En la parte final de su «discurso resumen», Georgi Dimitrov da un magnífico ejemplo sobre cuestiones de grandísima importancia no siempre apreciadas en su justa medida. En cuanto a la línea del partido –que es el sexto punto de su informe–, el autor destaca:
a) No contentarse con realizar un buen análisis y sacar en claro grandes resoluciones, sino supervisar que se aplique tales publicaciones, supervisar así mismo que sean los cuadros adecuados quienes lleven a cabo las diferentes tareas que garanticen esto.
b) Hacer que las resoluciones del partido, que su línea, llegue a todas las capas de las masas trabajadoras, en palabras del búlgaro sería: «aprender el arte leninista de convertir nuestros acuerdos en patrimonio, no sólo de los comunistas, sino también de las más amplias masas trabajadoras». Y realizar esta tarea aprendiendo sabiendo hablar a las masas sabiendo evitar el «lenguaje pesado» y pudiendo comunicarte con las masas «en su propio lenguaje», de acuerdo con su nivel teórico del marxismo, pensando en todo momento «en el obrero sencillo que tiene que entenderte, creer tus llamamientos y estar dispuesto a seguirte».
El documento:
«Camaradas; elaborar una línea política justa es, huelga decirlo, fundamental, para la Komintern y para cada una de sus secciones. Pero tener esa línea no basta para dirigir de ese modo concreta la lucha de clase.
Para ello es necesario que se creen una serie de condiciones, y en particular las siguientes:
La primera es asegurar, en el terreno de la organización, que en la labor práctica se lleven a cabo todos los acuerdos adoptados y superar con decisión los obstáculos que se presenten en el camino.
Lo que el camarada Stalin planteó en el XVIIº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, en relación con la aplicación consecuente de la línea política, puede considerarse como valedero, total o parcialmente, en el momento de adoptar resoluciones en ese sentido por nuestro congreso:
«Algunos piensan que basta trazar una línea –decía el camarada Stalin– acertada en el partido, proclamada públicamente, exponerla en forma de tesis y resoluciones generales y aprobado en votación unánime, para que la victoria llegue por sí sola, digámoslo así, por el curso natural de las cosas. Esto, claro está, no es cierto. Es un gran error. Así no pueden pensar más que incorregibles burócratas y aficionados al papeleo. En realidad, estos éxitos y estas victorias no han sido alcanzados sin más ni más, sino en la lucha encarnizada por la aplicación de la línea del partido. La victoria no llega nunca por sí sola: habitualmente, hay que conquistarla. Las buenas resoluciones y declaraciones en favor de la línea general del partido constituyen sólo el comienzo de la obra, pues no significan más que el deseo de triunfar, y no la victoria misma. Una vez trazada la línea certera, una vez se ha indicado la solución acertada de los problemas planteados, el éxito dependen del trabajo de organización, depende de la organización de la lucha por la puesta en práctica de la línea del partido, depende de una acertada selección de hombres, del control del cumplimiento, de las decisiones adoptadas por los organismos directivos. De otro modo, la acertada línea del partido y las decisiones acertadas corren el riesgo de sufrir un serio daño. Más aún: después de trazada una línea política certera, es el trabajo de organización el que lo decide todo, incluso la suerte de la línea política misma, y su cumplimiento o su fracaso». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Informe en el XVIIº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1934)
Creo superfluo añadir nada a estas exigencias que deben ser un principio rector en nuestro trabajo.
Otra condición es conseguir que los acuerdos de la Komintern y de sus secciones los hagan suyos las masas.
Esto resulta tanto más necesario ahora que se plantea el problema de crear el frente único del proletariado e incorporar a las más extensas masas del pueblo al frente del frente popular antifascista. El genio político y táctico de Lenin resalta con más claridad en la maestría con que supo llevar a las masas, sobre la base de su propia experiencia, a comprender la línea y las consignas justas del partido. Si estudiamos toda la historia del bolchevismo, ese riquísimo arsenal de estrategia y táctica política del movimiento obrero revolucionario, podemos convencernos de que los bolcheviques no remplazaron jamás los métodos de dirección de las masas por los de dirección del partido.
El camarada Stalin señalaba que una de las peculiaridades en la táctica de los bolcheviques rusos, en el periodo de la preparación de la insurrección de la revolución de octubre del 1917, fue la de que supieron determinar con exactitud los caminos y recodos que podían vincular, naturalmente, a las masas con las consignas del partido, conduciéndolas al «umbral mismo de la revolución», ayudándolas a sentir, valorar y reconocer por su propia experiencia la exactitud de esas consignas; que no confundían la dirección del partido con la de las masas y tenían la clara conciencia de la diferencia que existe entre estas dos categorías de dirección, con lo cual elaboraron la táctica, no sólo como una ciencia para la dirección del partido, sino también para la de millones de trabajadores.
Además debemos tener en cuenta que imposible que las amplias masas comprenderán nuestras resoluciones sino aprendemos a hablar su propio lenguaje. No siempre, ni mucho menos, sabemos hablar de un modo sencillo, concreto, con conceptos familiares y comprensibles para ellas. Todavía no sabemos renunciar a las fórmulas abstractas, aprendidas de memoria. En efecto, fíjense en nuestros manifiestos, periódicos, resoluciones y tesis, y verán que están escritos muy a menudo en un lenguaje y en una redacción tan pesados, que su comprensión resulta inclusive difícil para los militantes responsables de nuestros partidos, y no digamos para nuestros militantes de fila.
Si pensamos camaradas, que en los países fascistas los obreros, que difunden y leen estas hojas, se juegan la vida, salta a la vista con toda claridad la necesidad de escribir para las masas en un lenguaje comprensible para ellas, a fin de que también los sacrificios que se realicen no sean estériles.
En un grado no menor, esto se refiere también a nuestra agitación y propaganda oral. Hay que reconocer con toda sinceridad que en este punto los fascistas han demostrado ser con harta frecuencia más hábiles y flexibles que muchos de nuestros camaradas.
Recuerdo, por ejemplo, un mitin de obreros desocupados en Berlín, antes del ascenso de Hitler al poder. Era por los días del proceso de los hermanos Sklarek, conocidos especuladores y estafadores, proceso que duró meses. El orador nacionalsocialista que habló en el mitin explotó ese proceso para sus fines demagógicos,. Señalo las especulaciones, los sobornos y otros delitos cometidos por los hermanos Sklarek, y subrayó cómo el proceso contra ellos se alargaba meses, calculó cuántos cientos de miles de marcos le había costado ya al pueblo alemán el proceso, y entre grandes aplausos del público dijo que a bandidos de la calaña de los Sklarek había que fusilarlos sin contemplaciones y destinar a los desocupados el dinero que se malgastaba en el proceso.
Se levantó un comunista y pidió la palabra. Al principio el que presidía no lo dejó hablar, pero ante la presión del público, que quería oír al camarada comunista, se vio obligado a concederle la palabra. Cuando nuestro camarada subió a la tribuna, todo el mundo estaba atento a la espera de lo que diría el comunista. ¿Y qué dijo?:
«¡Camaradas! –exclamó con voz potente y sonora–. Acaba de clausurarse el Plenario de la Komintern. Él nos enseña el camino para la salvación de la clase obrera. La tarea principal que nos plantea es, camaradas, «conquistar la mayoría de la clase obrera». (Risas) El Plenario de la Komintern ha señalado que es necesario «politizar» el movimiento de los parados. (Risas). El Plenario nos llama a elevar este movimiento a un nivel más alto». (Discurso de un comunista anónimo según los recuerdos de Georgi Dimitrov, en un mitin de obreros desocupados en Alemania en verano de 1932 aproximadamente)
Y el orador siguió hablando en el mismo sentido, creyendo, sin duda, que de ese modo «explicaba» las verdaderas resoluciones del Plenario de la Komintern.
¿Podía semejante discurso conmover a los desocupados? ¿Podía satisfacerles que se los congregase, primero para acentuar el contenido político de sus campañas, luego revolucionalizarlos y después movilizarlos y elevar su movimiento a un grado más alto?
Sentado en un rincón, yo observaba con tristeza cómo aquel público de obreros desocupados, que tanto habían ansiado oír al comunista para que les dijese lo que tenían que hacer de modo concreto, comenzaba a bostezar y daba, pruebas inequívocas de su decepción. Y no me causó gran asombro ver que, por último el presidente retiraba groseramente la palabra a nuestro orador, sin que surgiese protesta alguna por parte del público.
Este no es, por desgracia, un caso único en nuestras campañas de agitación. Casos de estos no se dan sólo en Alemania. Agitar así, camaradas, significa agitar contra nosotros mismos. Es hora ya de acabar, de una vez y para siempre, con este método infantil –permítanme que lo llame así, para no emplear palabras más duras– de agitación.
Mientras yo pronunciaba mi informe, el presidente, el camarada Otto Kuunisen, recibió de la sala una carta muy significativa dirigida a mí. Voy a leerla:
«Le ruego que en su intervención en el congreso toque un problema, a saber: que de aquí en adelante todos los acuerdos y decisiones de la Komintern se redacten de tal modo que puedan entenderse no sólo por los comunistas preparados, sino también cualquier trabajador, sin preparación alguna, que leyendo los materiales de la Komintern vea en seguida lo que quieren los comunistas y qué beneficio aporta el comunismo a la humanidad. Es cosa que olvidan algunos dirigentes del partido. Hay que recordárselo con más energía aún. Y desarrollar la agitación por el comunismo en un lenguaje comprensible». (Carta anónima dirigida a Georgi Dimitrov presentada por él en su discurso del 13 de agosto de 1935)
No sé a ciencia cierta quién es el autor de la carta. Pero no hay duda que este camarada refleja en ella el sentir y deseo de millones de obreros. Muchos de nuestros camaradas piensan que su agitación y su propaganda son mejores cuanto más palabras altisonantes, fórmulas y tesis incomprensibles para las masas se empleen; olvida que Lenin, el jefe teórico de la clase obrera más grande de nuestro tiempo, hablaba y escribía siempre en un lenguaje muy comprensible para las amplias masas.
Es menester de cada uno de nosotros asimile con firmeza, como ley bolchevique, esta regla elemental:
¡Cuando escribas o hables, piensa siempre en el obrero sencillo que tiene que entenderte, creer tus llamamientos y estar dispuesto a seguirte! ¡Piensa en aquellos para quienes escribes o a quienes hablas!». (Georgi Dimitrov; Por la unidad de la clase obrera contra el fascismo; Discurso de resumen en el VIIº Congreso de la Komintern, 13 de agosto de 1935)
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