lunes, 16 de noviembre de 2020

La continua directriz en RC de cerrar filas ante los errores y justificarlos bajo burdas excusas; Equipo de Bitácora (M-L), 2020


[Post publicado inicialmente en 2017]

«
En la falta de autocrítica del núcleo dirigente está una de las causas que han llevado a que gran parte de la militancia de sus inicios haya abandonado en masa Reconstrucción Comunista (RC):

«El problema no radica en que el SG y yo mantengamos diferencias ideológicas con respecto al feminismo de clase, la raíz del problema son las contradicciones personales del camarada R y su nula capacidad de autocrítica en este tema. No basta con conocer la teoría, hay que ser consecuente con lo que se proclama». (Javier M., exmiembro de Reconstrucción Comunista; Carta de salida de militancia, 31 de julio de 2015)

Es más, como se señala a continuación, en otra carta de otro exmilitante que abandonó por propia voluntad, la política a seguir de Roberto Vaquero y su camarilla ante un error ha sido siempre la misma: contraatacar con calumnias, invenciones y tergiversaciones muy burdas que desvíen la cuestión. Todo conflicto político lo reducen a una cuestión de «traidores», en caso de ser una crítica interna, y a «delatores de la policía», de ser una crítica externa:

«Ante los recientes problemas de fracciones y de salidas de gente, tanto de partido como de juventud, se ha tendido hacia el simplismo y la unilateralidad en el análisis de los conflictos, reduciéndolos a simples traiciones al partido. Evidentemente que una persona que actúe de manera abiertamente hostil contra el partido sea considerado como enemigo político y sea tratado como tal –las medidas al respecto irán acordes a la realidad material del momento–; es decir, no se critica el considerar a ciertas personas como enemigos políticos, sino el velar las posibles contradicciones y los fallos que se hayan podido cometer so pretexto de tratarse de conflictos con traidores. Esto puede provocar una cerrazón a la autocrítica y al avance del partido, en definitiva. Así mismo, la problemática se agudiza al pretender solventar estos conflictos a nivel interno apelando casi en exclusividad a la «fidelidad al partido», una fidelidad que si no viene acompañada de una autocrítica y un correcto tratamiento de las cuestiones políticas –y de una rendición de cuentas, en el caso de que competa a la militancia y fuese necesario–, se transforma en dogma.

Prueba de esto es la especial insistencia que se ha tenido respecto a que los camaradas borren a los enemigos políticos de las redes sociales, prohibiendo el mantener ningún contacto con ciertas personas. Esto conlleva el pretender extirpar las influencias burguesas o reaccionarias mediante el «aislamiento» de estas, en vez de mediante la confrontación ideológica, manteniendo una actitud seria frente a los problemas políticos, lo cual no deja de ser un absurdo». (P. R., exmiembro de Reconstrucción Comunista; Carta de cese a la militancia, 29 de octubre de 2015)

Para Reconstrucción Comunista (RC) estos «debates» internos o externos no han sido nada productivos porque no tiene capacidad para sacar provecho de ellos. Si se producen en el seno de la organización, incluso los militantes de más bajo nivel ideológico pueden ver como los líderes se ponen nerviosos y demuestran un vago nivel de respuesta ante la crítica de las deficiencias. Así, cuando se encuentran contra las cuerdas, tratan de solucionar la cuestión descalificando a los sujetos críticos con epítetos monstruosos o con un golpe de mando, zanjando el tema aludiendo a que por «falta de tiempo» no se puede extender más el debate. En caso de insistir en el debate, estos elementos críticos, o acaban expulsados o ellos deciden marcharse, y poco tiempo después se hace circular la afirmación categórica de que eran «infiltrados» o «claudicadores». 

En los debates externos esto se hace mucho más común; ante la abrumadora falta de nivel para contraargumentar, algo de lo que es consciente Roberto y su camarilla, RC intenta defenderse de la crítica del adversario presentando acusaciones indemostrables como que aquellos que critican la organización son «agentes» y «provocadores» a sueldo del Estado, en resumidas cuentas, los clásicos cuentos de terror para los niños crédulos que aceptan cualquier historia fantasiosa.

Precisamente Marx fue acusado de espía y de mil cosas más por Herr Vogt. Lenin fue tachado de agente alemán y traidor de la nación por los eseristas y mencheviques en el momento de mayor auge de los bolcheviques. Durante los debates de Stalin con los trotskistas estos últimos hicieron circular el rumor de que Stalin era un viejo agente de la Ojrana, la policía secreta zarista. En España Elena Ódena como líder del PCE (m-l) sería acusada tanto por los enemigos de dentro del partido como de fuera de ser una agente provocadora, como así hicieron los hermanos Diz de la fracción de 1976 o los revisionistas de poca monta como Arenas del PCE (r). Como se ve, más allá de rumores y acusaciones sin fundamento, los oportunistas a lo largo de la historia se han caracterizado por intentar difamar a sus adversarios para eludir el debate político, pero la historia no les ha recordado nunca como los vencedores de la polémica ni tampoco por ser figuras de relevancia para el movimiento obrero, incluso a la postre se ha revelado que quienes tenían contactos de dudosa moral con el enemigo de clase eran ellos, en cambio sus opositores, los marxistas, sí han transcendido en la historia por llevar razón en dichas polémicas y por confirmar la mayoría de sus previsiones, o en el peor de los casos, por llevar una vida revolucionaria digna y consecuente.

Es más, cuando los revisionistas solamente responden a las críticas externas con rumorología y acusaciones sin pruebas pretendiendo ignorar la montaña de críticas argumentadas de sus rivales, al final los simpatizantes y militantes de la propia organización dudan de la capacidad de sus líderes, de sus debilidades en el debate, es entonces cuando su halo mitificado de líderes infalibles sufre una brecha, y al tiempo, el mito cae por sí solo. Poco a poco se van dando cuenta que para la dirección no es importante solventar los errores de la organización que se denuncian y se van acumulando, sino que todo es un teatro donde lo importante es la apariencia, donde el show, la farsa debe continuar pase lo que pase para que los jefes siempre puedan seguir sintiéndose importantes en su pequeño mundo, pero sobre todo porque quieren seguir aprovechándose del rédito que sacan a esta estafa que han montado, de la cual se aprovechan de las cuotas y de todos los ingresos extra que cobran a la militancia. 

Cuando este punto de inflexión ocurre –y tarde o temprano siempre ocurre entre los más avanzados–, algunos elementos empiezan a ver que las críticas externas no son tan descabelladas, y cuando finalmente abandonan la organización, son conscientes de que lo que advirtieron en su momento, tanto las críticas internas como externas, eran del todo razonables, arrepintiéndose de no haberlas hecho caso antes. Ya hemos visto casos históricos donde muchos elementos por culpa de no querer ver la realidad y de sus vacilaciones, cuando la evidencia ha superado todo lo soportable para ellos y han querido desmarcarse de formar parte de un movimiento degenerado y contrarrevolucionario, ha sido demasiado tarde como para no haber sido cómplices absolutos y conscientes, algo que incluso les deja secuelas por su cobardía y problemas en que se han metido. He por ello que los marxistas cuando se dirigen a las organizaciones revisionistas, deben realizar las criticas y promover el esfuerzo de autocrítica entre los militantes de base para que se den cuenta de que si se consideran a sí mismos revolucionarios honestos, no tienen nada que hacer en estos lugares donde no van a poder lograr sus propósitos. Decimos esto ya que, por supuesto, los jefes de estos movimientos no ejecutarán este ejercicio autocrítico, porque no está en su mentalidad, para ellos la crítica solo sirve de herramienta para deshacer rivales y competidores internos o externos, y la autocrítica solo se recuerda como eslogan, pero jamás se aplica en la praxis. Normalmente el militante podrá ser testigo como de la primera, la crítica, es utilizada indiscriminadamente sin atenerse en la realidad, simplemente todo se reduce a desacreditar a sus rivales internos y externos de la organización con cuestiones secundarias. La segunda, la autocrítica, si por alguna razón extraordinaria la cúpula se ve obligada a tener que usarla, será en alguna ocasión excepcional de crisis para intentar salir del paso sin sufrir muchos daños ante la militancia, eludiendo asumir la mayoría de las responsabilidades fundamentales y negándose a investigar las causas reales de los errores.

Todo esto demuestra una clarividente actitud sectaria frente a críticas externas por miedo y cobardía a la falta de capacidades propias para responder con argumentos políticos:

«En estrecha relación con lo anteriormente señalado, en el plano ideológico, se tiende a tener una actitud totalmente negativa frente a las críticas, dando muchas veces mayor importancia al continente que al contenido en sí de la crítica. Esto desemboca en una mala actitud frente a la lucha ideológica, así como dificulta la autocrítica de la organización». (P. R., exmiembro de Reconstrucción Comunista; Carta de cese a la militancia, 29 de octubre de 2015)

Un vicio heredado del maoísmo y del trotskismo:

«Con el uso del chisme, la calumnia y el insulto ante el debate teórico, sumado a otras técnicas como la desviación de la atención de la cuestión principal –dialéctica erística y diversionismo ideológico–; también encontramos la aceptación formal de los principios y su traición en la práctica. Esto convierte a los trotskistas en teóricos estériles». (Equipo de Bitácora (M-L); Sobre el falso antitrotskismo, 2017)

A este discurso se suman los sofismas sacados del manual del «camarada Arenas», líder del PCE (r)/GRAPO, que, en un triste ejercicio de «dialéctica arística», venía a denunciar muy indignado que las críticas a su organización no eran por su revisionismo sumamente excéntrico, sino por «tramas policiales» instigadas por el «miedo» o la «envidia» que levantaban a su paso, metiendo en un mismo saco a sus detractores marxista-leninistas y al gobierno burgués o, más bien a los primeros como producto de la infiltración del segundo:

«De un lado estaba [en la fundación del PCE (m-l) en 1964] el grupo que encabezaba Lina Ódena, integrado en su mayor parte por los falangistas. (...) Si hemos sacado a relucir esos trapos sucios es porque nos han obligado a hacerlo en contra de nuestra voluntad. (...) La clase obrera y otros amplios sectores populares sienten ya una gran simpatía hacia los GRAPO y comienzan a apoyarlos. (…) ¿Es que los de la dirección del PCE (m-l) no están actuando también, y además de la manera más sucia y deshonesta, contra el partido de la clase obrera, contra el PCE (r)? (…) Si están rabiosos por los progresos que realizamos en todos los campos y porque tienen que hablar del PCE (r) aún a su pesar. (…) Comienzan a ver que pronto se les acabará el cuento. (…) Hay que ser un verdadero mentecato para no ver en las otras acciones de los GRAPO el mismo espíritu y la misma mano del pueblo trabajador. (…) La lucha armada revolucionaria que practican los GRAPO «aleja a las masas de ella», ¿no será que sucede lo contrario, y que por eso la temen y la critican tanto esos fantoches?». (Manuel Pérez Martínez, Arenas; La dirección falangista del llamado PCE (m-l) al descubierto, 1977)

Hoy, Roberto Vaquero sigue estas historias para niños. Intentando darse valor, hace pasar las múltiples denuncias sobre sus métodos pandilleros, su línea ideológica ecléctica, su machismo, su chovinismo o su odio hacia el colectivo LGTB por un miedo a su «enorme crecimiento e imparable popularidad» –excusa que también utilizaba Carrillo para disimular su revisionismo–, aunque sea evidente que nosotros, por ejemplo, no criticamos solo en base a la popularidad de un grupo, sino que lo hacemos por sus ideas políticas. En su caso concreto, ya todo el mundo conoce perfectamente que es RC, por lo que a estas alturas solo se pueden contentar con engañar a las capas más atrasadas. Aunque se diese el milagroso caso de que RC fuese un día cabeza de gobierno, al pan pan y al vino vino, nosotros seguiríamos llamando a RC como lo que es, la versión patria del socialfascismo, y a Roberto Vaquero, un jefe lumpen a despreciar.

Rizando el rizo de lo estrafalario, el nuevo ventrílocuo de Roberto apareció en redes sociales para sacar un comunicado público siguiendo este guión fantasioso. En un tono «arenista» trataba a todo individuo o colectivo crítico con RC como parte de un mismo frente común formado por «infiltrados o colaboradores de la policía», y claro, dirigido desde las altas esferas con el fin de eliminar la gran amenaza que es RC:

«Fermín Turia: ¿Los famosos tuits e hilos de «exmilitantes» con cuentas falsas? ¿Las cartas difundidas en un blog con extra de injurias y calumnias…? (…) Son colaboradores de la policía. (…) No es normal que vendan en redes sociales conocer a una persona [Roberto Vaquero] sin conocerla realmente. (…) Nos odiáis por ser comunistas. (…) El crecimiento del FO ha sido exponencial. (…) Me consta que Roberto y el equipo legal del partido han interpuesto una demanda civil para que sea borrado y se vean obligados a retractarse. (…) Voy a dirigir un correo a todas las organizaciones políticas, sociales y culturales con la identidad de los colaboradores». (Carta abierta sobre la nueva campaña de criminalización de la policía política disfrazada de exmilitantes al PML (RC), 2020)

Para empezar, debemos desmentir el intento que se hace en esta broma de carta donde RC «mezcla churras con merinas», vinculando en el documento a Bitácora (M-L) con diversos individuos y grupos. Primero, con la OCTE, una escisión del PCOE de 2015 con la que efectivamente teníamos hondas simpatías políticas, pero con la cual nunca compartimos su visión voluntarista y triunfalista –como registramos precisamente en nuestro documento contra RC de 2017–. Este grupo nunca llegó a consolidarse como organización y hace ya largo tiempo que no da señales de vida, por lo que asumimos su defunción política. Segundo, se nos intenta vincular con los exmilitantes de RC entrevistados por nosotros durante el periodo 2016-19 –con los cuales no nos une ninguna vinculación política, ni mucho menos somos responsables de su pasado o futuro activismo–.

Bien, ahora sí... ¿qué podemos decir de estas dramáticas declaraciones de Fermín? Esto es solo un intento burdo de reprimir la crítica ideológica contra RC amenazando con demandar por «calumnias» ante la justicia burguesa a todo el que alce su voz, en especial a los exmilitantes que cuenten su experiencia –¿por qué pone la palabra «exmilitantes» entre comillas, acaso no lo son?–. Quizás en unos años Fermín sea quien desee «contar su historia» al público cuando ya no le sirva a Roberto y sea despachado como ha hecho con tantos otros. Quizás sea él quien acabe agredido por sus «exmilitantes» como ha ocurrido recientemente con una chica de Valencia (*), sería justicia poética. En cuanto a la declaración de esta chica para denunciar su agresión, ¿fue una «artimaña para criminalizar a RC» o una defensa desesperada de alguien que estaba siendo acosada por los hooligans de su exorganización? ¿Acaso se estaba inventando algo que no fuese cierto? A su vez, con toda falta de escrúpulos, amenazan a este tipo de exmilitantes que han tenido ya pleitos legales con repartir sus nombres y direcciones personales entre las «organizaciones políticas, sociales y culturales», creyendo primero que RC tiene algo de influencia con su reputación y segundo, que podrán aislarlos o silenciarlos, es decir, un intento de chivateo y difamación manifiesto. ¿Se puede ser más incoherente?

RC, que habla y ve conspiraciones policiales por doquier, amenaza con recurrir a la legalidad burguesa para limpiar el «honor personal» de su Secretario General frente a supuestos «colaboradores e infiltrados de la policía», incluso frente a todos aquellos que, como nosotros, damos voz a este discurso. ¿Se imaginan algo más ridículo? ¿No sería esto como pegarse un tiro en el pie? ¿Se imaginan a Lenin llevando a juicio a los líderes mencheviques en el poder por llamarle «espía alemán»? ¡Qué sin sentido! Las excusas de RC son tan sumamente patéticas como contradictorias. 

Aunque hubiese algo de verdad en toda esta trama de risa que presenta RC y estuviesen sufriendo un acoso real e injusto de un puñado de exmilitantes, ¿no sería un poco vergonzante para un presunto comunista dedicarse a estas pantomimas? Pongamos un caso histórico no muy conocido que debería servir de lección: la polémica entre Marx y Vogt. El alemán estaba preocupado por la mala reputación que el suizo pudiera crearle, ya que le había acusado de espionaje, estafa y múltiples crímenes utilizando falacias. El propio Marx recibió varias cartas que le llegaron, instándole a ignorar las idioteces que Vogt soltaba. Un amigo ruso le decía:

«Mi querido Marx, no siga ocupándose usted de esas miserias; todos los hombres serios, todos los hombres conscientes están con usted, pero esperan de usted otra cosa que polémicas estériles; quisieran poder estudiar lo antes posible la continuación de su hermosa obra». (Karl Marx; Herr Vogt, 1860)

Un húngaro le preguntaba:

«¿Vale la pena que usted se ocupe de estas tonterías?». (Karl Marx; Herr Vogt, 1860)

En su momento, varios compañeros de Marx, como Lassalle, intentaron persuadirle de que la vía judicial no era la mejor estrategia. Cuando Marx intentó denunciar en los tribunales al periódico la Gaceta Nacional –un panfleto liberal que había difundido las calumnias de Vogt– estos le echaron abajo la causa y fue entonces cuando se decidió a realizar su crítica literaria. Allí Marx se mofaba así de las dramáticas acusaciones de espionaje que recibió sin prueba alguna:

«Lo digo sin ambages [manifiesta Vogt asumiendo la actitud más grave que un bufo como él es capaz de adoptar], lo digo sin ambages: Todo aquel que se aviene a tratar con Marx y sus secuaces e intervenir en quien sabe qué clase de actividades políticas, caerá tarde o temprano en manos de la policía. Estas actividades, desde un principio reveladas a la policía secreta, son conocidas y convenientemente empolladas por esta [según parece las tales actividades son meros huevos y la policía es la gallina clueca que los empolla], cuando estima que ha llegado el momento propicio para ello — como es de suponer los provocadores Marx y Co. se mantienen a buen recaudo en Londres. [¿Mientras la gallina empolla los huevos?]. No me hallaría en apuros para proporcionar pruebas que atestigüen la veracidad en esta afirmación mía». (Págs. 166, 167 del Libro Mayor)». (Karl Marx; Herr Vogt, 1860)

Para exponer el carácter mentiroso y contradictorio de Vogt, así como sus vínculos más que sospechosos, Marx se valió de testimonios y pruebas obtenidas mediante correspondencia y entrevistas recogidas en un lapso de más de un año. Finalmente fue esto, y no una resolución judicial lo que desmontó a su calumniador. La crítica literaria le granjeó a Vogt el ridículo ante el público y, aún así, esta obra supuso un enorme esfuerzo económico y mental que mantuvo a Marx apartado de trabajos mucho más importantes, como El Capital. Uno de sus amigos que tuvo acceso a todas sus obras personales, comentaría en su biografía:

«Disuadiéndolo, se dirigieron a Marx otros emigrados rusos y húngaros. Hoy, casi se ve uno tentado a desear que hubiera seguido estos consejos. (…) Esta polémica fue más bien un obstáculo que un estímulo para la obra de su vida, por el gran sacrificio de tiempo y de fuerzas que exigió de él, sin darle nada a cambio aparte de los enormes disgustos». (Franz Mehring; Karl Marx. Historia de su vida, 1918)

Diez años después, a la caída del gobierno bonapartista, los documentos demostraron que era Vogt el espía y estafador. El devenir puso a cada uno en su sitio: Vogt fue olvidado y defenestrado y Marx ocupó un papel clave en la filosofía, historia, política y economía de los siguientes siglos por sus estudios y actividad revolucionaria. Si Marx hubiera podido llevar a juicio el caso y sus difamadores hubieran sido condenados por «injurias y calumnias», ¿acaso hubiera tenido más éxito que con su crítica literaria? Para nada.

Esta experiencia mostraba que a los marxistas el intentar dirimir judicialmente cuestiones como calumnias, plagios, agresiones o derechos a utilizar las siglas de una organización, normalmente les resulta una empresa poco productiva, pues: uno, a la burguesía le importa bien poco estas cuestiones de «rojos»; dos, la justicia burguesa está muy lejos de poder tratar las causas de esta índole de forma justa y escrupulosa y, tres, evidentemente la justicia se podría haber equivocado y haber fallado a favor de Vogt, pero esto no le habría eximido de ser un calumniador y un agente del bonapartismo.

Nosotros respetamos a quienes creen que deben recurrir a estos procedimientos judiciales –como hizo la exmilitante de RC en Valencia que fue agredida por una militante de su antigua organización–. Ahora, por las razones ya expuestas no pensamos que un comunista deba obsesionarse, por ejemplo, con eso de limpiar el «honor personal»; no somos caballeros medievales, y nos debería importar poco lo que puedan pensar de nosotros aquellos que creen en cualquier chisme sin respaldo. Tampoco se puede dilapidar el tiempo en refutar acusaciones que no están basadas en pruebas, ¿qué se puede refutar dónde nada hay? Aquí no es el acusado quien se tiene que defender, sino el acusador quien debe poner algo sobre la mesa. Esto debe tenerse en cuenta, pues las mentiras y manipulaciones escapan a nuestro control y, dado que nuestra vida y nuestro tiempo son limitados, no podemos responder a todas las calumnias que nos lanzan. Son la crítica literaria –documentada– y el trabajo metódico lo que crea una reputación sobre un grupo o individuo, lo que forja su credibilidad, y no lo que la justicia burguesa dictamina sobre cuestiones que le son totalmente ajenas. Por eso el esfuerzo literario debe intentar suscribirse a un fin político-ideológico muy concreto.

Por todo esto nosotros mismos no recurrimos en su día a los tribunales para denunciar el evidente plagio de obras que RC realizó. Nos basta con que cada uno compare las obras y lea las confesiones de las personas que participaron de ese infame acto (*). Esto fue suficiente para que el lector dictase la sentencia por sí mismo.

En este caso, cuando Roberto amenaza a través de su lacayo Fermín de posibles demandas civiles a diestro y siniestro por presuntamente atentar a su honor, suponemos que en realidad no se trata de que tenga la piel fina porque le digan las cosas como son, sino que todo radica, en realidad, en un intento de ganar dinero extra para poder seguir viviendo del cuento; intentar que un juzgado les de la razón sobre algo que no pueden ocultar en la calle. Pero debe saber que, aunque un juez tuviese la desfachatez de gastar el dinero público en abrir una investigación para juzgar a alguien por decir lo que es un secreto a voces –documentado además por diversos testimonios directos–, RC sería, de nuevo, el hazmerreír en el campo antifascista y, lejos de parar los ataques ideológicos, se incrementarían el doble, por lo que nunca van a ganar ni la batalla legal, ni mucho menos ideológica. Las críticas a RC, sean nuestras o de otros grupos, son públicas y están difundidas por doquier. Estas pruebas no desaparecerán –ni las harían desaparecer– una sentencia por una demanda civil, y ellos lo saben perfectamente.

Debe decirse que esta trama recuerda demasiado a Pablo Iglesias y su excusa de que todo se trata de las «cloacas del Estado» en movimiento, un as en la manga demasiado recurrente. El líder de la formación morada pretende justificar que toda manifestación de animadversión hacia su política corresponde siempre a un plan secreto antiPodemos, incluso cuando ese criticismo proviene de gente de sus filas, eludiendo así toda responsabilidad, aunque sean actos probados. Véase el montaje y la falsa acusación de acoso sexual hacia José Manuel Calvete que fue expulsado tras denunciar a Podemos por irregularidades en el Caso Dina:

«La Justicia ha archivado la denuncia falsa de Podemos contra él por acosar a su ex compañera Marta Flor Núñez, tras tomarle declaración durante tres horas y media para que contara lo que sabe sobre las cloacas de la formación que lidera Pablo Iglesias. Ha estado muchos meses en el ojo del huracán. Y no sólo ha resistido incólume. Ha provocado también que por primera vez un juzgado, el número 42 de Madrid, investigue la supuesta caja B de Podemos y el presunto pago de sobresueldos irregulares en el partido. Nadie como él sabe de lo que habla, pues pasó de ser uno de los juristas más valorados en el partido a ser su enemigo público número uno. «En Podemos sólo quieren palmeros y vasallos. La única lealtad que conocen es la obediencia ciega y yo soy un profesional», afirma. «Cuando empecé a tocar los cojones con Neurona [la empresa mexicana vinculada con las dictaduras bolivarianas a la que el partido encargó su campaña] y con la adjudicación de las obras de la sede y dije que el caso Dina era un montaje, decidieron que había que echarme y acusarme de lo peor que se puede acusar a una persona para joderme la vida». (El Mundo; Calvente: «El 'caso Dina' es un montaje y como yo podía desmontarlo, me destrozaron la vida con una falsa acusación sexual» 1 de agosto de 2020)

RC no se diferencia en esto de Podemos, ni Vaquero tiene nada que aprender del maquiavélico Iglesias, el único problema que tienen ambos es que siempre habrá gente más lista que ellos para desmontar sus mentiras.

Los camaradas de la extinta Organización del Trabajo de España (OCTE) también denunciaron estos métodos de diversión del debate por parte de RC cuando desde su plataforma mal camuflada de Universidad Obrera (UO), procedieron a la calumnia y el insulto infantil, privando el contenido del debate en lo ideológico y reduciéndolo todo a un ejercicio escrito completamente estéril:

«Como siempre hemos excluido las calumnias a la que nos tienen acostumbrados el grupo pequeño burgués Universidad Obrera. Y no porque no queramos denunciar este hecho. Sino porque esto es más que notorio. Hay revisionistas que encubren su ideología burguesa mediante el verbalismo intelectualista. Pero ellos no son ni marxistas ni tienen retórica. Es más son escritores bastante zopencos en la redacción. Por ello necesitan esconder ambas cosas a través de un muro de calumnias. (...) Se os ha llamado la atención respecto a esto y encima habéis contestado con insultos y calumnias. No se puede ser más indulgente. La dialéctica materialista nos enseña como los fenómenos nacen, se desarrollan y maduran por haber unas condiciones y causas previas que lo generan. Vuestros destacados errores no son culpa de determinados individuos a los que vosotros «beatificáis» como renegados. No echéis balones fuera pese a que soltéis tardíamente juicios precipitados y simplistas». (Organización del Trabajo de España; Declaración de solidaridad de la O.C.T.E. con Bitácora M-L condenando el plagio y nuevamente las actitudes anticomunistas y antiproletarias por parte de «Universidad Obrera», 8 de noviembre de 2016)

Esto es algo que como indicamos en su momento directamente a RC, ya que desde su fundación lleva incorporando a su «arsenal de debate» las acusaciones de labores policíacas y de chivateo hacia cualquier colectivo que le haga una crítica:

«Mirad, nos aburre los pseudodebates de «chivato de la policía», de «espía», de «topo» y bla bla bla, todo eso lo dejáis para cuando os tiréis los trastos a la cabeza con el PCE (r) o se lo soltáis a los miembros de vuestro partido si descubrís una nueva infiltración de ellos [ironía más que evidente], pero os digo sin nada de acritud: estáis cogiendo desde hace tiempo la manía del PCE (r) de no poder dejar de soltar esos epítetos a la hora de tratar con otras personas que os llevan la contraria –en cuestiones ideológicas o personales–, cuidaos de esa comedia de postura. Nosotros no hemos delatado a nadie, hemos dicho una evidencia: Reconstrucción Comunista (RC) copiaba el tronco central de sus obras de las nuestras, Universidad Obrera (UO) lo sigue haciendo, 2 más 2= 4. A partir de ahí me da igual si sois o no RC o sus ruinas, el caso es que hay parte de sus militantes y la nueva formación sigue emulando sus técnicas para crear obras «propias» –entre infinitas comillas–. Suena a broma que los que orgullosamente hacen fotografías a su Comité Central y lo suben a la red para todo el mundo sepa identificarlos, nos vengan a acusar de que «desmontamos su dispositivo de seguridad» –vosotros mismos os destapáis usando los mismos nombres– diciendo luego que «los miembros de RC solamente colaboran en UO». Cuanto más se piensa más patética es vuestra acusación». (II Carta de Bitácora (M-L) a Universidad Obrera, 16 de octubre de 2016)

El problema de la autocrítica en Reconstrucción Comunista (RC) ha sido una de nuestras polémicas con esta organización, no esperábamos que rectificasen sus desviaciones ideológicas sobre diversos temas, con eso podíamos transigir, pues hay un montón de grupos revisionistas y eso no importa demasiado que haya uno más del montón. En cambio, si era menester exigirles una autocrítica obligada e inmediata en temas como por ejemplo en la cuestión de la sistemática labor de plagio que han realizado de nuestras obras:

«Hay que tener en cuenta que como hemos dicho, muchas organizaciones realizan esta práctica de ocultamiento de los materiales pasados y presentes de la organización por el miedo a que se critique su falta de posicionamiento o por temor al ridículo por falta de formación a la hora de opinar en diversos temas importantes. Con el plagio, se pretende responder a las exigencias de la militancia y simpatizantes –que entre otras cosas acudían a nosotros en busca de obras que tocasen los temas que su organización no tocaba–, por ello estas prácticas de plagio han sido puestas en marcha para poder decir a militantes y simpatizantes «ya expusimos nuestra posición sobre ese tema», así como para poder elevar el culto a sus líderes como eminentes teóricos –aunque en realidad sus obras más «importantes» y extensas, sean plagios–». (Equipo de Bitácora (M-L); ¿Por qué los de Reconstrucción Comunista (RC) nos copian las obras?, 2016)

El plagio incluso fue confesado públicamente porexmilitantes que se encargaron de realizarlo como vimos anteriormente, pero RC o mejor dicho su líder Roberto Vaquero siguió en su negativa a reconocer un secreto a voces, un acto que responde y deja claro que todas estas posiciones corresponden ya razones de cuestión moral muy definidas:

«Este hecho –el plagio de obras– denota una clara debilidad en la formación teórica, una falta de creatividad, falta de ética y escrúpulos, además de sed de reconocimiento personal. Pero además la negativa a reconocer sus errores, solo significa arrogancia que refleja la falta de madurez para reconocer error de uno o varios líderes de la agrupación, y que ahora que se ha hecho público se convierte en error que afecta a toda su organización, es decir, este estúpido orgullo lleva a que un error claramente evidente perjudique a todo el colectivo. Por ello se puede concluir que su acto de plagio y después su negativa a reconocer tal acto, es un reflejo de su forma de vida burguesa: donde se comete un error debido a su concepción de vida de aprovecharse del esfuerzo de los demás con esperanza de que tal acto no sea detectado, y ante la denuncia del delito, se adopta unas posiciones histéricas, arrogantes y hasta violentas». (Equipo de Bitácora (M-L); ¿Por qué los de Reconstrucción Comunista (RC) nos copian las obras?, 2016)

Esta común falta de autocrítica ante errores evidentes y documentados internos y externos a la organización, no es sino otra manifestación de que estas organizaciones arrastraran los vicios socialdemócratas, creyendo que el negacionismo extremo les beneficia más que el reconocer un solo error. Esto es normal en gentes que vienen de círculos revisionistas como el PCPE y han hecho suya la consigna de que reconocer un error es igual al suicido político de la organización, algo metafísico y que condena a los militantes a secundar teorías y acciones disparatadas con tal de salvar el «honor del partido». Pero esta no es la posición marxista respecto a los errores:

«La autocrítica es indicio de fuerza, y no de debilidad de nuestro partido. Sólo un partido fuerte, arraigado en la vida y que marcha hacia la victoria, se puede permitir la crítica implacable de sus propios defectos que nuestro partido ha hecho y hará siempre ante los ojos de todo el pueblo. El partido que oculta la verdad al pueblo, que teme la luz y la crítica, no es un partido, sino un hatajo de embusteros condenados a hundirse. Los señores burgueses nos miden con su propio rasero. Temen la luz y ocultan celosamente la verdad al pueblo, encubriendo sus defectos con un rótulo de aparente bonanza. Y piensan que nosotros, los comunistas, también debemos de ocultar la verdad al pueblo. Ellos temen la luz, porque sería suficiente que admitiesen una autocrítica más o menos seria, una crítica de sus propios defectos, más o menos libre, para que del régimen burgués no quedase piedra sobre piedra. Y piensan que si nosotros, los comunistas, toleramos la autocrítica, eso es indicio de que estamos cercados y debatiéndonos en el aire. Los honorables burgueses y socialdemócratas nos miden con su propio rasero. Sólo los partidos que van siendo cosa del pasado y están condenados a hundirse, pueden temer la luz y la crítica. Nosotros no tememos ni lo uno ni lo otro, y no lo tememos porque somos un partido ascendente, que marcha hacia la victoria. Por eso, la autocrítica que se viene practicando desde hace ya unos meses es indicio de la fuerza ingente de nuestro partido, y no de debilidad, un medio para su fortalecimiento, y no para su descomposición». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Los resultados de los trabajos de la XIVº Conferencia del Partido Comunista (bolchevique) de Rusia, 1925)

Esto significa que RC como tantos otros grupos con estas características están «condenados a hundirse» tarde o temprano». (Equipo de Bitácora (M-L)Antología sobre Reconstrucción Comunista y su podredumbre oportunista, 2020)

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