«El marxismo-leninismo nos enseña, y la experiencia de todas las revoluciones ha confirmado que, para que estalle y triunfe la revolución, deben existir los factores objetivos y subjetivos.
Lenin ha formulado esta enseñanza en su obra La bancarrota de la II Internacional y la ha desarrollado posteriormente en: «La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo» de 1920 y otros escritos.
Considerando la situación revolucionaria como el factor objetivo de la revolución, Lenin la caracteriza de este modo:
«1) La imposibilidad para las clases dominantes de mantener su dominio en forma «inmutable» debido a la profunda crisis que ha afectado a estas clases, crisis que provoca el descontento y la indignación de las clases oprimidas. Para que estalle la revolución ordinariamente no basta que «los de abajo no quieran vivir» como antes, sino que hace falta también que «los de arriba no puedan vivir» como hasta entonces. 2) Una agravación fuera de lo común, de la miseria y de los sufrimientos de las clases oprimidas. 3) Una intensificación considerable, por estas causas, de la actividad de las masas, que en tiempos de «paz» se dejan expoliar tranquilamente, pero que en épocas turbulentas son empujadas, tanto por toda la situación de crisis, como por los de arriba, a una acción histórica independiente. Sin estos cambios objetivos, no sólo independientes de la voluntad de los distintos grupos y partidos, sino también de la voluntad de las diferentes clases, la revolución es, por regla general, imposible. El conjunto de estos cambios objetivos es precisamente lo que se denomina situación revolucionaria». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La bancarrota de la II Internacional, 1916)
Puntualiza:
«En otros términos, esta verdad se expresa del modo siguiente: la revolución es imposible sin una crisis nacional general –que afecte a explotados y explotadores–». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo, 1920)
«Pero no toda situación revolucionaria da lugar a la revolución», dice Lenin. En muchos casos, indica, las situaciones revolucionarias, como las de 1860-1870 en Alemania, 1859-1861 y 1879-1880 en Rusia, no se han transformado en revoluciones, porque no ha existido el factor subjetivo, es decir, una elevada conciencia por parte de las masas, su disposición para hacer la revolución:
«La capacidad de la clase revolucionaria de llevar a cabo acciones revolucionarias de masas lo suficientemente fuertes para romper –o quebrantar– el viejo gobierno, que nunca, ni siquiera en las épocas de crisis, «caerá», sino se le hace caer». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La bancarrota de la II Internacional, 1916)
Como ha escrito Lenin ya en sus primeras obras, el partido revolucionario de la clase obrera, su función de dirección, educación y movilización de las masas revolucionarias, desempeñan un papel determinante en la preparación del factor subjetivo. El partido logra esto tanto elaborando una correcta línea política, que responda a las condiciones concretas, a los deseos y a las exigencias revolucionarias de las masas, como realizando un trabajo muy grande y acciones revolucionarias frecuentes y bien estudiadas en el plano político, que hagan tomar conciencia al proletariado y a las masas trabajadoras de la situación en que viven, de la opresión, la explotación y las bárbaras leyes de la burguesía, de la necesidad de hacer la revolución, como el medio para derrocar al régimen esclavizador.
De este modo las capas pobres reaccionarán con tal intensidad que a los ricos, a la burguesía en el poder, conmocionados también por las otras contradicciones internas y externas, les será difícil seguir dominando como antes. Cuándo estos requisitos se cumplen, cuando existen los factores objetivos y subjetivos, los cuales están entrelazados, entonces no sólo puede estallar la revolución, sino también triunfar.
En todo momento, los revolucionarios reflexionan hondamente sobre estas geniales tesis de Lenin y no sólo reflexiona, sino que además analizan las situaciones de modo concreto y en todos sus aspectos. Actúan con la vista puesta en no dejarse sorprender jamás por las situaciones revolucionarias, de forma que no se encuentren desarmados en esos momentos decisivos, sino que sepan aprovecharlas con la finalidad de preparar el estallido de la revolución». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)
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