domingo, 19 de enero de 2020

¿Un gobierno PSOE-Podemos satisface los problemas de los trabajadores? ¿Es el socialdemocratismo un aliado fiable en la lucha contra el fascismo?


«a) ¿Cómo resumiríamos el pensamiento socialdemócrata?:

«En el plano interno:

(a) renunciaban tanto al leninismo como al marxismo oficialmente, declarando a ambos como obsoletos e inservibles, optaban por el socialdemocratismo reformista concretizado de los últimos años; (b) fijaban como base central de su pensamiento la «armonía entre clases» en detrimento de la lucha de clases marxista-leninista; (c) negaban la necesidad de la revolución apostando por reformas; dicho de otro modo, renunciaban a la toma del poder a través de la revolución violenta en favor de la vía pacífica a través del parlamento burgués, negando que la violencia revolucionaria de las clases explotadas contra las clases explotadoras sea una evidencia histórica; (d) creían que el Estado no es la herramienta de una clase determinada para imponer su dictadura, sino que es una herramienta para «mitigar las contradicciones entre las clases sociales y armonizarlas», creían que no era necesario derribar y destruir el viejo aparato del Estado burgués para llegar al socialismo, sino que defendían que el aparto del Estado burgués y la democracia burguesa era la democracia de todas las clases sociales y podía dar el socialismo al proletariado aprovechando el sistema parlamentarista burgués, a diferencia del concepto marxista-leninista de que la democracia burguesa es expresión de la dictadura de una clase determinada, la burguesía, y que no existe pues democracia para todos, ni existen medios a través de sus instituciones para transitar al socialismo, debido a que mantiene su poder económico y tal estructura de Estado responde además a salvaguardarlo, por tanto es necesario derribarlo a través de la toma del poder político, crear el nuevo poder de las masas populares; los soviets, y acabar con el poder económico de las clases explotadoras, para que el proletariado ejerza su dictadura, su democracia de clase en alianza con las masas populares; e) pensaban que nacionalizando ciertas empresas, creando una «economía mixta», se podría crear una cierta planificación, «acabar con las crisis del capitalismo», e incluso llamar a tal sociedad «socialista», por otro lado los marxistas-leninistas veían en esto tan solo la creación del capitalismo de Estado –propiedad colectiva de los capitalistas– frente a la abierta propiedad privada –propiedad individualizada de uno o varios capitalistas– y un intento vano de reprimir fallidamente la acción de las leyes capitalistas que por otro lado no se eliminaban y seguían operando dentro de empresas nacionalizadas, no solucionando las crisis económicas; f) teorizaban que el arte, la educación, la música, la literatura, toda la cultura en general era neutral en la sociedad capitalista-burguesa, negando la explicación marxista de que la cultura como parte de la superestructura está determinada por la base económica del Estado que es burgués, en tanto no es ni puede ser neutral; g) rehabilitaron a la religión, y concebían la posibilidad de unir la ideología socialdemócrata y la ideología religiosa y de lograr una sociedad socialista plena sin eliminar la religión, contrariamente a los marxista-leninistas que educaban a sus cuadros en el ateísmo científico, y veían incompatible el marxismo-leninismo y su materialismo-dialéctico con el idealismo-metafísica de la religión, y ligaban la cultura de la sociedad socialista al triunfo del ateísmo sobre la religión en sus miembros; h) en sus partidos no exigían unidad ideológica y de acción, dejando vía libre al eclecticismo ideológica y a las fracciones, tampoco tenían especial interés en mantener una composición social sana, ello les diferenciaba de la línea monolítica, de férrea unidad ideológica del partido marxista-leninista, y de su preocupación por agrupar a los elementos más avanzados del proletariado y del resto de clases populares que mantuvieran una ideología proletaria.

Y en el plano exterior:

(a) Anteponían los intereses nacionales a costa de los intereses internacionalistas, es decir, abandonaron el internacionalismo proletario por el socialchovinismo; b) creían que en esta época del capitalismo era posible un mejor reparto de las riquezas entre países, a diferencia de los marxistas-leninistas que concluían que en la época imperialista del capitalismo, de la monopolización, lejos de ocurrir esto, hacia más voraz a los países capitalistas imperialistas en su carrera por conquistar nuevas tierras, nuevos mercados, etc.; c) creían que la cuestión nacional y colonial era algo secundario o incluso artificial, y apoyaban las teorías chovinistas e imperialistas y de opresión nacional, frente al marxismo, que reconocía este problema y buscaba darle solución». (Equipo de Bitácora (M-L); Terminológico, 2015)

¿Qué es lo que lleva a la socialdemocracia a ser tan atractiva para las capas atrasadas y a la vez resulte tan endeble para las capas más concienciadas?:

«Para las capas atrasadas supone un polo intermedio entre el conservadurismo de la derecha y el aparente radicalismo del comunismo. Debido al bajo nivel político y cultural de las masas, es posible simplificar esto hasta estos extremos en casi todas las cuestiones, si a eso le sumamos la escasa memoria política, cuando no la indiferencia hacia la política, tenemos siempre en la socialdemocracia la opción sensata para el nivel político del votante medio. En el caso español, el hecho de que el PSOE haya conseguido adaptarse oportunamente a los movimientos sociales de moda como el movimiento LGTBI o a las variadas ramas del feminismo, suma un gran número de votantes fieles de diversos colectivos en auge, colectivos a los que por supuesto no se discute ni una coma de todas sus teorías y conclusiones ni siquiera cuando se encuentran disparates de tamaño, ya que contradecir públicamente a cualquier de estos movimientos se interpreta desde la cúpula de los grandes partidos socialdemócratas como una «lucha ideológica estéril» que bien puede hacerle perder votos, algo que no se pueden permitir.

Pero entre las cuestiones siempre pendientes, está la cuestión social. Cuando la socialdemocracia está en el poder, comete como viene haciendo desde hace siglos, una evidente política de colaboración de clases lo que le mete de lleno en una contradicción de la cual no puede escapar: ya que dicen defender a los «trabajadores» o a «toda la nación» sin distinción de clases, mientras en la práctica gobiernan en favor de una parte ínfima de ella, esto es, gobiernan en favor de los explotadores y en contra de la mayoría de población: los explotados. Al colocarse en pro de los deseos de los poderosos no solo no resuelve la problemática de la cacareada «justicia social» sino que ahondan las contradicciones del capitalismo y sus tensiones sociales, y por tanto causa un desapego entre los trabajadores de mayor concienciación socio-política. A su vez, con sus actuaciones la socialdemocracia crea condiciones objetivas para que sus opositores –desde anarquistas, conservadores, comunistas hasta fascistas– puedan aprovechar dicho panorama si son hábiles y audaces en la realización de un buen trabajo de persuasión entre las masas. De hecho, cualquier grupo político que pueda realizar un buen trabajo de masas estaría en condiciones de radicalizar y llevar hacia su terreno a las masas trabajadoras descontentas con los socialdemócratas». (Equipo de Bitácora (M-L); Las luchas de fracciones en Podemos y su pose ante las masas, 2017)

¿Qué diferencia hay para los marxistas y los socialdemócratas sobre la cuestión de las reformas?

Marx ya advirtió ante este tipo de desviaciones que empezaban a surgir entre algunos que no habían comprendido el socialismo científico:

«Para nosotros no es cuestión reformar la propiedad privada, sino abolirla; paliar los antagonismos de clase, sino abolir las clases; mejorar la sociedad existente, sino establecer una nueva». (Karl Marx; Circular del Comité Central a la Liga Comunista, 1850)

La actitud programática en lo económico de los oportunistas de hoy, es la misma que ya en su día Marx denunció irónicamente analizando las insinuaciones del revisionista Bernstein:

«No se renuncia al programa; lo único que se hace es aplazar su realización... por tiempo indefinido. Se acepta el programa, pero esta aceptación no es en realidad para sí mismo, para seguirlo durante la vida de uno, sino únicamente para dejarlo en herencia a los hijos y a los nietos. Y mientras tanto, «todas las fuerzas y todas las energías» se dedican a futilidades sin cuento y a un remiendo miserable del régimen capitalista, para dar la impresión de que se hace algo, sin asustar al mismo tiempo a la burguesía. (...) No debe ser un partido de la clase obrera, no debe despertar el odio de la burguesía ni de nadie. Lo primero que debe hacer es realizar una propaganda enérgica entre la burguesía; en vez de hacer hincapié en objetivos de largo alcance, que asustan a la burguesía y que de todos modos no han de ser conseguidos por nuestra generación, mejor será que concentre todas sus fuerzas y todas sus energías en la aplicación de reformas remendonas pequeñoburguesas, que habrán de convertirse en nuevos refuerzos del viejo régimen social, con lo que, tal vez, la catástrofe final se transformará en un proceso de descomposición que se lleve a cabo lentamente, a pedazos y, en la medida de lo posible, pacíficamente. Esa gente es la misma que, so capa de una febril actividad, no sólo no hace nada ella misma, sino que trata de impedir que, en general, se haga algo más que charlar». (Karl Marx; De la carta circular a A. Bebel, W. Liebknecht, W. Bracke y otros, 1879)

Lenin también desató una lucha sin piedad contra la distorsiones sobre el rol que juegan las reformas:

«A diferencia de los anarquistas, los marxistas admiten la lucha por las reformas, es decir, por mejoras de la situación de los trabajadores que no lesionan el poder, dejándolo como estaba, en manos de la clase dominante. Pero, a la vez, los marxistas combaten con la mayor energía a los reformistas, los cuales circunscriben directa o indirectamente los anhelos y la actividad de la clase obrera a las reformas. El reformismo es una manera que la burguesía tiene de engañar a los obreros, que seguirán siendo esclavos asalariados, pese a algunas mejoras aisladas, mientras subsista el dominio del capital. Cuando la burguesía liberal concede reformas con una mano, siempre las retira con la otra, las reduce a la nada o las utiliza para subyugar a los obreros, para dividirlos en grupos, para eternizar la esclavitud asalariada de los trabajadores. Por eso el reformismo, incluso cuando es totalmente sincero, se transforma de hecho en un instrumento de la burguesía para corromper a los obreros y reducirlos a la impotencia. La experiencia de todos los países muestra que los obreros han salido burlados siempre que se han confiado a los reformistas. Por el contrario, si los obreros han asimilado la doctrina de Marx, es decir, si han comprendido que es inevitable la esclavitud asalariada mientras subsista el dominio del capital, no se dejarán engañar por ninguna reforma burguesa. (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Marxismo y reformismo, 1913)

Los comunistas albaneses, ante el auge del reformismo en el movimiento obrero debido a la hegemonía del revisionismo, recordaron todo esto que acabamos de ver:

«No hay que sobrestimar el rol de las reformas en las condiciones del capitalismo, de ningún modo hay que crear en la clase obrera y las masas trabajadoras ilusiones del tipo que por medio de las reformas se pueden resolver los problemas vitales de los trabajadores, asegurar el mejoramiento radical de sus condiciones de trabajo y vida. Marx argumentó de modo científico en su obra «El Capital» que la acumulación de la pobreza en un polo y de la riqueza en el otro polo era una ley de desarrollo del capital, que la lucha de la clase obrera y los mejoramientos parciales que arranca al capital podían frenar y limitar temporalmente el efecto de la acción de esta ley, pero no pueden destruirla sin haber destruido el capitalismo mismo. Esta tesis se pone en evidencia con los hechos actuales. Por ejemplo durante la última década, Italia ha ampliado aún más la brecha entre el rendimiento del trabajo que ha aumentado dos veces más que los salarios reales de los trabajadores: de hecho, durante los últimos diez años hemos notado la tendencia a mantener, e incluso disminuir la parte de la renta nacional que está destinada a los trabajadores. Si el programa de reformas se separa, se aísla, y se convierte en algo independiente de la lucha general por el derrocamiento por el derrocamiento del capitalismo y el triunfo del socialismo, sobre todo cuando la lucha de reformas se presenta como la vía al socialismo, como es el hecho de la actual dirigencia del PCI, esto lleva a posiciones oportunistas y reformistas del «economismo» de Bernstein, desorienta la lucha de clases obrera, con el pretexto de algunas mejoras y reformas parciales, desviando el objetivo principal: la lucha para derrocar al capitalismo. (...) En la lucha por las reformas no hay que olvidar tampoco la importante enseñanza de Lenin según el cual hay reformas y reformas. Hay unas reformas que los trabajadores, bajo la dirección del partido revolucionario, arrancan por su lucha al capital, lo obligan a batirse en retirada, a hacer concesiones, que son ciertamente reformas en interés de las masas trabajadoras y es por ello que por tales reformas hay que pelear. Pero también existen reformas engañosas que son emprendidas por las clases explotadoras en el poder, a fin de desviar a los trabajadores de la revolución. (...) Esta es la razón por la que la actitud del partido revolucionario de la clase obrera con respecto a las reformas en las condiciones del capitalismo debe ser crítica y reservada». (Zëri i Popullit; A propósito de las tesis concernientes al Xº Congreso del Partido Comunista Italiano, 18 de noviembre de 1962)

Dejando la cuestión de las reformas y sus límites, nos centraremos en otra importante cuestión: el incumplimiento histórico de la socialdemocracia de sus promesas. Pondremos un caso histórico donde Dimitrov exponía las falsas promesas de la socialdemocracia, y explicaba como encarar de cara a su base, la exposición de las mentiras de sus líderes:

«En Bélgica, los jefes del partido socialdemócrata, con Émile Vandervelde a la cabeza, entraron en el gobierno de coalición. Lograron este «éxito» mediante una larga y amplia campaña por dos reivindicaciones principales: 1. derogación de los decretos-leyes especiales y; 2. realización del plan de Man. La primera cuestión es de gran importancia. El gobierno anterior había promulgado en total 150 «decretos-leyes» reaccionarios, que arrojaban cargas extremadamente pesadas sobre las espaldas del pueblo trabajador. Se planteaba el problema de derogarlas inmediatamente. Así lo exigía el partido socialdemócrata. ¿Acaso el nuevo gobierno ha derogado muchos de estos «decretos-leyes»? Ni uno solo. Se ha limitado a atenuar un poco algunos con objeto de suministrar una especie de indemnización «simbólica» para las promesas de gran envergadura. (...) En lo que respecta a la realización del pomposo plan de Man, la cosa tomó para las masas socialdemócratas un cariz inesperado. Los ministros socialdemócratas declararon que, antes de nada, había que superar las crisis económica y realizar tan sólo aquellas partes del plan de Man, que mejorasen la situación de los capitalistas industriales y de los bancos, y que sólo entonces se podría pasar a poner en práctica medidas encaminadas a mejorar la situación de los obreros. (...) Fue implantada una desvalorización del franco belga en un 28% y, mediante esta manipulación, los banqueros han podido apropiarse como trofeos 4.500 millones de francos, a costa de los que viven de un salario y de los ahorros de gente modesta. (...) A base del plan de Man, el gobierno nombró una comisión de control sobre los bancos; ¡pero una comisión compuesta de banqueros que se controlan a sí mismos alegre y despreocupadamente! El plan de Man promete también muchas otras cosas buenas: «reducción de la jornada de trabajo», «normalización de los salarios», «salario mínimo», organización de un sistema completo de «seguros sociales», «extensión de las comodidades mediante la construcción de nuevas viviendas», etc. Son todas ellas reivindicaciones que nosotros, los comunistas, podemos apoyar. (...) ¡Exijamos de los ministros socialdemócratas que cumplan las promesas que han hecho a los obreros! ¡Fundámonos en el frente único para la defensa eficaz de nuestros intereses! ¡Señor ministro Vandervelde: nosotros apoyamos las reivindicaciones contenidas en su plataforma para los obreros, pero declaramos abiertamente: tomamos en serio estas reivindicaciones; ¡queremos hechos y no palabras hueras, y por esta razón agrupamos a cientos de miles de obreros para luchar por estas reivindicaciones! De este modo, los comunistas en los países, donde existen gobiernos socialdemócratas, al aprovechar las reivindicaciones concretas correspondientes, tomadas de las plataformas de los propios partidos socialdemócratas y las promesas electorales de los ministros socialdemócratas, como punto de partida para acciones conjuntas con los partidos y organizaciones socialdemócratas, podrán después desplegar con mayor facilidad una campaña para establecer el frente único, basándose ya en otra serie de reivindicaciones de las masas, que luchan contra la ofensiva del capital, contra el fascismo y la amenaza de guerra. Además, hay que tener presente que, si las acciones conjuntas con los partidos y organizaciones socialdemócratas exigen de los comunistas, en general, una crítica seria, razonada, del socialdemocratismo como ideología y práctica de la colaboración de clases con la burguesía, así como esclarecer infatigablemente y con espíritu de camaradería a los obreros socialdemócratas el programa y las consignas del comunismo, esta tarea es de singular importancia para la lucha del frente único, precisamente en los países donde existen gobiernos socialdemócratas». (Georgi Dimitrov, La clase obrera contra el fascismo: Informe en el VIIº Congreso de la Internacional Comunista, 2 de agosto de 1935)

Por tanto, como explica Dimitrov, los comunistas deben desenmascarar a los líderes socialdemócratas o conservadores frente a los trabajadores no solo limitándose a exponer que su programa no es revolucionario, sino que ni siquiera cumplen las reformas más básicas, por lo que si no cumplen tales garantías no son garantía de ningún tipo de bienestar para los trabajadores, ni mucho menos se llegará a un «socialismo a base de sucedidas reformas. Es precisamente esta decepción con el reformismo, su falta de compromiso y sobre todo su ineficacia para paliar los bases del capitalismo, lo que radicaliza a las masas, pero para que tal descontento sea productivo los comunistas deben de organizarse y vincularse con las masas para poder canalizar dicho descontento.

Podríamos hablar del PSOE histórico, de sus programas y promesas electorales no cumplidas. Podríamos citar la vieja postura de Felipe Gónzalez sobre las bases militares yankees, sobre la cuestión del Sáhara o sobre la OTAN... pero los sanchistas nos responderían con que ellos no se pueden hacer responsables de lo que ocurrió hace tantos años, así vayamos al PSOE más reciente, el del propio Sánchez.

El PSOE en estos 9 meses de gobierno, ha incumplido varias de sus promesas realizadas ante sus votantes: abolir la Ley Mordaza, cambiar la última Reforma Laboral del PP, publicar la lista de los amnistiados fiscales por la ley del PP, retirar las medallas a franquistas torturadores como Billy el Niño –concedida precisamente por el socialdemócrata Felipe González–, parar las deportaciones en caliente de inmigrantes, subida de impuestos a grandes compañías, intervenir y regular el precio de la vivienda, la exhumación de Franco del Valle de los Caídos [realizada tardíamente en 24 de octubre de 2019, como método electoralista ante de los comicios y permitiendo todo tipo de honores], etc.

El hecho de que el PSOE haya sacado una gran victoria electoral para lo que se esperaba, no descarta que no vaya a incumplir de nuevo las medidas más progresistas de su programa. Y cuando eso ocurra de nuevo, ante la inexistencia de un partido comunista, es bien sabido a donde irán a parar estas condiciones objetivas de crisis y desastre provocado por la socialdemocracia: bien por la no resolución del desempleo, por una nueva crisis regional o mundial de la cual no pueda escapar, por el incumplimiento de su programa en las tareas más básicas, la no resolución de la problemática nacional o por los factores múltiples que son imaginables. Esto será aprovechado por la derecha –PP, C's o VOX–. 

Insistimos. Entiéndase el ambiente propicio que eso crea para que sea ser aprovechado no solo por los grupos conservadores y liberales democrático-burgueses, sino por el abierto fascismo. Incluso que desde estos grupos no abiertamente fascistas se apoye una fascistización

La política tibia, cobarde y reformista de los socialdemócratas que se muestra ante el pueblo como «representantes de la clase obrera», de la «izquierda», favorece que las capas intermedias se echen a los brazos del fascismo:

«Los jefes reaccionarios asustaban a los obreros socialistas con este argumento: el programa revolucionario y la política de los comunistas echan a los campesinos y a las capas medias de la ciudad en brazos del fascismo. Que la colaboración de los socialistas con los comunistas no haría más que acentuar este peligro. A esto replicamos: la verdad es todo lo contrario. Es la política de coalición de los partidos socialistas con la burguesía la que echa a los campesinos y a las capas medias de la ciudad en brazos de los demagogos fascistas. ¿Por qué? Porque los socialistas gubernamentales respaldan, apoyan y comparten los ataques de la burguesía contra los campesinos trabajadores y las capas medias de la ciudad, porque con ello se compromete toda la clase obrera a los ojos de estas capas intermedias, porque con ello estas capas medias pierden la fe en la clase obrera, se apartan de ella y se echan fácilmente en brazos del primer aventurero fascista que llega. En cambio, el restablecimiento de la unidad de acción de la clase obrera y la lucha en común no sólo por las reivindicaciones de los obreros, sino también por los intereses de los campesinos trabajadores y de la pequeña burguesía urbana, facilitarían la incorporación de estas capas sociales al movimiento de la clase obrera y la formación de un potente frente popular de todos los trabajadores contra el puñado de bandoleros capitalistas. A la demagogia fascista se la privaría de base con esto». (Klement Gottwald; Por la aplicación acertada de la línea del VIIº Congreso de la Internacional Comunista, 1936)

Decimos que la pronta o tardía decepción del PSOE ante las masas será aprovechada por la derecha, ya que la otra formación socialdemócrata, Podemos, ha demostrado en su corta vida política no tener capacidad para distanciarse en el discurso y el programa del PSOE en muchas de las cuestiones claves, y como ya advertimos, el fraccionalismo hará el resto para que, desunido y falto de influencias, cada vez pinte menos en la política española. Como anticipaba el antiguo Iglesias de 2015, el gobierno de coalición con el PSOE «le puede hacer mucho daño a Podemos» al ser su cómplice.

Es loable decir que en Europa y concretamente España, el PSOE se ha mostrado como un partido altamente derechizado con el paso de las décadas, que más que socialdemócrata se ha comportado como un partido neoliberal. Es el culpable de la adhesión de España a la OTAN y a la Unión Europea, conocido además por las medidas de desindustrialización, terrorismo de Estado, y conocidos casos de corrupción en los 80 y 90. Para muestra un dato: las mayores huelgas del postfranquismo se han producido durante los gobiernos del PSOE en la era de Felipe González, el cual atacó la sanidad, las pensiones, la educación y los derechos laborales. En 1986, sin ir más lejos, se permitió a EE.UU. hacer uso del espacio soberano del país durante los desarrollos de la operación «El Dorado Canyon» dirigida contra Libia, así como apoyó a la intervención de la OTAN en Yugoslavia durante los 90, sin olvidar la propia participación española sin olvidar la participación en la Guerra del Golfo de 1990. Durante el gobierno de Zapatero el PSOE propició sendas reformas laborales e inyecciones a los bancos con dinero público, así como varios recortes en todos los sectores público, y ha sido cómplice en la mayoría de aventuras del imperialismo mundial, mientras que en otras ocasiones ha mirado hacia el otro lado cuando así convenía. El PSOE no es garantía de defender los intereses populares ni dentro ni fuera del país.

Esta derechización meteórica del PSOE ha sido el reflejo de la tendencia general de la socialdemocracia a nivel mundial durante estas últimas décadas:

«Con el devenir de los años, y los acontecimientos históricos, la socialdemocracia viró hacia la derecha, al tiempo que las diferentes tendencias revisionistas también giraron hacia la derecha, buscando la fusión con la socialdemocracia, eliminado las endebles líneas demarcadoras entre los partidos revisionistas y los socialdemócratas. Pero la socialdemocracia siguió en su deriva ideológica propia acercándose a los postulados capitalistas de moda, así en los últimos años, entrado el siglo XXI, los partidos socialdemócratas han sufrido una agudización del proceso de derechización hasta extremos insospechados; de hecho, estas agrupaciones no llegan a cumplir en sus programas y acciones ni siquiera con los viejos esquemas programáticos de socialdemocratismo de mediados del siglo pasado; de hecho, los partidos socialdemócratas en el poder han liderado gran parte de las medidas más reaccionarias de los gobiernos del mundo, son directos representantes y defensores del gran capital, de la gran burguesía, de la oligarquía más insultante, de la reacción, aliado de los monopolios e imperialismo –cuando no los lideran–; y en grandes ocasiones forman parte de la vanguardia teórico-práctica del capitalismo neoliberal. Incluso, en la actualidad es extremadamente difícil diferenciar a un partido socialdemócrata de un partidos considerado de «derecha», o conservadores, o liberales, o neoliberales, fascistas, etc.

Ante esta perspectiva y los fracasos de sus gobiernos, estas organizaciones han caído en el descrédito y la pérdida de influencia en las masas lo que los ha llevado a una profunda y permanente crisis que se ha traducido en la continua traición de los intereses de las masas trabajadoras. Se ha llegado al punto de que tanto viejos como nuevos socialdemócratas tienen miedo a denominarse como tal porque saben de que están desacreditados antes las masas trabajadoras que son conocedoras de sus traiciones, esto les ha empujado a utilizar eslóganes eclécticos propios del fascismo como: «ni de izquierdistas ni de derechas», pero sus propuestas, y sobre todo su práctica, siguen demostrando que son herederos de la II Internacional, así como integrantes de su reedición, la Internacional Socialista». (Equipo de Bitácora (M-L); Terminológico, 2015)

De hecho, para que se entienda el nivel de «fiabilidad», el PSOE ya intentó pactar con Ciudadanos en 2015 para formar gobierno, los mismos que en Andalucía gobiernan de la mano con el PP y Vox para aumentar el precio de las guarderías o derrumbar la Ley de Memoria Histórica. Sería una total ingenuidad confiar en la dirección del derechizado PSOE.

Es ya hora de dejar de considerar, como hace Podemos, al PSOE como un «partido progresista» más allá de las medidas en favor de los trabajadores que en un momento determinado haya promovido bajo la presión popular, como la ley del divorcio o la ley del aborto en los 80, o recientemente la cacareada subida del salario mínimo, que tampoco se equipara a lo esperado con otros países europeos, y que ya está siendo contrarrestada con anuncios de subidas de impuestos. Como decía Lenin, hay reformas y reformas, y las del PSOE no van encaminadas a poner un peldaño más que encamine a la revolución, sino que son reformas destinadas a reforzar el modelo capitalista, a reforzar el llamado modelo de la «sociedad de consumo», el «Estado de bienestar», el «progreso económico», a reforzar los patrones culturales que sirven como analgésicos para la conciencia de clase de los trabajadores.

En resumen, el PSOE ha demostrado sobradamente que es un partido más del gran capital, y que actúa en contra de los intereses populares, y que, en muchas otras ocasiones y cuestiones, simplemente se ve forzado a implementar medidas progresistas acordes a la época, pero esto no tiene especial mérito, es algo que ocurre históricamente con todo gobierno burgués sea del corte que sea: o se actualiza en algunas cuestiones, o hace concesiones incluso contra su opinión, o perece. O igual algunos creen que la burguesía estaba dispuesta a legalizar los sindicatos obreros, el derecho a expresión de los periódicos obreros, la jornada de 8h o el derecho a voto femenino.

Sí... siempre debemos insistir en diferenciar la cúpula, los cuadros intermedios y los militantes de base, sus votantes o simpatizantes, pero sin ser condescendientes.

Si pusiéramos en una balanza las acciones del PSOE, veríamos que en su mayoría ha perjudicado gravemente los intereses populares. No olvidemos que fue un cómplice esencial –junto a otros como el PCE, el PNV o CIU– en la estafa con la que «bombardearon» a las masas de que el nuevo régimen de tipo democrático-burgués que salía del franquismo sin depurar, iba a solucionar sus problemas políticos, nacionales y de clase. Y hoy se pagan las consecuencias de creer dicha promesa.

Ya hemos concluido en no pocas ocasiones que Podemos con su movilización fulgurante hacia la derecha aspira a ocupar el lugar dejado por el PSOE cuando mutó hacia el neoliberalismo en varias ocasiones. Pero lejos de lo que proclamaba Pablo Iglesias en 2015, la cúpula de Podemos ya no pretende el «sorpasso» al PSOE, sino rogar tener algún ministerio a su lado. Todo ello, mientras se ve obligado a vender la bonita historia de que esta «es la única garantía de que el PSOE ejerza una política de izquierdas» que «realmente beneficie a los trabajadores». Es sencillo comprender que un sujeto o colectivo no puede ser garantía de controlar los defectos de otro cuando está manifestando y mutando, reproduciendo defectos análogos. Aunque no fuese así, Podemos tampoco está en una situación de fuerza para forzar ese «control» sobre el PSOE por motivos de organización e ideológicos.

En 2015 Podemos parecía que según las encuestas podía ser la primera fuerza política. ¿Acaso en aquel entonces era garantía de algo para las clases trabajadoras? Solo un necio apolítico, un trabajador con bajo nivel de formación o un veterano oportunista pudieron pensarlo así. El tiempo desenmascaró a estos farsantes:

«Pese a lo que digan los ilusos, Podemos no puede servir para proponer o hacer nada que no se haya visto en otros partidos de corte reformista con sus sonados fracasos [véase lo que ocurrió con sus aliados internacionales de Syriza en el gobierno durante 2015-2019 y la justificación de Podemos a las traiciones hacia el pueblo griego], sus propuestas no se salen de los límites del sistema actual, pero es que ni siquiera cumplirán los aspectos más progresistas de su programa, y ni mucho menos harán otras cosas que sus seguidores fantasean [aunque sus líderes ni quieran oír hablar de ello]. Pongamos unos breves ejemplos de estas ilusiones. Hay quienes dicen que Podemos es un «frente de varias organizaciones y corrientes de izquierda», serviría para «poner freno a los grandes monopolios», que «podría sacarnos de la OTAN» [cuestión que Podemos ya no cuestiona], que «podría proponer sobre la mesa una lucha contra la monárquica corrupta» [algo que Podemos también ha olvidado], que «acercaría a los obreros al comunismo» [ahora se reconocen abiertamente como socialdemócratas]. Esta gente en efecto no conoce ni ha estudiado las obras del comunismo, ni la propia historia del movimiento obrero de su país. Uno de los requisitos básicos para que triunfe un frente anticapitalista, es la existencia de un partido comunista, que si bien puede que no sea vanguardia al inicio, intentará ganarse tal posición por su línea política ante las masas trabajadoras, precisamente apoyándose en los obreros cansados de las bonitas palabras de los reformistas, y de la incapacidad de su dirigencia reformista de romper la colaboración de clase con la burguesía y su sistema, que no los libra de la explotación. Delegar en manos de reformistas y organizaciones de este tipo cuestiones como poner freno a los grandes monopolios y salirse de la OTAN... es un verdadero acto de fe sin respaldo en la historia. Ahí tenemos la actuación del PSOE de González con la OTAN. Lo mismo cabe decir de las promesas del PCE de Carrillo-Ibárruri de luchar contra la monarquía. ¿Tanto tiempo han pasado de estas traiciones para que la gente se deje engañar de nuevo? Más bien habría que decir que se ha hablado muy poco de ellas. Por último, ¿quién va a «enseñar» marxismo al obrero, el partido de Pablo Iglesias que alaba el trotskismo y el «socialismo del siglo XXI» mientras ataca frontalmente el «dogmatismo de Lenin y Stalin»? ¿Una agrupación que rechaza el centralismo democrático en favor del fraccionalismo y el eclecticismo ideológico? Una organización así no solo no va al socialismo, no va con seguridad ni a la vuelta de la esquina. Sigan soñando». (Equipo de Bitácora (M-L); Crítica al artículo: «Podemos» irrumpe con fuerza en el panorama español, 2014)

El pueblo debe aprender a rechazar este tipo de cuentos». (Equipo de Bitácora (M-L)Las elecciones, la amenaza del fascismo, y las posturas de los revisionistas, 2019)

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