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Últimamente nos hemos encontrado de frente con algunos textos del alemán Wolfgang Eggers que deseábamos «hincarle el diente».
En realidad el contenido de sus análisis sobre el VIIº Congreso de la Komintern de 1935 no dice nada nuevo, no son conclusiones diferentes a la de otros revisionistas que ya hayamos desmontado, con la excepción de que este personaje lleva desde años presentándose como un defensor de las ideas de Stalin y Hoxha, de hecho autodenomina a su organismo Internacional «Stalinista-Hoxhista» y se ve a sí mismo como el legítimo heredero del legado de Ernst Aust y del Partido Comunista de Alemania Marxista/Leninista, ¡eso pese a que militando en dicho partido permitiera delante de sus narices que el partido fuera liquidado por filotrotskistas como Horst Dieter Koch tras la muerte de Ernst Aust! Para que nos entienda el lector esto tiene tanta lógica como cuando Ramiz Alia juraba fidelidad a la obra de Enver Hoxha, o Santiago Carrillo al legado de José Díaz.
Es por ello que por sus ropajes de «stalinista-hoxhista» hemos visto más necesario refutar sus calumnias sobre la Komintern, calumnias que ya hemos refutado otras veces analizando las teorías de maoístas como Edward Hill o de otros presuntos «marxista-leninistas» como Bill Bland.
Wolfgang Eggers es de aquellos autores que han sido influenciados por varias fuentes:
1) Por los autores socialdemócratas trotskistas, titoistas, jruschovistas, eurocomunistas, maoístas y sus escritos sobre la Komintern, lo que se nota a la hora de evaluar los congresos de la Komintern. De hecho entre la evaluación de la línea marxista-leninista del VIIº Congreso de la Komintern que hace Wolfgang Eggers y la que hace Lev Trotski no hay diferencia alguna, salvo que el alemán dice estar defendiendo el «stalinismo» mientras que el ucraniano decía defender el «leninismo» al criticar cosas como el frente popular. El problema no es leer a estos autores y sus trabajados sobre la Komintern pues es hasta indicado leer estos autores revisionistas para conocer que dicen, lo preocupante es no acudir a los propios textos de la Komintern y entender la línea de aquellos congresos por lo que cuentan terceros como hace Wolfgang Eggers;
2) Además está influenciado por Ernst Thälmann, líder del Partido Comunista Alemán de los años 30 quién heredaría la vena espontaneísta, idealista y anarquista de Rosa Luxemburgo a la hora de analizar los fenómenos sociológicos. Ernst Thälmann sería de aquellos líderes que en los años 30 serían conocidos por sus variadas tesis absurdas sobre el carácter del fascismo y como combatirlo, sus tácticas antifascistas fueron desastrosas para el proletariado alemán, entre ellas encontramos que según sus miras: a) no había diferencia cualitativa entre la democracia burguesa y la abierta dictadura terrorista fascista; b) que el advenimiento del fascismo solo significaba que la revolución proletaria estaba a las puertas; c) que el gobierno de democracia burguesa como el de Brüning, Papen o Schleicher era ya gobiernos fascistas creando confusión en el proletariado sobre lo que es y no es fascismo; d) que en pleno proceso de fascistización del Estado la socialdemocracia suponía el mayor peligro para el proletariado alemán; e) que era un error crear un contraste entre los fascistas y los socialfascistas –como denominaban a la mayoría de socialdemócratas– y que los socialfascistas eran los principales causantes del fascismo y a quienes había que dirigir el principal golpe. El señor Wolfgang Eggers defiende el supuesto legado de Ernst Thälmann aunque todavía no ha sabido explicarnos que aportes nos ha regalado tal figura cercana al anarquismo y al trotskismo;
3) Así mismo ha sido influenciado por las tesis de Bill Bland y Norberto Steinmayr quienes promovieron tesis fantasiosas, especulativas y sin ningún respaldo histórico como que «Dimitrov fue un agente nazi», que «Stalin estuvo secuestrado por los revisionistas desde los años 20 en el Partido Comunista de la Unión Soviética» y que los mismos revisionistas «también había secuestrado a la Komintern y luego a la Kominform», así mismo se basaba en la tesis de que «Stalin por miedo permitía todo esto e incluso habría dejado celebrar un congreso presuntamente revisionista como el VIIº Congreso de la Komintern de 1935» en su casa, en Moscú.
Las críticas históricas de derecha e «izquierda» al VIIº Congreso de la Komintern, son muy conocidas y las hemos refutado en otros documentos, presentemos algunas de estas teorías, dejemos un resumen de estas teorías de las que bebe Wolfgang Eggers:
«Por supuesto, el VIIº Congreso de la Komintern de 1935, fue un congreso que levantó ampollas para muchos enemigos del marxismo-leninismo, las críticas durarían décadas: 1) Fue ampliamente criticado desde lados derechistas por muchos socialdemócratas que lo califican de «maniobra demagógica y desesperada, que obligaba a todo partido comunista en el mundo a acatar la nueva línea dictada desde Moscú a través del pulpo stalinista de la Komintern»; 2) Por supuesto quién dedicó horas y horas y artículos y artículos para calificar de «nueva concesión del stalinismo ante la burguesía» que «certificaba que se renunciaba a la revolución» y todo tipo de epítetos que distorsionaban la verdadera línea del congreso atacando desde una presunta crítica de «izquierda» fue Lev Trotski; 3) También los anarquistas veían el congreso como una estratagema de la «burocracia stalinista» que evidenciaba el paso atrás que el stalinismo provocaba en la revolución y la liberación social de las masas las tácticas antifascistas, proclamando que los stalinistas no comprendían que «era fascismo o revolución», no teniendo sentido conservar los derechos y libertades de la democracia burguesa, e incluso pensando que el advenimiento del fascismo revolucionaba a las masas y precipitaba la revolución y barrer al fascismo, ni viendo sentido las alianzas con otros antifascistas en los países ya dominados por el fascismo; 4) Como buenos antistalinistas, los revisionistas chinos, y especialmente la rama de los absorbidos por la propaganda de la pseudorevolución cultural china, empezaron sobre todo a partir de los 70 a proclamar estupideces del tipo de que era un congreso revisionista porque no hablaba de revolución, de dictadura del proletariado y socialismo, sino sólo de tácticas antifascistas y encima erradas. Como siempre tanto Mao Zedong como sus seguidores intentaban rebajar la influencia de la Komintern en la revolución china, e intentaban contraponer que fue gracias a que «Mao Zedong se desligo de los consejos de la Komintern stalinista que la revolución china pudo triunfar, ya que Stalin no quería ni permitía hacer la revolución», una teoría trotskista-titoista; 5) Tiempo después los revisionistas eurocomunistas volverían a atacar la línea del congreso desde la derecha, aludiendo que este congreso llevaba implícito el no acabar nunca la colaboración temporal con los partidos socialdemócratas y otros partidos antifascistas y la clase que representaban cada uno de ellos; era lo que llamarían el sagrado «compromiso histórico» de estos partidos durante la lucha antifascista y presentaban la etapa antifascista de los años 30 que atravesaron algunos países como inmutable, con lo que jamás se acababa ni en los 40 ni en los 50, era «ad infinitum» para ellos, y por lo tanto un análisis oportunista y antidialéctico, también incluso inventaron que dicho congreso tenía el germen de la «transición pacífica parlamentaria al socialismo»; 6) A la fiesta de la calumnia se apuntaron presuntos marxista-leninistas como Bill Bland y otros de línea pro albanesa, aludiendo que era un congreso de revisionistas emboscados, de agentes nazis como Dimitrov que habrían logrado engañar a los miembros marxista-leninistas de la Komintern, e incluso algo así como que engañaron para aceptar tales tesis revisionistas a todo el Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética. La conocida tesis de Bill Bland de que Stalin estaba rodeado de revisionistas y no le quedaba más remedio que aceptar tal humillación no sólo en su partido sino en la Komintern celebrando su congreso de 1935 en su casa, presentando a Stalin como un traidor a la clase obrera y un cobarde que no nos dejo ni una sola anotación en contra de la línea oportunista de la Komintern por miedo a los revisionistas, algo que curiosamente no se vio cuando si criticó la línea de Zinóviev, Brandler, Bujarin y muchos otros en la Komintern». (Equipo de Bitácora (M-L); Introducción a la obra de Georgi Dimitrov: «La clase obrera contra el fascismo», de 1935, 25 de abril de 2013)
Bajo esta cosecha de influencias insanas, es esperable que Wolfgang Eggers ataque a la Komintern:
«Los revisionistas y la burguesía atacaron ferozmente el gran trabajo de la Komintern, precisamente porque creó y desarrolló a los partidos comunistas del mundo, que han educado a millones de trabajadores para luchar contra la burguesía de sus propios países para evitar perpetuar su dominación». (Enver Hoxha; Informe en el VIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1976)
Empecemos con las críticas de Wolfgang Eggers a la Komintern, pues vamos a disfrutar mucho dándole unas clases de historia del movimiento comunista:
El carácter del frente popular
«El VII Congreso Mundial de la Komintern abrió la puerta a las «teorías» liquidadoras y capitulacionistas del antifascismo cuyo objetivo era reemplazar la ideología del marxismo-leninismo-stalinismo por la ideología socialdemócrata-revisionista. Todas estas «teorías» liquidadoras ya fueron creadas desde el VII° Congreso Mundial de la Komintern intentando hacer prescindir de nuestras propias organizaciones comunistas y la ideología a favor de la parte delantera de unidad con la burguesía». (Wolfgang Eggers; 80° Aniversario de la traición por el VIIº Congreso Mundial de la Komintern, 24 de julio 2015)
Falso, los marxista-leninistas para empezar tomaban el frente popular no como una unión con la burguesía, sino, como su propio nombre indica como un frente donde su núcleo era el pueblo, es decir la clase obrera y sus aliados de otras capas de las clases trabajadoras, precisamente eso incluía desglosar bajo un trabajo de persuasión a la dirigencia burguesa de su base trabajadora para atraerlos a la lucha en contra de sus cabecillas:
«Lo fundamental, lo más decisivo, para establecer el frente popular antifascista es la acción decidida del proletariado revolucionario en defensa de las reivindicaciones de estos sectores y, en particular, del campesinado trabajador, de reivindicaciones que corresponden a los intereses cardinales del proletariado, combinando en el transcurso de la lucha las aspiraciones de la clase obrera con estas reivindicaciones. Para la creación del frente popular antifascista tiene una gran importancia el saber abordar de una manera acertada a todos aquellos partidos y organizaciones que enrolan a una parte considerable del campesinado trabajador y a las masas principales de la pequeña burguesía urbana. En los países capitalistas, la mayoría de estos partidos y organizaciones –tanto políticas, como económicas– se encuentran todavía bajo la influencia de la burguesía y siguen a ésta. La composición social de estos partidos y organizaciones no es homogénea. En ella aparecen, al lado de los campesinos sin tierra, campesinos muy ricos, al lado de los pequeños tenderos, grandes hombres de negocios, pero la dirección la llevan estos últimos, los agentes del gran capital. Esto nos obliga a dar a estas organizaciones un trato diferenciado, teniendo en cuenta que, a menudo, la masa de sus afiliados no conoce la verdadera faz política de su propia dirección. En determinadas circunstancias, podemos y debemos encaminar nuestros esfuerzos a ganar a estos partidos y organizaciones o a sectores sueltos de ellos para el frente popular antifascista, pese a su dirección burguesa. Así, por ejemplo, acontece actualmente en Francia con el partido radical, en los Estados Unidos con las distintas organizaciones de granjeros, en Polonia con el «Polskie Stronnictwo Ludowe», en Yugoslavia con el Partido Campesino Croata, en Bulgaria con la Unión Agraria, en Grecia con los «agraristas», etc. Pero, independientemente de esto si existan o no probabilidades de atraer a estos partidos y otras organizaciones al frente popular, nuestra táctica tiene que ir dirigida, bajo todas las condiciones, a incorporar al frente popular antifascista a los pequeños campesinos, artesanos, etc., enrolados en ellas». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo; Informe en el VIIº Congreso de la Komintern, 2 de agosto de 1935)
¿No es suficientemente aclaratoria? Bien pongamos otra cita que deja si cabe más clara la intención de no fundirse con otras organizaciones, sino de persuadir a los trabajadores engañados en ellas:
«Para lograr, en dichos países un frente popular, los comunistas deberán llevar a cabo entre las masas una enorme labor política y de organización. Tendrán que vencer los prejuicios de esas masas, que consideran ya a sus organizaciones reformistas de masas como la encarnación de la unidad proletaria; convencerlas de que establecer el frente único con los comunistas significa para ellas pasar a la posición de la lucha de clases, de que sólo ese paso garantiza el éxito de la lucha contra la ofensiva del capital y el fascismo. No venceremos las dificultades que se nos presentan si nos planteamos aquí tareas más amplias. Por el contrario, al luchar por eliminar estas dificultades, prepararemos, y no de palabra, sino en los hechos, la creación de un auténtico frente popular de lucha contra el fascismo, contra la ofensiva del capital, contra la amenaza de la guerra imperialista». (Georgi Dimitrov; Por la unidad de la clase obrera contra el fascismo; Discurso de resumen en el VIIº Congreso de la Komintern, 13 de agosto de 1935)
Esta línea seguía la propia línea aprendida por Dimitrov en los frentes en Bulgaria durante los años 20:
«¿Qué es el frente único y que debería ser? El frente único no es y no debe ser simplemente una confraternización de los líderes del partido. El frente único no se creará mediante acuerdos con los «socialistas» que hasta hace poco eran miembros de los gobiernos burgueses. El frente único significa la asociación de todos los obreros, ya sean comunistas, anarquistas, socialdemócratas, independiente, sin partido, o incluso obreros cristianos, contra la burguesía. Con los líderes, si lo quieren así, sin los líderes si permanecen indiferentes y a un lado, y en desafío de los líderes y en contra de los líderes si sabotean el frente único del proletariado. Y este verdadero frente común en la lucha común está obligado a formarse. Debe formarse si la clase obrera quiere defender sus intereses más fundamentales y elementales contra la ofensiva capitalista. Hacemos un llamamiento en particular a los obreros sin partido y a los que siguen apoyando la II Internacional. Nosotros decimos: Todavía no sois comunistas, muchos de vosotros sois incluso abiertamente hostiles al comunismo. Pero llegará el momento en que se reconozca la exactitud de las ideas comunistas. Esperaremos entonces pacientemente hasta que llegue ese momento, que marcará el comienzo de la verdadera emancipación de la clase obrera. Pero hasta entonces decimos: A pesar de todas las diferencias en nuestros puntos de vista políticos trabajemos juntos para organizar el frente único contra los capitalistas». (Komintern; Extractos de la declaración del Comité Ejecutivo de la Komintern sobre los resultados de la Conferencia de Berlín, 27 de abril 1922)
Dimitrov ya se adelantó a las maliciosas teorías izquierdistas que pretendían aludir que la línea del frente popular suponía un freno en la lucha de clases, o una unión con la burguesía. Siempre recalcó que el frente popular era una plataforma para impulsar al proletariado en su alianza con las otras capas trabajadoras en sus objetivos comunes:
«Es difícil imaginar un mayor grado de miopía y absurdo político que contrastar los principios de la lucha de clases con la política del frente popular, como algunos de nuestros celosos críticos de «izquierda» hacen en lo que se respecta a las decisiones de el VIIº Congreso de la Komintern. Con frecuencia observamos el fenómeno característico que no pocos socialistas de izquierda, que se han desilusionado con la política socialdemócrata de colaboración de clases con la burguesía, y se están alejando de reformismo, están con frecuencia dispuestos a ir al otro extremo y se convierten en víctimas del sectarismo y los excesos izquierdistas. Ellos cometen el error de identificar la política del frente popular con la política de colaboración de clases con la burguesía, y le demandan «una política de la clase obrera pura», declarando que la lucha conjunta de la clase obrera y los sectores democráticos de las clases medias bajas, del campesinado y la intelectualidad contra el fascismo constituye un retroceso en la posición de la lucha de clases. Pero esto no significa en absoluto que la política del frente popular sea idéntica a la política de colaboración de clases con la burguesía; más bien muestra que debemos explicar pacientemente el significado de clase de la política del frente popular para los sinceros socialistas de izquierda y ayudarles a deshacerse de su propia miopía política, que sólo puede jugar en manos del fascismo y la reacción en general». (Georgi Dimitrov; El frente popular, 1936)
El Partido del Trabajo de Albania recomendaba a los nuevos partidos marxista-leninistas seguir la estela de estas tradiciones de la Komintern; esto significaba, trabajar para desenmascarar la línea, los discursos, y las acciones de los cabecillas revisionistas, reformistas y anarquistas, pero mientras hacía tal cosa no dudaba en tender siempre una mano a la militancia de base que quisiera coordinar acciones conjuntas contra el capital, el fascismo, por los derechos de los trabajadores, contra las guerras imperialistas a diferencia de sus cabecillas. En estos militantes de base de los partidos se encontraban personas que dudaban de la política de sus líderes, que estaban decepcionados y plenamente convencidos de lo traicionero de la política de sus jefes revisionistas y pensaban abandonar en breve la organización, o eran personas que realmente simpatizaban con el verdadero partido marxismo-leninista y su política revolucionaria y querían saber más de él para saber que les diferenciaba de los partidos revisionistas. En estos casos se procedía a la persuasión teórica de su militancia con gran paciencia, mientras se disponía a organizar acciones conjuntas en temas comunes para que dicha persuasión fuera en la práctica comprobada por estos militantes. Pero incluso los acuerdos temporales con estos elementos que se estaban revolucionarizando para tales acciones puntuales que les iba curtiendo y persuadiendo, no debía ser nunca a costa de renunciar a los principios marxista-leninistas, por lo que lejos de acabarse la crítica a la línea revisionista de sus partidos, dicha crítica se hacía indispensable para que pudieran contrastar en teoría y praxis la política de los dos partidos, terminando de persuadirlos y acabando con las costumbres que habían adquirido en los partidos no marxistas:
«Actualmente, en la arena política mundial además de los partidos burgueses y socialdemócratas, ya desacreditados, actúan también los partidos revisionistas que han traicionado los intereses de la clase obrera y su causa revolucionaria. Las fuerzas y los partidos marxista-leninistas deben llevar a cabo una lucha inexorable contra estos partidos para desenmascarar su traición y sus objetivos contrarrevolucionarios, para destruirlos en tanto que partidos políticos ganándose a su base y sin establecer con ellos ningún compromiso a costa de los principios. Algunos partidos revisionistas harán demagogia sobre la lucha armada. Otros, temiendo ser desenmascarados, incluso emprenderán formalmente alguna acción armada. Los marxistas-leninistas no deben dejarse engañar por estas tácticas diabólicas, no deben confundir jamás la voluntad de lucha de las masas con los designios saboteadores de los cabecillas revisionistas. Por tanto, el contacto con la base, en el fuego de la lucha y para la lucha revolucionaria, es lo único posible y ello con el objeto de neutralizar y liquidar a los revisionistas». (Enver Hoxha; Sobre el papel y las tareas del Frente Democrático en la lucha por el triunfo completo del socialismo en Albania; Obras Escogidas, Tomo IV, 14 de septiembre de 1967)
Como siempre los revisionistas han andado bastante perdidos sobre lo que es un frente y que funciones ha tenido según la Komintern, parece como si hubiera sido una de las varias asignatura pendientes que más se le atragantaron a la hora de intentar formares en marxismo-leninismo:
«Cierto es que tanto para la lucha para la conquista de objetivos menores, como para objetivos máximos, es permisible la idea de un frente de lucha –sea de características antiimperialistas, antifascistas, anticapitalistas, etc.– donde converja el partido comunista con otras organizaciones –teniendo estas una mayoría de elementos de las clases trabajadoras, sean obreros o elementos pequeño burgueses–, pero sólo tiene aplicación bajo determinadas condiciones, y el partido comunista siempre tendrá el deber de ser vanguardia de dicho frente si no quiere que fracasen los objetivos del frente y que esa alianza temporal caiga en manos burguesas para manejarla a su antojo. Generalmente a este tipo de frente se ha llamado frente popular, con el calificativo de popular por el hecho de unir a obreros y el resto de clases trabajadoras para un fin concreto. También han existido históricamente los llamados frente único del proletariado, donde el partido comunista instaba al resto de organizaciones con gran afiliación de obreros, o de obreros sin partido, hacia un objetivo concreto. Este tipo de frente fueron comunes tras la Primera Guerra Mundial, y eran utilizados como métodos para frenar la ofensiva de la burguesía sobre los derechos laborales de los obreros y su nivel de vida, pues era común por entonces, que la burguesía intentara por ejemplo: pagar las reparaciones de guerra que debía a otros países cargando tal deuda a espaldas de las clases trabajadoras, por lo que muchas veces estos frentes, no eran sólo frente único del proletariado, sino que se extendían con las organizaciones no proletarias de artesanos, campesinos y demás, agraviados por la ofensiva de la burguesía; convirtiéndose en frente popular con diversos calificativos: frente del trabajo, frente de los trabajadores, frente anticapitalista etc., razón por la que en ocasiones estos dos tipos de frente se entrelazan. Los calificativos usados por cada frente no importan, lo importante es comprender en cada experiencia de frente que alianza contraía el proletariado y con qué objetivo». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 2013)
Nosotros por tanto, hemos dejado claro la utilización de las técnicas de frente –incluyendo durante la época del VIIº Congreso de la Komintern– desde una visión de clase proletaria como hicieron los Klement Gottwald, Enver Hoxha, José Díaz, Pedro Checa, Joan Comorera, Hilary Minc o Bolesław Bierut, a diferencia de la utilización de las tácticas de frente –del tipo que sean– desde posiciones revisionistas, como hicieron históricos revisionistas:
«En lo referente a los países coloniales y semicoloniales y su etapa de liberación nacional; casi siempre se ha utilizado el frente popular por las condiciones de la etapa correspondiente en estos países, y por la debilidad del proletariado y su aún más necesario acercamiento a otras clases trabajadoras. En estos países los frentes tenían características antifascistas, antiimperialistas y anticoloniales, por lo que incluso la burguesía nacional podía ser de utilidad contra el imperialismo extranjero, dentro o fuera del frente, esto es factible en esta etapa aunque no es siempre necesaria la colaboración de la burguesía durante la misma. Pero si finalmente la burguesía nacional colabora con las fuerzas progresistas en esta primera etapa, no se debe prolongar su colaboración en la segunda etapa, la de construcción socialista, si se mantiene esa alianza interclasista pasado el periodo inicial, cuando ya se ha liberado a la nación del país que le oprimía por activo –a través fuerza militar de ocupación–, o por pasivo –cuando la «ocupación» se da a través de fuerzas autóctonas–, cuando la burguesía nacional no tiene más rol progresista que jugar, y continua siendo una clase explotadora, si estos síntomas de alianza con la burguesía nacional siguen en esta revolución, es indicativo de que esa revolución en marcha no concluirá en revolución proletaria y socialista, sino que se dirige a la simple realización de una revolución de carácter liberal burgués o pequeño burgués; de hecho, hemos sido testigos de múltiples «revoluciones» de este tipo a lo largo de la historia reciente, en donde se observa claramente que por no poder superar el amor a la burguesía nacional, a la intelectualidad burguesa y al capitalismo se quedan atrapadas en la lógica de producción capitalista. (...) Tampoco es raro ver las experiencias de la incorrecta puesta en práctica de un frente único proletariado –se presupone que con partidos con alta afiliación de obreros–, donde en vez de persuadir a la base socialdemócrata de lo erróneo de su dirigencia y la política de colaboración de clases con la burguesía, se finaliza en que el propio partido comunista postula pensamientos y acciones típicas del socialdemocratismo, incluyendo el colaboracionismo de clase con la burguesía. Es común observar estos mismos fallos en la distorsión de la práctica del frente –tanto a la hora de lidiar con las masas y organizaciones no obreras en un frente popular como con las masas y organizaciones obreras del frente único del proletariado–. Conocemos históricamente a partidos como el Partido Comunista Francés de Maurice Thorez y el Partido Comunista Italiano de Palmiro Togliatti, que temieron durante varios años «quebrar la alianza entre los partidos antifascistas» y dirigir al partido hacia una revolución socialista tras el fin del poder fascista pese a tener gran influencia y grandes posibilidades de éxito, pero ellos, abogaron en cambio por una «unión nacional» bajo una democracia burguesa y una etapa antifascista que en sus mentes se haría eterna, se empezaría a decir que era posible el «tránsito pacífico al socialismo» con el apoyo de todas las fuerzas que habían luchado contra el fascismo –incluido los partidos burgueses anti hitlerianos y anti mussolinianos–, y también se empezó a teorizar que no era necesario el partido comunista como tal para transitar al socialismo en cada país, que cualquier partido podía hacerlo. Años después se dijo que no eran necesarios los partidos para transitar al socialismo. Sobra decir que estas desviaciones serían criticadas como ilusiones reformistas por la Kominform durante 1947, y que la amplificación de estas ilusiones en estos y otros partidos años después daría pie a muchos revisionismos, y en particular en algunos de estos partidos occidentales como el italiano, español o el francés desembocarían en el revisionismo eurocomunista en los años 70. Esto, no tiene nada que ver con las tácticas marxista-leninistas de frente». (Equipo de Bitácora (M-L); El revisionismo del «socialismo del siglo XXI», 2013)
Sobre la posibilidad de un gobierno de frente
«La Internacional Comunista (Estalinista-Hoxhista) resume la traición del VIIº Congreso Mundial de la Komintern en las siguientes tesis: 1) La negación de la revolución proletaria, y en su lugar, hacer un trato con la burguesía por medio de establecer el gobierno del «frente popular» que fue la peor traición en la historia de la Internacional Comunista». (Wolfgang Eggers; 80° Aniversario de la traición por el VIIº Congreso Mundial de la Komintern, 24 de julio 2015)
Falso, el VIIº Congreso de la Komintern de 1935 no excluía sino que presuponía que el objetivo final del proletariado en cualquier país pese a sus etapas y ritmos de la revolución, era la revolución proletaria, la revolución socialista.
En torno a la cuestión de un posible gobierno de frente del tipo que sea, se tipificaba que características debía tener:
«Si se nos pregunta, si nosotros, los comunistas, luchamos sobre el terreno del frente único solamente por reivindicaciones parciales o estamos dispuestos a compartir la responsabilidad, si se llegase a la formación de un gobierno sobre la base del frente único, diremos con plena conciencia de nuestra responsabilidad: si tenemos en cuenta que puede producirse una situación en que la creación de un gobierno de frente único proletario, o de frente popular antifascista sea no solamente posible, sino indispensable en interés del proletariado. Aceptamos, en efecto esta eventualidad (Aplausos). Y en este caso, sin ninguna vacilación, nos declararemos a favor de la creación de este gobierno. (...) No se trata de un caso de este género, sino de la posible formación de un gobierno de frente único en vísperas y antes de la victoria de la revolución soviética. ¿Qué sería este gobierno? ¿Y en qué situación pudiera ser posible? Es, ante todo, un gobierno de lucha contra el fascismo y la reacción. Debe ser un gobierno formado como consecuencia del movimiento de frente único y que no limite de ninguna manera la actividad del partido comunista y de las organizaciones de masas de la clase obrera, sino, al contrario, que tome enérgicas disposiciones dirigidas contra los magnates financieros contrarrevolucionarios y sus agentes fascistas. En el momento oportuno, apoyándose sobre el movimiento creciente del frente único, el partido comunista del país en cuestión se manifestará por la creación de semejante gobierno, sobre la base de una plataforma antifascista concreta». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo; Informe en el VIIº Congreso de la Komintern, 2 de agosto de 1935)
¿Cuales debían ser las condiciones para un gobierno de este tipo –que tendrían su ejemplo sobre todo en Europa Central y del Este tras la Segunda Guerra Mundial– según Dimitrov?:
«¿Bajo qué condiciones objetivas será posible la formación de un tal gobierno? A esta pregunta puede contestarse de un modo muy general: bajo las condiciones de una crisis política, en que las clases dominantes ya no están en condiciones de acabar con el potente ascenso del movimiento antifascista de masas. Pero esto es sólo una perspectiva general, sin la cual apenas será posible, en la práctica, la formación de un gobierno del frente único. Solamente en presencia de determinadas premisas especiales, puede ponerse al orden del día el problema de la formación de este gobierno como tarea políticamente necesaria. Me parece que en este sentido merecen la mayor atención las siguientes premisas: Primero. Cuando el aparato estatal de la burguesía esté ya lo bastante desorganizado y paralizado para que la burguesía no pueda impedir la formación de un gobierno de lucha contra la reacción y el fascismo. Segundo. Cuando las más extensas masas trabajadoras y en particular los sindicatos de masas se levanten impetuosamente contra el fascismo y la reacción, pero no estén todavía preparados para lanzarse a la insurrección con el fin de luchar bajo la dirección del partido comunista por la conquista del poder soviético. Tercero. Cuando el proceso de diferenciación y radicalización en las filas de la socialdemocracia y de los demás partidos que participan en el frente único, haya conducido a que una parte considerable dentro de ellas exija medidas implacables contra los fascistas y demás reaccionarios, luche del brazo de los comunistas contra el fascismo y se manifieste abiertamente contra el sector reaccionario y hostil al comunismo de su propio partido». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo; Informe en el VIIº Congreso de la Komintern, 2 de agosto de 1935)
Dimitrov fue muy claro sobre la posibilidad de formación de los frentes populares, pero fue mucho más claro en la cuestión de en qué ocasiones los comunistas apoyarían tales frentes y hasta qué punto:
«El mantenimiento del frente popular (...) no significa que la clase obrera tenga que apoyar el frente popular del presente gobierno a cualquier precio. La composición del gobierno puede variar, pero el frente popular debe permanecer y crecer fortaleciéndose todo el tiempo. Si por alguna razón u otra el gobierno existente no llega a ser capaz de ejecutar el programa del frente popular, si toma la línea de claudicar ante el enemigo de casa y del exterior, si su política conduce al descrédito del frente popular y por lo tanto debilita la resistencia a la ofensiva fascista, entonces la clase obrera, mientras sigue fortalecimiento los lazos del frente popular, se deberá esforzar por llevar a cabo la sustitución del presente gobierno por otro, a un gobierno que lleve firmememente a cabo el programa del frente popular, que sea capaz de hacer frente al peligro fascista, salvaguardando las libertades democráticas del pueblo (...) y asegurando su defensa contra la agresión fascista». (Georgi Dimitrov; El frente popular, 1936)
Además se dejaba claro que un gobierno de coalición de este tipo, aunque pudiera suponer la caída de un gobierno filofascista en una democracia burguesa o directamente un gobierno fascista en un Estado fascista, e incluso aunque se aventurara a tomar ciertas medidas antifascistas, este gobierno no traería la completa victoria sobre el fascismo, pues solo la revolución socialista bajo el completo control del partido de la clase obrera, es decir del comunista, y el poder soviético, garantizaba el fin de la base económica del capitalismo y por tanto del fascismo:
«Por esto señalamos la posibilidad de formar, bajo las condiciones de la crisis política, un gobierno del frente único antifascista. En la medida en que este gobierno despliegue una lucha real y verdadera contra los enemigos del pueblo, conceda libertad de acción a la clase obrera y al partido comunista, nosotros, los comunistas, lo apoyaremos por todos los medios y lucharemos en la primera línea de fuego, como soldados de la revolución. Pero les decimos francamente a las masas: este gobierno no traerá la salvación definitiva. Este gobierno no está en condiciones de derrocar la dominación de clase de los explotadores y, por esta razón, no puede tampoco eliminar definitivamente el peligro de la contrarrevolución fascista. ¡Por consiguiente, hay que prepararse para la revolución socialista! ¡Sólo y exclusivamente el poder soviético traerá la salvación!». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo; Informe en el VIIº Congreso de la Komintern, 2 de agosto de 1935)
Por tanto: los marxista-leninista en el VIIº Congreso de la Komintern se basaban como era normal en analizar la situación in situ para encontrar la mejor forma de acelerar la revolución proletaria:
«Hace quince años, Lenin nos invitaba a que concentrásemos toda la atención «en buscar las formas de transición o de acercamiento a la revolución proletaria». Puede ocurrir que el gobierno del frente único sea, en una serie de países, una de las formas transitorias más importantes. Los doctrinarios «de izquierda» siempre pasaron por alto esta indicación de Lenin, hablando solamente de la «meta», como propagandistas limitados, sin preocuparse jamás de las «formas de transición». Y los oportunistas de derecha intentaban establecer una «fase democrática intermedia», especial, entre la dictadura de la burguesía y la dictadura del proletariado, para sugerir a la clase obrera la ilusión de un pacífico paso parlamentario de una dictadura a otra. ¡Esta «fase intermedia» ficticia la llamaban también «forma de transición» e invocaban incluso el nombre de Lenin! Pero no fue difícil descubrir el fraude, pues Lenin hablaba de una forma de transición y de acercamiento a la «revolución proletaria», esto es, al derrocamiento de la dictadura burguesa y no de una forma transitoria cualquiera entre la dictadura burguesa y la proletaria». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo; Informe en el VIIº Congreso de la Komintern, 2 de agosto de 1935)
Viendo qué tipo de régimen existía y las tareas pendientes, midiendo si la dictadura de la burguesía bien en su forma democrático-burguesa o fascista podía ser remplazada por la dictadura del proletariado directamente bajo la única dirección del partido comunista, o si por las circunstancias se necesitaba de un gobierno de frente popular que representaría la dictadura del proletariado y el campesinado. El fin pese a todo seguía siendo buscar la mejor forma de derribar a la burguesía del poder. También, la aplicación de la táctica variaba si se trataba de un país con restos de feudalismos, con un gobierno fascista, etc.:
«Sería falso, por ejemplo, presentar la cosa como si el gobierno del frente único fuese una etapa obligatoria en la senda hacia la instauración de la dictadura del proletariado. Sería tan falso, como lo era antes presentar las cosas como si en los países fascistas no hubiese ninguna etapa intermedia y la dictadura del fascista tuviese que ser obligatoriamente y directamente sustituida por la dictadura del proletariado. El nudo del problema está en saber si en el momento decisivo el proletariado estará en condiciones de derrocar directamente a la burguesía e instaurar su propio poder, y si podrá asegurarse, en ese caso, el apoyo de sus aliados, o si el movimiento del frente único del proletariado y del frente popular antifascista estará el mismo, en la etapa dada, en condiciones de aplastar al fascismo, sin poder pasar en forma directa a la liquidación de la dictadura de la burguesía. En ese caso, renunciar a formar y apoyar un gobierno de frente único o de frente popular basándose sólo en lo indicado más arriba, sería una miopía política inadmisible y no una política revolucionaria seria. Tampoco es difícil comprender que la formación de un gobierno de frente único, en países en que el fascismo no está todavía en el poder, no es lo mismo que en los países de dictadura fascista. En éstos la formación de un gobierno de este tipo sólo es posible en el proceso del derrocamiento del poder fascista. En los países en que la revolución democrático-burguesa se desarrolla, el gobierno de frente popular podrá llegar a convertirse en el gobierno de la dictadura democrática de la clase obrera y el campesinado». (Georgi Dimitrov; Por la unidad de la clase obrera contra el fascismo; Discurso de resumen en el VIIº Congreso de la Komintern, 13 agosto de 1935)
Estas tesis de Dimitrov inspirarían a las de Joan Comorera en cuanto al carácter que debía tomar por ejemplo un gobierno de frente popular antifascista en un país como la España de Franco:
«Nosotros, los obreros revolucionarios, los campesinos, los pequeño burgueses, los intelectuales progresistas, todos los patriotas, somos una parte integrante del campo antiimperialista y democrático, y nuestro deber es luchar para liberar al Estado español de las castas y las clases que lo monopolizan, hemos de dar término a la revolución democrática española. (...) Y entendamos, porque hoy, hasta Franco se califica de demócrata, no podemos dejarnos deslumbrar por la democracia formal. Debemos querer la forma y el contenido de la democracia. Hemos de arrancar las raíces de las castas parásitas, tenemos que dejar fuera del territorio al capital monopolista extranjero, tenemos que liquidar a los monopolios [nacionales] internos, que son sus cómplices e instrumentos. Debemos nacionalizar el suelo, el subsuelo, tenemos que nacionalizar bancos y seguros, transportes y otros servicios públicos, la gran industria y el comercio. Hemos de liquidar el parasitismo terrateniente y entregar la tierra a los campesinos que la trabajan, hemos de asegurar una vida digna y libre de la opresión económica explotadora a la pequeña burguesía y los campesinos medios. Debemos crear un verdadero Ejército Popular, un auténtico orden público popular, un régimen de igualdad absoluta entre los sexos y que asegure a la juventud ya la infancia una perspectiva ilimitada de progreso y bienestar. Debemos limpiar el Estado de los agentes y de los instrumentos de las castas y los capitalistas. Debemos reestructurar el Estado español, para que en la línea federativa, obtengan la realización plena los derechos nacionales Cataluña, Euskadi y Galicia. Y para consolidar la revolución democrática, desarrollar y marchar hacia el socialismo, debemos exigir que el nuevo Estado español, surgido de la revolución española, sea dirigido por la clase obrera y las masas populares». (Joan Comorera; Nuestro problema no comienza ni acaba en la persona de Franco; Carta Abierta a J. Navarro i Costabella, 1949)
La dialéctica confirmaría la tesis dimitrovista con el desarrollo de las democracias populares tras la Segunda Guerra Mundial, donde los iniciales gobiernos provisionales de coalición de frente popular antifascistas, bajo diferentes nombres, tornarían poco a poco a ser gobiernos plenamente asegurados por la hegemonía de los partidos comunistas en gobiernos quienes poco a poco irían disolviendo no solo los partidos y las organizaciones burguesas uncialmente, sino progresivamente también las pequeño burguesas. Al aplicarse sin miedo la lucha de clases, y superar ciertas deficiencias por la falta de experiencia, lograrían coronar con éxito la transformaciones políticas, económicas y culturales, realizando la revolución proletaria y la revolución socialista.
Esta misma opinión la registró Enver Hoxha al examinar qué partidos comprendieron realmente las directivas del VIIº Congreso de la Komintern y quienes se durmieron en los laureles o simplemente no las comprendieron o las quisieron comprender:
«En los países de la Europa Oriental, los partidos comunistas supieron ligar las tareas de la lucha por la independencia y la democracia a la lucha por el socialismo. Elaboraron y aplicaron una política que condujo a la instauración de los regímenes de democracia popular. En cambio, los partidos comunistas de Europa Occidental no se mostraron capaces de aprovechar las situaciones favorables que habían creado la Segunda Guerra Mundial y la victoria sobre el fascismo. Esto demostraba que no habían comprendido ni aplicado debidamente las orientaciones del VIIº Congreso de la Komintern –Internacional Comunista–, el congreso fue sostenido del 25 de julio al 21 de agosto de 1935. Este congreso sustentaba que, al oponerse y combatir al fascismo, se irían creando en condiciones determinadas también las posibilidades de formar gobiernos de frente único, totalmente diferentes de los gobiernos socialdemócratas. Aquéllos debían servir para pasar de la etapa de la guerra contra el fascismo a la etapa de la lucha por la democracia y el socialismo. Pero en Francia y en Italia la guerra contra el fascismo no condujo a la creación de gobiernos del tipo que propugnaba la Komintern. Acabada la guerra, en esos países asumieron el poder gobiernos de tipo burgués. La participación de los comunistas en los mismos no cambió su carácter. Tampoco el Partido Comunista Francés –que en general hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial siguió una línea correcta–, logró corregir y superar los errores, deficiencias y desviaciones que se habían manifestado acerca de determinados problemas, y que entre otros motivos surgían por falta de análisis realistas de las situaciones internas y externas». (Enver Hoxha; Eurocomunismo es anticomunismo, 1980)
Como ya insistimos, la Kominform en su Iº conferencia de 1947, criticaría no solo las desviaciones de las tácticas de frente y de gobierno de frente expuestos por la línea general del VIIº Congreso de la Komintern en los partidos como el de Francia o Italia, sino incluso durante esa época el Partido Comunista de la Unión Soviética también estaba preocupado por partidos que estaban en el poder y dominaban esos gobiernos de coalición, como el partido comunista en Yugoslavia o Checoslovaquia que albergaban deficiencias en las tácticas de frente, la resoluciones de los ritmos en las medidas económicas, y demás. Finalmente como sabemos en el caso yugoslavo el tema jamás se corregiría y daría como resultado que en la IIº Conferencia de la Kominform de 1948 se criticasen sus desviaciones abiertamente.
La lucha contra el sectarismo y su fin
«La crítica de los líderes del VII° Congreso en contra del llamado «sectarismo» era en realidad una crítica al marxismo-leninismo, una crítica de la revolución socialista mundial y una capitulación ante la burguesía, una traición seria al proletariado mundial, una renuncia de la visión del mundo proletario, una declaración de guerra contra Stalin». (Wolfgang Eggers; 80° Aniversario de la traición por el VIIº Congreso Mundial de la Komintern, 24 de julio 2015)
Falso. La crítica al sectarismo en el VIIº Congreso de la Komintern se refería a hechos tan concretos, patéticos e intolerables que no se habían superado en los partidos comunistas, desviaciones que en general eran la herencia no corregida de muchos militantes que habían militado en organizaciones socialistas o anarquistas. Hablamos de temas como el aislacionismo del partido con las masas, creer que las masas tienen los mismos conocimientos que el partido, falta de formación teórico-política que redundaba en análisis irreales, negación a trabajar en las organizaciones de masas capturadas por los reformistas o los fascistas, o la distorsión de las etapas en la revolución, cosas muy reales y nada fantasiosas para quién conozcan la historia del movimiento comunista marxista-leninista internacional de aquellos años:
«En la situación actual, el sectarismo, ese sectarismo engreído, como lo calificamos en nuestro proyecto de resolución, entorpece ante todo nuestra lucha por la realización del frente único; ese sectarismo, satisfecho de su estrechez doctrinaria y de su alejamiento de la vida real de las masas; satisfecho de sus métodos simplistas, para resolver los problemas más complicados del movimiento obrero sobre la base de esquemas cortados por un patrón; ese sectarismo, que pretende saberlo todo y no cree necesario aprender de las masas, de las enseñanzas del movimiento obrero; en una palabra, el sectarismo, para el cual todo es una pequeñez; ese sectarismo engreído no quiere, ni puede comprender que situar a la clase obrera bajo la dirección del partido comunista no se consigue espontáneamente. El papel dirigente del partido comunista en las luchas de la clase obrera hay que conquistarlo. Para esto, no hace falta declamar acerca del papel dirigente de los comunistas, sino que hay que merecer, ganar, conquistar la confianza de las masas obreras con una labor cotidiana de masas y una política justa. Esto sólo se logrará si nosotros, los comunistas, en nuestra labor política tenemos seriamente en cuenta el verdadero nivel de conciencia de clase de las masas, su grado de revolucionarización, si apreciamos seriamente la situación concreta, no a través de nuestros de deseos, sino a través de la realidad. Tenemos que facilitar a las extensas masas, pacientemente, paso a paso, el tránsito a las posiciones del comunismo. No debemos olvidar jamás las palabras de Lenin, quien nos advirtió con toda energía que:
«Se trata precisamente de no creer que lo que ha caducado para nosotros haya caducado para la clase, para la masas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo, 1920)
¿Acaso ahora, camaradas, hay todavía en nuestras filas pocos doctrinarios que en la política del frente único sólo perciben, siempre y en todas partes, los peligros? Para esos camaradas, todo el frente único constituye un peligro rotundo. Pero esta «firmeza de principios» sectaria no es otra cosa que el desamparo político ante las dificultades de la dirección inmediata de la lucha de masas. El sectarismo se manifiesta especialmente en la apreciación exagerada de la revolucionización de las masas, en la apreciación exagerada del ritmo, con que se apartan de las posiciones del reformismo, en el intento de saltar las etapas difíciles y los problemas complicados del movimiento. Los métodos de dirección de las masas se sustituían frecuentemente en la práctica por los métodos de dirección de un grupo cerrado de partido. A consecuencia de esto no se apreciaba debidamente la fuerza de los lazos tradicionales entre las masas y sus organizaciones y direcciones y, cuando las masas no rompían estos lazos de golpe y porrazo, se adoptaba frente a ellas una actitud tan brusca, como frente a sus dirigentes reaccionarios. La táctica y las consignas se convertían en un «patrón», válido para todos los países, y no se tenían en cuenta las particularidades de la situación concreta en cada país dado. Se pasaba por alto la necesidad de desplegar, en el seno de las propias masas, una lucha tenaz para ganar su confianza, se descuidaba la lucha por las reivindicaciones parciales de los obreros y la labor dentro de los sindicatos reformistas y de las organizaciones fascistas de masas. La política del frente único se suplantaba frecuentemente por meros llamamientos y por la propaganda abstracta. Las actitudes sectarias entorpecían en no menor grado la selección acertada de los hombres, la educación y formación de cuadros relacionados con las masas, que gocen de la confianza de éstas, de cuadros con consecuencia revolucionaria y probados en las luchas de clases, que sepan asociar a la experiencia práctica del trabajo de masas la firmeza de principios del bolchevique. De este modo, el sectarismo retrasó considerablemente el crecimiento de los partidos comunistas, dificultó la aplicación de una auténtica política de masas, entorpeció la explotación de las dificultades del enemigo de clase que debía fortificar las posiciones del movimiento revolucionario, impidió la conquista de las extensas masas proletarias para los partidos comunistas». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo; Informe en el VIIº Congreso de la Komintern, 2 de agosto de 1935)
Podemos poner varios ejemplos documentos de lucha contra este sectarismo insano:
a) Las teorías promovidas por Ernst Thälmann de que no existe diferencia cualitativa entre un gobierno de democracia burguesa y un gobierno de una abierta dictadura terrorista fascista:
«Se ha revelado en nuestras filas la tendencia a dibujar un contraste ente fascismo y democracia burguesa. (...) Este es el mayor peligro para el partido comunista». (Ernst Thälmann; Algunos errores en el trabajo teórico y práctico del Partido Comunista de Alemania, y como superarlos, 10 de diciembre de 1931)
Dimitrov replicaría:
«Nosotros no somos anarquistas, y no puede en modo alguno sernos indiferente qué régimen político impera en un país dado: si la dictadura burguesa, aunque sea con los derechos y las libertades más restringidos, o la dictadura burguesa, en su forma descarada, fascista. Sin dejar de ser partidarios de la democracia soviética, defenderemos palmo a palmo las condiciones democráticas arrancadas por la clase obrera en años de lucha tenaz, y nos batiremos decididamente por ampliarlas. ¡Cuántas víctimas costó a la clase obrera de Inglaterra conseguir el derecho de huelga, la existencia legal de sus tradeuniones, la libertad de reunión y de prensa, la ampliación al derecho al sufragio, etc.! ¡Cuántas decenas de miles de obreros dieron su vida en los combates revolucionarios de Francia, a lo largo del siglo XIX, hasta conseguir arrancar los derechos elementales y la posibilidad legal de organizar sus fuerzas para lucha contra sus explotadores! El proletariado de todos los países derramó mucha sangre para conquistar las libertades democrático-burguesas, y se comprende que luche con todas sus fuerzas para conservarlas». (Georgi Dimitrov; Por la unidad de la clase obrera contra el fascismo; Discurso resumen pronunciado en el VIIº Congreso de la Komintern, 13 de agosto de 1935)
Citemos al propio marxista-leninista español José Díaz, uno de los defensores de la línea del frente popular:
«Nosotros luchamos por la dictadura del proletariado, por los soviets. Lo declaramos paladinamente, porque nosotros como partido del proletariado, no renunciamos a nuestros objetivos. Pero, en los momentos actuales comprendemos que la lucha está planteada no en el terreno de la dictadura del proletariado, sino en el de la lucha de la democracia contra el fascismo como objetivo inmediato». (José Díaz; El VIIº Congreso de la Komintern señala el camino; Discurso pronunciado en el Coliseo Pardiñas, de Madrid, 3 de noviembre de 1935)
Esto deja claro que la posición thälmanniana de desprecio a las libertades aunque limitadas de la democracia burguesa frente al advenimiento del fascismo, es algo que está en las antípodas del leninismo:
«Si Engels dice que bajo la República democrática el Estado sigue siendo, «lo mismo» que bajo la monarquía, «una máquina para la opresión de una clase por otra», esto no significa, en modo alguno, que la forma de opresión sea indiferente para el proletariado, como «enseñan» algunos anarquistas. Una forma de lucha de clases y de opresión de clase más amplia, más libre, más abierta facilita en proporciones gigantescas la misión del proletariado en la lucha por la destrucción de las clases en general.». (Vladimir Ilich Uliánov; Lenin; El Estado y la revolución, 1917)
Además muchos de estos pseudomarxistas, teóricos anarquistas, partían de que cuando en un país existe el peligro fascista solo abogaban que la única posibilidad de salvar al país del fascismo era lanzarse sí o sí a la toma de poder en solitario y al establecimiento de la dictadura del proletariado, sean las condiciones que sean, nada de defender los derechos y libertades ganados a precio de sangre por las masas trabajadoras, ni de alianzas con otras fuerzas interesadas en el no triunfo del fascismo; no se tomaba en cuenta las condiciones objetivas –como las particularidades socio-económicas que imponen la etapa y las alianzas del proletariado en la revolución–, tampoco la situación subjetiva –como la fuerza del partido comunista para tal pretendida toma de poder en solitario–; o lo que es lo mismo abogan por el blanquismo, trotskismo, luxemburguismo, anarquismo, premarxismo en definitiva.
Por si al lector no le ha quedado claro, expondremos un ejemplo sencillo de la línea sectaria que abogaba Ernst Thälmann. El propio alemán Wilhelm Pieck sería de los pocos valientes que se atrevería a realizar una autocrítica de la línea del Partido Comunista de Alemania bajo las teorizaciones erradas de Ernst Thälmann como las ya citadas:
«En Alemania, fue solamente después de la llegada de Hitler, que los comunistas defendieron la clara consigna de defensa de los sindicatos libres, seguido de los lemas de restaurar los sindicatos libres. (...) Por otra parte, un error igualmente grave como la subestimación del peligro fascista fue el hecho de ver fascismo donde no existía. Este error se debió a que una serie de escritores comunistas dieron una interpretación mecánica de la declaración del VIº Congreso de la Komintern de 1928 donde se decía que la burguesía se veía obligada cada vez más por recurrir al fascismo. En Alemania, los comunistas durante mucho tiempo mantuvieron el punto de vista que el gobierno socialdemócrata de Hermann Muller estaba trabajando para la fascistización, que el gobierno de Brüning ya era un gobierno de dictadura fascista. Por otra parte, subestimaron el movimiento de Hitler, bajo la suposición de que en un país como Alemania, donde la clase obrera estaba tan altamente organizada, los hitlerianos no podrían hacerse con el poder y que las masas pequeño burguesas que viraron espontáneamente a acudir en masa hacia los hitlerianos, pronto se apartarían de ellos. (...) Estos errores se debieron a la absolutamente falsa concepción de que todos los partidos burgueses son fascistas, que «no hay dos métodos de dominación burguesa» [democracia burguesa y abierta dictadura terrorista fascista - Anotación de Bitácora (M-L)], y que era indecoroso para los comunistas la defensa de la democracia burguesa. Mientras no podamos sustituir la democracia burguesa por la democracia proletaria, por la dictadura del proletariado, el proletariado está interesado en defender todos los derechos de la democracia burguesa para que puedan ser utilizados para preparar a las masas en el derrocamiento del poder capitalismo y lograr la democracia proletaria». (Wilhelm Pieck; Las actividades del Comité Ejecutivo de la Komintern; Informe en el VIIº Congreso de la Komintern, 26 de julio de 1935)
¿Dónde está el honor en defender según Wolfgang Eggers las líneas thälmannianas de estas tácticas antifascistas sacadas del radicalismo pequeño burgués del anarquismo? ¿Quién puede pasar en silencio a sus desastrosas consecuencias para Alemania y otros países el tipo de trabajo de este estilo? En otra ocasión abordaremos estas tesis con un documento particular para las desviaciones de Ernst Thämann, sigamos.
b) Las tesis de José Bullejos sobre la revolución en España que también contenían un cariz sectario. Para quién no esté informado de la historia del Partido Comunista de España. Hay que decir que el partido en 1932 se deshizo de la cúpula de su dirigencia izquierdista-sectaria de José Bullejos que entre otros graves fallos, no había comprendido el suceder de los acontecimientos en el país ibérico, las etapas, y las reivindicaciones que necesitaba el partido comunista por aquel entonces:
«En 1926, más que un partido comunista había en España unos cuantos grupos diseminados, sin ninguna cohesión entre sí, con una dirección que marchaba sin perspectivas y sin tener en cuenta la ayuda de la Komintern, una dirección impregnada de todas las características anarquistas y sectarias. En 1929, en España, comienza a desencadenarse una serie de luchas económicas y políticas, y, como consecuencia de estas luchas de los obreros y campesinos y de las fuerzas democráticas, en 1930 se hunde la dictadura de Primo de Rivera, y, en 1931, es derrumbada la monarquía e instaurada la República. Los cambios operados en la correlación de fuerzas en España no fueron comprendidos por la dirección del partido. No alcanzó a ver que las masas que se lanzaron a la calle veían en la República la mejora de su situación económica y de libertad, y que este era un momento precioso para que el Partido Comunista en España se ligase a las masas y que planteara la forma de conquistar sus mejoras de carácter económico y político que el momento exigía, como la toma de la tierra, aumento de los salarios, etc., el armamento de los obreros y de los campesinos, la cuestión nacional, acabar con el poderío de la Iglesia, etcétera, etcétera. Pero los dirigentes de entonces, Bullejos, Adame y compañía, no comprendieron nada respecto a lo que había cambiado la situación. En lugar de plantearse estas consignas propias del momento, se pronuncian contra la República, en la cual los obreros y las masas populares habían puesto toda su ilusión, dando la consigna de: «¡Abajo la República burguesa!», «¡Vivan los soviets y la dictadura del proletariado!». Los obreros, que buscaban a los comunistas al implantarse la República para que les orientaran en las luchas por las conquistas democráticas, cuando los comunistas les hablaban contra la República eran señalados como aliados de los monárquicos y, en algunos sitios –como Sevilla o Madrid–, las masas buscaban a nuestros camaradas para lincharlos. (...) ¿Sabéis con qué querían hacer la revolución proletaria? Con un total de ochocientos comunistas en el país y con el escándalo que hacían en los mítines Bullejos y Adame. Ya en aquel momento, la Komintern sometió a la crítica esta línea para ver si era posible enderezar los errores cometidos por el partido, los cuales le impedían ligarse a las masas. En lugar de tener en cuenta la ayuda tan formidable que representa la Komintern para sus secciones y, sobre todo, para las direcciones débiles, estos señores intensificaron su resistencia y sabotaje a la línea trazada por la Komintern, y desde ese momento no cesó un instante la lucha de dichos señores contra la línea marxista-leninista de la Komintern. (...) El primer trabajo serio que realiza nuestro partido es conseguir solucionar la «gran hazaña» de una dirección que llevaba siete años como tal y sin arrastrar ni a un solo militante. Pero en esta tarea, este grupo, con sus métodos sectarios y de mando, había dejado su lastre. La nueva dirección del partido abre en todas sus organizaciones una discusión sobre los problemas políticos, los métodos de trabajo y sobre lo que representa la Komintern. El espíritu sano y revolucionario de la base del partido, fue un factor decisivo para la comprensión de la justeza de la expulsión del grupo de renegados y de la línea política de la Komintern». (José Díaz; Las luchas del proletariado español y las tareas del Partido Comunista de España; Informe en el VIIº Congreso de la Komintern, 1935)
La Komintern incluso antes del VIIº Congreso de la Komintern tipificó estos errores en 1932 como desviaciones sectarias, que pareciera que nacían de no haber superado los vestigios anarquistas:
«Como verdaderos revolucionarios, los comunistas españoles deben buscar y poner al descubierto las razones del retraso del partido y los errores que ha cometido, y deben tomar enérgicas medidas para eliminarlos rápida y completamente. La razón básica de los errores del partido, su incapacidad para comprender el carácter de la revolución, la función y las tareas del proletariado como potencia hegemónica en la actual revolución democrática, su incapacidad para comprender el papel del partido comunista, para avanzar correctamente y al tiempo con consignas políticas oportunas para la acción de masas y para que estas consignas fueran tomadas por las masas, los errores reflejados en la pasividad relativamente marcada en el partido; son las razones básicas que el partido estaba, y por desgracia, sigue estando atado, por el sectarismo y las tradiciones anarquistas. El partido en su conjunto y sus líderes, en particular, carecían, y por desgracia aún carece, de una actitud política correcta y completa; su valoración del carácter y peculiaridades de las contradicciones de clase, de la revolución en España, era falsa; los juicios erróneos fueron y están siendo dados por factores políticos concretos. Los dirigentes del Partido Comunista Español no han comprendido la inmensa significación política de las supervivencias económicas, sociales y políticas del feudalismo en España, y así no vieron que la revolución democrática fue madurando sobre esa base; no prepararon al proletariado para la revolución. El partido no comprendió a tiempo que, precisamente la burguesía se va a jugar un papel contrarrevolucionario en la revolución democrático-burguesa, se estaba llegando a un punto, en que el proletariado, como única clase revolucionaria verdaderamente coherente, podría y debería conducir la revolución. Dado que el partido comunista subestimó el papel del proletariado, se aisló, perdió el contacto con la clase obrera, ignoró al campesinado, perdiendo el contacto con las grandes masas, no midiendo el pulso de las masas o midiendo sus sentimientos, subestimado sus demandas y su militancia. Y cuando los acontecimientos llegaron a un punto crítico, cuando se proclamó la república en el 1931 bajo el tremendo asalto de las masas que marchan en las calles, el partido puso consignas erróneas que eran incomprensibles para las masas». (Komintern; Una carta desde el Buró del Oeste Europeo de la Komintern al Partido Comunista de España, 15 de enero de 1932)
c) Los marxista-leninistas albaneses llevaron a cabo una dura lucha contra el tipo de trabajo sectario que caracterizaba a los grupos comunistas albaneses, un trabajo que había imposibilitado la unión con las masas y la propia unión de los grupos comunistas en un partido comunista.
Qemal Stafa, fundador del Partido Comunista de Albania como Enver Hoxha, propuso las tesis de Dimitrov del VIIº Congreso para un correcto análisis del fascismo y para el fortalecimiento del partido:
«Qemal Stafa tomó la palabra. Nos quedamos escuchando con atención. Recuerdo sólo la esencia de las ideas principales de su contribución. Hizo una introducción correcta acerca de la lucha que los comunistas deben librar contra el fascismo y luego pasó a demostrar con argumentos teóricos y con ejemplos de la vida lo que era el fascismo y el peligro que representa. Dijo que el fascismo era el enemigo jurado de los pueblos, los comunistas y la revolución. Citó algunos extractos del famoso informe de Dimitrov: «Sin embargo, nosotros –continuó Qemal– en mayor o menor medida, no hemos entendido bien ni hemos aplicado correctamente las instrucciones, consejos y directivas de la Komintern, y del propio Dimitrov. Ese fue un gran error por nuestra parte y del grupo de Shkodra está haciendo una autocrítica por ello». (Enver Hoxha; Cuando el partido estaba naciendo, 1983)
El propio Partido Comunista de Albania, en la resolución de su Iº Conferencia Nacional, aludía que la no compresión y aplicación de las tesis del VIIº Congreso de la Komintern de 1935 eran la razón de la tardía consolidación de los asilados grupos comunistas como partido único del proletariado en Albania, y de que estas deficiencias estuvieran dejando hueco a teorías cercanas al trotskismo y al anarquismo:
«La Iº Conferencia ha observado que, en general, estos grupos no estaban vinculados con las masas, estaban lejos de un genuino trabajo comunista, estaban en oposición los unos a los otros, una oposición que llegó a un punto feroz de lucha. El espíritu de estrecho sectarismo, el oportunismo y el parroquialismo prevaleció en ellos. La no aplicación de las directrices del VIIº Congreso de la Komintern de 1935 causó graves errores políticos y organizativos. La teoría de los cuadros, así como la negación de la existencia de proletariado en Albania, y como consecuencia la negación de la posibilidad de la existencia de un partido comunista, se han hecho sentir». (Partido Comunista de Albania; Resolución de la Iº Conferencia Nacional del Partido Comunista de Albania, 17 de marzo de 1941)
Los propios marxista-leninistas albaneses reconocieron que el VIIº Congreso de la Komintern de 1935 realizó una gran labor por resolver el defecto del tipo de trabajo sectario, común entre comunistas albaneses de la época, los cuales no estaban familiarizados con los verdaderos métodos de trabajo leninista:
«El VII Congreso de la Internacional Comunista que se reunió en Moscú en julio de 1935, subrayó la necesidad de desarrollar aún más la lucha contra el ataque del capital y del fascismo. En relación con esto, el Congreso encomendó la tarea de crear el frente único de la clase obrera contra el fascismo, asegurando la unidad de acción del proletariado y, sobre esta base, organizar un amplio frente popular antifascista. Para realizar estas tareas era necesario que los partidos comunistas superaran una serie de deficiencias, tales como las manifestaciones de un trabajo sectario entre las masas, mejoraran los métodos de agitación y propaganda, se lanzaran a valerosas acciones revolucionarias. (...) Las decisiones del VIIº Congreso del Komintern marcaban una nueva etapa en el desarrollo del movimiento comunista y obrero mundial. Su aplicación de manera creadora, en las condiciones concretas de cada país, abría el camino a los comunistas para ponerse a la cabeza de las amplias masas populares y convertirse en la principal fuerza dirigente del movimiento obrero, democrático y antiimperialista. Estas decisiones tenían gran importancia para todos los países y de manera especial para aquellos que, como Albania, estaban amenazados directamente por el fascismo». (Partido del Trabajo de Albania; Historia del Partido del Trabajo de Albania, 1982)
d) El caso de los marxista-leninistas búlgaros, es otro caso claro. Primero se tuvo que luchar contra los resabios del llamado socialismo «estrecho», que eran los marxistas que no comprendían o se resistían a aceptar el leninismo, y aplicaban fórmulas más en común con el anarquismo, la socialdemocracia o el luxemburgismo que el leninismo, con las lógicas consecuencias para el trabajo del partido:
«El socialismo «estrecho» no estaba exento de un cierto culto a la espontaneidad en el movimiento obrero. Estuvo bajo el hechizo de la concepción socialdemócrata del funcionamiento automático de las leyes sociales objetivas. Vio como su principal tarea la agitación y la propaganda, la explicación y aclaración de las leyes que funcionan de manera objetiva del desarrollo social, organizando y educando a los obreros y demás capas trabajadoras en el espíritu del socialismo, despertando su conciencia de clase, orientando sus luchas diarias con el fin de que la revolución socialista era inevitable, que se produciría como resultado de las condiciones objetivas que maduraban. El partido no se consideraba como una fuerza activa llamada no sólo para organizar y educar a las masas trabajadoras y dirigir sus luchas cotidianas, no sólo para explicar los eventos diarios, sino también para participar en la creación y la canalización de los acontecimientos revolucionarios para convertirse en un factor dominante en la preparación, organización y desarrollo de la revolución proletaria. Por lo tanto, hubo un cierto retraso y pasividad del partido en el momento de la agudización de la lucha de clases, un aislamiento sectario frente a las masas que se habían levantado en armas. El socialismo «estrecho» transformó una serie de enseñanzas marxistas en un dogma, como resultado de la cual el partido cayó en el sectarismo e hizo sus contactos con las amplias masas más difícil. Así, por ejemplo, aplicando una política de lucha correcta sin cuartel contra la clase burguesía, se opuso a las diversas coaliciones electorales con partidos burgueses, y el trabajo legislativo «constructivo» del parlamento burgués, el partido dio la vuelta al concepto de organización de clase independiente y lo moldeo como un dogma, negando en general, y en todas las condiciones la conveniencia de un acuerdo con otros grupos sociales y políticos y, por tanto, como de hecho sucedió, se aisló. La actitud de nuestro partido no tenía nada en común con la doctrina leninista en cuanto a los compromisos revolucionarios, sin los cuales el partido revolucionario no puede luchar con éxito y avanzar. Al no entender el papel de los campesinos como aliados de la clase obrera en la lucha contra el capitalismo, se tomó una posición plejanovista y no una posición leninista sobre el problema campesino. (…) Lenin demostró la posibilidad de utilizar las potencialidades revolucionarias existentes de los campesinos tanto en la revolución democrático-burguesa como en la revolución socialista. Nuestro partido libró una lucha correcta y exitosa contra los reformistas que trataron de transformar el partido de la clase obrera en un diluido partido pequeño burgués que de esta manera sería herramienta de la burguesía y privaría a la clase obrera de su independencia. Pero de igual forma que en ello acertó, nuestro partido falló y no se dio cuenta de que los campesinos, como pequeños productores de mercancías están sometidos a la explotación del capital monopolista, y tienen un considerable potencial revolucionario, siendo los aliados naturales de la clase obrera en su lucha por la emancipación. No supo ver que sin la alianza de los obreros y campesinos, sin la realización de la dirección de la clase obrera en esta alianza, la dominación capitalista no puede ser derrocada y ninguna victoria del proletariado es posible. El socialismo «estrecho» definió dogmáticamente al campesino productor de mercancías únicamente como un elemento conservador en la sociedad. El partido no se dio cuenta de que el dominio de los trusts conduce al aumento de la explotación y al empobrecimiento de la masa de los campesinos, los hace cada vez más insatisfechos y despierta en ellos tendencias revolucionarias. Esta falta de comprensión de las posibilidades revolucionarias del campesinado como un aliado de la clase obrera en la revolución constituye una de las diferencias más características entre el socialismo «estrecho» y el leninismo. Por lo tanto, no es en absoluto casual que el partido durante 1900, en las revueltas campesinas, descuidara las potencialidades revolucionarias de los campesinos en la lucha contra el capitalismo, potencialidades que podrían haber sido desarrolladas sólo bajo la dirección de la clase obrera y su vanguardia militante. Tampoco es casual entonces que nuestro partido no tenía en ese momento un programa agrario revolucionario. (…) Por lo tanto, no se pudo sacar provecho de las lecciones de la primera Revolución Rusa de 1905, y esto redunda en que en la apreciación de la revolución y en sus deducciones de ella, no se pudo ir más allá de Kautsky. Se era completamente ajeno a los nuevos aspectos esenciales de la teoría marxista de la revolución proletaria desarrollada por Lenin en su obra: «Dos tácticas de la socialdemocracia en la revolución democrática» de 1905, cuando se hablaba sobre el papel dirigente de la clase obrera en la revolución democrático-burguesa, y de la transformación de este última en una revolución socialista mediante el levantamiento armado. Es por eso que, a pesar de que se propagaba incansablemente la idea de una revolución socialista como la única salida para los trabajadores, nuestro partido no tenía ninguna concepción clara de los problemas básicos de esta revolución. No pensaba el problema de las formas y medios concretos en que la revolución podrían llevarse a cabo en Bulgaria, de sus principales impulsores, su carácter y peculiaridades y el papel de la clase obrera y su partido, tampoco se hacía frente a la cuestión de los aliados de la clase obrera». (Georgi Dimitrov; Informe en el Vº Congreso del Partido Obrero (comunista) Búlgaro, 18 de diciembre de 1948)
Después, durante los años 30, unos pocos años antes de la celebración del VIIº Congreso de la Komintern de 1935, los marxista-leninistas agrupados bajo Georgi Dimitrov y Vasil Kolarov vieron necesario combatir en el partido comunista la creciente tendencia izquierdista-sectaria de Iskrov, Georgi Lambrev y Elia Vasilev, que en lo sucesivo vinieron a ser conocidos como la versión trotskista búlgara, esto llevaría al partido a alejarse de las masas, y a emitir análisis ajenos a la situación real que vivía el país, virando a desastre las políticas del partido y mermando su influencia en la clase obrera y el resto de clases trabajadoras:
«La política izquierdista-sectaria, que en realidad era una política trotskista, no tenía nada en común con la línea de la Komintern y fue dirigido en contra de ella: 1) En lugar de una evaluación sobria de la situación sobre la base de un análisis marxista concreto de las fuerzas en acción, se establecieron y reiteraron fórmulas generales de la estrategia y tácticas leninista-estalinistas y se aplicaron mecánicamente las condiciones de los otros partidos comunistas sin tener en cuenta nuestra situación concreta. Los izquierdistas-sectarios tomaron para sí mismo gran crédito por los éxitos obtenidos por el partido a pesar de su liderazgo, y proclamaron como tarea inmediata el establecimiento de la dictadura del proletariado en Bulgaria. 2) Pese a que el partido había sido perseverante en la agitación constante entre los obreros y campesinos para la popularización de los lemas del partido, para la preparación de la lucha y la movilización de las masas, estos esfuerzos fueron sustituidas por las frases «revolucionarias» de izquierda y apelaciones rimbombantes sobre actuación «revolucionaria». Estas consignas sectarias típicamente fueron: «lanzar una ofensiva general y abierta», «hacerse cargo de las calles», «ocupar la tierra», etc. La consigna de una huelga política estaba tan desacreditada por culpa de los izquierdistas-sectarios que la Profintern se vio obligada específicamente a condenar su uso en Bulgaria. 3) El verdadero liderazgo, basado en una adopción consciente por los miembros del partido y de las organizaciones de masas de las decisiones y directivas del partido, dio paso al trato grosero y mecánico del mismo. La actitud que la dirección izquierdista-sectaria de nuestro partido tenía al Partido de los Trabajadores era incorrecta y sumamente perjudicial. Aunque el Partido de los Trabajadores contaba entre sus miembros a muchos obreros con experiencia en el trabajo de masas, y a pesar de que actuó como una correa de transmisión a través del cual el Partido Comunista Búlgaro ejercía su influencia sobre las masas, sus líderes locales fueron tratados como personas de segunda categoría. Tras el golpe de Estado del 19 de mayo de 1934, cuando a los obreros se les prohibió su único partido legal y las demás organizaciones de masas, la dirección izquierdista-sectaria no puso ninguna oposición a estas acciones, y se apresuró a declarar al Partido del Trabajo como «autoliquidado». 4) Bajo la apariencia de una «bolchevización» falsa, absolutamente todo el período del socialismo «estrecho» del partido fue proclamado como «menchevique» y «antibolchevique». También bajo el pretexto de defender el levantamiento de septiembre de 1923, una «crítica» trotskista de ese levantamiento fue popularizada y pese a ello los activistas de septiembre del partido fueron condenados al ostracismo. Incluso, este liderazgo sectario fue tan lejos como para sabotear la campaña antifascista internacional en relación con el proceso de Leipzig de 1933. 5) Aunque permaneciendo temporalmente, y con la ayuda de sus amigos trotskistas del extranjero, tomaron el control de la dirección interna del partido, donde los izquierdistas-sectarios se consolidaron como una facción secreta trotskista dentro del partido. Con la excusa del leninismo y el uso de la autoridad de la Komintern, y siempre bajo una doble faz, estaban destruyendo la base del partido y desacreditando al movimiento revolucionario». (Georgi Dimitrov; Informe en el Vº Congreso del Partido Obrero (comunista) Búlgaro, 18 de diciembre de 1948)
La lucha contra la ideología y práctica socialdemócrata, y otras corrientes antimarxistas, en los frentes antifascistas y frentes de otro tipo
«Las decisiones del VII° Congreso de la Komintern violaron la demanda de Stalin a saber, «En primer lugar, para librar una lucha incesante contra el socialdemocratismo en todos los ámbitos, en lo económico y en lo político, incluyendo en este último la exposición del pacifismo burgués con la tarea de ganar la mayoría de la clase obrera para el comunismo». (Wolfgang Eggers; 80° Aniversario de la traición por el VIIº Congreso Mundial de la Komintern, 24 de julio 2015)
Falso. No sabríamos citar la de veces que hemos utilizado precisamente las citas de Dimitrov y otros comunistas haciendo hincapié en los foros del VIIº Congreso de la Komintern para explicar que en la lucha contra el fascismo, en las tácticas de frente antifascista, es imposibles concretizar con éxito resultados positivos y revolucionarios sin una lucha contra el reformismo socialdemócrata, pues las propias concepciones «antifascistas» socialdemócratas sobre el carácter del fascismo o su visión de cómo combatirlo son insuficientes para cortarle el paso al fascismo, de hecho la colaboración de clases como principio práctico socialdemócrata es un ejemplo de rasgo incompatible para el antifascismo, por lo que los marxista-leninistas siempre explicaron a sus cuadros que la colaboración antifascista con los socialdemócratas u otras fuerzas similares implicaba el hecho de criticar sus deficiencias reformistas, sindicalistas, anarquistas, y demás:
«Sería ingenuo pensar que la realización de la unidad de acción del proletariado se puede conseguir tratando de ganar a los líderes reaccionarios por el camino de la persuasión, las exhortaciones o los exorcismos. La unidad del proletariado internacional no se puede lograr sin una lucha tenaz de todos sus partidarios contra los enemigos declarados o encubiertos de dicha unidad. A veces se escuchan en las filas de los socialdemócratas voces según las cuales los comunistas, con su crítica abierta y franca respecto de la conducta de los dirigentes de la II Internacional y de la Internacional de Ámsterdam, dificultan la creación de un frente único. ¿Pero acaso puede lograr la creación de un frente único si no se critica de la manera más decidida a quienes no escatiman sus esfuerzos por obstaculizarlo? ¿Qué clase de dirigentes del movimiento obrero seríamos, si no dijésemos abiertamente toda la verdad sobre una cuestión tan importante para toda la clase obrera? Quién pasa por alto u oculta los actos nocivos de los dirigentes reaccionarios en las filas del movimiento obrero, no ayudan a la causa de la unidad de la clase obrera. Quién renuncia –so pretexto de que ello redundaría en favor del frente único proletario– a la lucha contra sus enemigos y a la crítica contra el reformismo que subordina el movimiento obrero a los intereses de la burguesía, presta un mal servicio a la clase obrera. El VIIº Congreso de la Komintern de 1935 proclama la política único del proletariado y del frente popular, en su resolución del 20 de agosto señala especialmente:
«Las acciones conjuntas con los partidos y las organizaciones socialdemócratas no sólo no excluyen, sino que, por el contrario, hacen aún más necesaria la crítica seria y razonada del reformismo, del socialdemocratismo, como ideología y como práctica de la colaboración de clase, con la burguesía y la explicación paciente a los obreros socialdemócratas acerca de los principios del programa del comunismo». (Komintern; Resolución final emitida por el VIIº Congreso de la Komintern respecto al informe de Georgi Dimitrov, 20 de agosto de 1935)
No es un buen luchador por la unidad de la clase obrera y por el frente popular contra el fascismo quién no sigue esta directiva del VIIº Congreso de la Komintern. Se equivoca profundamente quien piensa que la lucha por el frente popular nos exime de la obligación de llevar a cabo una lucha por una base de principios y por los intereses esenciales del movimiento obrero, contra las teorías y conceptos hostiles a la clase obrera. Esta lucha no perjudicaría a la causa del frente popular; al contrario, solo podría favorecerla. Algo más. Esta lucha es la premisa necesaria para un despliegue y fortalecimiento reales del frente popular contra el fascismo y la guerra. (...) Al aplicar la política del frente popular contra el fascismo y la guerra, al desplegar acciones conjuntas con los demás partidos y organizaciones de los trabajadores contra el enemigo común, al luchar por sus intereses vitales y por sus derechos democráticos, por la paz y la libertad, los comunistas no pierden de vista la necesidad histórica del derrocamiento del capitalismo ya anacrónico, y de la edificación del socialismo, que lleva aparejada la liberación de la clase obrera y de toda la humanidad. Coordinar de manera justa la política del frente popular con la propaganda del marxismo, con la observación del nivel teórico de los cuadros del movimiento obrero, con la asimilación de la gran doctrina de Marx-Engels-Lenin, como una guía para la acción: eso es lo que tenemos que aprender y enseñar diariamente a nuestros cuadros y a las masas». (Georgi Dimitrov; La unidad del proletariado internacional, imperativo supremo del momento actual, 1 de mayo de 1937)
Esta forma revolucionaria de proceder en torno a la unidad obrera y popular por la Komintern en estos años, fue comentada por los marxista-leninistas albaneses:
«Hasta cuando han sido contempladas las acciones conjuntas con los partidos socialdemócratas sobre diversos problemas, en diferentes periodos, no se ha tratado jamás de negar esta línea fundamental, sino de trabajo en su marco con el solo fin de encontrar los medios y vías adecuadas para evitar la escisión del movimiento obrero, y esto sin pisotear los principios, sino defendiéndolos hasta el fin. No se trataba de rehabilitar pues ideológica y políticamente a la socialdemocracia, como los revisionistas quieren hacernos creer y como hacen actualmente ellos mismos en la práctica. Así es como fue planteada la cuestión en el VIIº Congreso de la Komintern de 1935 también. Su llamada a llevar acciones conjuntas con los partidos socialdemócratas en la lucha contra el fascismo, contra la ofensiva del capital y el peligro de guerra imperialista no significaba de ninguna manera la rehabilitación ideológica y política de la socialdemocracia, era allí sólo una acción táctica, condicionada por ciertas circunstancias históricas creadas, que debía ir en beneficio del fortalecimiento de la unidad del movimiento obrero, sin sacrificar de ninguna manera los principios leninistas revolucionarios ni apartarse de estos ni un poco». (Shyqri Ballvora; La importancia histórica de la Komintern en la denuncia y exposición de los revisionistas y su papel y lugar en la historia, 1984)
Cuando se reclama que el VIIº Congreso de la Komintern o Dimitrov no dejaban claro el rol de los embaucadores pacifistas burgueses socialdemócratas entre los obreros respecto a la cuestión del socialismo, citemos la siguiente réplica del búlgaro Dimitrov para cerrar de nuevo la boca a estos pobres ignorantes como Wolfgang Egger:
«Deseosos de conservar a toda costa las bases tambaleantes de la sociedad burguesa, aprovecharon a fondo la influencia ideológica y política de la socialdemocracia, del reformismo, para engañar a la mayoría de la clase obrera, para tratar de convencerla de que no era el mayor desarrollo de la Revolución, sino su rápida liquidación, lo que conduciría a los obreros al socialismo. (...) Los políticos cobardes y estafadores, que se encontraban al frente de las organizaciones obreras de masas del proletariado, atemorizaban a los obreros en el sentido de que habría víctimas, se harían sacrificios, se producirían privaciones y se caería en la ruina económica. Les inculcaban la idea de que el camino del bolchevismo, la aplicación revolucionaria, en la práctica, de la doctrina de Marx y Engels, la revolución proletaria y la dictadura del proletariado no conducirían al socialismo, sino que llevaría a él el camino de la socialdemocracia: el de la coalición con la burguesía y la conservación del régimen burgués aseguraría el tránsito pacífico e indoloro al socialismo. Ahora el resultado de estos veinte años salta a la vista. ¿Quién negaría que los sacrificios, y las privaciones que sufrieron, por ejemplo, toda la clase obrera y los trabajadores de Alemania durante todo el periodo de posguerra, y en particular, en las condiciones del cruento régimen de la dictadura fascista, no son mil veces más grandes que todos los sacrificios y privaciones que habrían sido necesarios para la victoria de la revolución proletaria en 1918? En vez del paso pacífico e incruento al socialismo, que prometía la socialdemocracia, con toda su política divisionista y derrotista, allanó el camino para la victoria del fascismo». (Georgi Dimitrov; La Unión Soviética y la clase obrera de los países capitalistas, 7 de noviembre de 1937)
Por tanto, con la refutación de todas estas citas, queda bastante claro que el objetivo de la Komintern en esos años era:
«No se debe perder de vista que la táctica del frente único es un método para persuadir palpablemente a los obreros socialdemócratas de la justeza de la política comunista y de la falsedad de la política reformista, y no una reconciliación con la ideología y la práctica socialdemócratas». (Georgi Dimitrov; La clase obrera contra el fascismo; Informe en el VIIº Congreso de la Komintern, 2 de agosto de 1935)
La cuestión de la revolución violenta, la dictadura del proletariado, y el poder soviético
«El VII° Congreso de la Komintern dejó caer la ejecución de todas las piedras angulares de la Internacional de Lenin y Stalin, por ejemplo: -Las ideas del socialismo mundial y el comunismo mundial. -La revolución mundial. -La dictadura del proletariado mundial». (Wolfgang Eggers; 80° Aniversario de la traición por el VIIº Congreso Mundial de la Komintern, 24 de julio 2015)
Falso. La Komintern dejó claro que no era posible el real tránsito al socialismo sin arrebatar el poder a la burguesía. En consecuencia advertía que no habría socialismo real, ni democracia real, sin la toma del poder por el proletariado que fuera resguardada con la dictadura del proletariado, y creara la democracia proletaria y a partir de ello el socialismo. El VIIº Congreso de la Komintern no solo enfatizó la lucha contra el fascismo en los numerosos países que se venían inmersos en él o que corrían peligro de caer en él, sino que además prestó especial atención a que las masas populares no se dejaran engañar por las ilusiones de los supuestos «planes socialistas» que vociferaban los jefes socialdemócratas como eran el Plan de Man en Bélgica bajo el marco de la democracia burguesa –que es expresión de su dictadura de clase–:
«En cualquier sitio los líderes socialdemócratas, en sus esfuerzos por desviar a los obreros de la lucha en defensa de sus intereses diarios y en orden de frustrar el frente único, presentan y ampliamente anuncian proyectos «socialistas» –como el Plan de Man, etc.–, la naturaleza demagógica de estos proyectos debe ser expuestos, y se debe exponer a los trabajadores la imposibilidad de pasar al socialismo en tanto que el poder permanezca en las manos de la burguesía. (…) En la lucha por defender del fascismo las libertades democrático-burguesas y los derechos de los trabajadores, en la lucha contra el derrocamiento de la dictadura fascista, el proletariado revolucionario prepara sus fuerzas, fortalece y lucha en contacto con sus aliados y dirigirá la lucha hacia la meta del establecimiento de la democracia real para los trabajadores; el poder soviético. (...) El mundo capitalista está entrando en un periodo de agudización de lucha de clases como resultado de la acentuación de las contradicciones internas y externas del capitalismo. (...) Sólo la unidad del proletariado en un único ejército político de masas puede asegurar su victoria en la lucha contra el fascismo y el poder del capitalista, para lograr la dictadura del proletariado y el poder soviético». (Komintern; Resolución adoptada por el VIIº Congreso de la Komintern sobre el informe de Georgi Dimitrov, 20 de agosto de 1935)
Georgi Dimitrov en el VIIº Congreso de la Komintern de 1935 recordaría en particular, porqué era menester que todos los revolucionarios entendiéramos la necesidad de la revolución violenta y la dictadura del proletariado:
«¿Por qué es necesario reconocer el derrocamiento revolucionario de la burguesía y la instauración de la dictadura del proletariado bajo la forma del poder soviético? Porque la experiencia del triunfo de la gran revolución socialista de octubre de 1917, de una parte, y de otra, las amargas enseñanzas de Alemania, Austria y España, durante todo el período de posguerra, han corroborado una vez más que el triunfo del proletariado sólo es posible mediante el derrocamiento revolucionario de la burguesía, y que la burguesía, antes de permitir que el proletariado instaure el socialismo por la vía pacífica, ahogará el movimiento obrero en un mar de sangre. La experiencia de la revolución de octubre de 1917 ha demostrado, con toda evidencia, que el contenido básico de la revolución proletaria es el problema de la dictadura del proletariado, cuya misión es aplastar la resistencia de los explotadores derribados, armar a la revolución para la lucha contra el imperialismo y llevar a la revolución hasta el triunfo completo del socialismo. Para llevar a cabo la dictadura del proletariado, como dictadura de la aplastante mayoría sobre una minoría insignificante, sobre los explotadores –y únicamente así puede ser llevada a cabo– son necesarios los soviets que abarquen a todas las capas de la clase obrera, a las masas principales del campesinado y demás trabajadores, ya que sin despertarlos e incorporarlos a estos al frente de la lucha revolucionaria, será imposible afianzar el triunfo del proletariado». (Georgi Dimitrov, La clase obrera contra el fascismo: Informe en el VIIº Congreso de la Komintern, 2 de agosto de 1935)
Como vamos viendo Wolfgang Eggers no dice una sola verdad.
La cuestión de defender la obra de Dimitrov
«Es tarea de los stalinistas-hoxhistas exponer las mentiras de los revisionistas de la historia de la Komintern y de romper el mito de Dimitrov». (Wolfgang Eggers; 80° Aniversario de la traición por el VIIº Congreso Mundial de la Komintern, 24 de julio 2015)
Falso. Solo para un revisionista moderno puede estar entre sus tareas atacar el legado de Georgi Dimitrov, y decimos atacar el legado de Dimitrov bien como hacían los revisionistas búlgaros alterando su obra, censurándola o manipulándola, o bien como hacen los trotskistas atacándole abiertamente. Negar la gran teoría y sobre todo experiencia práctica de Dimitrov en el mundo marxista-leninista no significa solo negar el legado e los marxista-leninistas búlgaros; supone negar la propia influencia no solo en la Komintern sino en muchos partidos comunistas históricos, incluyendo al Partido del Trabajo de Albania que nació aprendiendo de la línea de la Komintern y sus lecciones revolucionarias, tanto para su fundación como para su fortalecimiento y crecimiento como ellos mismos reconocieron. Como hemos visto toda la historia del Partido del Trabajo de Albania desde su fundación está atravesada por las líneas rojas de adhesión a la línea teórica y práctica de la Komintern y de Dimitrov. No hace falta pues volver a los documentos ya citados.
Ya Enver Hoxha en las polémicas de 1976 frente a los revisionistas maoístas le tocó refutar a renegados como Edward Hill, que aunque en ese momento estaban más preocupados por defender la teoría de los «tres mundos» parecer ser que tenían tiempo para agredir la historia de la Komintern y de Dimitrov. Ese tipo de adalides del revisionismo chino se atrevieron a atacar ignorantemente la política del VIIº Congreso de la Komintern de 1935 con el pretendido objetivo de minar los ánimos de que los albaneses, para que estos no crearan una nueva internacional bajo los mismos pasos, Enver recalcó:
«Simultáneamente a sus ataques a la Komintern, Hill también regala ataques para Dimitrov. Según él, Dimitrov cometió errores y su famoso discurso habría sido criticado por Stalin ya que no habló lo suficiente de la dictadura del proletariado. Como es conocido, en este discurso, Dimitrov desarrolló la tesis de lucha contra el fascismo. Habló de la necesidad de la creación de frentes populares con elementos progresistas y partidos que tuvieran el objetivo de frenar el peligro del fascismo interno y el peligro exterior del fascismo alemán e italiano que se estaba convirtiendo en una amenaza para los pueblos de la época. A día de hoy, no tenemos conocimiento de que Stalin hubiera criticado una sola frase del discurso de Dimitrov en este tema. (...) Se olvida de que el discurso de Dimitrov tuvo un extraordinario gran eco en todo el mundo, olvida que le dio un gran impulso a la lucha contra el fascismo y la creación de frentes populares en Francia y, especialmente, en España, resistiendo también al fascismo alemán e italiano tanto políticamente como con las armas. Hill olvida también, que los partidos comunistas de Occidente se organizaron en base a esta organizaron de frentes y lucha que la Komintern propagaba contra el fascismo. Y que más tarde, con la ocupación de su país por el nazi-fascismo, cuando la reaccionaria burguesía de estos países se rindió, por ejemplo en Francia e Italia, sólo los partisanos franceses e italianos se fueron a las montañas y lucharon. (...) La crítica de Hill sobre la Komintern es más frágil que una burbuja de jabón. Pero él está luchando contra el viejo trabajo de la Komintern porque piensa que tenemos la intención de asumir su bandera y de organizar a los partidos marxistas-leninistas del mundo en contra de las políticas del Partido Comunista de China». (Enver Hoxha; Los agentes de china asoman la oreja; Reflexiones sobre China; Tomo II, 16 de diciembre de 1976)
Por ello, en 1982, durante el centenario del aniversario de su nacimiento de Dimitrov los albaneses proclamaron:
«La personalidad de Georgi Dimitrov, el fiel discípulo de Lenin y Stalin, y uno de los principales dirigentes de la Komintern, se destaca por la gran contribución que hizo a la lucha inquebrantable del principio por el triunfo del bolchevismo y el temple de los partidos comunistas, al fortalecimiento de sus vínculos con las masas, a la organización de la resistencia y la lucha del proletariado y de las masas trabajadoras contra la opresión y explotación capitalista, contra el fascismo y la amenaza de la guerra imperialista. (...) A lo largo de toda su vida el destacado comunista Georgi Dimitrov defendió inquebrantablemente la teoría marxista-leninista y resueltamente la aplicaba en la práctica. Dimitrov además junto a I.V. Stalin, como su discípulo y compañero de armas libró una lucha de clases contra el «oportunismo de derecha»: el bujarinismo, así como contra el llamado «oportunismo de izquierda»: el trotskismo dentro del movimiento comunista internacional». («Zeri i Popullit»; El trabajo revolucionario de Georgi Dimitrov es inmortal, 1982)
Y en especial en lo referente a su trabajo en el VIIº Congreso de la Komintern, se dejaba claro:
«Georgi Dimitrov tiene el gran mérito de haber trabajado la política, la estrategia y la táctica del movimiento comunista. De especial importancia es su idea de la creación de amplios frentes populares antifascistas como una forma de organización y de unión de la clase obrera, el campesinado, la intelectualidad y de todas las fuerzas patrióticas y democráticas para afrontar la lucha contra el fascismo y el imperialismo. La justeza de la política del frente popular antifascista, aprobado en el VIIº Congreso de la Komintern de 1935 fue confirmado tanto en la práctica por todo el curso de los acontecimientos en vísperas de la Segunda Guerra Mundial como también durante la propia guerra. Bajo el liderazgo de Stalin y de su discípulo y colaborador cercano Georgi Dimitrov, la Internacional Comunista se transformó en una poderosa organización del proletariado en el mundo, y de hecho pudo realizar una contribución sobresaliente para todo el desarrollo del movimiento comunista internacional anotándose victorias históricas. Los revisionistas que atacan y calumnian la actividad de la Komintern hoy en día, no hacen nada más que demostrar una vez más a los pueblos del mundo que se han vuelto completos renegados no sólo de los ideales comunistas sino incluso de los ideales democráticos y antifascistas. Por otro lado, los revisionistas soviéticos, chinos y otros se han convertido en socialimperialistas y socialfascistas que persiguen una política de agresión y de guerra, con una política de la opresión y esclavitud para los pueblos». («Zeri i Popullit»; El trabajo revolucionario de Georgi Dimitrov es inmortal, 1982)
Nosotros no nos hemos movido un ápice de esta opinión:
«El búlgaro Georgi Dimitrov fue uno de los mayores marxista-leninistas que ha visto nacer no sólo la clase obrera búlgara, sino el proletariado mundial». (Equipo de Bitácora (M-L); Introducción a la obra de Georgi Dimitrov: «La clase obrera contra el fascismo», de 1935, 25 de abril de 2013)
Por tanto los revisionistas como Wolfgang Eggers intentan tapar la realidad histórica de la misma forma que los ilusos que intentan tapar el sol con un dedo.
La cuestión del rol dirigente del partido en los frentes y en la construcción socialista
«¡Así, por ejemplo, los revisionistas se esfuerzan por demostrar que la idea del pluralismo político, la idea de que uno puede pasar al socialismo sin la dirección de un partido único de la clase obrera, se remonta según ellos, a las decisiones del VIIº Congreso de la Komintern de 1935! Lo mismo ocurre con el informe de Georgi Dimitrov [se refiere al del 2 de agosto de 1935 - Anotación de Bitácora (M-L)] como con la resolución correspondiente adoptada en el VIIº Congreso de la Komintern sobre su informe [del 20 de agosto de 1935 - Anotación de Bitácora (M-L)], no deja a lugar a equívoco sobre la idea del pluralismo político. El VIIº Congreso de la Komintern de 1935 no puso en cuestión ni dudó sobre la idea leninista del rol dirigente del proletariado y su partido comunista marxista-leninista en la revolución y la edificación del socialismo. Al contrario, subrayó con fuerza que el paso del capitalismo al socialismo no podía ser realizado en alianza con las capas de la burguesía y sus partidos políticos, incluyendo los socialdemócratas, sino que se debía elevar la lucha contra su ideología y actividad política, hasta la liquidación definitiva de sus planos políticos, organizativos y estatales. Este paso no podía ser realizado sin que fueran derribados de la cima del poder todos los partidos burgueses declarados, radicales o socialdemócratas, a través de la revolución proletaria violenta y la instauración de la dictadura del proletariado». (Shyqri Ballvora; La importancia histórica de la Komintern en la denuncia y exposición de los revisionistas y su papel y lugar en la historia, 1984)
En el VIIº Congreso de la Komintern de 1935, el 20 de agosto se emitiría la siguiente resolución respecto a este informe principal de Georgi Dimitrov del 2 de agosto de 1935. La resolución tocaba muy claramente la cuestión del peligro de desviación derechista en los partidos comunistas al aplicar las tácticas de frente. Esta resolución resume y refuta muchas de las calumnias de los puntos anteriores que hemos tratado, y son una fuente inagotable de consejos para los marxista-leninistas para evitar desviaciones derechistas:
«Los comunistas deben incrementar su vigilancia y guardarse del peligro de del oportunismo de derecha, y deben continuar una determinada lucha contra todas estas concretas manifestaciones, teniendo en cuenta el peligro del oportunismo de derecha crecerá donde las tácticas del frente único sean aplicadas. La lucha por el establecimiento del frente único, de la acción conjunta de la clase obrera, alza como necesario que los obreros socialdemócratas se convenzan a través de las lecciones objetivas de la correcta política de los comunistas y la incorrecta política reformista, y que cada partido comunista prosiga una lucha irreconciliable contra cualquier tendencia que rebaje las diferencias de principio entre el comunismo y el reformismo, contra rebajar la crítica de la socialdemocracia como ideología y práctica de colaboración de clases con la burguesía, contra la ilusión de que es posible transitar al socialismo pacíficamente, por métodos legales, contra cualquier realización basada en el automatismo y la espontaneidad, en la organización de la liquidación del fascismo o en la realización del frente único, contra cualquier menosprecio del rol del partido y contra la vacilación en los momentos de decisiva acción». (Komintern; Resolución final emitida por el VIIº Congreso de la Komintern respecto al informe de Georgi Dimitrov, 20 de agosto de agosto de 1935)
Son precisamente estos textos, estas lecciones, con las que se debe pertrechar a los nuevos partidos marxista-leninistas:
«La fuerza del movimiento comunista internacional marxista-leninista radica en la justeza de las ideas por las que lucha y en su unidad. Los partidos marxista-leninistas se rigen en su lucha por las enseñanzas de nuestros grandes clásicos, aprovechan la rica y multilateral herencia del Komintern, se apoyan en la experiencia de su propia lucha contra la traición revisionista, tienen en cuenta la experiencia negativa de los partidos que degeneraron en el revisionismo. Todas esas enseñanzas y esa experiencia constituyen un gran patrimonio ideológico, político, organizativo, teórico y práctico, para templar y fortalecer a los partidos y al movimiento marxista-leninista en todos los sentidos». (Enver Hoxha; Informe en el VIIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1981)
***
A estas alturas los ropajes de «stalinista-hoxhista» de Wolfgang Eggers han quedado hechos jirones y se le ha visto la desnudez revisionista de su crítica, y su propia naturaleza de «cuentacuentos» profesional antimarxista.
En conclusión, no podemos tomar en serio a Wolfgang Eggers, no porque revise la historia de forma bastante vulgar, sino porque a la hora de montar sus teorizaciones pseudomarxistas ni siquiera se molesta en respaldar cualquiera de las barrabasadas que dice, y que además son cuestiones fácilmente refutables. Por ello creemos que estamos ante uno de los revisionistas más patéticos que nos hemos encontrado, ya que hasta ahora otros revisionistas coetáneos se esforzaban más por intentar convencernos de la justeza de sus afirmaciones, pero en su caso se basa en afirmar y disponer que creamos sus burradas sin presentar mayor prueba.
Sobra añadir, como ya decía el diario albanés «Zeri i Popullit», que históricamente sólo han pensado y se han atrevido a expresar estos altos oprobios sobre Dimitrov o la Komintern los antistalinistas más recalcitrantes:
«Para los nazis, falangistas, muniqueses, trotskistas, faistas, prietistas, reaccionarios disfrazados de mil maneras –como veis un verdadero parque zoológico– la Komintern hacía ya muchos años que había traicionado el movimiento obrero». (Joan Comorera; El mandato de la Komintern; Discurso pronunciado en la asamblea de clausura de la reunión de militantes del Partido Socialista Unificado de Cataluña celebrada en México D. F., 12 de junio de 1943)
Es más, no nos debe parecer extraño que las tesis del revisionista alemán Wolfgang Eggers sobre temas como: el VIIº Congreso de la Komintern, Georgi Dimitrov, José Díaz, el frente popular y demás sean idénticas a las tesis de los neomaoístas españoles, solo que ellos lo hacen bajo la excusa de «superar los errores de Stalin o los errores del Ciclo de Octubre» para atacar a la Komintern y a estas figuras bajo los mismos lineamientos. Eso confirma lo ya dicho por Joan Comorera, y como nosotros ya recalcamos:
«¿Será casualidad que para denigrar a la Komintern y a Iósif Stalin hagan piña revisionistas soviéticos, chinos, yugoslavos, eurocomunistas, etc.? ¿Es igualmente casualidad que usen los mismos «argumentos» que la emplearían la socialdemocracia o Trotski? Para los marxista-leninistas de hoy en día, es un honor poder estudiar la experiencia de la Komintern con los medios que hoy disponemos. Para nosotros la Komintern de Lenin, Stalin, Dimitrov, y otros, y su historia debe de ser estudiada por todo marxista-leninista por su gran aportación al movimiento comunista internacional». (Equipo de Bitácora (M-L); Introducción a la obra de Shyqri Ballvora: «La importancia histórica de la Komintern en la denuncia y exposición de los revisionistas y su papel y lugar en la historia» de 1984, 4 de febrero de 2015)
Los pajarracos del estilo de Wolfgang Eggers son charlatanes que no tienen ni remota idea de teoría marxista-leninista, pero son realmente peligrosos porque les gusta en exceso la simbología y la fraseología, cosa que a nosotros no nos molestaría si no fuera porque aparecen en público con la simbología y fraseología de nuestros clásicos del marxismo-leninismo, algo que pueden infundir casos de verdadera confusión a revolucionarios que están en plena formación ideológica:
«El mal, el peligro es que los revisionistas modernos, estén o no en el poder, continúan utilizando consignas que son la esencia de nuestra doctrina como guía para la acción, pero despojando en su gestión toda su fuerza y organización. No contentos de aplicar en la práctica lo contrario de estas fórmulas, las tuercen y las manipulan de un modo diabólico y tortuoso. El fin de los revisionistas modernos es, preservando ciertas fórmulas, deformar la doctrina marxista-leninista en conjunto, a la vez que se edifican toda una serie de otras nuevas teorías antimarxistas para corromper al proletariado de un país o al proletariado mundial para poder así prolongar la existencia de la burguesía capitalista, para alejar, por no poder totalmente eliminar, la revolución proletaria en un país particular o en varios países simultáneamente dónde las condiciones maduraron para este fin». (Enver Hoxha; Informe en el VIIº Congreso del Partido del Trabajo de Albania, 1 de noviembre de 1976)
Notas
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Camaradas, ¿tenéis planeado hacer algún texto respecto a los mal llamados "hoxhistas" etíopes y respecto a las repúblicas socialistas africanas?
ResponderEliminarHola querido lector (pues no tengo el placer de saber tu nombre o pseudómino al que referirme). No creo que vayamos a realizar ningún análisis sobre los llamados "hoxhistas" (supongo que te referirás a los marxista-leninistas) como tampoco sobre los marxista-leninistas de Surinam que nos preguntaban (por cuestiones de tiempo, prioridad de temas, y demás). En todo casos si tenemos algún tiempo de tocar el régimen del Coronel Mengistu puede que hagamos unas reflexiones de paso del movimiento marxista-leninista en Etiopía. En general el tema de las repúblicas "socialistas" africanas, te dejo la siguiente reflexión:
ResponderEliminar(...) Que fe tienen los eclécticos y revisionistas de todo tipo cuando afirman aquello de el gran "campo socialista" (léase revisionista) con los "países socialistas africanos". Y te citan casos como el de "Benin, Burkina Faso, Egipto, Congo, Libia, Etiopía", señores estamos hablando de una "revolución (pseudorevolución) socialista" que partió de golpes de estado de militares, en los cuales sus líderes se sacaban de la chistera nuevos "partidos marxista-leninistas" que dirigían el Estado o a veces ni se molestaban en crear ese elemento decorativo y gobernaban descaradamente mediante juntas militares. Hablamos de países que económicamente seguían siendo dependientes de los viejos y nuevos imperialistas de la época, donde el sector estatal estaba regido por las leyes de producción capitalistas y era un claro capitalismo de Estado, e incluso donde abierta propiedad privada ocupaba un lugar privilegiado, y donde el capital extranjero (incluso de las viejas metrópolis) ocupaba un lugar clave en la economía, no olvidemos tampoco que se trataba de países que regateaban en su mayoría prorrogas y reformas de su deuda con organismos como el FMI. Hablamos de países que generalmente aceptaban todo tipo de aberraciones teóricas revisionistas como la "división internacional del trabajo", los "países de vía no capitalista" o ellos mismos impulsaban otras teorías como la del "socialismo árabe", o se metían en el saco demagógico de los "países no alineados" pero estaban ligados al imperialismo estadounidense o al socialimperialismo soviético, e incluso se pasaban de un bando a otro...
Solo los necios pueden pensar que allí hubo socialismo o la intención de construirlo. (...)
Es un tema que de una u otra manera lo hemos tocado en el blog. Puedes acceder a un libro donde se critica critica a esos regímenes revisionistas-capitalistas que eran englobados bajo la teoría revisionista soviética de "países de vía no capitalista" y "orientación socialista":
La esencia reaccionaria de la teoría revisionista soviética de la «orientación socialista»; Nesti Karaguni, 1984
http://bitacoramarxistaleninista.blogspot.com.es/2014/05/la-esencia-reaccionaria-de-la-teoria_18.html
Hola queridos camaradas. Acabo de encontrar la respuesta de Wolfgang Eggers a su artículo. Leyendolo se puede ver como no responde bien a tu justa critica. Os dejo su respuesta por si queréis echaros unas risas. Podéis encontrar la sección correspondiente buscando "Dimitrov". http://ciml.250x.com/worldrev_2015_4.html
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