sábado, 24 de febrero de 2018

La tendencia en ver en cualquier crisis la tumba del capitalismo; Equipo de Bitácora (M-L), 2017


«El PCE (r) en una de sus falsas profecías, dijo:

«Pero en contra de lo que dicen los voceros de los monopolistas, ésta no es una crisis cíclica más, sino la última del capitalismo, porque ya no tiene ninguna posibilidad de recuperación, sino que se irá agravando y pudriendo e irá generando una lucha de clases cada vez más aguda que necesariamente acabará en la revolución socialista». (Partido Comunista de España (Reconstituido); Declaración del Comité Central del PCE (r), 1984)

Efectivamente las sucesivas crisis capitalistas agudizan la lucha de clases, eso es un hecho, pero a falta de un factor subjetivo como es un partido marxista-leninista, la lucha de clases siempre será redirigida hacia otros cauces: echar la culpa a una fracción de la burguesía en el poder, crear un chivo espiratorio hacia una etnia o religión, entrar en guerra para desviar la atención pública, así como otras estratagemas. En general lo que sea necesario para pasar la crisis sin que sus cimientos se muevan.

Proclamar en los años 80 que debido al desarrollo del capitalismo esa iba la última crisis del sistema y que la revolución estaba a la vuelta de la esquina sin más, es muy parecido a la necia idea antimarxista que propulsaba Rosa Luxemburgo en su obra «La acumulación del capital» de 1913 sobre el imperialismo; aquello de que la sociedad capitalista sólo podría resolver el problema de la acumulación de capital sólo por la expansión en las economías precapitalistas, y que cuando se han absorbido estas áreas, a no mucho tardar según ella, el capitalismo se derrumbaría como un castillo de naipes. Luxemburgo en ese libro se presenta como tantas otras figuras que intentaron corregir a Marx fracasando en el intento, construyendo una teoría irreal en la práctica, deformando el marxismo en algunos aspectos, lo que en manos de otras generaciones ha dado a pensar que esta teoría es del propio Marx, como pasó a veces con las teorías de Kautsky, que también se creía que eran de Marx, debido al influjo que tuvieron sobre todo entre la intelectualidad.

Evocando la presunta gran superioridad del «campo socialista» y de los países del «tercer mundo» y sus luchas, el PCE (r) decía que el capitalismo tenía los días contados:

«Para los monopolistas, el panorama no puede ser más negro porque el campo socialista tiene hoy tal fuerza política y tal poderío económico y militar que no sólo les va ganando terreno en todos los aspectos de las relaciones internacionales, sino que les impide cualquier veleidad de provocar una guerra con vistas a un nuevo reparto de los mercados porque de ella saldrían inevitablemente derrotados por las fuerzas revolucionarias. Hoy los monopolios ya no pueden exportar su crisis a los países menos desarrollados llevándose las materias primas y esquilmándolos porque gran número de éstos han hecho su revolución y exigen precios justos. (...) Hoy ya el capitalismo no tiene ninguna posibilidad de salir de la crisis». (Partido Comunista de España (Reconstituido); Declaración del Comité Central del PCE (r), 1984)

Eso que Arenas y el PCE (r) llamaban pujanza del campo socialista, se refería en verdad a la decadencia del campo capitalista-revisionista dominado por la Unión Soviética y sus satélites, que tenían unos ritmos de desaceleración en el crecimiento en la producción y una baja productividad en comparación con sus competidores:

«Era inevitable en las condiciones de la producción de mercancías, todos los sectores industriales cuya productividad quedaran a la zaga de sus competidores eventualmente declinaran. De ahí que la desintegración del bloque soviético revisionista y la desindustrialización de los países de Europa del Este cuando los revisionistas permitieron el libre flujo de capital extranjero.

La contrarrevolución burguesa en la Unión Soviética se efectuó desde los años 50, pero el potencial industrial y técnico de un inmenso país dotado de una poderosa industria de producción de medios de producción heredado del período socialista, así como la transformación de estos sectores en sector capitalista monopolista de Estado empujaron a la neo-burguesía nomenklaturista a transformar a la Unión Soviética en una potencia imperialista de rango internacional, pretendiendo establecer y extender sus zonas de influencia.

Al no poder desalojar de sus posiciones imperialistas a su competidor principal, se basó en un extenso potencial económico interno y externo en el dominio comercial como en el de las inversiones. El socialimperialismo soviético empezó desde mediados de los 70 una fase de decadencia relativa, que se agravó paralelamente con el aflujo masivo de capitales en los países dependientes incluidos en la esfera de influencia del imperialismo estadounidense – América del Sur y Central, Asía del Sur– cuyos productos competían ferozmente con los países-talleres del Consejo de Ayuda Económica Mutua, donde el nivel de los salarios era notablemente más elevado. Frente a este derrumbamiento económico creciente, los dirigentes revisionistas fueron conducidos a considerar la apertura total de la economía de la Unión Soviética y los países de Europa del Este frente al mercado mundial, tanto en el área comercial como en el de las inversiones, con la esperanza de atraer ingenuamente, inversiones extranjeras». (Vincent Gouysse; Imperialismo y antiimperialismo, 2007)

El fenómeno de dependencia económica de los diversos imperialismos occidentales no solo ocurrió a los antiguos países que salían del colonialismo. Si miramos el antiguo bloque del revisionista de los años 80 observaremos los mismos problemas económicos que presentaban cualquier otro país neocolonial, con un alto grado de endeudamiento precisamente con los organismos capitalistas de Occidente que tanto criticaba el PCE (r):

«La situación es tan crítica en algunos países, entre ellos Polonia y Rumanía, que ya no son capaces de pagar los intereses de sus préstamos y han pedido a la burguesía nuevos préstamos para pagar éstos, extendiendo los plazos de pago para no declarase insolventes. En cuanto a la Unión Soviética, frente a las demandas de la burguesía monopolista internacional para el rembolso de sus préstamos y el pago de sus intereses, no le dejó otra solución que vender sus reservas de oro, platino y diamante en el mercado mundial. Concediendo estas ayudas y créditos a los países revisionistas, la burguesía internacional se asegura considerables ganancias económicas y políticas. Encuentra así nuevos mercados en tiempos de crisis, despacha la existencia de sus mercancías y aumenta sus capitales. Si en 1979, los países revisionistas pagaron a los acreedores occidentales cerca de 5 mil millones de dólares en intereses, para 1980 esta suma alcanzó los 7 mil millones de dólares y actualmente está cerca de los 8,5 mil millones de dólares». (Hasan Banja y Lulëzim Hana; La degeneración del Consejo de Ayuda Mutua Económica en una organización capitalista, 1984)

Esto no fue casualidad ni cosa de un día, los fuertes lazos económicos con los países imperialistas de Occidente fue la tónica general en todos los países dentro del campo revisionista.

Cualquier país capitalista de corte revisionista –es decir «bajo los ropajes» de que es un país socialista– siempre, tarde o temprano, entra en una nueva crisis económica. Históricamente hablando: Yugoslavia, Rumanía, Hungría, Polonia o la propia Unión Soviética, todos intentaban salvar la apariencia de los desastres de su economía anarquizante típica de una economía capitalista mediante la petición de créditos, ya fueran estatales –a los países imperialistas–, a empresas privadas extranjeras o a organismos como el famoso Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial (BM). La petición de prórrogas de dichos plazos, mediante la condonación de la deuda, mediante la venta de sus reservas de oro, al final solo creaba un círculo vicioso del que no podían salir.

Los préstamos, créditos y todo tipo de contactos con el capital privado extranjero de los países imperialistas, acabaría no sólo en un enredo de deudas económicas, sino que como ya se ha expresado, con pérdida de soberanía; por lo tanto la subyugación económica a los imperialismos y sus organizaciones, se traducía siempre en los regímenes pseudosocialistas, en subyugación política, ¿y cómo se traducía en hechos? En hacer reformas a gusto del acreedor de la «ayuda» económica, y cuando al igual que cualquier otro país capitalista occidental, los países revisionistas-capitalistas se introdujeron en el FMI, el BC, etc., el seguidismo a las reformas fue enorme, y sus consecuencias bestiales:

«En primer lugar, le pidió a estos países a que tomaran nota de la situación actual de la economía y definieran el camino a seguir para transformarlo, hacerle modificaciones estructurales, limitaciones de las importaciones e inversiones, etc. Es en este contexto que encaja las medidas adoptadas en estos países para elevar los precios de los bienes de consumo y devaluar su moneda frente al dólar. En los años 1981, 1983 y 1984, Rumanía ha devaluado tres veces el leu y el dólar subió 4,5 a 21,5 frente al leu. Polonia, con su entrada en el FMI, operaba con una devaluación del zloty en un 30 por ciento, mientras que en Hungría el dólar ha pasado de 41,3 a 51 forint. De modo general, la política del FMI con respecto a los países que piden préstamos, independientemente de los matices y los rasgos específicos que revistan según los diferentes Estados y los grupos de Estados, parece estar destinado a aumentar la explotación y la expoliación de las amplias masas trabajadoras y acentuar todavía la dependencia de su economía hacia sus exportaciones en las metrópolis. Además, el FMI pregunta y pide informes detallados sobre la situación de la economía de los países prestatarios, sobre sus perspectivas de desarrollo, sobre la política económica que aplicarían según las medidas propuestas por él, y se le ha sido reconocido también el derecho a proceder periódicamente a la comprobación de la aplicación de esta política. Su no aplicación puede conducir hasta al cese de los créditos». (Lulzim Hana; La deuda externa y los créditos imperialistas, poderosos eslabones de la cadena neocolonialista que esclaviza a los pueblos, 1988)

Muchos de estos países aunque no participasen directamente en el FMI, desde años antes de su incorporación ya eran presionados por sus representantes ya que muchas veces los miembros del FMI eran los que habían intercedido en estas operaciones, cuando no eran los propios acreedores. Pese a todo, si los simpatizantes de estos regímenes están esperando datos, se los daremos para que vean que no mentimos: Yugoslavia jamás abandonó el FMI, Rumanía se incorporó en 1972, Hungría en 1982 y Polonia en 1986. 

Por tanto ni antes ni ahora, el campo de países del revisionismo en su versión neocolonial o socialimperialista puede suponer un verdadero aprieto al capitalismo, lo primero porque son son países con una estructura basada en leyes económicas capitalistas en lo interno, y segundo, porque están integrandos de mayor o menor manera dentro de las leyes del propio mercado capitalista mundial y actúan acorde a ellas. 

Todo esto era la consecuencia lógica a la que se vieron arrastrados dichos países tras su sumisión completa en la división internacional del trabajo y a la ley del valor contra la que tanto había luchado Stalin como se explicaba en su obra magna: «Problemas económicos del socialismo en la URSS» de 1952.

Las consecuencias de no seguir esta línea pueden verse en el documento «Algunas cuestiones económicas sobre la restauración del capitalismo en la Unión Soviética y su carácter socialimperialista» de 2016.

Estos países por tanto no pueden producir como dice el PCE (r) una crisis del capitalismo ni del imperialismo porque son parte del mismo sistema capitalista mundial. Las pugnas que surgen entre países capitalistas «clásicos» y los de tipo revisionista no son diferentes. Por eso gran parte de las veces los países vemos situaciones donde un país revisionista neocolonizado se pliega ante un país imperialista clásico, donde un país revisionista de tipo socialimperialista establece su dominio neocolonial sobre un país capitalista clásico de poco desarrollo, y por supuesto observamos a países imperialistas y sociaimperialistas cerrar acuerdos para someter en conjunto tanto a países neoloniales capitalistas de tipo revisionistas y no revisionistas.

Por otro lado la alusión esperanzadora que hacía el PCE (r) sobre los «países no alineados» o del «tercer mundo»; sobre «la lucha sobre los precios justos» y el nuevo orden económico», no hace falta comentarlo mucho, ya que hemos dedicado páginas y páginas a desmontar todo esto. Véase la obra «Algunas reflexiones sobre los discurso en la VII Cumbre de las Américas» de 2015.

Pero insistiremos igualmente por si al lector le quedan dudas.

Esta declaración del PCE (r) demuestra que no se curaron de su tercermundismo maoísta, es la típica declaración pseudorevolucionaria que propagaban por aquel entonces todos los líderes oportunistas nacionalistas, así como las organizaciones revisionistas rendidas a estos politicastros que de vez en cuando salían en los países subdesarrollados vendiendo humo. Pero todas estas teorías son un gran bluf a todas luces:

«Los representantes del gran capital mundial hablan mucho sobre la necesidad de cambiar el actual sistema de relaciones económicas internacionales y de crear un «nuevo orden económico mundial», que también es respaldado por los dirigentes chinos. Según ellos, este «nuevo orden económico» servirá de «base para la estabilidad global». Por su parte, los revisionistas soviéticos hablan de crear una pretendida estructura nueva en las relaciones económicas internacionales. Todo esto son esfuerzos y planes de las potencias imperialistas y neocolonialistas, las cuales quieren mantener vivo y prolongar el neocolonialismo, y conservar la opresión y la expoliación de los pueblos. Pero, las leyes de desarrollo del capitalismo y del imperialismo no obedecen a los deseos ni a las invenciones teóricas de la burguesía y de los revisionistas. Como Lenin ha señalado, para resolver estas contradicciones es necesaria la lucha consecuente contra el colonialismo y el neocolonialismo, la revolución». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978) 

De hecho el propio Rockefeller alabó la gran gestión económica de estos «países socialistas »en países como África. Véase el documento «El fallecimiento de Rockefeller y la «desmemoria» de los jruschovistas y maoístas» de 2017.

Hoy sabemos de sus consecuencias, ya que sus conferencias se siguen celebrando y no ha cambiado nada. Entonces, se comprende, que cuando países capitalistas-imperialistas hablaban de los países a los que maniataban económicamente de la búsqueda de un «nuevo orden económico», lo hacían para tranquilizar a los pueblos de estos países cansados de su explotación en beneficio de las camarillas locales y los países del extranjero, del mismo modo que cuando estos países capitalistas dependientes de las grandes potencias imperialistas declaraban y abogaban por efectivamente un «nuevo orden económico», se entiende que se referían, a que o bien exigían que los imperialismos que aflojaran el nudo que les subyugaba pidiendo un mejor reparto de los mercados o más ayudas económicas, bien adoptaban esta postura de cara al pueblo para calmar los ánimos de las masas trabajadoras y posar como antiimperialistas que buscaban soluciones a su crisis económica interna, o simplemente lanzaban tal consigna como representantes burgueses de un país capitalista en alza que buscaba convertirse en potencia y directora del dichoso nuevo orden económico en su región o a nivel mundial. Pero este eslogan era falso, que como los marxistas saben, el único «nuevo orden económico» posible que dará solución a los problemas intrínsecos del capitalismo es el sistema económico socialista.

Sentimos tener que humillar así los pronósticos que el PCE (r) hizo en 1984, debe de ser traumático para sus seguidores ver que estaban equivocados en tantas cosas, pero es necesario barrer de una vez la teoría de que esta vez sí que es de verdad la «última crisis del sistema» así como las teorías neocolonialistas de la búsqueda «nuevo orden económico» que tanto han calado dentro del «socialismo del siglo XXI»; un farol de falsas promesas optimistas, de las que quizás ya no se acuerden algunos, pero para eso estamos nosotros para recordarles sus falsas profecías que tanto daño han hecho. 

Ni la crisis del petróleo de 1973-1985, ni la crisis de 1992-1993, ni la reciente crisis española que se arrastra desde 2008 ha hecho caer a los sucesivos gobiernos de España. Precisamente porque como hemos comentado, aunque una crisis madure, si sus frutos no son recogidos por una fuerza consciente que eleve la concienciación de los trabajadores, estos no romperán sus cadenas.

A Olarieta el hecho de que el PCE (r) se haya equivocado en estas previsiones le da igual, sigue yendo a los medios de comunicación con su discurso profético anunciando que es el fin del capitalismo, que está herido de muerte y que la actual crisis es la última que asiste:

«Vivimos en una crisis que no tiene salida dentro del propio sistema capitalista». (La Zurda; Entrevista a Olarieta, 14 mayo de 2017)

Este es un discurso clásico de un populista pero no de un marxista serio. Lo cierto es que el capitalismo si tiene «salida» a sus crisis como ya hemos afirmado, lo hemos visto históricamente en las últimas crisis capitalistas: rescatar a la banca privada con dinero público, cargar sobre los hombros de los trabajadores mayores horas de producción y mayores impuestos, flexibilizar los contratos laborales en beneficio del fácil despido y abaratar la indemnización, recortes en campos públicos sensibles para los trabajadores –sanidad, educación–, petición de nuevos créditos y renegociación de la deuda ya existente, devaluación de la moneda, búsqueda de nuevos mercados –incluso a costa de poder iniciar una guerra–, y muchísimas variables más que dependen del tipo de país que sea y de donde se produzcan los déficits a tratar. Estas fórmulas las que podríamos llamar las «válvulas de escape» de las que se vale la burguesía para evitar que su sistema se autodestruya por sus crisis cíclicas. Otra cosa muy diferente son los cambios de gobierno, o los cambios en las formas de dominación política. 

Recetas a derecha e izquierda que no alterarán el elemento indispensable que da luz a las crisis: leyes económicas fundamentales del capitalismo –como la extracción de plusvalía, la ley del valor, el buscar asegurar los máximos beneficios posibles–. 

Mientras el nivel de concienciación y organización de la clase obrera sea bajo, estas medidas serán fácilmente aplicables para la burguesía. Las futuras crisis que aguardan sin un partido marxista-leninista sólido y sin una influencia en las organizaciones de masas, no presupondrán una revolución, ni siquiera para evitar la ofensiva del capital que pretende cargar sobre los hombros de los trabajadores la crisis, ello será así porque los trabajadores desorganizados no tienen posibilidades de defenderse ni de atacar eficazmente. Por tanto estas crisis siempre les serán dolorosas y en todo caso serán aprovechadas por distintas capas burguesas ajenas al proletariado en sus luchas de poder contra la burguesía gubernamental.

Los marxista-leninistas de verdad siempre han proclamado que las crisis, proporcionan un factor objetivo, pero sin el factor subjetivo la revolución socialista y el fin del capitalismo es imposible:

«Los marxista-leninistas luchan en esta cuestión en dos direcciones: una contra los revisionistas modernos, y por otro lado, contra las tendencias de «izquierda» y sus representantes que sobrestiman el papel de la «actividad subjetiva» en la transformación de la realidad, absolutizan este papel y niegan el papel de las condiciones objetivas y las posibilidades reales de la situación. Creen con autoridad que solamente con la voluntad de los revolucionarios para actuar y su determinación en el combate, independientemente de las circunstancias y la situación de sus representantes se puede triunfar. Que aunque no exista una situación revolucionaria, esta puede y debe ser creada artificialmente por ellos a través de «acciones» de un grupo de combate que constaría de valientes personas armadas y decididas. Esto de hecho es la teoría del héroe, que niega el papel de las masas como creadoras de la historia. El revolucionario es un hombre de acción, no espera a que llega el «gran día» de la revolución, sino que trabaja continuamente para prepararla. Sin embargo, la dirección y las formas de su actividad deben cumplir siempre las condiciones objetivas, estar dentro de las condiciones reales. Una transformación que no cumpla con la realidad objetiva y la conciencia de las masas es imposible llevarla a cabo. Estas tareas sólo pueden resolverse con éxito si cumplen con los requisitos de la evolución histórica de cada país y el nivel de concienciación y organización de las masas. De lo contrario, la vanguardia revolucionaria acaba separa de las masas y se desliza hacia el aventurismo. (...) Es necesario que la mayoría de los trabajadores entiendan la necesidad del cambio y estén listos para ponerse en pie y emprenden acciones revolucionarias de masas, es necesario que el partido comunista tenga el firme apoyo de la clase obrera y las masas trabajadoras, y que las otras capas de las clases trabajadoras que no siguen la línea del partido, adopten una posición al menos de neutralidad». (Foto Çami; Los factores objetivos y subjetivos de la revolución, 1973)

Precisamente el marxista-leninista español José Díaz tuvo que enfrentarse a estas tesis optimistas e irreales en España que pronosticaban el próximo fin automático del gobierno radical-cedista por sus casos de corrupción, ineficiencia económica y medidas represivas antipopulares; enseñando que el partido debía encargarse de encabezar siempre desde las luchas cotidianas a las más importantes para que elevasen el nivel ideológico de la población, explicando la causa de los fenómenos para que fuesen conscientes, y una vez el pueblo trabajador haya tomado conciencia, organizando y liderando sus luchas, utilizar de forma efectiva sus fuerzas para derrocar a dicho nefasto gobierno:

«Camaradas, es preciso que nos preguntemos por qué se mantienen en el poder gobiernos tan impopulares como los que padecemos, representantes de una minoría del país, en contra de la voluntad de la gran mayoría del pueblo. Y, naturalmente, tenemos que repetir que un gobierno, por muy podrido que esté, no cae solo. Hay que empujarlo para que caiga, y empujarlo de manera que no pueda levantarse más». (José Díaz: El VIIº Congreso de la Komintern señala el camino; Discurso pronunciado en el Coliseo Pardiñas de Madrid, 3 de noviembre de 1935)

[Nota de 2020: Una de las razones por las que ya nadie toma en serio el comunismo, es porque sus adulteradores proclaman tesis similares a las del PCE (r):

«El régimen surgido de la transición hecha para evitar una ruptura revolucionaria con el franquismo, se descompone a ojos vista. En medio de una crisis imperialista sin precedentes». (Partido Comunista de España (marxista-leninista); Informe general, 2019)

¡He aquí un clásico de la palabrería que hace que nadie tome en serio a los «comunistas»! ¿Cuántas veces hemos oído de los grupos y partidos «comunistas» pregonar que «el régimen del 78 se descompone», que «nos enfrentamos a una crisis sin precedentes»? Nos faltarían dedos de las manos y los pies para contarlas. Bien, y si tales condiciones se han dado una y otra vez, y España ni siquiera ha salido del bipartidismo político, ¿qué demuestra eso? ¿Su inutilidad? ¿Su exageración? ¿Ambas?]

Los miembros y simpatizantes del PCE (r) y del actual PCE (m-l) –no confundir con el antiguo–, a la vez que se afanan por calificar a todo de fascista, tienden a idealizar y embellecer la república democrático-burguesa en sus discursos, postulando que en España el fin de la monarquía sería el fin del sistema capitalista en sí:

«El Estado no es un meccano, es decir tú no puedes coger una pieza de Estado y poner otra. Que es lo piensa, mucha gente se cree bueno claro quitas al Rey pones a una República y todo continua igual. Es que eso no existe, eso no funciona así. Esto es un castillo de naipes, si tu quitas una pieza todo se viene abajo». (¿Es posible otra república burguesa en España? Respuesta de Olarieta y Rebeca Quintans, 20 de abril de 2017)

¿Cómo un presunto comunista –que domina el materialismo dialéctico e histórico– se puede atrever a decir que en caso de que la burguesía pierda al Rey su sistema político se viene abajo? ¿No ha habido casos de transiciones convulsas o relativamente pacíficas en que la monarquía se ha abolido en favor de un republicanismo y el capitalismo se ha consolidado? ¿No es la Revolución Francesa del siglo XVIII el mejor ejemplo de ello? ¿No lo fue la instauración de la II República (1848-1852), la III (1870-1940), la IV (1946-1958) o la actual V República Francesa (1958-actualidad) en dicho país, la corroboración de que dicho axioma no ha cambiado y se repite una y otra vez? Cualquier Estado burgués cuando se vea forzado por motivos económicos de crisis, por la fuerza de la clase obrera o por el motivo determinante que sea, sacrificará a su Rey si es necesario con tal de darle un lavado de cara a su dominación política. Cuando Olarieta piensa que el Estado burgués está atado al Rey, y que su caída sería la caída de todo el sistema político-económico, reproduce el mismo pensamiento idealista que cuando pensaban los GRAPO que «hacían la revolución» por intentar asesinar a las figuras clave del régimen, no entendiendo en ambos casos, que para hacer la revolución, para que haya una verdadera transformación de un sistema político-económico, la cuestión no depende de quitar o matar personalidades, por muy influyentes o famosas que sean, pues dichas figuras no dejan de ser representantes de un sistema sustentado por unas clases explotadoras.

Esta es una tesis que curiosamente el PCE (m-l) de 1989 repetía cuando había degenerado y se había metido en el cenagal de un republicanismo pequeño burgués:

«Se pude objetar que la forma del Estado republicano no determina el carácter de clase de dicho Estado, que existen infinidad de repúblicas reaccionarias, etc. (…) Pero de lo que se trata aquí y ahora, es de quebrar el poder político de la oligarquía española, y para lograrlo hay que destruir la forma concreta en que ese poder se organiza a escala estatal. En cuanto al carácter de la futura república los comunistas la queremos Popular y Federativa, que abra paso a la edificación del socialismo. Mas, en estos momentos y en aras del logro de unas alianzas lo más amplias posibles contra el régimen monárquico actual, no hacemos una condición sine qua non de ello». (Revolución Española; Revista ideológica del Partido Comunista de España (marxista-leninista), Nº18, 1989)

Con ello el PCE (m-l) reconocía que la lucha por una República Popular y Federativa «que abra paso a la edificación del socialismo», una frase ambigua que hoy utilizan muchos oportunistas que desean dejar la revolución y la edificación del socialismo para las calendas griegas, es decir para nunca. Porque con esta declaración estaba claro que se renunciaba como partido de vanguardia del proletariado a popularizar su programa y a ganarse a las masas para una visión y sistema republicano de democracia proletaria. En cambio se empezaba coquetear con una especie de híbrido entre ideas y medidas socialistas en mitad de una república liberal democrático-burguesa, satisfaciendo los sueños de los pequeño burgueses que creen que esto es posible. Para colofón el PCE (m-l) de 1989 confiesa que siendo según él la lucha contra la monarquía la prioridad del momento se sacrificará todo «en aras del logro de unas alianzas lo más amplias posibles». Y así es como un partido que sobre el plano se autodenomina comunista y representante del proletariado, se acaba fundiendo finalmente con un republicanismo abstracto y amorfo, se vuelve el furgón de cola de causas idealizadas y románticas que no conducen a ningún lado. Pues como sabemos este tipo de republicanismo cuando llega al poder, no resuelve los problemas de la clase obrera y los trabajadores, e incluso el republicanismo de este tipo, puede ser utilizado por la burguesía para acometer un lavado de cara y salvar su poder, como denunciaba el viejo PCE (m-l) de los 70. Es un republicanismo que puede ser utilizado por distintas clases y capas sociales, así como sus agrupaciones, y donde normalmente los revisionistas al confundirse con otras organizaciones no logran la hegemonía y acaban simplemente cumpliendo un papel testimonial de comparsa de dichas ilusiones. 

Cualquier marxista con un poco de conocimientos sabe que si bien las personalidades son importantes, las masas son las que hacen la historia:

«La doctrina del marxismo-leninismo sobre las leyes que rigen el desarrollo social y sobre el papel de la personalidad, de los partidos, y de las clases en este desarrollo es opuesta tanto al fatalismo, como al subjetivismo que reduce todo el desarrollo social a la acción de los «héroes», de las personalidades Ilustres. La doctrina del marxismo-leninismo sobre la necesidad histórica en el desarrollo social no menoscaba, ni mucho menos, el papel de la personalidad en la historia. El marxismo-leninismo parte del criterio de que son los hombres los que hacen la historia, pero que su actuación está condicionada y determinada por las necesidades del desarrollo de la vida material de la sociedad». (Mark Rosental y Pavel Yudin; Diccionario filosófico marxista, 1946)

Al apunte republicano de Olarieta, ha de decirse, que el republicanismo a secas es una cuestión que no existe, y que si lo que se refiere es un republicanismo democrático-burgués su progresismo depende del momento histórico. Pero como decíamos, incluso aunque hablemos de una etapa democrático-burguesa en un país subdesarrollado que no es el caso español, el republicanismo debe ser enfocado por los comunistas en vistas no tanto a la forma que debe adoptar, sino al contenido de la república a proclamar, de igual forma en las alianzas con esos republicanos de izquierda, no deben de contentarse con formar una alianza republicana, sino explicarles sobre todo a la base porqué la república tiene que tener el contenido que demandan los marxistas, de otra manera, el partido marxista, se perderá en ilusiones pequeño burguesas sobre un republicanismo abstracto, que de llegar a materializarse, mantendrá los problemas que heredó del antiguo régimen, como hemos visto en diversos casos históricos. No olvidemos que actualmente son repúblicas gran parte de los países imperialistas. Por eso hablamos que el republicanismo sin sello de clase es un arma que bien puede ser utilizado por la propia reacción, incluso aunque la burguesía no tenga tradiciones republicanas»(Equipo de Bitácora (M-L)Estudio histórico sobre los bandazos oportunistas del PCE(r) y las prácticas terroristas de los GRAPO, 30 de junio de 2017)

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