«En los países que han conquistado total o parcialmente la independencia política, la revolución se encuentra en distintas etapas de desarrollo y no se le plantean las mismas tareas. Existen entre ellos países que se encuentran en vísperas de la revolución proletaria, mientras que en muchos otros, están a la orden del día las tareas de la revolución nacional, democrática, antiimperialista. Pero en todo caso, mientras esta revolución esté dirigida también contra la burguesía internacional, contra el imperialismo, es aliada y reserva de la revolución proletaria mundial.
Pero, ¿acaso esto significa que tales países deben permanecer en la fase nacional-democrática de la revolución y que los revolucionarios no deben hablar de la revolución socialista y prepararse para ella por miedo de superar y quemar las etapas y de que alguien pueda tratarles de blanquistas? Lenin se ha referido a la necesidad de transformar la revolución democrático-burguesa en revolución socialista en los países coloniales desde la época en que en estos países las revoluciones democrático-burguesas todavía se encontraban en embrión. Marx y Engels, al criticar al blanquismo, no consideraron prematuras, ni la revolución de 1848, ni la Comuna de París. El marxismo-leninismo no confunde en absoluto la impaciencia pequeño burguesa que conduce a quemar las etapas, con la necesidad del desarrollo ininterrumpido de la revolución». (Enver Hoxha; La teoría y la práctica de la revolución, 1977)
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