domingo, 26 de diciembre de 2021
¿Por qué Bertolt Brecht pensaba que había que superar el heroísmo y la tragedia del teatro clásico?
miércoles, 22 de diciembre de 2021
El trap, un narcótico más para los nihilistas de siempre; Equipo de Bitácora (M-L), 2021
«Como era de esperar el aumento de fenómenos como el pluriempleo, la precarización o el desempleo −y con estos, el de la alienación sobre el pueblo y especialmente entre la juventud− han facilitado que muchos individuos se identifiquen fácilmente con sentimientos de desesperanza sobre su situación personal. Una reacción no sorprendente han sido las clásicas actitudes que pueden ser calificadas como evasivas o individualistas, pesimistas o descorazonadoras. En este caso, dentro de la «música urbana», el trap lejos de ser una manifestación artística que cause la «revolucionarización» del oyente, parece haber venido para aplastar con su apatía toda perspectiva de futuro al grito de «¡Tonto el último!». En plena consecuencia con su extremo pragmatismo, se recomienda al sujeto que para sobrellevar el infausto viaje de la nada hacia la nada, lo mejor es dejarse llevar en una vorágine de excesos y confusión, un espectáculo tan dantesco como peligroso. En una de sus variantes, el trap triunfante lo único que ofrece es el canto del nuevo rico, aquel que presume de haber salido del pozo mientras se ríe de los que se quedaron a medio camino. Aquí mostraremos muy brevemente los conceptos y hábitos de amistad, sexo, amor o consumo, los cuales no son ni mucho menos originales, sino una especie de prestamismos culturales de todos los movimientos previos. Véase el capítulo: «¿Es el movimiento trap una innovación espiritual o estética?» de 2021.
¿Qué referencias tiene el trapero promedio y a qué aspira?
Para entender el pensamiento del trapero común, lo mejor será observar cuáles son sus iconos de referencia, y para ello no podemos sino recurrir a PXXR GVNG, la banda icónica que ha popularizado el género en España:
«Scarface, Carlito, Casino pirris / Moviendo nieve for real, perico pirris / Hablan de putas, de carros, en barrios pirris. (...) Crecí pobre like a Chapo, o-o-oh / Gané rango like a capo, o-o-oh / Tengo al pueblo como Pablo, o-o-oh (...) Solo quiero cosas que coloquen / Me suda la polla, voy a morir joven». (PXXR GVNG; La Familia, 2015)
¿A qué aspira entonces el «trapero vulgaris»? Pues, aunque no sea muy novedoso, a intentar emular las biografías de gánsteres, narcos y kinkis −reales o ficticios−, ¿la razón? En muchísimos casos pueden contener escenas muy similares a vivencias de los artistas. Esperan hacer carrera para intentar ser el próximo Pablo Escobar y engatusar al pueblo presentándose como el «nuevo salvador», ese noble hombre que «regalaba» al barrio un campo de fútbol a cambio de atracos, matones a sueldo, soplones y coches-bomba cada semana, a la par que arruinaba a toda una generación con la droga. Un trato justo, ¿no? Bien, ¿y qué ocurre si esto nunca llega a culminarse? Bueno, si las ambiciones del trapero no pueden ser completadas y no se convierte en el próximo capo, lo que quedará entonces, según sus palabras, es «vivir rápido y morir joven», a ser posible por sobredosis en un bar de estriptis. ¡Un final también muy inesperado!
martes, 14 de diciembre de 2021
Engels sobre los jóvenes hegelianos y cómo creían «destruir» la política con su filosofía
«Antes de hablar del propio libro de Stirner, ya mencionado, deberemos trasladarnos al «viejo país romántico» y a los tiempos olvidados en que este libro vio la luz. Mientras que la burguesía prusiana, aprovechándose de las dificultades financieras del gobierno, empezaba a conquistar el poder político, en ese mismo momento, al lado del movimiento constitucional burgués, fue ampliándose de día en día el movimiento comunista entre el proletariado. Los elementos burgueses de la sociedad, que necesitaban aún el apoyo del proletariado para lograr sus propios fines, se vieron obligados en todas partes a hacerse pasar por partidarios de cualquier variedad del socialismo; el partido conservador y feudal tuvo también que hacer promesas al proletariado. A la par con la lucha del burgués y del campesino contra la nobleza feudal y la burocracia, la lucha de los proletarios contra el burgués; y, entre ellos, toda una serie de grupos socialistas intermedios que abarcan todas las variedades de socialismo: el socialismo reaccionario, el socialismo pequeñoburgués, el socialismo burgués. Y toda esta lucha, todas estas aspiraciones, se veían aplastadas, no podían manifestarse por la opresión de la violencia reinante, la censura, la prohibición de asociaciones y de reuniones. Tal era la situación de los partidos cuando la filosofía alemana festejaba sus mezquinos triunfos postreros. La censura obligó desde el primer momento a todos los elementos un tanto indeseables a elegir el modo de expresión más abstracto posible; este modo de expresión lo proporcionaba la tradición filosófica alemana, que había llegado precisamente entonces a la completa descomposición de la escuela hegeliana. La lucha contra la religión continuaba todavía. Cuanto más difícil resultaba sostener en prensa la lucha política contra el poder existente, con tan mayor celo se hacía bajo la forma de lucha religiosa y filosófica. La filosofía alemana, en su aspecto más diluido pasó a ser patrimonio común de los «instruidos», y cuanto más se convertía en patrimonio común, tanto más desleídas, incoherentes e insípidas se hacían las opiniones de los filósofos y tanto mayor era el prestigio que esta confusión insipidez les creaban entre el público «instruido».
El embrollo existente en las cabezas de los «instruidos» era espantoso y cada día mayor. Se trataba de una verdadera mezcolanza de ideas de origen alemán, francés, inglés, antiguo, medieval y moderno. La confusión era tanto mayor por cuanto todas las ideas se tomaban sólo de segunda, tercera y cuarta mano, debido a lo cual circulaban tan desfiguradas que era imposible reconocerlas. Compartían esta suerte no sólo los pensamientos de los liberales y socialistas franceses e ingleses, sino incluso las ideas de los alemanes como Hegel, por ejemplo. Toda la literatura de aquellos tiempos −en particular, como vemos, el libro de Stirner brinda innumerables testimonios de ello−, y la literatura alemana contemporánea padece hasta ahora fuertemente consecuencias de todo eso.
Con esta confusión, las ficticias batallas filosóficas pasaban por un reflejo de batallas verdaderas. Cada «nuevo viraje» en filosofía atraía la atención general de los «instruidos», que en Alemania se componen de incontables cabezas ociosas, candidatos a cargos de jueces y profesor, teólogos frustrados, médicos y literatos dedicados a otros menesteres etc. Para esa gente cada «nuevo viraje» significaba la superación y la liquidación definitiva de un peldaño determinado del desarrollo histórico. Bastaba, por ejemplo, con que un filósofo hiciera cualquier crítica del liberalismo burgués para que este último fuese considerado ya muerto, suprimido del desarrollo histórico y destruido también en la práctica. Lo mismo ocurría con el republicanismo, el socialismo, etc. Hasta qué punto habían sido efectivamente «destruidos», «superados» y «liquidados» estos peldaños del desarrollo se descubrió más tarde, durante la revolución, cuando pasaron a desempeñar el papel principal, mientras que se dio ya al olvido a sus destructores filosóficos.
La confusión de las formas y del contenido, la vulgaridad altanera y el absurdo grandilocuente, la trivialidad indescriptible y la miseria dialéctica, peculiares de esta filosofía alemana en su última fase, superan todo lo aparecido en cualquier momento en este terreno. Só1o puede compararse con ello la credulidad de la gente que toma en serio todo eso y lo considera la última novedad, «algo nunca visto». (Friedrich Engels; La consigna de abolición del estado y los «amigos de la anarquía» alemanes, 1850)
viernes, 3 de diciembre de 2021
¿Es el trap el nuevo punk?; Equipo de Bitácora (M-L), 2021
«Entrevistador: Con frecuencia hablas
de newpunk. Explícanos por favor qué significa este concepto, cuál es el
paralelismo entre la escena trap y el punk.
Kaixo: El newpunk es la forma que
tengo de definir mi forma de ver la música en este momento, pero desde un punto
de vista casi ideológico. El newpunk representa todos los paralelismos que
existen en mi música, como ser socialmente activo y a la vez un nihilista de
mierda, que no es capaz de ver un futuro a medio plazo al mundo, tal y como hoy lo
conocemos. (…) También su formato es muy parecido al trap: barato, rápido y
hacia adelante, al igual que como se está desarrollando en España, en salas
pequeñas, todo «self-made», cobrando a entrada, sin intermediarios, etc. Creo
aun así que ahora está cambiando, porque también se está normalizando: quizá el
trap ahora se parezca más al nuevo pop, o el nuevo rock ‘n roll. Cosa que no me
parece mal». (Jnsp; Kaixo: «El #newpunk es ser socialmente activo y a la vez un
nihilista de mierda», 5 de abril de 2017)
Entre dos géneros musicales relativamente cercanos en el tiempo lo difícil es que no haya similitudes. Eso que vaya por delante. Si somos astutos podríamos defender con argumentos que el punk ha tenido muchos hijos naturales y bastardos, pero por motivos de extensión solo nos centraremos en su comparativa respecto al trap. ¿Qué ofrece el movimiento punk en cuanto a lirismo?: a) cuenta con canciones que contienen una temática de descripción o crítica social que, cuanto menos, resultan interesantes dentro del círculo de banalidades que se suelen cantar; b) otras, tienen cierto tono político pero que, por lo general, se quedan en nada porque destilan el clásico anarquismo estéril; c) las hay que relatan de forma humorística ciertas escenas cotidianas causando la risa del oyente, pero sin mayor profundidad; d) también es frecuente encontrar alegatos donde se antepone el estilo sobre la sustancia, creyendo que mientras sean provocadoras todo vale; e) por último, y no menos importante, existen cantos desesperanzadores, que son rechazables y no queda más remedio que, en el mejor de los casos, compadecerse del autor pese a no compartir su visión pesimista, autodestructora o nihilista. No hablamos en pasado porque este género sigue teniendo vida, aunque no con la notoriedad de los 70 y 80.
Y bien, de todas estas posibilidades del viejo punk, ¿cuál rescata el trap y géneros parecidos? Pues bien, preminentemente toma como modelo las dos últimas tendencias, por no decir casi en exclusividad. ¿Es eso motivo de orgullo? Para algunos resulta que sí. Sin ir más lejos, Jarfaiter, representante madrileño del «rap kinki», siempre ha estado cercano a este nuevo género trap, hasta el punto de confundirse. ¿Pero cuáles son sus referencias musicales fuera del ámbito hip hopero? Él en sus entrevistas siempre se ha considerado heredero de la música punk de los 80, de Eskorbuto o Cicatriz. Bien, pondremos un resumen sobre qué se basaban estos grupos, para que quien no esté familiarizado pueda entendernos mejor.
a) Misantropía y apoliticismo:
«No hay amigos, ni enemigos / Lucha
necia, todos contra todos». (Eskorbuto; Antitodo, 1986)
b) Machismo:
«Voy a entrar en vuestras casas /
Destrozando las ventanas / Pa joder a vuestras furcias / A mordiscos y a
patadas». (Cicatriz; Fuck furcias, 1986)
c) Pesimismo:
«Perdida la
esperanza, perdida la ilusión / Los problemas continúan, sin hallarse solución
/ El pasado ha pasado y por él nada hay que hacer / El presente es un fracaso y
el futuro no se ve». (Eskorbuto; Cerebros destruidos, 1986)
Y más pesimismo:
«Esperando a que crezcamos / Para hablarnos del futuro / Yo no creo en el futuro / Vete a tomar por el culo». (Cicatriz; Fuck furcias, 1986)
sábado, 27 de noviembre de 2021
Engels reflexionando en 1882 sobre las luchas partidistas en Francia y Alemania
«A pesar de los consejos bien intencionados de los belgas ha sucedido lo inevitable, los elementos irreconciliables se han separado. [1] Y eso es bueno. Al principio, cuando se fundó el Partido Obrero, había que admitir a todos los elementos que aceptaban el programa, si lo hacían con secretas reservas que seguramente se manifestarían más adelante. Aquí nunca nos equivocamos acerca de Malon y Brousse [2]. Ambos habían sido entrenados en la escuela de intrigas bakuninistas. Malon fue incluso cómplice de Bakunin en la creación de la «Alianza» secreta –fue uno de los 17 miembros fundadores–. Pero, después de todo, había que darles la oportunidad de demostrar si habían abandonado la práctica bakuninista junto con la teoría bakuninista. El curso de los acontecimientos ha demostrado que adoptaron el programa –y lo adulteraron; Malon introdujo varios cambios que lo empeoraron– con la secreta intención de interrumpirlo. Lo que se inició en Reims y París se ha completado en Saint-Étienne. El carácter proletario del programa ha sido eliminado. Los considerandos comunistas de 1880 han sido ahora reemplazados por las Reglas de la Internacional de 1866, las cuales tuvieron que ser expresadas en términos tan elásticos precisamente porque los proudhonistas franceses se habían quedado tan rezagados, pero no podían ser dejados fuera. Las demandas positivas del programa han sido neutralizadas en que cada localidad podría, cuando así lo desee, formular un programa individual para cada ocasión individual. No sólo el partido de Saint-Étienne no es un partido obrero, es que no es un partido, porque de hecho no tiene un programa: a lo más es un partido de Malon-Brousse. (...) Parecería que cualquier partido obrero en un país grande sólo puede desarrollarse a través de la lucha interna, como se ha establecido generalmente en las leyes dialécticas del desarrollo. El partido alemán ha llegado a ser lo que es a través de la lucha entre los Eisenachers y Lassalleanos. La unificación sólo se hizo posible cuando la pandilla de sinvergüenzas deliberadamente cultivada como una herramienta por Lassalle había perdido su eficacia, e incluso entonces fuimos demasiado aprisa al realizar esa unificación. En Francia, las personas que han renunciado a la teoría bakuninista, pero siguen haciendo uso de las armas bakuninistas y al mismo tiempo tratan de sacrificar el carácter de clase del movimiento a sus fines particulares, también tendrán que perder su eficacia antes de que la unificación vuelva a ser factible. Siendo así, sería pura locura abogar por la unificación. Las homilías morales no sirven para combatir los problemas iniciales que, siendo las circunstancias como son hoy en día, constituyen cuestiones que deben ser experimentadas». (Friedrich Engels; Carta a Eduard Bernstein, 20 de octubre de 1882)
Anotaciones de la edición:
[1] El Partido Obrero Francés se dividió en dos facciones en el Congreso de Saint-Étienne el 25 de septiembre de 1882. La minoría liderada por Guesde y Lafargue se retiró y celebró su propio congreso en Roanne. La mayoría oportunista encabezada por Malon y Brousse formó un partido separado, los llamados «posibilistas». El partido adquirió este nombre porque sus líderes, que se oponían a la lucha revolucionaria, declararon que solo estaban tratando de lograr lo que era posible.
[2] Benôit Malon (1841-1893) - Socialista francés, miembro de la Primera Internacional y de la Comuna de París, después de su derrota se refugió en Italia y luego en Suiza, donde se acercó a los anarquistas, ideólogo y líder de los «posibilistas».
Paul Brousse (1854-1912) - Socialista pequeño burgués francés, participó en la Comuna de París, después de su supresión vivió en la emigración, se unió a los anarquistas. A su regreso a Francia a principios de la década de 1880 se unió al Partido Obrero donde se opuso con vehemencia a la corriente marxista, ideólogo y líder de los «posibilistas».
sábado, 20 de noviembre de 2021
¿Es el movimiento trap una innovación espiritual o estética?; Equipo de Bitácora (M-L), 2021
«Pasemos a otro punto cardinal: ¿trae el advenimiento del trap algún tipo de innovación espiritual? A decir verdad, los analistas –provengan de donde provengan, sean estos profesionales o amateurs, estrictamente del mundo de la música o no–, nos han vuelto a decepcionar enormemente, ya que, salvo honrosas excepciones, han solido presentar el movimiento trap como una «renovación de los valores sociales», una «nueva rebeldía de los jóvenes de las clases más bajas» y todo tipo de epítetos que suenan muy sorprendentes. Pero las más de las veces esto solo ha sido un truco de ilusionismo de estos «opinólogos» para captar la atención de los oyentes o lectores. Podríamos citar infinidad de artículos, pero creemos que a estas alturas del documento el lector estará harto de tales pruebas.
En verdad esto es sumamente común dentro de la «industria filosófica», la cual, como retrataron Marx y Engels sobre los hegelianos y los «productos mercantiles» que lanzaban al «mercado», se ve obligada a realizar estos sobreesfuerzos teatrales para vender su producto:
«Cada uno se dedicaba afanosamente a explotar el negocio de la parcela que le había tocado en suerte. No podía: por menos de surgir la competencia. Al principio, ésta manteníase dentro de los límites de la buena administración burguesa. Más tarde, cuando ya el mercado alemán se hallaba abarrotado y la mercancía, a pesar de todos los esfuerzos, no encontraba salida en el mercado mundial, los negocios empezaron a echarse a perder a la manera alemana acostumbrada, mediante la producción fabril y adulterada, el empeoramiento de la calidad de los productos y la adulteración de la materia prima, la falsificación de los rótulos, las compras simuladas. los cheques girados en descubierto y un sistema de créditos carente de toda base real. Y la competencia se convirtió en una enconada lucha, que hoy se nos ensalza y presenta como un viraje de la historia universal, como el creador de los resultados y conquistas más formidables». (Karl Marx y Friedrich Engels; La ideología alemana, 1846)
O dicho de otro modo: todo producto necesita publicidad, pero uno malo o adulterado necesita el doble o más; y en este caso, lo que se quería decir es que dentro de la competencia filosófica y productos que son la copia de la copia, este «factor de impulso» es más que necesario, incluso aunque el público esté acostumbrado a él. Por eso hoy los filósofos o los publicistas musicales intentan vendernos que el trap tiene una inspiración y originalidad que no se le encuentra por ninguna parte.
¿Acaso no existía todo esto ya en «románticos», «decadentes» y «existencialistas»?
«Pregunta: ¿Es la música de una generación deprimida o al borde de la depresión todo el rato?
– Ernesto Castro: Sí, pero no una depresión subjetiva, sino objetiva, no sólo psicológica sino también económica y social». (Diario de Sevilla; «El público es tan ignorante que no va más allá de la superficie provocadora del «trap», 17 de octubre de 2019)
martes, 16 de noviembre de 2021
¿Qué propone el reformismo «patriótico» en materia económica?; Equipo de Bitácora (M-L), 2021
«En esta sección repasaremos dos expresiones travestidas de «marxistas» y herederas de una forma u otra del pensamiento chovinista de la Escuela de Gustavo Bueno: primero, El Jacobino, y después lo que en su momento fue Izquierda Hispánica –y ahora es la Razón Comunista–. De esta forma veremos cómo toda la parafernalia nacionalista que se preocupa de lo «social» no oculta la triste realidad de que proponen como solución las mismas pamplinas capitalistas que nada cambian. Y es que a estos idealistas cuando les toca lidiar con aspectos de la cotidianeidad material, ese discurso heroico de que van salvar a la «patria», aquella damisela siempre en peligro, no solo se torna dudoso, sino que se vuelve muy cómico al demostrarse que, más que ante caballeros de reluciente armadura, estamos ante distintos Don Quijotes modernos –Armesilla o Guillermo del Valle– con sus correspondientes Sancho Panzas como comparsa –Paula Fraga, Javier Maurín, Pedro Insúa y demás ralea–.
El Jacobino y su redistribución fiscal para «arreglar España»
El Jacobino, comandado por Guillermo del Valle, define a su proyecto como «izquierda racionalista, centralista y definida en España», aja, ¿y más allá de todo ese galimatías qué propone para solucionar sus males?:
«Con la actual situación de deuda pública, la habitual propuesta de mágicas rebajas fiscales es un engaño que responde al clásico populismo fiscal del neoliberalismo. Si se bajan masivamente los impuestos, la recaudación también baja. Y de paso, llegan los recortes sociales y la degradación de los servicios públicos, acentuando la nefasta senda de los últimos años. (…) Hay que acabar con la creciente y preocupante brecha entre la tributación entre las rentas del capital y las del trabajo en el IRPF, que perjudica a las últimas, como fiel reflejo de las políticas fiscales más reaccionarias aplicadas en las últimas décadas. El sistema tributario ha de recuperar y blindar un Impuesto de Patrimonio y un Impuesto de Sucesiones y Donaciones verdaderamente progresivos, que nunca más vuelvan a transferirse a las Comunidades Autónomas, dinámica que sólo fomenta el «dumping» y la competencia desleal a la baja, y que termina expulsando del sistema dichos instrumentos fiscales. Deben eliminarse múltiples deducciones del impuesto de Sociedades, acometer una armonización fiscal general, y plantear la imperiosa necesidad de que las grandes corporaciones multinacionales y plataformas tecnológicas dejen de encontrar fórmulas de elusión fiscal y deslocalización, que destrozan las arcas públicas de los Estados y ponen en cuestión la sostenibilidad del Estado social». (El Jacobino; Redistribucción, 2021)
Es decir, son un grupo en contra del fraude fiscal, en pro de una eficacia administrativa y se consideran muy «patriotas», pero en todo esto no hay diferencias de peso respecto a los «planes sociales» de múltiples asociaciones de «izquierda» o «derecha». Prueba de ello es que en su web publicitan con orgullo que Pedro Ínsua de la Escuela de Gustavo Bueno, Ángel Pérez exIU o Antonio Miguel Carmona del PSOE apoyen su proyecto, personas totalmente en las antípodas de un pensamiento progresista y revolucionario.
El socialismo científico de Marx y Engels, sin negar el uso de los impuestos en el periodo de transición del capitalismo al comunismo –véase la obra de ambos: «El Manifiesto Comunista» (1848)–, difiere completamente de la ilusión del socialismo utópico, aquel que considera que, sin necesidad de una revolución con mayúsculas, los impuestos pueden ser la palanca decisiva para conquistar un futuro mejor, dejando intacta, eso sí, la «armonía entre trabajo y capital»:
miércoles, 10 de noviembre de 2021
Pléjanov hablando sobre la ausencia de visión política y la sobrestimación de las fuerzas
«Hay otro obstáculo para el desarrollo de nuestro movimiento en la corriente que acabamos de señalar: la ausencia de visión política, que desde el comienzo mismo de nuestro movimiento impidió que nuestros revolucionarios se fijaran sus tareas inmediatas de acuerdo con sus fuerzas, y cuya causa no es sino la insuficiente experiencia política de los dirigentes sociales rusos. Al dirigirnos al pueblo con el fin de difundir las publicaciones socialistas, al establecernos en las aldeas para organizar a los elementos descontentos de nuestro campesinado o cuando iniciábamos la lucha abierta contra los representantes del absolutismo, repetíamos siempre el mismo error. Siempre exagerábamos nuestras fuerzas, jamás teníamos en cuenta cabalmente la resistencia que nos ofrecería el ambiente social y nos apresurábamos a erigir en principio universal el modo de actuar favorecido transitoriamente por las circunstancias, excluyendo todos los demás métodos y procedimientos. Todos nuestros programas se hallaban por eso en un equilibrio muy inestable, que podía ser alterado por la variación más insignificante del medio circundante. Cada dos años cambiábamos estos programas, y no podíamos detenernos en algo firme, porque siempre nos apoyábamos en algo restringido y unilateral. Así como, según palabras de Belinsky, la sociedad rusa, careciendo aún de literatura, ya recorrió todas las tendencias literarias, el movimiento socialista ruso, que aún no se había convertido en el movimiento de nuestra clase obrera, ya alcanzó a pasar por todos los matices del socialismo de Europa occidental.
La lucha contra el absolutismo que emprendiera Naródnaia Volia, lanzando a nuestros revolucionarios hacia un campo de acción más amplio, obligándolos a esforzarse por la creación de un partido efectivo, contribuirá decididamente, sin duda alguna, a superar el carácter unilateral de los círculos. Pero, para terminar con estos cambios constantes de programas, para abandonar estos hábitos de nómadas políticos y alcanzar por fin la estabilidad espiritual, los revolucionarios rusos deben realizar hasta el fin la crítica iniciada con la aparición de las tendencias políticas en su medio. Deben adoptar una actitud crítica ante el mismo programa que tornó necesaria la crítica de todos los programas y teorías anteriores. El partido de Naródnaia Volia es fruto de una época de transición. Su programa es el último programa nacido en las condiciones que hicieron de nuestra parcialidad un fenómeno inevitable y, por consiguiente, legítimo. Al ampliar el horizonte político de los socialistas rusos, este programa aún no está exento de aspectos unilaterales. En él también se advierte la falta de visión política, de aptitud para ajustar los objetivos inmediatos del partido a sus fuerzas reales o posibles. El partido de Naródnaia Volia recuerda al hombre que avanza por un camino real, pero que aún no tiene idea de las distancias, y que por eso confía en que puede recorrer al instante «cien mil millas sin descansar». La práctica, por supuesto, destruirá esta ilusión, pero la experiencia le puede resultar muy cara. Es mejor que se pregunte si las botas de siete leguas no pertenecen al reino de la fantasía». (Gueorgui Plejánov; El socialismo y la lucha política, 1883)
Anotaciones de Bitácora (M-L):
«Toda clase que aspira a su emancipación, todo partido político que llega al poder, son revolucionarios solamente en tanto representan las corrientes sociales más progresistas y, por consiguiente, sustentan las ideas más avanzadas de su tiempo. Una idea de contenido revolucionario es como una dinamita, que no puede ser reemplazada por ningún explosivo. Y mientras nuestro movimiento siga bajo la bandera de teorías atrasadas o erróneas, sólo tendrá significación revolucionaria en algunos aspectos, pero no en todos ellos. Y al mismo tiempo, sin que lo adviertan sus defensores, contendrá los gérmenes de la reacción, que la privarán incluso de esa significación parcial en un futuro más o menos próximo. (...) Afortunadamente, los socialistas pueden fundar sus esperanzas en una base más sólida. Pueden y deben confiar ante todo en la clase obrera. La fuerza de los obreros, como de cualquier otra clase, depende, entre otras cosas, de la claridad de su conciencia política, de su unidad y organización. Sobre estos elementos de su fuerza influyen precisamente nuestros intelectuales socialistas. Éstos deben ser los dirigentes de la clase obrera en el próximo movimiento emancipador, presentarle con claridad sus intereses políticos y económicos, el nexo recíproco de esos intereses, inducirla a que adopte un papel independiente en la vida social de Rusia. Tiene que esforzarse por todos los medios para que nuestra clase obrera, durante el primer período de la vida constitucional de Rusia, pueda participar como partido especial, con un programa político-social determinado. La elaboración detallada de este programa, por cierto, debe ser presentada a los obreros mismos, pero los intelectuales deben explicarles sus puntos principales, como por ejemplo, la revisión radical de las actuales relaciones agrarias, el sistema impositivo y la legislación fabril, la ayuda estatal a las asociaciones productivas, etc. Todo esto sólo puede lograrse mediante una esforzada labor que se debe realizar, por lo menos, con las capas más avanzadas de la clase obrera, mediante la propaganda escrita y oral y la organización de círculos socialistas obreros». (Gueorgui Plejánov; El socialismo y la lucha política, 1883)
jueves, 4 de noviembre de 2021
El intelectual y su papel a la hora de blanquear la esencia del movimiento trap; Equipo de Bitácora (M-L), 2021
«En este bloque analizaremos el porqué de la alianza entre cierta parte de la intelectualidad y los traperos; la metodología y los argumentos que utilizan aquellos «filósofos» y «expertos musicales» que lo defienden, etc.
Algunos a estas alturas del documento seguro que espetarán: «Pero si tan poco os gusta el movimiento trap actual, si os parece zafio, entonces, ¿¡qué hacéis dedicándole un artículo!?». A esto bien podríamos responder con la famosa frase de Terencio que el mismo Marx hizo suya: «Nada humano me es ajeno», ante lo cual tendríamos que aclarar para algunos despistados: «Y porque no nos gusta que nuestra juventud tire su futuro en balde». Reproduzcamos unos versos de un conocido y admirado músico en el mundo rapero y trapero:
«Me busco la vida para tener mis caprichos / Mi chándal, mis zapas mis temas de Los Chichos. (...) Soy el carterista que tiene tu cartera / Yo soy lo más kinki de la escena navajera». (Jarfaiter; Sonido Kinki, 2011)
Lo primero de todo, pedimos perdón al lector por adelantado por la ristra de jerga lumpen que mostraremos en este artículo. Esperemos que no se pierda y, en medida de lo posible aclararemos ciertos términos para que no abandone la lectura, pero debe entender que es algo necesario para comprender las letras y el vocabulario habitual de estas tribus urbanas y su forma de ver las cosas. En palabras de sus autores:
«¿Que es el trap? Cocaína y follar», resume Fernando, alias Yung Beef, uno de los cuatro componentes de Pxxr Gvng». (El Mundo; El 'trap', la música que odian los padres 2015)
Ernesto Castro como «filosofo del trap»
«E.C.: El público es tan ignorante que se queda en la pura superficialidad de la provocación, algo que por otro lado es una reacción habitual de la gente ante las expresiones de vanguardia». (Diario de Sevilla; «El público es tan ignorante que no va más allá de la superficie provocadora del «trap», 17 de octubre de 2019)
En efecto, que actualmente se le intente dar un barniz filosófico y un trasfondo a algo como el trap que no lo tiene por ningún lado, es bastante triste. No se veía nada tan lamentable desde el intento de lavado de cara que Deleuze –autor posmoderno– y muchos otros intentaron hacer con la filosofía de Nietzsche, al cual poco menos que quisieron presentar –a este reaccionario consumado– como una especie de «coach motivacional», intentando ocultar la mayor parte de su ideario supremacista e individualista, hablándonos de cosas anecdóticas y distorsionadas. Pues hoy, tarea similar emprenden los intelectuales como Ernesto Castro, al cual con su permiso usaremos una y otra vez, porque nos parece magnífico como paradigma. Este autor alcanzó su cuota de fama por su libro «El trap: Filosofía millenial para la crisis en España» (2019), en el cual intentó realizar un estudio filosófico, sociológico y en menor medida musical sobre dicho fenómeno. Lo que salió de tal «intento» fue uno de los mayores blanqueamientos culturales que se han visto jamás. Cuando le preguntaron en una entrevista con Javier Blánquez si era, como decían, el filósofo del trap, este filósofo madrileño, con su pedantería característica, respondió: «Más bien soy el trapero de la filosofía». Entonces, ¿quién mejor que él para continuar con nuestro recorrido sobre este género?
Pero antes de seguir hemos de poner el contexto al lector, puesto que para quien desconozca quién es este elemento, Ernesto Castro, resulta que él es un filósofo que imparte clases en la Universidad Autónoma de Madrid y que se hizo famoso por dar conferencias a favor de la ideología de la Escuela de Gustavo Bueno, pero de una forma peculiar: lo mismo iba vestido de torero a la facultad para explicar a Tomás de Aquino, que se cambiaba el color del tinte de pelo semanalmente para llamar la atención. Sin duda hace honor al himno no oficial del posmodernismo: «¡Ya que no tiene nada interesante que decir al menos procura que hablen de sus histriónicas performances!». Sobre la ideología que porta, diremos, sin querer ser demasiado duros, que todavía hoy nos es inexplicable entender cómo es posible que él, siendo ya un curtido estudiante de filosofía, se dejase engañar por esa pantomima tan rancia y simplona como es el nacionalismo de Gustavo Bueno, su «materialismo filosófico» –nombre cuanto menos de chiste pues de «visión materialista del mundo» tenía más o menos la misma que sus predecesores inmediatos, Unamuno y Ortega y Gasset, es decir, poco o nada–. Aunque hace tiempo que el señor Castro afirma haber abandonado tal secta y la critica con ahínco, todavía no ha superado su idealismo inherente –por eso, entre otras cosas, es admirador de las ideas religiosas de Francisco Suárez, o rinde aún pleitesía a su antiguo maestro Bueno enseñando sus dogmas fundamentales en cuanto a estudios sobre arte–. El problema es que este filósofo, de por sí, es alguien que acostumbra a dejarse maravillar por cualquier charlatán de turno, procurando adoptar sus mismos sofismas. Así, declaraba sin vergüenza:
«Ernesto Castro: Yo no escribo para que me entiendan, sino que también escribo para lanzar ciertos mensajes encriptados en una botella que ya llegarán a quien tenga que llegar». (Relatos Sonoros; Con Javier Blánquez y Ernesto Castro: Trap, música y filosofía en tiempos de crisis, 2020)
¡Este es el tipo de «filósofos» que los niños temen tanto como al hombre del saco! Los que hacen complicado lo que es sencillo, los que son «incomprendidos» por la «masa» y solo esperan la llegada de «verdaderos» discípulos de su «círculo de fieles». Por este tipo de pamplinas no es extraño ver las aulas de filosofía de las universidades vacías. Pese a su teórico «abandono» de los postulados de la Escuela de Gustavo Bueno, el señor Castro ha conservado lo peor de su bagaje: el idealismo subjetivista, la invención de palabras complejas innecesarias y la no adecuación del registro a lo que pide el ambiente. Sobre esto último, recomendamos mirar cualquiera de sus entrevistas y tertulias. En una, concedida a la Cadena SER en 2019, recibió varias señales por parte de los entrevistadores que daban a entender que el público no se estaba percatando de nada de su discurso en clave de catedrático de filosofía, pero él, pese a todo, continuaba igual, contra viento y marea, ¿cómo era aquello? «¡Show must go on!». No por casualidad su ídolo es ese idiota de Slavoj Žižek, aquél que instaba a votar a Trump porque en un delirio de «fatalismo revolucionario», según él, «cuanto peor, mejor», como si el trumpismo por su reaccionarismo fuese a elevar mágicamente la conciencia de clase de los obreros mecánicos de Boston o los obreros de la construcción de Kentucky. Si las cosas fuesen tan estúpidamente simples, haría siglos que en el Capitolio hondearía una bandera roja.
martes, 2 de noviembre de 2021
El libro de Lenin «Un paso adelante, dos pasos atrás» y su lucha contra los conceptos mencheviques de organización
viernes, 29 de octubre de 2021
Engels hablando del modelo político-organizativo de Bakunin
«Bakunin, que hasta 1868 había intrigado contra la Internacional, ingresó en ella después del fracaso sufrido en Berna, en Congreso de la Paz, inmediatamente se puso a conspirar desde dentro contra el Consejo General. Bakunin tiene una teoría original, que es una mezcolanza de proudhonismo y comunismo. Por cierto, el punto básico de su proudhonismo es la idea de que el mal más grave, con el que hay que acabar, no es el capital, no es, por tanto, el antagonismo de clase que el desarrollo social crea entre los capitalistas y los obreros asalariados, sino el Estado. Mientras la gran masa de obreros socialdemócratas comparte nuestro punto de vista de que el poder del Estado no es más que una organización adoptada por las clases dominantes –los terratenientes y los capitalistas– para proteger sus privilegios sociales, Bakunin afirma que el Estado es el creador del capital, que el capitalista posee su capital únicamente por obra y gracia del Estado. Y puesto que el Estado es, por tanto, el mal principal, hay que acabar ante todo con él, y entonces el capital hincará el pico por sí solo. Nosotros, en cambio, sostenemos lo contrario: acabar con el capital, que es la concentración de todos los medios de producción en manos de unos pocos, y el Estado se derrumbará por sí solo. La diferencia entre los dos puntos de vista es fundamental: la abolición del Estado sin una revolución social previa es un absurdo; la abolición del capital es precisamente la revolución social e implica un cambio en todo el modo de producción. Pero como para Bakunin el Estado representa el mal principal, no se debe hacer nada que pueda mantener la existencia del Estado, tanto si es una república, como una monarquía o cualquier otra forma de Estado. De aquí, la necesidad de abstenerse por completo de toda política. Cualquier acto político, sobre todo la participación en las elecciones, es una traición a los principios. Hay que hacer propaganda, desacreditar al Estado, organizarse; y cuando se haya conquistado a todos los obreros, es decir, a la mayoría, se liquidan los organismos estatales, se suprime el Estado y se le sustituye por la organización de la Internacional. Este gran acto, que marca el comienzo del reino milenario, se llama liquidación social.
domingo, 24 de octubre de 2021
Racismo, misticismo y nacionalismo en Mariátegui; Equipo de Bitácora (M-L), 2021
«Antes de entender el vulgar concepto de «socialismo» de Mariátegui hemos de repasar los conceptos nacionalistas y racistas que penetran toda su obra política. Sin más rodeos comencemos con una cita de 1927 que no deja lugar a dudas cuán lejos estaba de un pensamiento progresista:
«Proclamamos que este es un instante de nuestra historia en que no es posible ser efectivamente nacionalista y revolucionario sin ser socialista». (José Carlos Mariátegui; Prólogo a Tempestad en los Andes de Luis E. Valcárcel, 1927)
Desde el punto de vista del materialismo histórico esto es una completa aberración que no resiste el menor análisis:
«El marxismo no transige con el nacionalismo, por muy «justo», «limpio», sutil y civilizado que éste sea. En lugar de todo nacionalismo, el marxismo propugna el internacionalismo. (...) El nacionalismo burgués y el internacionalismo proletario son dos consignas irreconciliables y enemigas que corresponden a los dos grandes campos de clase del mundo capitalista y que expresan dos políticas; aún más: dos concepciones del mundo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Notas críticas sobre la cuestión nacional, 1913)
Partiendo de esa misma confusión terminológica y conceptual en otros múltiples campos, Mariátegui acabaría viendo «socialismo» hasta en los panfletos de los teóricos indigenistas. Así, basándose en su «experiencia personal» proclamaba:
«El caso de Valcárcel demuestra lo exacto de mi experiencia personal. Hombre de diversa formación intelectual, influido por sus gustos tradicionalistas, orientado por distinto género de sugestiones y estudios, Valcárcel; resuelve políticamente su indigenismo en socialismo». (José Carlos Mariátegui; Prólogo a Tempestad en los Andes de Luis E. Valcárcel, 1927)
Mariátegui también estuvo muy influido por las teorías racistas de su círculo intelectual:
«El indio es el cimiento de nuestra nacionalidad en formación». (José Carlos Mariátegui; El problema primario del Perú, 1925)
Sus seguidores suelen ocultar que Mariátegui sostuvo ataques hacia los colectivos asiáticos o africanos del Perú basándose en teorías racistas:
«El chino, en cambio, parece haber inoculado en su descendencia, el fatalismo, la apatía, las taras del Oriente decrépito. (...) El aporte del negro, venido como esclavo, casi como mercadería, aparece más nulo y negativo aún. El negro trajo su sensualidad, su superstición, su primitivismo. No estaba en condiciones de contribuir a la creación de una cultura, sino más bien de estorbarla con el crudo y viviente influjo de su barbarie. (...) El chino y el negro complican el mestizaje costeño. Ninguno de estos dos elementos ha aportado aún a la formación de la nacionalidad valores culturales ni energías progresivas». (José Carlos Mariátegui; Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, de 1928)
jueves, 14 de octubre de 2021
El buenismo como guardián del orden económico capitalista; Equipo de Bitácora (M-L), 2021
«La Escuela de Gustavo Bueno, también llamada «materialismo filosófico», pese a todas sus peroratas bajo una retórica «revolucionaria», nunca ha tenido entre sus pretensiones políticas el eliminar la propiedad privada sobre los medios de producción; siempre se ha valido de todo tipo de diatribas de la economía burguesa para justificar la explotación del hombre por el hombre. Este capítulo servirá para contraponer la postura marxista y antimarxista en los clásicos debates sobre «crisis económicas», «plusvalía», «fuerzas productivas», «materia fiscal», etc.
¿Tienen los trabajadores la culpa de las crisis económicas?
Para empezar, argumentando como un vulgar economista liberal, Gustavo Bueno se mofaba de todos nosotros señalando que:
«En un Estado de derecho, el trabajo es libre, la libertad de la famosa Revolución Francesa, entonces, el trabajador es libre para vender su fuerza de trabajo que es lo que tiene. (…) Si la fuerza de trabajo vale tanto». (Gustavo Bueno; Esbozo sobre las categorías de la economía política, 2010)
¿Han leído bien? El trabajador es «libre» de vender su «fuerza de trabajo», solo que claro, quizás el burgués también es «libre» de no requerir sus servicios y dejarlo vegetando en la cola del paro durante semanas, meses o años. El trabajador es «libre» –según los santísimos «derechos del hombre», sancionados en todas las cartas magnas burguesas– para elegir el oficio que guste –de nuevo, sin tener en cuenta el «detalle» de si puede o no costearse la formación requerida para el puesto–. El trabajador es, asimismo, «libre» de aceptar trabajar en otros tantos oficios que detesta y aguantar carros y carretas por necesidad personal y familiar. En pocas palabras: el trabajador goza de todas estas «libertades» porque estas parten de su rasgo más característico y que lo hace realmente «libre»: ser un sujeto desposeído de los medios de producción. ¡Maravilloso!
Quizás, derivado por su admiración hacia los jonsistas españoles, Bueno deja caer su carácter de esquirol y rompehuelgas, restaurando el papel honorífico del empresario, que, según él, ha sido demonizado injustamente:
«Parece que el empresario es una figura de un extorsionador, un tipo miserable, que está explotando a los trabajadores, mientras que los sindicatos son los que tienen la razón. (…) Y entonces los buenos y los malos. ¡No! (…) La razón de la crisis la tienen los trabajadores. ¡Claro que la tienen! (…) Como si los empresarios fuesen ratas que están explotándoles, coño, ¡montad una empresa vosotros! Protestan cuando una empresa se deslocaliza y se marcha a otro país. (…) ¡Pues cobrad menos! No tienen actitud política». (Gustavo Bueno; Conferencia de Gustavo Bueno, Esbozo de un epílogo a Ensayo sobre las categorías de la Economía Política, 2010)
Dejando a un lado el carácter amarillista de los grandes sindicatos españoles, este tipo de declaraciones alumbran lo que es el buenismo sin trampa ni cartón: el «amigo filosófico» de la patronal. Damas y caballeros, la culpa de los males sociales −paro, precariedad, externalización, subida de precios y demás− es principalmente de los trabajadores, porque algunos de ellos eligen tener a malos líderes sindicales reformistas como representantes −¿y qué ocurre con la gran mayoría de ellos, que no están sindicados?−, y también porque no aceptan cobrar el salario mínimo de Zimbabue con el coste de vida de España. ¡Qué insolidarios! ¡Vaya apátridas!
miércoles, 6 de octubre de 2021
El porqué del triunfo del trap en la industria musical; Equipo de Bitácora (M-L), 2021
«La lógica dialéctica exige que vayamos más lejos. Para conocer de verdad el objeto hay que abarcar y estudiar todos sus aspectos, todos sus vínculos y «mediaciones». Jamás lo conseguiremos por completo, pero la exigencia de la multilateralidad nos prevendrá contra los errores y el anquilosamiento». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Una vez más acerca de los sindicatos en el momento actuales y los errores de los camaradas Trotski y Bujarin, 1920)
El trap le vino como anillo al dedo a la industria musical
«El objeto de arte –de igual modo que cualquier otro producto– crea un público sensible al arte, capaz de goce estético. De modo que la producción no sola mente produce un objeto para el sujeto, sino también un sujeto para el objeto. La producción produce, pues, el consumo, 1) creando el material de éste; 2) determinando el modo de consumo; 3) provocando en el consumidor la necesidad de productos que ella ha creado originariamente como objetos. En consecuencia, el objeto del consumo, el modo de consumo y el impulso al consumo. Del mismo modo, el consumo produce la disposición del productor, solicitándolo como necesidad que determina la finalidad de la producción». (Karl Marx; Elementos fundamentales para la crítica de economía política, 1858)
Bien, dicho esto, hay que tener en cuenta que el trap promedio es un género exageradamente factible en cuanto a proceso creativo y muy barato en lo relativo a costes de producción, algo que comparte con muchos de los estilos que han surgido o se han consolidado en nuestra Edad Contemporánea. Debido a la forma mayormente fácil y espontánea a la hora de crear, este movimiento irrumpió como una ola imparable en España, donde varios jóvenes aprovecharon lo «accesible» que es hacer trap para probar suerte en el mundo de la música. Como desde el punto de vista de su producción y comercialización esta música es sencilla, se puede decir que esto ha sido su mejor baza, pero también su mayor debilidad, como ahora veremos. El trap parece heredar este rasgo del «Hazlo tú mismo» de la escena del rap de principios del siglo XXI, aunque esto era común a otras expresiones musicales como el punk setentero:
«El concepto de autogestión o D.I.Y [do it yourself] rara vez se había visto de manera tan clara en el Rap como en la actualidad, probablemente solo comparable a la época de las maquetas. La mayoría de raperos que tienen notoriedad –es decir, millones de reproducciones en YouTube y numerosos seguidores en redes– siguen autoeditando sus trabajos y organizando sus giras, merchandising y estrategias de marketing por ellos mismos. Aun así, las compañías siguen ofreciendo a estos raperos la oportunidad de unirse a su circuito comercial, mucho más amplio y con mayores medios económicos, pero por normalmente con un menor control creativo de la obra, además de otras contraprestaciones ya descritas con anterioridad». (Gonzalo Bastida Gómez; Un acercamiento al género rap y su relación con la industria discográfica en España, 2017)
Ahora, no nos engañemos, que el trap, su jerga y su imagen, hayan sido elevados en la escena musical hasta alcanzar unos niveles de producción y sobreexposición de sus personalidades tan descomunal está en profunda relación con las necesidades del sistema imperante. Este triunfo: el éxito de una estética cochambrosa y el discurso provocativo del músico lumpen –y su influencia en el consumidor/receptor– no es sorpresivo, tiene, en última instancia, directa correspondencia con las necesidades del capitalismo en el período actual, y en este caso concreto, con la ávida industria musical que tan ansiosa como astuta ha sabido apelar al cada vez más amplio público alienado de esta nuestra sociedad.
En España este público ha cambiado mucho respecto a décadas anteriores, a gran parte de él ya no se le puede vender como sinónimo de «insubordinación» el clásico pop sesentero, meloso y beatleriano de los «yeyes», ni tampoco se satisface con el último single de la última estrella del «programa de cazatalentos» de turno –como Operación Triunfo–. Este viraje en los gustos se pudo comprobar en 2019 cuando la famosa plataforma Spotify ya registró que el pop quedaba por detrás de géneros como el rap, el reggaetón o el trap. Esta música accesible «siempre tendrá su público» –nunca mejor dicho–, pero en casi cualquier época repugnó al lumpen promedio –y más importante aún–: actualmente ya no estimula de igual forma a la masa de niños aburguesados. Para este colectivo la música pop muchas veces se le queda corto: sus miembros exigen que el «maravilloso» mundo de la música les brinde un producto «más rebelde» con el que pueda sentirse identificado, especialmente para aquellos que sufren ciclos de su existencialismo donde caen en el letargo del nihilismo autodestructivo. Con la capacidad de producir música sencilla en altas cantidades, esta industria ya solo necesitaba de un pequeño empuje para redirigir ciertas lacras –las figuras más famosas del trap– al «gran público», edulcorar un poco a estos sujetos mediante retocando un poco su «apariencia», un poco de refuerzo de marketing, ¡y voilà! Consiguió sacarle de esto el máximo beneficio posible en tiempo récord. Y dado que los gustos contemporáneos del «respetado público» reproducen un patrón donde el sujeto tiene un consumo compulsivo, a la vez que hay una atención pasajera por el producto, esta música se adapta a la perfección a los «tiempos modernos» y sus exigencias de mercado.
jueves, 30 de septiembre de 2021
Labriola reflexionando sobre las causas de la poca difusión del materialismo histórico
«Usted se queja de la poca difusión que hasta ahora ha tenido en Francia la doctrina del materialismo histórico. Usted se queja de que esta difusión halle obstáculos y resistencias en los prejuicios que provienen de la vanidad nacional, en las pretensiones literarias de algunos, en el orgullo filosófico de otros, en el maldito deseo de parecer ser sin ser y en fin, en la débil preparación intelectual y en los numerosos defectos que se encuentran también en algunos socialistas. ¡Todas estas cosas no pueden ser tenidas por simples accidentes! La vanidad, el orgullo, el deseo de parecer ser sin ser, el culto del yo, la megalomanía, la envidia y el furor de dominar, todas estas pasiones, todas estas virtudes del hombre civilizado, y aún otras, no son de ningún modo bagatelas de la vida; mucho más a menudo parece que ellas son su substancia y nervio. Se sabe que la Iglesia, por lo común, no atrae las almas cristianas a la humildad sino haciendo de ésta un nuevo y más altanero título de orgullo. Y bien..., el materialismo histórico exige, de aquellos que quieren profesarlo con plena conciencia y francamente, una extraña especie de humildad; en el momento mismo en que nosotros nos sentimos ligados al curso de las cosas humanas, donde estudiamos las líneas complicadas y los repliegues tortuosos, es necesario que seamos, a la vez y al mismo tiempo, no resignados y dóciles, sino, por el contrario, llenos de actividad consciente y razonable. (...) Luego, el proletariado que llega a saber con claridad lo que puede, es decir, que comienza a saber querer lo que puede; ese proletariado, en suma, que se pone en buen camino para llegar a resolver –y me sirvo aquí de la jerga un poco hecha de los publicistas– la cuestión social, ese proletariado deberá proponerse eliminar, entre todas las otras formas de explotación del prójimo, también la vanagloria y la presunción y la singular suficiencia de aquellos que se incluyen a sí mismos en el libro de oro de los benefactores de la humanidad. Ese libro también debe ser arrojado al fuego, como tantos otros de la deuda pública. En todas partes de la Europa civilizada los talentos –verdaderos o falsos– tienen muchas posibilidades de ser ocupados en los servicios del Estado y en lo que puede ofrecerles de ventajoso y prominente la burguesía, cuya muerte no está tan cercana, como creen algunos amables fabricantes de extravagantes profecías. No es necesario asombrarse si Engels –véase el prefacio al tercer volumen de «El Capital», observe bien, con fecha 4 de octubre de 1894–, escribía: «Como en el siglo XVI, lo mismo en nuestra época tan agitada, no hay, en el dominio de los intereses públicos, puros teóricos más que del lado de la reacción». Estas palabras tan claras como graves bastan por sí solas para tapar la boca a los que gritan que toda inteligencia ha pasado a nuestro lado, y que la burguesía baja actualmente las armas. La verdad es, precisamente, lo contrario: en nuestras filas son muy raras las fuerzas intelectuales, bien que los verdaderos obreros, por una sospecha explicable, se levanten contra los «habladores» y los «letrados» del partido. (...) Todos aquellos que están fuera del socialismo tienen o han tenido interés en combatirlo, en desnaturalizarlo o al menos en ignorar esta nueva teoría, y los socialistas, por las razones ya expuestas y por otras muchas aún, no han podido dedicar el tiempo, los cuidados y los estudios necesarios para que tal tendencia mental adquiera la amplitud de desenvolvimiento y la madurez de escuela, como la que alcanzan las disciplinas que, protegidas o al menos no combatidas por el mundo oficial, crecen y prosperan por la cooperación constante de numerosos colaboradores. ¿El diagnóstico del mal no es casi un consuelo? ¿No es así que proceden actualmente los médicos con sus enfermos, desde que se inspiran más, como ocurre ahora en su práctica terapéutica, en el criterio científico de los problemas de la vida?». (Antonio Labriola; Filosofía y socialismo, 1897)