viernes, 29 de septiembre de 2023

¿Es la técnica el único factor determinante en el modo de producción?

«Al igual que el prestigio de los sexos, en la sociedad también cambia el prestigio de los diversos grupos de edad a medida que cambian los modos de producción. 

La progresiva división del trabajo hace surgir, además, ulteriores diferencias dentro de cada uno de los sexos, sobre todo entre los hombres. La mujer, precisamente por la progresiva división del trabajo, está ante todo cada vez más encadenada a la economía doméstica, cuyo ámbito disminuye en vez de aumentar, ya que ramos cada vez más vastos de la producción se les vuelve ajenos, se independizan y caen en la esfera de los hombres. El progreso técnico, la división del trabajo, la escisión en diversos oficios se limitó exclusivamente, hasta el siglo pasado, al mundo de los hombres. En la economía doméstica y en la mujer sólo se dieron escasos reflejos. 

Cuanto más progresa esa división en diversos oficios, tanto más se complica el organismo social, del que ellos son los órganos. El modo y la manera de su colaboración en el proceso social fundamental, el económico o, con otras palabras, el modo de producción, no es algo casual. Este resulta completamente independiente de la voluntad de cada individuo y está determinado necesariamente por las condiciones materiales dadas, de las que, una vez más, la técnica es el factor más importante, aquel cuyo desarrollo influye sobre el modo de producción. Pero no es el único factor. 

Tomemos un ejemplo. En muchas partes se ha interpretado la concepción materialista de la historia como si cierta técnica significara sin más, cierto modo de producción, e incluso cierta forma social y política. Pero como esto no sucede, dado que encontramos los mismos instrumentos en distintas condiciones sociales, se ha dicho que la concepción materialista de la historia es falsa y que las relaciones sociales no están determinadas solamente por la técnica. La objeción resulta justa, pero no corresponde a la concepción materialista de la historia sino a su caricatura, que confunde la técnica con el modo de producción.

Por ejemplo, se dijo que el arado sería la base de la economía campesina, pero añadiendo: ¡qué multiformes son las condiciones sociales bajo las cuales se presenta ésta! 

Es cierto. Pero veamos solamente qué cosas determinan las derivaciones de las diversas formas sociales que surgen a partir de una base campesina. 

sábado, 16 de septiembre de 2023

¿Por qué cayeron los regímenes marxistas?; Equipo de Bitácora (M-L), 2022


«El movimiento comunista es, por su propia naturaleza, internacional. Esto no sólo significa que debemos combatir el chovinismo nacional. Esto significa también que el movimiento incipiente, en un país joven, únicamente puede desarrollarse con éxito a condición de que haga suya la experiencia de otros países. Para ello, no basta conocer simplemente esta experiencia o copiar simplemente las últimas resoluciones adoptadas; para ello es necesario saber asumir una actitud crítica frente a esta experiencia y comprobarla por sí mismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; ¿Qué hacer?, 1902)

En su día, los bolcheviques rusos, acuciados por la necesidad, por el interés y por la atracción, se vieron abocados a estudiar minuciosamente los movimientos políticos de sus antecesores más o menos lejanos. En el ámbito internacional, esto pasaba por familiarizarse con las disputas internas de las organizaciones francesas o alemanas; en el ámbito interno, tocaba repasar desde las andanzas de los primeros grupos marxistas rusos hasta las aventuras de los populistas y los decembristas. Y este proceder era totalmente lógico, pues solo a través de esta labor podían comprender racionalmente sus limitaciones, sus fracasos, pero también inspirarse, aprender de sus sorprendentes éxitos, emularlos y superarlos. Fue gracias a este magnífico trabajo que estos sujetos supieron rescatar y descubrir toda una serie de axiomas necesarios para alcanzar y desarrollar la nueva sociedad que ha de construirse. Hoy nosotros, al igual que ayer ellos, no tenemos otra salida que entender este conjunto de saberes que nos han legado las experiencias pasadas, pero no porque sea aconsejable, sino porque directamente es imprescindible adquirir este conocimiento si queremos hacer algo de valor, algo transcendente en el tiempo.

¿A qué se dedica hoy por el contrario el maoísmo moderno? El famoso «balance» que realizan los miembros de la «Línea de la Reconstitución» (LR) se resume en lo de siempre: sota, caballo y rey. A repetir los eslóganes de la «Revolución Cultural» (1966-76) y la «Guerra Popular Peruana» (1980-92). Y cuando eso se queda corto, rebuscan entre las tesis del «Marxismo Occidental» −Lukács y Korsch−. Ahora bien, una vez terminan de recitar estos catecismos, no saben muy bien qué más argumentar, pues poco hay de original y valioso en las explicaciones que presentan para el análisis de las experiencias revolucionarias del siglo XX. 


¿Apenas tiene importancia la «vigilancia revolucionaria»?

En redes sociales, la «Línea de la Reconstitución» (LR), se manifestaba públicamente a través de su icono más pedante como sigue:

«@_Dietzgen: Eso sí, si crees que vale con la «vigilancia y depuración»... pareciera que te has perdido el siglo XX. Si la deriva de China demostrase lo erróneo de la lucha de dos líneas... ¿no demostraría el periplo de la URSS y de Albania lo insuficiente de la «vigilancia y depuración?». (Comunista; Twitter, 25 de febrero de 2021)

Pues resulta que no, señor «Dietzgen»; lo que demuestran precisamente las experiencias del sistema soviético o albanés −y su ulterior ruina− es que hay un patrón común respecto a otros individuos y colectivos que jamás llegaron a tomar el poder −y pasaron sin pena ni gloria por la historia−: en todos esos casos no es necio declarar que hubo una insuficiente labor de «vigilancia» y «depuración» en cuanto a la selección, formación y desempeño de los cuadros. Ahora, dicho esto, cuando hablamos de que hubo «falta de vigilancia» no estamos haciendo una simplificación para ignorar todo el cúmulo de errores y desaciertos que hubo detrás del movimiento revolucionario −tanto en lo referido a aspectos teóricos como en su aplicación−. Nada de eso, incidimos en ello porque ignorar este factor resulta demencial; la esfera de la supervisión y el control sobre lo aprobado por el colectivo condiciona que las decisiones certeras lleguen a buen puerto, que el rumbo del proyecto revolucionario no se desvíe de sus objetivos y se fortalezca a cada paso. Así explicaba este asunto Stalin, sobre cómo evitar la degeneración en la cuestión organizativa:

«Algunos piensan que basta trazar una línea acertada en el partido, proclamada públicamente, exponerla en forma de tesis y resoluciones generales y aprobado en votación unánime, para que la victoria llegue por sí sola, digámoslo así, por el curso natural de las cosas. Esto, claro está, no es cierto. Es un gran error. Así no pueden pensar más que incorregibles burócratas y aficionados al papeleo. En realidad, estos éxitos y estas victorias han sido alcanzadas, ni más ni menos, en la lucha encarnizada por la aplicación de la línea del partido. La victoria no llega nunca por sí sola: habitualmente, hay que conquistarla. Las buenas resoluciones y declaraciones en favor de la línea general del partido constituyen sólo el comienzo de la obra, pues no significan más que el deseo de triunfar, y no la victoria misma. Una vez trazada la línea certera, una vez se ha indicado la solución acertada de los problemas planteados, el éxito depende del trabajo de organización, depende de la organización de la lucha por la puesta en práctica de la línea del partido, depende de una acertada selección de hombres, del control del cumplimiento y de las decisiones adoptadas por los organismos directivos. De otro modo, la acertada línea del partido y las decisiones acertadas corren el riesgo de sufrir un serio daño. Más aún: después de trazada una línea política certera, es el trabajo de organización el que lo decide todo, incluso la suerte de la línea política misma, y su cumplimiento o su fracaso». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Informe en el XVIIº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1934)

Dejando de lado el resto de los factores, que en un momento u otro pueden ser más importantes, no cabe duda de que estos dos aspectos, la «vigilancia» y la «depuración», son cotidianos y decisivos, tanto se esté en el poder como si, por el momento, aún no es así. ¿Por qué? Muy sencillo. Son acciones que emanan de las necesidades de la vida diaria, del actuar revolucionario y la estructura partidista: no se puede resolver prácticamente nada sin aplicar estos conceptos.

martes, 12 de septiembre de 2023

Engels una vez más sobre la relativa independencia de las «esferas ideológicas»

«Con el derecho, ocurre algo parecido: al plantearse la necesidad de una nueva división del trabajo que crea los juristas profesionales, se abre otro campo independiente más, que, pese a su vínculo general de dependencia de la producción y del comercio, posee una cierta reactibilidad sobre estas esferas. En un Estado moderno, el derecho no sólo tiene que corresponder a la situación económica general, ser expresión suya, sino que tiene que ser, además, una expresión coherente en sí misma, que no se dé de puñetazos a sí misma con contradicciones internas. Para conseguir esto, la fidelidad en el reflejo de las condiciones económicas tiene que sufrir cada vez más quebranto. Y esto tanto más raramente acontece que un Código sea la expresión ruda, sincera, descarada, de la supremacía de una clase: tal cosa iría de por sí contra el «concepto del derecho». Ya en el Código de Napoleón aparece falseado en muchos aspectos el concepto puro y consecuente que tenía del derecho la burguesía revolucionaria de 1792 y 1796; y en la medida en que toma cuerpo allí, tiene que someterse diariamente a las atenuaciones de todo género que le impone el creciente poder del proletariado. Lo cual no es obstáculo para que el Código de Napoleón sea el que sirve de base de todas las nuevas codificaciones emprendidas en todos los continentes. Por donde la marcha de la «evolución jurídica» sólo estriba; en gran parte, en la tendencia a eliminar las contradicciones que se desprenden de la traducción directa de las relaciones económicas a conceptos jurídicos, queriendo crear un sistema armónico de derecho, hasta que irrumpen nuevamente la influencia y la fuerza del desarrollo económico ulterior y rompen de nuevo este sistema y lo envuelven en nuevas contradicciones por el momento, sólo me refiero aquí al derecho civil.

El reflejo de las condiciones económicas en forma de principios jurídicos es también, forzosamente, un reflejo invertido: se opera sin que los sujetos agentes tengan conciencia de ello; el jurista cree manejar normas apriorísticas, sin darse cuenta de que estas normas no son más que simples reflejos económicos; todo al revés. Para mí, es evidente que esta inversión, que mientras no se la reconoce constituye lo que nosotros llamamos concepción ideológica, repercute a su vez sobre la base económica y puede, dentro de ciertos límites, modificarla. La base del derecho de herencia, presuponiendo el mismo grado de evolución de la familia, es una base económica. A pesar de eso, será difícil demostrar que en Inglaterra, por ejemplo, la libertad absoluta de testar y en Francia sus grandes restricciones, respondan en todos sus detalles a causas puramente económicas. Y ambos sistemas repercuten de modo muy considerable sobre la economía, puesto que influyen en el reparto de los bienes.

Por lo que se refiere a las esferas ideológicas que flotan aún más alto en el aire: la religión, la filosofía, etcétera, éstas tienen un fondo prehistórico de lo que hoy llamaríamos necedades, con que la historia se encuentra y acepta. Estas diversas ideas falsas acerca de la naturaleza, el carácter del hombre mismo, los espíritus, las fuerzas mágicas, etc., se basan siempre en factores económicos de aspecto negativo; el incipiente desarrollo económico del período prehistórico tiene, por complemento, y también en parte por condición, e incluso por causa, las falsas ideas acerca de la naturaleza. Y aunque las necesidades económicas habían sido, y lo siguieron siendo cada vez más, el acicate principal del conocimiento progresivo de la naturaleza, sería, no obstante, una pedantería querer buscar a todas estas necedades primitivas una explicación económica. La historia de las ciencias es la historia de la gradual superación de estas necedades, o bien de su sustitución por otras nuevas, aunque menos absurdas. Los hombres que se cuidan de esto pertenecen, a su vez, a órbitas especiales de la división del trabajo y creen laborar en un campo independiente. Y en cuanto forman un grupo independiente dentro de la división social del trabajo, sus producciones, sin exceptuar sus errores, influyen de rechazo sobre todo el desarrollo social, incluso el económico. Pero, a pesar de todo, también ellos se hallan bajo la influencia dominante del desarrollo económico. En la filosofía, por ejemplo, donde más fácilmente se puede comprobar esto es en el período burgués. Hobbes fue el primer materialista moderno –en el sentido del siglo XVIII, pero absolutista, en una época en que la monarquía absoluta florecía en toda Europa y en Inglaterra empezaba a dar la batalla al pueblo. Locke era, lo mismo en religión que en política, un hijo de la transacción de clases de 1688. Los deístas ingleses y sus más consecuentes continuadores, los materialistas franceses, eran los auténticos filósofos de la burguesía, y los franceses lo eran incluso de la revolución burguesa. En la filosofía alemana, desde Kant hasta Hegel, se impone el filisteo alemán, unas veces positiva y otras veces negativamente. Pero, como campo circunscrito de la división del trabajo, la filosofía de cada época tiene como premisa un determinado material de ideas que le legan sus predecesores y del que arranca. Así se explica que países económicamente atrasados puedan, sin embargo, llevar la batuta en materia de filosofía: primero fue Francia, en el siglo XVIII, respecto a Inglaterra, en cuya filosofía se apoyaban los franceses; más tarde, Alemania respecto a ambos países. Pero en Francia como en Alemania, la filosofía, como el florecimiento general de la literatura durante aquel período, era también el resultado de un auge económico. Para mí, la supremacía final del desarrollo económico, incluso sobre estos campos, es incuestionable, pero se opera dentro de las condiciones impuestas por el campo concreto: en la filosofía, por ejemplo, por la acción de influencias económicas que a su vez, en la mayoría de los casos, sólo operan bajo su disfraz político, etcétera sobre el material filosófico existente, suministrado por los predecesores. Aquí, la economía no crea nada a novo, pero determina el modo cómo se modifica y desarrolla el material de ideas preexistente, y aun esto casi siempre de un modo indirecto, ya que son los reflejos políticos, jurídicos, morales, los que en mayor grado ejercen una influencia directa sobre la filosofía». (Friedrich Engels; Carta a Konrad Schmidt, 28 de octubre de 1890)