«Pregunta: ¿Ha procedido acertadamente Pravda al abrir una libre discusión sobre los problemas de la lingüística?
Stalin: Sí, ha procedido acertadamente.
En qué dirección serán resueltos los problemas de la lingüística se verá claro al final de la discusión. Pero ya ahora se puede decir que la discusión ha sido muy provechosa.
La discusión ha puesto en claro, ante todo, que en las instituciones lingüísticas, tanto en el centro como en las repúblicas, imperaba un régimen impropio de la Ciencia, impropio en los hombres de ciencia. La menor crítica de la situación en la lingüística soviética, incluso los más tímidos asomos de crítica de la llamada «nueva doctrina» en la lingüística, eran perseguidos y sofocados por los círculos lingüísticos dirigentes. Valiosos trabajadores e investigadores eran destituidos de sus cargos o rebajados a puestos de menor importancia por abordar críticamente la herencia de N.Y. Marr o expresar la menor desaprobación de su teoría. Se elevaba a los altos cargos a lingüistas, no por el índice de trabajo sino porque aceptaban incondicionalmente la doctrina de N.Y. Marr.
Todo el mundo reconoce que no hay ciencia que pueda desarrollarse y prosperar sin lucha de opiniones, sin libertad de crítica. Pero esta regla universalmente reconocida era ignorada y pisoteada sin contemplaciones. Se formó un grupo cerrado de dirigentes infalibles que, poniéndose a salvo de toda posible crítica, hacía ley de sus caprichos y arbitrariedades.
Un ejemplo: el llamado «Curso de Bakú» –las conferencias pronunciadas por N.Y. Marr en Bakú–, que el autor mismo declaró defectuoso y prohibió reeditar, ha sido, no obstante, reeditado por disposición de la casta de dirigentes –el camarada Meschanínov los llama «discípulos» de N.Y. Marr– e incluido, sin hacer ninguna salvedad, entre los libros de texto recomendados a los estudiantes. Eso quiere decir que se ha engañado a los estudiantes, haciendo pasar por un libro de texto de pleno valor un «Curso» reconocido como defectuoso. Si yo no estuviera convencido de la honradez del camarada Meschanínov y de otros lingüistas, diría que semejante proceder equivale a un sabotaje.
¿Cómo ha podido ocurrir eso? Ha ocurrido porque el régimen a lo Arakchéev implantado en la lingüística fomenta la irresponsabilidad y estimula tales arbitrariedades.
La discusión ha resultado muy provechosa, ante todo, porque ha sacado a la luz ese régimen a lo Arakchéev y lo ha pulverizado.
Pero el provecho reportado por la discusión no acaba ahí. La discusión no sólo ha demolido el viejo régimen imperante en la lingüística, sino que, además, ha puesto de manifiesto la increíble confusión de ideas que reina, en los problemas más importantes de la lingüística, entre los círculos dirigentes de esta rama de la ciencia. Antes de comenzar la discusión, los «discípulos» de N.Y. Marr callaban, silenciando que las cosas no marchaban bien en la lingüística. Pero, una vez comenzada la discusión, se hizo imposible callar y tuvieron que pronunciarse en la prensa. Y ¿qué ha resultado? Ha resultado que en la doctrina de N.Y. Marr hay muchas lagunas, errores, problemas sin precisar y tesis insuficientemente elaboradas. ¿Por qué –se pregunta uno– los «discípulos» de N.Y. Marr no han hablado de ello hasta después de abierta la discusión? ¿Por qué no se han preocupado de ello antes? ¿Por qué no lo dijeron a su debido tiempo, franca y honradamente, como corresponde a los hombres de ciencia?». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; El marxismo y los problemas de la lingüística, 1950)
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