viernes, 6 de noviembre de 2020

¿Cuál debe de ser la forma y contenido crítico hacia los adversarios políticos?; Equipo de Bitácora (M-L), 2020


«Un problema que puede parecer secundario también tiene su aquel. Hablemos de la forma y contenido de las críticas hacia los adversarios políticos.

No estamos diciendo, como han proclamado diversos renegados, que el Partido Comunista de España (marxista-leninista) debiese intentar ganarse a las cúpulas de las distintas organizaciones oportunistas o a los cabecillas de las fracciones que surgían en su seno:

«En lo ideológico (…) Ya estábamos enfrascados en una lucha a fondo contra el revisionismo de Carrillo. (…) Ya lanzados como estábamos, íbamos a por Don Santiago sin concesiones. Razón de más para tratar con miramiento y diplomacia a los disidentes del PCE y a otros grupos políticos que –procediendo de otros orígenes –por entonces revestían el ropaje comunista–con la radicalización subsiguiente a mayo de 1968. Había que cortejarlos con donaire, delicadeza, paciencia y suavidad. Como mínimo, tratarlos con neutralidad benévola; lo menos que podíamos hacer con respecto a ellos era guardar silencio, abstenernos de críticas públicas; y de hacer críticas, en plan amistoso, con amabilidad y espíritu de concordia. Eso se traducía en una política de acercamiento y buenas relaciones para con los camaradas pro-soviéticos –E. García, Enrique Líster–, los amigos catalanes de la OCE (Bandera Roja) y los de Komunistak (MCE)». (Lorenzo Peña; Amarga juventud: Un ensayo de egohistoria, 2010) 

Por supuesto, para renegados como Lorenzo Peña no había, o apenas había, diferencias entre estos grupos y el PCE (m-l), o más bien lo que él quería hacer del PCE (m-l). Es la clásica concepción que se utiliza una cabeza de turco –Carrillo en este caso– para justificar el revisionismo de toda una organización –el Partido Comunista de España (PCE)– e incluso de toda una generación del movimiento obrero. Esto también lo haría el renegado Raúl Marco pasado unos años cuando echase la vista atrás sobre la historia del PCE (m-l) y sus posiciones como veremos después en otro capítulo. Afirmar estas conclusiones es como creer que el revisionismo no engendrase nuevas variantes, como si no tuviese cada día nuevos jefes y adoptase otras particularidades. Como si el revisionismo no alcanzase a los viejos militantes comunistas, como si no alcanzase a las propias organizaciones antes revolucionarias. 

Salirse del PCE no era ni es sinónimo de no ser un revisionista, hay mil cuestiones por las que los militantes abandonan el partido: cobardía, rencillas personales, apatía por la política, quemazón por el activismo intenso, evolución ideológica, rivalidades ideológicas entre variantes revisionistas, etc. y como vemos no todas tienen que ver con romper en lo ideológico con el revisionismo. Esto lo vemos actualmente en las continuas fracciones y escisiones del mundo revisionista.

«Tratar con miramiento» a los jefes y representantes del revisionismo sea del color que sea ni es revolucionario ni ayuda en nada a los propios militantes honestos que estén bajo su influencia. 

¿Cuál es la postura marxista-leninista al respecto de la polémica con otras agrupaciones y líderes? ¿Cuándo es posible el acercamiento y la unidad? Dejemos hablar a Enver Hoxha que resume esta cuestión a la perfección:

«En ningún caso puede haber unidad, de pensamiento y de acción con los traidores revisionistas. Aquí precisamente tiene su origen la polémica, que jamás podrá cesar.

No puede esperarse alcanzar la unidad basándose en la demagogia, en suposiciones, en esperanzas, en sentimentalismos. La unidad de los marxista-leninistas es algo enteramente diferente de la unidad preconizada por los revisionistas y está basada en sólidos principios. Si estos principios no se aplican enteramente, no podrá haber unidad.

Para los revisionistas modernos la unidad consiste en cesar la polémica, en no reconocer su traición, en proseguir en este camino de traición, consiste en la unidad sobre las cosas «que nos unen» –cuando en realidad nada, absolutamente nada nos une, sino que todo nos separa–, etc., etc.

Para nosotros tal unidad es absolutamente inaceptable. Aceptarla significaría deslizarse hacia las posiciones revisionistas, admitir toda su línea traidora. Nuestro partido nunca caerá en esta trampa. Un acuerdo con los revisionistas modernos puede preverse sólo cuando ellos hayan condenado abiertamente, públicamente toda su traición, y no solamente de palabra, sino demostrando también con hechos, concretamente, en la vida, que ellos han dado un viraje completo que cree en esta posibilidad, ha perdido el juicio. Si los revisionistas lo hacen –cosa que no harán jamás–, habrán firmado ellos mismos su sentencia a muerte. Otros hombres surgirán y nosotros discutiremos con ellos, estos serán revolucionarios, marxista-leninistas, pero los revisionistas no les servirán a éstos sus cabezas en bandeja de plata; las cabezas de los revisionistas deben ser cortadas con la lucha, con la revolución.

Los revisionistas han cometido una traición total, y querían que todo el movimiento comunista internacional se adhiriera a su línea. Esto no sucedió ni podía suceder. Los revisionistas modernos fueron desenmascarados y están sufriendo sucesivos fracasos. Siguen clamando por la unidad y de mil maneras buscan corromper a los otros para llegar por lo menos a un compromiso, a una falsa unidad, a una supuesta unidad. Debemos combatir con todas nuestras fuerzas esta maniobra y estas tentativas, y, a través de nuestra lucha contra el revisionismo moderno». (Enver Hoxha; El revisionismo moderno: peligro y enemigo principal del movimiento comunista y obrero internacional; Extractos de la conversación sostenida con una delegación del PC de Nueva Zelanda, 6 de octubre de 1965)

En realidad, el criticismo entre el PCE (m-l) y el resto de organizaciones era mutuo. Uno de los colaboradores del PCE (m-l) de aquel entonces relata así el nivel de crispación entre el partido y el resto de organizaciones oportunistas de aquel entonces. En una ocasión en que fueron invitadas todas las organizaciones por un sindicato y coincidieron, parece ser que los grupos oportunistas ni siquiera soportaban la estancia con gente afín al PCE (m-l) en un frente de masas como ese, lo que demuestra el sectarismo infantil que profesaban estas «tolerantes organizaciones»:

«Bajamos la sede de la CNT dando brincos porque acababa de triunfar la «Revolución de los Claveles» en Portugal contra la dictadura fascista, me acuerdo, que me decía un compañero eufórico: «¡Chico! ¡Ahora le toca a España!». Se me quedo grabado. (…) Fue en una ocasión donde nos invitaron los anarquistas del sindicato de la CNT para... creo recordar que el tema de un convenio de la construcción. Invitaron también a la ORT, el PTE. ¿Qué ocurría? Que ambos, sobre todo la ORT, nos odiaban, en cambio a nosotros más bien nos hacían gracia, de hecho, en referencia al origen jesuita del grupo, a sus congresos les llamábamos de broma «concilios». En la reunión los de la ORT dijeron que si estábamos nosotros ellos se levantaban y se iban. La CNT les contestó, «Vamos a ver, nosotros somos anarquistas, lo cual quiere decir que no estamos de acuerdo con ninguno de vosotros, pero si con algunos podemos estar de acuerdo en algo es con estos [PCE (m-l)], con vosotros nunca, así que los que se quedan son ellos, si os queréis ir os vais». Con lo cual se fueron. (…) Su jefe, que efectivamente tenía una cara de «meapilas» de cuidado, el «camarada Intxausti», acabaría entre las filas del PSOE en 1990, y creo recordar que tuvo altos cargos. (…) En otra ocasión me llama en el trabajo una chiquita de dieciocho años de la Unificación Comunista de España (UCE) que publicaban el periódico «De verdad». Yo conocía de su eclecticismo. En ese momento, yo aproveché para clarificar mis dudas y dije: «¿Vosotros sois trotskistas?» Y me contesta «Sí». Empezó con su retahíla y le dije: «No te canses, no me hagas proselitismo, porque yo he hecho eso lo que tú estás haciendo ahora (Risas)… además… que no soy trotskista». Tiempo después en la era del PSOE de Felipe González, cuando Josep Borrell empezó a destacar como un «tío majete», ellos como se agarran a cualquier clavo ardiendo, trataron de apoyarlo, creyendo, vete a saber tú, que era un elemento revolucionario o qué sé yo. Después me he ido enterando como han ido apoyando el chovinismo español más rancio, desde a Rosa Díez con Unión Progreso y Democracia (UP&D), hasta a Albert Rivera con Ciudadanos (C’s), pidiendo el voto por ellos». (Comentarios y reflexiones de José Luis López Omedes a Bitácora (M-L), 2019)

Nuestra crítica al PCE (m-l) histórico va referida a otra cuestión: que en cada ocasión en que surgía un problema ideológico, bien fuese una tentativa de escisión, críticas internas justas, una polémica con otro grupo autodenominado comunista… en demasiadas ocasiones la dirección oficial expresaba epítetos muy contundentes pero muy breves y muy poco didácticos para la militancia propia o ajena, lo cual no conduce a lo propuesto: levantar conciencia. En la gran mayoría de ocasiones se tenía la razón, pero no se convencía con los medios usados, o se tendía a olvidar en ocasiones la pertinente diferenciación entre dirigencia y base.

«Sobre el PCE (m-l), hay que estudiarlo sobre la base del momento en que surgió, realmente en el panorama político de izquierdas español no había nada con enjundia y con proyecto salvo pequeños grupos sin relevancia en ningún aspecto. Dejando a un lado las personalidades de sus dirigentes en las diversas épocas y escisiones, la realidad es que fue una ventana al marxismo-leninismo. Digamos que la joya de la familia de todas esas siglas era el «nuestro» y por supuesto con la sombra del FRAP, e incluso se puede decir que nos «temían», parece que éramos muy «radicales». Fuimos digámoslo así excluyentes en ese sentido, y a veces hay que serlo, nosotros al menos no mostramos la miseria revisionista de la época, como otros partidos de que proliferaron entonces PCE, PTE, UCE, ORT, OCE (BR), MCE, PCE (r), etc. Quiero aclarar que con hablar de «excluyentes» me refiero a que tampoco te puedes mezclar por principios con alguien que no apoya o respeta como mínimo una línea política en concordancia con el comunismo. (…) A todos los que conocí les tenia aprecio, ten en cuenta que los conocí en la cárcel de Carabanchel,  y a otros también en la calle, unos se  convirtieron enemigos –como los hermanos Diz de la fracción de 1976–, mintieron y tergiversaron, con estos no hay discusión, pero nunca acepte una cosa, se puede discutir hasta la saciedad y debe hacerse, pero llegar gasta la violencia entre nosotros es una pena, salvo que no haya otro remedio ante la posibilidad de romper el partido, por gentes conscientes de hacerlo. Cuando hablo de lo «excluyente» que fue el partido con otras tendencias y organizaciones que no estaban de acuerdo con la línea política, me refería a las formas, se les trataba con profundo desprecio a todos ello, lo cual es normal pero creo que sin caer en revisionismos se puede tratar con mayor flexibilidad los temas, y sobre todo diferenciando a la base de los capitostes que manejan el cotarro. En fin, habrás visto los escaneos de «Vanguardia Obrera» y otros. Generalmente Raúl Marco era el de los insultos y las explicaciones insulsas contra las escisiones y los partidos hostiles, aunque otros no se quedaban atrás. (…) El movimiento marxista-leninista, creo que en muchos momentos, emplea mucha parafernalia de eslóganes y simbología y se vuelve sistemáticamente excluyente esta vez en el sentido peyorativo, la política implica ser más flexible y con una mayor cercanía hacia los problemas actuales de los trabajadores –de nuestra óptica por supuesto–. No se puede crear «una iglesia» y ser dogmático por tener unos principios sólidos, ¿qué tenemos la razón? Sí, pero no sirve de nada si no sabemos persuadir a la gente a través de la ciencia marxista-leninista, tampoco es lo mismo discrepar con  un interlocutor preparado a explicárselo a un trabajador sin formación. Creo que estas consideraciones deben tenerlas en cuenta las próximas generaciones». (Comentarios y reflexiones de José Luis López Omedes a Bitácora (M-L), 2019)

Elena Ódena criticaría en alguna ocasión estos conatos de sectarismo con estos temas:

«Se señaló que el izquierdismo y el sectarismo han sido las dos tendencias que han obstaculizado y, en algunos puntos frenado, la vinculación del partido con la clase obrera y con sectores del movimiento popular, ya que se ha confundido o no se ha diferenciado suficientemente a los militantes o afiliados de base de los sindicatos y partidos oportunistas, con sus dirigentes». (Elena Ódena; En la reciente reunión del Comité Central. El partido y la situación actual, 1980)

En  otra ocasión dijo:

«La impaciencia suele ser también fuente de errores y desaliento en no pocos casos; por una parte, se suele exagerar en un principio el nivel de comprensión y de espíritu revolucionario de las masas y se pretende saltar las etapas a través de las cuales las masas rompen con las concepciones reformistas y con los jefes reaccionarios de los sindicatos, organizaciones o partidos oportunistas sustituyendo después el método de persuasión, discusión y actividad conjunta, cuando no se obtienen resultados rápidos, por una actitud sectaria, que rompe los lazos y los contactos, confundiendo y adoptando la misma actitud que frente a los dirigentes o cabecillas revisionistas». (Elena Ódena; Sobre el papel y las tareas del partido en la actual coyuntura; Intervención central presentada al IVº Congreso del PCE (m-l), 1984)

¿Y cómo trataba este tipo de cuestiones? ¿Cómo lo veían los bolcheviques en el trato interno por ejemplo frente a las corrientes y líderes hostiles al partido?:

«Cuando Trotski emprendió uno de sus ataques contra el partido bolchevique, el camarada Stalin planteó ante todo la tarea de enterrar al trotskismo como corriente ideológica. La derrota ideológica del trotskismo fue una condición necesaria para la lucha triunfante por la victoria del socialismo en la Unión Soviética. Sólo después de que el trotskismo fue desenmascarado definitivamente como tendencia ideológica y aislado por completo, el partido terminó con él desde el punto de vista organizativo». (Édourd Burdzhalov; La importancia internacional de la experiencia histórica del partido de los bolcheviques, 1948)

Intentemos recomponer el cuadro sobre dicho tema complejo e interesante exponiendo unas pinceladas de lo que aconteció, explicando aciertos y errores.

a) El PCE (m-l), pese haber recibido críticas muy duras de otros grupos, normalmente no mantenía una violencia verbal sin cabeza. El PCE (m-l) efectivamente criticaba el oportunismo imperante entre dichas organizaciones, pero del mismo modo cuando era menester también se señalaban las posturas favorables para la lucha revolucionaria, esto, aunque fuesen meros conatos o posturas temporales, era necesario para estimular a los militantes más combativos para coordinar acciones concretas, y también para usarlo en contra de los cabecillas revisionistas cuando abandonasen dichas posturas militantes.

Por ejemplo, en la publicación Nº41 de la Agencia de Prensa Popular de España, uno de los medios oficiales del FRAP, en un artículo breve titulado «Nuestras convergencias con la izquierda», se celebraba que la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT) proclamase la necesidad de impulsar la «lucha popular» mediante la «la conjunción de las luchas antifascistas en un único torrente», contra la «maniobra que la oligarquía y el imperialismo» trataba de realizar en vista de la entonces inminente muerte de Franco. Sobre el Movimiento Comunista de España (MCE) se decía que era buena noticia que sus órganos se expresaran de forma diferente a la habitual, criticando la llamada «Junta Democrática» del PCE, calificándola como un intento de «dar salida a la situación actual que no asuste a los oligarcas». Por tanto estas organizaciones al menos teóricamente, mantenían una oposición a la conciliación con el franquismo y el revisionismo carrillista, el PCE (m-l) solía criticar sus defectos pero también animaba a mantener y prolongar sus posiciones meritorias. Estas posturas no durarían demasiado.

La ORT por ejemplo dedicaría los siguientes epítetos al PCE (m-l):

«Lo que hoy no podemos hacer es olvidar que su sectarismo y su dogmatismo les haya llevado a seguir siendo un grupo marginal a la lucha de clases en España... (...) ¿Qué tienen que ver con la realidad obrera y popular actual el OSO y el FRAP?». (Organización Revolucionaria de Trabajadores; A propósito de la unidad de los marxistas-leninistas y la reconstrucción del partido. Carta del CDP de la ORT», diciembre de 1972)

Estas acusaciones gratuitas de «sectarismo» y «dogmatismo» serían una constante sobre el PCE (m-l) antes, durante, y sobre todo después de la muerte de Franco por parte de estos grupos, pero como hemos visto la historia no era tan simple, incluso sucedía lo contrario. Lo cierto era que en 1972 estaba por venir la «época dorada» de influencia del PCE (m-l), con su frente el FRAP; durante 1973-1975 su influencia, como reconocían los servicios secretos franquistas, solo era superada entre los grupos de izquierda por el PCE, por lo que el análisis de la ORT era en base a su deseo y resentimiento, pero no a la realidad.

El tono del PCE (m-l), aunque siempre fue combativo contra estas organizaciones, obviamente sufrió una transformación acorde a la mutación de estas organizaciones, que en su mayoría se derechizaron a ritmos increíbles.

La ORT y el MCE se enrolaron en una alianza promovida por el PSOE junto con la reacción de todo tipo, en un frente conocido como la Convergencia Democrática:

«De nuestra desconfianza hacia esas fuerzas, basada en un profundo conocimiento de sus trayectorias y prácticas oportunistas. (...) El que esa desconfianza hacia los partidos oportunistas era justa se ha encargado de confirmarlo la constitución de esta llamada «Plataforma Democrática» integrada por fuerzas oligárquicas y clerical-reformistas, como son los vaticanistas de Ruiz Giménez, el viejo falangista y anticomunista furibundo Ridruejo, los negros carlistas, los cabecillas del PSOE, los clerical-revisionistas del MCE y la ORT, etc., etc. (...) La característica fundamental de esta convergencia oligárquico-reformista es que acepta como hecho consumado el acceso al trono de uno u otro de los Borbones –Juan Carlos o su padre– y se brinda como plataforma legal, que actuando bajo el gobierno de su Majestad borbónica permita presentar unas instituciones «homologables» con las de la Europa capitalista. (…) El papel a jugar por el MCE y la ORT, en esta sucia maniobra, consiste, posiblemente, en coordinar esta «Plataforma» con los carrillistas de la «Junta» y así atar cabos en el intento de desmovilizar a las masas, en los momentos de la sustitución de Franco, asegurando la «paz social» tan vital para todas las maniobras continuistas del régimen. ¿Y cuál va a ser la táctica de la tal «Plataforma»? Por boca de un dirigentillo socialista conocemos la respuesta: «No intentar en estos momentos ninguna movilización amplia de masas que se podría convertir en un baño de sangre y que llevaría hacia situaciones regresivas». ¡He aquí, resumida, la táctica y el fin de todas estas maniobras!». (Elena Ódena; La «Convergencia Democrática», «Plataforma» con poca cabeza y menos base, 1975)

Estos epítetos daban en el clavo con la evolución posterior de los acontecimientos sobre estas organizaciones y sus alianzas.

Solo hace falta ver la evolución política posterior de la ORT sin ir más lejos:

«Los textos de la ORT mantienen las referencias a la lucha contra el «fascismo» para alcanzar la «democracia popular» (47), aunque a medida que avanza la transición es un objetivo que aparece en segundo plano, o no se cita. (...) La insistencia de la ORT en condenar la monarquía, que en anteriores ocasiones la había separado de los organismos unitarios, es una cuestión que queda reducida, en 1977, a la propuesta de un referéndum que determine si la sociedad quiere una monarquía o una república. (...) El diálogo entre el gobierno y la oposición ya estaba establecido con otros interlocutores y el eufemismo sobre la clase obrera y su partido, no le va a servir a la ORT para participar en unas negociaciones que tanto había criticado (60). Pero, por otra parte, los acontecimientos la obligaron a expresar en sus textos con más claridad, lo que hemos denominado las condiciones de la participación. (...) De no contemplar ni analizar el sistema político democrático en profundidad, ahora la ORT se autodefine por su línea democrática. Vemos cómo este partido utiliza el término democracia, como comodín de legitimidad. (...) En ese momento, como veremos más adelante, la ORT hace una defensa completa de la Constitución de 1978. (...) Lo que sí es verificable es que la mayor parte de los créditos personales solicitados y concedidos por empresas o entidades financieras, estaban garantizados por los sueldos y patrimonios de los solicitantes, que asumieron el riesgo, en la creencia de poderlos recuperar con los abonos que del Estado percibiría la ORT por cada parlamentario electo. Este comportamiento nos confirma la importancia que la ORT atribuyó a las elecciones. (…) Entre 1978-79, el concepto de dictadura del proletariado también se va alejando de los militantes y su fuerza como principio, remitió con los replanteamientos del PCE, de renuncia al leninismo y también con los del PSOE. Con motivo de la unión con el PTE vuelve a salir el capítulo de la revolución y sus fases, que cada vez parece más ambiguo y con una, muy mala, definición sobre las clases sociales». (Consuelo Laiz Castro; La izquierda radical en España durante la transición a la democracia, 1993)

Otro partido que «sufrió el escarnio» del PCE (m-l) sería el Partido del Trabajo de España (PTE), el cual nacería primero como una escisión del PCE en Cataluña en 1967, denominando grupo «Unidad», después pasó a llamarse Partido Comunista de España (internacional) hasta 1975, caracterizado por un eclecticismo sorprendente, rechazando el «stalinismo» y virando hacia el trotskismo, para posteriormente evolucionar hacia el maoísmo y su fascinación por la Revolución Cultural –especialmente por los elementos anarquistas, idealistas y espontaneistas de la misma– como comentaría su ex Secretario Joaquín Aramburu:

«La ideología de esta organización en su etapa antecedente, se caracterizó por criticar al Partido Comunista de la Unión Soviética y al Partido Comunista de España, porque han abandonado la teoría de la revolución de Lenin y rechazado la política de Stalin. Pero sobre todo, lo que más identificaba a esta organización, era «la radicalidad de sus planteamientos de lucha», según es definida por José Antonio Alonso, con toda precisión. Por otra parte, también recibió la influencia de las ideas de Trotski en esos primeros años, así, el mismo PCE(i) dice al referirse a la etapa previa al Congreso de constitución: Nuestro Primer Congreso era absolutamente necesario. Nuestra línea política anterior, las viejas ideas, eran el producto de una visión idealista y esquemática de la realidad, que nos llevaba a confundir ésta con nuestros deseos. Era el producto de lo que Lenin definió como «La enfermedad infantil del Comunismo», enfermedad peligrosa cuando ataca las filas del movimiento obrero y que nos colocaba en las posiciones del trotskismo, la forma de ideología burguesa, junto con el revisionismo, más odiado por los marxista-leninistas». (Congreso de Constitución», Mundo Obrero Rojo, núm. 1, 10 de abril de 1973) Y más adelante explica lo que ya podemos tomar como los nuevos principios ideológicos: «La propia práctica de las luchas de clases en nuestro país, la profundización en el estudio del marxismo-leninismo, del pensamiento de Mao Zedong y de la experiencia del movimiento Comunista Internacional, han hecho caer todas aquellas erróneas concepciones». (Congreso de Constitución», Mundo Obrero Rojo, núm. 1, 10 de abril de 1973) (…) En 1974, el PCE(i) solicita la entrada en la Junta Democrática; durante la transición a la democracia intenta la alianza electoral con el PCE y, una vez comprobado el fracaso de su línea política revolucionaria, algunos de sus militantes optan por la colaboración con Izquierda Unida, en mayor medida que con otras fuerzas políticas». (Consuelo Laiz Castro; La izquierda radical en España durante la transición a la democracia, 1993)

En el cruce de críticas contra la ORT y el PTE, era común denominarlos desde el PCE (m-l) jocosamente como «jesuita» y «trotsko». Esto fue así dado que el primero tuvo en sus orígenes una relación directa con los grupos cristianos opositores al franquismo como la Acción Sindical de Trabajadores (AST), movimiento sindical nacido al albor de la hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) hasta que en 1974 se declaró maoísta, aunque se siguieron arrastrando estas reminiscencias durante su breve recorrido político; y en el caso del segundo, en sus inicios se hacían teorizaciones abiertamente en favor de Trotski como hemos visto, y que parece que en mayor o menor medida se mantuvo –como el rechazo a Stalin en el Congreso del PTE de 1977 que se comenta en la entrevista de 1992 a Joaquín Aramburu–. Estas denominaciones, aunque en tonos de mofa, eran ciertas y justas.

Una de las cuestiones que separaba al PCE (m-l) de estos grupos era su profundo antistalinismo, la desmaoización del PCE (m-l) en 1978 descubriendo su entramado esencialmente antistalinista, lo que en efecto solo añadía motivos para desconfiar de las organizaciones que aún mantenían dicha postura:

«Tras la muerte de Lenin, Stalin ha sido el dirigente comunista más atacado y más odiado por la reacción y por todos los renegados del marxismo-leninismo. Acusando a Stalin de dogmático y de «déspota», los ideólogos de la reacción han hecho coro en sus ataques contra Stalin con los renegados revisionistas de toda ralea, para así asestar un pérfido golpe a los fundamentos mismos del marxismo-leninismo y de la revolución. (...) Al acusar vilmente a Stalin de toda suerte de crímenes e injusticias, la reacción, y más tarde junto a ella los revisionistas y renegados, pretendían sembrar el descrédito y la desconfianza hacia la revolución socialista y hacia los dirigentes y partidos marxista-leninistas en general, que seguían defendiendo los principios fundamentales del marxismo-leninismo, como los defendió intransigentemente hasta su muerte Stalin. Como se ha puesto de manifiesto, se trata sobre todo de negar y condenar el internacionalismo proletario activo, la dictadura del proletariado, la necesidad del partido como instrumento primordial para la revolución y para la construcción del socialismo; el principio de la violencia revolucionaria y de la lucha de clases como motor de la Historia, entre otros». (Elena Ódena; La decisiva aportación teórica de Stalin al marxismo-leninismo, 1978)

La ORT, años después confesarían que conocían a Stalin de forma superficial, por lo que cabe concluir que sus posturas sobre Stalin fueron construidas no en base a una investigación directa de sus obras y de su praxis, sino de lo que terceros decían sobre él:

«La discusión sobre si Stalin era, o no, un clásico del marxismo, provocó discusiones previas al Congreso en los sectores más ilustrados, sobre todo, debido a que esos sectores tenían contactos con otros partidos que mantenían otras posiciones y en definitiva porque cuestionaban más las teorías de la ORT.

Jesús BARRIENTOS: En el Sector de profesionales de la zona centro, las discusiones previas al Congreso que se hicieron sobre Stalin, fueron muy intensas. Así de unos catorce o quince militantes, nueve cuestionaban a Stalin y cinco lo defendían. Los militantes que cuestionaban a Stalin, elaboraron un escrito para el Congreso. La posición que mantenían era la siguiente: Mantener en suspenso el reconocimiento de Stalin, como aportador del marxismo, hasta que se estudie más a fondo. Consideraban que Stalin era un resumidor de la teoría de Lenin y que además había cometido muchos errores en cuanto a depuraciones, etc. Que lo único que la ORT conocía de Stalin era lo publicado en El Militante, número 8 y esto no era más que la transcripción de los planteamientos chinos, y se acababa por considerar que «pesaban más los aciertos que los errores y que por tanto seguía siendo un clásico del marxismo», pero todo ello sin un estudio profundo y detenido; por tanto pedían al Congreso y a la ORT que quedara tal definición en suspenso, hasta su mayor estudio. La postura era: no proscribirlo, pero dejarlo en suspenso hasta que se reconsiderara el tema y se tomara una postura. Parece ser que en la elección de delegados al Congreso, influyó en negativo aquellos, cuyas posiciones estaban en contra de Stalin». (Reunión de trabajo con miembros de la ORT, 25 de noviembre de 1982)

Este antistalinismo bebía en este caso del trotskismo y sobre todo del maoísmo de la época. Véase nuestra obra: «Mentiras y calumnias de la historiografía burguesa-revisionista de Mao Zedong y el revisionismo chino sobre Stalin» de 2014. Para entender la fisonomía política del trotskismo y sus mitos véase nuestra obra: «Sobre el falso antitrotskismo» de 2017.

Entre la ORT-PTE es claro que ambas agrupaciones empezaron a estar cada vez más cerca de la estela eurocomunista del PCE pese a sus presuntas polémicas con él:

«Les decimos a los camaradas del PTE-ORT: sin abandonar vuestras ideas, ingresad en el PCE, participad en su debate interno, enriquecedle, colaborar a formar su voluntad política. ¿No avanzaría así con certeza vuestro proyecto de construir un nuevo partido revolucionario? (…) ¿Pretenden crear otro partido de cuadros de tipo leninista? Sería absurdo. (…) Se trata pues, de partidos de base social similar a la del PSOE o del PCE. Su imagen ideológica se sitúa ante la mayoría, en el mismo espectro que la nuestra». (Nuestra Bandera; revista de educación ideológica del Partido Comunista de España, Nº99, 1979)

En aquel entonces aquellos como la ORT-PTE se habían manifestado muy cercanos a las posturas del PCE, y si bien desde las tribunas del PCE denunciaban a su parecer las posturas de la ORT y del PTE como basadas en un «economicismo» mezclado con «fraseología revolucionaria», pensaban que pese a todo no les diferenciaban demasiado, y pedían su ingreso en el PCE como se ve en las publicaciones de «Nuestra Bandera» y otros.

Ambos grupos tenían en común que, como el PCE, apoyaban la entrada de España en el Mercado Común Europeo, en este caso porque ambas se apoyaban en la teoría revisionista maoísta de «los tres mundos»:

«El Mercado Común representa una parte importante del llamado Segundo Mundo, constituye un intento en desarrollo, de unión económica y política de los países capitalistas de Europa Occidental. El significado fundamental de esta unión es oponerse al control y al atropello por parte de las dos superpotencias. Constituye una tendencia a independizarse, a la lucha común contra el hegemonismo, por tanto, su existencia y consolidación representan un factor positivo en la actual correlación de fuerzas del mundo. El proletariado español, como todas las fuerzas revolucionarias del mundo, ha de ver con satisfacción a este intento integrador». (Resoluciones conjuntas de los Comités Centrales de la ORT y el PTE, 11 de septiembre de 1976)

Y por supuesto elevaban al revisionista «Pensamiento Mao Zedong» como la ideología más progresista de nuestra época:

«El conjunto de aportaciones creadoras de Mao Zedong es lo que se denomina Pensamiento Mao Zedong. El reconocimiento del mismo es una cuestión capital para todo auténtico marxista-leninista de nuestros días». (Resoluciones conjuntas de los Comités Centrales de la ORT y el PTE, 11 de septiembre de 1976)

El PCE (m-l) alguna vez hizo eco de estas cuestiones:

«Los revisionistas chinos incrementan día a día su traición a los principios del marxismo-leninismo, a la causa de la revolución y a los pueblos. Su nefasta «teoría de los tres mundos» –compartida y aclamada por toda la morralla política internacional, como «nuestra»– jesuítica ORT, les lleva a embellecer demencialmente el reaccionario Mercado Común Europeo, a la reaccionaria y agresiva OTAN y a todo reaccionario habido y por haber en el mundo». (Vanguardia Obrera; Nº231, 1978)

Ambos partidos se acabaron fusionando en 1979 por cuestiones mecánicas:

«Entrevistador: ¿La unión con la ORT es consecuencia directa del resultado de las elecciones generales de 1979?

J.A.: Yo entiendo que sí». (Entrevista con Joaquín Aramburu, 21 de abril de 1992)

En otra entrevista, a otro cuadro importante del Comité Central del PTE, se daba su visión que no deja lugar a dudas:

«¿Entonces, la unión con la ORT es una salida de última hora, una forma de salvarse?

- J.A.A.: Yo te digo. (…) sinceramente, que no se fue a la unificación creyéndose que esa unificación era un mecanismo natural que se producía por homogeneidad, por tal..., sino una salida de decir, bueno, no caben dos, vamos a ponernos uno, a ver si uno solo puede. Y de hecho se desconfiaba, se criticaba y hasta se ironizaba sobre los de la ORT, por este carácter curil que tenían y no sé qué». (Entrevista con José Antonio Alonso, 18 de marzo de 1992)

El PCE (m-l) le dedico un breve artículo de J. Moreda en «Vanguardia Obrera» de 1979 titulado: «ORT-PTE: Ensalada china» concluyendo que efectivamente:

«El estrepitoso fracaso de los grupos ORT y PTE en las pasadas elecciones del 1 de marzo, resulta particularmente grotesco al observar sus explicaciones. Sin miedo al ridículo e imbuidos por un electoralismo sin límites, la ORT declaraba en su periódico, días antes de las elecciones que «era evidente el acertado resultado de las encuestas de la Agencia Europea Press que atribuyen diputados por Madrid a la ORT». (…) Por su parte el PTE no le anduvo a la zaga en oportunismo y estupideces. Al conocer el estruendoso fracaso, uno de sus cabecillas declaraba a la prensa: No lo entiendo, no me lo explico… No estaba previsto en las encuentras». (Diario 16, 3 de marzo de 1979) (…) Si tenemos en cuenta que estas organizaciones se presentaron a las elecciones tras más de un año de legalidad, que la prensa no se cansó de publicar sus bravatas electoreras a lo largo de la campaña, que se han gastado decenas de millones de pesetas en propaganda, dinero que la banco no dudó en otorgar, dada su política. (…) Podemos entender el estrepitoso fracaso que supone el sacar un porcentaje menor que en 1977. Y para salir del atolladero, los cabecillas de ambos grupos, en el más puro estilo circense, se destapan con el más «difícil todavía» de su proyectada unidad». (Vanguardia Obrera, Nº 274, 1979)

Como ya dijimos en otro capítulo los resultados fueron en las elecciones generales de marzo de 1979: de 127.517 votos para la ORT un 0,71%., el PTE lograría 266.562 votos, un 1,46%. Esto ya suponía más que la coalición del PCE (m-l) con Izquierda Republicana (IR) ya que el PCE (m-l) no era legal aún sacaría 55. 384 votos, un mísero 0,31% que fue celebrado inexplicablemente como una gran victoria. Haciendo de abogados del diablo, debemos decir que los resultados del 1 de marzo de 1979 no supusieron un descenso para la ORT-PTE respecto a las elecciones generales de 1977: la ORT que todavía no era legal, bajo la coalición Agrupación Electoral de Trabajadores (AET) sacaría 77.575 votos, un 0,42%, el PTE también ilegal, se presentó bajo la coalición Frente Democrático de Izquierdas (FDI) con 120.000 votos, un 0,67%. Si comparamos votos y porcentajes de las elecciones de 1977 y de 1979, para la ORT y el PTE suponían un ascenso en los dos campos, por lo que J. Serrada se equivocaba profundamente en sus análisis, aunque ciertamente el resultado era un fracaso dada las grandes inversiones y perspectivas de ambas organizaciones tras su unificación.

En dicho artículo apenas se profundizaba en aspectos como los comentados por nosotros –línea, programa y tesis características– lo que demuestra la falta de ingenio para exponer a dichos grupos, dedicándole más insultos que otra cosa. En otros artículos de 1979 en cambio sí se señalaban los nexos de ambas organizaciones con el apoyo a la línea política exterior de los revisionistas chinos, pero poco más, no solía haber grandes artículos explicando detenidamente las cuestiones.

Poco después, en 1980, los restos del PTE-ORT acabaron integrándose en el revisionista PCE o en el socialdemócrata PSOE. Reproducimos aquí algunas de las justificaciones que muchos militantes de la ORT daban al querer argumentar su transfuguismo al PSOE, lo hacemos para demostrar que el lenguaje del traidor que siempre apuesta todo al «posibilismo» a ultranza es similar en cualquier época:

«Más de un centenar de antiguos militantes de la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT) han decidido prestar su apoyo político al PSOE o incluso solicitar su incorporación como militantes. Las razones de esta decisión, basadas primordialmente en la creencia de que el PSOE es hoy la única alternativa eficaz que se ofrece a las fuerzas progresistas, son expuestas a lo largo de este artículo. (...) La conquista de la democracia, las nuevas condiciones de la lucha política planteaban al conjunto de los partidos de izquierda un reto histórico que podríamos formular así: articular las fuerzas progresistas –clases y movimientos sociales– interesadas en consolidar la democracia y producir las transformaciones económicas y sociales que España necesita, cara a resolver los problemas históricos y la crisis provocada por el sistema capitalista. Este reto histórico -en el marco de una crisis más global de toda la izquierda, y en especial del movimiento comunista internacional- originó una convulsión y el fin de nuestros anteriores partidos, incapaces de hacer frente a los problemas que desde el marxismo planteaba la nueva situación mundial, y muy especialmente la española. Para construirnos como alternativa debíamos superar concepciones dogmáticas que nos alejaban de la nueva realidad y articular un proyecto político basado en una nueva concepción de la revolución para nuestro país capaz de integrar los nuevos fenómenos sociales. (...) Hoy más que nunca se necesita una alternativa fuerte e inmediata que sea capaz de canalizar multitud de esfuerzos frente a la derecha en las próximas elecciones. De lo contrario, no es difícil prever la consolidación en el poder de las fuerzas más reaccionarias de la compleja sociedad española». (El País; Militantes de la ORT pasan al PSOE, 4 de febrero de 1982)

Algunos de estos pájaros acabaron incluso con cargos en el gobierno de Felipe González. El famoso Secretario General de la ORT José Sanroma Aldea, conocido como el «camarada Intxautsi», al cual se puede calificar como uno de los mayores oportunistas de la época sin ninguna duda, entraría en 1990 tras declarar que llevaba colaborando con él más de ocho años.

Pese a todo, hay que decir, que el PCE (m-l) fue el único partido que mantuvo una postura crítica desde una óptica revolucionaria. ¿Qué se podría haber explotado mejor los deméritos de las dirigencias oportunistas de otros partidos? Claro. Desde el PCE (m-l) señalar a cada paso a estos grupos como la ORT-PTE de furgones de cola del PCE de Carrillo o denunciar el revisionismo de su política exterior maoísta, era una realidad, nadie puede negar lo obvio, pero criticar puntualmente algunos aspectos oportunistas de forma escueta no era un trabajo ideológico suficiente para persuadir a su militancia de la necesidad de abandonar dicha organización. Era necesario exponer cada programa, tesis, teorías específicas de forma sistemática a la luz de un análisis desde el marxismo-leninismo. Algo que el PCE (m-l), salvo algún artículo extenso hacia PCOE, OCE (BR), MCE y sobre todo PCE, no solía realizar con el resto de organizaciones, de hecho no tenemos constancia de artículos de gran extensión que explicasen de forma oportuna los defectos del PTE, ORT, PCE (r) o PCPE. Esto era un ejercicio teórico que siempre que hemos pedido explicaciones a viejos ex militantes, aluden a las famosas prioridades por el activismo o la proliferación de trabajo teórico sobre otras cuestiones. Pero como sabemos el trabajo en este aspecto del análisis y exposición de los adversarios revisionistas es innegociable como lo demuestra la historia del bolchevismo con sus extensos textos contra los eseristas, nacionalistas, mencheviques, liberales y anarquistas. Al PCE (m-l) más le hubiera valido realizar dichos trabajos para persuadir a la militancia, en vez de gastar energías en otros temas menos productivos que ya hemos comentado anteriormente en otros capítulos. De paso, sus obras hubieran quedado –como otras que sí realizaron–, como antídoto contra las alteraciones de la historia que algunos grupos pretenden realizar a posteriori de los hechos.

b) El Movimiento Comunista de España (MCE) fundado en 1972 venía de ser una escisión de ETA conocida como ETA Berri en 1966, después pasó a denominarse grupo Kommunistak 1969, y posteriormente MCE.

En 1970 inició un acercamiento basándose en la presunta afinidad con los estatutos y línea ideológica del PCE (m-l), pero finalmente los dirigentes del MCE rechazaron aceptar la propuesta de unificación basada en acatar dichos estatutos y línea política del PCE (m-l), lo que provocó un obvio distanciamiento entre ambas direcciones que se mantendría patente, y que dejaría en muy mal lugar a la dirección del MCE frente a su militancia.

El PCE (m-l) criticaba desde un inicio al MCE por sus más que claras desviaciones, cosa que a algunos blandengues les parecía mal:

«¿Qué postura adoptar con relación a los grupos, las corrientes, las sensibilidades –organizadas o no– de las cuales discrepábamos, pero a las cuales sería difícil clasificar por su carácter híbrido o ecléctico: pro-soviéticos, los vascos de Komunistak, los de Bandera Roja? Para los camaradas de la línea septentrional había que denunciar sus posiciones y combatirlos, ya que su existencia amenazaba nuestra hegemonía político-ideológica y era susceptible de atraer a personas que, sin ella, podrían ser atraídos hacia nosotros. (...) La línea meridional opinaba todo lo contrario. (…) Para la línea septentrional, había que lanzarse a por todos ellos al degüello. La VPE [Voluntad Predominante en el Ejecutivo] me exhortó –ya cuando faltaba muy poco para el cese de mi militancia– a que yo pusiera mi pluma al servicio de esa embestida frontal contra todos: listerianos, MCE, Bandera Roja y cuantos no se plegaran a nuestra dirección, alegando que, cuando alguien ofrecía a la clase obrera una plataforma, distinta de la nuestra pero con denominación comunista, constituía un competidor que nos quitaba posibilidades de expansión y obstaculizaba nuestro desarrollo, el desarrollo del verdadero partido del proletariado. Estuve en total y absoluto desacuerdo. Rechacé completamente tal pretensión –que acabó de empujarme a abandonar el PCEml lo antes posible–. Yo había elaborado documentos para un acercamiento a Komunistak. (…) Quería ser una crítica a la crítica, para prevenir la acometida frontal que se veía venir–. Y vino. No contó con mi pluma la VPE, porque, fugándome, me sustraje a participar en esa labor, incompatible con mis ideas. Pero, después de mi marcha –mayo de 1972–, el C.E. del PCEml lanzará esa andanada impuesta por la camarada Elena Ódena». (Lorenzo Peña; Amarga juventud: Un ensayo de egohistoria, 2010)

Como se ve aquí, el «apostata» Lorenzo Peña se negó a escribir para el PCE (m-l) todos y cada uno de los errores que Komunistak mantenía. Se dedicó a escribir en secreto dos escritos que ahora ha publicado. La debilidad de sus escritos es evidente. Sus únicas quejas hacia Komunistak en sus dos escritos inéditos de 1972 son sus discrepancias en torno a la cuestión nacional –ya que él siempre ha mantenido un chovinismo castellano disfrazado que tocaremos más adelante–, pero no decía ni una sola palabra respecto al resto de temas donde Komunistak cometía varios patinazos que lo hacían totalmente incompatibles con el marxismo-leninismo. Algunos preguntarán sobre estos escritos de Peña, ¿de haber sido firmado bajo las siglas del PCE (m-l) hubiera supuesto un avance para la militancia honesta en Komunistak? Para nada, hubieran sido una palmadita en la espalda para aquella dirigencia, hubiera reforzado su línea antimarxista, mientras hubiera dejado naufragando a la militancia más honesta y revolucionaria de Komunistak en un mar de dudas y confusión. Esto demuestra lo peligroso que hubiese sido que Lorenzo Peña siguiese entorpeciendo la lucha ideológica dentro del PCE (m-l), el gran favor al partido que hizo abandonando la organización por su propio pie y, en cambio, el error de la dirigencia de no haber detectado antes estas inclinaciones del señor Peña y haberle permitido ser una de las cabezas visibles teóricas durante los 60 en varias cuestiones.

Desde la dirección del PCE (m-l) se atrevían a criticar los diferentes errores del MCE, empezando por sus bandazos ideológicos y su aberrante eclecticismo:

«ETA Berri mantuvo posiciones políticas contrarrevolucionarias, como el trotskismo –rechazo de todo tipo de alianzas del proletariado con otras clases, oposición al frente unido revolucionario, etc.–, el reformismo vulgar –sostuvieron que la lucha armada en Euskadi era inviable y que la revolución «vasca–» se conseguiría mediante reformas–, el anarcosindicalismo y el intelectualismo libresco antimarxista que mamaban de las ubres de los intelectuales anticomunistas cosmopolitas en boga, como André Gorz, Lelilo Basso y otros. Todo ello en el marco del más estrecho nacionalismo burgués que ETA Berri seguía manteniendo y que se manifestaba en sus tesis sobre la «revolución vasca», oponiéndola a la revolución española. (…) Separatismo a ultranza. (…)». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Formas y variedades del revisionismo moderno en España: «Komunistak» –actualmente MCE–, 1972)

Su débil posicionamiento hacia el revisionismo:

«Sobrestimación y embellecimiento del revisionismo carrillista. (…) Lo que les lleva a la conciliación y al seguidismo. (…) Concepción fetichista y metafísica de la unidad obrera. (…) Sus enfoques metafísicos les llevan a considerar que la unidad obrera como algo que pueda lograrse sin lucha». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Formas y variedades del revisionismo moderno en España: «Komunistak» –actualmente MCE–, 1972)

O sus fórmulas estériles de aprendizaje similares a otros grupos de origen clerical:

«Los cabecillas de Komunistak, luego de dedicar a su campaña de «revolucionarización ideológica» toda una serie de esfuerzos, artículos y resoluciones, luego de publicaciones su resolución del 8 de mayo de 1970, en la cual se dice nada menos que: «Es conveniente aprender de memoria las frases más significativas, no de una forma rutinaria y superficial, sino acuñándolas a conciencia en nuestra mente, como vienen haciendo ya muchos camaradas con muy buenos resultados. (…) Al poner en el centro de la actividad interna del partido la revolucionarización ideológica». (Zer Egin, Nº16, 1970) (…) La iglesia romana, su cohorte de «pensadores» han hecho famosa la tesis de que el hombre es malo por naturaleza, y que esta maldad es la causa de todos los males sociales. (…) Los teólogos predican según su lógica, que lo primero de todo es transformar el interior del hombre, volverlo bueno. (…) La aportación específica de los cabecillas de Komunistak, su «revolucionarización ideológica» es tan solo un viejo truco consistente en ocultar su falta de aplicación concreta de los principios de la práctica revolucionaria, su incapacidad política, su abandono de la labor sistemática de educar, organizar y movilizar a las masas, un baño de metafísica jesuítica de convento, con el mantuvo de la «revolucionarización» en abstracto, del estudio libresco y la asimilación memorística y vacía de ciertos textos». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Formas y variedades del revisionismo moderno en España: «Komunistak» –actualmente MCE–, 1972)

La crítica, aunque con duros términos y en algunos casos ciertamente innecesarios –como comentaba Lorenzo Peña en sus escritos ocultos–, no invalida la crítica en sí del PCE (m-l) hacia sus competidores y enemigos políticos. En su obra «Un paso hacia adelante, dos pasos hacia atrás» de 1904, durante el pleito con Martov el propio Lenin reconoce que se pudo haberse excedido por el fragor de la lucha en los términos, pero no en el fondo. Un revolucionario no debe retractarse de sus argumentos políticos si se ha propasado en los términos y el tono expresado; eso tampoco le da carta blanca para acostumbrarse a herir el orgullo de los compañeros de partido o del adversario político por creer que políticamente tiene razón.

Como se puede ver en el nº29 de la APER de 1973, en reacción a este tipo de críticas hacia el oportunismo de la dirección en el MCE se movilizarían los elementos revolucionarios en una autodenominada «fracción marxista-leninista» que abogaba en un primer momento por acercarse al PCE (m-l) ya que lo consideraban la única organización con una  línea suficientemente clara y revolucionaria, apostando por colaborar en su frente: el FRAP, y más adelante decidiendo integrarse en el PCE (m-l) aceptando sus estatutos y su línea política como se había propuesto durante 1970-72 entre ambas organizaciones. La dirección del MCE al insistir en su negativa a aceptar tales términos ideológicos para su integración y también negarse a colaborar con la única organización revolucionaria de prestigio dentro del FRAP, conseguiría que en su seno se formase una fracción que terminó por escindirse abiertamente, la misma se integró inmediatamente en el PCE (m-l), certificando el éxito de la política del PCE (m-l) respecto al MCE.

Dicho MCE empezaba a denunciar en 1974 el revisionismo del PCE y sus alianzas sin principios en la Junta Democrática con los carlistas etc., pero casualmente el MCE acabaría entrando en el frente del PSOE conocido como la Plataforma de Convergencia Democrática en 1975, también junto a grupos monárquicos y reaccionarios. El MCE en un breve lapso de tiempo certificaría que su dirección estaba repleta de oportunistas:

«Cuando se funda Coordinación Democrática, de la que forman parte el PTE y el MCE (35), se renueva la disposición al diálogo «en aras de los superiores intereses patrios», se invita a participar en acciones y movilizaciones pacíficas y se afirma que el programa de Coordinación Democrática «constituye la única alternativa pacífica hacia la democracia». (...) Y el MCE declara con toda precisión que: «Nuestro Partido lucha por tanto resueltamente por las libertades democrático-burguesas» (68)». (Consuelo Laiz Castro; La izquierda radical en España durante la transición a la democracia, 1993)

Como ya pudimos ver, la fracción de 1981 del PCE (m-l) reivindicó la unión con el MCE, pese al abismo que separaba al PCE (m-l) con dicha organización, que lejos de avanzar ideológicamente superando mitos retrocedía a pasos agigantados. Por ejemplo, el MCE acababa de pasar de apoyar al maoísmo tercermundista a apoyar ahora al socialimperialismo soviético, revelando el caos ideológico interno que le llevaría a unificarse con la organización trotskista Liga Comunista Revolucionaria (LCR) en 1991.

c) Otro de los grupos que el extravagante Lorenzo Peña cita como un error en no tomar en consideración sería el Partido Comunista Obrero de España (PCOE). El PCE (m-l) ciertamente se las tuvo de todos los colores con el PCOE. Y es que recordemos que el PCOE es un partido nacido en 1973 por medio de Enrique Líster que se había escindido del PCE al calor y apoyo del revisionismo soviético. Su líder venía de ser una de las figuras que obstaculizaron en 1963-64 la creación del PCE (m-l) como se puede ver en los documentos fundacionales o en «Esbozo de la historia del PCE (m-l)» publicados en Vanguardia Obrera durante 1983-1985.

Las divergencias del PCOE con el Partido Comunista de España (PCE) de Carrillo no eran contradicciones antagónicas:

«A partir de 1960, en el Partido Comunista de España comenzaron a surgir grandes disputas y divergencias que conducirían a la escisión del partido. Fue así como se crearon dos fracciones revisionistas, antimarxistas: una, prosoviética, encabezada por Enrique Líster; y otra, que buscaba independizarse de Moscú, para poder aplicar su propia línea, que posteriormente tomaría el nombre de eurocomunismo. A la cabeza de esta segunda fracción estaban Dolores Ibárruri y Santiago Carrillo». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)

La diferencia importante es que Carrillo deseaba separarse del dictamen de Moscú para crear su propia variante revisionista sin rendir cuentas a nadie, mientras que Líster todavía seguía defendiendo en los 70 que la Unión Soviética de Brézhnev era socialista como en la época de Lenin y Stalin. Muestra de ello es que hasta 1973 Líster es uno de los responsables de la degeneración del glorioso PCE de José Díaz aceptando las teorías revisionistas de Carrillo-Ibárruri de la «reconciliación nacional» como se puede ver en los artículos de la revista del PCE «Nuestra Bandera». Desde el PCE (m-l) Raúl Marco denunciaría esto mismo en su artículo: «Tanto monta, monta tanto»:

«Mucho han especulado ciertos «teorizantes» e «ideólogos» burgueses y pequeños burgueses acerca de las divergencias del renegado S. Carrillo y el no menos renegado E. Líster. Algunos incluso han pretendido que las divergencias entre ambos cabecillas revisionistas son divergencias de principios, (...) Ellos mismos se acusan de «stalinistas» ... cuando el uno como el otro, han calumniado la obra del gran Stalin y los principios del marxismo-leninismo que éste defendió toda su vida. (...) Líster no dice que él ha defendido a capa y espada la traidora política de reconciliación nacional y la huelga general pacífica; Líster no dice que no sólo ha defendido esa política y demás posiciones de Carrillo sino que además en los años 63-64 se opuso ferozmente ante los marxista-leninistas que desde dentro del PCE luchábamos por la defensa de los principios del marxismo-leninismo y contra el revisionismo. (...) Que nadie se equivoque: tanto Líster como Carrillo son revisionistas empedernidos, renegados y antipatriotas». (Vanguardia Obrera; Nº64, 1972)

Como nota decir que aunque Raúl Marco haya rehabilitado a Líster y se haya reconciliado con sus sucesores en 2006, estas palabras de 1972 siguen siendo tan ciertas como antes.

Las constantes loas al ejército franquista y la confianza en el camino reformista y pacífico al socialismo de Líster puede ser visto en el documento del PCE (m-l): «Líster y Carrillo, dos caras de la misma moneda» de 1972 y «El falso antirevisionismo de Líster» de 1973. Si uno repasa estas obras podrá entender el enojo del PCE (m-l) al respecto de las propuestas políticas del viejo militar.

Del mismo modo, Líster participó y pasó en silencio durante la defenestración de verdaderos revolucionarios como Joan Comorera y otros muchos marxista-leninistas de los años 40:

«Líster ha lanzado gravísimas acusaciones contra Carrillo –liquidaciones físicas, por ejemplo, de camaradas que estaban en desacuerdo con sus posiciones– y Carrillo ha sido incapaz de demostrar que esas acusaciones son falsas. Pero, por otro lado, Líster no dice que él tiene tanta responsabilidad como Carrillo en esos viles crímenes». (Vanguardia Obrera; Nº64, 1972)

Su entramado antirevisionista además, no era muy novedoso:

«Todas las tesis revisionistas de Líster están orientadas a apoyar a los revisionistas soviéticos, sus orientaciones nacionales e internacionales son un calco de las del PCUS, incluso en fraseología. Todo ello es el más puro jruschovismo actual y una loa a la cabeza de ese revisionismo: la URSS». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); El falso antirevisionismo de Líster, 1973)

El PCOE ha apoyado siempre todas y cada una de las tesis socialimperialistas del revisionismo soviético, hablamos desde la teoría político-militar de la «soberanía limitada» –que legitimaba la intervención soviética en cualquier país si la Unión Soviética creía que allí peligraba el «socialismo»–, o la teoría económica de la «división socialista del trabajo» –que buscaba la especialización económica en cada país dentro del campo revisionista soviético, propiciando que estos países desarrollaran una extrema dependencia de la extensa gama de material industrial que ya había logrado obtener la Unión Soviética–, etc. Es decir, el PCOE ha sido cómplice tanto de la política interior como exterior de traición al proletariado y los pueblos de los líderes revisionistas soviéticos, y en España actuó como una despreciable agencia del revisionismo soviético y actuó bajo su mando promoviendo las teorizaciones revisionistas proclamadas en la URSS desde la muerte de Stalin en 1953, lo cual era normal ya que:

«El flujo del revisionismo soviético representa en todas las cuestiones fundamentales un programa de traición completa al marxismo-leninismo, mientras que se apoya en los intereses imperialistas del propio socialimperialismo soviético. Los partidos soviéticos son en mayor o menor grado una quintacolumna del socialimperialismo en sus países». (Partido Comunista de Alemania/Marxista-Leninista; Programa, 1978)

La postura de dicho partido en la actualidad en cuanto a la cuestión del frente –ajena a las enseñanzas marxista-leninistas de frente– y de partido –practicando un centralismo burocrático–, entre otras cuestiones, no son más que vestigios no superados de su época oficial brézhnevista. No merece la pena extendernos aquí de nuevo por la táctica y estrategia de los jruschovistas en los partidos revisionistas occidentales ya que es harto conocido su fisonomía y sus resultados.

El PCOE nunca ha tenido una posición clara hacia los revisionismos modernos, al revisionismo eurocomunista lo criticaba desde posiciones hipócritas, pues el mismo Líster había sido sostenedor de dichas teorías desde finales de los 40. Al revisionismo yugoslavo jamás lo combatió con firmeza y además se reconcilió con él, y las pocas críticas al revisionismo chino parten desde las mismas posiciones jruschovistas-brézhnevistas, ergo inútiles para desmontar al revisionismo chino. Por no hablar del PCOE actual y su apoyo panfletario –sin un solo análisis del por qué– a Corea del Norte, Cuba, Vietnam y otros países revisionistas-capitalistas. Su postura de apoyo crítico al «revisionismo del siglo XXI» al cual defienden patéticamente, imitando la postura de sus ídolos los revisionistas cubanos, vuelve a confirmar su catadura. ¿Qué línea «comunista» en materia de política exterior es aquella que coincide con adular a prácticamente todas las variantes del revisionismo recordando a la línea carrillista de «saludo a todo lo que se autodenomine comunista y lleve hoz y martillo sin mayor análisis», cayendo en posiciones folclóricas?

Como muestra para el lector del carácter de Líster, en 1986, con la expulsión de Carrillo del PCE, Líster se llevó a varios de sus militantes para integrarlos en el PCE, ¡como si la expulsión de Carrillo supusiera el fin del oportunismo en el PCE! Más adelante, en el año 2000, los restos del PCOE trataron de unificarse con otra nueva formación prosoviética escindida del PCE en 1984: el PCPE. Otra parte del partido decidió continuar su camino.

El PCOE histórico jamás explicó ni ha explicado en la actualidad a sus militantes los ridículos cambios de postura en su línea política gracias a los antojos de Líster. Tampoco ni él ni los Secretarios Generales posteriores han hecho un análisis de la degeneración del PCE, ni siquiera a día de hoy existe un mísero artículo que intente explicar al proletariado español la pérdida de su partido de clase. De hecho, y si nos ponemos a mirar, los documentos del PCOE de los 70, 80 y 90, como es costumbre en los partidos revisionistas, son vetados tanto para simpatizantes como para militantes, para no exponer sus vergüenzas. Es decir, que uno debe creerse la supuesta «heroica lucha» del PCOE y la supuesta «postura antirevisionista» sin tener acceso a sus archivos, algo necio, cuando todos saben acerca de su práctica traidora y conciliadora con el oportunismo de todo pelaje, empezando por el revisionismo de tipo soviético. ¿Qué tipo de partido «comunista» es aquel que oculta su línea pasada o actual a las masas y los militantes?

Por desgracia esta práctica es muy común en todos los partidos revisionistas actuales, quienes por temor a que les desenmascaren ocultan sus documentos pasados y presentes; por si a los jefes oportunistas del PCOE les sirve de consuelo, no son el único partido que hace eso. El PCOE como el Partido Comunista Griego –conocido por sus siglas en griego KKE–, el Partido Comunista de Venezuela (PCV) o también en España el Partido Comunista de los Pueblos de España (PCPE), han sido los clásico partido jruschovista-brézhnevista-gorbachovistas que a la caída del bloque revisionista soviético en 1991, empezaron a realizar una pretendida «autocrítica» de su posición sobre la Unión Soviética capitalista-revisionista, pero en realidad siguen defendiendo los viejos esquemas de los partidos revisionistas prosoviéticos, y salvo otorgar una mayor culpa a Gorbachov –que antes apoyaron y ahora que es utilizado de cabeza de turco para justificar todos los errores de la práctica revisionista–, no aportan nada que no hayamos oído, hay algunos que incluso pese a reconocer que existía una claro revisionismo en la Unión Soviética siguen manteniendo que, pese a todo, ¡existía un régimen socialista hasta 1991! Realmente cómico sin dudas.

El PCOE ha sido y es un partido de oportunistas y eclécticos sin principios. Lo era en 1972 y lo sigue siendo.

Si el lector quiere conocer algunas de las tesis de este grupo y de sus ideólogos actuales le recomendamos leer el capítulo: «Dime con quién te juntas y te diré quién eres» de 2017. Así como el comunicado que publicó una escisión suya: «Comunicado para la escisión voluntaria de los camaradas del «Grupo de crítica» al PCOE» de 2015.

Ahora el PCOE incluso ha dado un giro cómico con tesis bizarras sacadas del arsenal del PCE (r) como que «España sigue siendo fascista». Curiosa tesis para un partido que fue legalizado tempranamente y que no ha sufrido prácticamente represión en comparación con el PCE (m-l) y otros grupos. Curioso fascismo que deja la libre propagación de ideas comunistas de diferentes grupos en internet y cede espacios públicos para propagar las ideas de grupos autodenominados «comunistas», que no clausura las sedes ni censura las publicaciones físicas ni online que publican sistemáticamente estos grupos... sin duda esta desviación ultraizquierdista resulta más burda si observamos su profundo derechismo en otras cuestiones como su adulación por el juche o el castrismo. Pero esto es totalmente normal, el próximo a analizar es un ejemplo perfecto de un grupo que puede mezclar tesis desviacionistas de izquierda y derecha sin quebrar su amor propio.

d) Otro grupo de aquel entonces, aunque desconocido para muchos ahora, sería  la Organización Comunista de España (Bandera Roja), que nacería de una escisión en el PCE catalán, el PSUC:

«En 1968 se escinde el grupo que da lugar a la Organización Comunista de España (Bandera Roja), en 1969». (Consuelo Laiz Castro; La izquierda radical en España durante la transición a la democracia, 1993)

Su eclecticismo ideológico también clamaba al cielo, sus tesis y desviaciones, tampoco varían demasiado del resto de organizaciones maoístas de la época:

«No muy seguros en sus comienzos con respecto a la línea política a seguir, se mimetizan con el grupo francés «Revolution» que se había escindido en febrero de 1971 de la «Ligue Comuniste», desvinculada de la IV Internacional. Es decir, «escapada» del Moque trotskista internacional. La O.C.E. (B.R.) al encuadrarse entre los grupos marxistas-leninistas, mantiene los debidos contactos de «buena vecindad» con el P.C.E. (M-L), la O.R.T. y el M.C.E. (M-L). No obstante por su situación en el ala derecha del comunismo «pekinés», también cota muy próximo al P.C.E. –ortodoxo–, lo que le ha valido ciertas críticas paternalistas al P.C.E. (m-l), el único partido comunista que por entonces se irrogaba el apelativo de «puro». (...) Hasta el presente sus «salidas al mundo» sólo han sido de tipo propagandístico y con casi exclusividad, orientadas al sector estudiantil, donde aspira a captar el mayor número de adherentes. (...) La O.C.E. (B.R.) cree más realista una solución autonómica que combine la descentralización, con la necesaria planificación descentralizada».  (Urci, Francisco J. De.; El Comunismo. La hidra de las cien cabezas, 1977)

Efectivamente, el Comité de Cataluña del PCE (m-l) le dedicaría un artículo titulado: «El revisionismo zigzagueante del grupo Bandera «Roja» de 1972.

Su más famoso militante sería Jordi Solé Tura, quién había militado en el Frente de Liberación Popular (FELIPE), antes de militar en las OCE (BR), tiempo después desertaría de nuevo hacia el PSUC, y por último, sería participe de los gabinetes de gobierno del PSOE de Felipe Gonzalez. Sería uno de los creadores de la teoría fantasmagórica de que España es una «nación de naciones».

Otro famoso militante, sería el ahora famoso, periodista franquista: Federico Jiménez Losantos, quién describe así sus intereses y el ambiente del partido:

«-Javier Rubio: Mira Federico, los únicos con los que podemos hablar son con los de Bandera Roja.

-Federico: ¿Mejor que el PSUC?

-Javier Rubio: Son una escisión y casi lo mismo, pero en ilustrado. Solé Tura y Borja tiene la ventaja, además de que no son nacionalistas. Y Lluis Crespo, como althusseriano, sí ha leído a Freud y hasta puede que a Lacan. Por lo menos, no nos echarían como perros. (...)

Tras largas conversaciones con Crespo, estábamos a punto de entrar en Bandera Roja, cuando supimos por la prnesa que sus fundadores, Solé Tura y Borja, la abandonaban, y se volvían al partido con un tercio elegido de los militantes. Javier y yo nos encontrábamos, pues, en una disyuntiva dramática y ridícula: tras llegar a la meditadísima conclusión de que los únicos comunistas ilustrados con los que podíamos hacer política contra la dictadura eran los de Bandera Roja, ¡resultaba que sus creadores se volvían al PCE-PSUC! (...) Los pocos meses en Bandera Roja fueron físicamente agotadores y políticamente decepcionantes. Di un curso de marxismo a los grupos de obreros de Can Serra, aunque según el manual de «Conceptos básicos de materialismo histórico», de Marta Harnecker, que sin duda alejó a aquellos jóvenes proletarios del marxismo-leninismo tanto como nos acercó a la pulmonía el sitio en que lo daba: un bajo parroquial, porque todo el comunismo barcelonés lindaba con las sacristías». (Federico Jiménez Losantos; Memoria del comunismo: De Lenin a Podemos, 2018)

Esto era lo que se movía en el grupo OCE (BR) que Lorenzo Peña intentaba disculpar. En 1994 el grupo volvería a reintegrarse en el PSUC, sección catalana del PCE.

e) El PCE (m-l) también tuvo una relación muy tensa con el Partido Comunista de España (Reconstituido) y su brazo armado los Grupos Revolucionarios Antifascistas Primero de Octubre (GRAPO), considerándolos un  «terrorismo aventurero pequeño burgués», el cual era obvio debido a sus acciones más que cuestionables:

«Del PCE (m-l) no recuerdo que hubiera críticas al PCE (r) antes del atentado de los GRAPO en la Avda. del Mediterráneo el 1 de octubre de 1975, de hecho nadie sabía quién había sido, en principio se lo achacaban al FRAP, porque el GRAPO no lo reivindicó hasta un tiempo después… y esto con muchas acciones. Estando en el Hotel Rejas nos llegó información por el periódico de varios atentados, recuerdo que estábamos varios leyendo y nos miramos unos a otros, estaban los Hermanos Diz, como pensando ¿habrá sido el FRAP? Después de todo esto sí que hubo críticas hacía los PCE (r) y GRAPO, constantemente llamándoles «grupos policiales», que aunque no era una técnica muy inteligente sin duda estas acusaciones eran producto de sus aventureras acciones y de la reciente «herencia comunista» a la hora de tratar la «competencia». Leí algún escrito del PCE (r), en el que al PCE (m-l) les llamaban pequeños burgueses, porque optaban por plantear la cuestión de la república –pero olvidaban que no precisamente una república burguesa como ellos acusaban–... fue curioso porque al poco tiempo lo hicieron ellos reivindicando la tricolor republicana democrático-burguesa pero colocaron la estrella roja en el centro de la bandera... era como «A ver quién la tenía más grande». Actualmente oficialmente no están legalizados, pero a los efectos hay mucha permisividad al respecto, venden su propaganda libremente en sus distintos puestos. (...) Nunca tuve una opinión especial respecto al PCE (r)/GRAPO, más que nada los consideraba unos iluminados con sus teorías y acciones, después del PCE (m-l), no me podían enseñar nada nuevo relevante». (Comentarios y reflexiones de José Luis López Omedes a Bitácora (M-L), 2019)

Durante años el PCE (m-l) chocaba y denunciaba las acciones del GRAPO:

«La colocación de una bomba junto a una bandera republicana en el puente del tren por elementos del GRAPO, solo persigue desprestigiar a la república, la justa lucha revolucionaria y acabar con las movilizaciones populares». (Vanguardia Obrera;  Nº203, 4-10 de octubre de 1977)

Sus acciones armadas, como sabemos, estuvieron basadas en una mezcla entre la metodología terrorista, el espontaneísmo y el aventurerismo. Aunque esto nunca fue profundamente estudiado por el PCE (m-l) a la hora de analizar dichas acciones y sacar conclusiones para orientar a las masas sobre dicho fenómeno.

Si leemos el artículo de M. Serrada «Terrorismo, manipulación y demagogia», se decía:

«El problema de fondo hoy en España es la ausencia de democracia real, para el pueblo, y la acumulación y organización de fuerzas orientadas hacia la consecución de este objetivo. (…) Es evidente que las últimas acciones armadas de ETA, muy particularmente, no van en esta dirección y contienen una alta dosis de aventurismo típicamente pequeño burgués. Aunque el radicalismo pequeño burgués pueda encontrar fácil justificación a sus acciones en el indudable carácter reaccionario y hasta canallesco del régimen, el camino de la revolución tiene sus ineludibles exigencias y los últimos atentados de la citada organización nacionalista, entrecruzados además con los del policiaco GRAPO están instigando objetivamente las aspiraciones golpistas del ejército, están sirviendo en bandeja la coartada para toda una serie de medidas y leyes de carácter fascista dirigidas contra el conjunto de la clase obrera y el pueblo y posibilitando la recuperación coyuntural y demagógica de la monarquía y el colaboracionismo, están facilitando la movilización del poder de sectores atrasados y están poniendo, mediante la confusión que  producen diversas trabas al proceso de unidad popular y antifascista. (…) El objetivo de la lucha revolucionaria hoy es ampliar, mediante la unidad y la lucha las pocas y recortadísimas cuotas de libertades conseguidas, lucha que de dirigirse, en las actuales circunstancias, muy fundamentalmente a la acumulación y organización de fuerzas para la revolución y no al desgaste, dispersión y confusión de las mismas. (…) Avanzar y atacar al enemigo en función del nivel de esa acumulación y organización revolucionaria y en función del estado de ánimo y nivel de comprensión de las masas, sin pretender forzar, mediante el aventurismo o el terror individual o grupo, ese avance, al precio de dificultarlo y de facilitar al enemigo todo tipo de engañosas justificaciones para sus brutalidades». (Vanguardia Obrera; Nº 362, 1981)

Denunciar sus acciones sin sentido ni perspectiva era necesario, sobre todo haciendo una distinción entre jefes y base:

«Sobre los GRAPO opinaron que sin hacer de esto un título sensacionalista, su línea es una provocación contrarrevolucionaria que intenta desprestigiar la lucha de las masas, la república, y en definitiva, hacen lo que la oligarquía pretendiera que hiciéramos nosotros para poder acusarnos de terroristas. No obstante, no prejuzgamos la buena fe de algunos de sus elementos de base». (Cambio 16; Adiós a las bombas, 1977)

Pero en vez de profundizar en buscar dichas raíces para cometer estas acciones, calificar dichas acciones sin más de producto de un «engendro policiaco», era poner el carro delante de los caballos:

«–¿Qué opinas de los GRAPO?

–Los GRAPO es un montaje grotesco de los servicios especiales represivos de la oligarquía. De qué sector de ellos, no lo sabemos, pero existe un reparto de papeles cuyo objetivo es desprestigiar la lucha armada y la violencia popular. Existe el consentimiento del conjunto de la oligarquía, porque si el Gobierno de Suárez hubiera querido hacer algo, habría podido hacerlo.

–Los GRAPO pues, ¿es una banda fascista más?

–Para nosotros, desde luego». (Elena Ódena; Entrevista realizada para «Interviu» por el periodista José Dalamu, 17 de febrero de 1977)

Podemos encontrar similares declaraciones en todas las publicaciones de «Vanguardia Obrera» y otros medios:

«Respecto a los GRAPO, el dirigente del partido denunció a este grupo como «provocador, dirigido por el fascismo, que actúa contra la política de nuestro partido y busca desprestigiar la lucha armada y alejar a las masas de ella». El informante dijo que tenían datos para hablar así, y que el hecho de que hubiera «militantes en el GRAPO que sean honrados no significa nada», ya que sirven intereses fascistas. Denunció también su «repentina irrupción en el campo republicano», calificándolo de «quintacolumnista y contrarrevolucionario». (El País; El FRAP anuncia nuevas acciones armadas, 20 de julio de 1977)

Para el PCE (m-l) el PCE(r)/GRAPO era un ejemplo, tanto por el carácter social de su militancia como de sus métodos armados, de la fisonomía del revisionismo armado:

«Las manifestaciones «izquierdistas» producto de la impaciencia pequeñoburguesa que el enemigo trata y tratará de hacer germinar en nuestras filas de muy diversas formas, incluida la labor de provocación. De hecho ya se han manifestado opiniones confusas sobre un caso muy concreto y muy esclarecido incluso en la prensa, acerca de un grupo provocador manejado por los servicios especiales e integrado en buena parte por personas del lumpenproletariado y por el personal de servicio de uno de los más encumbrados clanes de la oligarquía». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IIº Congreso del PCE (m-l), 1977)

Ciertamente, como hoy sabemos, dicha organización tuvo y sigue teniendo mucho atractivo entre las capas del lumpen, sobre todo entre los jóvenes:

«El principal fracaso de Arenas ha sido, sin lugar a dudas, la escasa incidencia que el partido, ha alcanzado, hasta ahora, entre la clase obrera, especialmente entre las grandes fábricas. (…) El PCE (r) tuvo que cubrir las bajas de dirigentes obreros con jóvenes sin experiencia política, y además, sin relación directa con las grandes fábricas o centros de trabajo. (…) La falta de obreros se ha convertido en el talón de Aquiles del PCE (r) y de los GRAPO». (Rafael Gómez Parra; Los hijos de Mao, 1991)

En ese documento se puede constatar que el PCE (r)/GRAPO tuvo entre su seno muchos elementos infiltrados. Pero todo grupo armado o no, es susceptible de sufrir infiltraciones, sea un grupo liberal, socialdemócrata, comunista, nacionalista o anarquista. Ahí están casos como el de Malinosvky entre los bolcheviques o de Azev entre los social-revolucionarios, ambos alcanzaron grandes cuotas de poder en el partido hasta ser desenmascarados, hasta que los bolcheviques se hicieron con los informes de la Ojrana –agencia secreta zarista– no se supo de su doble juego. Véase al respecto la obra del bolchevique Victor Sergue –que luego se convirtió al trotskismo–: «Lo que todo revolucionario debe saber acerca de la represión» de 1925.

Como sabemos, el PCE (m-l) no era dudoso de tener miedo en acometer grandes polémicas con otros grupos como hizo con el PCOE, Komunistak o las variadas organizaciones trotskistas de la época, pero en el caso del PCE (r)/GRAPO recurrió a lo fácil: a la acusación de grupo provocador por sus acciones aventureras y no a la argumentación. Obviamente como sabemos, el PCE(r)/GRAPO tuvo en su seno grandes infiltraciones policiales como se reveló después, incluso entre los infiltrados se denunció la falta de contundencia gubernamental para desarticular a toda la banda. Igualmente fueron notorias las ideas semianarquistas entre los miembros de la cúpula como hemos analizado en nuestros documentos. Pero este simplismo para explicar el nacimiento y operación de un grupo, es inadmisible para un partido que se dice marxista-leninista, pues era imposible convencer a nadie medianamente inteligente con dichas breves y simplonas explicaciones.

Como vimos en el capítulo: «Las tempranas e inesperadas escisiones del PCE (m-l) en 1965», por influencia de los disidentes del PCE (m-l) que fueron a parar en la OMLE, que a su vez darían pie luego al PCE (r), intentaron sostener una polémica contra el PCE (m-l), pero había errado el tiro acusando falsamente de cuestiones que eran fácilmente refutables a poco que se mirase el programa del propio PCE (m-l). Por tanto, años después, una vez constituido el PCE (r), visto que sabían de sobra que se tenía nivel ideológico muy bajo como para mantener una confrontación teórica permanente, y que tampoco podían comparar en cuanto a «historial revolucionario» a ambas organizaciones sin salir perdiendo, se decidió pasar a solucionar la papeleta acusando a la dirección del PCE (m-l) de epítetos similares o peores a los que ellos recibían. Véase el artículo de su jefe el «Camarada Arenas» bajo el título: «La dirección falangista del llamado PCE (m-l) al descubierto», Bandera Roja, núm. 26, agosto de 1977. 

Mientras la agrupación de Arenas la OMLE no levantó una sola célula en España hasta 1970, el PCE (m-l) llevaba nada más y nada menos que once años a la vanguardia de la lucha contra el carrillismo y notando un gran auge en la lucha contra el franquismo, cuando en 1975 sus militantes eran asesinados bajo el frente del FRAP tenían ya una notable lista de encarcelados y asesinados, el PCE (r) en cambio apenas se constituía como partido oficialmente, era poco menos que una mofa pretender llamar falangistas a los jefes del PCE (m-l) y pretender construir el relato de que fue el PCE (r) la «verdadera organización antifranquista» y la «única que se opuso a la farsa de la transición»… como harían sus acólitos años después manipulando la historia. A este personaje es el que los actuales revisionistas modernos piden «respeto» cuando él se pasó su juventud difamando a los veteranos marxista-leninistas. Lo cierto es que Arenas ha sido un poliagente gratuito de los diversos imperialismos y revisionismos modernos; nadie en su sano juicio guardaría respeto a tal elemento que fue el representante del daño que hace la desorientación del eclecticismo ideológico. No sabemos si fue un agente pagado ni realmente es decisivo saberlo, nos basta para refutarle con sus solas actuaciones en la teoría y práctica que demuestran su profundo antimarxismo.

Limitar la crítica a un individuo o grupo, a verter acusaciones o indirectas sobre presuntas tramas de infiltrados y provocadores sobre las cabezas visibles sin pruebas concluyentes, es precisamente caer en el juego sucio de lo que otras formaciones hacían con la dirección del PCE (m-l) –véase los comentarios y acusaciones del PCE, del propio PCE (r), del renegado Lorenzo Peña o de los fraccionalistas de 1976 sobre los líderes del PCE (m-l)–:

«Entre las provocaciones que dicen haber sufrido están, según ellos, la supuesta infiltración de la policía en el FRAP. Nosotros mantenemos que dentro del partido una constante vigilancia revolucionaria, y pensamos que no existen infiltraciones a un nivel que pueda dañar a la organización, y evidentemente negamos en redondo que exista a niveles superiores. Se han lanzado calumnias sobre camaradas de la dirección nacional del partido como Elena Ódena y Raúl Marco. La respuesta la dio Lenin al decir que si los revolucionarios debieran contestar a todas las provocaciones y ataques personales, no tendrían tiempo para dirigir la revolución». (Cambio 16; Adiós a las bombas, 1977)

Generalmente los grupos que carecen de contenido ideológico para argumentar sus posiciones caen con facilidad en esto de forma reiterada, y eluden siempre el debate ideológico, por eso los marxista-leninistas jamás deben caer en el mismo error de acusar sin mostrar pruebas fundamentadas. Los grupos oportunistas creen que esta técnica de difamación es para ellos el as de la manga que todo lo zanja, pero no es así. Recurrir a esto es una maniobra zafia que solo contenta a la parroquia más insulsa, mientras que causa la desmoralización entre sus propias filas y sus elementos honestos por no dar una explicación creíble. Por tanto, fue un error que el PCE (m-l) cayese en estos juegos, cuando había demostrado capacidad más que suficiente para desmontar teóricamente a varias organizaciones revisionistas, siendo éste además, un campo donde el revisionismo jamás podría ganarle. ¿Qué postura deben de tener los marxistas sobre estas organizaciones ante este tipo de temas?:

«En las situaciones de debates externos, ante la abrumadora falta de nivel para contraargumentar, algo de lo que es consciente Roberto y su camarilla, se han dedicado a defenderse de la crítica del adversario presentando cosas indemostrables como acusaciones de que quienes le critican son espías, provocadores, y diversos enemigos infiltrados. Ridículo y patético a partes iguales. Precisamente Marx fue acusado de espía y de mil cosas más por Herr Vogt. Lenin fue tachado de agente alemán y traidor de la nación por los eseristas y mencheviques en su momento de mayor auge. Durante los debates de Stalin con los trotskistas estos últimos hicieron circular el rumor de que Stalin era un viejo agente de la Ojrana, la policía secreta zarista. Como se ve, más allá de rumores y acusaciones sin fundamento, los oportunistas a lo largo de la historia se han caracterizado por intentar difamar a sus adversarios para eludir el debate político, pero la historia no les ha recordado nunca como los vencedores de la polémica ni tampoco por ser figuras de relevancia para el movimiento obrero, incluso a la postre se ha revelado que quienes tenían contactos de dudosa moral con el enemigo de clase eran ellos, en cambio sus opositores, los marxistas, sí han transcendido en la historia por llevar razón en dichas polémicas y por confirmar sus previsiones científicas en un breve lapso de tiempo.

Es más, cuando los revisionistas solamente responden a las críticas externas con rumorología y acusaciones sin pruebas pretendiendo ignorar la montaña de críticas argumentadas de sus rivales, al final los simpatizantes y militantes de la propia organización dudan de la capacidad de sus líderes, de sus debilidades en el debate, es entonces cuando su halo mitificado de líderes infalibles sufre una brecha, y al tiempo cae por sí solo. Poco a poco se van dando cuenta que para la dirección no es importante solventar los errores de la organización que se denuncian y se van acumulando, sino que todo es un teatro donde lo importante es la apariencia, para que el show, la farsa continúe pase lo que pase, para que los jefes siempre puedan seguir aprovechándose del rédito que sacan a esta estafa que han montado.

Cuando este punto de inflexión ocurre –y tarde o temprano siempre ocurre entre los más avanzados–, algunos elementos empiezan a ver que las críticas externas no son tan descabelladas, y cuando finalmente abandonan la organización, son conscientes de que lo que advirtieron en su momento tanto las críticas internas como externas eran del todo razonables, arrepintiéndose de no haberlas hecho caso antes. Ya hemos visto casos históricos de que muchos elementos por culpa de no querer ver la realidad y de sus vacilaciones, cuando la evidencia ha superado todo lo soportable para ellos y han querido desmarcarse de formar parte de un movimiento degenerado y contrarrevolucionario, ha sido demasiado tarde como para no haber sido cómplices. He por ello que los marxistas cuando se dirigen a las organizaciones revisionistas deben realizar las criticar y promover el esfuerzo de autocrítica entre los militantes de base para que se den cuenta de que si se consideran a sí mismos revolucionarios honestos no tienen nada que hacer en estos lugares donde no van a poder lograr sus propósitos, decimos esto ya que por supuesto los jefes de estos movimientos no ejecutarán este ejercicio autocrítico, porque no está en su mentalidad, para ellos la crítica y autocrítica solo sirve de herramienta para deshacer rivales y competidores internos o externos: la primera la utilizan sin atenerse en la realidad para desacreditar a sus rivales internos y externos de la organización, y la segunda es utilizada en alguna ocasión que otra para intentar salir del paso en medio de una situación de crisis, intentando conservar el poder dentro de la organización». (Equipo de Bitácora (M-L); Antología sobre Reconstrucción Comunista y su podredumbre oportunista, 25 de septiembre de 2017)

Actualmente por sus acciones difusas no se sabe con certeza si los GRAPO fue un grupo creado desde el primer momento por los servicios de seguridad como decía el PCE (m-l) o si los servicios de seguridad lo pudieron manipular una vez constituido por el carácter exaltado y aventurero de sus miembros, siendo mucho más probable y loable lo segundo. Aunque sinceramente, tampoco creemos que el PCE (r)/GRAPO necesitase de «estímulos externos» para desatar su aventurerismo, ni que la burguesía necesitase azuzarlos, ya que sus dirigentes tenían francas ideas blanquistas desde un principio, pero nada es descartable. Repetir sin más las afirmaciones del PCE (m-l) de 1975 sobre que los GRAPO eran un simple grupo de provocadores al servicio del gobierno, no era más que eslóganes descalificatorios que decían poco de la capacidad analítica del PCE (m-l) en esta cuestión del terrorismo y de los nuevos grupos maoístas. No daba una explicación materialista-dialéctica a la militancia de dichos partidos, de las deficiencias de los mismos, incluyendo esa concepción errónea de la lucha armada bajo conceptos terroristas, con lo cual era imposible atraerlos y sacarles del error. 

Pero además el PCE (m-l) se olvidaba otros puntos criticables de dicha organización como era su apoyo a la teoría militar de la «Guerra Popular Prolongada» y su predilección por el terrorismo, al concepto de partido basado en la «lucha de dos líneas» o su rechazo sectario a realizar «trabajo legal» en sindicatos y elecciones y un infinito etcétera. En lo externo se podía haber criticado mucho más el apoyo de dicho partido a la teoría de los tres mundos en 1976, el repentino apoyo al socialimperialismo soviético en 1978, o el apoyo a la Perestroika en 1988. Véase nuestro documento: «Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO» de 2017. Esta ausencia de un análisis marxista-leninista claro y concreto, precisamente contribuyó a que el PCE (r) pudiera durante algún tiempo engañar a varias de las siguientes generaciones. Lo triste es que nosotros tuvimos que exponer lo que en su momento ni el PCE (m-l) ni otros marxista-leninistas después fueron capaces de hacer durante décadas sobre este partido ultraoportunista». (Equipo de Bitácora (M-L); Ensayo sobre el auge y caída del Partido Comunista de España (marxista-leninista), 2020)

2 comentarios:

  1. No sé hasta qué punto se puede acusar a Peña de ser un "chovinista castellano", lo cual le viene lógicamente de ser de los primeros en cuestionarse si las nacionalidades (que no naciones) españolas de Cataluña, Euskadi y Galicia tenían que tener derecho a la autodeterminación porque sí y abandonar esa imposición de Gueorgui Dimitrov, Stoyán Mínev "Stepanov" y Dimitri Manuilski, fruto más de su mimetización del caso soviético al español que a un estudio exhaustivo de la realidad de la cuestión nacional en España. Por lo demás muy certeros, como siempre.

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  2. El "derecho a la autodeterminación" "porque sí" no, basado en un análisis concreto sobre España. Considerar que Cataluña es una "nacionalidad" y no "nación", entiendo que se pensase a inicios del siglo XX, cuando el catalanismo era para algunos poco más que una expresión de regionalismo mal llevado, pero como certificó el propio Pierre Vilar, conforme avanza el siglo se confirma que ya no son "problemas regionales sino nacionales". Sobre lo de Internacional Comunista te equivocas del todo, la IC no descubre la pólvora, se centra en una evidencia: descuidar la cuestión nacional en momentos en que los nacionalistas estaban logrando ser primeras fuerzas políticas, evidenciaba una ceguera del grupo sectario de Bullejos, por otro lado, ni Togliatti, ni Minev ni Gerö tenían la misma opinión sobre la cuestión nacional en España (si lees sus obras sobre España sabrás porque digo esto), ni sobre las relaciones PCE/PSUC ni sobre las relaciones Gobierno Central/Generalitat Catalana. Comorera presentó un informe ante la IC (que aprobó y el PCE a su vez promocionó) donde resumía muy bien la cuestión:

    "Es justo que el PCE defienda de manera resuelta y pública el derecho de Cataluña a separarse totalmente de España. Es justo que el PSUC diga que en la reivindicación y ejecución de sus derechos nacionales, Cataluña ha de reafirmar su unión con los otros pueblos de España", este deber de ser nuestro eslogan de agitación hoy, mucho más viéndose como están las cosas....

    Si no reconocemos esta realidad y este derecho (que no obligación de su aplicación), estamos más cerca de chovinistas tipo Lorenzo Peña (que demostraremos los pseudoargumentos para negar el derecho a autodeterminación, y ahora, hasta del modelo federal), de Santiago Armesilla, o del lumpen Roberto Vaquero.

    Esto será abordado en breve en un capítulo extenso donde se repasará las posiciones históricas de Pi y Margall, PSOE, PCE y PCE ml, y se verá, el error y confusión, así como ciertos aciertos de todos estos sobre el tema... Así como las caricaturas de los grupos reformistas y revisionistas de hoy.

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