«Camarada Bielotserkovski.
Escribo con mucho retraso. Pero más vale tarde que nunca.
1.º Estimo que el hecho mismo de plantear la cuestión de una «derecha» y de una «izquierda» en la literatura –y por consecuencia también en el teatro– es un error. La noción de «derecha» o de «izquierda» es, actualmente, en nuestro país una noción de Partido, más exactamente una noción concerniente a la vida interior del Partido. Los hombres de «derecha» o de «izquierda» son los que se apartan, en un sentido o en otro, de la línea exacta del Partido. Sería, pues, extraño aplicar estas nociones a un dominio exterior al Partido e infinitamente más amplio, como la literatura, el teatro, etc. Estas nociones pueden ser bien aplicadas, en la literatura, a tal o cual círculo del Partido –compuesto de comunistas–. En el seno de un círculo de esta clase puede haber hombres de «derecha» y de «izquierda». Pero aplicar estas nociones en la literatura, en la etapa actual de su desarrollo, cuando existen corrientes de todas clases, hasta corrientes antisoviéticas y abiertamente contrarrevolucionarias, significa esto poner patas arriba todas las nociones. Lo más justo sería operar en literatura con nociones de clase, o incluso con nociones de «soviético», «revolucionario», «antirrevolucionario», etc.
2.º De lo que precede se deriva que no puedo considerar el «golovanovismo» [1] como un peligro de «derecha» o de «izquierda». Se encuentra fuera de las corrientes del Partido. El «golovanovismo» es un fenómeno de orden antisoviético. De esto no resulta, evidentemente, que el propio Golovanov no pueda corregirse y desembarazarse de sus errores, que sea necesario perseguirle y cuando incluso está dispuesto a renunciar a sus errores, que haga falta así obligarle a pasar la frontera.
Tomemos otro ejemplo: La huida, de Bulgakov, pieza que no puede ser considerada como una manifestación de un peligro de «derecha» o de «izquierda». La huida es una tentativa de provocar piedad, si no simpatía, hacia algunas capas de la emigración antisoviética. Por consecuencia es una tentativa de justificar, en totalidad o en parte, la causa de los guardias blancos. Tal como es La huida constituye un fenómeno antisoviético.
Sin embargo yo no tendría nada que decir contra la representación de La huida si Bulgakov añadiera a sus ocho sueños uno o dos sueños más, en donde presentara los móviles sociales internos de la guerra civil en la URSS a fin de que los espectadores pudieran comprender que todos esos serafines y todos esos rectores, «honrados», a su manera, no han sido barridos fuera de Rusia por un capricho de los bolcheviques, sino porque vivían sobre las espaldas del pueblo –a pesar de su «honradez»–, y que los bolcheviques, al echar a estos partidarios «honrados» de la explotación, realizaban la voluntad de los obreros y de los campesinos, actuando por consecuencia de una manera perfectamente justa.
3.º ¿Por qué se ponen con tanta frecuencia en escena las obras de Bulgakov? Sin duda porque carecemos de piezas nuestras buenas para ser puestas en escena. En el reino de los ciegos, incluso Bulgakov, con su obra Los días de los Turbin es rey. Sin duda que es muy fácil «hacer críticas» y exigir la prohibición de la literatura no proletaria. Pero no se puede considerar que lo más fácil sea también lo mejor. No se trata de prohibir, sino de eliminar paso a paso de la escena la vieja y la nueva basura no proletaria por la emulación, por la creación de obras verdaderamente interesantes, artísticas y de un carácter soviético. En cuanto a la emulación es algo grande y serio, porque solamente en un ambiente de emulación se podrá constituir y cristalizarse nuestra literatura proletaria.
Por lo que se refiere particularmente a la obra Los días de los Turbin, no es tan mala, porque hace más bien que mal. No olvidéis que la impresión que se lleva el espectador es una impresión favorable a los bolcheviques: «Si incluso hombres como los Turbin se han visto obligados a abandonar las armas y someterse a la voluntad del pueblo, reconociendo que su causa estaba perdida para siempre, resulta que los bolcheviques son invencibles, que no hay nada que hacer contra los bolcheviques». La obra Los días de los Turbin es una demostración de la invencible potencia del bolchevismo.
Sin duda que el autor no es de ninguna forma «responsable» de esta demostración. ¿Pero es que esto no nos importa?
4.º Es exacto que el camarada Sviderski comete frecuentemente los errores y las desviaciones más inverosímiles. Pero es igualmente exacto que el Comité de Lectura, en su trabajo, no cometa menos errores, aunque de orden inverso. Recuerde usted La isla escarlata, La conjuración de los iguales y otra chapucería del mismo género que ha enviado gustoso para representarse, no se sabe por qué, en el teatro Kamerny, que es realmente un teatro burgués.
5.º En cuanto a los «rumores» relativos al «liberalismo» vale más no hablar. Deje los «rumores» a las comadres burguesas de Moscú». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Carta al camarada Bill-Bielotserkovski 2 de febrero de 1929 )
Anotaciones de la edición:
[1] En 1926-28 el director de escena Golovanov, del Gran Teatro de Moscú, se opuso al remozamiento del repertorio y a la inclusión de obras nuevas que respondieran a las nuevas aspiraciones de las amplias masas de trabajadores y a las tareas de la edificación soviética. La intervención del Partido permitió superar el «golovanovismo» y eliminar del teatro soviético las viejas costumbres y métodos de trabajo burgués.
Según entiendo Stalin se opuso a la censura de Bulgakov.
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