«Ni siquiera el mejor de los parlamentos burgueses o la mejor de las constituciones burguesas son nada más que «instrumentos de opresión de los proletarios por la burguesía» –como muy justamente afirmara Lenin en su obra «La revolución y el renegado Kautsky» de 1918– y que ninguna constitución, por sí sola, ha asegurado nunca para el pueblo las promesas de democracia, libertad y justicia con que generalmente adorna la burguesía sus textos constitucionales. Quede claro también que el poder efectivo lo ejerce la burguesía desde el aparato del Estado, desde su dominio y control de las finanzas, de toda la economía del ejército, de su aparato represivo y policial, etc. El Parlamento y la Constitución no son más que jarrones de flores para adornar su podrido y maloliente sistema, lo que no excluye que siempre que sea posible y convenga a los intereses del pueblo y la revolución los partidos y las fuerzas revolucionarias los utilicen para desenmascarar a la reacción y difundir la política revolucionaria y azuzar el proceso de la lucha de clases. Actualmente en la coyuntura de España. (…) Las fuerzas democráticas y revolucionarias, y nuestro partido en primer término, están a la cabeza de las luchas populares por los derechos democráticos sin condiciones, con el fin de poder utilizar cuantos más medios sean posibles para desarrollar la lucha de clases. (…) Por imponer el derecho de asociación y manifestación sin condiciones, es preciso promover una amplia campaña para la disolución de los cuerpos represivos legados por la dictadura franquista y la prohibición de las organizaciones y bandas fascistas, así como también para denunciar las provocaciones de los grupos terroristas de distinto signo manipulados o montados por los distintos servicios especiales del aparato político-policiaco de la monarquía». (Elena Ódena; ¡Por el derecho de asociación sin condiciones para las organizaciones republicanas y para nuestro partido y el FRAP!, 1978)
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