viernes, 29 de enero de 2021

¿Lucha de clases o lucha entre «proteccionismo» y «librecambismo»?; Equipo de Bitácora (M-L), 2021


«Cuanto más rápido es el desarrollo del comercio y del capitalismo, más se concentran la producción y el capital, concentración que genera el monopolio. ¡Los monopolios han surgido ya y precisamente han surgido de la libre competencia! Aun en el caso de que los monopolios empezasen a frenar su desarrollo, esto no sería, a pesar de todo, un argumento en favor de la libre competencia, la cual es imposible después de que ella misma ya haya dado lugar a los monopolios. Se miren por donde se miren, en los argumentos de Kautsky sólo se encontrarán un espíritu reaccionario y reformismo burgués». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Imperialismo fase superior del capitalismo, 1916) 

El ridículo pretexto para este giro prochino de Vincent Gouysse se basa en que, según él:

«Cuando digo que la política anticolonialista de China es un progreso histórico, es porque China lucha contra el proteccionismo reaccionario occidental. Marx dijo en su momento que era enemigo del libre comercio, pero que no era amigo del proteccionismo, ya que éste limitaba habitualmente a la reacción, mientras que el libre comercio tenía por efecto empujar las contradicciones internas del capitalismo a su paroxismo, apresurando así la revolución social. Sólo en este sentido, revolucionario, voto a favor del libre comercio», concluía Marx. El bloque imperialista impulsado por China encarna el libre comercio, y el bloque imperialista occidental, el proteccionismo más reaccionario –colonialismo–». (Vincent Gouysse; Comentarios, 25 de octubre de 2020)

Lo primero que salta a la vista es esa incomprensión semianarquista de la dialéctica que ya nos resulta tan familiar. Se piensa en agudización de las contradicciones, pero en términos abstractos. Da igual que la ofensiva sea del capital o del proletariado. Si algunos dirigentes comunistas, como Ernst Thälmann, falseaban la dialéctica en este sentido, proclamando que la llegada de Hitler al poder agudizaría las contradicciones, agilizaría la toma de conciencia del proletariado y, por ende, la revolución, el señor Gouysse en un tono similar nos dice hoy que hay que defender el libre comercio porque estimulará la crisis entre los países capitalistas, la lucha de clases y, con ella, apresurará la revolución. ¡Claro como el agua! Siguiendo este pensamiento mecánico, la Reforma laboral de 2012, que flexibilizó el despido libre, o la Ley de Seguridad Ciudadana de 2015, que reducía la libertad de expresión, serían «combustible» para la indignación popular y, en consecuencia, nuestra tarea como comunistas debería ser permitirlas, callar. ¿No, señor Gouysse? Quizás no ha pensado que una dinámica capitalista el crecimiento de unos países se da en detrimento de otros: en los primeros se dará −posiblemente− un incremento en la calidad de vida y mayores cuantías para sobornar a la aristocracia obrera; en los segundos, en plena depresión económica, la indignación no podrá ser recogida y canalizada por los revolucionarios mientras no estén organizados y tengan un plan de ruta clarividente. En resumidas, cuentas, esto solo es una pobre y pálida comprensión de cómo acumular fuerzas, pero ya analizaremos este fatalismo en el siguiente capítulo.

En cuanto a la supuesta oposición entre «librecambio progresista y proteccionismo reaccionario» es otra excusa muy pobre. Pero ya que se saca el tema, ¿qué demuestra la historia? Que toda burguesía, dependiendo de la fase de desarrollo en la que se encuentra, es «proteccionista», «librecambista» ¡o incluso ambas a la vez! ¿De qué depende esa gradualidad? Cuando la burguesía tiene suficiente fuerza como para alcanzar su ambicioso proyecto establece el proteccionismo para consolidar su industria y mercado –algo que siempre causa, quiérase o no, antipatías y sanciones internacionales–. No obstante, a veces por debilidad, se ve abocada a mantener cierto proteccionismo a la vez que solicita la «ayuda extranjera» –China en Asia con el capital estadounidense y occidental, Brasil en América, de nuevo, con los propios Estados Unidos, etc–.

martes, 26 de enero de 2021

Las teorías conspiranoicas sobre el COVID-19; Equipo de Bitácora (M-L), 2021

[Publicado originalmente en 2020. Reditado en 2021]

«Tras nuestra lectura de los informes, discursos y otros documentos hechos públicos de diversas organizaciones respecto a la pandemia del COVID-19 [coronavirus], bien sean estas más «progresistas» o «conservadoras», más escoradas a la «izquierda» o a la «derecha», observamos, una vez más, que gran parte de los políticos, artistas y filósofos, lejos de alejarse de las corrientes pseudocientíficas, secundan y emiten declaraciones que terminan por reproducir y dar por buenas una serie de hipótesis «conspiranoicas» de lo más ridículas, las cuales no solo no aportan claridad al respecto, sino que acaban sembrando entre la población −más aún si cabe− una mezcla de pánico y confusión. Bien, lo primero que habría que dejar claro es que las ideas de esta gente son, por lo general, muy fáciles de desmontar, pues encierran ingentes cantidades de contradicciones.

El desconfiado y el charlatán comparten el conformismo agnóstico, a ambos les basta con afirmar que «esto» o «aquello» no debe ser discutido por su plausibilidad, porque «el ser humano es suficientemente retorcido» como para hacer esto otro. Pero como dijo Lenin, «háblame de hechos y no de posibilidades». En cambio, el hombre de ciencia, en lugar de arrojarse a la especulación enajenada, en lugar de sumarse a la turba de «expertos» que se dedican a la «opinología», comprobará qué hechos sostienen una teoría −o si estos existen en absoluto−. Lo contrario es embarcarse en la cavilación estéril que, tras días de quebraderos de cabeza, culmina en conclusiones carentes de valor que deben ser arrojadas al contenedor de la especulación. Uno de los pensadores materialistas más importantes del siglo XIX lo explicaba así:

«Esta incomprensibilidad no te da derecho a deducir las consecuencias supersticiosas que la teología saca del conocimiento humano; no te da derecho a fantasear en el campo de las causas naturales, porque solamente puedes decir: «Yo no puedo explicar la vida desde estos fenómenos o causas naturales que me son conocidas o desde el modo como ahora me son conocidas»; y no puedes decir sin pretender haber agotado hasta la última gota de océano de la naturaleza que la vida no sea totalmente explicable por medio de la superposición de seres inventados; no te da derecho a hacerte ilusiones y a engañarte a ti mismo y a los demás con una explicación que nada explica; no te da derecho a convertir en «no saber» de las causas naturales y materiales en un «no saber» de dichas causas, a divinizar tu ignorancia, a personalificarla y objetivizarla en un ser que debería sacarte de encima tu ignorancia, pero que en realidad no expresa más que la naturaleza de esa ignorancia tuya, que la ausencia de explicaciones positivas y materiales. (...) En lugar de ser lo suficientemente honesto y humilde como para decir: «No sé el motivo, no puedo explicarlo, me faltan datos, los materiales» tú, con ayuda de la fantasía, conviertes estos defectos, estas negaciones, estas definiciones de tu cabeza en seres positivos, en seres que son inmateriales. (...) La ignorancia se conforma con seres inmateriales, incorpóreos, no naturales, pero su inseparable compañera, la exuberante fantasía, que siempre tiene cosas que hacer únicamente con seres altísimos y supremos y máximos, eleva inmediatamente estas pobres producciones de la ignorancia al rango de seres sobremateriales y sobrenaturales». (Ludwig Feuerbach; La esencia de la religión, 1845)

«Sorprendentemente», en los análisis de este tipo de personas paranoicas y especulativas siempre concluyen con el escenario más improbable. Estos señores, a falta de datos concretos que permitan una examinación en profundidad, eluden por completo los instrumentos esenciales del análisis lógico como, por ejemplo, la «navaja de Ockham», que indica que: «En igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable». El nominalismo del siglo XIV, el racionalismo de este franciscano, es una filosofía más avanzada y cercana al método científico que la que acostumbran estos seres. Pero, como no siempre todo es tan sencillo como parece y esta formulación lógica no es suficiente −ni mucho menos−, es hora de que empecemos a entrar en materia.

Comencemos observando algunas de las tesis conspirativas que se han viralizado en los últimos meses:

«A través de Twitter y Facebook se ha extendido una idea falsa que atribuye el brote de este virus a un complot promovido por el empresario y filántropo Bill Gates, cofundador de Microsoft, y planificado a través de un laboratorio británico. Esta teoría ha sido alentada por integrantes de la comunidad anti-vacunas y el movimiento QAnon, fundado por simpatizantes de Donald Trump que creen que el presidente de Estados Unidos, con la ayuda discreta de las Fuerzas Armadas, se enfrenta a «élites globalistas» que pretenden socavar las esencias del país. El multimillonario George Soros, destacados dirigentes demócratas... y Bill Gates serían algunos de sus miembros destacados, según este movimiento. (...) Finalmente, hay usuarios convencidos de que esta enfermedad ha sido fabricada por grupos farmacéuticos interesados en vender vacunas. Sin embargo, ahora mismo, gracias a que las autoridades chinas están haciendo pública toda la información sobre el brote, cualquier laboratorio del mundo puede trabajar en fabricar una vacuna para comercializarla después». (El día.es; Del complot de Bill Gates a la mano de las farmacéuticas, 31 de enero de 2020)

domingo, 24 de enero de 2021

Pi y Margall hablando sobre España y sus guerras coloniales en el siglo XIX

«Las guerras del presente siglo, Carlos, no para precavernos contra las que puedan sobrevenir sino para curarnos de nuestro espíritu de aventuras y de nuestro loco orgullo debemos recordarlas. Salvo las que contra los franceses sostuvimos, ninguna fue merecedora de aplauso. Ninguna tuvo por fin emancipar pueblos ni abrir pasos que nos hubiese cerrado el egoísmo ni la barbarie. Me limito por ahora a las exteriores; de las civiles hablaré más tarde. ¿Tienes tú por nobles y justas ni la de África, ni la de Santo Domingo, ni la de Méjico, ni la del Pacífico, ni la de Cochinchina? La de África ya sabes que la provocó O'Donnell con ánimo de distraer la atención de los partidos que aquí le eran adversos. (...) A Santo Domingo tampoco ignoras que fuimos prestándonos a ser instrumento de uno de los partidos en que estaba dividida la República. (...) Pero mucho peor fue la causa de nuestra expedición á Méjico, que, como recordarás, emprendimos juntos con Inglaterra y Francia. Fuimos allí á defender los abusos y los latrocinios de una mal llamada Convención Española á que se había conferido el encargo de deslindar las deudas allí contraídas durante la guerra por la que Méjico sacudió nuestro yugo. ¿Pudo ser más pobre el origen de la guerra del Pacífico? La empezamos por no haber querido castigar el Perú á los agresores de unos compatricios nuestros que residían en Talambo. Ocupamos las Chinchas, no las devolvimos sino mediante una indemnización de tres millones de pesos, reavivamos antiguos odios y de cuestión en cuestión llegamos á que contra nosotros se coligasen el Perú, Chile, el Ecuador y Bolivia. A Cochinchina fuimos finalmente arrastrados por los franceses que so pretexto de vengar la muerte de unos misioneros se proponían agrandar sus dominios de Asia. No te hablo de las guerras de Joló, Balanguingui y Mindanao, porque, como tú mismo indicas, éstas no son más que afianzamientos de mal guardadas islas. (...) Vengamos á las guerras coloniales. La de 1896 no es la primera que ha ocurrido en el Archipiélago Filipino; es sí la que más claramente revela un espíritu hostil en los indígenas. No ha concluido aún: del rescoldo de la lucha sostenida en Cavite y los montes de San Mateo brotan frecuentemente chispas que amenazan reproducir el incendio. ¿De quién sino de nosotros la culpa? Nos hemos empeñado en tener aquellas islas bajo el poder de comunidades religiosas tan escasas en virtudes como abundantes en vicios que todo lo sacrifican á su ambición y su codicia. De la ignorancia del pueblo han vivido esas comunidades y en la ignorancia querrían eternamente conservarlo para que nunca amenguasen ni su autoridad ni sus rentas. (...) Ha nacido de aquí lo que no podía menos de nacer, el espíritu de insurrección, la guerra. Si nuestros políticos hubiesen sido más previsores y más prácticos ¿crees tú que no se la habría evitado? Hicimos allí algunas reformas; pero ninguna que atacase en su raíz el mal, ninguna que tendiese á dar expansión á los ánimos. (...) De la guerra de Cuba somos aún más culpables. Cuba está peleando más de medio siglo por su independencia. Arde en deseos de emanciparse de nosotros y cada vez que sucumbe nos tiene mayor odio. Del año 68 al 78 sostuvo una guerra que no pudimos acabar sino por un convenio. La reanudó el mismo año 78 y dio no poco que hacer á nuestras tropas. La renovó el año 95 con violento empuje y pudo resistir el de 200.000 soldados que contra ella dirigimos deseosos de ahogar la insurrección en su cuna. Sigue batallando á pesar de haber perdido jefes de la importancia de Martí y Maceo. ¿Qué no hemos ensayado para vencerla? Primero la blandura, después el terror y el exterminio. Nada hemos alcanzado. Así las cosas ¿qué aconsejaban la razón y la política? Evidentemente otro convenio. En vez de intentarlo como el año 78 con los insurrectos, sin contar ni con sus jefes militares ni con su gobierno les llevamos hechas importantes concesiones. Las han aceptado con fruición los pacíficos, no los rebeldes, y estamos como estábamos. Debimos ofrecer la autonomía á los que están en armas; si ni con ella estaban dispuestos á dejarlas, otorgarles la independencia. ¿Qué otro remedio quedaba viéndonos impotentes para concluir la guerra? Sostener la guerra indefinidamente ni nos lo permitían las fuerzas del Tesoro ni la salud del Reino ni era posible que lo consintieran las vecinas gentes; sufría el comercio de todas las naciones, principalmente el de los Estados Unidos. Conceder á Cuba la independencia ¿nos había de ser ni parecer indecoroso? Inglaterra la concedió á las mismas colonias que son hoy el núcleo de la república norteamericana; nosotros por no querer otorgarla á tiempo á las colonias que tuvimos de Méjico á Chile las perdimos todas sin compensación de ningún género y hasta con ignominia. (...) Contra la libertad de los pueblos no hay prescripción posible. (...) Cuba levantándose contra nosotros y reclamando su independencia está en su derecho. (...) De la guerra de Cuba hemos sacado la de los Estados Unidos; de la de Filipinas la inquietud y el temor de mayores males; de la de Cochinchina una indemnización pecuniaria mezquina y vergonzosa; de la de Santo Domingo el abandono de la isla, después de haber gastado 98 millones de pesetas; de la de Méjico, en que invertimos 17 millones, absolutamente nada; de la del Pacífico la pérdida del Covadonga y la retirada del Callao con los buques rotos, buques que se hubo de ir á reparar parte en Río Janeiro, parte en el archipiélago de Otahili; de la de África por fin una rectificación de límites, 20 millones de duros y un territorio en Santa Cruz la Pequeña para un establecimiento de pesquería. Todas estas injustas guerras ¿pueden servir, como antes te dije, más que de escarmiento? A guerras de esta índole debemos resueltamente cerrar la puerta. ¡Ojalá lo consigamos!». (Francisco Pi y Margall; Carta a Eusebio, 26 de abril de 1898)

martes, 19 de enero de 2021

¡Los oportunistas al rescate del «gobierno del cambio»!; Equipo de Bitácora (M-L), 2021


«Como pudimos comprobar en entregas anteriores [*], en el tema educativo tampoco debemos engañarnos. El creciente desprestigio de la educación pública –desde la educación infantil hasta las universidades– se ha hecho patente estos últimos años y demuestra que deja mucho que desear por varios motivos, pues no todo depende de la mala gestión y la falta de financiación, sino que los problemas son mucho más profundos. 

Pero, para la «izquierda light» señalar la verdadera raíz de estos defectos en la educación, sobre todo cuando gobierna el PSOE-Podemos –como ocurre ahora–, es motivo automático de condena, significa «hacerle el juego a la derecha», ya que, para algunos, pareciese que no contemplasen la existencia real de problemas serios de funcionamiento. Otros, sabedores de que es necio intentar tapar estas deficiencias, tratan de convencernos que estos fallos de la institución educativa transcurren por cauces ajenos a cómo está estructurada la propia educación pública burguesa. Resultaría que nosotros estaríamos equivocados en los motivos, puesto que «¡la culpa es del anterior gobierno de la derecha!» o en su defecto, «¡del saboteo que se ejerce contra el gobierno progresista!». A los que se creen esta pantomima deberíamos preguntarles: ¿y vuestros grandes líderes no sabían qué país iban a heredar al llegar al poder? ¿Qué medidas contundentes han tomado en consecuencia? 

Sería inútil debatir todo esto con los jefecillos del reformismo. Simplemente cada uno cumple su función. Por eso, podemos encontrar casos de organizaciones que con su populismo característico defienden con ahínco, por ejemplo, la «actual programación escolar», razonando que esto debe ser así porque debemos confiar en el «criterio y profesionalidad de los actuales docentes». Así, pues:

«Las actividades complementarias están incluidas en la programación que los centros, previa consulta de los consejos escolares, se aprueban y estas son obligatorias y evaluables. Y contra ellas no existe objeción de conciencia. Confiamos en el criterio y la profesionalidad de los docentes y consideramos inadmisible que se les censure en su ejercicio docente». (Manifiesto por la eliminación del pin parental en la región de Murcia; Firman 103 colectivos, 17 de enero de 2019)

¿Sí? ¿Seguro? ¿También confiáis en el Ministerio de Educación y los consejos escolares manipulados por los burócratas y aburguesados de siempre? ¿En las reputadas «instituciones universitarias» y «revistas especializadas» que aceptan tesis posmodernas sobre la verdad y el conocimiento científico? ¿De verdad os resultan fiables los ahora tan de moda «estudios de género»? ¿Depositáis vuestra confianza en los profesores que se valen de su puesto para vender sus libros a sus alumnos a precios de escándalo? ¿En las universidades que estafan a las familias con cursos de mística idealista para «niños telépatas» como hace la UNED? Esto muestra que quienes firman este documento no son muy honestos ni imparciales. Son tan cortos de miras que creen apoyar un modelo progresista por defender la educación pública en abstracto, incluso a costa de ocultar sus evidentes limitaciones y fallos.

Estos manifiestos para «la defensa y mejora de la educación» vienen a ser impulsados por los mismos charlatanes «revolucionarios» que, en los años 80, tragaban sin masticar todas las enseñanzas de filosofía e historia que recibían de las universidades. Fueron aquellos que buscaron hacer «entrismo» en el PSOE «para presionarle a cumplir los anhelos populares». Poco después, parece ser que les pilló de sorpresa darse cuenta de que no tenían capacidad real de cambiar nada, y que el gobierno de Felipe González no solo no cumplió su programa electoral –ya de por sí insuficiente para atender las necesidades de la población–, sino que atacó las pensiones, la educación y la sanidad. España asistió a uno de los periodos de huelgas, protestas y mayor conflictividad social. Pese a la ofensiva «neoliberal» del PSOE en los años 80, los ilusos de siempre volvieron a depositar sus esperanzas en el «progresista y renovador» Zapatero, aunque tras la crisis de 2008 volvieron a quedar retratados. ¿A la tercera va la vencida? En 2014 algunos de los elementos descontentos con el PSOE y otros nuevos se subieron al carro del «fenómeno morado» para apoyar a Pablo Iglesias con Podemos. Este venía con un programa muy similar al de Felipe González. ¿Y bien? Una vez más los reformistas se dieron de bruces contra la realidad. 

Pese a lo que dice la historia, la labor de los partidos «constitucionales» de todo signo político es convencernos de que su objetivo es impulsar una educación pública, laica, universal, de calidad y científica… ¡bueno y ahora también feminista!

«El cabeza de lista de Podemos al Congreso de los Diputados por la provincia de Ciudad Real, Juan Pablo Wert, ha avanzado que si llega a la Cámara Baja trabajará desde el Grupo Parlamentario de la formación morada por una reforma educativa «que no se haga de espaldas a la comunidad», ya que «es algo demasiado serio como para dejarlo solo en manos de los políticos», y apostará por que traiga una educación «laica, gratuita y de calidad». (Periódico CLM; «Apostaré desde Podemos por una educación laica, gratuita y de calidad», 10 de diciembre de 2015)

Precioso. Nuestra pregunta es, ¿es una propuesta de verdad o será como «no cogobernar con el partido de la casta y la cal viva», la «salida de la OTAN», «eliminar la carta magna monárquica del régimen del 78», «juzgar los crímenes del franquismo», la «derogación de la reforma laboral», «investigar los fraudes y negocios turbios del rey», «garantizar el pleno empleo», «apoyar el derecho de autodeterminación», «parar los desahucios y reducir el precio de los alquileres», o introducir el «impuesto a los ricos»? Parece ser que a Podemos ni en el gobierno nacional ni en sus «ayuntamientos del cambio» les ha ido muy bien –razón por la que los ha ido perdiendo con una sangría de votos y alcaldías cada vez mayor–. Véase la obra: «Las luchas de fracciones en Podemos y su pose ante las masas» de 2017.

Señoras y señores... cuando te engañan una vez eres un crédulo, cuando lo hacen dos veces eres un colaborador consciente y formas parte de la pantomima.

sábado, 16 de enero de 2021

¿Qué pretenden los nacionalistas al reivindicar o manipular ciertos personajes históricos?; Equipo de Bitácora (M-L), 2021


«Como la experiencia del movimiento obrero nos enseña, el oportunismo como regla va de la mano con el nacionalismo, y sobre todo en la forma de «socialnacionalismo». (...) Utilizando para ello, como hasta ahora, todos los residuos de prejuicios nacionalistas todavía no enterrados. (...) El contenido del oportunismo y del nacionalismo, es una u otra forma de acuerdo o acercamiento con la burguesía». (Bolesław Bierut; Para lograr la completa eliminación de las desviaciones derechistas y nacionalistas, 1948)

A Roberto Vaquero le parece una injusticia que el nacionalismo catalán pueda reivindicar sin complejos a ciertas figuras y que él no pueda revelar su admiración por las suyas sin recibir una dura reprimenda:

«Cuando los independentistas catalanes burgueses como el PDCAT, ERC o la CUP critican que la gente reivindique la historia de España como propia por ser reaccionaria o feudal, se contradicen así mismos. ¿Por qué ellos pueden reivindicar a Jaime I el conquistador, los almogávares, el reino de Aragón o el ducado de Atenas y, sin embargo, cuando se hace lo mismo con otras figuras históricas nos convertimos automáticamente en fascistas? (...) ¿Por qué esto sí es algo bueno mientras que reivindicar a Alfonso VIII de Castilla, la hispanidad, al Cid y otros muchos ejemplos es feudal y reaccionario?». (Roberto Vaquero; ¿Cómo reconstruir la izquierda revolucionaria en España? Combatividad, principios, organización y cultura, 2020)

¿Qué propone para contrarrestar las historias fantasiosas y anacrónicas del nacionalismo catalán? ¡Contraponerlas a las del nacionalismo español! Pero esta reivindicación infantil, meramente folclórica y acrítica, es repetir la línea oportunista del anarquismo durante los años 30; movimiento que, como sus integrantes reconocían, sentía no haber podido alcanzar un acuerdo táctico con el falangismo dadas las «semejanzas sobre la patria» que ambos anhelaban.

«Igualmente, en los cientos de poemas anarquistas de la guerra civil, obra de periodistas confederales como Antonio Agraz, Félix Paredes o el editor del periódico madrileño CNT José García Pradas, pero también de milicianos anónimos, adquirió frecuencia e intensidad crecientes desde 1937 la apelación a la «madre España», a la «raza indómita», a las gestas históricas del pueblo español y su pasado combativo e insurgente, incluyendo vindicaciones de personajes como el Cid Campeador, el conde Fernán González, los conquistadores de América o el Gran Capitán Gonzalo Fernández de Córdoba». (Xosé Manoel Núñez Seixas; ¡Fuera el invasor! nacionalismos y movilización bélica durante la guerra civil española (1936-1939), 2006)

Roberto Vaquero siempre nos ha hablado de mantener un «patriotismo internacionalista», un sentimiento ni apátrida ni supremacista. ¿Qué busca entonces poniendo de relieve las figuras clásicas del nacionalismo español? En un manual franquista se podía leer:

«La personalidad del Cid se forja durante las etapas del aprendizaje caballeresco. Pone su espada al servicio de la unidad española. (...) Los esfuerzos seculares de la Reconquista española para cuajarse en la España unificada e imperial de los Reyes Católicos, de Carlos V y de Felipe II: aquella España unida para defender y extender por el mundo una idea universal y católica, un Imperio cristiano, fue la España que dio la norma ideal a cuantas otras etapas posteriores se hicieron para cobrar momento tan sublime y perfecto de nuestra Historia». (Formación del espíritu nacional, 1955)

¿Qué significa esto? Seguir los pasos del revisionismo. En Rusia, Guennadi Ziugánov, el jefe del Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR), es bien conocido por sus evaluaciones místicas y chovinistas sobre las «figuras de la nación»:

«Alexander Nevsky no solo sentó las bases para la soberanía y la independencia de Rusia, sino que también hizo todo lo posible para fortalecer nuestro Estado desde adentro, sentando las bases morales y éticas, y esto es cierto, alta espiritualidad, justicia y respeto por el simple trabajador. Estos se dirigieron a él, en primer lugar, para restaurar la justicia, y el príncipe siempre respondió a estas solicitudes». (Guennadi Ziugánov; Alexander Nevski, un símbolo de Rusia, 2021)

¡Cuan benévolo era este príncipe del siglo XIII que siempre atendió las necesidades del pueblo! Este relato historiográfico no solo no es creíble, sino que es una patada a los libros de historia. Para quien no conozca su historia, Nevski consiguió mantener la independencia de sus territorios ante los suecos y los teutones, pero lo hizo a costa de rendir pleitesía −junto a los demás ducados de la zona, ubicados en las actuales Rusia y Ucrania− a la Horda de Oro de Batú Kan. En 1251, recibiría el trono de su hermano Andréi, y en 1252 sería nombrado Gran Príncipe de Vladimir como consecuencia de sus buenas relaciones con los mongoles. No fue un «defensor a ultranza de los pueblos eslavos», sino uno de los principales colaboradores con el que entonces era el principal invasor que «asolaba el mundo conocido». Nevski también reprimió con ahínco las revueltas protagonizadas por su propio pueblo, que entre 1257 y 1259 se negaba a pagar los tributos al invasor mongol, algo que, hasta 1937, la Enciclopedia soviética recogía. ¿Pretende hacernos ver que no existió ningún héroe popular que ejemplificara mejor la resistencia del pueblo a la invasión teutona o mongola del siglo XIII?

Todo esto no es extraño, ya que todo historiador nacionalista apoya los mitos de su burguesía consciente o inconscientemente, cosa que a su vez es aprovechado por los politicastros de turno. Sea como sea, las patéticas evaluaciones históricas de Armesilla o Vaquero son tan simplistas y están cualitativamente muy por debajo de autores progresistas de otros siglos, como Pi y Margall o Herzen.

«Herzen prestó la atención predominante en sus obras a los eventos en la historia de Rusia que tuvieron lugar después de las reformas de Pedro I. Con razón señaló que la historia de Rusia en los siglos XVIII y XIX fue en su época el menos estudiado por los historiadores y el más distorsionado por los esfuerzos del gobierno. «Cada leyenda verdadera», escribió Herzen, «cada palabra viviente, cada testimonio moderno relacionado con nuestra historia durante los últimos cien años, es extremadamente importante. Este tiempo apenas comienza a conocerse. La historia de los emperadores es un secreto clerical, se ha reducido a los elogios de las victorias y en la retórica del servilismo. El gobierno miente abiertamente en las historias oficiales y luego les hace repetir sus mentiras en los libros de texto». (...) Herzen no solo reveló persistentemente la completa antítesis y enemistad entre la Rusia gobernante y la Rusia oprimida, sino que también señaló la lucha incesante entre ellas». (V. E. Illeritsky; Opiniones históricas de Alexander Ivanovich Herzen, 1952)

La cuestión se torna muy fácil. Si la burguesía catalana es capaz de rendir homenaje oficial no solo a Jaime I, sino a nacionalistas de tipo fascista, como los hermanos Badia, ¿por qué, sospechosamente, un «marxista» español como Roberto Vaquero iba a buscar competir contraponiendo tal reivindicación con figuras feudales de similar calado? ¿No tienen nada mejor en su acervo histórico estos pueblos? ¿Ni siquiera hay expresiones populares de aquel tiempo que recojan mejor el sentir popular? ¿O es que los paupérrimos conocimientos de historia y el nacionalismo de nuestro querido Roberto le impiden reflexionar sobre ello? Justamente, lo que evidencian estos personajes al presentar los eventos históricos con este tipo de atropellos es que todavía andan con el método premarxista a cuestas:

«El descubrimiento de la concepción materialista de la historia, o mejor dicho, la consecuente aplicación y extensión del materialismo al dominio de los fenómenos sociales, superó los dos defectos fundamentales de las viejas teorías de la historia. En primer lugar, estas teorías solamente examinaban, en el mejor de los casos, los móviles ideológicos de la actividad histórica de los hombres, sin investigar el origen de esos móviles, sin captar las leyes objetivas que rigen el desarrollo del sistema de las relaciones sociales, ni ver las raíces de éstas en el grado de desarrollo de la producción material; en segundo lugar, las viejas teorías no abarcaban precisamente las acciones de las masas de la población, mientras que el materialismo histórico permitió estudiar, por vez primera y con la exactitud de las ciencias naturales, las condiciones sociales de la vida de las masas y los cambios operados en estas condiciones. La «sociologia» y la historiografía anterior a Marx proporcionaban, en el mejor de los casos, un cúmulo de datos crudos, recopilados fragmentariamente, y la descripción de aspectos aislados del proceso histórico». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Karl Marx, 1914) 

martes, 12 de enero de 2021

Instituciones, ciencia y posmodernismo; Equipo de Bitácora (M-L), 2021

«En el siguiente apartado abordaremos una filosofía que ha marcado las últimas décadas y que ha penetrado en gran parte del ideario y argumentario de los grupos políticos: el posmodernismo. Indagaremos sobre cuáles son sus fuentes deudoras. Si bien esta filosofía ha penetrado especialmente en los grupos reformistas y anarquistas, ni mucho menos exclusivo de estos; de hecho, su popularidad e influencia es tal que gran parte de los grupos que se presentan como furibundos «antiposmodernos» reproducen muchos de sus patrones aun sin saberlo. Pero no nos detendremos ahí, sino que ya que el posmoderno se ha convertido en uno de los mayores obstáculos a la hora de hacer ciencia, habrá de recordar cuáles son las dificultades que tienen los hombres de ciencia a la hora de conocer y transformar el mundo bajo los entresijos del capitalismo y sus instituciones. Por último, también daremos explicación a la polémica cuestión: ¿ha desaparecido el marxismo, ha dicho su última palabra? ¿por qué pasó de tener una hegemonía en los centros culturales a estar hoy de capa caída?

Rasgos fundamentales del posmodernismo

Si nos dirigiéramos a un público que desconoce qué es el posmodernismo, ¿cómo podríamos presentar lo que es esta famosa tendencia filosófica? Más que llamar a esto «escuela» habría que decir más bien que ha sido una serie de vagas características filosóficas −no demasiado novedosas− a las cuales se ha intentado agrupar a la vez que se les ha dado un barniz de «nueva corriente filosófica». Estos serían algunos de sus rasgos más reconocibles:

«En síntesis, quizás imposible, podemos resumir los rasgos constitutivos del posmodernismo como ideología del modo siguiente: 1) La tesis de que desde el punto de vista económico, cultural, sociológico y político se ha producido una transición de la modernidad a un nuevo estadio histórico o, incluso, más allá de la historia. El desarrollo cualitativo de las tecnologías y de los medios de comunicación y los cambios en la producción habrían dado luz a una sociedad «postindustrial». (...) 2) El rechazo del modernismo artístico y las vanguardias, postulando la liberalización de la estética de las servidumbres de la coherencia, la innovación y la funcionalidad y situando la significación, la referencia intertextual y la autorreflexividad como valores autónomos. (...) 3) La radicalización de las tesis del posestructuralismo como impugnación de la razón centrada en el sujeto soberano, las grandes narrativas, las pretensiones universales de validez, la idea de totalidad y completud, y en general de la racionalidad ilustrada clásica. 4) La crítica del fundacionalismo filosófico y teórico y la apuesta por una «nueva superficialidad» que se enfrenta a las vanas pretensiones de profundidad que tiranizan el pensamiento moderno; a saber: el modelo hermenéutico del interior/exterior, el modelo dialéctico de la esencia/apariencia, el modelo freudiano de lo latente/manifiesto, el modelo existencialista de la autenticidad/alienación, etc. 5) La tesis de la «diferencia» entendida como fragmentación, particularización de prácticas sociales, políticas y culturales, y de narrativas e interpretaciones locales, que se prolonga en un gusto indisimulado por las minorías nacionales, culturales, sexuales, etc., así como por los «nuevos» movimientos sociales». (Ramón Maíz y Marta Lois; Ideologías y movimientos políticos contemporáneos, 2016)

¿Cómo tratan, pues, las cuestiones de la teoría, el conocimiento, o la verdad?

«En el campo de la teoría entran en crisis los conceptos de representación y verdad Rorty, así como los dualismos basados en la dialéctica entre esencia y apariencia Heidegger, Derrida−. La incredulidad respecto a las metanarrativas Lyotard y el abandono de la distinción clara entre objeto y sujeto Baudrillard, Lyotard supone otro importante golpe dirigido contra asunciones básicas del pensamiento ilustrado. Epistemológicamente los autores posmodernos rechazan el supuesto moderno de que el actor tiene un acceso no mediado a la realidad, en líneas generales, siguen a Nietzsche en la crítica sobre la autorreflexión, la autoidentidad o cualquier suerte de elemento racionalista que amortigüe los instintos físicos vitales Deleuze, Guattari y la disposición a vivir con la pluralidad». (Ramón Maíz y Marta Lois; Ideologías y movimientos políticos contemporáneos, 2016)

Perfecto, si bien esto nos sirve como introducción para situar al lector novel, en verdad hay mucho más que desgranar tanto para él como para el lector avanzado. Así que pedimos que nos acompañen.

¿Tiene el posmodernismo algo novedoso y transcendental?

Casi todo el mundo está de acuerdo en que el posmodernismo se fraguó mediante la progresiva evolución que muchos autores «posestructuralistas» tuvieron en los 60, ¿pero nos proveía −para bien o para mal− con algo nuevo? Si hemos de ser tajantes con un sí o un no, contestaremos que no, en absoluto, porque a poco que tengamos conocimientos sobre la historia de la filosofía sabremos identificar de dónde proceden este tipo de ideas tan «curiosas». Ahora, aunque sus formulaciones propias sean minucias, toda etiqueta, todo movimiento, suele llevar aparejada una pequeña variación, aunque no sea sustancial, de hecho, suelen valerse de ese pequeño ápice de «originalidad» para «lanzar las campanas al vuelo» y regodearse con la «nueva creación» del presente. A nosotros lo que nos interesa demostrar es que, al menos en lo fundamental, el posmodernismo nunca supuso nada nuevo ni trajo nada de valor para la humanidad, era lo mismo de siempre, pero con otro nombre y actualizado a las nuevas demandas sociales, fin. El lector nos entenderá mejor cuando lea lo que ya analizamos sobre aquellos que presentaban en la nueva era al trap como una música, estética, filosofía y forma de vida totalmente «refrescante» y «transcendente»:

«Pongamos las cosas en su correcto orden cronológico. ¡¿Eran François-René de Chateaubriand, Joris-Karl Huysmans o Albert Camus «traperos»?! ¿O más bien son los traperos los nuevos románticos, decadentistas y existencialistas? Esa es la cuestión principal. Ahora, si deseamos centrarnos exclusivamente en lo que nos es más cercano en el tiempo, los existencialistas, al echar una rápida ojeada a sus autores fundamentales, siempre tan pesimistas y provocadores, como fue el caso de Kafka o Sartre, nos vemos obligados a declarar que poca novedad queda encontrar en el llamado trap de hoy, pues pareciera que casi todas estas fórmulas fueron inventadas tiempo atrás. Se detectará que hay un hilo conductor en el estilo y la temática que atraviesa a todas estas manifestaciones artísticas, solo que dichas características han sido adaptadas debidamente para los nuevos tiempos –son distintas épocas– y los distintos formatos a presentar –novela, música, ensayo, teatro–, ¡faltaría más! Además, como si se tratase de una tortura, siempre parecemos toparnos con la misma paradoja histórica: durante la eclosión de estas modas deambulan seres tan estúpidamente presuntuosos que, a causa de no conocer las tendencias de la literatura, la filosofía y la música, piensan de todo corazón que su novedosísima corriente es algo sumamente original, el no va más. Quizás, si alzasen sus narices más allá de su mundillo personal, estarían en condiciones de comprobar que solo son patéticos calcos de otros movimientos precedentes, que no han revolucionado nada, aunque quizás, mirándolo bien, podríamos afirmar –no sin una dosis de generosidad–, que son un subproducto de una larga evolución histórica no muy agraciada y que parte de una familia con no muy buena reputación». (Equipo de Bitácora (M-L); La «música urbana», ¿reflejo de la decadencia social?, 2021)

Volviendo a la cuestión del posmodernismo, Julio Aróstegui, un historiador español muy simpatizante con dicha corriente, describía así el estado generalizado en el pensamiento de finales del siglo XX: 

«En el último cuarto del siglo XX, en definitiva, el abandono de las posiciones marxistas y la influencia polivalente del análisis del lenguaje son los dos movimientos cuya influencia sobre el futuro de la historiografía podemos ver de forma menos confusa». (Julio Aróstegui; La investigación histórica: Teoría y método, 1995)

Mientras que por su parte, Fernando Sánchez Marcos, al tratar de explicarnos las tendencias historiográficas actuales, rastreaba de igual forma las huellas del posmodernismo coincidiendo con el señor Aróstegui:

«La gran crisis cultural coetánea vivida por los países occidentales y centroeuropeos en los decenios de los 60 y 70 −una de cuyas manifestaciones serían las revueltas estudiantiles del 68− favorecía un clima de escepticismo general contra las macroteorías sociológicas omnicomprensivas y un relativismo que encontraba en la antropología un aliado». (Fernando Sánchez Marcos; Tendencias historiográficas actuales, 2009)

En resumen, esto venía cocinándose a fuego lento durante décadas, pero, ¿cómo lo observaban los marxistas de la época? Echemos un vistazo −los corchetes son nuestros−:

«La semántica [o mejor dicho, las escuelas idealistas de la misma], niega, por tanto, que el pensamiento humano sea capaz de penetrar en la esencia de los fenómenos históricos. Proponen hablar de historia en un lenguaje que excluye fundamentalmente cualquier posibilidad de explicación de las causas y patrones de los fenómenos sociales. La semántica sostiene que es imposible comprender la realidad y, por lo tanto, uno debería contentarse con una sola declaración de percepciones sensoriales como estados puramente subjetivos. (...) Si los machistas se dedicaban principalmente a la falsificación del conocimiento sensorial sensaciones, entonces la semántica, habiendo adoptado plenamente la definición machista, subjetivo-idealista de la realidad objetiva como un agregado de sensaciones, eligió el lenguaje como objeto principal de sus especulaciones, alrededor de cuyos problemas levantaron un alboroto increíble». (M. G. Yaroshevsky; Idealismo semántico: la filosofía de la reacción imperialista, 1951)

miércoles, 6 de enero de 2021

Perón, ¿el fascismo a la argentina?; Equipo de Bitácora (M-L), 2021

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«La admiración de Perón hacia el fascismo es manifiesta y, como se comprobó antes, el peronismo no se quedó en una simple admiración, sino que cumplía con varios de los rasgos clásicos del fascismo en su modelo sindical, el pensamiento religioso, la relación entre masas y líder, su admiración por la violencia irracional, su hondo anticomunismo, su orgulloso chovinismo, etc. (...) Está más que claro que las ideas y las medidas que trató de instaurar el peronismo en sus diferentes períodos sí iban encaminadas hacia la constitución de un poder absoluto de los resortes del Estado. (...) Viendo en dicha salida la única posibilidad para mantenerse en el poder dado el punto de no retorno entre peronistas y antiperonistas, teniendo que acelerar el proceso de progresiva fascistización. Este se reflejaba en: concentración del poder en el ejecutivo y, en especial, en el líder, la eliminación de la toda oposición comunista y liberal, el ajuste de cuentas extraoficial con la oposición y las propias facciones del peronismo más a la izquierda del oficialismo, el progresivo control de los medios de comunicación y los cuerpos culturales del Estado, la absoluta sumisión de los sindicatos y su primacía en el sistema al estilo corporativista, la creación de organizaciones paramilitares, etc. (...) Una cosa son las intenciones del peronismo y algunas de sus medidas, y otra la capacidad real del peronismo para implementar tal proyecto, cosa que nunca se logró debido a la fuerte oposición con la que siempre se encontró. (...) Videla jamás alcanzó el carisma de Perón como caudillo de las huestes. Ello no quita que la junta militar de 1976-83 fuese la culminación de lo que Perón y la mayoría de la burguesía argentina buscaba en lo importante: un poder total, sin una oposición molesta para conformar esa «reorganización nacional», algo para lo que Videla y otros llevaban trabajando años bajo las órdenes de Perón. Podemos añadir más». (Equipo de Bitácora (M-L); Perón, ¿el fascismo a la argentina?, 2021)


Preámbulo

El estudio del peronismo es casi una asignatura obligada para todos los revolucionarios, pues este constituyó la quintaesencia del populismo, el falso antiimperialismo y el anticomunismo. Tarea verdaderamente hercúlea en Argentina, dado que se trata de una cuestión todavía muy arraigada entre la sociedad, aún dividida en peronistas y antiperonistas, una tarea que todavía está pendiente gracias a las ilusiones y conciliaciones que los pretendidos «revolucionarios» argentinos tuvieron hasta sus últimos coletazos –véase el caso de Montoneros, FAR, PRT y otros– con su seguidismo hacia algunos sectores del peronismo en diferentes etapas. Por supuesto, el problema del peronismo también ha arraigado a causa de la ineficacia de los revolucionarios antiperonistas a la hora enfrentarse al mismo, siendo incapaces de explicar metódicamente su carácter de una forma comprensible para los trabajadores. Todo esto fueron consecuencias «normales» –hablando objetivamente– dada la ausencia de figuras y organizaciones marxista-leninistas de peso, como pasó –y pasa actualmente– en otros tantos países que siguen afligidos por mitos de una índole similar. 

Tengamos en cuenta que el peronismo tuvo y sigue irradiando una influencia directa en los movimientos latinoamericanos del siglo XXI. Hemos sido testigos de cómo diversos líderes mundiales se dicen discípulos de esta corriente: desde Cristina y Néstor Kirchner, Menem, Fidel Castro, Hugo Chávez hasta Macri; todos ellos se han presentado como «peronistas» o simpatizantes, recogiendo de él aspectos interesantes para su política reaccionaria. La base ecléctica y demagógica del peronismo puede ser vista como una suerte de maoísmo: la «izquierda» y «derecha» burguesa de Argentina –y otros tantos países– pueden articular y emplear su discurso indistintamente. He aquí una anécdota que explica el eclecticismo y, a la vez, la influencia del fenómeno peronista:

«Los 70 años del peronismo se dividen en dos partes exactas: 35 años en el gobierno y 35 años en la oposición. De ellos, 18 años de proscripción y resistencia y 7 en democracia. De los últimos 32 años de democracia, el peronismo gobernó 23; de los seis últimos presidentes, cuatro fueron peronistas. Pero, además, hubo siempre varios peronismos, que fueron sedimentando década tras década. Hubo un peronismo «histórico» y tradicionalista, que se combinó –y confrontó- con otro «revolucionario». En los años 60 y 70 esta coexistencia estalló con violencia, con situaciones de verdadera guerra civil. Hubo luego un peronismo «renovador», de tinte socialcristiano, y otro populista que derivó con Menem en neoliberal. Finalmente, el componente populista viró hacia el nacionalismo estatalista con Néstor y Cristina Kirchner. Cada uno de ellos engendró su propia oposición, dentro y fuera de sus amplios perímetros. Hubo así, en cada etapa, un peronismo que se opuso a los peronismos en el poder, de tal modo que ante cada declinación de unos siempre hubo otros que se dispusieron a sucederlos disputando la representación del «verdadero peronismo». Como lo señaló uno de sus principales historiadores, Juan Carlos Torre, «en el peronismo hay un alma permanente y un corazón contingente». De tal modo, el famoso apotegma de Perón, respondiendo a una inquietud periodística mantiene su actualidad: «¿General, cómo se divide el panorama político argentino? Mire, hay un 30% de radicales, lo que Uds. entienden por liberales. Un 30% de conservadores y otro tanto de socialistas. Pero, General, ¿y dónde están los peronistas? ¡Ah, no, peronistas son todos!». (Fabián Bosoer; El 17 de octubre de 1945, 2015)

Nosotros pretendemos refutar el peronismo contraponiendo su discurso con la práctica y, sobre todo, aclarando todas las cuestiones desde la óptica marxista. 

Entre tanto, y en vistas al panorama, ¿qué servicio «internacionalista» nos brinda en España el «Movimiento Político de Resistencia» respecto a esta cuestión tan interesante y apremiante para el movimiento proletario? Pues, como no podía ser de otro modo, el de hacer un seguidismo a la propaganda tercermundista de turno, en este caso la peronista:

«Sin ninguna duda, el gobierno de Perón significó una auténtica revolución, y la importancia de la misma quedó de resalto, cuando la delegación argentina que viajó a la URSS. (...) Pero, ¿qué clase de revolución era esa? Era una revolución burguesa que había desplazado a la vieja y parasitaria oligarquía rural vinculada a los frigoríficos ingleses y al negocio de la carne. Esos frigoríficos manejaban el principal renglón de la economía nacional, y fueron nacionalizados, y en la provincia de Buenos Aires, se crearon los frigoríficos regionales, que pertenecían al estado provincial, y que estaban gestionados por el ministerio de asuntos agrarios como medida de protección a los pequeños ganaderos. Pero, ¿dónde estaba la «izquierda» argentina durante los gobiernos de Perón? Estaba enfrentada al gobierno peronista en un ejercicio de torpeza y ceguera absoluta. La clase obrera estaba masivamente apoyando a Perón y su gobierno y el Partido Comunista Argentino acusaba a Perón de fascista, aplicando categorías impropias de un país dependiente como era Argentina en esos tiempos. Mientras tanto, por la red ferroviaria nacional circulaban trenes arrastrados por las locomotoras soviéticas que llevaban en su frente una estrella roja, que era un emblema de la URSS. Ese era el gobierno fascista de Perón». (Movimiento Político de Resistencia; El proyecto antimperialista de Perón y sus relaciones con la URSS, 9 de enero de 2018)

Lo que nos quedaba por ver de estos señores «revolucionarios». De los creadores de: «Rusia es un bastión antiimperialista» y «Putin no es nacionalista burgués», la nueva película producida por los restos del Partido Comunista de España (reconstituido) es seguir, en realidad, ¡una secuela! Sí, una secuela de aquella cinta que rezaba que «Perón era antiimperialista» y su llegada al poder y sus reformas suponían una aproximación hacia la «revolución» que solo debía ser impulsada para, posteriormente, ser profundizada. ¡Claro que sí, señores! ¡La «revolución justicialista», como decían los peronistas de izquierda más ilusos! Ahora se entienden todas las vacilaciones que los restos del PCE (r) y sus simpatizantes tienen sobre otras experiencias nacionalistas-burguesas y tercermundistas, como el chavismo, el castrismo o el maoísmo, a los cuales siempre han aplaudido sin el más mínimo criticismo, calificándolos de tendencias «antiimperialistas» pese a su dependencia y sumisión a todos los imperialismos habidos y por haber.

Con estas publicaciones peronistas, el PCE (r) y sus restos vuelven a demostrar que son agentes de la burguesía. ¿Por qué hacen esto? No creemos ya que el PCE (r) se vaya a la cama con los imperialismos y revisionismos por verse en la necesidad de financiar sus restos, sino por mero vicio y lujuria revisionista.

Tipifican que Perón eran una esperanza progresista porque: a) se realizaron nacionalizaciones bajo su mandato; b) la delegación argentina fue recibida por Stalin y Argentina comerciaba con la URSS; c) el peronismo no podía ser un movimiento fascista o filofascista porque Argentina no tenía un alto nivel de desarrollo; d) gran parte de los trabajadores argentinos seguían a Perón.

Estos clásicos mitos del peronismo, sumados a otros nuevos que añade el PCE (r), merecen una amplia explicación. Intentaremos que ésta sea lo más ordenada posible, desglosando los temas en su íntima conexión.

Notas 

[1] Lectura y descarga del PDF [AQUÍ] en Scrib o [AQUÍ] en Mega.

[2] Para consultar todos los documentos en PDF editados por el Equipo de Bitácora (M-L) pinche [AQUÍ].

domingo, 3 de enero de 2021

La burguesía contemporánea no necesita del colonialismo del siglo XIX para imponer su dominio o ser agresiva; Equipo de Bitácora (M-L), 2021

«En general, la palabra «materialista» sirve, en Alemania, a muchos escritores jóvenes como una simple frase para clasificar sin necesidad de más estudio todo lo habido y por haber; se pega esta etiqueta y se cree poder dar el asunto por concluido. Pero nuestra concepción de la historia es, sobre todo, una guía para el estudio y no una palanca para levantar construcciones a la manera del hegelianismo. Hay que estudiar de nuevo toda la historia, investigar en detalle las condiciones de vida de las diversas formaciones sociales, antes de ponerse a derivar de ellas las ideas políticas, del derecho privado, estéticas, filosóficas, religiosas, etc., que a ellas corresponden. (…) Hay demasiados alemanes jóvenes a quienes las frases sobre el materialismo histórico −todo puede ser convertido en frase− sólo les sirven para erigir a toda prisa un sistema con sus conocimientos históricos, relativamente escasos −pues la historia económica está todavía en mantillas−, y pavonearse luego, muy ufanos de su hazaña». (Friedrich Engels; Carta a Konrad Schmidt, 5 de agosto de 1880)

Estas palabras de Engels siguen vigentes a día de hoy, pues no son pocos los que utilizan arbitrariamente términos como «imperialismo», «antiimperialismo», «capitalismo», «socialismo», «colonialismo» o «neocolonialismo»… sin comprender su significado en lo más mínimo, sin investigar o corroborar aquella «teoría» que les ha proporcionado un tercero, reproduciendo palabras que apenas logran sobreentender cual papagayo. ¿Qué tiene esto de «marxista»? Nada. Si recordamos una famosa obra de Gorki: «La madre» (1906), que otro autor, Bertolt Brecht, recogió y adaptó magníficamente, esta postura está a años luz de estar cercana a un espíritu marxista, el cual siempre exige un examen de lo propio y lo ajeno: 

«¡No temas preguntar las cosas, camarada! No te dejes influenciar, averigua tú mismo. Lo que no sabes por cuenta propia no lo sabes. Revisa la cuenta. Eres tú el que la paga. Pon el dedo sobre cada cifra. Pregunta: ¿Cómo se llegó hasta aquí? Prepárate para gobernar». (Bertolt Bretch; Elogio del estudio, 1932)

Lenin no edificó su obra sobre una lectura superficial de Marx y Engels. Además de estudiar sus obras en profundidad, también hizo un gran trabajo de recopilación de información que filtraría críticamente para poder llegar a sus certeras conclusiones. ¿Cómo hizo esto último? Consultando los cientos de noticias y obras de los expertos, periodistas, economistas y analistas que estudiaron el fenómeno del imperialismo –véase sus «Cuadernos sobre el imperialismo»–. Fue así, y no de otra forma, que plasmó sus excelentes resultados en sus obras de 1914-16. Entre estas referencias citaba:

«Métodos de explotación colonial: designación de funcionarios de la nación dominante; apropiación de la tierra por los magnates de la nación dominante; altos impuestos». (Dr. Sigmund Schilder; Tendencias del desarrollo de la economía, 1912)

Hoy, sorprendentemente, el señor Vincent Gouysse asegura que esto sigue vigente:

«Es un hecho que para Occidente el colonialismo es la regla, y sin él, la esfera de influencia occidental se habría dislocado desde hace tiempo». (Vincent Gouysse; Facebook, 6 de noviembre de 2020)

En cambio, hace no mucho, declaraba todo lo contrario, riéndose de los cazurros que no comprendían los cambios operados desde principios del siglo XX:

«En tiempos de Lenin, la burguesía utilizaba el colonialismo como forma principal de su dominación sobre los países dependientes. [Más tarde] se vieron obligados a sustituir las formas coloniales de dominación imperialista, por las formas semicoloniales que tienen la ventaja de otorgar una independencia política formal». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2010)

Para empezar, como ya dijimos en una ocasión en referencia al economista venezolano Manuel Shuterland, cualquiera que se considere una persona seria y rigurosa debería dejar de utilizar el término «colonialismo» de forma indiscriminada: