«Durante 1978 en el PCE (m-l) se dieron diversos choques internos sobre la necesidad o no de ajustar el partido a las nuevas circunstancias del postfranquismo, así mismo la cuestión del maoísmo y su crítica tuvo, aunque en menor medida, un efecto interno.
El partido no reconocía oficialmente que el fascismo hubiese dejado de ser la forma de dominación de la burguesía –un error que le seguiría acarreando diversos problemas–, pero reconocía que había habido una cierta apertura y que, en consecuencia, algunas cuestiones debían adaptarse. Por otro lado, el partido estaba enfrascado en una lucha ideológica internacional, entrando a desenmascarar definitivamente al maoísmo como veremos en otro capítulo. Unas cosas y otras llevaron al partido a un leve debate interno y a la salida de algunos elementos, aunque esta vez, sin demasiado ruido ni excesivas consecuencias negativas.
«Si bien la lucha contra el derechismo en todas sus formas –el revisionismo moderno, el euro revisionismo, el oportunismo liquidacionista– en el seno del partido y más recientemente el revisionismo basado en la teoría de los «tres mundos» y en el llamado «Pensamiento Mao Zedong». (...) Siguen siendo para nosotros el enemigo principal en el plano ideológico y político, tanto a escala nacional como internacional, no obstante, se pone cada día de manifiesto la necesidad de combatir y aislar las tendencias sectarias y de izquierda que se vienen manifestando en algunos camaradas y organizaciones del partido». (Elena Ódena; Algunas tendencias en el partido que obstaculizan nuestra política de unidad, 1978)
Por ello se fustigó a aquellos que en medio de la polémica contra el maoísmo tenían:
«La tendencia a desentenderse de las luchas ideológicas y políticas que vive el conjunto del partido». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)
a) La importancia de implementar un método y estilo de trabajo correcto
Ya en el IIº Congreso del PCE (m-l) la dirección advirtió que se venía arrastrado una incomprensión de la relación entre la línea política y el estilo de trabajo:
«El estilo de trabajo, si bien de manera general es secundario en relación con la línea y la política a aplicar y con los principios y la ideología, constituye no obstante un reflejo inequívoco de la actitud ideológica y política del militante y del comité del partido ante las tareas y la política del momento. Por ello no es posible librar una batalla ideológica sobre cuestiones de principio y políticas, sin al mismo tiempo, preocuparse porque prevalezca un estilo en el trabajo verdaderamente comunista. No es dialéctico separar en la lucha ideológica las cuestiones de método y estilo, de las ideológicas y políticas. Ocurre a veces que incluso manteniendo en abstracto una política y unos principios correctos, se aplica un método y un estilo de trabajo que falsea o tergiversa esa misma política y principios. Se trata de no olvidar en ningún momento la acción que dialécticamente lo secundario ejerce sobre lo fundamental». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)
Esta advertencia tiene su eco en la historia. Ha habido grandes comunistas que nunca han dado todo su potencial o que se han echado a perder, porque pese a sus acciones de buena fe, no adquirieron nunca un verdadero método y estilo de trabajo comunista. La disciplina, el cumplimiento de los plazos en las tareas, el control desde arriba y desde abajo, son parte fundamental para que el individuo y el colectivo funcionen con la precisión de un reloj suizo.
En el IIIº Congreso del PCE (m-l) de 1979, como veremos en este capítulo, se criticarían especialmente varios defectos considerados como desviaciones de «izquierda», pero también algunas de carácter liberal y por tanto «derechista». Se registró y criticó la actitud de algunos militantes a:
«No cumplir las tareas encomendadas, se manifiesta concretamente en preocuparse únicamente de lo que afecta a uno personalmente, en poner en primer plano las opiniones personales cuando el partido ha analizado y señalado una tarea, actuando, no de acuerdo con las orientaciones del partido, sino con las opiniones personales; en aparentar que se hacen muchas cosas cuando es lo contrario, es decir, escurriendo el bulto: tratar de evitar las críticas mediante los más diversos subterfugios y, en general tratar de salvar las apariencias. Esta tendencia oculta la negligencia en el trabajo y el estudio, la incapacidad o el desprecio hacia toda actitud crítica, la carencia de espíritu de partido, y es una forma encubierta de liberalismo, de arribismo y también de burocratismo». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIIº Congreso del PCE (m-l), 1979)