«Recientemente Pablo Iglesias utiliza de nuevo como en 2014 un lenguaje más radical, más cercano a sus viejas poses de «marxista» para poder alejarse de las tesis de Iñigo Errejón con la intención de aparentar que él sí tiene principios claros y por lo tanto garantía de proyecto. Un ejemplo sencillo: ha sido el recuperar el «sí se puede» al «luchar, crear, poder popular» lema del socialdemócrata chileno Salvador Allende. En realidad ya es tarde para eso y no engaña a nadie con un poco de honestidad y formación política, pero para el votante medio de baja o nula conciencia política y de gran sentimentalismo, todavía le puede suponer el arañar la recuperación de alguna simpatía o voto perdido en el camino.
Pablo Iglesias acostumbra a modelar su discurso dependiendo en donde se encuentre, no queremos decir que no deba hacerlo según el público con el que se encuentre –decir esto sería exceso de puritanismo– pues es menester adaptar el nivel del discurso pero sin perder la esencia de lo que se dice. Otra cosa muy diferente es ver como Pablo Iglesias intenta ganarse a un determinado público con ingentes trucos de manipulación. Iglesias, sabedor del tipo de público presente en un acto, por ejemplo, actúa de forma diferente que si fuese una conferencia retransmitida para toda España. Recurriendo a referentes y términos con los que ellos se pueden sentir identificados, trata de «metérselos en el saco» y prometerles indirectamente que pueden dormir tranquilos «Podemos no se venderá a los poderosos y Pablo Iglesias sigue siendo uno de los vuestros». En una campaña electoral de cientos o miles de votantes o ante los medios de comunicación no usaría un discurso tan a la izquierda, pues sería colocarle en una posición encasillada que él mismo no quiere –aunque solo fuese fraseología–, pero en círculos más cerrados es diferente, y puede asegurarse el voto de parte de su electorado más «radical» –que no pasan de ser socialdemócratas, revisionistas modernos de distintas corrientes cuando no anarquistas–. En una conferencia junto a otras caras visibles del revisionismo, Pablo Iglesias nos viene a decir que Podemos es el defensor de la clase obrera, que rehúye de las pequeñas reformas y que el término «clase media» es un término burgués:
«Apostamos por una noción de transversalidad que se construya en lo popular, porque si la transversalidad se construye en una recomposición del concepto de clase media, en el concepto burgués de clase media no podremos ganar. (...) Cualquiera que defienda a la clase obrera siempre lo va a tener más difícil respecto a quien diga dejemos las cosas como están y hagamos pequeñas reformas. (...) La clase obrera es como Skynet, siempre vuelve». (Pablo Iglesias; Discurso durante la presentación del libro «La clase obrera no va al paraíso» de Nega y Arantxa Tirado, 25 de noviembre de 2016)
Habría que aclarar a este pseudomarxista que tampoco el término pueblo es un término esencialmente marxista sino se define que es «el pueblo», pues recordemos que el revisionista Mao Zedong por ejemplo colocaba a su burguesía nacional en el término «pueblo» mientras hablaba de «socialismo» y de «contradicciones no antagónicas con ellas». Pablo Iglesias nos habla de que hay que reivindicar a la clase obrera y al pueblo y no a la clase media. Perfecto. ¿Y quién ha utilizado ese término en innumerables ocasiones para negar la división de la sociedad entre los grandes o pequeños propietarios y los desposeídos de los medios de producción que vender su fuerza de trabajo? Él mismo, citemos sólo una ocasión de tantas:
«Extremistas y radicales son los que han expulsado a tres millones de ciudadanos de la clase media». (Pablo Iglesias; Discurso en el mitin en Vitoria, 22 de junio de 2016)
No se puede echar de la clase media a los ciudadanos, porque los «ciudadanos» no se dividen en su nivel de ingresos o aspiraciones sino en su estatus social.
Hablado de este repentino «obrerismo»: ¿acaso los votantes de Podemos no se basan en las capas de gran parte de las intelectualidad y la pequeña burguesía?:
«Tanto si se utilizan las categorías laborales del Instituto Nacional de Estadística (INE) como su clasificación por clases sociales, los documentos del INE certifican una evidente lejanía cultural de la clase obrera hacia las posiciones de Podemos. (...) El 48,7% de los obreros cualificados y el 42,8% de los no cualificados expresan que nunca votarán a Podemos. Porcentajes que son más altos de los que afectan a IU –44% y 41%9– y mucho más que la barrera electoral del PSOE que se sitúa de media en el 35% del electorado obrero. Grado de rechazo que se traduce en una valoración de liderazgo en la que Iglesias sale igualmente perdiendo frente a otras alternativas. El grado de cercanía que expresa la clase obrera respecto al PSOE es doble del que expresa respecto a Podemos. El resultado es que el obrero que busca Pablo Iglesias vota al PSOE –30%– casi tres veces de más que a Podemos –11%–. (...) El obrero que busca Pablo Iglesias no existe o no le vota». (Estrella Digital; El obrero que busca Pablo Iglesias, 27 de noviembre de 2016)
¿Que es sino un partido liderado por intelectualoides –con las cabezas llenas de las ideologías más antiobreras y excéntricas del pasado y del presente– donde no se puede ver ni un solo obrero a la cabeza ni mucho menos una ideología como tal obrera?
¿Acaso el término también usado por Pablo Iglesias de «casta» o «precariado» no son términos igual de burgueses y estúpidos que niegan la división en clases sociales y el rol hegemónico que la clase obrera debe de jugar en el desarrollo de la lucha de clases?
Pablo Iglesias sigue jugando con la memoria y la paciencia de la gente, es un payaso venido a menos, que trata de salvar su barco del naufragio, pues es buen sabedor de como acabaron sus ídolos como Santiago Carrillo cuando rebajaron el discurso y el programa: fueron directamente al basurero de la historia.
El propio líder de Podemos dijo una vez que la casta política al ganar ingentes cantidades de dinero no vivían la realidad cotidiana, y que al no renunciar a sus privilegios económicos derivados de la política, no podían representar a la gente normal:
«Que nadie me diga que la casta política son como los ciudadanos. (...) La gente normal no se aprovecha de su cargo público para ganar mucho dinero. (...) El 20% de las familias en España no alcanzan los 1.000 euros al mes, solamente el 0,6% de los ciudadanos superan los 6.000 euros al mes, entre ellos, buena parte de los diputados, lo ministros y los presidentes de las comunidades autónomas, esos no son muy normales». (Declaraciones de Pablo Iglesías en Vía V, 2014)
Si hacemos un repaso a lo que ganaron este año algunos de los líderes de Podemos según sus propias cuentas:
«Las cuentas corrientes de los líderes de Podemos arrojan saldos de cantidades muy elevadas, teniendo en cuenta el poco tiempo que llevan en política y que, según ellos mismo afirman, donan parte de sus sueldos al partido. El que más efectivo suma en el banco es Pablo Iglesias. El secretario general de la formación radical tiene a su nombre cuatro cuentas corrientes cuyo importe suma 120.000€. Las cifras sorprenden teniendo en cuenta que, según los estatutos del partido morado, sus integrantes no pueden superar un ingreso mayor al de tres veces el salario mínimo –707 € mensuales–. (...) Íñigo Errejón es el segundo miembro de la formación que más ha ahorrado en este tiempo, según los datos publicados por la web del partido. El ex número dos de Iglesias disfruta de unos ahorros en una sola cuenta de 57.000€, lo que supone la mitad que su secretario genera. (...) Otro de los datos que llaman la atención respecto a las cuentas de Podemos son las enormes diferencias entre sus miembros. Ione Belarra, portavoz adjunta de Unidos Podemos, cuenta con unos ahorros de 30.000€, Rafael Mayoral de poco más de 8.000€ o Juan Manuel del Olmo con algo más de 11.000€. En cualquier caso, ninguno de los miembros llega a acumular más de la mitad que Pablo Iglesias, unas cifras desorbitadas y con una diferencia abismal». (OK Diario; Iglesias tiene en su cuenta corriente lo que un español «corriente»: ¡¡¡120.000 €!!!, 11 de abril de 2017)
El propio líder de Podemos dijo una vez que la casta política al ganar ingentes cantidades de dinero no vivían la realidad cotidiana, y que al no renunciar a sus privilegios económicos derivados de la política, no podían representar a la gente normal:
«Que nadie me diga que la casta política son como los ciudadanos. (...) La gente normal no se aprovecha de su cargo público para ganar mucho dinero. (...) El 20% de las familias en España no alcanzan los 1.000 euros al mes, solamente el 0,6% de los ciudadanos superan los 6.000 euros al mes, entre ellos, buena parte de los diputados, lo ministros y los presidentes de las comunidades autónomas, esos no son muy normales». (Declaraciones de Pablo Iglesías en Vía V, 2014)
Si hacemos un repaso a lo que ganaron este año algunos de los líderes de Podemos según sus propias cuentas:
«Las cuentas corrientes de los líderes de Podemos arrojan saldos de cantidades muy elevadas, teniendo en cuenta el poco tiempo que llevan en política y que, según ellos mismo afirman, donan parte de sus sueldos al partido. El que más efectivo suma en el banco es Pablo Iglesias. El secretario general de la formación radical tiene a su nombre cuatro cuentas corrientes cuyo importe suma 120.000€. Las cifras sorprenden teniendo en cuenta que, según los estatutos del partido morado, sus integrantes no pueden superar un ingreso mayor al de tres veces el salario mínimo –707 € mensuales–. (...) Íñigo Errejón es el segundo miembro de la formación que más ha ahorrado en este tiempo, según los datos publicados por la web del partido. El ex número dos de Iglesias disfruta de unos ahorros en una sola cuenta de 57.000€, lo que supone la mitad que su secretario genera. (...) Otro de los datos que llaman la atención respecto a las cuentas de Podemos son las enormes diferencias entre sus miembros. Ione Belarra, portavoz adjunta de Unidos Podemos, cuenta con unos ahorros de 30.000€, Rafael Mayoral de poco más de 8.000€ o Juan Manuel del Olmo con algo más de 11.000€. En cualquier caso, ninguno de los miembros llega a acumular más de la mitad que Pablo Iglesias, unas cifras desorbitadas y con una diferencia abismal». (OK Diario; Iglesias tiene en su cuenta corriente lo que un español «corriente»: ¡¡¡120.000 €!!!, 11 de abril de 2017)
Por último debemos añadir que ese nuevo intento de traer a la palestra un obrerismo a ultranza en pequeños círculos tampoco es una concepción marxista-leninista, de hecho como sabemos, también existe en los países capitalistas un gran número de obreros que bajo la influencia de la burguesía o pequeña burguesía adoptan una psicología y moral ajena a su clase, que son fácilmente engañados por teorías que se autodenominan defensores de sus intereses aunque no lo sean. Esto en marxismo se llama «falsa conciencia» y es producida por la «alienación»:
«Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante, o sea, las ideas de su dominación. Los individuos que forman la clase dominante tienen también, entre otras cosas, la conciencia de ello y piensan a tono con ello; por eso, en cuanto dominan como clase y en cuanto determinan todo el ámbito de una época histórica, se comprende de suyo que lo hagan en toda su extensión, y, por tanto, entre otras cosas, también como pensadores, como productores de ideas, que regulan la producción y distribución de las ideas de su tiempo; y que sus ideas sean; por ello mismo, las ideas dominantes de la época. Por ejemplo, en una época y en un país en que se disputan el poder la corona, la aristocracia y la burguesía, en que, por tanto, se halla dividida la dominación, se impone como idea dominante la doctrina de la división de poderes, proclamada ahora como «ley eterna». (Karl Marx y Friedrich Engels; La ideología alemana, 1846)
Por eso a la hora de testar un individuo es importante por supuesto su origen social, el puesto ocupa en la cadena de producción –pues las condiciones materiales inciden sobre las ideológicas– pero no son totalmente decisivas pues no somos sujetos pasivos. Así lo explicaba Engels ante la equivocación de algunos que habían tergiversado su doctrina:
«Según la concepción materialista de la historia, el factor que en última instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda. La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levanta –las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados, las Constituciones que, después de ganada una batalla, redacta la clase triunfante, etc., las formas jurídicas, e incluso los reflejos de todas estas luchas reales en el cerebro de los participantes, las teorías políticas, jurídicas, filosóficas, las ideas religiosas y el desarrollo ulterior de éstas hasta convertirlas en un sistema de dogmas– ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y determinan, predominantemente en muchos casos, su forma. Es un juego mutuo de acciones y reacciones entre todos estos factores, en el que, a través de toda la muchedumbre infinita de casualidades –es decir, de cosas y acaecimientos cuya trabazón interna es tan remota o tan difícil de probar, que podemos considerarla como inexistente, no hacer caso de ella–, acaba siempre imponiéndose como necesidad el movimiento económico. De otro modo, aplicar la teoría a una época histórica cualquiera sería más fácil que resolver una simple ecuación de primer grado. Somos nosotros mismos quienes hacemos nuestra historia, pero la hacemos, en primer lugar con arreglo a premisas y condiciones muy concretas. Entre ellas, son las económicas las que deciden en última instancia. Pero también desempeñan su papel, aunque no sea decisivo, las condiciones políticas, y hasta la tradición, que merodea como un duende en las cabezas de los hombres». (Friedrich Engels; Carta a Bolch, 22 de setiembre de 1890)
Por tanto queda más que claro que a la de reclutar en una organización revolucionaria, debe de tenerse en cuenta el origen social del sujeto debe comprobarse otras cualidades personales como la experiencia personal y las habilidades personales. Sino se estará cayendo en una desviación llamada obrerismo, que es absurda, pues trata de reclutar solamente partiendo del origen social del sujeto, sin importarle lo más mínimo sus inclinaciones ideológicas, que pueden que sean hasta reaccionarias.
Esto se ve en cómo algunos partidos y sindicatos revisionistas pueden tener un gran número de obreros sin que ellos tengan un nivel óptimo de concienciación política de clase y defiendan una línea política que va en contra de sus intereses, y no por ellos pueden decir tal partido que al tener un gran número de obreros es sinónimo de revolucionario ni marxista. Todo sujeto político individual o colectivo debe analizarse en base de a qué clase benefician sus actos y el nivel de formación de dichos líderes y militantes». (Equipo de Bitácora (M-L); Las luchas de fracciones en Podemos y su pose ante las masas, 23 de marzo de 2017)
«Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes, las mismas relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante, o sea, las ideas de su dominación. Los individuos que forman la clase dominante tienen también, entre otras cosas, la conciencia de ello y piensan a tono con ello; por eso, en cuanto dominan como clase y en cuanto determinan todo el ámbito de una época histórica, se comprende de suyo que lo hagan en toda su extensión, y, por tanto, entre otras cosas, también como pensadores, como productores de ideas, que regulan la producción y distribución de las ideas de su tiempo; y que sus ideas sean; por ello mismo, las ideas dominantes de la época. Por ejemplo, en una época y en un país en que se disputan el poder la corona, la aristocracia y la burguesía, en que, por tanto, se halla dividida la dominación, se impone como idea dominante la doctrina de la división de poderes, proclamada ahora como «ley eterna». (Karl Marx y Friedrich Engels; La ideología alemana, 1846)
Por eso a la hora de testar un individuo es importante por supuesto su origen social, el puesto ocupa en la cadena de producción –pues las condiciones materiales inciden sobre las ideológicas– pero no son totalmente decisivas pues no somos sujetos pasivos. Así lo explicaba Engels ante la equivocación de algunos que habían tergiversado su doctrina:
«Según la concepción materialista de la historia, el factor que en última instancia determina la historia es la producción y la reproducción de la vida real. Ni Marx ni yo hemos afirmado nunca más que esto. Si alguien lo tergiversa diciendo que el factor económico es el único determinante, convertirá aquella tesis en una frase vacua, abstracta, absurda. La situación económica es la base, pero los diversos factores de la superestructura que sobre ella se levanta –las formas políticas de la lucha de clases y sus resultados, las Constituciones que, después de ganada una batalla, redacta la clase triunfante, etc., las formas jurídicas, e incluso los reflejos de todas estas luchas reales en el cerebro de los participantes, las teorías políticas, jurídicas, filosóficas, las ideas religiosas y el desarrollo ulterior de éstas hasta convertirlas en un sistema de dogmas– ejercen también su influencia sobre el curso de las luchas históricas y determinan, predominantemente en muchos casos, su forma. Es un juego mutuo de acciones y reacciones entre todos estos factores, en el que, a través de toda la muchedumbre infinita de casualidades –es decir, de cosas y acaecimientos cuya trabazón interna es tan remota o tan difícil de probar, que podemos considerarla como inexistente, no hacer caso de ella–, acaba siempre imponiéndose como necesidad el movimiento económico. De otro modo, aplicar la teoría a una época histórica cualquiera sería más fácil que resolver una simple ecuación de primer grado. Somos nosotros mismos quienes hacemos nuestra historia, pero la hacemos, en primer lugar con arreglo a premisas y condiciones muy concretas. Entre ellas, son las económicas las que deciden en última instancia. Pero también desempeñan su papel, aunque no sea decisivo, las condiciones políticas, y hasta la tradición, que merodea como un duende en las cabezas de los hombres». (Friedrich Engels; Carta a Bolch, 22 de setiembre de 1890)
Por tanto queda más que claro que a la de reclutar en una organización revolucionaria, debe de tenerse en cuenta el origen social del sujeto debe comprobarse otras cualidades personales como la experiencia personal y las habilidades personales. Sino se estará cayendo en una desviación llamada obrerismo, que es absurda, pues trata de reclutar solamente partiendo del origen social del sujeto, sin importarle lo más mínimo sus inclinaciones ideológicas, que pueden que sean hasta reaccionarias.
Esto se ve en cómo algunos partidos y sindicatos revisionistas pueden tener un gran número de obreros sin que ellos tengan un nivel óptimo de concienciación política de clase y defiendan una línea política que va en contra de sus intereses, y no por ellos pueden decir tal partido que al tener un gran número de obreros es sinónimo de revolucionario ni marxista. Todo sujeto político individual o colectivo debe analizarse en base de a qué clase benefician sus actos y el nivel de formación de dichos líderes y militantes». (Equipo de Bitácora (M-L); Las luchas de fracciones en Podemos y su pose ante las masas, 23 de marzo de 2017)
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