lunes, 28 de junio de 2021
La «izquierda» retrógrada y la «izquierda» posmoderna frente al colectivo LGTB; Equipo de Bitácora (M-L), 2021
martes, 22 de junio de 2021
La grandeza de Herzen, revolucionario ruso del siglo XIX
jueves, 10 de junio de 2021
La responsabilidad del Partido Comunista de Argentina en el ascenso del peronismo; Equipo de Bitácora (M-L), 2021
«En lenguaje político, el término «izquierda» y «derecha» se utilizaban respectivamente para mostrar una posición más progresista o conservadora respecto a una ideología o postura concreta. Dentro del marxismo el binomio «izquierda» o «derecha» también se ha utilizado, pero ha de saberse el qué se está a la izquierda o derecha y respecto a qué, por ejemplo, la socialdemocracia estaría más a la izquierda que el liberalismo, pero más a la derecha que el anarquismo. Esto no son sino conceptos del lenguaje, herramientas que nos ayudan a comprender mejor ciertas realidades. Así, cuando desde el marxismo, por ejemplo, se habla de desviación de «izquierda» o de «derecha», normalmente se refiere a algo que se escora fuera del marxismo y su eje central. Generalmente, cuando se habla de «desviaciones derechistas» nos referimos a concesiones ideológicas hacia el enemigo, a su adaptación, a pecar de una relajación de la disciplina individual o de grupo. Por contra, cuando hablamos de «desviaciones izquierdistas» solemos referirnos a maximalismos de o todo o nada, a cuando se intenta encajar mecánicamente una situación del pasado con una actual que no tiene nada que ver, a no saber calibrar nuestras fuerzas y las del contrario, etc. Es cierto que la primera se suele identificar con el reformismo y el posibilismo político, mientras la segunda casa mejor con el anarquismo y el aventurerismo. Pero huelga decir que quien conozca al anarquismo sabrá lo poco disciplinado que es, así como cualquiera que sepa cómo se las gastan en las filas reformistas reconocerá que el exceso de optimismo bien puede ser una de sus señas perfectamente. Conclusión: ningún movimiento político es plenamente de «izquierda» o «derecha» en lo ideológico; ningún grupo pseudomarxista sufre solo de desviaciones «izquierdistas» o «derechistas», aunque, como en todo, se tiende más hacia uno u otro». (Equipo de Bitácora (M-L); Fundamentos y propósitos, 2021)
Una vez analizado lo que ha sido y es el peronismo, ¿significa que debemos pasar a apoyar y reivindicar automáticamente la línea conductora del Partido Comunista de Argentina (PCA) en cualquiera de sus etapas? En absoluto. Precisamente este es un partido que hay que examinar y «coger con pinzas» observando sus posicionamientos históricos, que en muchas cuestiones son más que cuestionables. Por mucho que profesase su adhesión a la Internacional Comunista (IC) y jurase fidelidad a los principios del marxismo-leninismo, la línea del PCA siempre fue de dudosa certeza, algo que, en ocasiones, porque no reconocerlo, también puede decirse de la IC. Esto es precisamente lo que nos diferencia a nosotros de los trotskistas, maoístas o peronistas. Nosotros no creemos que la autocrítica personal o la objeción hacia el líder predilecto sea como tirar piedras a nuestro propio tejado, un pecado que suponga la directa excomunión, sino que, muy por el contrario, es una obligación innegociable si de verdad deseamos hacer algo medianamente productivo para la causa.
En este documento no señalaremos los avances o retrocesos que supuso el PCA en relación con las viejas organizaciones obreras de Argentina, sino que nos centraremos en sus errores más manifiestos, sobre todo, en relación con el peronismo. Esto debe ser así, pues debemos ser implacables con un partido como este: uno que como podremos comprobar sin trampa ni cartón sufrió graves deficiencias y nunca logró bolchevizarse. De hecho, a diferencia de otras secciones de la IC, dudosamente se puede decir que haya un «periodo dorado» de este partido argentino, lo que ya predice qué nos vamos a encontrar de aquí en adelante. Asimismo, intentaremos no perder de vista el contexto internacional en el movimiento comunista para intentar explicar al lector que lo que le ocurrió al PCA lamentablemente fue más común de lo que se puede creer a priori.
martes, 8 de junio de 2021
Notas para la escuela del partido; Elena Ódena; 1981
jueves, 3 de junio de 2021
«Debemos apoyar a China porque pone en entredicho la política occidental», ¿dónde hemos oído esto antes?; Equipo de Bitácora (M-L), 2021
«Necesitamos cerrar la brecha
del desarrollo y revitalizar el desarrollo mundial. El proceso de desarrollo
global está sufriendo una grave interrupción, lo que implica problemas más
destacados, como una brecha Norte-Sur cada vez mayor, trayectorias de
recuperación divergentes, fallas en el desarrollo y una brecha tecnológica. (…)
El camino correcto para la humanidad es el desarrollo pacífico y la cooperación
en la que todos ganan». (Xi Jinping; Discurso en el Foro Económico, 17 de enero
de 2022)
¡Qué bonito discurso, Presidente! ¡Qué pena que China incumpla día
y noche sus promesas de «coexistencia pacífica», «comercio justo», «compromiso climático»
y todo lo demás! ¿No os recuerda esto a los discursos de Kennedy, Carter o Clinton?
En verdad, este tipo de promesas son recurrentes en estos foros
internacionales, donde la potencia intenta presentarse ante el mundo como el
garante de la paz, como el hermano mayor altruista, etcétera. Véase la obra: «Algunas reflexiones sobre los
discursos en la VII Cumbre de las Américas» de 2015.
El llamado «tercermundismo» ha sido siempre la marca del revisionismo, en cualquiera de sus expresiones. Hoy, el tercermundismo sigue presente en la política exterior no solo del revisionismo, es decir, de quienes se intentan hacer pasar por marxistas de alguna manera u otra, sino que es el sello de la mayoría de gobiernos del mundo, puesto que existen una gran cantidad de teorías análogas que defienden lo mismo en lo fundamental: el «Movimiento de los Países No Alineados», «Nuevo Orden económico», el diálogo Norte-Sur», etc. Véase la obra: «La teoría de los «tres mundos» y la política exterior contrarrevolucionaria de Mao» de 2017.
Dicho esto, ha de entender la relación que circunda a todo este entramado:
a) Cuando la administración de las potencias imperialistas proponen a los gobiernos de los países que esquilman económicamente la búsqueda conjunta de un «nuevo orden económico», solo lo hacen para echarle un cable a sus socios, quienes saben que están ahogados en un mar de problemas con deudas, especulación financiera, corrupción y desbalances comerciales; por tanto, a su vez buscan coordinarse con sus homólogos para embaucar con promesas a los asalariados de estas zonas, hastiados de sufrir una explotación perpetua en beneficio de las camarillas locales y las empresas extranjeras. b) Del mismo modo, cuando los países capitalistas dependientes de las grandes potencias abogan públicamente por contraer un «nuevo orden económico», traducimos que están implorando a sus aliados que aflojen el nudo que les subyuga, que necesitan como el comer un mejor reparto de los mercados, más moratorias en los pagos, armas de última generación para reprimir las protestas internas, etcétera, en suma, todo lo que sea necesario para que el régimen no colapse; en verdad, como mucho están amenazando a sus socios con que si no son capaces de satisfacer sus demandas terminarán cambiando de bloque imperialista. c) Existen también otros muchos movimientos y jefes políticos que, si bien también están comprometidos y buscan la aprobación de las potencias extranjeras, tratan de adoptar una «estoica posición» de «rebeldía» de cara a la galería, ¿por qué? Para neutralizar a sus competidores, para calmar los ánimos de las masas trabajadoras, en definitiva, para intentar recalar todos los apoyos posibles y construir su relato como «valerosos antiimperialistas» que exigen el «fin de las injusticias históricas» y la inmediata puesta en marcha de un «nuevo orden económico», aunque sin ánimo real de ir a la refriega llegada la hora. d) Por último, hay otros gabinetes de gobierno que, como representantes de la burguesía de un país capitalista en auge, aprovechan este tipo de consignas demagógicas del «nuevo orden económico» para buscar que su nación «ocupe el lugar de honor que se merece» entre las potencias regionales o mundiales, es decir, para implementar un chantaje económico e injerencia política que antes denunciaban como abusivo o intolerable cuando lo practicaban otros. En resumidas cuentas, estas teorías, en cualquiera de sus variantes son falsas y mezquinas de arriba a abajo, ya que, como los revolucionarios saben, el único «nuevo orden económico» posible que dará solución a los problemas intrínsecos y recurrentes del capitalismo es su sustitución por el sistema económico socialista, fin.
Si asumimos que ha de darse el internacionalismo −y no cualquier tipo de internacionalismo, sino el proletario que mandan los cánones marxista-leninistas−, el continuar alimentando estas nociones y discursos «tercermundistas» supone contribuir −de una manera u otra− a la perpetuación de una expresión ideológica nacionalista; supone ser −se quiera o no− el furgón de cola de la burguesía nacional de tu país natal, la cual jugará −según le toque en cada momento− el papel de dominadora o dependiente en el gran escenario global. Bajo tales preceptos, a lo máximo que se podrá aspirar políticamente es a ser un actor secundario en un precioso proyecto internacional de falsas sonrisas y cínica solidaridad entre burguesías regionales, pero nadie en su sano juicio desearía participar en tal estafa. Si alguien cree que exageramos, puede repasar lo ocurrido con los ensayos de esta élite de «reformadores sociales» con el «panafricanismo», el «socialismo árabe» o, más reciente, el «socialismo del siglo XXI». Todos ellos, debido a su disparidad de intereses y los vínculos contraídos y/o mantenidos con el imperialismo extranjero, jamás pasaron de conformar una unidad formal y efímera. Esto es normal, porque cada productor capitalista tiene intereses competitivos contrapuestos con otros a nivel mundial, y en cuanto ve ocasión de sacar tajada, traiciona los intereses formales de esa «comunidad» aliándose con el mejor postor, que normalmente suele ser una potencia imperialista con una gran chequera o muchos misiles. En el común de los casos estos «héroes antiimperialistas» acaban actuando como agentes del imperialismo de turno, del cual difunden día y noche su propaganda sobre las «excelsas bondades» que supone colaborar con tan «compresivos amigos», aunque opriman y masacren a infinidad de pueblos, empezando por el propio. Una vez el imperialismo decide que estos elementos ya no les son funcionales para sus intereses, se deshace de ellos con los mismos métodos cuestionables, por lo que las más de las veces acaban derrocados por el mismo director que antes había decidido que iba a ser el protagonista de la tragicomedia, cerrándose el telón de una función que nos podríamos haber ahorrado.
¿Han leído bien? ¡China defiende «las legítimas aspiraciones de muchos pueblos de vivir libres»! El Sr. Gouysse apela a lo mismo que todos los adeptos al «socialismo del siglo XXI». Estos, cuando hablan de la más que discutible política exterior de Cuba, Venezuela o Bolivia, sostienen que, bueno, es cierto, sus «crecientes vínculos» con Rusia o China indican una clara dependencia, ¡pero al menos «entorpecen» la hegemonía estadounidense! Así es cómo el oportunismo presenta que el cambiar de potencia imperialista es un gran «progreso» y «desarrollo» histórico. ¡Aquí quién no se contenta es porque no quiere!
Aunque las posiciones de las que parte Vincent Gouysse sean levemente distintas a las del ya fallecido Fidel Castro, tanto los postulados del francés, como los del cubano, apuestan por lanzar a los pueblos del mundo a los brazos del imperialismo: