sábado, 24 de mayo de 2025

Dobroliúbov: ¿qué es el fenómeno del oblomovisimo? La inoperancia y apatía por excelencia

«¿Cómo se ha expresado, en qué se ha invertido el talento de Goncharov? El examen del contenido de esta novela debe servir como respuesta a esta pregunta.

Por lo visto, Goncharov no ha escogido una esfera muy amplia para su representación. La historia de cómo yace o duerme el buen holgazán de Oblómov y de cómo ni la amistad ni el amor pueden desperezarlo y levantarlo, Dios sabrá cuán importante historia pueda ser. Pero en ella se ha reflejado la vida rusa, en ella se ha presentado ante nosotros un tipo ruso contemporáneo vivo, acuñado con rigurosidad y corrección implacables; en ella se ha dicho una palabra nueva en torno a nuestro desarrollo social, pronunciada de manera clara y firme, sin desesperación y sin esperanzas pueriles, sino con plena conciencia de la verdad. Esta palabra es el oblomovismo; ella sirve como clave y solución de muchos fenómenos de la vida rusa y ella otorga a la novela de Goncharov una significación considerablemente mayor que cuanto tienen en esto todas nuestras novelas de denuncia. En el tipo de Oblómov y en todo el oblomovismo, vemos algo más que la simple creación acertada de un talento fuerte: encontramos en él una obra de la vida rusa, un signo de los tiempos. (…)

¿En qué consisten los rasgos principales del carácter de Oblómov? En la más completa inercia, que procede de su apatía hacia cuanto ocurre en el mundo. Sin embargo, la causa de esta apatía se encuentra parcialmente en su situación externa y en parte en la imagen de su desarrollo intelectual y moral. Por su situación externa es un señor: «tiene un Zajar y trescientos Zajar más», según expresión del autor. (…)

La historia de su educación sirve toda ella como confirmación de sus palabras. Desde que tenía muy pocos años acostumbra a ser un haragán porque tiene quien le dé y le haga; aquí, hasta en contra de su voluntad, no es extraño que haraganee y lleve vida de sibarita. (…)

Es comprensible la influencia que esta situación ejerce sobre todo el desarrollo moral e intelectual de un niño. Las fuerzas internas «se marchitan y se ajan» necesariamente. Si el niño las alimenta de vez en cuando, es quizás por capricho o por exigencias arrogantes de que los demás cumplan sus órdenes. Y es notorio que la satisfacción del capricho desarrolla falta de carácter, y la arrogancia es incompatible con la capacidad de mantener seriamente la dignidad propia. 

Al acostumbrarse a enunciar exigencias irrebatibles el muchacho pierde con presteza la medida de la posibilidad o la conveniencia de sus deseos, se despoja de toda capacidad de hacer corresponder los medios con los objetivos y se coloca después, al primer inconveniente, en un callejón sin salida, para cuya superación es necesario hacer un esfuerzo propio. Cuando crezca, se convertirá en un Oblómov, cubrirá en un grado mayor o menor su apatía y falta de carácter bajo una máscara más o menos habilidosa, pero siempre con una cualidad invariable: la negativa a la actividad seria e independiente.

Mucho ayuda en esto el desarrollo intelectual de los Oblómov, orientado también, por supuesto, por una situación externa. Una vez que han mirado al revés la vida, ya después no podrán alcanzar una comprensión racional de su actitud hacia el mundo y hacia la gente hasta el final de sus días. Después se les darán muchas interpretaciones, y algo llegarán a comprender; pero los puntos de vista que han arraigado desde la infancia se mantendrán en algún rinconcillo, y siempre mirarán desde ellos, estorbando a los nuevos conceptos y no cediendo espacio a éstos en el fondo del alma... Y en la cabeza se hace un cierto caos: en otra ocasión aparece la decisión de hacer algo en el hombre, pero no sabe éste cómo comenzar, a dónde dirigirse... Y no es raro: el hombre normal siempre desea sólo aquello que puede hacer; en cambio, sí hace inmediatamente todo cuanto desea... Pero Oblómov... él no está acostumbrado a hacer una cosa cualquiera, y por tanto no puede definir adecuadamente qué puede y qué no puede hacer; en consecuencia, tampoco puede, de una manera seria, activa, desear cosa alguna. Su deseo se encuentra sólo en la forma: «Estaría bien hacer esto»; pero cómo se puede hacer esto, no lo sabe. De aquí que guste de soñar y que tema horriblemente al momento en que sus sueños entren en contacto con la realidad. Aquí comienza a tratar de echar el asunto sobre los hombros de algún otro, y si no existe ninguno, pues al azar... (…)

viernes, 16 de mayo de 2025

Joan Comorera analizando en 1943 la supuesta «no beligerancia» de Franco y Falange en la Segunda Guerra Mundial

«La crisis profunda del régimen franquista no significa que ya está vencido, que su caída sea inminente, que caerá solo troceado por las propias e insolubles contradicciones internas. ¡No, compañeros! Nunca debemos olvidar que el régimen de Franco y Falange es fascista, que nunca se dará por vencido, que nunca dejará voluntariamente el poder. El régimen de Franco y Falange, como el de Mussolini y el de Hitler, morirá matando. (...)

Desde hace un año, todos los actos y medidas de Franco y Falange no tienen otro objetivo que el de rehacer el bloque descuartizado del régimen. Las declaraciones de Franco en Montserrat, en las que prometió un ensanchamiento del régimen, pidió la colaboración de los sectores derechistas catalanes, dejó entrever la posibilidad de una restauración monárquica; la convocatoria de una caricatura de Corts, traspasando a ellas la facultad legislativa reservada en la estructura teórica del régimen en el Consejo Nacional de Falange; la última crisis gubernamental, con la caída aparente de Serrano Suñer y el nombramiento del General Francisco Gómez-Jordana Sousa, aparentemente menos nazi; la última reorganización del Consejo de Falange con el intento de presentarlo como un símbolo del bloque originario del régimen, por cuanto son miembros designados por Franco, generales, obispos, monárquicos, requetés, que no formaban parte de lo anterior, esfuerzo oficial para poner de manifiesto una unidad inconmovible del régimen que no existe: los rumores de restauración monárquica que se acentúan o debilitan según el buen querer de Franco y Falange. (...)

¡No, compañeros, Franco y Falange no son, ni quieren ser neutrales Franco y Falange son beligerantes del Eje! Oficialmente Franco y Falange son «no beligerantes», como lo fueron Mussolini antes de herir por la espalda a la Francia vencida e Hirohito antes de agredir traicioneramente a los EE. UU. dormidos por apaciguadores y muniqueses. (...)

Sin embargo, en la práctica Franco y Falange han sido y son desde el comienzo de la guerra, beligerantes. Son beligerantes por los actos y por las definiciones oficiales del régimen. La firma del Pacto Antikomintern [el 27 de marzo de 1939] por el General Gómez-Jordana Sousa, presentado hoy cuanto menos nazi que Serrano Suñer, es un acto de beligerancia. La organización oficial de la División Azul [el 26 de junio de 1941], es un acto de beligerancia. El envío coercitivo de obreros españoles a las fábricas de guerra alemanas, es un acto de beligerancia. Comprar víveres, materias primas, combustible en América y por la cuenta de Alemania y con dinero entregado por Hitler a Franco, es un acto de beligerancia. Romper el bloqueo aliado en beneficio de la Alemania hitleriana, es un acto de beligerancia. Poner a disposición de los técnicos alemanes y de los submarinos piratas del Eje Baleares, Canarias y Fernando Poo, los puertos gallegos y andaluces del Atlántico, es un acto de beligerancia. Proveer de combustible en alta mar en los submarinos nazis, es un acto de beligerancia. (...) 

Entregar a los alemanes toda la producción de guerra de los altos hornos y de las minas del norte de España, es un acto de beligerancia. Aceptar el control nazi en los aeródromos, en las comunicaciones, en los transportes de España, es un acto de beligerancia. Que la Gestapo controle los centros vitales de la policía terrorista de Franco, es un acto de beligerancia. Es tan poco neutral Franco, que en el mes de julio propuesto el embajador norteamericano para justiciar las restricciones al envío de petróleo, dijo oficialmente, que eran debidas a:

«Ya temor comprensible de una nación que está en guerra, que los productos esenciales para la contienda, exportados libremente a un país que no está en guerra, sean reexportados a una tercera nación en guerra con la primera».

Es tan poco neutral Franco que el «New York Times», el mes de julio pasado [1943], cuando el VIII ejército británico se retiraba en derrota, denunció que:

«El ministro español de El Cairo colabora de forma importante en los esfuerzos que hace Alemania para sembrar la discordia entre los ingleses y los gobernantes de Egipto».

Es tan poco neutral Franco que en el «New York Post» del último septiembre se afirmó concretamente como:

«Los falangistas, valiéndose de las comunicaciones y valijas diplomáticas, facilitan a la Gestapo toda la información que consiguen sobre los movimientos de los barcos mercantes y de la marina de guerra».

martes, 13 de mayo de 2025

Cómo trabajó la FAI por la derrota del pueblo; Jesús Rozado, 1940

«El famoso provocador y aventurero anarquista, exconsejero de la Federación Anarquista Ibérica (FAI) en el gobierno de la generalidad, Diego Abad de Santillán, ha escrito recientemente un libro. Se titula «Por qué perdimos la guerra» de 1940. Pero después de leerlo y penetrar bien en el fondo de su contenido, el título no sólo aparece incompleto, sino, además, incorrecto. Para ser consecuente con todo lo que en él se dice, la denominación más acertada sería la misma que encabeza este artículo: «Cómo trabajó la FAI por la derrota del pueblo»

Nuestra posición teórica y práctica sobre el anarquismo en general y los anarquistas españoles en particular, es de sobra clara y conocida. Hemos considerado siempre al anarquismo como una corriente contrarrevolucionaria en el movimiento obrero, y a los anarquistas de la FAI como una banda de aventureros, provocadores y gentes sin principios. 

Amparándose en la demagogia de sus teorías reaccionarias, sus filas «selectas» eran cubiertas, en gran parte, por elementos degenerados, delincuentes comunes y atracadores de tipo profesional, quienes bajo la protección de una fraseología ultrarrevolucionaria irritante, aprovechándose de la entonces débil formación política de las masas y ocultos tras la mampara de un movimiento obrero sindical –la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) iban a encubrir allí sus delitos vulgares, realizando al servicio de la burguesía y los terratenientes, los hechos más perniciosos en contra de los sagrados intereses del proletariado y de las masas populares.