[El post fue actualizado en verano de 2020]
«¿Quién era Martín Licata por el que los revisionistas arman tanto revuelo?
Los medios andan diciendo que Licata ha fallecido por «un juego sexual que salió mal» basado en la asfixiofilia [*].
Otros apuntan que a causa de sus pensamientos misógnicos y transfobos contra el colectivo LGTB, fue un ajustes de cuentas [*].
Los seguidistas y revisionistas de turno acusan sin pruebas sobre la mesa a «los fascistas» como responsables, cuando no directamente al gobierno. No nos hace falta que eso sea verdad para condenar al gobierno de Macri –si es que ha sido el responsable–, pero eso no quitaría que Licata estuviera en las antípodas del marxismo. Al igual que no hacia falta seguir el guion ideológico del Partido Comunista de Argentina (PCA) revisionista de Codovilla en época del peronismo cuando sus militantes eran apresados, torturados y ejecutados, mismo cabe que decir sobre los propios peronistas de izquierda, trotskistas, maoístas y otros cuando la Triple A actuaba sin piedad. Al césar lo que es del césar.
Fuese como fuese no vamos a permitir que se caiga en la falsificación de lo que ha sido y fue este personaje. Este elemento era famoso por usar multicuentas troll bajo diferentes nombres: Martín Chejov, como Iona Yakir o Luger Vega, etc.
Debido a que sus referentes ideológicos han sido ampliamente criticados en este medio – el pensamiento nietzscheano, el peronismo etc.–, así que solo dedicaremos unas pocas líneas para demostrar qué pensamiento tenía y porqué es ridículo elevar a la categoria de héroe a un revisionista más del montón.
En lo político Licata fue un ferviente trotskista, luego se hizo defensor del castro-maoísmo –en especial, del Partido Revolucionario Marxista Leninista– y se declaraba como un furibundo antitrotskista –aunque el castrismo sin ir más lejos sea hoy una de las cunas del trotskismo internacional–. Esto ya demostraba que su antitrotskismo era de pose, porque en cuanto a contenido no tenía ni idea de lo que era el trotskismo como ideología como para criticarlo con fundamento, una tendencia muy común entre los «antirevisionistas» de hoy. Véase nuestra obra: «Sobre el falso antitrotskismo» de 2017.
En sus últimas intervenciones se mostraba desde guevarista a fan de Zizek o Nietzsche –como se puede ver en sus perfiles de redes sociales–.
Compartía las resoluciones de esa internacional que hace seguidismo al chavismo bajo la excusa del «apoyo crítico» de la CIPOML, una posición tercermundista de la que nunca se desligó apoyando también al gobierno peronista en Argentina como veremos luego.
Entre otras lindezas, se estuvo riendo de las mujeres maltratadas por los militantes lumpens de la organización Reconstrucción Comunista (RC) dirigida por Roberto Vaquero, llamándolas «locas» a quienes han denunciado los casos de violencia de género y maltrato psicológico. Véase el capítulo: «La falsa pose en la cuestión de género: la misoginia y el machismo operante en RC» de 2017.
No es casualidad que sus tesis fuesen reproducidas por la «Razón comunista» de la Escuela de Gustavo Bueno, grupo que hoy le rinde homenaje (*), y que es bien conocido conocido por su chovinismo «hispanista», sus tendencias homófobas, transfobas y su defensa de autores abiertamente fascistas como Ramiro Ledesma. Véase el capítulo: «El viejo socialchovinismo: la Escuela de Gustavo Bueno» de 2020.
Estamos hablando de un elemento misógino y anticomunista que leía con fervor a Nietzsche, y en base a su «vitalismo» y su verbalismo agresivo creía poder amedrentar a diestro y siniestro con insultos y amenazas. Curioso que sus amigos cercanos se quejen del acoso que recibía cuando él era el primero en ejercer tal política lumpen.
En este caso, debido a que se eliminaron algunas de sus cuentas falsas, no disponemos de todos sus comentarios públicos y privados, pero sí disponemos del resto de pruebas que certifican su pensamiento retrógrado por descontado.
Para empezar, la concepción que tenía de lucha contra el feminismo moderno no era desde un punto de vista marxista sino reaccionario. ¡Combatir el irracionalismo del feminismo actual con el irracionalismo de Nietszche!:
«Los hombres deben ser adiestrados para la guerra y las mujeres para el recreo de los guerreros. Toda otra cosa es tontería». (Friedrich Nietzsche; Así hablaba Zarathustra, 1885)
Incluso nos intentaba hacer ver lo que es imposible:
«Nietszche por otro lado, intentaba enseñar sus teorías por medio de argumentaciones racionales». (Martin D'Amico; Facebook, 19 de septiembre de 2018)
¿Esto es cierto?:
«Habría que excluir a Descartes, padre del racionalismo –y en consecuencia abuelo de la Revolución–, que reconoció autoridad únicamente a la razón: pero ésta no es más que un instrumento». (Friedrich Nietzsche; Más allá del bien y del mal, 1886)
«Hay muchas especies de ojos. Nadie ignora que la esfinge tiene ojos; y, por tanto, existen varias verdades y, por consiguiente, ninguna verdad». (Friedrich Nietzsche; Voluntad de poder, 1910)
Intentaba distorsionar el pensamiento de su admirado reaccionario para intentar hacerlo menos infame de cara a los incautos. Véase nuestra obra: «El más inmediato antecesor ideológico del fascismo fue Nietzsche» de 2017.
Es verdad que la mayoría de los grupos revisionistas se han sumado a la ola del feminismo, eso es innegable. Véase nuestro capítulo: «Comunistas» subiéndose al carro de moda» de 2020.
¡Pero no se puede tomar en serio la crítica al feminismo mientras uno apoya las tesis nietzschianas o las del peronismo, que en esencia predican una sumisión de la mujer hacia el hombre! Véase nuestro capítulo: «Peronismo, la quintaesencia del populismo, el falso antiimperialismo y del anticomunismo por antonomasia» de 2017.
En uno de sus últimos comentarios recientes, Licata nos mostraba su lista de figuras admiradas:
«Grandes comunistas comprometidos como el Che, hasta el final con la causa, Ho chi minh, Caridad Mercader, Enver Hoxha, Nicolae Ceucescu, Elena Ceucescu, Kim Il Sung, Mao Tse Tung». (Martin D Amico; Facebook, 9 de octubre de 2017)
¿Cómo se puede juntar a Hoxha con figuras que él mismo detestó abiertamente como el Che, Kim o Mao? Solo él puede crear tal mezcolanza.
¿Y qué decía de los partidos revisionistas de la actualidad?:
«No es casualidad que partidos como el PCOE de España, el KKE de Grecia o los comunistas belgas sean los primeros en tomar distancia del liberalismo progre, ya que son partidos de cuadros formados en el marxismo-leninismo». (Martin D Amico; Facebook, 16 de agosto de 2018)
Esto indica el nivel ideológico de eclecticismo máximo que albergaba. ¿Los partidos del viejo brezhnevismo son los cuadros formados en el marxismo-leninismo? Por favor, ¿y este elemento es vuestro referente «antirevisionista» que iba a revitalizar la doctrina luchando contra su adulteración? :¿Sabia este hombre que defendia el PCOE? Véase nuestro capítulo: «Dime con quién te juntas y te diré quién eres» de 2017.
Pero Licata, como todos los oportunistas, era ante todo un ecléctico. En una publicación suya le podemos ver loando al líder posmoderno de Podemos:
«Soy crítico de P. Iglesias y de Podemos de España, pero en esto que dice sobre las formas de comunicación política, lleva la razón y es un cachetazo, desde posiciones científicas, hacia todo el infantilismo reinante en el movimiento de izquierda occidental. El Izquierdismo cree que se educa a las masas bombardeándola con frases de barricada y repitiendo los mismos slogans una y otra vez, por eso estas críticas les caen mal, porque abandonar esas formas comunicativas de lucha, salirse de su terminología intelectual y de la palabrería ultra obrerista e izquierdista, es lo mismo para ellos que traicionar sus principios, ya que su «ideología» consiste en eso, en fraseología ultra revolucionaria y posiciones principistas». (Martin Chejov; Facebook, 15 de diciembre de 2017)
Pablo Iglesías, según él, habla «claro y coherentemente a las masas a diferencia de los izquierdistas que van de comunistas superrevolucionarios», ¡esto refiriéndose a un dirigente que ha pasado de llamarse «comunista» a socialdemócrata, de pedir «el fin del régimen del 78» a defender la constitución a capa y espada! ¡Uno de los dirigentes que más se ha apoyado en autores como Trotski o Focault! ¡Que más ha apoyado el feminismo actual y sus absurdeces! ¿Se puede ser más contradictorio o hipócrita señores? Véase nuestra obra: «Las luchas de fracciones en Podemos y su pose ante las masas» de 2017.
He aquí alabando a una de las cabezas visibles del posmodernismo en España. ¡Así que muy claro no tenía lo que suponía, ni de su peligrosidad!
En cuanto a política argentina, predicaba el triste posibilismo, ese que nunca ha llegado a nada salvo ser la caricatura y una herramienta de la burguesía populista de «izquierda»:
«Es interesante la nueva situación ante el contexto, se abre un enfrentamiento de líneas en la izquierda argentina. En la imagen que comparto se ve de izquierda a derecha, Juan Grabois del tridente Ctep, Barrios de pie, CCC, y hombre de confianza del Papa Francisco, a su lado esta Persico, Pablo Moyano con el micrófono, Michelli, Schmid, Baradel y otros dirigentes sindicales y sociales. A mi entender éste sector, junto al resto del campo popular y la Izquierda, son los representantes de una fuerza progresista en oposición a la reacción neoliberal de Macri. Es un importante momento para saber valorar la nueva situación que esta reordenando el contexto. En esta coyuntura, la única fuerza capaz de defender y desarrollar con el suficiente poder una posición avanzada de influencia progresista, aunque sea aliada a elementos conservadores y corruptos, es la encabezada por esta corriente popular. No hay que caer en el ultra-izquierdismo superficial de valorar lo que son las ilusiones y deseos, sino analizar qué sector es el que mayor influencia proyecta en una situación concreta». (Martin D Amico; Facebook, 9 de octubre de 2017)
¡El viejo PCA estaría orgullos de él! Un partido que tras ser perseguido con saña por el peronismo, todavía tenía el valor de proclamar que:
«La política de nuestro partido debe tender a movilizar y a organizar la clase obrera, las masas campesinas y la población laboriosa en general para presionar sobre el Gobierno a fin de que se desprenda de las fuerzas reaccionarias y pro-fascistas y apoyarlo en la realización de todas aquellas medidas económicas y políticas beneficiosas a los intereses del pueblo y de la Nación». (Partido Comunista de Argentina; Proyecto de tesis para discusión del segundo punto del orden del día del XIº Congreso del Partido, 1952)
Sin miedo a exagerar, para aquel tiempo el PCA se había acostumbrado a un lenguaje totalmente reformista. El contraproyecto al peronismo del PCA era, en palabras de Codovilla, asegurar un «régimen democrático y progresista», «apoyándose en todos los partidos y sectores sociales» y siempre claro, «bajo el imperio de la Constitución» que tenía el parlamento como representación. Se pedía una «reforma agraria profunda», se declaraban partidarios de «intervención progresiva del Estado tendiente a orientar la inversación de capitales», lo que daría pie a una «reorganización de la estructura industrial», para «llevar la industria a las regiones donde se producen materias primas». También se declaraba que «no nos oponemos a que venga capital extranjero a nuestro país». ¿Qué diferencia había con el peronismo o el socialdemocratismo? ¡Practicamente nada! Véase la obra de Victor Codovilla: «Batir al nazi-peronismo para abrir una era de libertad y progreso» de 1945.
Como en tantas otras cuestiones, la idea central del PCA fue el presentar las diferencias entre comunistas y el resto de fuerzas como detalles secundarios, algo que también se reflejaría también en la cuestión religiosa. En la sintonía de Togliatti o Carrillo, en Argentina, Codovilla y Álvarez creían que la religión no influía prácticamente en la mentalidad de los obreros y en sus posicionamientos políticos reaccionarios. Pensaban que entre católicos y comunistas «no existen incompatibilidades que les impidan marchar unidos», puesto que hay «sentimiento humanitario en que se inspira la religión cristiana». Véase el artículo de Codovilla: «Los comunistas, los católicos y la unión nacional» de 1946. Que esto fuese permitido a nivel internacional, demostraba el estado de confusión en el movimiento comunista también experesado en corrientes como el browderismo, titoísmo o el propio maoísmo.
¿Qué consiguió el PCA con dicha política? Para resumirselo al lector...
Frente al peronismo, el PCA nunca supo realizar un trabajo de masas para desmontar su demagogia, el peronismo siempre mantuvo mucha más influencia entre la clase obrera que los comunistas. Ante este fenómeno, surgieron varias dudas sobre si plegarse al peronismo, aliarse con él o combatirlo –de ahí las luchas internas y expulsiones de los años 40 y 50–.
Esta vacilación hacia el peronismo fue similar a lo que ocurrió después con el trotsko-guevarismo del PRT-EP en los años 60-70. Desesperado, el PCA solo le quedó utilizar un lenguaje radical contra el peronismo cuando este traicionaba sus cándidas ilusiones, pero jamás movilizó a sus militantes a realizar un trabajo concienzudo entre los trabajadores para desengañarse del peronismo, ni siquiera cuando en los 60 la llamada «izquierda peronista» estaba empezando a ser traicionada por su líder y había conatos de un ímpetu revolucionario entre sus bases.
Esto demuestra que el proletariado hasta que no adquiera conciencia de la necesidad de la independencia en lo ideológico y organizativo, será preso de desilusiones, irá a la deriva en un mar de populismos y líderes farsantes que salen de tanto en tanto en la historia. Es tan necesario es combatir a estos líderes populistas de la «tercera vía» populista como a los líderes de las pretendidas organizaciones comunistas que pretenden arrastrar a los trabajadores a ser el furgón de cola de estos procesos timoratos, los cuales sabemos que siempre acaban en fracaso.
El PCA apoyó a la junta militar de 1976, entre otras cosas, porque tanto el socialimperialismo soviético de Brézhnev –el amo real de la política del PCA a cuál no osaron nunca desafiar bien por seguidismo o miedo– como el castrismo –país de enormes simpatías e influencias para él– apoyaron a Videla directa o indirectamente. Véase no solo las posiciones de ambos países en las condenas internacionales, sino la propia invitación de Castro a Videla para participar en la Conferencia de los No Alineados, y los tratos económicos argento-cubanos para que Cuba tomase una postura de abstención en las condenas contra Argentina.
En los años 80, el PCA llegó a apoyar la línea política de la Perestroika de Gorbachov y toda su demagogia sobre un mundo sin armas y la coexistencia pacífica. Véase los Materiales del XIº Congreso de la FJC de 1988.
El PCA nunca supo dónde estaba ni a dónde iba. Esa es la realidad. Vivía del folclore de la URSS y de los hitos de las luchas obreras de principio del siglo XX.
Desde hace muchos años el PCA se ha convertido en una escoria ecléctica a medio camino entre el castrismo-guevarismo, el trotskismo de Borón-Kohan y el furgón de cola del peronismo kirchnerista, por eso precisamente es tan ridículo y siempre lo hemos criticado como hemos visto que hacen coherentemente los marxistas argentinos.
Licata utilizaba el término trotskista hacia sus enemigos, ¿pero qué decían muchos trotskistas? ¡Lo mismo que él! ¡Apoyo crítico al gobierno «progresista» so pena de ser caracterizado como un «gorila» o un «ultraizquierdista»!:
«Que quede claro: el liderazgo de Cristina no está en discusión. (...) Será necesario crear una suerte de Frente Amplio, como el uruguayo; o un movimiento tan plural y heterogéneo como lo fuera el 26 de Julio en Cuba. Y el liderazgo deberá enriquecerse del diálogo, la discusión, el debate de ideas. Ya no hay lugares privilegiados de conducción porque todos, absolutamente todos, hemos sido derrotados». (Atilio Borón; Macrismo recargado, y las tareas que nos esperan, 2020)
Viendo esto, es normal que colaborase en los medios afines al oficialismo kirchnerista, dado que el peronismo siempre se ha valido de estos «tontos útiles» para dar la impresión de tener un «ala izquierda» y engatusar mejor a los «descamisados»:
«Martín Licata era periodista. Tenía 27 años y escribía con un seudónimo, Martín D'Amico, en diversos portales afines al kirchnerismo. Esa identidad no sólo se reflejaba en la firma de sus notas: también se presentaba así en las redes sociales, donde casi no subía fotos de su vida. Sí del Che Guevara o del fallecido expresidente de Venezuela, Hugo Chávez, quien sigue en su foto de portada en Facebook». (Clarín; Quién era Martín Licata, el periodista que apareció muerto en un hotel alojamiento, 2018)
¡Ojo al dato! Colaboraba en medios del peronismo-kirchnerismo como las revistas Hegemonía y Sudestada, como si éstos fuesen a permitir que un verdadero «marxista-leninista» difundiese sus ideas en él. Y como se notifica aquí, en su perfil personal tenía una foto de Chávez y Castro [*], ¡pero todavía nos venden que este muchacho era un gran revolucionario cuando no pasaba de ser un intelectual bajo una amalgama extraña de nietzschano y tercermundismo populista!
Casualmente, como tantos otros revisionistas, su excusa preferida a cada ocasión era acusar a sus oponentes ideológicos de ser «agentes pagados» por la burguesía, ¿pero viendo su recorrido y sus posiciones políticas, de quién deberíamos sospechar en todo caso?
En los últimos tiempos intentó ser un «influencer» político a través de la crítica al posmodernismo. Pero lo cierto es que el posmodernismo» y toda la herencia de la «nueva izquierda» se refuta ella misma, ya que el imperialismo hace tiempo que reconoció que sus ideas son beneficiosas:
«Durante las protestas de mayo-junio de 1968 (...) muchos estudiantes marxistas miraban hacia el PCF para liderazgo y la proclamación de un gobierno provisional, pero la dirección del PCF trató de aplacar la revuelta obrera y denunció a los estudiantes como anarquistas. (...) Entre los historiadores franceses de la posguerra, la influyente escuela vinculada con Marc Bloch, Lucien Febvre y Fernand Braudel ha avasallado a los historiadores tradicionales marxistas. La escuela de Annales, como es conocida por su principal publicación, ha dado vuelta la investigación histórica francesa, principalmente desafiando primero, y rechazando después, las teorías marxistas del desarrollo histórico. Si bien muchos de sus exponentes pretenden que están dentro «de la tradición marxista», la realidad es que solo utilizan el marxismo como un punto crítico de partida. (...) Para concluir que las nociones marxistas sobre la estructura del pasado –de relaciones sociales, del patrón de los hechos, y de su influencia en el largo plazo– son simplistas e inválidas. (...) En el campo de la antropología, la influencia de la escuela estructuralista vinculada con Claude Lévi Strauss, Foucault y otros, ha cumplido esencialmente la misma función. (...) Creemos sea probable que su demolición de la influencia marxista en las ciencias sociales perdure como una contribución profunda tanto en Francia como en Europa Occidental». (CIA; Francia: la defección de los intelectuales de izquierda, 1985)
El exponer y refutar el posmodernismo tiene su importancia actual porque muchos pensadores y políticos reformistas, anarquistas, ecologistas y feministas son herederos de los pioneros de esta funesta corriente ideológica, la cual, normalmente, se acaba fusionando eclécticamente con el estructuralismo, el psicoanálisis y otras infames teorías. Pero no nos engañemos damas y caballeros, claro que el posmodernismo es una de las corrientes más irracionales y subjetivistas, pero sus bases filosóficas ni son nuevas ni suficientemente complejas como para abarcar toda la agenda de un supuesto colectivo marxista, más aún cuando existen corrientes mucho más peligrosas que causan un perjuicio mucho mayor a la concienciación general. Verdaderamente se puede decir que el posmodernismo suele ser rechazado frontalmente entre los autodenominados marxistas, así como en casi cualquier persona coherente, aunque carezca de nociones básicas de política, historia o filosofía, por lo que en verdad solo suele posarse entre las capas más individualistas y reaccionarias ideológicamente hablando, individuos que ni están, ni se les espera en el movimiento marxista.
El centrar la mayoría del tiempo en mostrar las extravagancias de las corrientes posmodernas suele evidenciar que el grupo que lo hace no tiene nivel ideológico suficiente para abordar otras cuestiones de mayor relevancia y complejidad. No parece casualidad que, entre los personajes más caricaturescos y demagogos, encontramos que su principal blanco de críticas es el posmodernismo, como ocurre en el caso del lumpen Roberto Vaquero, el chovinista Santiago Armesilla, o el nieztchiano y nuevo mártir del revisionismo argentino: Martín Licata. Todos estos aspirantes a «ideólogos» e «influencers» no solo no dicen nada nuevo ni trascendente sobre el posmodernismo, sino que, al igual que esta corriente, reducen la batalla ideológica hacia el adversario a repetir una y otra vez eslóganes como un mantra, discursos donde nunca suele haber una crítica con trasfondo que ataque la raíz de los fenómenos, siendo una exposición vacía donde el espectador ciertamente puede reírse y divertirse con las andanzas quijotescas del posmodernismo que se traen a colación. Pero jamás podrá entender su base filosófica ni los peligros que entraña, en especial cuando su pensamiento se camufla algo mejor. Son precisamente los grupos que más acusan a otros de realizar «ejercicios teóricos escolásticos» los que incurren en este trabajo sin valor.
Qué decir cuando se incide sobre los paradigmas del posmodernismo para acabar proponiendo como alternativa el revisionismo en cualquiera de sus variantes, sea para virar hacia el maoísmo, el chavismo, el castrismo, el nacionalismo o, incluso, el pensamiento nietzschiano, tal y como acostumbran a hacer estos «grandes críticos» del posmodernismo.
Para que el lector comprenda por qué la lucha de estos personajes es de atrezo, si en España hay un político que refleja el posmodernismo ese es, sin duda, el líder reformista de Podemos, Pablo Iglesias, una figura que el nuevo «adalid del antiposmodernismo» en Latinoamérica, Martín Licata, ponía como ejemplo a seguir en sus textos. Otro buen ejemplo esa Roberto Vaquero, cuya «encarnizada lucha» contra el posmodernismo el posmodernismo no impide promover a reaccionarios de la talla de Abdullah Öcalan, defensor de teorías feministas –y atroces– como aquella que reza que existe una «ciencia de hombres» y otra «ciencia de mujeres». Esto certifica que la lucha antiposmoderna de estos grupos es sumamente incoherente. Está completamente basada en las filias y fobias de sus autores y vestida de un eclecticismo tan burdo que cree que puede rescatar algo con sentido de aquí para juntarlo con el marxismo.
Lo mismo cabe anotar cuando se propagan las ideas de los conspiranoicos sobre el «Nuevo Orden Mundial» o sobre los planes de «dominación mundial» de Soros y Rockefeller. Todo esto invalida, automáticamente, cualquier seriedad que pudiéramos otorgar a esta gente, puesto que estos charlatanes hablan como si los empresarios no financiasen diaramente, tanto en secreto como en público, a miles de corrientes que defienden sus intereses o que piensan que deben ser infiltradas y neutralizadas antes de que lo haga la competencia. Por esa regla de tres, si fuésemos literales, deberíamos hablar de conspiraciones y considerar objetivamente como agencias del imperialismo a casi todo el mundo, empezando por los Vaquero, Licata, Bueno, Armesilla y tantos otros «tontos útiles» para la burguesía, puesto que sus periódicos, partidos, sindicatos y fundaciones donde han desarrollado su propaganda reciben diariamente subvenciones públicas y privadas, permitiéndoles así ejercer mejor su labor de desorganización y confusión ideológica. ¿Acaso pretenden convencernos de que luchan contra el poder establecido cuando están recibiendo dinero de sus instituciones públicas, como ocurre con la propia Fundación Gustavo Bueno o el sindicato de estudiantes de RC? ¿No ha acudido Armesilla, como en su día hizo Pablo Iglesias, a los platós de los medios de comunicación más ultrarreacionarios, como Intereconomía y similares? ¿Alguien piensa seriamente que la burguesía se prestaría por «salud democrática» a financiar, dar espacio y voz dentro de sus tentáculos mediáticos a los personajes estrafalarios del feminismo o el nacionalismo? La burguesía de cada lugar jamás haría tal cosa si no calculase previamente sus beneficios. Ella sabe que los discursos que encienden la «guerra entre sexos» o que venden que «la nación siempre está por encima de todo» le benefician enormemente para no poner en peligro su estatus, sirviendo justamente para desviar las causas reales de los problemas socioeconómicos, para ocultar la contradicción capital-trabajo de nuestra época, causante de toda desigualdad en cualquier ámbito. Los capitalistas tienen, pues, en estos grupos y muchos otros, una quintacolumna perfecta dentro del movimiento político del proletariado, dado que, además, en apariencia, se odian a muerte entre sí, por lo que es difícil discernir para el público que al final juegan el mismo papel de marionetas del sistema. En muchos casos no es necesario ni siquiera financiar a sus jefes al ser idiotas convencidos, en otros, efectivamente, han puesto sus manos y su cabeza al servicio de una causa repugnante a cambio de una cuantía sustancial, pero esto nos es indiferente: hay que señalar principalmente sus vinculaciones ideológicas y el papel objetivo que cumplen.
Hay que dejar claro de una vez que rechazar las absurdas propuestas del ecologismo, el feminismo o el movimiento LGTB más influenciado por el posmodernismo, cayendo en posiciones retrógradas –reproduciendo esquemas tránsfobos u homófobos o abanderando un negacionismo del papel del hombre en el cambio climático– una se asemeja más a la posición política de la derecha tradicional que a otra cosa. En su momento se destapó cómo el propio Martín Licata se dedicaba a insultar a los transexuales, insinuando que todos eran prostitutos y enfermos, del mismo modo que hemos sido testigos de cómo Roberto Vaquero o Santiago Armesilla han realizado ataques similares hacia la comunidad LGTB con argumentos desfasados.
Es más, si uno analiza la crítica que estos pseudomarxistas realizan al posmodernismo veremos que no se diferencia ni un ápice de la crítica de los «politólogos», «líderes de organización» e «influencers» liberales, anarco-capitalistas, fascistas, etc.
En conclusión, así como la crítica al revisionismo trotskista se puede realizar desde distintos puntos de vista, debe aclararse de una vez que criticar al posmodernismo no es sinónimo de que estemos ante un marxista-leninista, ni siquiera ante alguien de pensamiento mínimamente progresista.
En un momento así todo el mundo se pondrá a rendirle honores y a presentarle como un legendario luchador, pero a nosotros no nos va el sentimentalismo ni el seguidismo, y siempre diremos lo que creo que es menester, poniendo las cosas en su sitio aunque a algunos les duela oír la verdad.
Ni en lo ideológico –con su eclecticismo– ni sus cualidades personales –carácter infantil, provocador, deshonesto–, tenía calidad de comunista, sino de showman.
Un oportunista, es un oportunista, esté vivo, muerto o en coma, y así hay que decirlo.
A estos sujetos no hay que ensalzarlos, ni en vida ni en su muerte. Hay que señalar sus defectos, si queremos avanzar del atolladero actual donde el revisionismo hegemoniza todo.
En cuanto a la demagogia de que «hay que estar con la familia y su dolor», insistimos, no era nuestro «camarada», y quien tiene que guardarle luto y beatificarlo como un mártir del movimiento ecléctico son otros. Esta excusa nos recuerda a cuando falleció Castro en 2016 y repasamos las amistades de este dinosaurio revisionista con la reacción –Franco, Jruschov, Fraga, Videla, entre otros–, pero algunos todavía pedían «comprensión» en «un día señalado». ¿Se imaginan a los revolucionarios pidiendo «respeto» ante el fallecimiento de Jruschov en 1971 o Alia en 2011? Ridículo. Palabrería sentimentalista.
Marx dijo: «La ignorancia nunca ha ayudado a nadie». Esto todavía retumba.
La veneración de Licata solo demuestra que «En tierra de ciegos el tuerto es rey». (Equipo de Bitácora (M-L); Sobre la muerte del infame Martin Licata, 2018)
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«¡Pedimos que se evite el insulto y el subjetivismo!»