«En la Línea Política aprobada por nuestro IVº Congreso del Partido Comunista de España (marxista-leninista) de 1984 se señala que:
«En la actual situación mundial tiene particular importancia la aplicación del internacionalismo proletario activo. La solidaridad fraternal de la clase obrera de los diversos países es necesaria para que el proletariado en su lucha contra la explotación capitalista en cada país, alcance al victoria en su lucha revolucionaria». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Documentos del IVº Congreso del PCE (m-l), 1984)
Y es que, en efecto, para los marxista-leninistas, existe una relación estrecha y dialéctica entre el desarrollo de cada partido comunista marxista-leninista y de sus tareas en su respectivo país, y el desarrollo del Movimiento Comunista Internacional Marxista-Leninista con las tareas que ello plantea, sobre la base de la correcta comprensión y aplicación práctica del internacionalismo proletario, pues no en vano éste es una base fundamental del marxismo-leninismo.
Sin embargo, esto no es comprendido así por algunos, quienes para justificar posiciones injustificables y oportunistas, apelan a las más variopintas teorías ya las más peregrinas argumentaciones, nada nuevas por cierto, como son la de que cada partido es independiente, que cada uno debe dedicarse a los problemas de su partido y de su país, que cada partido sólo debe basarse en sus propias fuerzas, que cada cual debe apañárselas como pueda sin que los demás tengan derecho a criticar sus opciones, que cada partido tiene su «propia vía».
Todas estas teorías, tienen de común que llevan a considerar que no son necesarias las reuniones multilaterales entre partidos marxista-leninistas –y menos todavía una reunión general–, ni es necesario intercambiar opiniones y experiencias, conjuntar análisis y posiciones sobre cuestiones importantes de actualidad, ni estrechar la colaboración entre los destacamentos del movimiento comunista mundial, ni dar pasos concretos para trazar una línea general para el movimiento que lleve a los partidos marxista-leninistas hacia la unidad internacionalista organizada, lo cual lleva, de manera más o menos consciente, a que se dé el indiferentismo, el seguidismo, las «zonas de influencia», el cantonalismo o el grupismo, pero de ninguna forma a desarrollar la concepción leninista del internacionalismo y a ayudar a los partidos marxista-leninistas.
Se olvida y se deja de lado que, para acabar con los enemigos del proletariado y de la revolución –los cuales sí que se unen y trababan conjuntamente–, los marxista-leninistas del mundo no tienen otra salida, otra alternativa, que unirse para la lucha, la ayuda común entre ellos, la conjunción de su esfuerzos, lo cual es imposible sin conseguir en primer lugar un mínimo de unidad y de pensamiento y de organización. Se olvida que ya Marx señaló al respecto, en su discurso de clausura de la creación de la I Internacional:
«La experiencia del pasado nos enseña cómo el olvido de los lazos fraternales que deben existir entre los trabajadores de los diferentes países y que deben incitarles a sostenerse unos a otros en todas sus luchas por la emancipación, es castigado con la derrota común de sus esfuerzos aislados». (Karl Marx; Manifiesto Inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores, 28 de septiembre de 1864)
Ningún comunista puede ver la revolución en su país como un único fin, sino como una parte de la revolución mundial, y no puede contraponer una a la otra. Nada que favorezca la revolución en el propio país puede perjudicar al movimiento comunista internacional y viceversa: todo lo que favorece el proceso revolucionario en el mundo, favorece objetivamente la revolución en el propio país. Esto no es trotskismo como algunos pretenden, tratando de confundir, etiquetándolo, internacionalismo con trotskismo, sino leninismo, pues fue Lenin –que desde luego de trotskista no tenía nada– quien señaló como ya se dijo en el IVº Congreso del PCE (m-l) de 1984 que:
«Solo hay un internacionalismo proletario verdadero: consiste en trabajar con abnegación por el desarrollo del movimiento revolucionario y de la lucha revolucionaria en el propio país y apoyar –con la propaganda, la simpatía y la ayuda material– esta misma lucha, esta misma línea y sólo ella en todos los países sin excepción». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Las tareas del proletariado en nuestra revolución, 10 abril de 1917)
Hacer lo contrario no conduce sino al indiferentismo, al localismo, a la pasividad. En definitiva al nacionalismo.
Otra de estas teorías defiende al idea de que cada partido es independiente y que por tanto cada uno puede desarrollar la teoría, la táctica y la práctica que estime oportuno, lo cual sólo le incumbe a cada partido, por lo que toda crítica hacia ellos constituiría una injerencia inadmisible en sus asuntos internos.
Es correcto plantear que cada partido debe ser independiente a la hora de elaborar su Línea Política o su táctica, pero la independencia de cada partido tiene unos límites, que son los principios del marxismo-leninismo, y cuando un partido se desvía o comete errores graves, cualquier otro partido debe y tiene el derecho y la obligación de señalarlo y de criticarlo.
Para ayudar al desarrollo de los partidos marxista-leninistas y del internacionalismo proletario debe combatirse, pues, el independentismo tanto como es necesario combatir el seguidismo respecto a otro partido o partidos, lo cual es una de las raíces y manifestaciones del revisionismo.
Se dan casos que hacen del seguidismo hacia uno u otros partidos, la razón de ser, la última argumentación, la «piedra de toque», en una «particular» interpretación del internacionalismo proletario. Por el contrario, todos los partidos tienen que esforzarse por pensar con su propia cabeza y ser consideramos por igual, aún teniendo presente que la ley del desarrollo desigual exige de aquellos más avanzados, la obligación de dar mayor ayuda a los demás, lo que no obsta para que cada partido aporte a los demás partidos en la medida de sus capacidades y posibilidades.
Aquellos que pretenden escudarse en las más diversas teorías para justificar su indeferentismo ante la práctica y el desarrollo de los demás partidos, deben tener presente que todas las clases y sus partidos tienen a unirse y organizarse entre ellas a nivel internacional, y que desde el principio del surgimiento del movimiento obrero, independientemente del número de partidos y de su fuerza, hubo siempre una organización y una práctica internacionalista. A esta tarea, dedicaron sus mayores esfuerzos los grandes maestros del proletariado. Y ello no impidió, sino que por el contrario impulsó, el reforzamiento y el desarrollo interno de los partidos del proletariado.
La teoría de que existen problemas que impiden dar pasos concretos adelante en el reforzamiento de la unidad, el desarrollo y la organización de los partidos marxista-leninistas nos e sostiene en pie, aún reconociendo que existen esos problemas, ¿cómo van a resolverse los problemas existentes? Desde luego no por sí solos, ni superditando las medidas de reforzamiento de la unidad de los partidos marxista-leninista a su ulterior fortalecimiento. Los partidos comunistas de la URSS, de Italia, de Francia o de España y de otros países tenían fuerza y prestigio, y ello no les impidió degenerar.
Sólo se logrará si impulsamos el proceso de unidad, de organización, de profundización conjunta de discusión por parte del mayor número posible de partidos marxista-leninistas, en la resolución de los problemas planteados». (P. Azuaga; El desarrollo de los partidos marxista-leninistas y el internacionalismo proletario; Publicado en «Vanguardia Obrera»; Nº 500, 1985)
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