciones del trabajo socializado por el país, que invierten sus medios en una organización de trabajo asociado». (Agencia de noticias TANJUG, 16 de agosto de 1978)

Más adelante la agencia de noticias TANJUG subraya:

«En este conjunto de normas es de mayor interés –por los extranjeros– porque garantiza la actividad económica común a largo plazo. Además de esto, ahora prácticamente no hay ningún campo en el que los extranjeros no puedan invertir sus recursos, con la excepción del seguro social, el comercio interno y las actividades sociales». (Agencia de noticias TANJUG, 16 de agosto de 1978)

El país no podría ser vendido al capital extranjero de manera más completa que ésta. Y ante esta realidad puramente capitalista, el «comunista» Kardelj todavía tiene el descaro de afirmar que:

«Nuestra sociedad ha cobrado mucha fuerza en su contenido socio-económico y la estructura de las relaciones socialistas y autogestionadas de la producción que hacen posible y aseguran que nuestra sociedad se vaya a desarrollar cada vez más de una manera libre, independiente y autónoma». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

En el libro de Kardelj se considera principalmente a la persona como un elemento principal de la sociedad, el elemento que produce, el elemento que tiene el derecho de organizar y distribuir la producción. Según él, este elemento socializa el trabajo en una empresa y ejerce su liderazgo al llamado consejo de trabajadores «que son elegidos» por los trabajadores y que supuestamente de acuerdo con los funcionarios gestores designados, ajustan la suerte de la empresa, del trabajo, las rentas, etc.

En la forma típica de las empresas capitalistas donde es el capitalista el que gobierna rodeado por un gran número de funcionarios y técnicos que conocen la situación de la producción y organizan su distribución. Naturalmente, la mayor parte de los beneficios va al capitalista que es propietario de la empresa capitalista, es decir, se apropia de la plusvalía. Bajo el modelo yugoslavo de la «autogestión» una gran parte de la plusvalía es apropiada por los funcionarios, los directores de las empresas y el personal de ingeniería técnica, mientras que la Federación o cada república se apropian de la «mejor parte» para financiar los tratamientos copiosos de todos los funcionarios del aparato central, sea de la Federación, sea de la república. Para mantener en pie la dictadura titoista: el ejército, el ministerio del Interior y la Seguridad del Estado, el Ministerio de Asuntos Exteriores y otros que dependen de la Federación y que se hinchan y se extienden sin cesar, necesita disponer de estos fondos. En este Estado federativo se desarrolló una numerosa burocracia de funcionarios y de dirigentes improductivos que reciben salarios muy elevados frutos del sudor y de la sangre de los obreros y los campesinos. Además, una gran parte de las rentas es acaparada por los capitalistas extranjeros que invirtieron en estas empresas, que tienen sus representantes en los «consejos de administración» o en los «consejos obreros», es decir que participan en la dirección de las empresas. Así que en este sistema de «socialismo autogestionado» los obreros se encuentran constantemente en una situación de explotación total.

El engranaje de los «consejos de trabajadores» y «comités de autogestión» con sus comisiones han sido ideado por los revisionistas de Belgrado simplemente para crear la ilusión entre los trabajadores que «siendo elegidos», participando en estos organismos y discutiendo allí, ellos mismos decidirían los asuntos de la empresa de «su» propiedad. Según Kardelj:

«Los obreros en la organización fundamental del trabajo asociado administran el trabajo y la actividad de la organización del trabajo asociado y los medios de la reproducción social, deciden todas las formas de asociación y de enlace de su trabajo y de sus medios, así como de todas las rentas que se aseguran por su trabajo asociado, se reparten las rentas para su consumo personal, para los consumos comunes y generales, conforme a los principios y conforme a los criterios definidos sobre bases autogestoras». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Todo esto son solo pamplinas, porque en esta Yugoslavia dónde florece la democracia burguesa, no hay libertad verdadera, ni pensamiento ni acción para los trabajadores. La libertad de acción en las empresas «autogestoras» es infame. El obrero en Yugoslavia no dirige y no goza de los derechos que proclama con tanta insistencia el «ideólogo Kardelj». Tito mismo, en el discurso que pronunció recientemente delante de los dirigentes principales de Eslovenia, intentó mostrarse como un hombre realista y en lucha contra las injusticias de su régimen, dijo que en la «autogestión» los que trabajan mal no paran de aumentar sus ingresos a cargo de los que trabajan bien, mientras que los dirigentes de las fábricas, que son responsables de pérdidas, pueden escapar de su responsabilidad y asumir funciones de dirección en otras fábricas, sin temer ser criticados por quienquiera que sea por las faltas que cometieron.

Aunque, «teóricamente», Edvard Kardelj liquidó la burocracia y la tecnocracia, sólo eliminó el papel de una clase tecnocrática dominante «en teoría», pero en realidad, en la práctica, esta clase fue creada rápidamente y se descubrió un amplio campo de actividad en este supuesto sistema democrático en el que el papel del trabajador es «decisivo». De hecho, lo que es determinante es el papel de esa capa de funcionarios y de nuevos burgueses que dominan en las empresas «autogestoras». Es a ellos a quienes levantan el plan, los que fijaran la importancia de las inversiones y los ingresos de todos, los de los obreros y el suyo propio por supuesto, aquí tendrán mucho cuidado en la parte que toca a sus propios ingresos. Las leyes y normas se establecieron con el fin de mantener los beneficios de la dirección lo más alto posible y el salario de los trabajadores claramente bajos.

En Yugoslavia, esta capa reducida de personas de las que Tito nombra de pasada, que es engordada por el sudor de los obreros, toma las decisiones en contra de sus intereses, se convirtió en la nueva clase capitalista. Así es como se ha creado el monopolio político en la toma de decisiones y el reparto de los ingresos por la élite en las empresas de «autogestión», pero mientras tanto Kardelj continúa y continuará insistiendo en la misma melodía de siempre: que el sistema político inventado por los titoistas contribuye a la creación de condiciones para la realización genuina de los trabajadores, para la «autogestión» y los «derechos democráticos» que el sistema reconoce en principio.

La formación de la nueva clase capitalista fue alentada precisamente por el sistema de «autogestión». Tito ha admitido amargamente este hecho, e hizo supuestamente una «crítica severa» de los explotadores de los trabajadores, aludiendo a todos los que dirigen este sistema de «autogestión socialista» para su propio beneficio. En muchos discursos, no importa lo mucho que tratara de ocultar los males de su sistema pseudosocialista, porque tuvo que admitir la existencia de la gran crisis de este propio sistema y la polarización de la sociedad yugoslava en ricos y pobres:

«No considero que los beneficios de uno hagan un enriquecimiento, incluso cuando él ha sido capaz de construir una casita de campo de vacaciones con sus ganancias. Pero cuando se trata de un asunto de cientos de millones o incluso miles de millones, entonces esto es un robo, esta no es la riqueza adquirida por propio sudor, esta riqueza se crea a través de especulaciones de diversa índole dentro y fuera del país. Ahora tenemos que echar un vistazo de cerca a los que están construyendo viviendas en Zagreb, una en Belgrado y otra en la playa o en algún otro lugar. Y estos no son simples casas villas vacaciones, sino que se pueden alquilar perfectamente. Además de esto algunos no tienen uno, sino dos y hasta tres coches por familia». (Entrevista a Tito con un editor del diario «Vjesnik», octubre de 1972).

En otra ocasión, con el fin de demostrar que no está en contra de la estratificación de la sociedad en ricos y pobres, Tito también ha mencionado que algunos individuos ricos han depositado alrededor de 4,5 millones de dólares en los bancos yugoslavos sin tener en cuenta lo mucho que han depositado en bancos extranjeros y la cantidad que llevan en sus bolsillos.

Al escribir sobre el sistema fabricado por los revisionistas titoistas, Kardelj se ve obligado a mencionar brevemente la necesidad de la lucha:

«Contra las diversas formas de distorsiones e intentos de usurpar los derechos de autogobierno de los trabajadores y ciudadanos». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Pero una vez más busca la manera de salir de estos «abusos» en el sistema de «autogobierno» mediante:

«La ampliación del dispositivo respectivo del control social democrático». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Aquí surge la pregunta: ¿en qué clase se refiere cuando habla de la «usurpación del derecho de los trabajadores a la autonomía»? Por supuesto, aunque él no lo dice, aquí se está refiriendo a la vieja clase burguesa y a la nueva que ha usurpado el poder de la clase obrera y se está montando en su lomo para explotarlo.

Kardelj trata en vano de presentar a los «consejos obreros» como «los organismos fundamentales del trabajo solidario» como la expresión más auténtica de la «democracia» y la «libertad» para el hombre en todos los ámbitos sociales. Los «consejos de trabajadores», no son sino órganos del todo formales, defensores y ejecutores no de los intereses de los trabajadores sino de la voluntad de los directivos de las empresas porque, al ser material, política e ideológicamente corruptos, estos consejos se han convertido en parte de la «aristocracia obrera», de una «burocracia obrera» que actúan como agencias de la burguesía para engañar y crear falsas ilusiones de poder entre la clase obrera.

En los consejos yugoslavos en realidad no hay una verdadera democracia para las masas allí. Y no puede ser de otra manera. Lenin hizo hincapié en que:

«La democracia en la producción es un término que puede dar lugar a malas interpretaciones. Puede ser entendido como una negación de la dictadura del proletariado y la dirección unipersonal. Puede ser interpretado en el sentido de aplazar la democracia corriente o de eludirla. Ambas interpretaciones son perjudiciales». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Una vez más sobre los sindicatos en el momento actual, y los errores de los camaradas Trotski y Bujarin, 1921)

No puede haber una democracia socialista de la clase obrera sin su Estado de dictadura del proletariado. El marxismo-leninismo nos enseña que la negación del Estado de la dictadura del proletariado es una negación de la democracia para las masas del pueblo trabajador.

La negación del Estado de la dictadura del proletariado y la propiedad social socialista sobre los medios, la cual es fuente de inspiración para los revisionistas yugoslavos, los ha llevado a una gestión descentralizada de la economía sin un plan estatal unificado. El desarrollo de la economía nacional sobre la base de un plan estatal unificado y su gestión por parte del Estado socialista sobre la base del principio del centralismo democrático es una de las leyes universales y principios fundamentales de la construcción del socialismo en todos los países. De lo contrario se construye el capitalismo, como en Yugoslavia.

Kardelj afirma que los trabajadores en sus organizaciones de «autogestión» tienen el derecho:

«Para regir el trabajo y la actividad de la organización del trabajo solidario». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Es decir, de las empresas, por lo tanto, también pueden parecer planificar la producción. Pero, ¿qué es de todo esto verdad? En estas organizaciones el trabajador ni corre ni construye un plan básico. La nueva burguesía es la que hace estas cosas, los dirigentes de la empresa, mientras a los trabajadores se les da la impresión de que los «consejos de trabajadores» son los que supuestamente hacen la ley en esta «autogestión» organizada. Este espejismo sucede de igual forma en los países capitalistas, donde el poder de la empresa privada está en manos del capitalista que tiene su propia tecnocracia, sus tecnócratas que dirigen la empresa, mientras que en algunos países hay también representantes de los trabajadores con una insignificante función, sólo lo suficiente para crear la ilusión entre los trabajadores que ellos también, presuntamente participan en la gestión de los asuntos de la empresa, pero esto es una mentira.

La llamada planificación que se realiza en las «autogestionadas» empresas yugoslavas no puede ser llamada socialista, ya que por el contrario, se lleva a cabo de acuerdo con el ejemplo de todas las empresas capitalistas, lo que conduce a las mismas consecuencias que existen en cada economía capitalista; como la anarquía de la producción, la espontaneidad y otras series de contradicciones que se manifiestan en la forma más abierta y salvaje en la economía de mercado yugoslava.

Veamos un breve ejemplo de porqué decimos que toman como ejemplo el desenvolvimiento de las típicas empresas capitalistas:

«El libre intercambio de mano de obra a través de la producción de mercancías y el libre y autogobernado mercado en el nivel actual del desarrollo socioeconómico es una condición clave para la autonomía. Este mercado es libre en el sentido que las organizaciones autogestoras del trabajo asociado se integran libremente y con la menor intervención administrativa posible, así, podrán establecer relaciones de libre intercambio de mano de obra. La suspensión de dicha libertad está obligada a llevar a la regeneración del monopolio de la propiedad estatal del aparato del Estado». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

No podría haber una negación más flagrante de las enseñanzas de Lenin, quien escribió durante la Nueva Política Económica –NEP–:

«Debemos apoyar, nos conviene apoyar el mercado «correcto» que no elude el control estatal. Pero la especulación no puede distinguirse del comercio «correcto» si se la toma como un concepto de la economía política. La libertad de comercio es capitalismo, y el capitalismo es especulación; sería ridículo no quererlo ver». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Sobre el impuesto en especie, 1923)

Partiendo de la economía política del socialismo científico, se sabe que en el socialismo, el comercio, al igual que todos los demás procesos de reproducción social, es un proceso que se planifica y dirige de manera centralizada, basándose siempre en la propiedad social socialista de los medios de producción formando un elemento constitutivo de las relaciones socialistas de producción. Sin embargo, estas enseñanzas son totalmente ajenas al revisionista Kardelj, y esto se traduce en la negación del papel económico del Estado socialista y la propiedad socialista. El mercado nacional yugoslavo es un típico mercado descentralizado capitalista donde son libremente los medios de producción vendidos y comprados por cualquier persona, lo cual es contrario a las leyes del socialismo. Por estas razones la agencia TANJUG se ve obligado a admitir que los empresarios, los intermediarios y los especuladores dominan todo el comercio yugoslavo. Sobre el mercado reinan el caos, la espontaneidad, las fluctuaciones catastróficas de los precios, etc. Según los datos del Instituto federativo yugoslavo de las estadísticas, los precios de 45 principales productos y servicios sociales en Yugoslavia subieron, del 1972 al 1977, un 149,7%.

En lo que se refiere a las ventas de los productos en el interior del país, el poder adquisitivo es muy débil en Yugoslavia a causa de los bajos salarios de los trabajadores y también porque, en el balance final de las empresas no queda mucho para ser distribuido entre los trabajadores. La empresa quiere vender sus productos en cualquier lugar que puede y de manera independiente, ya que los líderes principales, es decir, los jefes, la nueva burguesía, quieren crear ganancias. Pero, ¿dónde se van a crean los beneficios que ellos quieren, cuando el comprador es pobre? Por lo tanto tienen que idear nuevas formas, una de ellas es la venta a crédito. La venta de mercancías a créditos en las empresas de «autogestión» es la otra cadena que rodea los cuellos de los trabajadores yugoslavos, al igual que lo es para los trabajadores de los países capitalistas en el sistema capitalista, con la única diferencia que aquí se llama «autogestión socialista», dándose un barniz más «revolucionario».

Características similares también caracterizan el comercio exterior yugoslavo en la que no existe monopolio estatal. En función de los deseos de sus patronos todas las empresas pueden celebrar contratos o convenios con cualquier empresa multinacional o Estado extranjero para comprar o vender materias primas, máquinas, productos laborables, tecnología, etc. Esta política antimarxista también ha tenido su influencia en el Estado yugoslavo para convertirse en vasallo del capital mundial y de ahí su profunda implicación en la crisis económica y financiera que tiene actualmente todo el mundo capitalista-revisionista, una crisis que se manifiesta también en otros campos ajenos al económico.

Como revisionista de línea dura, Edvard Kardelj también niega el papel del Estado socialista en otros campos como las relaciones financieras y otras actividades de carácter diverso. Él escribe que:

«Las relaciones en los dominios donde las comunidades se han arropado bajo los intereses autogestionados, se desarrollan, por regla general, sin la intervención del Estado, es decir sin figurar en el presupuesto y sin otras medidas administrativas y fiscales». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

En Yugoslavia, totalmente como en otros países capitalistas, es difundido a gran escala el sistema de concesión de créditos por los bancos en lugar de la financiación presupuestaria de las inversiones para el desarrollo de las fuerzas productivas y de otras actividades. Los bancos se hicieron unos centros del capital financiero y precisamente son a ellas quienes, en interés de la nueva burguesía revisionista, desempeñan un papel muy grande en la economía yugoslava.

Así, un sistema anarco-sindicalista se ha establecido en Yugoslavia, que ha sido llamado «socialismo de autogestión». ¿Qué ha traído este «socialismo auto-gestionado» a Yugoslavia? Todo tipo de mal. Anarquía en la producción en primer lugar. Nada es estable allí. Cada empresa lanza sus productos en el mercado y la competencia capitalista se lleva a cabo porque no hay coordinación, ya que no es la economía socialista la que dirige la producción. Cada empresa va sola, compitiendo contra la otra, con el fin de asegurar las materias primas, mercados y todo lo demás. Muchas empresas están cerrando debido a la falta de materias primas, los enormes déficits son creados por este desarrollo del capitalismo caótico, pero también existe la tendencia al aumento de las existencias de bienes no vendidos, debido a la falta de poder adquisitivo y también a la saturación del mercado con productos obsoletos. La situación de los servicios artesanales en Yugoslavia están en un estado muy grave. En referencia a este problema en la reunión de los principales activistas de Eslovenia, Tito no podía ocultar el hecho de que:

«Hoy en día hay que sudar mucho para encontrar, por ejemplo, un carpintero o algún otro artesano para reparar cualquiera cosa, e incluso cuando uno lo encuentra, le estará timando tan descaradamente que te hará ponerte histérico». (Josip Broz, Tito; Discurso pronunciado en la reunión de los principales activistas de Eslovenia, 1978)

Independientemente de los hechos que se ha mencionado anteriormente, aun cuando algunas de las combinaciones modernas de las fábricas resultan productos de buena calidad, una situación difícil se crea en Yugoslavia porque tiene que encontrar un mercado para la venta de estos productos. Debido a estas dificultades de balanza de Yugoslavia del comercio exterior es pasiva. Sólo en los primeros 5 meses de este año el déficit fue de 2 mil millones de dólares. En el XIº Congreso de la Liga de los «comunistas» de Yugoslavia Tito declaró que:

«El déficit con el mercado occidental ha llegado a ser casi intolerable». (Josip Broz, Tito; Informe en el XIº Congreso de la Liga de los comunistas de Yugoslavia, 1978)

Casi tres meses después de este congreso declaró de nuevo en Eslovenia:

«Tenemos dificultades especialmente grandes intercambios comerciales con los países europeos miembros del Mercado Común. Allí el desequilibrio constante es muy serio. Muchos de ellos nos prometen que estas cosas se pondrán en orden, que las importaciones procedentes de Yugoslavia se incrementaran, pero hasta ahora hemos tenido muy pocos beneficios de todo esto. Cada uno está echando la culpa al otro». (Josip Broz, Tito; Discurso pronunciado en Eslovenia, 1978)

Y el déficit en el comercio exterior, que Tito no menciona en este discurso suyo superó los 4 mil millones de dólares en 1977. Esto es una catástrofe para la Yugoslavia. Todo el país está en las garras de una crisis sin fin, y las amplias masas trabajadoras viven en la pobreza.

Muchos trabajadores yugoslavos no tienen trabajo, están siendo arrojados a la calle o a emigrar al extranjero. Tito no sólo ha reconocido esta emigración económica, este fenómeno capitalista, sino que incluso ha recomendado que se debe alentar. El desempleo no puede existir en un país socialista, el mejor ejemplo de esto es Albania. Mientras tanto, en los países capitalistas, entre los que Yugoslavia está dentro por supuesto, incluyen el desempleo entre sus males, y este se está desarrollando en todas partes. Cuando Yugoslavia tiene más de un millón de desempleados y más de 1,3 millones de emigrantes económicos que están vendiendo su fuerza de trabajo en el oeste de Europa como en; Alemania, Bélgica, Francia, y demás, cuando la riqueza de los individuos que ocupan cargos importantes tanto en la administración pública o en empresas e instituciones es cada vez mayor, cuando los precios de los bienes de consumo están aumentando día a día, cuando las empresas están en quiebra y miles de otras ramas igual, el sistema de Yugoslavo de «autogestión» se prueba como un gran fraude. Y, sin embargo Kardelj, sin avergonzarse lo más mínimo, tiene la temeridad de escribir:

«En nuestras condiciones, la autogestión socialista es la forma más directa de la expresión de la lucha por la libertad del hombre trabajador, por la libertad de su trabajo y de su creatividad, procurando hacerle decisivo en la influencia económica y política en la sociedad». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

Profundizando su tipo de frases demagógicas burguesas, Kardelj alcanza un nuevo nivel de engaño, diciendo:

«Con la garantía constitucional y legal de los derechos de los trabajadores sobre la base de su trabajo socializado en el pasado, nuestra sociedad se extiende más allá de las dimensiones de libertad real para los trabajadores y las personas que trabajan en las relaciones materiales de la sociedad». (Edvard Kardelj; Direcciones del desarrollo del sistema político socialista de autogestión, 1977)

¿Y qué tiene en mente y hace este apologista de la burguesía cuando habla de la extensión de las «dimensiones de verdadera libertad para los trabajadores»?, ¿Es la «libertad» de estar en el paro, la «libertad» de dejar a sus familias y su patria con el fin de vender la fuerza muscular y mental a los capitalistas del mundo occidental o es la «libertad» para pagar los impuestos, ser discriminados y explotados salvajemente por la vieja y la nueva burguesía yugoslava, así como por la burguesía extranjera? (Enver Hoxha; La «autogestión» yugoslava: teoría y práctica capitalista, 1978)

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