Yezid Arteta Dávila |
«Yezid Arteta Dávila, conocido líder de las FARC en los 80 y 90, arrepentido sobre el uso de la violencia armada para la toma de poder, poco después de su retirada de la lucha guerrillera hizo suyas las tesis pacifistas y socialdemócratas, actualmente es uno de los mayores propagandistas del nuevo rumbo de inclusión de las FARC en el panorama político democrático-burgués colombiano. Sus escritos nos van venir como anillo al dedo, pues reflejan lo que la mayoría de los líderes de las FARC han pensando sobre diversos acontecimientos históricos clave, así como las figuras de referencia para este grupo.
Escribiendo sobre la Revolución de Octubre en su 100 aniversario:
«En el curso de la humanidad pocas veces se ha juntado tanta genialidad política como ocurrió en Rusia en 1917. Lenin, Trotski, Inessa Armand, Mártov, Alexandra Kollontái, Bujarin, Sverdlov, Kámenev, Nadezhda Krúpskaya y un largo etcétera de mujeres y hombres que podían expresar sus ideas en varias lenguas sin perder la coherencia». (Yezid Arteta Dávila; 1917: Brillo y tiniebla, 11 de octubre de 1917)
Por supuesto todo revolucionario conoce o debería conocer las obras y las acciones de revolucionarios como Lenin, así como de otros revolucionarios menos prominentes como Kollontái, Armand, Sverdlov. Pero ese no es el problema, es más que necesario rescatar su obra y su ejemplo en diversos campos determinados. Pero otra cosa es faltar a la historia y reconciliar a mencheviques y bolcheviques, o equiparar la trayectoria de figuras eclécticas que hoy eran bolcheviques mañana mencheviques y al día siguiente otra vez bolcheviques y ponerlos en la misma balanza que ponen a Lenin, eso solo lo haría un falseador de campeonato sin escrúpulos.
Este es el típico texto donde Trotski aparece al lado de Lenin como fiel «camarada de armas» e indiscutible «coautor de la revolución bolchevique», ¿y dónde queda Stalin en esta ecuación? En ningún lado. ¿A que nos recuerda esta infamia? Exactamente a lo mismo que hiciera el filotrotskista Fidel Castro en 2015, en el aniversario de la derrota del fascismo versus la URSS, comparen:
«Nos encontramos con el artículo de Fidel Castro: «Nuestro derecho a ser Marxistas-Leninistas» [1] de 2015. Dicho artículo está hecho –presuntamente– para conmemorar el aniversario de los 70 años de la victoria del Ejército Rojo Soviético sobre el fascismo, pero el artículo lejos de ser lo que aparenta por títulos y supuestas intenciones declaradas, en realidad es una total vergüenza, un oprobio para todos los luchadores antifascistas y antiimperialistas que lucharon en tal causa, que dieron sus mejores años o que incluso dieron su vida. Y lo es tanto por lo que expresa como por lo que omite. (...) Lo primero que nos sorprende es que en un artículo sobre la victoria soviética en la Segunda Guerra Mundial, y tras citar y recordar a figuras como Marx o Lenin, se oculta el papel del líder del país y el acontecimiento al que dice honrar en su artículo –la victoria de la Unión Soviética de 1945 en la lucha contra el fascismo–. Nosotros a diferencia de muchos revisionistas que propagaban la idea de reducir todo lo positivo o erróneo de una experiencia histórica a las personalidades, comprendemos como marxista-leninistas el papel de los líderes en la historia. Pero lo sentimos mucho señor Castro, lo que no vamos a permitir –te duela a ti y al imperialismo– es negar u ocultar totalmente el papel de Stalin en la victoria del pueblo soviético contra el fascismo; el mayor líder bolchevique del momento, con la mayor autoridad moral como para afrontar tal situación y conducir a los pueblos soviéticos hasta la victoria. Algo que por aquel mayo de 1945 cualquier persona progresista, o simplemente cualquiera que buscara un análisis científico de los hechos, reconocía (...). Entendemos revisionistas cubanos que es vuestro deber al igual que el de la historiografía burguesa ocultar este papel, pero sabed que el nuestro es clarificarlo, al fin cada uno hace lo que cree justo, y estamos en lados contrarios de la trinchera: vosotros sosteniendo mitos antistalinistas de que la Segunda Guerra Mundial «se ganó a duras penas pese a la nefasta dirección de Stalin» y nosotros reivindicando de que la Segunda Guerra Mundial se ganó en parte a su brillante actuación como hemos documentado». (Equipo de Bitácora (M-L); Crítica a la última broma de Fidel Castro en el 70 aniversario de la victoria soviética sobre el fascismo, 9 de mayo de 2015)
Una vez más –ahora desde los intelectuales afines a las FARC– se repite la misma propaganda trotskista que confronta con los propios hechos históricos. ¿Para qué necesitamos a los ideólogos oficiales del trotskismo latinoamericano como Néstor Kohan o Atilio Borón si tenemos a nuestros farianos? Esta es una visión falsa de la Revolución de 1917 que Stalin ya refutó hace décadas cuando ante la muerte de Lenin en 1924, Trotski intentó hacer creer que la revolución había sido cosa de una persona sin que el partido existiese, «cosa suya» incluso por delante de Lenin en cuanto a méritos. Pero los hechos son tozudos:
«Tomo las actas de la reunión del Comité Central (CC) de nuestro Partido del 10 (23) de octubre de 1917. Asisten: Lenin, Zinóviev, Kámenev, Stalin, Trotski, Sverdlov, Uritski, Dzerzhinski, Kollontay, Búbnov, Sokólnikov y Lómov. Se discute en torno al momento y a la insurrección. Después de los debates, se vota la resolución del camarada Lenin acerca de la insurrección. La resolución es aprobada por una mayoría de 10 votos contra (2) Parece que está claro: el CC, por una mayoría de 10 votos contra 2, acuerda pasar a la organización práctica de la insurrección. En esta misma reunión, el CC elige un centro político para dirigir la insurrección, al que da el nombre de Buró Político. Lo forman: Lenin, Zinóviev, Stalin, Kámenev, Trotski, Sokólnikov y Búbnov. Tales son los hechos.
Veamos ahora la leyenda sobre el papel particular de Trotski en la insurrección de Octubre. Los trotskistas propalan insistentemente rumores de que Trotski fue el inspirador y el único dirigente de la insurrección de Octubre. Esos rumores los propala con particular empeño Lentsner, el llamado redactor de las obras de Trotski. El propio Trotski, dando sistemáticamente de lado al Partido, al CC del Partido y al Comité de Petrogrado del Partido, silenciando el papel dirigente de estas organizaciones en la insurrección y presentándose machaconamente así mismo como la figura central de la insurrección de Octubre, contribuye, quiéralo o no, a propalar esos rumores acerca de su papel particular en la insurrección. Estoy lejos de negar el papel, indudablemente importante, desempeñado por Trotski en la insurrección. Pero debo decir que Trotski no desempeñó, ni podía desempeñar, ningún papel particular en la insurrección de Octubre, y que, siendo presidente del Soviet de Petrogrado, se limitaba a cumplir la voluntad de las correspondientes instancias del Partido, que dirigían cada uno de sus pasos. A los filisteos como Sujánov todo eso puede parecerles extraño, pero los hechos, los hechos reales, confirman por entero lo que digo.
Tomemos las actas de la reunión siguiente del CC, celebrada el 16 (29) de octubre de 1917. Participan en ella los miembros del CC más representantes del Comité de Petrogrado y representantes de la organización militar, de los comités de fábrica, de los sindicatos y de los ferroviarios. Entre los asistentes, además de los miembros del CC figuran: Krilenko, Shotman, Kalinin, Volodarski, Shliápnikov, Lacis y otros. En total, 25 personas. Se discute el problema de la insurrección desde un punto de vista puramente práctico y organizativo. Se aprueba la resolución de Lenin sobre la insurrección por una mayoría de 20 votos contra 2, y 3 abstenciones. Se elige un centro práctico para dirigir la organización de la insurrección. ¿Quiénes pasan a formar parte de dicho centro? Para él son elegidos cinco camaradas: Sverdlov, Stalin, Dzerzhinski, Búbnov y Uritski. Tareas del centro práctico: dirigir todos los organismos de preparación práctica de la insurrección, de acuerdo con las directivas del Comité Central. Como veis, en esta reunión del CC ocurrió algo «terrible», es decir, Trotski, el «inspirador», la «figura principal», el «único dirigente» de la insurrección, no fue elegido, de «modo extraño», para el centro práctico llamado a dirigir la insurrección. ¿Cómo compaginar este hecho con esa difundida opinión acerca del papel particular de Trotski? ¿No es verdad que todo ello es algo «extraño», como diría Sujánov, o como dirían los trotskistas? Sin embargo, no hay en ello, hablando en propiedad, nada de extraño, pues Trotski, por ser entonces relativamente nuevo en el Partido, no desempeñó ni podía desempeñar ningún papel particular en el Partido ni en la insurrección de Octubre. Lo mismo que todos los demás funcionarios en puestos de responsabilidad; era únicamente un ejecutor de la voluntad del CC y de sus organismos. Quien conozca el mecanismo de dirección del Partido Bolchevique, comprenderá sin gran trabajo que no podía ser de otro modo: en cuanto Trotski no hubiera acatado la voluntad del CC, habría perdido toda influencia sobre el curso de los acontecimientos. Las habladurías acerca del papel particular de Trotski son una leyenda propalada por complacientes comadres «del Partido».
Eso no quiere decir, naturalmente, que la insurrección de Octubre no tuviera su inspirador. La insurrección tuvo su inspirador y su dirigente. Pero fue Lenin, y nadie más que Lenin, cuyas resoluciones aprobó el CC al decidir el problema de la insurrección; Lenin, a quien la clandestinidad no impidió ser el verdadero inspirador de la insurrección, a despecho de las afirmaciones de Trotski». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; ¿Trotskismo o leninismo?; Discurso en el Pleno del grupo comunista del Consejo Central de los Sindicatos Soviéticos, 19 de noviembre de 1924)
¿Es que acaso el autor colombiano Yezid Arteta Dávila se olvida del pasado del ecléctico y oportunista Trotski antes de 1917?:
«Trotsky fue un ardiente iskrista en 1901-1903, y Riazanov describió su rol en el Congreso de 1903 como «el garrote de Lenin». A fines de 1903, Trotsky fue un ardiente menchevique –desertó de los iskristas para pasarse a los economistas–. Dijo que «entre la vieja Iskra y la nueva hay un abismo». En 1904-05, desertó de los mencheviques y ocupo posiciones vacilantes, ya sea cooperando con Martínov –el economista–, ya sea proclamando su absurda teoría de la revolución permanente. En 1906-07, se aproximó a los bolcheviques, y en la primavera de 1907 declaró que estaba de acuerdo con Rosa Luxemburgo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin, Rompimiento de la unidad, 1914)
¿O de las derrotas de Trotski a sus propuestas y polémicas dentro del partido bolchevique contra Lenin durante 1917-1924?:
«¿En qué consiste el principal pecado de la oposición, determinante de la bancarrota de su política? El principal pecado de la oposición consiste en que ha intentado, intenta e intentará todavía barnizar el leninismo de trotskismo y suplantar el leninismo por el trotskismo. (...) Desde la Revolución de Octubre hasta 1922, Trotski, militando ya en el Partido Bolchevique, realizó dos «grandiosas» intentonas contra Lenin y su Partido: en 1918, en el problema de la paz de Brest-Litovsk, y en 1921, en el problema de los sindicatos. Las dos intentonas terminaron con la derrota de Trotski. ¿Por qué? ¿Quizá tenga la culpa la rudeza de Stalin? Pero Stalin todavía no era secretario del C.C., secretarios eran entonces trotskistas de todos conocidos. ¿A qué viene, pues, la rudeza de Stalin? Más tarde, el Partido sufrió toda una serie de nuevas intentonas de Trotski –1923, 1924, 1926 y 1927–, que fueron terminando con nuevas derrotas de Trotski». (Stalin; ¿Trotskismo o leninismo?; Discurso en el Pleno del grupo comunista del Consejo Central de los Sindicatos Soviéticos, 19 de noviembre de 1924)
Queda claro que:
«Es por ello, que si uno quiere ser consecuentes a la hora de «bolchevizar» cualquier estructura, no puede eludir responsabilidades ideológicas. Llega por tanto a ser ridículo querer eclécticamente unir figuras tan dispares como Marx y Bakunin, Engels y Lassalle, Lenin y Rosa Luxemburgo, Iósif Stalin y Lev Trotski, o Enver Hoxha y Mao Zedong, y ponerlos a todos sobre la base de que «todos eran grandes revolucionarios» de los que «se pueden extraer cosas buenas», o equiparar los presuntos errores cometidos por los primeros a los errores de gran calado de los segundos, que obviamente no son errores casuales, sino errores graves y continuos que tocan los principios más elementales del tesoro de la teoría y praxis de nuestra doctrina. El comunista que acepta el materialismo dialéctico como tal, debe tener un pensamiento crítico científico y a consecuencia de ello, tampoco debe cubrir los errores de las figuras a estudiar; sean estas marxistas o no, no debe de hacer esto por más que guarde un sentimentalismo hacia esa figura para llegar al núcleo de la verdad histórica y objetiva. Es por ello que quién realiza tal acción de idealizar a las figuras que tiene en simpatía y disimula u oculta sus errores cae en el antimarxismo. Quién hace esto cae en el idealismo; pues idealiza positivamente a esa figura en su cabeza, estigmatiza al resto y evita ponerla en evidencia, y en la metafísica; a la hora de separar y ocultar su teoría errónea y no compararla con el marxismo-leninismo. No hace falta mencionar tampoco a ese tipo de pretendidos marxistas que bajo el idealismo o el escepticismo dicen que el marxismo-leninismo –con la andadura que tiene a estas alturas– no tiene paradigma a seguir, que no puede diferenciarse lo que es o no es marxista, que tesis que está dentro de sus patrones o cuáles no, en consecuencia de este tipo de pensamiento, este tipo de marxistas-leninistas, no consideran al marxismo-leninismo como una ciencia: ellos no pueden ser marxista-leninistas». (Equipo de Bitácora (M-L); Diferencias entre unidad entre marxista-leninistas y la unión ecléctica de pretendidos o simpatizantes de dicha doctrina, 2013)
Yezid Arteta Dávila no se queda conforme con exaltar exageradamente a Trotski sino que también mete en el saco de «grandes revolucionarios» a Mártov. ¿Pero a cuento de qué viene el caballero a reivindicar al menchevique Mártov? ¿Cómo puede ser tan descarado de ignorar las polémicas entre Lenin y Mártov en torno a cómo debe construirse el partido marxista?:
«La fórmula de Lenin consistía en que sólo pudiese ser miembro del Partido quien aceptase su programa, ayudase al partido en el aspecto material y estuviese afiliado a una de sus organizaciones. La fórmula de Martov, aun considerando como condiciones necesarias en todo miembro del Partido el reconocimiento del programa y la ayuda material a aquel, no reputaba requisito indispensable el hecho de formar parte de una organización del partido, por entender que se podía ser miembro de éste sin estar afiliado a ninguna de sus organizaciones.
Lenin consideraba al partido como un destacamento organizado, cuyos miembros no se suman por sí mismos al partido, sino que son admitidos por una de sus organizaciones, sometiéndose con ello a la disciplina del partido, mientras que Martov veía en él, desde el punto de vista orgánico, una entidad informe cuyos miembros se sumaban por sí mismos al partido y no se hallaban, por tanto, sujetos a su disciplina, ya que no ingresaban en ninguna de sus organizaciones.
La fórmula de Martov, a diferencia de la de Lenin, abría de par en par las puertas del partido a los elementos vacilantes no proletarios. En vísperas de la revolución democráticoburguesa había, entre los intelectuales de la burguesía, hombres de esta clase que simpatizaban momentáneamente con la revolución. Estos hombres podían, de vez en cuando, prestar incluso ciertos servicios al partido. Pero no se prestaban a entrar en la organización, a someterse a la disciplina del partido, a cumplir sus tareas, ni se expondrían a los peligros que esto llevaba aparejados. Esta clase de personas era a la que Martov y otros mencheviques proponían que fuesen considerados como afiliados al partido, dándoles el derecho y la posibilidad de influir en los asuntos del partido. Llegaban incluso a proponer que cualquier huelguista tuviese derecho a «contarse» como miembro del partido, a pesar de que en las huelgas tomaban parte también elementos no socialistas, anarquistas y socialrevolucionarios.
En vez de un partido monolítico y combativo, netamente organizado, por el que luchaban Lenin y los leninistas en el congreso, los martovistas querían un partido heterogéneo, difuso e informe, que no podría jamás ser un partido combativo, aunque sólo fuese por razón de su heterogeneidad, y porque jamás podría poseer una recia disciplina.
La deserción de los «iskristas» vacilantes, que dejaron solos a los partidarios consecuentes de la «Iskra» para aliarse con los delegados del centro, y el refuerzo de los oportunistas descarados, dieron a Martov la superioridad numérica en este problema. El Congreso, por 28 votos contra 22 y una abstención, aprobó el artículo primero de los estatutos con el texto propuesto por Martov». (Historia del Partido Comunista (Bolchevique) de la U.R.S.S., 1938)
Sin duda las FARC han elegido el camino de Mártov, de «abrazar a cualquiera» que quiera presentarse y adjudicare el carnet y el estatus de «camarada».
¿A qué viene reivindicar al vacilante, falso arrepentido y traidor Kamenev? Tampoco lo sabemos, ni siquiera los trotskistas lo reivindican.
Por otro lado, la reivindicación del bujarinismo es de primer orden entre los ideólogos revisionistas del socialismo del siglo XXI, en especial entre los orteguistas, esto si nos parece normal:
«Bujarin, uno de los más brillantes teóricos marxistas rusos y de los más destacados dirigentes revolucionarios de la Unión Soviética en aquel entonces, perteneciente a la vieja guardia bolchevique y años después como producto de las pugnas de poder a lo interno de la dirigencia soviética, acusado de crímenes contra la revolución reconocidos por el mismo, en los que se conoció como los procesos de Moscú, uno de los más oscuros y dramáticos episodios en la historia de los movimientos revolucionarios a nivel mundial». (Carlos Fonseca Terán; La Perpendicular histórica, 2011)
Primero decir que no son nada oscuros como este renegado quiere hacernos creer, de hecho, los procesos de Moscú están bien documentados, y por mucho tiempo fueron vistos como ejemplo del tratamiento de los asuntos abordados en ellos ¿Qué representaban las ideas de Bujarin?
«1) Las teorías que bregaban por el mantenimiento de un campo de pequeños productores privados, en lo que se llamó inicialmente la «teoría del equilibrio» –sin ver el cambio cualitativo que supone el koljoz ni las relaciones que establece con el Estado socialista–;
2) La mutación de estas posiciones antimarxistas en la última resistencia tras comenzar la colectivización a gran escala: la teoría de la «integración de las clases explotadoras» del campo y la cuidad en el sistema socialista –queriéndose por ejemplo otorgar las mismas prerrogativas y trato desde el Estado al kulak que al resto de campesinos por ejemplo en dicho proceso de colectivización–;
3) Contra el intento de aminorar la tasa impositiva al campesinado a la hora de la industrialización, haciéndose eco del «retraso» de la Unión Soviética pero queriendo superar el atraso industrial mediante mecanismos antimarxistas;
4) Contra el peligro que nace de quién no comprende que mientras no exista en su plenitud el sector socialista, el sector capitalista se reproduce aunque sea a pequeña escala y poco a poco engendra burguesía, como es el caso de la reproducción de pequeños productores, pero también por supuesto los concesionarios o el kulak, y por tanto se mantienen la explotación del hombre por el hombre;
5) Contra la absurda idea de que el explotador perderá el ánimo al lucro y entregara su poder económico y político para que el socialismo triunfe –pese a perjudicar a sus intereses de clase–;
6) Contra la idea pequeño burguesa que reniega de la industria y su incidencia en la colectivización impidiendo que el campesino perciba el cambio y beneficio que supone la nueva organización mecanizada;
7) Contra el intento de los oposicionistas de disipar las diferencias de principios dentro del partido y comprenderlas como diferencias insignificantes, contra la idea de la coexistencia de ideas burguesas y pequeño burgueses en el partido proletario y su enquiste en el partido bajo fracciones y líneas. En definitiva, la lucha contra la desviación derechista dentro del partido es la lucha contra la idea liberal de un socialismo que beneficie a explotadores y explotados.
8) En contra de la idea de que el partido es una tertulia familiar o un club de amigos. Con ello se busca fustigar la idea que es normal que en cada militante, a la hora de desempeñar sus tareas puede primar la familiaridad, las amistades personales y otros factores que a la hora de emitir opiniones, críticas y autocríticas sobre temas políticos distorsionan la verdad». (Equipo de Bitácora (M-L); Introducción al documento de Stalin: «Sobre la desviación derechista en el Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética» de 1929, 22 de octubre de 2015)
Nuestro afable Dávila también dice de su club selecto de personalidades de 1917, que todos eran:
«Líderes formados en la acción, la clandestinidad, la prisión y el destierro. Nada que ver con estos tiempos en los que la mayoría de los liderazgos se cuajan en los laboratorios de marketing». (Yezid Arteta Dávila; 1917: Brillo y tiniebla, 11 de octubre de 1917)
¡Desde luego! Nada que ver aquellos bolcheviques –y no algunos mencheviques que ha citado– con aquellos líderes que creen que tienen derecho a errar continuamente porque han llegado a tomar las armas –como los farianos–, con aquellos que ahora montan toda una parafernalia sobre que se puede ser «revolucionario» y apoyar la democracia burguesa; cuando hablan de mirar por «el pueblo» mientras prometen que ellos no quieren abolir la propiedad privada nacional e internacional; cuando se predica de forma altanera que gracias a sus acuerdos desde arriba con el gobierno colombiano se logrará la «paz» del país y la solución a los procesos de violencia, paro, asesinatos; cuando se va de la mano del Papa para vender el opio del espiritualismo para los problemas de Colombia; ¡¡¡nada que ver los bolcheviques con esos «liderazgos se cuajan en los laboratorios de marketing» que copian el eslogan de la rosa socialdemócrata para mendigar un puesto en el parlamento colombiano!!!
En alusión a sus líderes referencia del tercermundismo que adora, dice:
«Mao, Tito, Mandela, Ho Chi Minh, Fidel fueron algunos de los líderes del siglo XX que cambiaron el curso de la Historia, influenciados por los ideales comunistas». (Yezid Arteta Dávila; 1917: Brillo y tiniebla, 11 de octubre de 1917)
Ojo a las figuras que aquí el señor toma como referentes y como ejemplo de figuras «influenciadas por los ideales comunistas»:
a) Mao, que fue el autor que puso de moda el tercermundismo en los 70 con la política del revisionismo chino además de ser un proimperialista estadounidense desde los años 30 (como se demostró después con la liberación de material de agencias estadounidenses, periodistas, libros y memorias de los implicados), dejando a su país a su muerte en 1976 en la danza de alianza con el imperialismo usamericano y la reacción mundial. El maoísmo ya anticipó en lo interno el alto grado de explotación de sus trabajadores de la China actual con varias reformas económicas como la de 1956.
b) Tito, que fue otro agente del imperialismo mundial que puso de moda el circo del «Movimiento de los Países No alineados» siendo Yugoslavia en Europa el país más endeudado con los imperialismos a su muerte en 1980, con niveles de emigración, huelgas y desempleo de sobra conocidos.
c) Mandela fue un nacionalista de «izquierda» que seguía el ejemplo de Gandhi, son el tipo de ideologías que en opinión de la Komintern de 1928 «predican la pasividad y la negación de la lucha de clases», hay que recordar que Mandela siempre tuvo buenas relaciones tanto con los revisionistas como con los imperialistas, y las consecuencias de su política de conciliación interclasista se dejan sentir en la Sudáfrica actual, y de hecho son muy similares a las que sufre la India.
d) Sobre Ho, el mismo reconoció –como tantos otros– que militó en el comunismo porque era el único que planteaba la reivindicación del derecho de autodeterminación, a la postre su ideología no es sino una variante del maoísmo que incluye la conciliación con la burguesía nacional, la conciliación con los revisionistas y el apoyo en el capital extranjero.
e) Por último, Castro no ha sido sino un ideólogo liberal en su etapa estudiantil, que reconoció no ser comunista porque ataba los principios de la propiedad privada y la religión. Ha sido en lo sucesivo bajo la dirección del revisionismo cubano un poliagente del imperialismo que mejor se ofreciese: desde los socialimperialistas soviéticos, los imperialistas occidentales y el socialimperialismo chino en la actualidad, no por casualidad en los últimos años intentó reconciliarse con el imperialismo yanqui. Dejando a su muerte en 2016 un país con una balanza comercial deficitaria, un país endeudado y un modelo turístico de lujo hecho para gusto de los empresarios extranjeros.
En alusión a sus figuras fetiche del feminismo, algunas del revisionismo, comenta:
«Rosa Luxemburgo, María Cano, Dolores Ibárruri, Frida Khalo y Angela Davis, fueron o son mujeres, marcadas por las ideas del comunismo que inspiran a millones. La Revolución de Octubre no fue un mito, sino una realidad que alteró el mapa político mundial y creó una atmósfera moral y estética en la que creyeron intelectuales, artistas, científicos y millones de hombres y mujeres de todos los confines de la tierra». (Yezid Arteta Dávila; 1917: Brillo y tiniebla, 11 de octubre de 1917)
Una vez más nos encontramos con la falsedad histórica de decir que «los comunistas necesitan el feminismo» o que «los comunistas siempre han sido feministas» exactamente lo mismo que dicen muchos revisionistas en España como el PCPE o RC; cuando los clásicos del marxismo han criticado una y otra vez a los movimientos feministas por reducirlo todo a una cuestión de lucha de sexos o en su defecto a una búsqueda de una mejora de las condiciones de la mujer burguesa.
Aquello de que «el feminismo no va contra el hombre» es una frase que se vuelve cierta cuando se aplica a algunas corrientes del feminismo, pero muchas otras, incluidas las más famosas como Kate Millet o Abdullah Öcalan precisamente focalizan su «feminismo» en un odio contra el hombre al cual de forma idealista consideran como un ser naturalmente «perverso» y «violento», «incapaz de reprimir esos impulsos» –lo cual tiene la misma base científica que decir que la mujer es «débil» e «incapaz de realizar labores que supongan tener una gran inteligencia»–, teorías reaccionarias que utilizan tanto los ultraconservadores como las feministas para azuzar al otro bando «enemigo». Luego tenemos el caso ya de feministas de la talla de Campoamor que directamente eran simpatizantes del alzamiento fascista de 1936 y que toda su vida estuvieron militando en organizaciones derechistas y antiobreras, así que no, el feminismo no es sinónimo de comunismo, es un movimiento burgués contra el cual han luchado grandes luchadoras contra el patriarcado como es el caso de Kolontái. Es algo que ya expusimos en nuestro documento: «Feminismos, sus errores de planteamiento y otras especies» de 2011 así como en «El movimiento nacional kurdo, sus desviaciones anarco-feministas, sus vínculos con el imperialismo y el silencio cómplice de los oportunistas» de 2017. No menos ridículo es tomar de ejemplo de «comunista» a Dolores Ibárruri alias «La Pasionaria», la cual lideró en la Secretaria General el Partido Comunista de España (PCE) durante 1942-1960 la introducción de lleno en tesis jruschovista sobre la reconciliación nacional:
«El Partido Comunista de España declara solemnemente estar dispuesto a contribuir sin reservas a la reconciliación nacional de los españoles, a terminar con la división abierta por la guerra civil y mantenida por el general Franco (…) fuera de la reconciliación nacional no hay más camino que el de la violencia (…) existe en todas las capas sociales de nuestro país el deseo de terminar con la artificiosa división de los españoles en «rojos» y «nacionales», para sentirse ciudadanos de España, respetados en sus derechos, garantizados en su vida y libertad, aportando al acervo nacional su esfuerzo y sus conocimientos. (…) El Partido Comunista de España, al aproximarse el aniversario del 18 de julio, llama a todos los españoles, desde los monárquicos, democristianos y liberales, hasta los republicanos, nacionalistas vascos, catalanes y gallegos, cenetistas y socialistas a proclamar, como un objetivo común a todos, la reconciliación nacional». (Declaración del Partido Comunista de España; Por la reconciliación nacional, por una solución democrática y pacífica del problema español, 1956)
Tesis que sin duda los farianos hacen suyas como anunciamos.
La Pasionaria tuvo desde los años sucesivos un peso secundario frente a Carrillo pero siempre de suma importancia en cuanto a llevar al PCE a lo que denominó «eurocomunismo», una nueva variante revisionista que le llevó a la pérdida total de influencia entre las masas.
Sobre Rosa Luxemburgo más allá de sus méritos puntuales, sus vacilaciones hacia los mencheviques son innegables, así como sus evidentes errores teóricos:
«Entre las ideas y errores ideológicos de Rosa Luxemburgo encontramos errores tanto derechistas como izquierdistas, entre ellos destacan:
1) La idea de que la sociedad capitalista sólo podría resolver el problema de la acumulación de capital sólo por la expansión en las economías precapitalistas, y que cuando se han absorbido estas áreas, el capitalismo se derrumbaría como un castillo de naipes.
2) La idea de que en la etapa imperialista del capitalismo, no pueden existir guerras de liberación nacional porque entre otras cosas sería ayudar y alentar a las burguesías nacionales y crear desconcierto entre las masas revolucionarias, yendo el contra del derecho de autodeterminación del leninismo.
3) La idea –hilando con la anterior– de que el derecho a la autodeterminación era contrarrevolucionario, criticando a los bolcheviques por ejercerlo.
4) La desconfianza en el campesinado, que como Trotski, pensaba que más pronto que tarde terminaría oponiéndose al socialismo, pugnando entonces contra el proletariado intentando derrocar la dictadura del proletariado, negando la teoría leninista de la alianza obrero-campesina y volviendo a los esquemas de que la revolución sólo sería posible en países con alta concentración y número de proletarios.
5) La afirmación –hilando con su antietapismo– de que era un error por parte de los bolcheviques la incautación de la tierra a los terratenientes y su distribución inmediata a los campesinos pobres, ya que repartir las tierras entre el «contrarrevolucionario» campesinado, haría que éste defendiera su parcela de tierra recién adquirida, e intentaría agredir e incluso derrocar el poder proletario cuando los comunistas intentara llevar la colectivización, llegando a calificar a estos campesinos como un estrato social enemigo del socialismo mucho mayor y más peligroso que los antiguos terratenientes.
6) La idea de que la huelga de las masas de carácter espontáneo era la forma decisiva de la lucha revolucionaria de la clase obrera, que ello era lo determinante para el movimiento de masas.
7) La oposición el centralismo democrático leninista calificándolo de un engendro de burocratismo que degenera la estructura del partido, de método blanquista y ultracentralista, promoviendo en cambio el autonomismo de partido que Lenin tanto combatió.
8) La negación de la posibilidad de la construcción del socialismo en un sólo país que Lenin defendía, abogando por la tesis menchevique-trotskista de la revolución permanente sacado del socialdemócrata alemán Parvus, creyendo que la construcción en un sólo país y en especial en Rusia era imposible sin la ayuda de la revolución triunfante en los países desarrollados.
9) El pensamiento liberal sobre el derecho de la libertad de prensa y la libertad de expresión para todas las tendencias autodenominadas «marxistas» o «socialistas». Condenado la política bolchevique que negaba dicho derecho los grupos como los mencheviques, socialrevolucionarios, anarquistas, etc. que antes durante y después de la Guerra Civil Rusa 1917-1923 se posicionaron de lado de la burguesía –a veces con ayuda de las potencias del extranjero–.
10) La creencia de que los bolcheviques no ejercían la dictadura del proletariado sino que se reducía a la «dictadura de los jefes», ignorando el principio leninista de que la dictadura del proletariado se ejerce con el partido de la clase obrera –que concentra a los elementos más avanzados de esta clase– y que gobierna a través de los soviets y no en detrimento de ellos». (Equipo de Bitácora (M-L); La lucha de Lenin y los bolcheviques contra las vacilaciones mencheviques de Rosa Luxemburgo, 22 de julio de 2016)
Tampoco hace falta comentar el caso de eclécticas como Frida Khalo, icono del posmodernismo, el feminismo y el trotskismo actual. Un modo de vida que como el de Simone de Beauvoir, se aleja bastante de lo que las comunistas y las mujeres progresistas consideran como ejemplar; que por lo demás oculta su perfil de mujer maltratada que tiene como consecuencia directa la sumisión a los deseos de Diego.
«La Revolución Rusa, sin embargo, se ensombreció cuando Stalin –un personaje con luces y sombras– se hizo con el poder absoluto del comunismo soviético, devoró a los cuadros que hicieron posible Octubre y llevó a la Unión Soviética por una deriva totalitaria que afectó por igual a todo el movimiento comunista internacional». (Yezid Arteta Dávila; 1917: Brillo y tiniebla, 11 de octubre de 1917)
Lo primero que hay que comentar, es que como todo falso revolucionario en la cuestión de Stalin se marca una evaluación a lo Mao y habla de luces y sombras sin decir cuáles son las luces y cuales las sombras. Un dualismo de cosas buenas y cosas malas que es obvio en cualquier figura, pero que guardando silencio en profundizar en dicha cuestión indica que es una frase hecha para salir del paso, y no aparecer como un revisionista antistalinista abiertamente. También se vuelve a usar –como los socialdemócratas y liberales actuales– el famoso término «totalitarismo». ¿Sabrá el autor quién fundo esa denominación y quién la usaba? La Escuela de Frankfurt:
«La Escuela de Frankfurt cae así en que critica el individualismo, el misticismo y lo irracional de la sociedad feudal-burguesa pero no sabe qué modelo político y de sociedad quiere, por ello a lo máximo que ha llegado es a condenar como el liberalismo y su propaganda el llamado «totalitarismo», siendo las tesis de sus autores el caldo de cultivo perfecto para reforzar la propaganda anticomunista de que el nazismo y «stalinismo» son gemelos. Haciendo un estudio del Estado más cercano al anarquismo que al marxismo, niegan que el Estado sea el órgano de dominación de una clase sobre otra, y acabando en tribulaciones utópicas de abolición del Estado sin más reflexión, políticamente la Escuela de Frankfurt no tiene recorrido serio, mezcla conceptos socialdemócratas con anarquistas, hippies y utópicos». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 30 de junio de 2017)
De hecho es un signo inequívoco de estar en posiciones democrático-burguesas:
«Así mismo en el Estado y gobierno fascista la ideología anticomunista es potenciada hasta ser uno de los rasgos fundamentales de su propaganda y que lejos de esconder se agita con orgullo fascista, mientras en la democracia-burguesa esta ideología anticomunista intenta ser mucho más sutil y siempre bajo un manto liberal «democrático», es más se intenta equiparar fascismo y comunismo bajo la excusa del llamado totalitarismo». (Equipo de Bitácora (M-L); Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 30 de junio de 2017)
En otra parte, cree criticar con acierto el «stalinismo», diciendo:
«Pocas voces lo advirtieron, entre ellas la de Antonio Gramsci, quien a puño y letra sentenció en 1926: «Hoy estáis destruyendo vuestra propia obra». (Yezid Arteta Dávila; 1917: Brillo y tiniebla, 11 de octubre de 1917)
Con esta cita totalmente fuera de contexto, se vuelve al mito de que Gramsci fue un antistalinista, incluso un trotskista. ¿Es esto cierto? Veamos las propias evaluaciones del autor italiano.
Si a algo se le puede acusar a Gramsci respecto al trotskismo en la época de esa cita es que lo condenaba de forma continua pero no entendía completamente su pérfido carácter, es decir, sufrió vacilaciones y entendió las polémicas en el partido bolchevique de 1926-1928 como «luchas entre camaradas».
La cita exacta de Gramsci a la que hace mención el revisionista colombiano es una donde el líder italiano teme la escisión en el partido ruso y clama por la unidad del Comité Central y de la «oposición», ya de otro modo piensa que sin esa unidad ve imposible «cumplir con su deber», a la vez que se les señala que esas discusiones «apasionadas» internas están haciendo perder de vista al partido los temas internacionales:
«La situación interna de nuestro partido hermano de la URSS nos parece diferente y mucho más grave que en las precedentes discusiones, porque hoy vemos producirse y verificarse una escisión en el grupo central leninista que ha sido siempre el núcleo dirigente del Partido y de la Internacional. Una escisión de este género, independientemente de los resultados numéricos en las votaciones del Congreso, puede tener las más graves repercusiones, no sólo si la minoría de oposición no acepta con la máxima lealtad los principios fundamentales de la disciplina revolucionaria del Partido, pero también si sobrepasa, en el curso de su lucha, ciertos límites que son superiores a toda la democracia formal. (...) Consideramos nuestro deber de internacionalistas llamar la atención de los camaradas más responsables del Partido Comunista de la URSS. Camaradas, en estos nueve años de historia mundial habéis sido el elemento organizador y propulsor de las fuerzas revolucionarias de todos los países; la misión que habéis desempeñado no tiene precedentes en toda la historia del género humano que puedan comparársele por su amplitud y profundidad. Pero hoy estáis destruyendo vuestra propia obra, estáis degradando y corréis el riesgo de anular el papel dirigente que el Partido Comunista de la URSS había conquistado bajo el impulso de Lenin; nos parece que la violenta pasión de las cuestiones rusas os hace perder de vista los aspectos internacionales de las propias cuestiones rusas, os hace olvidar que vuestros deberes de militantes rusos pueden y deben ser realizados sólo en el marco de los intereses del proletariado internacional. (...) Esto, queridos camaradas, es lo que hemos querido deciros con espíritu de amigos y hermanos, aunque se trate de hermanos menores. Los camaradas Zinoviev, Trotski y Kamenev han contribuido, vigorosamente a educarnos para la revolución, nos han corregido, en ocasiones, con energía y severidad; han sido nuestros maestros. A ellos especialmente nos dirigimos en tanto que principales responsables de la actual situación, porque queremos estar seguros de que la mayoría del C.C. de la URSS no se propone aplastarles en la lucha y está dispuesto a evitar medidas extremas. La unidad de nuestro partido hermano de Rusia es necesaria para el desarrollo y el triunfo de las fuerzas revolucionarias mundiales». (Antonio Gramsci; Carta al Comité Central del Partido Comunista Soviético, 1926)
Pero hay que recordar para ser fiel a la historia que en este documento Gramsci sentenciaba claramente que su posición era a favor de la línea oficial de Stalin:
«Declaramos en este momento que consideramos fundamentalmente justa la línea política de la mayoría del C.C. del Partido Comunista de la URSS y que en este sentido se pronunciará, evidentemente, la mayoría del partido italiano si fuera necesario abordar la cuestión. (...) No haremos una lista de todas las cuestiones particulares, con nuestro juicio al lado de cada una de ellas. Repetimos que nos impresiona que la posición de las oposiciones afecte al conjunto de la línea política del C.C., al corazón mismo de la doctrina leninista y de la actividad política de nuestro Partido de la Unión. Lo que se discute es el principio y la práctica de la hegemonía del proletariado, son las relaciones fundamentales de alianza entre obreros y campesinos lo que se pone en discusión y en peligro, es decir, los pilares del Estado Obrero y de la Revolución. (...) Este es para nosotros el elemento esencial de vuestra discusión, donde reside la raíz de los errores del bloque de las oposiciones y el origen de los peligros latentes contenidos en su actividad. En la ideología y en la práctica del bloque de las oposiciones renace toda la tradición de la socialdemocracia y del sindicalismo, tradición que ha impedido, hasta el momento, al proletariado occidental organizarse en clase dirigente». (Antonio Gramsci; Carta al Comité Central del Partido Comunista Soviético, 1926)
Es más, resaltaba el papel que ya cumplía el trotskismo en la Italia de Mussolini, como creador de «demagogia» e «injurias» contra el socialismo de la URSS y sus logros:
«Queridos camaradas, es sumamente significativo que en un país como Italia, donde las organizaciones estatales y del partido del fascismo logran aplastar toda manifestación importante de vida autónoma de las grandes masas obreras y campesinas, es significativo que los periódicos fascistas, especialmente en las provincias, estén llenos de artículos, técnicamente bien elaborados para la propaganda, con un mínimo de demagogia y expresiones injuriosas, en los que se busca demostrar, con evidente esfuerzo de objetividad, que en la actualidad, según las mismas manifestaciones de los líderes más conocidos del bloque de la oposición del Partido Comunista de la URSS, el Estado de los Soviets está transformándose, de toda evidencia, en un puro Estado capitalista, y que, por tanto, en el duelo mundial entre fascismo y bolchevismo, el fascismo prevalecerá. Esta campaña, si bien muestra cuán enorme es la simpatía de que goza la República de los Soviets en las grandes masas del pueblo italiano, que en algunas regiones no recibe desde hace seis años más que escasa literatura ilegal del Partido, también muestra que el fascismo, que conoce muy bien la real situación interna italiana, ha aprendido a trabajar con las masas y procura utilizar la postura política del bloque de las oposiciones para romper definitivamente la firme hostilidad de los trabajadores al gobierno de Mussolini y para conseguir, al menos, un estado de ánimo en el que el fascismo aparezca como una ineluctable necesidad histórica, no obstante la crueldad y las calamidades que le son inherentes». (Antonio Gramsci; Carta al Comité Central del Partido Comunista Soviético, 1926)
Gramsci por un lado reconocía que era menester «bolchevizar» los partidos comunistas:
«Sabéis que todos los partidos de la Internacional han heredado, de la vieja socialdemocracia y de las diferentes tradiciones nacionales existentes en cada país –anarquismo, sindicalismo, etc.– una masa de prejuicios y de motivos ideológicos que representan la causa de todas las desviaciones de derecha y de izquierda. En estos últimos años, y particularmente después del V Congreso mundial, nuestros partidos estaban llegando, a través de una dolorosa experiencia, de crisis dolorosas y extenuantes, a una efectiva estabilización leninista, estaban convirtiéndose en verdaderos partidos bolcheviques». (Antonio Gramsci; Carta al Comité Central del Partido Comunista Soviético, 1926)
¡Pero a la vez no llegaba a ver que el trotskismo era un cuerpo extraño dentro del partido bolchevique, que lo había sido previamente y que estaba volviéndolo a ser de forma abierta! Por ello veía estas discusiones como discusiones «entre el grupo central leninista» cuando los hechos demostraban que Kámenev había largo tiempo que había dejado de serlo y que Trotski siempre fue un oportunista que cambió de fracción y que incluso dentro del partido fue en contra de la dirección oficial. Es decir que se habían alejado de las posiciones bolcheviques que adoptaron en algún momento y en alguna cuestión:
«Nuestro partido nació y creció en la tempestad de las batallas revolucionarias. No es un partido que naciera en un período de desarrollo pacífico. Precisamente por esto está lleno de tradiciones revolucionarias y exento de todo fetichismo por sus líderes. Plejánov fue en un tiempo el hombre más popular del partido. Todavía más: fue un fundador del partido y su popularidad no admite parangón con la de Trotski o Zinóviev. Y, pese a todo, el partido le volvió la espalda en cuanto Plejánov comenzó a apartarse del marxismo hacia el oportunismo. ¿Qué tiene de sorprendente que hombres no tan «grandes» –como Trotski y Zinóviev– se vean a la cola del partido cuando han comenzado a desviarse del leninismo?». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; La oposición trotskista, antes y ahora; Discurso en la reunión del Pleno conjunto del C.C. y de la C.C.C. del P.C. (b) de la URSS, 23 de octubre de 1927)
Este es el mayor error de esta época de Gramsci, que apoya claramente a la línea oficial del Comité Central del partido bolchevique –a Stalin–, condena sucesivamente a la oposición en sus escritos –a Trotski– pero no llega a comprender que esa «oposición» es precisamente lo que él llama las reminiscencias de la «vieja socialdemocracia, el anarquismo, el sindicalismo». De hecho finalmente la llamada «oposición unificada» de 1927 fue un acopio de todas las corrientes derrotadas históricamente por el leninismo antes y después de 1924.
En concreto del trotskismo, podríamos decir que:
«No pasa de ser una variante del menchevismo más el oportunismo teórico-práctico de Lev Trotski; si a esto agregamos que el menchevismo no es sino una variante de la socialdemocracia, es decir de los conceptos reformistas que rompen y revisan el marxismo, llegamos a la inevitable conclusión de que el trotskismo es revisionismo». (Equipo de Bitácora (M-L); Sobre el falso antitrotskismo, 3 de enero de 2017)
Incluso la única acusación de peso de Gramsci de que el partido bolchevique en general estaría perdiendo de vista la cuestión internacional con las agrias discusiones no era una realidad, era una acusación infundada. Stalin mismo en aquella época dio respuesta a este tipo de acusaciones, y lejos de negar que la cuestión nacional e internacional, de afirmar que eran cuestiones separadas, en realidad era plenamente consciente de ello, en consecuencia promocionaba correctamente la idea de que ambas eran causas comunes que no se podía dejar de atender:
«Tercera cuestión. La tercera cuestión se refiere al problema de las tareas «nacionales» e internacionales de la revolución proletaria en uno u otro país. El partido arranca del criterio de que las tareas «nacionales» e internacionales del proletariado de la URSS se funden en una misma tarea, en la tarea general de liberar del capitalismo a los proletarios de todos los países; de que los intereses de la edificación del socialismo en nuestro país y los intereses del movimiento revolucionario de todos los países se funden íntegra y completamente en un mismo interés, en el interés general de la victoria de la revolución socialista en todos los países.
¿Qué ocurriría si los proletarios, de todos los países no simpatizasen con la República de los Soviets y no le prestasen su apoyo? Tendríamos la intervención y la derrota de la República de los Soviets. ¿Qué ocurriría si el capital consiguiera derrotar a la República de los Soviets? Advendría la época de la reacción más negra en todos los países capitalistas y en las colonias, empezarían a aplastar a la clase obrera y a los pueblos oprimidos, serían barridas las posiciones del comunismo internacional.
¿Qué ocurrirá si se incrementan y crecen la simpatía y el apoyo de los proletarios de todos los países a la República de los Soviets? Esto facilitará sobremanera la edificación del socialismo en la URSS.
¿Qué ocurrirá si aumentan en la URSS los éxitos de la edificación socialista? Esto mejorará sobremanera las posiciones revolucionarias de los proletarios de todos los países en su lucha contra el capital, quebrantará las posiciones del capital internacional en su lucha contra el proletariado y elevará a un escalón superior las probabilidades del proletariado mundial.
Pero de eso se deduce que los intereses y las tareas del proletariado de la URSS se entrelazan y se ligan indisolublemente con los intereses y las tareas del movimiento revolucionario de todos los países; y viceversa, las tareas de los proletarios revolucionarios de todos los países se ligan indisolublemente con las tareas y los éxitos de los proletarios de la URSS en el frente de la edificación socialista.
Por eso, contraponer las tareas «nacionales» de los proletarios de uno u otro país a las tareas internacionales, significa cometer un profundísimo error en política.
Por eso, presentar el afán y la pasión en la lucha de los proletarios de la URSS en el frente de la edificación socialista como indicio de «aislamiento nacional» y de «estrechez nacional», como a veces lo hacen nuestros oposicionistas, significa perder el juicio o volver a la infancia.
Por eso, la afirmación de la unidad y la indivisibilidad de los intereses y las tareas de los proletarios de un país con los intereses y las tareas de los proletarios de todos los países, es el camino más seguro para la victoria del movimiento revolucionario de los proletarios de todos los países.
Precisamente por eso, la victoria de la revolución proletaria en un solo país no es un fin en sí, sino un medio y una ayuda para el desarrollo y la victoria de la revolución en todos los países. Por eso, edificar el socialismo en la URSS significa impulsar la causa común de los proletarios de todos los países, significa forjar la victoria sobre el capital, no sólo en la URSS, sino en todos los países capitalistas, pues la revolución de la URSS es parte de la revolución mundial, es el principio y la base de su desarrollo». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Una vez más sobre la desviación socialdemócrata en el partido; Informe ante el VIIº Pleno ampliado del Comité Ejecutivo de la Komintern, 7 de diciembre de 1926)
El propio Gramsci al leer este tipo de documentos sobre la línea oficial del PCUS rectificaría parte de sus acusaciones y dudas sobre la política internacional de la URSS en sus siguientes escritos; no solo rectificando su postura, sino atacando directamente la posición de Trotski, quién era el primer abanderado del criticismo hacia la política internacional de la URSS de Stalin:
«Escrito –en preguntas y respuestas– de Giuseppe Bessarione [Stalin] de septiembre de 1927 sobre algunos puntos esenciales de ciencia y arte político. El punto que me parece debe desarrollarse es éste: como, según la filosofía de la praxis –en su manifestación política–, tanto en la formulación de su fundador como especialmente en la precisión de su más reciente teórico, la situación internacional debe ser considerada en su aspecto nacional. Realmente la relación «nacional» es el resultado de una combinación «original» única –en cierto sentido– que en esta originalidad y unicidad debe ser comprendida y concebida si se quiere dominarla y dirigirla. Ciertamente el desarrollo va hacia el internacionalismo, pero el punto de partida es «nacional» y de este punto de partida es que hay que iniciar el movimiento. Pero la perspectiva es internacional y no puede ser de otra manera. Por lo tanto hay que estudiar exactamente la combinación de fuerzas nacionales que la clase internacional deberá dirigir y desarrollar según las perspectivas y las directivas internacionales. La clase dirigente es tal sólo si llega a interpretar exactamente esta combinación, de la que ella misma es componente y en cuanto tal precisamente puede dar al movimiento una cierta orientación y ciertas perspectivas. En este punto me parece que está la divergencia fundamental entre León Davídovich [Trotski] y Bessarione [Stalin] como intérprete del movimiento mayoritario. Las acusaciones de nacionalismo son inútiles si se refieren al núcleo de la cuestión». (Antonio Gramsci; Cuadernos de la cárcel, Tomo 14, 1930-1932)
Como se ve en esta cita por mucho que se intente utilizar a Gramsci como un antistalinista y un ferviente trotskista, es completamente falso. Si se observan sus trabajos de los años 20 y también sus famosos «Cuadernos de la cárcel» de los años 30, el autor italiano critica conceptos como la «revolución permanente» de Trotski, su tendencia hacia la militarización, su concepto de fracciones en el partido, su visión sobre los sindicatos, sobre el internacionalismo proletario, su tendencia al bonapartismo, etc.
A diferencia de los revisionistas de varios colores que manipulan al propio Gramsci para hacerlo algo que no es, nosotros tampoco creemos que se pueda decir que la obra de Gramsci tenga una «relevancia transcendental» como se ha pretendido decir sobre todo con objetivos oscuros como tapar la obra y práctica de otros revolucionarios de mayor calado como Lenin, Stalin, Dimitrov o Hoxha. No es casualidad que los llamados «marxistas de cátedra» insistan en que debemos profundizar en la obra del italiano, pero lo cierto es que estos inesperados «radicales gramscianos» todavía no han demostrado demasiado qué nuevos aportes reales ha traído al movimiento, en cambio se caracterizan por basarse en los pasajes más volubles, voluntaristas y subjetivistas del autor. Esto es normal teniendo en cuenta que sus escritos adolecen de aquello que Dimitrov tanto criticaría: tomar en cuenta el nivel de cultura del resto de sujetos ajenos al autor. Si en algo coinciden Trotski y Gramsci es en dotar a su pluma de una cierta pedantería intelectual y una jerga excesivamente doctrinal que hacía inaccesibles sus escritos para la gran mayoría, incluso para los militantes comunistas de base. Algunos justifican partes del lenguaje metafórico, excesivamente intelectual e incluso poético de Gramsci por las duras condiciones de su encarcelamiento, diciendo que se vio abocado a ello en un intento de evadir la censura, pero sabemos que Lenin escribió varias de sus obras bajo la censura zarista como anotó en sus prólogos y no utilizó un lenguaje de ese tipo. Como hemos dicho su ambigüedad en muchos de sus pasajes fue el mejor puente que el propio Gramsci pudo construir para la posterior distorsión de su obra.
Los ideólogos de las FARC pese a esta documentación existente y los hechos mismos, se empeñan en seguir el guión trotskista y decir que «Trotski tenía razón» y que «Stalin tergiversó a Lenin», en esta ocasión el militante de las FARC Wilman, nos dice:
«Stalin, después de vencer las tesis de los «permanentistas» –como se les denominaban a los seguidores de Trotski– se quedó corto frente a la necesidad de teorizar adecuadamente el proceso revolucionario ruso y mundial en las condiciones creadas por Lenin y posteriormente tergiversó al mismo Lenin». (Wilman, integrante del Frente 41 Cacique Upar de las FARC-EP; Lenin y la revolución internacional, 17 de julio de 2010)
Esto es un colosal ridículo que solo puede cometer quién no sabe de los que habla o bien de quién pretende manipular los hechos para su conveniencia. ¿Quién tergiversó a Lenin? ¿Stalin que como él siempre fue fiel a la teoría de la posibilidad de la construcción del socialismo? ¿O Trotski que intentó pasar como leninista la teoría de la revolución permanente de Parvus, Luxemburgo y suya que Lenin tantas veces fustigó?
Por otro lado dice:
«Trostki, quien partiendo de una premisa marxista correcta, el que la revolución no podría triunfar si no contaba con el apoyo de los países industrializados de Europa]». (Wilman, integrante del Frente 41 Cacique Upar de las FARC-EP; Lenin y la revolución internacional, 17 de julio de 2010)
¿Fue una premisa correcta? ¿En base a qué? ¿A los deseos del propio Wilman? Porque Lenin –que tenía más conocimiento de la situación e infinitamente más conocimientos marxistas– pensaba lo contrario:
«Todos los grandes medios de producción en poder del Estado y el poder del Estado en manos del proletariado; la alianza de este proletariado con millones y millones de pequeños y muy pequeños campesinos; asegurar la dirección de los campesinos por el proletariado, etc., ¿acaso no es esto todo lo que se necesita para edificar la sociedad socialista completa partiendo de la cooperación, y nada más que de la cooperación, a la que antes tratábamos de mercantilista y que ahora, bajo la NEP, merece también, en cierto modo, el mismo trato; acaso no es esto todo lo imprescindible para edificar la sociedad socialista completa? Eso no es todavía la edificación de la sociedad socialista, pero sí todo lo imprescindible y lo suficiente para esta edificación». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Sobre la cooperación, 1923)
Es más, la historia dio la razón a Lenin y a Stalin. Una vez finalizada la conversión de un país agrario a uno industrializado, finalizada la colectivización del campo eliminando la propiedad privada de todas las esferas de la economía, estrechándose cada vez más las diferencias entre el trabajo manual e intelectual, entre campo y ciudad, etc. hasta el propio Trotski no era capaz de decir que en la URSS existía capitalismo. Tampoco fue capaz de decir que existía una burguesía como tal por eso creó la idea de que el «stalinismo» se basaba en la burocracia y que esta se había erigido como una capa social que «acaparaba más de lo debido», creando así la teoría absurda de que podía haber una dirección «revisionista» pero que no afectaba a la médula de la estructura económica: el famoso «Estado obrero degenerado» que tanto influyó en el futuro a los revisionistas para teorizar que no se está de acuerdo con una dirección política pero que se la considera antiimperialista o socialista.
Por último Trotski fue el primero en creer que «pese a la dirección stalinista era imposible la restauración pacífica del capitalismo» –de facto reconocía que el régimen era socialista–, sino que una resurrección del capitalismo sería consecuencia de un choque violento del exterior:
«Solo un imbécil total puede creerse que las relaciones capitalistas, es decir la propiedad privada de los medios de producción incluida la tierra, pueden restablecerse pacíficamente en la URSS y llevar a un régimen de democracia burguesa. De hecho, aunque fuera posible en general, el capitalismo no podría restablecerse en Rusia salvo como consecuencia de un salvaje golpe de Estado contrarrevolucionario que costaría diez veces más víctimas que la Revolución de Octubre y la Guerra Civil». (Lev Trotski; La burocracia stalinista y el asesinato de Kirov, 28 de diciembre de 1934)
En otra de sus famosas obras volvería sobre sus pasos ideando teorías igual de estúpidas:
«La nacionalización del suelo, de los medios de producción, de los transportes y de los cambios, así como el monopolio del comercio exterior, forman las bases de la sociedad soviética. Para nosotros, esta adquisición de la revolución proletaria define a la URSS como un Estado proletario. (...) La URSS es una sociedad intermedia entre el capitalismo y el socialismo. (...) La burocracia de la URSS asimila las costumbres burguesas sin tener a su lado una burguesía nacional». (Lev Trotski; La revolución traicionada, 1936)
He aquí los grandes conocimientos de Trotski, que plantea que cualquier sociedad que nacionalice los sectores estratégicos, o todos ellos, es «socialista», cuando el «socialismo» depende de las relaciones de producción no de la forma de la propiedad –estatal, privada o mixta–. Corona su gran exposición diciendo que la URSS económicamente no era ni una cosa ni la otra, ni capitalismo ni socialismo (sic).
Preguntamos a los trotskistas de la actualidad: ¿cómo pueden decir que «Trotski tenía razón sobre la imposibilidad de construir el socialismo en un solo país» –cuando él mismo negaba que hubiera capitalismo en 1934–? ¿Quién cree la teoría de que «la supervivencia de la URSS sin la revolución mundial era imposible» –cuando la URSS logró completar con éxito sus planes quinquenales incluso con el asombro y reconociendo de los más anticomunistas–? ¿Quién cree aquella falsedad propagandística del trotskismo de que «Stalin traicionó la revolución mundial» –cuando hubo una enorme expansión del campo socialista y un auge de las luchas anticoloniales tras la Segunda Guerra Mundial que estrechaba el mercado de los países imperialistas–? ¿Quién va a venirnos con el cuento de que Trotski «previó la restauración del capitalismo en la URSS por ser imposible la construcción del socialismo» –si hasta él, a regañadientes, reconocía indirectamente que se había equivocado en sus profecías pesimistas sobre la imposibilidad de construir el socialismo como precisamente hicieron todos los bujarinistas, zinovietistas y trotskistas en sus discurso al congreso del partido bolchevique de 1934–?
Para finalizar. ¿Qué opinaba Stalin respecto a la victoria del socialismo en un solo país?
«Con respecto a la cuestión de la victoria del socialismo en un solo país.
Se deduce que esta cuestión contiene dos problemas diferentes:
a) el problema de las relaciones internas de nuestro país, o sea, el problema de la victoria sobre nuestra burguesía y la edificación del socialismo integral;
b) el problema de las relaciones externas de nuestro país, o sea, el problema de la plena garantía de nuestro país contra los peligros de una intervención militar y de restauración. El primer aspecto de la cuestión de la victoria del socialismo en nuestro país abarca el problema de las relaciones entre las clases en el interior del país. Esto es en el campo de las relaciones internas. ¿Puede la clase obrera de nuestro país superar las contradicciones con nuestros campesinos y establecer con ellos una alianza, una colaboración? ¿Puede la clase obrera de nuestro país, en alianza con los campesinos, derrotar a la burguesía de nuestro país, arrebatarle la tierra, las oficinas, las minas, etc., y construir una sociedad socialista completa? (...)
En los problemas ligados al primer aspecto de la cuestión de la victoria del socialismo en nuestro país.
El leninismo responde a estas preguntas afirmativamente.
Lenin enseña que «nosotros tenemos todo lo necesario para la edificación de una sociedad socialista completa». Nosotros podemos y debemos por lo tanto, con nuestras propias fuerzas, vencer nuestra burguesía y construir la sociedad socialista. Trotski, Zinoviev, Kamenev y caballeros similares, que se convirtieron más tarde en espías y agentes del fascismo, negaban la posibilidad de edificar el socialismo en nuestro país sin que antes la revolución socialista haya vencido en los otros países, en los países capitalistas. (...)
De hecho, mientras tanto, hemos sido capaces de liquidar nuestra burguesía, de establecer una colaboración fraternal con los campesinos y construir, en lo esencial, la sociedad socialista, aunque la revolución socialista no haya vencido en los otros países. (...)
El segundo aspecto sobre la cuestión de la victoria del socialismo en nuestro país abarca el problema de las relaciones de nuestro país con los otros países, con los países capitalistas, el problema de las relaciones de la clase obrera de nuestro país con la burguesía de los otros países. Esto se da en el campo de las relaciones exteriores internacionales.
¿Puede el socialismo en un país que está rodeado por potentes países capitalistas considerarse completamente libre del peligro de una invasión armada (intervención) y, por consecuencia, del intento de restauración del capitalismo en nuestro país? ¿Pueden nuestra clase obrera y nuestros campesinos con sus propias fuerzas, sin una ayuda seria de la clase obrera en los países capitalistas, vencer la burguesía de los otros países, así como han vencido la propia burguesía? En otras palabras: ¿se puede considerar la victoria del socialismo en nuestro país definitiva, es decir, libre del peligro de una agresión militar y de intentos de restauración del capitalismo, mientras la victoria del socialismo existe en un solo país y mientras continúe existiendo el asedio capitalista?
Estos son los problemas que se asocian al segundo aspecto de la cuestión de la victoria del socialismo en nuestro país. El leninismo responde a estos problemas negativamente. El leninismo enseña que la victoria definitiva del socialismo en el sentido de una plena garantía contra la restauración de las relaciones burguesas es posible solamente a escala internacional. (...) Eso significa que la ayuda comprometida del proletariado internacional es esa fuerza sin la cual no se puede resolver el problema de la victoria definitiva del socialismo en un solo país. Esto no significa naturalmente que nosotros debamos quedarnos con los brazos cruzados esperando una ayuda desde fuera. Al contrario, la ayuda del proletariado internacional debe ser conjunta con nuestro trabajo en el fortalecimiento del Ejército Rojo y de la Flota Roja para la movilización de todo el país en la lucha contra la agresión militar en los intentos de restauración de las relaciones burguesas». (Carta de Stalin al camarada Ivanov, 12 de febrero de 1938) (Equipo de Bitácora (M-L); Una reflexión necesaria sobre las FARC-EP, los acuerdos de paz y la historia de las guerrillas en Colombia, 2016)
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