«Decir que tras el fallecimiento de Iósif Stalin en 1953, rápidamente los revisionistas soviéticos con Nikita Jruschov a la cabeza establecieron una serie de reformas políticas económicas e ideológicas en pro de restaurar el capitalismo. En lo tocante al mantenimiento y defensa de la teoría marxista-leninista, la nueva dirección jruschovista, no la defendía en el interior y no tenía ninguna intención de defenderla en el exterior. Ergo en las relaciones con otros partidos, se abrió la veda de «libertad ideológica» para que cada partido comunista tomara su propio camino para crear un «socialismo específico», lo que traducido según el sentido jruschovista es: traicionar al socialismo como buenamente quisiera cada uno, a condición de que todos y cada uno de ellos declararan que la Unión Soviética seguía siendo un país socialista –y no un país revisionista y capitalista–, que la nueva dirección jruschovista era revolucionaria –y no revisionista y contrarrevolucionaria–, y que las relaciones entre la Unión Soviética y los países de democracia popular estaban basadas en el internacionalismo –y no en la explotación neo-colonial–:
«Si los elementos proburgueses de las democracias populares tenían interés en apoyarse en la dirección revisionista soviética, los revisionistas soviéticos tenían interés en sostener a los revisionistas indígenas con vistas a transformar a los países de ex democracia popular en neocolonias, y seguirían apoyándolos en la medida en que estos revisionistas no se opusieran a su integración en la esfera de influencia del social imperialismo soviético». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo 2007)
Hubo dos tipo de casos: (1) el de los viejos desviacionistas y revisionistas que irían tomando el poder aupados en gran parte por la injerencia de los revisionistas soviéticos, como Władysław Gomułka en Polonia o Imre Nagy en Hungría; y, (2) otros que se destaparían de forma abierta como revisionistas –y que en muchas ocasiones ya habían sido reprendidos precisamente por sus desviaciones por los marxista-leninistas– como Mao Zedong en China o Gheorghiu-Dej en Rumanía, quienes rápidamente aceptaron el nuevo curso de los revisionistas soviéticos creyendo que era la forma más fácil de implementar sus ideas revisionistas que antes no podían ser expuestas del todo bajo la lente del movimiento y campo marxista-leninista previo a 1953.
En el caso del revisionismo coreano de Kim Il Sung, ya que advertimos que sus raíces teóricas corresponden al revisionismo chino, tendría que meterse en el grupo de revisionistas de los de segundo tipo, esos que presentaron serias desviaciones ya en vida de Iósif Stalin, y que posteriormente se destaparían como revisionistas por completos, apologistas de la «vía específica» al «socialismo» –métodos heterodoxos y «heréticos» de ir del capitalismo al comunismo– y adalides de aplicar las «condiciones «específicas» del país –condiciones específicas que por supuesto inventabas o exageraban para consumar sus teorías oportunistas– y finalmente como teóricos de un «pensamiento superior» al marxismo-leninismo –y claro que ni era superior al marxismo-leninismo, ni siquiera mejor enmascarados que otros revisionismos–. Eran miembros oportunistas que pudieron tapar su oportunismo con el desarrollo de los acontecimientos o con las tareas propias del partido y la etapa. ¿A qué nos referimos? A que tanto los viejos desviacionistas y revisionistas condenados rápidamente, como los revisionistas emboscados que finalmente tardarían más tiempo en sacar a la luz su verdadero pelaje, tarde o temprano, acababan revelando su naturaleza reaccionaria por el discurrir de la dialéctica y las tareas del partido comunista en su lucha por construir el socialismo y el comunismo. Pero hay que comprender que era mucho más fácil para estos últimos permanecer ocultos en los partidos comunistas en periodos en que el partido mantiene tareas más generalizadas y simples, donde incluso su discurso es más amoldable y aceptable, sin que levante sospechas:
«¿Por qué se descubren las debilidades teóricas de Władysław Gomułka y otros revisionistas en la etapa concreta de paso a la etapa socialista, a la etapa de la construcción económica del socialismo y la eliminación por tanto de las clases explotadoras como tales? Por la sencilla razón de que a los oportunistas y vacilantes les es mucho más fácil camuflar su pelaje revisionista, o su debilidad teórica, en periodos «defensivos» como puede ser la lucha antiimperialista o la lucha antifascista, es decir, cuando las tareas del partido comunista son más generales y generalmente «más sencillas», en las que además se necesita de la alianza con amplias capas de la población y sus organizaciones; ese camuflaje les resulta imposible cuando el partido está a la «ofensiva» como puede ser en la toma de poder y sobre todo en la construcción económica del socialismo, cuando las tareas se tornan más complejas y es necesario tener los conocimientos teóricos concretos que rigen la praxis, cuando ciertas capas de la población y sus organizaciones antes aliadas ahora vacilan o se niegan a avanzar. Por ello, muchos de los revisionistas históricos han podido pasar desapercibidos durante ciertas etapas «defensivas», destapándose poco después en las ofensivas». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 2013)
Si bien en periodos «defensivos» a los revisionistas les es más fácil camuflarse, no significa que estos oportunistas intenten amoldar sus propias teorías e imponerlas al partido en estos periodos, de hecho si miramos el caso del revisionismo polaco su líder Władysław Gomułka fue finalmente descubierto en la etapa ofensiva de construcción económica del socialismo, pero ya en el periodo defensivo de lucha antifascista y antifeudal, el Partido Obrero Polaco ya detectó y corrigió sus intentos de llevar al partido por el camino del oportunismo negando el rol de la clase obrera y su partido en el frente antifascista. Pero es obviamente en periodos «ofensivos» donde estos elementos se destapan más fácilmente, de ahí la negativa de Gomułka a seguir al partido en el inicio de la colectivización del campo o la negativa a comprender la necesidad del establecimiento y fortalecimiento de la dictadura del proletariado.
Es por eso que los marxista-leninistas somos partidarios de ser firmes como el acero y criticar las actitudes insanas y antimarxistas en nuestros miembros en cualquier periodo, pues de otro modo, pasará como ha ocurrido históricamente, dará lugar a que los oportunistas aniden y se desarrollen en el partido. Se deben condenar tanto las desviaciones sobre la etapa presente –por ejemplo el papel del partido comunista en el frente antifascista durante la lucha antifascista, o el papel del partido comunista en la construcción económica del socialismo en la revolución socialista– sin que esto no signifique que dejemos de criticar desviaciones de la siguiente etapa si ya notamos entre nuestros miembros tales deficiencias –por ejemplo si en la etapa antiimperialista y antifascista se habla de la «no necesidad de la dictadura del proletariado», o de la «integración de la burguesía nacional» para la próxima etapa de revolución socialista–.
Otro factor, para la proliferación de oportunistas en el partido sin que los miembros revolucionarios noten su presencia, son las propias condiciones internacionales, que conduzcan al partido a una etapa «defensiva», como podría ser la Guerra de Corea de 1950-1953, y donde como hemos dicho las tareas impliquen un programa más amplio y tareas más generalizadas. También la lucha de clases a nivel internacional, puede estimular a los oportunistas a resguardar exponer y querer implantar sus tesis en el partido, como pudieron ser periodos como el de la crítica al revisionismo yugoslavo en verano de 1948.
¿Cómo afrontarían los revisionistas coreanos el XXº Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética de 1956 y la descara injerencia y exigencias del revisionismo soviético y del revisionismo chino en los asuntos del Partido del Trabajo de Corea? Veamos que decía Enver Hoxha de sus memorias sobre Corea del Norte durante 1956:
«La avispa revisionista había comenzado a clavar también allí su aguijón envenenado. Kim II Sung, en las conversaciones oficiales que desarrollamos, nos habló de un acontecimiento que les había ocurrido en el pleno del Comité Central de su partido reunido después del XXº Congreso del PCUS de 1956. «Después del informe que presente –nos dijo Kim Il Sung–, dos miembros de nuestro Buró Político y algunos miembros del Comité tomaron la palabra para decir que las enseñanzas del XXº Congreso del PCUS de 1956 y la cuestión del culto a la personalidad entre nosotros, en Corea, no habían sido valoradas debidamente, que no se llevaba a cabo una lucha consecuente contra el culto a la personalidad, etc. Nosotros –dijeron ante el pleno– no hemos alcanzado resultados políticos y económicos según la plataforma del XXº Congreso del PCUS de 1956 y en torno a nuestro Comité Central se ha juntado gente incapaz. En una palabra –continuó Kim II Sung– estaban atacando la línea de nuestra dirección, su unidad. Todo el Comité Central –concluyó– se levantó contra ellos». «Y ¿qué actitud han adoptado a este respecto? –le pregunté–». «El pleno les criticó y eso es todo –me respondió Kim II Sung, y añadió: inmediatamente después de esto los dos huyeron a China». «¡¿A China?! –dije– ¿Y qué hacen allá?». «Nuestro Comité Central –me respondió Kim II Sung–, los ha calificada de elementos antipartido y hemos escrito a la dirección China pidiendo su extradición a toda costa. Aparte de otros errores, han cometido el grave acto de su huida. Pero los camaradas chinos no nos lo han entregado. Así hoy todavía están allí». (Enver Hoxha; Los jruschovistas, 1980)
«Si los elementos proburgueses de las democracias populares tenían interés en apoyarse en la dirección revisionista soviética, los revisionistas soviéticos tenían interés en sostener a los revisionistas indígenas con vistas a transformar a los países de ex democracia popular en neocolonias, y seguirían apoyándolos en la medida en que estos revisionistas no se opusieran a su integración en la esfera de influencia del social imperialismo soviético». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo 2007)
Hubo dos tipo de casos: (1) el de los viejos desviacionistas y revisionistas que irían tomando el poder aupados en gran parte por la injerencia de los revisionistas soviéticos, como Władysław Gomułka en Polonia o Imre Nagy en Hungría; y, (2) otros que se destaparían de forma abierta como revisionistas –y que en muchas ocasiones ya habían sido reprendidos precisamente por sus desviaciones por los marxista-leninistas– como Mao Zedong en China o Gheorghiu-Dej en Rumanía, quienes rápidamente aceptaron el nuevo curso de los revisionistas soviéticos creyendo que era la forma más fácil de implementar sus ideas revisionistas que antes no podían ser expuestas del todo bajo la lente del movimiento y campo marxista-leninista previo a 1953.
En el caso del revisionismo coreano de Kim Il Sung, ya que advertimos que sus raíces teóricas corresponden al revisionismo chino, tendría que meterse en el grupo de revisionistas de los de segundo tipo, esos que presentaron serias desviaciones ya en vida de Iósif Stalin, y que posteriormente se destaparían como revisionistas por completos, apologistas de la «vía específica» al «socialismo» –métodos heterodoxos y «heréticos» de ir del capitalismo al comunismo– y adalides de aplicar las «condiciones «específicas» del país –condiciones específicas que por supuesto inventabas o exageraban para consumar sus teorías oportunistas– y finalmente como teóricos de un «pensamiento superior» al marxismo-leninismo –y claro que ni era superior al marxismo-leninismo, ni siquiera mejor enmascarados que otros revisionismos–. Eran miembros oportunistas que pudieron tapar su oportunismo con el desarrollo de los acontecimientos o con las tareas propias del partido y la etapa. ¿A qué nos referimos? A que tanto los viejos desviacionistas y revisionistas condenados rápidamente, como los revisionistas emboscados que finalmente tardarían más tiempo en sacar a la luz su verdadero pelaje, tarde o temprano, acababan revelando su naturaleza reaccionaria por el discurrir de la dialéctica y las tareas del partido comunista en su lucha por construir el socialismo y el comunismo. Pero hay que comprender que era mucho más fácil para estos últimos permanecer ocultos en los partidos comunistas en periodos en que el partido mantiene tareas más generalizadas y simples, donde incluso su discurso es más amoldable y aceptable, sin que levante sospechas:
«¿Por qué se descubren las debilidades teóricas de Władysław Gomułka y otros revisionistas en la etapa concreta de paso a la etapa socialista, a la etapa de la construcción económica del socialismo y la eliminación por tanto de las clases explotadoras como tales? Por la sencilla razón de que a los oportunistas y vacilantes les es mucho más fácil camuflar su pelaje revisionista, o su debilidad teórica, en periodos «defensivos» como puede ser la lucha antiimperialista o la lucha antifascista, es decir, cuando las tareas del partido comunista son más generales y generalmente «más sencillas», en las que además se necesita de la alianza con amplias capas de la población y sus organizaciones; ese camuflaje les resulta imposible cuando el partido está a la «ofensiva» como puede ser en la toma de poder y sobre todo en la construcción económica del socialismo, cuando las tareas se tornan más complejas y es necesario tener los conocimientos teóricos concretos que rigen la praxis, cuando ciertas capas de la población y sus organizaciones antes aliadas ahora vacilan o se niegan a avanzar. Por ello, muchos de los revisionistas históricos han podido pasar desapercibidos durante ciertas etapas «defensivas», destapándose poco después en las ofensivas». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 2013)
Si bien en periodos «defensivos» a los revisionistas les es más fácil camuflarse, no significa que estos oportunistas intenten amoldar sus propias teorías e imponerlas al partido en estos periodos, de hecho si miramos el caso del revisionismo polaco su líder Władysław Gomułka fue finalmente descubierto en la etapa ofensiva de construcción económica del socialismo, pero ya en el periodo defensivo de lucha antifascista y antifeudal, el Partido Obrero Polaco ya detectó y corrigió sus intentos de llevar al partido por el camino del oportunismo negando el rol de la clase obrera y su partido en el frente antifascista. Pero es obviamente en periodos «ofensivos» donde estos elementos se destapan más fácilmente, de ahí la negativa de Gomułka a seguir al partido en el inicio de la colectivización del campo o la negativa a comprender la necesidad del establecimiento y fortalecimiento de la dictadura del proletariado.
Es por eso que los marxista-leninistas somos partidarios de ser firmes como el acero y criticar las actitudes insanas y antimarxistas en nuestros miembros en cualquier periodo, pues de otro modo, pasará como ha ocurrido históricamente, dará lugar a que los oportunistas aniden y se desarrollen en el partido. Se deben condenar tanto las desviaciones sobre la etapa presente –por ejemplo el papel del partido comunista en el frente antifascista durante la lucha antifascista, o el papel del partido comunista en la construcción económica del socialismo en la revolución socialista– sin que esto no signifique que dejemos de criticar desviaciones de la siguiente etapa si ya notamos entre nuestros miembros tales deficiencias –por ejemplo si en la etapa antiimperialista y antifascista se habla de la «no necesidad de la dictadura del proletariado», o de la «integración de la burguesía nacional» para la próxima etapa de revolución socialista–.
Otro factor, para la proliferación de oportunistas en el partido sin que los miembros revolucionarios noten su presencia, son las propias condiciones internacionales, que conduzcan al partido a una etapa «defensiva», como podría ser la Guerra de Corea de 1950-1953, y donde como hemos dicho las tareas impliquen un programa más amplio y tareas más generalizadas. También la lucha de clases a nivel internacional, puede estimular a los oportunistas a resguardar exponer y querer implantar sus tesis en el partido, como pudieron ser periodos como el de la crítica al revisionismo yugoslavo en verano de 1948.
¿Cómo afrontarían los revisionistas coreanos el XXº Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética de 1956 y la descara injerencia y exigencias del revisionismo soviético y del revisionismo chino en los asuntos del Partido del Trabajo de Corea? Veamos que decía Enver Hoxha de sus memorias sobre Corea del Norte durante 1956:
«La avispa revisionista había comenzado a clavar también allí su aguijón envenenado. Kim II Sung, en las conversaciones oficiales que desarrollamos, nos habló de un acontecimiento que les había ocurrido en el pleno del Comité Central de su partido reunido después del XXº Congreso del PCUS de 1956. «Después del informe que presente –nos dijo Kim Il Sung–, dos miembros de nuestro Buró Político y algunos miembros del Comité tomaron la palabra para decir que las enseñanzas del XXº Congreso del PCUS de 1956 y la cuestión del culto a la personalidad entre nosotros, en Corea, no habían sido valoradas debidamente, que no se llevaba a cabo una lucha consecuente contra el culto a la personalidad, etc. Nosotros –dijeron ante el pleno– no hemos alcanzado resultados políticos y económicos según la plataforma del XXº Congreso del PCUS de 1956 y en torno a nuestro Comité Central se ha juntado gente incapaz. En una palabra –continuó Kim II Sung– estaban atacando la línea de nuestra dirección, su unidad. Todo el Comité Central –concluyó– se levantó contra ellos». «Y ¿qué actitud han adoptado a este respecto? –le pregunté–». «El pleno les criticó y eso es todo –me respondió Kim II Sung, y añadió: inmediatamente después de esto los dos huyeron a China». «¡¿A China?! –dije– ¿Y qué hacen allá?». «Nuestro Comité Central –me respondió Kim II Sung–, los ha calificada de elementos antipartido y hemos escrito a la dirección China pidiendo su extradición a toda costa. Aparte de otros errores, han cometido el grave acto de su huida. Pero los camaradas chinos no nos lo han entregado. Así hoy todavía están allí». (Enver Hoxha; Los jruschovistas, 1980)