martes, 3 de noviembre de 2020

¿Es el Islam una religión «pacífica», de «amor» y «tolerancia»?


[Post originalmente publicado en 2017]

«Estos días los medios de comunicación en España –salvo los más fascistoides como 13TV o Intereconomía– han dado voz a ideólogos liberales que defienden la religión musulmana y califican el yihadismo y el Daesh, como «una mala interpretación del islam». Estos comentarios ya han venido abundando y propagándose desde los primeros brotes de atentados yihadistas en Europa:

«Son los primeros que no siguen los preceptos; entre otras cosas, las muertes», reprocha Javier Rosón, analista del islam en Europa de Casa Árabe. Sin embargo, los terroristas del grupo «Estado Islámico» (EI) invocan el nombre de Dios al cometer atentados y pretenden erigirse como principales valedores del islam. Por culpa de ello, comunidades musulmanas de todo el mundo se ven obligadas a recordar que no los representan. Así, «el Corán tiene una ciencia aprobada mundialmente por todos los científicos. Lo que los terroristas hacen es un corta y pega al gusto», lamenta Abdelaziz Hammaoui, uno de los mayores estudiosos del islam en España: imán, teólogo musulmán, profesor de la Cátedra de las Tres Religiones en la Universidad de Valencia y presidente del Centro Cultural Islámico de Valencia... (...) «El islam es una religión de paz. Lo primero y principal es no matar a otro», subraya Javier Rosón. (...) Otro referente en España es Mounir Benjelloun, presidente de la Comisión Islámica de España y de la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas: «Someter el islam a interpretaciones literales del Corán, sería injusto y equivocado». (...) Las excepciones en las que el Corán sí justifica matar a otra persona se resumen en una motivación por defensa propia. Se producen en el contexto histórico bélico en los inicios del islam y hoy sólo podrían ser aplicables si lo ordenase una autoridad estatal, coinciden todos los expertos consultados». (El español; Estado Islámico contra el Corán: las pruebas de que no tiene nada que ver con el islam, 14 de diciembre de 2015)

Aquí hay que hacer un alto. 

Primero: cuando aquí se habla que hay individuos de la comunidad científica que aprueban el islam, entendemos que se refiere a los mismos filósofos, teósofos, científicos y demás personalidades que a lo largo de la historia han intentado mezclar religión y ciencia, que son como el agua y el aceite. Un bluf a todas luces:

«Ese daño generalizado que causa la religión nace de ese «sentido común» que en gran medida está determinado por lo que la sociedad entiende como bueno o malo, es decir, del dualismo religioso que coloniza el pensamiento y que intoxica los procesos del razonamiento desde edades tempranas. De hecho, esta influencia es la que explica en última instancia el porqué sujetos con una gran preparación educativa, que les hace disponer de los elementos para cuestionar los dogmas religiosos, siguen atrapados por los mismos. (...) Las religiones se basan en la negación de la razón en favor de la supremacía de la fe –el dogma que todo lo explica sin explicar absolutamente nada–, la religión asienta sus pies sobre el idealismo filosófico, en especial se ha valido del relativismo, el subjetivismo o el escepticismo para negar la posibilidad de conocer –pues esto suponía poder poner en riesgo los débiles pilares de sus creencias. Recordemos que las religiones en general, son formas de dominación cuya lógica discurre inversamente al materialismo histórico, o lo que es lo mismo, su «lógica» –por decirlo de alguna manera– es que la realidad material fluye desde el ideal –dios–; que al ser aceptada como una cuestión inobjetable se acepta implícitamente que somos esclavos de un orden superior que desconocemos y al que está subordinada la materia; entiéndase que «la relación con dios» fue determinada por sociedades esclavistas de la Edad de piedra y esa es la razón última de que esa relación sea en condiciones de amo-esclavo. Además, la forma en que entienden la realidad hace que la misma no pueda ser estudiada, entendida, explicada o transformada; para esta lógica deísta lo material es insustancial, carente de procesos activos y condicionales. He allí la gran utilidad de la fe idealista para los poderosos». (Equipo de Bitácora (M-L); Materialismo dialéctico y religión; el conflicto permanente, 2011)

Como dijo un gran materialista:

«Donde la moral se funda en la teología y el derecho en la institución divina, se pueden justificar y fundamentar las cosas más inmorales, injustas e improbas». (Ludwig Feuerbach; La esencia del cristianismo, 1841)

No por casualidad en Europa de la Edad Media cuando los monjes cristianos monopolizaron la filosofía y otros campos se causó uno de los mayores atrasos en la historia del conocimiento y el saber científico, por todos es sabido que los dogmas de San Agustín y Tomás de Aquino que daban una explicación religiosa al mundo fueron tomados como interpretación oficial de la iglesia hasta hace bien poco, y de hecho hoy siguen utilizándolos a baja escala; este mismo retroceso fue causado por el islam a otros pueblos, adaptándose en sus zonas unos Estados teocráticos, adoptando algunos de los avances de otras culturas y difundiéndolas sin duda, pero a la vez inundando cada vez más del irracionalismo y el dogma religioso a las investigaciones científicas y a la filosofía en general:

«Este debate de la Europa del siglo XVII se había producido en el islamismo ya en el siglo XI. Lo resolvió al-Ghazali, pero a favor de la religión y no de la razón. A partir de este momento, las investigaciones filosóficas en el marco de la teología musulmana debían llevarse a cabo según el Corán, la ley del islam, que era considerada como «la ciencia de las ciencias» y todo debía relacionarse con ella y no con la razón y según la razón. La ley coránica no puede ser objeto de enmienda ni mejora alguna. Es la perfección misma, es la palabra de Alá. La religión, pues, asume la misión de perfeccionar la humanidad. Las tesis de Algazel son: «El Islam es lo absoluto, lo divino y lo racional». «Dios en su omnipotencia ha creado el mundo. Ser o no ser depende de su voluntad». (Enver Hoxha; El glorioso pasado de los pueblos no puede ser ignorado, 1983)

El segundo argumento para defender al islam se basa en aludir que las expresiones belicistas que se alojan en El Corán son, en realidad, un mecanismo de defensa frente a otras religiones. En efecto, cuando Mahoma predicaba en Medina y otros tantos lugares su doctrina fue objeto de rechazo, crítica y burla por cristianos, judíos y otras creencias animistas y politeístas. Esto, sin embargo, es la reacción que sufre toda religión en un inicio. Entonces, ¿cómo llegó el islam a ser hegemónico dentro y fuera de la Península Arábiga en tan poco tiempo? Como otras religiones mundiales, no se dedicó –ni se dedica– a defender su «zona natal», sino que tiene objetivos expansionistas y, como el cristianismo, una «vocación universal». El islam se extendió de forma fulgurante en tiempo récord gracias a la guerra y pasar por encima de otros.

«El musulmanismo como ideología de choque comenzó ya en vida de Mahoma, quién con algunas expediciones de escasa envergadura rebasó el marco del desierto de la Península Arábiga. Las verdaderas ofensivas y conquistas llegarían después de la muerte de Mahoma, de manos de los califas o vicarios suyos, los weqil, jefes o guías de las comunidades musulmanas. De modo que en el período de los califas Abú Bakr, Omar, Othman, Muawiyya y Walid fueron conquistados Irak, la Palestina Bizantina, Siria, Jerusalén, Mesopotamia, Egipto y Cirenaica, Chipre, Persia Oriental, la isla de Rodas y Esmirna, España, y se emprendió el ataque en dirección a la Galia, al Oriente Transoxiano, a la India, etc. Todo aquel espacio y los pueblos de los países que comprende fueron conquistados en el siglo siguiente a la muerte del Profeta». (Enver Hoxha; El glorioso pasado de los pueblos no puede ser ignorado, 1983)

Recordemos que el islam reconoce ciertos textos del judíos y cristianos como propios, algo que también ocurre con diversos profetas de ambas religiones, por lo que, a diferencia de los paganos, a los practicantes de las dos anteriores se les permitió conservar su fe siempre que esta no fuera exhibida públicamente y pagaran un tributo. Ahora bien, los hijos nacidos de los matrimonios mixtos entre musulmanes y no musulmanes eran considerados automáticamente como musulmanes y, en caso de no reconocerse así los sujetos, eran considerados apóstatas, es decir, renegados que eran castigados con la pena de muerte, por mucho que nunca hubieran profesado la religión. Esto indica el grado de intransigencia del islam y su política de conversión forzada.

El islam, pues, no propagaba la intolerancia y el belicismo religioso por «una necesidad histórica defensiva», sino por su vocación ofensiva, resultado de cuestiones que atañen a su propia índole religiosa, así como por las pretensiones políticas y económicas de las clases a las que servía –y sirve–. De ahí que usase el maniqueísmo sencillo de «creyentes e infieles» para justificar toda acción militar expansionista.

Este intento de apología para relativizar crímenes, como el sometimiento de pueblos y la eliminación progresiva de otras religiones, ha sido y es una política similar a la del cristianismo históricamente. Este recordaba de tanto en tanto a propios y extraños el calvario de los mártires cristianos perseguidos durante el periodo del Imperio romano, dando a entender, así, que los pobres cristianos solo se defendían del malévolo infiel, del impío pagano, que tanto había hecho sufrir a los militantes de la «verdadera fe». Si no se actuaba así, «luchando contra Satanás y sus sirvientes», la tierra se acabaría por teñir de nuevo con sangre cristiana... ¿Cuál era la realidad? Dicha religión, como ocurría con el islam, ya habían alcanzado una hegemonía política, económica y cultural en zonas de vital importancia tanto en el viejo Imperio Romano Occidental como en el Oriental y, si bien es cierto que las amenazas externas para los cristianos existían, en muchos otros casos no estaban amenazados, sino que eran ellos, y no los paganos, quienes ejercían como invasores y saqueadores –véase las Cruzadas bálticas del siglo XII–, mientras otros pueblos se irían cristianizando paulatinamente –escandinavos, sajones, eslavos y otros–, la amenaza –del islam o el paganismo– era un espantapájaros. Hoy, el yihadismo realiza el mismo juego en los países musulmanes mientras los sectores más conservadores de occidente proceden del mismo modo con la llamada «invasión silenciosa del islam».

Tercero. El Corán está repleto como la Biblia de frases contradictorias que por un lado muestran caridad, piedad, y pacifismo, y en otros párrafos dan muestras de lo contrario, siendo por tanto incoherentes:

«De ahí la «tolerancia», el relativo consentimiento del islamismo hacia las otras religiones. Pero esta «tolerancia» era solamente relativa, ya que por principio los suras del Corán hablan de la guerra (chihad) contra los infieles, se entiende contra aquellos que no admiten o rechazan la religión islámica». (Enver Hoxha; El glorioso pasado de los pueblos no puede ser ignorado, 1983)

¿Pero es cierto por tanto todo esto que se dice del islam en líneas generales estos días en la televisión, prensa y radio? Para nada, y es menester desglosarlo con los propios textos del Corán para abrir los ojos a la gente.

a) Dicen que «el islam es una religión de paz»:

«Cuando vuestro Señor inspiró a los ángeles: «Yo estoy con vosotros. ¡Confirmad, pues, a los que creen! Infundiré el terror en los corazones de quienes no crean. ¡Cortadles del cuello, pegadles en todos los dedos!». (Corán; 8:12)

Justifica precisamente las matanzas diciendo a sus feligreses que esas acciones en verdad no las cometen ellos, sino que es obra y voluntad de Dios:

«No erais vosotros quienes les mataban, era Alá Quien les mataba. Cuando tirabas, no eras tú quien tiraba, era Alá Quien tiraba, para hacer experimentar a los creyentes un favor venido de Él. Alá todo lo oye, todo lo sabe». (El Corán; 8:17)

b) El islam promueve la tolerancia y el entendimiento entre diferentes pueblos y religiones:

«¡Creyentes! ¡No toméis como amigos a los judíos y a los cristianos! Son amigos unos de otros. Quien de vosotros trabe amistad con ellos, se hace uno de ellos. Alá no guía al pueblo impío». (Corán; 5:51)

Su texto sagrado, El Corán, prohíbe tajantemente el entablar amistad con ellos so pena de castigo eterno:

«Los hijos de Israel que no creyeron fueron maldecidos por boca de David y de Jesús, hijo de María, por haber desobedecido y violado la ley... (...) Ves a muchos de ellos que traban amistad con los que no creen. Lo que han hecho antes está tan mal que Alá está irritado con ellos y tendrán un castigo eterno». (Corán: 5:78 y 80)

c) «El islam no busca el sometimiento por medio de la coacción»:

«A quienes no crean en Nuestros signos les arrojaremos a un Fuego. Siempre que se les consuma la piel, se la repondremos, para que gusten el castigo. Alá es poderoso, sabio». (Corán; 4:56)

d) «El islam no es misógino ni promueve el golpear a las mujeres»:

«Los hombres tienen autoridad sobre las mujeres en virtud de la preferencia que Alá ha dado a unos más que a otros y de los bienes que gastan. Las mujeres virtuosas son devotas y cuidan, en ausencia de sus maridos, de lo que Alá manda que cuiden. ¡Amonestad a aquéllas de quienes temáis que se rebelen, dejadlas solas en el lecho, pegadles! Si os obedecen, no os metáis más con ellas. Alá es excelso, grande». (Corán; 4:34)

e) «El islam no promueve las guerras ni religiosas ni de ningún tipo»:

«¡Id a la guerra, tanto si os es fácil como si os es difícil! ¡Luchad por Alá con vuestra hacienda y vuestras personas! ». (Corán; 9:41)

f) «El islam respeta a los ateos o a elementos de otra religión»:

«¡Que no crean los infieles que van a escapar! ¡No podrán! ¡Preparad contra ellos toda la fuerza, toda la caballería que podáis para amedrentar al enemigo de Alá y vuestro y a otros fuera de ellos, que no conocéis pero que Alá conoce! Cualquier cosa que gastéis por la causa de Alá os será devuelta, sin que seáis tratados injustamente». (Corán; 8; 59 y 60)

g) «El islam no discrimina a nadie ni les impone medidas especiales»:

«¡Combatid contra quienes, habiendo recibido la escritura, no creen en Alá ni en el último Día, ni prohíben lo que Alá y su enviado han prohibido, ni practican la religión verdadera, hasta que, humillados, paguen el tributo directamente!». (Corán; 9:29)

h) «El islam no persigue a los que considera infieles»:

«Quien no cree en Alá y en su enviado. Hemos preparado para los infieles fuego de gehena». (Corán; 8;59 y 60)

Se llega al punto en que se afirma que Dios ha enviado a Mahoma para directamente hacer predominar el islam sobre las otras religiones:

«Él es quien ha mandado a su enviado con la dirección y con la religión verdadera para que, a despecho de los asociadores, prevalezca sobre toda otra religión». (Corán; 9:33)

Es más, el islam promueve el romper con tu familia como cualquier otra secta si tus familiares cercanos no son creyentes:

«¡Creyentes! No toméis como amigos a vuestros padres y a vuestros hermanos si prefieren la incredulidad a la fe. Quienes de vosotros les consideran amigos, ésos son los impíos». (Corán; 9:23)

Queda demostrado de sobra que quien afirma que el islam es paz, concordia, misericordia y tolerancia es el mayor de los mentirosos o el mayor de los ignorantes.  Que un imán suelte estas necedades es normal, al igual que el párroco católico, tiene que lavarle la cara a su retardataria religión y a sus párrafos reaccionarios, de otra forma su religión es indigerible para una persona de pensamiento progresista.

En resumidas cuentas, se trata de una religión sustentada en el «idealismo filosófico» que tiene por objetivo, como toda religión, sujetar el pensamiento individual y colectivo, y mantenerlo sometido según los intereses de la clase dominante. El islam, forma parte pues, de todas esas creencias y valores que las masas trabajadoras necesitan vencer en el camino hacia la emancipación social, hacia socialismo y el comunismo. Tan simple como eso.

A ejemplo de lo que produce el islam, reproduzcamos lo que dentro de un intercambio de opiniones relataba uno de nuestros jóvenes lectores habituales sobre la influencia de la religión musulmana en su familia y el desarrollo de sus comportamientos y pensares:

«Camaradas pondré mismamente el ejemplo de mi madre, pues alguna que otra vez, ella me comenta a mí –o a ciertos miembros de mi familia que no solemos rezar debido a nuestro ateísmo algunos y, otros, por ser creyentes pero no practicantes– cosas similares como: «yo no debería comer junto a vosotros puesto que no rezáis». Pero aún así y con todo ello, se salta a la torera esa «regla», y de igual manera, acaba comiendo con nosotros con total regularidad.


Pero es curioso, porque luego se contradice a ella misma también de nuevo, cuando, últimamente, me dice tanto a mí como a mis hermanos –con cierta frecuencia– que deberíamos reunirnos o juntarnos todos los hermanos –o los miembros familiares que nos encontramos en la casa en ese momento– cuando llega la hora de la comida, cena, etc.


Así, pues hay muchos ejemplos y situaciones podría exponer acerca de las miles de contradicciones de detalles, tanto de menor o mayor peso, en las que mi madre y todo musulmán, llega a incurrir por la pesada carga religiosa que se les echa encima.


Por ello, se puede decir que mi madre, como musulmana super devota de «su» religión islámica –y al igual que el resto de musulmanes que sean más o menos devotos–, pues es un buen ejemplo de lo que comentas en tu publicación acerca de las mil y una contradicciones que presentan las religiones, así como los religiosos.


Pero todo esto, ya no sólo lo es aplicable, claramente, al dogma del islam, así como a los musulmanes, sino también lo es extensivo a las demás dogmas mitológicas abrahámicas, etc., en general. (...) 
El islam al ser una religión tan apegada y penetrada increíblemente en las mentes de aquellos pueblos que la profesan, da como resultado que los hijos de esas familias por lo general que sean ateos o agnósticos, se ven presionados a no reconocer o manifestar abiertamente sus pensamientos a sus padres, o también ocurre que los hijos ocultan durante mucho sus inclinaciones hasta que pudiesen llegar a reconocer o compartir con su entorno tales posiciones allegados familiares, amigos o conocidos más cercanos. En verdad, salvo mis hermanos los casos de personas del Magreb de mi entorno que reconozcan su ateísmo o agnosticismo es escaso por el temor comentado». (Yusef, lector de Bitácora (M-L); Comentarios al respecto de un debate sobre la religión, 25 de agosto de 2017)

La importancia de la cuestión cultural y en ella la religión no solo debe ser denunciada porque los marxistas militen bajo la cosmovisión del ateísmo científico, sino para defender la situación de opresión diaria que sufren todas las personas progresistas por parte de la religión.

Como apunte decir que el Corán es el documento de las «religiones abrahámicas» que menos referencias hace al uso de la violencia, y aún así vemos como lleva al ejercicio primitivo de la misma, es además una expresión nacionalista-chovinista-patriarcal como todas las religiones abrahámicas. Además, debido a que su contenido no tiene orden cronológico, a que tampoco intenta explicar hechos históricos, sino que es más bien una suerte de monólogo, una suerte de «flujo de ideas» escritos en un estilo de tipo poético –de hecho Corán se traduce como recitación–: estos elementos complica la comprensión del creyente y se presta fácilmente a dar interpretaciones dispares tanto como se quiera, esto se agrava por el hecho de que hay un nutrido grupo de comunidades islámicas sumidas en el analfabetismo absoluto y relativo. El islam destaca sobre el resto de religiones monoteístas por su celo respecto a su libro sagrado:

«Ya sea en forma de un papado o una Iglesia infalibles, como en el catolicismo, o de una Biblia, como en el protestantismo, todas las religiones reveladas han tendido siempre a buscar una autoridad externa absoluta y una garantía oracular de la verdad. Pero en ninguna de ellas se ha manifestado tan claramente esta tendencia como en el Islam, que es primaria y esencialmente la religión de un libro sagrado, el Corán, al que se considera mensaje divino que Dios dictó en árabe, de una «tableta conservada en el cielo», al profeta Mahoma (Corán, XCVI 1-5). (...) La fuerza y la debilidad del Islam ha sido siempre su intenso conservadurismo. Es esencialmente la Religión del Libro, del Corán, transcrito de una tableta conservada en el cielo y revelado al Profeta, en ocasión única y definitiva, como Palabra literal de Dios. Siguen en importancia al libro sagrado los hadices, tradiciones que, una vez debidamente autenticadas, se convierten prácticamente en artículos de fe y bases de la ley y la práctica. Es cierto que hay musulmanes partidarios de someter los hadices a una investigación crítica semejante a la que el cristianismo aplica hoy a sus escrituras, y que en el pasado el islamismo ha mostrado una notable capacidad de adaptación a diferentes climas de pensamiento. Pero las fuerzas reaccionarias están firmemente atrincheradas, y es innegable que la estabilidad de la civilización islámica a través de los siglos ha sido fruto de su adhesión inquebrantable a su doctrina fundamental de sumisión incondicional a la voluntad y a los preceptos de Alá tal como su profeta Mahoma los reveló». (E. O. James; Historia de las religiones, 1975)». (Equipo de Bitácora (M-L); Aclaraciones pertinentes sobre el atentado yihadista en Barcelona [Recopilación documental], 2017)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

«¡Pedimos que se evite el insulto y el subjetivismo!»