«En el extranjero se sabe todavía en un grado demasiado insuficiente que el bolchevismo ha crecido, se ha formado y se ha templado en largos años de lucha contra el revolucionarismo pequeño burgués, parecido al anarquismo o que toma algo de él y se aparta en todo lo esencial de las condiciones y exigencias de una consecuente lucha de clase del proletariado. El pequeño propietario, el pequeño patrono –tipo social que en numerosos países europeos ha alcanzado gran difusión y tiene un carácter masivo–, sufre en el capitalismo una presión continua y, con gran frecuencia, un empeoramiento increíblemente brusco y rápido de sus condiciones de vida y la ruina. Para los marxistas está plenamente demostrado desde el punto de vista teórico –y la experiencia de todas las revoluciones y movimientos revolucionarios de Europa lo confirma por entero– que ese pequeño propietario, ese pequeño patrono, cae con facilidad en el revolucionarismo extremista, pero es incapaz de manifestar dominio de sí mismo, espíritu de organización, disciplina y firmeza. El pequeño burgués «enfurecido» por los horrores del capitalismo es, como el anarquismo, un fenómeno social propio de todos los países capitalistas. Son notorias la inconstancia de este revolucionarismo, su esterilidad y la facilidad con que se transforma rápidamente en sumisión, en apatía, en fantasía, incluso en un entusiasmo «furioso» por tal o cual corriente burguesa «de moda». Pero el reconocimiento teórico, abstracto, de semejantes verdades no basta en modo alguno para poner a un partido revolucionario al abrigo de viejos errores, que aparecen siempre por motivos inesperados, con una ligera variación de forma, con una apariencia o un contorno antes no vistos, en una situación original –más o menos original–». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo, 1920)
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