martes, 6 de febrero de 2018

¿Es cierto que la lengua es una superestructura de la base? Stalin responde




«Un grupo de camaradas jóvenes me ha pedido que exponga en la prensa mi opinión sobre los problemas de la lingüística, especialmente en lo que concierne al marxismo en la lingüística. Yo no soy un lingüista y, por supuesto, no puedo dar plena satisfacción a los camaradas. En cuanto al marxismo en la lingüística, lo mismo que en las demás ciencias sociales, con eso tengo relación directa. Por ello he accedido a dar respuesta a algunas preguntas hechas por los camaradas.

PREGUNTA. ¿Es cierto que la lengua es una superestructura de la base?

RESPUESTA. No, no es cierto.

La base es el sistema económico de la sociedad en una etapa dada de su desarrollo. La superestructura la constituyen las concepciones políticas, jurídicas, religiosas, artísticas y filosóficas de la sociedad y las instituciones políticas, jurídicas, etc., etc., que les corresponden.

Toda base tiene la superestructura correspondiente. La base del régimen feudal tiene su superestructura, sus concepciones políticas, jurídicas, etc., etc., y las instituciones que les corresponden; la base capitalista tiene su superestructura, y la socialista, la suya. Si se modifica o se destruye la base, se modifica o se destruye a continuación su superestructura; si nace una nueva base, nace a continuación la superestructura correspondiente.

En este sentido la lengua se diferencia esencialmente de la superestructura. Tomemos, por ejemplo, la sociedad rusa y la lengua rusa. En el curso de los 30 años últimos, en Rusia ha sido destruida la vieja base, la base capitalista, y construida una base nueva, una base socialista. En consonancia, ha sido destruida la superestructura de la base capitalista y creada una nueva superestructura, que corresponde a la base socialista. Por consiguiente, las viejas instituciones políticas, jurídicas y otras han sido reemplazadas por instituciones nuevas, socialistas. Sin embargo, la lengua rusa ha continuado siendo, por su esencia, la misma que era antes de la Revolución de Octubre.

¿Qué ha cambiado desde entonces en la lengua rusa? Ha cambiado en cierta medida el vocabulario de la lengua rusa, ha cambiado en el sentido de que se ha visto enriquecido con un considerable número de nuevas palabras y expresiones, nacidas con la nueva producción socialista, con el nuevo Estado, con la nueva cultura socialista, con las nuevas relaciones sociales, con la nueva moral y, finalmente, con el desarrollo de la técnica y de la ciencia; muchas palabras y expresiones han cambiado de sentido y adquirido una significación nueva; cierto número de palabras ha caído en desuso, ha desaparecido del vocabulario. En lo que respecta al caudal de voces básico y a la estructura gramatical de la lengua rusa, que constituyen su fundamento, lejos de haber sido liquidados y sustituidos por un nuevo caudal básico y por una nueva estructura gramatical después de la destrucción de la base capitalista, se han conservado intactos y perviven sin ninguna modificación seria; se han conservado precisamente como fundamento de la lengua rusa contemporánea.

Prosigamos. La superestructura es engendrada por la base; pero eso no significa, en modo alguno, que la superestructura se circunscriba a reflejar la base, que sea pasiva, neutral, que se muestre indiferente a la suerte de su base, a la suerte de las clases, al carácter del régimen. Por el contrario, al nacer, la superestructura se convierte en una fuerza activa inmensa, coadyuva activamente a que su base tome cuerpo y se afiance y adopta todas las medidas para ayudar al nuevo régimen a rematar y destruir la vieja base y las viejas clases.

Y no puede ser de otra manera. La superestructura es creada por la base precisamente para que la sirva, para que la ayude activamente a tomar cuerpo y a afianzarse, para que luche activamente por la destrucción de la base vieja, caduca, y de su antigua superestructura. Basta que la superestructura renuncie a este su papel auxiliar, basta que pase de la posición de defensa activa de su base a la posición de indiferencia hacia ella, a una posición idéntica ante las distintas clases, para que pierda su calidad y deje de ser superestructura.

En este sentido, la lengua se diferencia esencialmente de la superestructura. La lengua no es engendrada por una u otra base, por la vieja o por la nueva base, en el seno de una sociedad dada, sino por todo el curso de la historia de la sociedad y de la historia de las bases a través de los siglos. La lengua no es obra de una clase cualquiera, sino de toda la sociedad, de todas las clases sociales, del esfuerzo de centenares de generaciones. La lengua no ha sido creada para satisfacer las necesidades de una clase cualquiera, sino de toda la sociedad, de todas las clases sociales. Precisamente por eso, ha sido creada como lengua de todo el pueblo, única para la sociedad y común a todos sus miembros. En virtud de ello, el papel auxiliar de la lengua como medio de relación entre los hombres no consiste en servir a una clase en perjuicio de las demás, sino en servir por igual a toda la sociedad, a todas las clases sociales. A ello, precisamente, se debe el que la lengua pueda servir por igual al régimen viejo y moribundo y al régimen nuevo y en ascenso, a la vieja base y a la nueva, a los explotadores y a los explotados.

Todo el mundo sabe que la lengua rusa ha servido al capitalismo ruso y a la cultura burguesa rusa antes de la Revolución de Octubre tan bien como sirve hoy día al régimen socialista y a la cultura socialista de la sociedad rusa.

Lo mismo hay que decir de las lenguas ucraniana, bielorrusa, uzbeka, kazaja, georgiana, armenia, estoniana, letona, lituana, moldava, tártara, azerbaidzhana, bashkira, turkmena y de otras lenguas de las naciones soviéticas, que sirvieron al viejo régimen burgués de esas naciones tan bien como sirven al régimen nuevo, al régimen socialista.

Y no puede ser de otra manera. Si la lengua existe, si ha sido creada, es precisamente para que sirva a la sociedad, considerada como un todo, de medio de relación entre los hombres; para que sea común a los miembros de la sociedad y única para ésta; para que sirva por igual a sus miembros, sea cual fuere la clase a que pertenezcan. Basta que la lengua abandone esta posición de servicio a todo el pueblo, basta que adopte una posición de preferencia y de apoyo a un grupo social cualquiera en detrimento de los demás grupos sociales, para que pierda su calidad, para que deje de ser un medio de relación entre los hombres en la sociedad, para que se convierta en la jerga de un grupo social cualquiera, degenere y se condene a la desaparición.

En este sentido, la lengua, que se diferencia en principio de la superestructura, no se distingue de los instrumentos de producción, por ejemplo, de las máquinas, que son tan indiferentes a las clases como la lengua y que pueden servir por igual tanto al régimen capitalista como al socialista.

Prosigamos. La superestructura es producto de una época en el curso de la cual existe y funciona una base económica dada. Por eso, la superestructura no vive largo tiempo; es liquidada y desaparece con la destrucción y la desaparición de la base dada.

La lengua, por el contrario, es producto de toda una serie de épocas, en el curso de las cuales cristaliza, se enriquece, se desarrolla y se pule. Por eso, la lengua tiene una vida incomparablemente más larga que cualquier base y que cualquier superestructura. A ello, precisamente, se debe que el nacimiento y la destrucción no sólo de una base y de su superestructura, sino de varias bases y de sus correspondientes superestructuras, no conduzca en la historia a la destrucción de una lengua dada, a la liquidación de su estructura y al nacimiento de una nueva lengua con un nuevo vocabulario y una nueva estructura gramatical.

Desde la muerte de Pushkin han pasado más de 100 años. En ese tiempo fueron destruidos en Rusia los regímenes feudal y capitalista y surgió un tercer régimen, el régimen socialista. Por consiguiente, fueron destruidas dos bases con sus superestructuras y surgió una base nueva, la base socialista, con su superestructura. Sin embargo, si tomamos, por ejemplo, la lengua rusa, veremos que en este gran intervalo no ha experimentado ningún trastorno y que la lengua rusa contemporánea difiere bien poco, por su estructura, de la lengua de Pushkin.

¿Qué ha cambiado durante este tiempo en la lengua rusa? Durante este tiempo se ha enriquecido considerablemente el vocabulario de la lengua rusa; han desaparecido de él muchas palabras caídas en desuso; ha cambiado el significado de un considerable número de vocablos; se ha perfeccionado la estructura gramatical de la lengua. Por lo que se refiere a la estructura de la lengua de Pushkin, con su sistema gramatical y su caudal de voces básico, se ha conservado en todo lo substancial como el fundamento de la lengua rusa contemporánea.

Lo apuntado es bien comprensible. En efecto, ¿para qué es necesario que después de cada revolución la estructura existente de la lengua, su estructura gramatical y su caudal de voces básico sean destruidos y reemplazados por otros nuevos, como ocurre habitualmente con la superestructura? ¿Quién puede necesitar que «agua», «tierra», «montaña», «bosque», «pez», «hombre», «andar», «hacer», «producir», «comerciar» etc., no se denominen agua, tierra, montaña, etc., sino de otra manera? ¿Quién puede necesitar que la variación de los vocablos en la lengua y su combinación en las oraciones no se hagan con arreglo a la gramática existente, sino ateniéndose a una gramática completamente distinta? ¿Qué provecho obtiene la revolución con semejante cambio en la lengua? Por regla general, la historia no hace nada esencial si no existe una necesidad particular. ¿Qué necesidad hay --se pregunta uno-- de semejante revolución en la lengua si está demostrado que la lengua existente, con su estructura, es por completo apta, en lo fundamental, para dar satisfacción a las necesidades del nuevo régimen? Se puede y se debe destruir en unos cuantos años la vieja superestructura y sustituirla por otra nueva para dar libre curso al desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad; pero ¿cómo se puede destruir la lengua existente y crear en su lugar otra nueva en unos cuantos años sin llevar la anarquía a la vida social, sin crear un peligro de disgregación de la sociedad? ¿Quién, de no ser un quijote, puede plantearse semejante tarea?

Por último, otra diferencia esencial entre la superestructura y la lengua. La superestructura no está ligada directamente a la producción, a la actividad productora del hombre. Está ligada a la producción sólo de modo indirecto, a través de la economía, a través de la base. Por eso, la superestructura no refleja los cambios en el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas inmediata y directamente, sino después de los cambios en la base, por refracción de los cambios de la producción en los cambios de la base. Eso quiere decir que la esfera de acción de la superestructura es estrecha y limitada.

La lengua, por el contrario, está ligada directamente a la actividad productora del hombre, y no sólo a la actividad productora, sino a cualquier otra actividad del hombre en todas las esferas de su trabajo, desde la producción hasta la base, desde la base hasta la superestructura. Por eso, la lengua refleja los cambios en la producción inmediata y directamente, sin esperar los cambios en la base. Por eso, la esfera de acción de la lengua, que abarca todos los campos de la actividad del hombre, es mucho más amplia y variada que la esfera de acción de la superestructura. Más aún, es casi ilimitada.

A ello, ante todo, se debe que la lengua, mejor dicho, su vocabulario, se encuentre en un estado de cambio casi ininterrumpido. El desarrollo incesante de la industria y de la agricultura, del comercio y del transporte, de la técnica y de la ciencia exige que la lengua enriquezca su vocabulario con nuevas palabras y expresiones, necesarias para su trabajo. Y la lengua, al reflejar directamente estas necesidades, completa su vocabulario con nuevas palabras y perfecciona su estructura gramatical.

Así, pues:

a) un marxista no puede considerar la lengua como una superestructura de la base;

b) confundir la lengua con la superestructura significa incurrir en un error de bulto». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Acerca del marxismo y la lingüística, 1950)

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