«Al igual que el prestigio de los sexos, en la sociedad también cambia el prestigio de los diversos grupos de edad a medida que cambian los modos de producción.
La progresiva división del trabajo hace surgir, además, ulteriores diferencias dentro de cada uno de los sexos, sobre todo entre los hombres. La mujer, precisamente por la progresiva división del trabajo, está ante todo cada vez más encadenada a la economía doméstica, cuyo ámbito disminuye en vez de aumentar, ya que ramos cada vez más vastos de la producción se les vuelve ajenos, se independizan y caen en la esfera de los hombres. El progreso técnico, la división del trabajo, la escisión en diversos oficios se limitó exclusivamente, hasta el siglo pasado, al mundo de los hombres. En la economía doméstica y en la mujer sólo se dieron escasos reflejos.
Cuanto más progresa esa división en diversos oficios, tanto más se complica el organismo social, del que ellos son los órganos. El modo y la manera de su colaboración en el proceso social fundamental, el económico o, con otras palabras, el modo de producción, no es algo casual. Este resulta completamente independiente de la voluntad de cada individuo y está determinado necesariamente por las condiciones materiales dadas, de las que, una vez más, la técnica es el factor más importante, aquel cuyo desarrollo influye sobre el modo de producción. Pero no es el único factor.
Tomemos un ejemplo. En muchas partes se ha interpretado la concepción
materialista de la historia como si cierta técnica significara sin más, cierto modo de
producción, e incluso cierta forma social y política. Pero como esto no sucede, dado que
encontramos los mismos instrumentos en distintas condiciones sociales, se ha dicho que
la concepción materialista de la historia es falsa y que las relaciones sociales no están
determinadas solamente por la técnica. La objeción resulta justa, pero no corresponde a
la concepción materialista de la historia sino a su caricatura, que confunde la técnica
con el modo de producción.
Por ejemplo, se dijo que el arado sería la base de la economía campesina, pero
añadiendo: ¡qué multiformes son las condiciones sociales bajo las cuales se presenta
ésta!
Es cierto. Pero veamos solamente qué cosas determinan las derivaciones de las diversas formas sociales que surgen a partir de una base campesina.
Tomemos a campesinos que vivan a orillas de uno de esos grandes ríos tropicales o subtropicales que periódicamente salen del lecho madre acarreando la ruina o la fertilidad al terreno. En el primer caso hacen falta construcciones hidráulicas para contener las aguas; en el otro caso, para desviarlas. Ninguna aldea tomada por separado está en condiciones de afrontar construcción por el estilo. Debe unirse toda una serie de tales aldeas; cada una debe aportar obreros; es necesario designar funcionarios comunes cuya tarea consistirá en dirigir a los obreros en la construcción y conservación de esas obras. Cuanto más poderosas son las construcciones, tanto más numerosas son las aldeas que participan de ellas; tanto más grande la cantidad de obreros serviles con que contribuyen y tanto mayores los conocimientos requeridos para dirigir semejantes construcciones. Por ende, tanto mayores también son el poder y la ciencia de los funcionarios dirigentes con respecto a la masa de la población. Así, sobre la base de la economía campesina se forma, aquí, una casta de sacerdotes o de funcionarios como en las cuencas fluviales del Nilo, del Éufrates o del Huanghé.
Encontramos otro tipo de desarrollo allí donde se establece una floreciente economía campesina en un territorio fértil, fácilmente accesible y próximo a bandidos nómadas. La necesidad de defenderse de estos nómadas obliga a los campesinos a formar una tropa de defensa, cosa que a su vez puede suceder de distintas maneras. O una parte de los campesinos se dedica a la fabricación de armas y se separa de los demás, que le dan una contrapartida, o se induce a los bandidos vecinos, mediante pago de un tributo, a mantener la paz y defender de otros bandidos a sus nuevos protegidos, o, por último, los vecinos conquistan esa tierra y se quedan en ella como señores de los campesinos, a quienes imponen tributos pero para los cuales también representan una defensa. Con todo, el resultado siempre es el mismo: el surgimiento de una nobleza feudal que somete y explota a los campesinos.
A veces se asocian la primera y la segunda vías de desarrollo, y entonces se agrega la casta de los guerreros a las castas de los sacerdotes y los funcionarios.
Aún de distinta manera se determina el desarrollo de campesinos que viven a orillas de un mar surtido de buenos puertos que favorecen la navegación y con costas cercanas de países extranjeros de rica población. Junto a la agricultura se forma la pesca, que muy pronto se transforma en piratería y en comercio marítimo. En un puerto particularmente adaptado se reúnen los botines y las mercancías de los mercaderes y se forma una ciudad de ricos comerciantes. Aquí el campesino encuentra un mercado para sus productos y surgen para él entradas de dinero, aunque, también gastos en dinero, obligaciones, deudas. Muy pronto se convierte en el esclavo endeudado de los dueños ciudadanos del dinero.
Pero la piratería y el comercio, como así también la guerra en los mares, aportan además un numeroso y poco costoso material de esclavos al país. En este punto, los poseedores del dinero que residen en las ciudades expulsan de sus propios predios a sus siervos campesinos endeudados, en vez de continuar explotándolos; reúnen sus posesiones en grandes plantaciones e introducen, en remplazo de la economía campesina, la economía esclavista, sin que a pesar de todo tengan necesidad de cambiar −aunque fuera mínimamente− los utensilios y los instrumentos agrícolas o su técnica.
Por último, encontramos un cuarto tipo de desarrollo campesino, en zonas montañosas difícilmente accesibles. Allí el terreno es pobre, y se puede cultivar difícilmente. Junto a la agricultura persiste de manera predominante la cría, aunque ni una ni otra bastan para favorecer un gran incremento de la población. Pero al pie de las montañas hay atrayentes zonas fértiles y bien cultivadas. Los montañeses intentarán conquistarlas y explotarlas y, si encuentran resistencia, darles su exceso de población para obtener mercenarios. A su vez su experiencia bélica, junto con la improductividad e inaccesibilidad del país, contribuye a protegerlos de invasiones extranjeras, a las que sin duda su pobreza ofrece muy pocos atractivos. Allí se preserva entonces la antigua democracia campesina, mientras en los aledaños, desde hace mucho tiempo, todos los campesinos han caído bajo la dependencia de señores feudales, de sacerdotes, de mercaderes y de usureros. A veces una democracia primitiva como ésta introduce en un país vecino conquistado por ella un rígido régimen de explotación en notable contraste con su propia y tan estimada libertad. Así, durante los siglos XVI y XVII, los viejos cantones de la patria de Guillermo Tell instauraron en el Tesino, mediante sus munícipes, un régimen cuya terrible opresión podía eclipsar a la del legendario Gessler.
Como se ve, modos de producción y divisiones en clases muy distintos resultan compatibles con la economía campesina. Pero ¿a qué deben remitirse estas diferencias? A veces los adversarios de la concepción materialista de la historia las remiten a la violencia, y después a la diversidad de las ideas que se forman en los diversos pueblos. Es cierto que en la creación de todos estos modos de producción la violencia −que, según se sabe, Marx definía como partera de toda nueva sociedad− tuvo una gran función. Pero ¿de dónde deriva esta función de la violencia?; ¿de qué depende el hecho que gracias a ella venza justamente éste y no otro estrato de la población, y que la violencia madure precisamente éstos y no otros resultados? La teoría de la violencia no responde a todas estas preguntas. Igualmente sigue siendo un misterio para la teoría de las ideas de dónde vienen las ideas que producen la libertad en un país montañoso, la casta sacerdotal en un país fluvial, la economía monetaria y esclavista a orillas del mar y la servidumbre feudal en el campo acuchillado.
Vimos que estas diferencias, dentro del desarrollo de la misma economía campesina, se fundan en diferencias existentes en el ambiente natural y social donde tal economía se fijó. De acuerdo con la naturaleza del país, de acuerdo con el carácter de sus vecinos, la economía campesina, manteniendo la misma técnica en la base, asume formas sociales distintas. Además, estas particulares formas sociales son las que, junto a los factores naturales, formarán otras bases que darán una impronta particular al desarrollo subsiguiente. Así los germanos, cuando irrumpieron en el Imperio romano con las invasiones bárbaras, encontraron al imperio con su burocracia, el sistema de las ciudades, la iglesia cristiana, como condiciones sociales que, en la medida de lo posible, asimilaron a su modo de producción.
Hay que estudiar todas estas condiciones geográficas e históricas si se quiere comprender el particular modo de producción de un país en determinado período. No basta en absoluto el solo conocimiento de su técnica.
Como se ve, la concepción materialista de la historia no es ese esquema simple que pretenden habitualmente sus críticos. Los ejemplos que dimos también nos muestran cómo genera el desarrollo económico las diferencias de clase y los antagonismos de clase». (Karl Kautsky; Ética y concepción materialista de la historia, 1906)
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