«Uno de los ideólogos del actual nacionalismo español nos hacía la siguiente aseveración sobre la teoría de Lenin del imperialismo en la era capitalista:
«Pues bien, estas cinco características que para Lenin ha de tener el Imperialismo son falsas. La primera característica es falsa porque los monopolios han existido junto con las pequeñas y medianas empresas desde siempre. (...) La segunda característica también es falsa porque la oligarquía financiera ha existido siempre desde que nació el capitalismo, la cual lo ha dominado siempre. (...) Lenin erraba en su aserto, en que una oligarquía financiera dominara en la «fase» del Imperialismo, ya que desde sus inicios en Génova, el capitalismo ha estado dominado por una oligarquía financiera». (Santiago Armesilla; Reescritos de la disidencia, 2012)
Sobraría refutar estas tonterías, ya que efectivamente:
«La política colonial y el imperialismo ya existían antes de la fase contemporánea del capitalismo e incluso antes del capitalismo. Roma, basada en la esclavitud, mantuvo una política colonial y practicó el imperialismo. Pero los análisis «generales» sobre el imperialismo que olvidan o ponen en segundo plano la diferencia esencial entre las formaciones socioeconómicas se convierten inevitablemente en trivialidades huecas o en fanfarronerías, como la de comparar «la gran Roma con la Gran Bretaña». Incluso la política colonial capitalista de las fases previas del capitalismo es esencialmente diferente de la política colonial del capital financiero». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Imperialismo, fase superior del capitalismo, 1916)
Comparar los monopolios feudales del imperio bizantino, donde el Estado tenía un gran control de las actividades económicas, con los monopolios de la época capitalista, es una analogía que solo puede hacerlo quien no entienda las diferencias entre las relaciones de producción de una época y otra, o dicho de otro modo, es un anacronismo absurdo... Como decía Lenin, sería como intentar comparar las relaciones de producción y las fuerzas productivas esclavistas durante el imperio romano con las relaciones de producción y las fuerzas productivas capitalistas durante el imperio británico. ¿Acaso es comparable el desarrollo del capital bancario de las repúblicas italianas del siglo XVI o las sociedades mercantiles del siglo XVII con los bancos actuales o las multinacionales? Los unos se parecen a los segundos tanto como un caballo a un camello.
La comparación es todavía más burda si tenemos en cuenta que la política de estos viejos imperios se basaba principalmente en una política rentista del suelo combinada con una expansión colonial, mientras que cualquier imperialismo actual prima la rentabilidad a toda costa del capital pero además, suele dominar los mercados internacionales careciendo de colonias dominando a través del neocolonialismo sobre otros países, con el cual no necesita ya de una presencia militar permanente para asegurar sus esferas de influencia, sino que se vale de otros entramados económicos como la presencia de multinacionales, los créditos o el comercio desigual. En efecto, algunos de estos métodos ya eran utilizados en su forma primitiva en los antiguos imperios ya fenecidos, pero nadie en su sano juicio se atreverá a comparar la incidencia en la economía nacional y mundial de las letras de cambio italianas del siglo XII o la Liga Hanseática del siglo XIV con los créditos del FMI o la Unión Europea.
Por eso el capitalismo actual, en su etapa monopolística, imperialista, no tiene nada que ver con los imperios de la Edad Antigua, Edad Media, ni siquiera con los de la Edad Moderna.
Hoy Manuel Shuterland intenta negar la teoría de Lenin con argumentos igualmente falaces:
«No tengo una contra teoría del imperialismo. (...) Sobre el imperialismo, te repito, no tengo NADA ESCRITO ni he dado NINGUNA conferencia sobre mi crítica a la ideología imperialista». (Manuel Sutherland; Comentarios, 25 de enero de 2017)
Aunque como él mismo afirma no tiene una tesis «alternativa» oficial acabada que pueda contraponer a la teoría de Lenin sobre el imperialismo que él niega, y aunque dicha teoría se encuentre en un estado embrionario es menester igualmente criticarla pues sus nociones incipientes van dando forma a la negación de un axioma fundamental del leninismo, así como a la negación de una de las manifestaciones de la lucha de clases a escala internacional:
«El llamado «imperialismo» para mí no es una fase especial distinta y última del capitalismo. Para mí no existe una etapa monopólica del capitalismo ni mucho menos pre monopólica». (Manuel Sutherland; Comentarios, 3 de marzo de 2015)
¿Así que no existe una etapa diferente entre el capitalismo de la época de Marx y el de la época de Lenin? Parece ser que Shuterland no ha leído los propios escritos de Engels que anticipaban lo que Lenin luego desarrollaría. Véase la obra de Engels: «Sobre la cuestión del libre comercio» de 1888. Pero esto será algo que veremos luego cuando abordemos la cuestión de si existe una concentración del capital o no.
En todo caso, parece ser que para estos señores, como Shutlerand, el capitalismo es un proceso continuo que no adquiere ninguna particularidad derivada de la etapa de desarrollo en que se encuentra, y que tampoco hay tendencia a la concentración de los medios de producción hasta llegar a la etapa imperialista que se caracteriza por la alta presencia de monopolios; en consecuencia niegan de por si la evidencia que arroja el desarrollo histórico, la dialéctica de la historia que opera al interior de las sociedades humanas íntimamente ligada y dependiente de las relaciones de producción.
Veamos algunas observaciones hechas por Lenin al respecto que Sutherland parece olvidar u obviar:
«Intentaremos ahora hacer un balance, resumir lo que hemos dicho más arriba sobre el imperialismo. El imperialismo ha surgido como desarrollo y continuación directa de las propiedades fundamentales del capitalismo en general. Pero el capitalismo se ha trocado en imperialismo capitalista únicamente al llegar a un cierto grado muy alto de su desarrollo, cuando algunas de las propiedades fundamentales del capitalismo han comenzado a convertirse en su antítesis, cuando han tomado cuerpo y se han manifestado en toda la línea los rasgos de la época de transición del capitalismo a una estructura económica y social más elevada. Lo que hay de fundamental en este proceso, desde el punto de vista económico, es la sustitución de la libre concurrencia capitalista por los monopolios capitalistas. La libre concurrencia es la propiedad fundamental del capitalismo y de la producción de mercancías en general; el monopolio se halla en oposición directa con la libre concurrencia, pero esta última se ha convertido a nuestros ojos en monopolio, creando la gran producción, eliminando la pequeña, reemplazando la gran producción por otra todavía mayor, llevando la concentración de la producción y del capital hasta tal punto, que de su seno ha surgido y surge el monopolio: carteles, sindicatos, trusts, y, fusionándose con ellos, el capital de una docena escasa de bancos que manejan miles de millones. Y al mismo tiempo, los monopolios, que se derivan de la libre concurrencia, no la eliminan, sino que existen por encima y al lado de ella, engendrando así una serie de contradicciones, rozamientos y conflictos particularmente agudos. El monopolio es el tránsito del capitalismo a un régimen superior. Si fuera necesario dar una definición lo más breve posible del imperialismo, debería decirse que el imperialismo es la fase monopolista del capitalismo. Una definición tal comprendería lo principal, pues, por una parte, el capital financiero es el capital bancario de algunos grandes bancos monopolistas fundido con el capital de los grupos monopolistas de industriales y, por otra, el reparto del mundo es el tránsito de la política colonial, que se expande sin obstáculos en las regiones todavía no apropiadas por ninguna potencia capitalista, a la política colonial de dominación monopolista de los territorios del globo, enteramente repartido». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Imperialismo, fase superior del capitalismo, 1916)
Lenin definió así los rasgos generales de la fase imperialista del capitalismo:
«Sin olvidar la significación condicional y relativa de todas las definiciones en general, las cuales no pueden nunca abarcar en todos sus aspectos las relaciones del fenómeno en su desarrollo completo, conviene dar una definición del imperialismo que contenga sus cinco rasgos fundamentales siguientes, a saber: 1) la concentración de la producción y del capital llegada hasta un grado tan elevado de desarrollo que ha creado los monopolios, que desempeñan un papel decisivo en la vida económica; 2) la fusión del capital bancario con el industrial y la creación, sobre la base de este «capital financiero», de la oligarquía financiera; 3) la exportación de capital, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere una importancia particular; 4) la formación de asociaciones internacionales monopolistas de capitalistas, las cuales se reparten el mundo; y 5) la terminación del reparto territorial del mundo entre las potencias capitalistas más importantes». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Imperialismo, fase superior del capitalismo, 1916)
Lenin demuestra que más allá de lo que crea y diga Manuel Sutherland, sí hay cambios sustanciales constatados por el desarrollo histórico, y que la teoría de Lenin es totalmente justa dando lectura de los fenómenos ocurridos al interior del capitalismo hasta alcanzar la etapa imperialista. De hecho, comprender la teoría del imperialismo de Lenin es menester para que los marxistas puedan trazar una línea política acertada. Los revolucionarios no pueden trazar una línea política correcta sin trazar su estrategia y táctica acorde al carácter y las contradicciones de la época, los análisis irreales que los revisionistas hacen del contenido de nuestra época, los hacen generalmente por desconocimiento de los principios del marxismo-leninismo o adrede por oportunismo y pragmatismo político. Los revisionistas siempre parten pues, de una revisión del carácter de nuestra época y sus leyes para poder justificar todas sus desviaciones actuales y posteriores, he ahí la diferencia entre los revolucionarios y los revisionistas:
«Una correcta comprensión de la naturaleza y el contenido de nuestra época y de sus fuerzas motrices, constituye una condición básica para cada partido marxista-leninista a la hora de elaborar la correcta línea política ideológica, así como sus estrategias y tácticas revolucionarias. Es decir, la línea, la estrategia y la táctica del partido –o de varios partidos– son, o deberían ser al menos, determinadas a partir de la correcta comprensión de una época determinada, a partir de su contenido esencial y de las fuerzas motrices que rigen esa época, mientras que el contenido objetivo de esta época no depende pues –ni puede depender– de la estrategia o incluso menos todavía, de la voluntad de uno o varios partidos. En el caso de todos los partidos revisionistas que forman parte de nuestros días, quieren presentar sus totalmente equivocadas y antimarxistas estrategias y tácticas bajo la excusa de que supuestamente están construidas sobre la base de la comprensión del carácter de nuestra época, mientras están simplemente inventando tales «teorías» que van en interés de sus demandas inmediatas sobre la base de unas políticas pragmáticas. Los revisionistas y oportunistas de todos los tiempos han cometido y continúan cometiendo abusos precisamente en esta dirección. A guía de su política oportunista y de su charlatanería «científica» en sus intentos de presentar la realidad social objetiva y sus procesos en una luz distorsionada, sacan conclusiones equivocadas, y eso les lleva a adoptar de estas mismas conclusiones irreales sus posturas antirrevolucionarias». (Nexhmije Hoxha; Algunas cuestiones fundamentales de la política revolucionaria del Partido del Trabajo de Albania sobre el desarrollo de la lucha de clases, 1977)
Manuel Sutherland siempre afirma que el es «marxista» pero que no comparte la teoría de Lenin del imperialismo, con ello como hemos visto está negando el eje central de los aportes del leninismo a la doctrina marxista, y con ello está negando una parte esencial del marxismo contemporáneo:
«Considero que Lenin no ha añadido ningún «nuevo principio» al marxismo, ni que haya abolido alguno de los «viejos» principios del marxismo. Lenin fue, y sigue siendo, el más leal y consistente pupilo de Marx y Engels, y siempre se basó completamente en los principios del marxismo. Pero Lenin no solamente llevó a cabo las enseñanzas de Marx y Engels. Él fue, al mismo tiempo, el continuador de sus enseñanzas. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que él desarrolló más allá las enseñanzas de Marx y Engels en conformidad con las nuevas condiciones de desarrollo, con la nueva fase del capitalismo con el imperialismo. Quiere decir que al llevar más allá las enseñanzas de Marx en las nuevas condiciones de la lucha de clases, Lenin contribuyó con algo nuevo al tesoro general del marxismo en comparación con lo que fue creado por Marx y Engels: con lo que pudo ser creado en el periodo preimperialista del capitalismo. Al mismo tiempo la nueva contribución de Lenin al tesoro del marxismo está completamente basada en los principios sentados por Marx y Engels. Es en este sentido que hablamos de leninismo como marxismo de la era del imperialismo y de las relaciones proletarias». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Entrevista con la primera delegación americana de trabajo, 15 de septiembre de 1927)
Sencillamente el marxismo sin el leninismo no responde a las demandas que plantea la época histórica en la que nos encontramos, por lo demás niega la realidad misma de nuestra época, algo que han intentado y seguirán intentado por necedad u oportunismo muchos teóricos revisionistas:
«Por más vueltas y tergiversaciones que inventen los renegados del marxismo-leninismo y del socialismo y los ideólogos de distinta pelaje de la burguesía, los acontecimientos y el desarrollo objetivo de la situación en el mundo y la misma situación actual, muestran de manera irrefutable, no sólo la justeza y el valor histórico de los análisis de Lenin sobre el imperialismo, en 1916, sino también sus bases científicas y su actualidad». (Elena Ódena; El imperialismo y nuestra lucha actual, 23 de septiembre de 1982)
De nuevo, el haber estudiado a otros revisionismos nos permite desenmascarar más fácilmente a otros. Por ejemplo podemos ver las similitudes entre las tácticas para negar las bases del marxismo-leninismo que usa Sutherland con las que usaban hace unas décadas los diferentes revisionismos. Si uno lee las ediciones de «Nuestra Bandera», periódico del Partido Comunista de España (PCE) durante la época de Carrillo y el eurocomunismo, veremos en la publicación Nº92 de 1978, bajo el sospechoso título: «Debate sobre el leninismo» todo un discurso dedicado a discutir si era apropiado considerar el leninismo como de nuestra época, o si directamente sus tesis eran justas –entre ellas la teoría del imperialismo–; en resumidas cuentas un debate encaminado a negar al leninismo. Para contestar tal cuestión a su favor en sus ediciones, es decir, para revisar los aportes del leninismo al marxismo, única doctrina con unos mimbres verdaderamente científicos, los eurocomunistas utilizaban a todo tipo de figuras revisionistas para contradecir al leninismo, incluyendo en el pack desde viejas figuras revisionistas como Luxemburgo, Mao y Trotski, ya refutados entonces por los revolucionarios en la teoría y defenestrados por la práctica. Pero también se valían de personajes por entonces muy de moda entre el revisionismo: es el caso de Gramsci, Bettelheim, Guevara, Mandel o Ho. E incluso, los revisionistas carrillistas se atrevían a decir que Lenin había revisado de modo oportunista a Marx como ahora pretende hacernos creer nuestro Sutherland sin ningún sonrojo.
Finalmente otra curiosidad: en los estatutos del PCE de 1978 se cambió el término marxista-leninismo por «marxismo-revolucionario». Sutherland se contenta con lo mismo, reconoce que su Centro de Investigación y Formación Obrera (CIFO) propaga la línea ideológica del antileninista Partido Comunista de Venezuela (PCV), abraza a Rosa Luxemburgo y al trotskista Mandel para finalmente acabar denominándose «marxista heterodoxo». ¿Qué coincidencias tan interesantes hemos encontrado entre los eurocomunistas y Sutherland verdad? En líneas generales tal coincidencia es una aproximación al revisionista «socialismo del siglo XXI» que hace exactamente lo mismo desde el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV).
En cualquier caso, a modo de recordatorio, debemos decir que estamos en una etapa histórica en la que: a) los monopolios han crecido tan desproporcionadamente que en la actualidad controlan y condicionan a los gobiernos a escala planetaria, ya sea mediante organismos económicos internacionales o bien mediante la amenaza del empleo de la fuerza, toda una simbiosis que les permite asegurar sus intereses económicos por encima de cualquier Estado e incluso de la vida misma; b) es un hecho constatable que la industria ha sido completamente aprisionada, secuestrada, y desmantelada dado el caso, por el capital financiero, y que este ha cobrado supremacía absoluta allá donde opera; c) hoy en día la exportación de capitales es el instrumento primario de sometimiento de los países periféricos, con ello se aseguran el «desbalance comercial», el «incremento de la dependencia», «fijar beneficios draconianos a partir de la deuda» pues sencillamente cada país que quiera acceder a préstamos deberá de cumplir con ciertos requisitos impuestos por la metrópolis, entre los cuales el más recurrente es dejar en garantía los fondos nacionales; d) Se han desarrollado toda una serie de instrumentos internacionales creados con el fin de garantizar el máximo beneficio de los monopolios: Fondo Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial (BM,) Organización Mundial del Comercio (OMC), y otros para coordinar tales planes, respetados como instituciones de referencia del capitalismo mundial y a las cuales los países deben adoptar su doctrina económica; e) en esta época histórica, todos los territorios están repartidos entre las potencias capitalistas, y aunque a veces pueden compartir algunos mercados siempre encontraremos la supremacía de la potencia que lo domina, precisamente la competencia feroz hace que se produzcan nuevos repartos por vías pacíficas o violentas como se ve a diario.