«El reconocimiento de un elemento espiritual —la sensación—: como primario, y la negación de la existencia real de las cosas, pusieron la filosofía de Berkeley en completa contradicción con la ciencia. Sacar a esta filosofía idealista de su atolladero y eliminar sus contradicciones internas, dar una crítica más fina y encubierta del materialismo, eliminar sus contradicciones internas, fue lo que intentó Hume, sucesor y continuador de la filosofía de Berkeley.
Por sus relaciones sociales y simpatías políticas, David Hume (1711-1776), pertenecía a la capa conservadora de la burguesía privilegiada. En el capítulo «De la historia crítica», escrito para el «Anti-Dühring», Marx cita la característica dada por el historiador Schlosser, de la fisonomía político-social de Hume. Schlosser dice:
«Se sabe, que [Hume] era un partidario ardiente de la oligarquía de los whigs, defensora de «la Iglesia y del Estado» y por lo que recibió como recompensa, primeramente el puesto de secretario de la Embajada en París, y luego, el cargo, incomparablemente más importante y más retribuido, de subsecretario de Estado. En el aspecto político, Hume era y siguió siendo siempre un hombre conservador de ideas rigurosamente monárquicas». (Citado por Marx y Engels. Obras, tomo XIV, página 244. Edición rusa)
A pesar de sus simpatías personales conservadoras, Hume fue uno de los reconocidos dirigentes ideológicos de la burguesía inglesa del siglo XVIII. Sus obras económicas, dice Marx, son:
«Una glorificación progresiva y optimista de la industria y del comercio que florecían a la sazón, es decir, de la sociedad capitalista que, por aquellos tiempos, iba entronizándose rápidamente en Inglaterra». (Idem, página 243)
Importa observar que Hume extendió su escepticismo, la duda de la existencia de la sustancia objetiva, no sólo a la sustancia material, sino también a la sustancia espiritual. Según él, Dios, tampoco es demostrable. Y como esto minaba los dogmas religiosos, el clero inglés logró la condena del libro de Hume por sus principios antirreligiosos e «inmorales». Los dos intentos de Hume de obtener una cátedra en la Universidad no dieron resultado. Pero, en realidad, el escepticismo de Hume estaba dirigido, ante todo, contra el materialismo.
En su obra filosófica fundamental, «Investigaciones acerca del entendimiento humano» de 1748, Hume se atribuye el mérito de aceptar exclusivamente lo que la experiencia suministra directamente al hombre. Todo intento de salirse de los límites de la experiencia es para Hume metafísica. Siguiendo a Locke, declara que:
«Todo el material del pensamiento es suministrado por los sentidos externos o internos». (David Hume. Investigaciones acerca del entendimiento humano* Edición rusa, 1902, página 18)
Aquí el error de Hume no estriba sólo en reconocer los sentidos «interno» como fuente independiente del conocimiento. Hume renuncia al conocimiento de las causas materiales que suscitan los sentidos externos. Reduce la experiencia a la acumulación de sensaciones. En cuanto al problema de la fuente o causa de las sensaciones, Hume reconoce la impotencia humana para resolverlo:
«¿Con qué argumento, pregunta, podría probarse que las percepciones de nuestra inteligencia deben ser suscitadas por objetos exteriores... y que no emanan de la energía de la propia inteligencia, ni de la acción de cualquier espíritu invisible y desconocido, ni de cualquier otro motivo más desconocido aún?». (Citado por Lenin. Obras, tomo XIII, página 27; ver también Hume. Investigaciones acerca del entendimiento humano. Edición rusa, página 178)
Planteando, pues, el problema de la fuente de las sensaciones, Hume reconoce este problema como irresoluble. Ninguna de las conjeturas sobre la fuente de las sensaciones, que sólo se podría pensar, según Hume, se puede demostrar. Así es como llega al agnosticismo, es decir, a la teoría de la imposibilidad de conocer las cosas aunque existiesen en realidad. Y al poner en duda la existencia de las cosas fuera de la conciencia, fuera de los límites de las sensaciones humanas, Hume adopta la posición del escepticismo. Así vemos como Hume,, en forma más fina y cuidadosa que Berkeley, niega la existencia de la materia. Hume, en lugar de negarlo directamente, declara irresoluble el problema del mundo objetivo en general.
Hume reduce toda la misión de la ciencia a la clasificación de las sensaciones o impresiones, y al esclarecimiento del problema de cómo la razón humana unifica estas impresiones entre sí. Según Hume, todas las percepciones compuestas se forman de las más simples, ya que la razón no posee ninguna fuerza creadora, sino sólo la facultad de «unificar, trasladar, aumentar o disminuir el material recibido por los sentidos exteriores y por la experiencia». Según Hume, hay solamente, tres formas, o principios, relaciones entre las ideas: la semejanza, la contigüidad en el espacio y en el tiempo, y la causalidad.
Hume arremete particularmente contra los materialistas, que reconocen la existencia de leyes objetivas, por las que se rige la naturaleza. En aquel entonces, se consideraba que la causalidad mecánica era la forma fundamental de estas leyes. Hume afirma que ésta no es inherente a las propias cosas, por cuanto para él las propias cosas son incognoscibles y sólo son formas de las relaciones entre las sensaciones y las ideas inherentes a la razón. La experiencia nos enseña que tras un fenómeno siempre viene otro: por ejemplo, con la salida del sol, los objetos de la tierra se calientan. Este, sucesión habitual de los fenómenos, afirma Hume, engendra también la idea de una dependencia causal. Hume deduce, pues, la causalidad del hábito. Por lo tanto, demostrar la existencia de una causalidad objetiva en la naturaleza, según Hume, no es posible. Incluso la repetición por millones de veces de dos fenómenos sucesivos no da una garantía de que a la millonésima primera se repita lo mismo.
Al renunciar a resolver el problema de la existencia objetiva del mundo exterior, de los objetos que por su influencia sobre los órganos de los sentidos dan lugar a las sensaciones, Hume llegó a la negación de la relación de causa objetiva entre los objetos, a la negación de la existencia de leyes en la naturaleza. Hume concibe también el tiempo y el espacio, en forma idealista. No existen, objetivamente, en las propias cosas y, como la causalidad, Hume los declara sólo formas de relación de las ideas.
En consecuencia, Hume llega a la conclusión más pesimista en cuanto a la facultad del conocimiento. «La filosofía más perfecta de la naturaleza, sólo aleja un poco más las fronteras de nuestra ignorancia». De esta manera, la convicción de la ceguera y de la debilidad humanas es el resultado de toda la filosofía de Hume.
Claro es que este resultado de su filosofía no podía dejar de entrar en una contradicción de fondo con el conocimiento científico del mundo. Kant califica el resultado de la filosofía de Hume de «un escándalo para la filosofía y para la razón humana», no obstante adoptar él mismo posiciones idealistas subjetivas y agnosticistas. Más tarde, en la época del imperialismo, la burguesía comenzó a volver al escepticismo y al agnosticismo de Hume. Una de las formas de la resurrección del berkeleyismo y del humismo reaccionarios fue el empiriocriticismo, o el machismo, desenmascarado por Lenin como la reincidencia en el idealismo subjetivo de Berkeley y de Hume». (Profesor A. V. Shcheglov y un grupo de catedráticos de la Academia de Ciencias de la URSS; Historia general de la filosofía; de Sócrates a Scheler, 1942)