«En el IXº Congreso del Partido Comunista de España, realizado en abril de 1978, los revisionistas carrillistas declaraban que su partido ya no era un partido marxista-leninista, sino:
«Un partido marxista-democrático y revolucionario. Considerar el leninismo como el marxismo de nuestro tiempo, es algo inaceptable». (Santiago Carrillo; Informe en el IXº Congreso del Partido Comunista de España, 1978)
Los dirigentes revisionistas franceses propusieron a su XXIIIº Congreso, reunido en mayo de 1979, que en los documentos del partido se evitase toda referencia al marxismo-leninismo y en su lugar se utilizara la expresión «socialismo científico».
También los revisionistas italianos en su XVº Congreso de abril 1979 suprimieron de los estatutos el requisito de que los miembros del partido deben asimilar el marxismo-leninismo y aplicar sus enseñanzas:
«La fórmula «marxismo-leninismo» no refleja todo el valor de nuestro patrimonio teórico e ideológico». (Partido Comunista Italiano; La política y organización de los comunistas italianos; Tesis y estatutos aprobados en el XVº Congreso del Partido Comunista de Italia, 1979)
Ahora puede ser miembro del partido revisionista italiano todo el que lo desee, independientemente de la ideología que profese o aplique.
De este modo, los revisionistas eurocomunistas sancionaron pública y formalmente su divorcio definitivo del marxismo-leninismo, lo que en realidad habían hecho desde hacía años. Muy satisfecha por esta rápida y completa transformación de estos partidos en partidos de corte socialdemócrata, la propaganda burguesa pasó a denominar el año 1979, «año del eurocomunismo».
En una situación en que la burguesía europea está chocando con grandes dificultades, derivadas de la grave crisis económica y política y la revuelta de las masas frente a las consecuencias de esta crisis, frente a la opresión y la explotación capitalistas, y cuando esto marcha en continuo ascenso, nada puede serle más útil a dicha burguesía que los puntos de vista antimarxistas y la actividad antiobrera de los eurocomunistas. Nada puede ayudar mejor a la estrategia del imperialismo para sofocar la revolución, minar las luchas de liberación y dominar el mundo, que las corrientes revisionistas pacifistas, capitulacionistas y colaboracionistas, entre las que se incluye el eurocomunismo.
La burguesía occidental no oculta su entusiasmo al ver que los revisionistas eurocomunistas se han alineado junto a los socialdemócratas y los fascistas, para atacar conjuntamente y con todas sus armas a la revolución, al marxismo-leninismo, al comunismo. Los capitalistas sienten una gran satisfacción al preparar sus nuevos administradores destinados a reemplazar gradualmente a los socialdemócratas, quienes, al haber permanecido por largos años en los aparatos del poder burgués y haber combatido abiertamente a la clase obrera y la causa del socialismo, han acabado en muchos países en las filas de la reacción extrema y se han comprometido y expuesto por entero a los ojos de los trabajadores. Los socialdemócratas se han fusionado con la gran burguesía no sólo ideológica y políticamente, sino también desde el punto de vista social. Hoy la burguesía abriga muchas esperanzas en que los revisionistas eurocomunistas se conviertan en los principales guardianes del régimen capitalista, en abanderados de la contrarrevolución. Pero los grandes señores del capital se apresuran demasiado en tocar los clarines de la victoria.
La burguesía occidental no oculta su entusiasmo al ver que los revisionistas eurocomunistas se han alineado junto a los socialdemócratas y los fascistas, para atacar conjuntamente y con todas sus armas a la revolución, al marxismo-leninismo, al comunismo. Los capitalistas sienten una gran satisfacción al preparar sus nuevos administradores destinados a reemplazar gradualmente a los socialdemócratas, quienes, al haber permanecido por largos años en los aparatos del poder burgués y haber combatido abiertamente a la clase obrera y la causa del socialismo, han acabado en muchos países en las filas de la reacción extrema y se han comprometido y expuesto por entero a los ojos de los trabajadores. Los socialdemócratas se han fusionado con la gran burguesía no sólo ideológica y políticamente, sino también desde el punto de vista social. Hoy la burguesía abriga muchas esperanzas en que los revisionistas eurocomunistas se conviertan en los principales guardianes del régimen capitalista, en abanderados de la contrarrevolución. Pero los grandes señores del capital se apresuran demasiado en tocar los clarines de la victoria.
Hace más de un siglo que el comunismo siembra el pánico entre la burguesía capitalista y los terratenientes, los imperialistas, los oportunistas y los renegados del marxismo-leninismo. Hace más de un siglo que el marxismo-leninismo viene orientando a los proletarios en sus batallas por derrocar el capitalismo y hacer triunfar el socialismo. Su triunfante bandera ondeó durante años en muchos países y los obreros, los campesinos, la intelectualidad popular, las mujeres y los jóvenes gozaron los frutos de aquella vida de plena de libertad, justicia, igualdad y humanidad por la que habían luchado Marx, Engels, Lenin y Stalin. Si bien el socialismo fue derrocado en la Unión Soviética y en otros países donde la contrarrevolución triunfó, esto no demuestra que el marxismo-leninismo haya fracasado y sea inservible, como pretenden los burgueses y los revisionistas.
Los grandes dirigentes del proletariado Marx y Lenin han señalado y recalcado que la evolución no es una marcha triunfal en línea recta. Cosecha victorias pero también sufrirá derrotas, avanza con zigzags y va ascendiendo gradualmente. La historia del desarrollo de la sociedad humana demuestra que la sustitución de un sistema social por otro superior no se realiza en un solo día, sino que abarca toda una época histórica. Tampoco las revoluciones burguesas, que reemplazaron el sistema de explotación feudal por el capitalista, pudieron salvarse en numerosos casos de la contrarrevolución. Un ejemplo de ello lo constituye Francia, donde la revolución burguesa, la revolución más profunda y radical de la época, no logró instaurar ni consolidar de inmediato el régimen capitalista. Después de su primera victoria en 1789 la burguesía y las masas trabajadoras se vieron obligadas a alzarse de nuevo repetidas veces en revolución para derrocar a la monarquía feudal de la dinastía de los borbones y el sistema feudal en general e instaurar definitivamente el régimen burgués.
La época de las revoluciones proletarias acaba de empezar. La aparición del socialismo representa una necesidad histórica que emana del propio desarrollo objetivo de la sociedad.
Esto es algo inevitable. Las contrarrevoluciones que se han producido, los obstáculos que salen al paso pueden prolongar por cierto tiempo la vida al caduco sistema explotador, pero son impotentes para contener el avance de la sociedad humana hacia su porvenir socialista.
El eurocomunismo trata de contraponer a la revolución una barricada de arbustos y espinos con el fin de proteger el sistema capitalista. Pero las llamas de la revolución han destruido y reducido a polvo y cenizas no sólo este tipo de barricadas, sino también fortalezas enteras erigidas por la burguesía.
Los revisionistas, en particular los eurocomunistas, no son los primeros en atacar al marxismo-leninismo y en lanzarle los mayores anatemas. La reacción burguesa y los imperialistas han asesinado, torturado y arrojado a las mazmorras a miles y cientos de miles de comunistas y combatientes de la revolución que habían abrazado las ideas del marxismo-leninismo y luchaban por la liberación del proletariado y de los pueblos. Los fascistas han quemado en plazas públicas los libros de Marx, Engels, Lenin y Stalin, y todavía en muchos países son pasados por las armas aquellos que son descubiertos con esos libros, los que apenas pueden musitar con admiración y esperanza sus nombres. No hay biblioteca donde no tenga cabida tantos libros, revistas, periódicos y demás publicaciones que atacan al marxismo-leninismo; ningún cálculo ni suposición puede dar una idea exacta de la intensidad y amplitud de la propaganda anticomunista del imperialismo.
Pese a todo esto, el marxismo-leninismo no ha desaparecido. Vive y florece como ideología y como realidad, materializado en el sistema social socialista erigido según sus enseñanzas.
Ejemplo de ello es Albania socialista, son los partidos marxista-leninistas, son los millones de obreros y campesinos que combaten a diario por derrocar a la burguesía, por la democracia y la liberación nacional. No hay fuerza, tortura, intriga ni engaño que pueda arrancar el marxismo-leninismo de la mente y el corazón de las personas.
La doctrina de Marx y Lenin no es un esquema elaborado en los despachos de los filósofos y de los politicastros. Esta doctrina refleja las leyes objetivas del desarrollo de la sociedad.
La gente del trabajo, aunque no conozca el marxismo-leninismo, lucha para salvarse de la opresión y la explotación, para derrocar amos y tiranos, para vivir libre y gozar los frutos de su propio trabajo. Mas, conociendo las enseñanzas de Marx, Engels, Lenin y Stalin, encuentran el camino justo en esta lucha, la brújula que le orienta en la jungla capitalista, adquieren la luz que le ilumina su seguro porvenir socialista.
Los revisionistas quieren romper esta brújula, apagar esta luz y hacer perder esta perspectiva a los trabajadores.
Hasta hace poco los partidos revisionistas de Occidente estaban unidos en la campaña anticomunista jruschovista-imperialista en contra de Stalin. Hablaban con gran celo de la «liberación del stalinismo» para retornar supuestamente al leninismo, que, según ellos, había sido deformado por Stalin. Ahora preconizan la renuncia al leninismo «para unirse» a los fundadores del socialismo científico, Marx y Engels.
El rápido ascenso por los peldaños de la traición al marxismo-leninismo, estos renegados pretenden presentarlo como un agotador ascenso a la montaña para encontrar la fuente de la verdad comunista. Pero los revisionistas, ya sean jruschovistas o eurocomunistas, combaten por igual, con la misma ferocidad y perfidia, tanto a Stalin como a Lenin y Marx.
El concentrar en un comienzo su fuego contra Stalin, dejando temporalmente de lado a Lenin, no pasaba de ser una simple táctica. Su lógica de clase indicaba a los imperialistas y los revisionistas que en un momento dado era preferible destruir primero el socialismo en la Unión Soviética, golpear en un comienzo el marxismo-leninismo allí donde había sido llevado a la práctica. La burguesía y la reacción comprendían que la degeneración capitalista de la Unión Soviética contribuiría en gran medida a su lucha por hacer degenerar a los partidos comunistas que no estaban en el Poder.
El nombre y la obra de Stalin estaban vinculados a la creación del Estado de la dictadura del proletariado en la Unión Soviética y a la construcción del socialismo en este país. Al denigrar a Stalin y el sistema social por el cual éste luchó y trabajó durante toda su vida, la reacción y toda la escoria anticomunista no sólo pretendían destruir la base más grande y poderosa del socialismo, sino también el sueño comunista de cientos y cientos de millones de personas del mundo entero. Atacando a Stalin y su obra, pretendían inculcar en los combatientes de la revolución el espíritu de pesimismo, el amargo sentimiento de los que se decepcionan al ver que inconscientemente se han guiado por un ideal caduco.
Pero, a pesar de las grandes esperanzas que cifraron en su campaña contra Stalin y del triunfo de la contrarrevolución en la Unión Soviética y en otros países, la revolución no se aplastó, el marxismo-leninismo no desapareció, el socialismo no dejó de existir. Grande fue la traición jruschovista, pero jamás pudo arriar la gloriosa bandera del marxismo-leninismo, la que mantienen siempre en alto los auténticos revolucionarios, millones de personas que confían en su fuerza inagotable. Mientras el jruschovismo se desenmascaró como ideología contrarrevolucionaria de la restauración capitalista y como política de gran Estado para la dominación del mundo, el marxismo-leninismo continuó siendo la ideología que conduce al triunfo de la revolución y a la liberación de los pueblos.
Ahora los revisionistas se han vuelto contra el leninismo. Es natural hacerse la pregunta: ¿por qué se emprende este ataque contra el leninismo, y por qué son precisamente los eurocomunistas sus abanderados?
Así como Jruschov, que con su ataque a Stalin buscaba golpear la teoría y la práctica de la edificación del socialismo, los eurocomunistas, con su ataque a Lenin, quieren golpear la teoría y la práctica de la revolución proletaria. La obra de Lenin es muy vasta, mas es una obra que se ciñe precisamente a la preparación y la realización de la revolución. Por lo tanto, al igual que Jruschov no podía destruir el socialismo en la Unión Soviética sin quitar de en medio a Stalin, tampoco los eurocomunistas pueden sabotear y minar hasta el fin la revolución sin quitar a Lenin de la mente y el corazón de los trabajadores.
En su lucha por negar y denigrar el marxismo-leninismo, la burguesía ha tenido siempre a su lado, según las circunstancias, oportunistas de toda calaña, renegados de todos los colores. Todos ellos han predicado el fin del marxismo, considerándolo inadecuado a los nuevos tiempos, mientras que sus ideas «modernas» las han propagado como ciencia del futuro. Pero ¿qué fue de Proudhon, Lassalle, Bakunin, Bernstein, Kautsky, Trotski y sus secuaces? La historia no dice de ellos nada de positivo. Sus prédicas han servido únicamente para frenar y sabotear la revolución, para minar la lucha del proletariado y el socialismo. En su enfrentamiento con el marxismo-leninismo sufrieron sólo derrotas y todos fueron a parar al basurero de la historia. De este basurero rebuscan de vez en cuando los nuevos oportunistas su programa ideológico, tratando de hacer pasar por suyas las fórmulas y las tesis fracasadas y desacreditadas de sus predecesores, y oponerlas al marxismo-leninismo. Así actúan hoy también los eurocomunistas.
En sus esfuerzos por negar el marxismo-leninismo, presentándolo como «caduco» y so pretexto de encontrar teorías supuestamente nuevas para pasar al socialismo todos unidos, proletarios y burgueses, curas y policías, sin lucha de clases, sin revolución, sin dictadura del proletariado, los eurocomunistas no son ni los primeros ni originales.
Nuestro Partido del Trabajo de Albania ha analizado y desenmascarado desde hace tiempo las teorías antimarxistas y la actividad contrarrevolucionaria de los revisionistas yugoslavos y soviéticos. Asimismo, ha desbaratado los puntos de vista y las posiciones oportunistas y burguesas de los revisionistas chinos. Tampoco ha dejado de criticar la degeneración ideológica y organizativa de los partidos comunistas de Europa Occidental. Pero en este libro nos detendremos más detalladamente en analizar y criticar los conceptos y las tesis anticomunistas de la corriente revisionista que está ocasionando un grave daño a la causa de la revolución y del socialismo no sólo en Europa, sino también en todo el mundo. Los padrinos capitalistas han bautizado esta corriente del revisionismo moderno de eurocomunismo, mientras que para nosotros, los marxistas-leninistas es anticomunismo». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)
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