«Los hechos demuestran que el gran alboroto que levantan los revisionistas modernos en torno a la cuestión de la «unidad» del movimiento obrero, no es más que un bluf y una maniobra demagógica destinada a ocultar sus verdaderas intenciones. ¡Su verdadero fin es la degeneración de los partidos comunistas en partidos de tipo socialdemócrata, la unidad «a toda costa» y «sobre cualquier base» con los socialdemócratas, es decir, la liquidación de los partidos comunistas, su total fusión con los partidos socialdemócratas.
Los cabecillas socialdemócratas, que se han dado cuenta de estas tentativas y de estos fines de los revisionistas, han determinada su actitud y su táctica hacia ellos en consonancia con estas tentativas y fines. Lo mismo que los imperialistas estadounidenses y la camarilla titoista, los cabecillas socialdemócratas siguen a los revisionistas con una doble táctica.
Por una parte, elogian su línea revisionista, les dan respaldo y coraje como aliados en el camino de la traición, los incitan a combatir al marxismo-leninismo, y a todos los que le son fieles. Para adelantarse a los revisionistas y engañar a las masas, algunos cabecillas socialdemócratas, particularmente en los últimos tiempos, han comenzado a hablar en un lenguaje similar al de los revisionistas y hacen declaraciones en favor de la paz, de la coexistencia pacífica y el desarme, e incluso han modificado su actitud hacia la Unión Soviética y hacia los comunistas de su propio país, etc. Esto, por supuesto, nada tiene que ver con un verdadero cambio en las posiciones fundamentales de los socialdemócratas, sino que es sólo un cambio de actitud hacia los revisionistas por las susodichas razones.
Precisamente este tipo de «cambio», los revisionistas se están esforzando demagógicamente por presentarlo como una «inclinación hacia la izquierda» de los socialdemócratas, con el fin de justificar su paso a la derecha, su línea de acercamiento y unidad con ellos.
Por otra parte, los cabecillas socialdemócratas mantienen una actitud «despreciativa» y «altanera» hacia las peticiones y ruegos serviles de los revisionistas en relación a su acercamiento y unidad, les presionan y les piden nuevas y cada vez mayores concesiones. Y ¿qué es lo que piden los socialdemócratas?
En el campo ideológico piden que los revisionistas renuncien definitivamente, no sólo en el fondo, sino también en la forma, a los principios fundamentales del marxismo-leninismo, a la idea de la dictadura del proletariado, al papel dirigente del partido comunista, al internacionalismo proletario, etc.
En el campo político piden nuevas «garantías democráticas», el derecho a la existencia de muchos partidos, también de los partidos burgueses, el reparto del poder entre ellos en los países socialistas, el cambio del sistema electoral, incluyendo en las listas de candidatos también a elementos antisocialistas, etc.
En una palabra piden la «liberalización» del régimen socialista y la transformación en una ordinaria democracia burguesa.
En el campo económico exigen que se renuncie al sistema cooperativista en el campo, a las «viejas formas» de organización y dirección de la economía, que se camine por la vía del acercamiento y de la «colaboración amplia y multilateral» de los países socialistas con los países capitalistas, etc.
En el campo de las relaciones internacionales exigen que se hagan nuevas y cada vez mayores concesiones al imperialismo en nombre de la «salvaguardia de la paz», que se renuncie a respaldar al movimiento revolucionario y de liberación nacional e incluso que se sacrifique a la República Democrática Alemana, como condición para establecer la paz en Europa.
Tales demandas han presentado por ejemplo Paul-Henri Spaak, Guy Mollet y otros cabecillas socialdemócratas. Estas demandas se asemejan como dos gotas de agua a las presentadas por los imperialistas a los revisionistas, particular mente por el imperialismo estadounidense, por conducto de Eisenhower, Dulles, Kennedy, Johnson, etc.
Los cabecillas socialdemócratas están convencidos de que los revisionistas tratarán de hacer nuevas concesiones, pues esto es la consecuencia inevitable de su línea traidora.
Y los hechos demuestran, cada vez con mayor claridad, que sus esperanzas eran fundadas. En efecto los revisionistas, después de haberse adentrado profundamente en el camino de la degeneración socialdemócrata de los partidos comunistas que ellos dirigen, están intentando ahora dar el otro paso, el de la total fusión con los partidos socialdemócratas.
Estas tentativas son conducidas por la «troika» revisionista: el grupo de Jruschov, la camarilla de Tito y la dirección revisionista del Partido Comunista Italiano, con Palmiro Togliatti a la cabeza. El ejemplo más notorio del avance por este camino traidor es el de la dirección del Partido Comunista Italiano. Palmiro Togliatti y los demás dirigentes revisionistas han impuesto al Partido Comunista Italiano una línea completamente oportunista y reformista, que se aleja de una manera flagrante de las enseñanzas y de los principios fundamentales del marxismo-leninismo, una línea que ha sustituido la lucha de clases, la revolución y la dictadura del proletariado por la llamada «vía italiana al socialismo» a través de «reformas de estructura», en el marco de la «democracia burguesa», del Estado burgués superclasista y de la constitución burguesa.
Y más aún, avanzando por este camino antimarxista, Palmiro Togliatti y los demás dirigentes revisionistas del Partido Comunista Italiano desde hace tiempo vienen pregonando a bombo y platillos, la necesidad de modificar «el carácter, las funciones y las estructuras organizativas» de su partido, para adecuarlo, supuestamente, a los grandes problemas políticos que se le plantean, a las profundas «transformaciones» que se han producido y se siguen produciendo en la estructura económica, social y política del país», «a los problemas de la lucha por el socialismo en los países capitalistas avanzados», etc.
En qué sentido se harán estos cambios y cuáles son sus, objetivos nos lo dice claramente el «Documento del Comité Central del Partido Comunista Italiano para la conferencia nacional de organización» publicado en el periódico «l’Unitá» del 9 de enero de 1964. En este documento se dice:
«La exigencia fundamental es la de buscar y dar vida a un sistema de nuevos encuentros y enlaces entre todas las fuerzas que aceptan una política y un porvenir socialista». (Partido Comunista Italiano; Documento del Comité Central del Partido Comunista Italiano para la conferencia nacional de organización; publicado en el periódico «l’Unitá», 9 de enero de 1964)
En la perspectiva de:
«Superar orgánicamente la división que existe entre las diferentes organizaciones de la clase obrera, echando los cimientos de una organización única». (Partido Comunista Italiano; Documento del Comité Central del Partido Comunista Italiano para la conferencia nacional de organización; publicado en el periódico «l’Unitá», 9 de enero de 1964)
Además se dice que, a la luz de la lucha contra la evolución monopolista del país y para encauzarlo por la vía de la evolución socialista, es necesario examinar también el:
«Problema de la relación y del diálogo con el movimiento político y democrático católico, que es la otra gran fuerza, cuyo apoyo es indispensable para crear en Italia una nueva sociedad». (Partido Comunista Italiano; Documento del Comité Central del Partido Comunista Italiano para la conferencia nacional de organización; publicado en el periódico «l’Unitá», 9 de enero de 1964)
Estas tesis de la dirección del Partido Comunista Italiano son la continuación y la concretización ulterior de los puntos de vista oportunistas expresados hace mucho tiempo por Palmiro Togliatti. Ya en la reunión del Comité Central del Partido Comunista Italiano, el 24 de junio de 1956, Plamiro Togliatti había dicho:
«Podemos notar, en efecto, una tendencia hacia el socialismo y una orientación más o menos clara hacia reformas y transformaciones económicas de tipo socialista también en los países donde los partidos comunistas no sólo no forman parte del poder, sino que algunas veces no son tampoco una gran fuerza. Esta situación se presenta y toma una particular importancia en aquellas regiones del mundo que se han liberado hace poco tiempo del colonialismo. Pero, también en países capitalistas muy desarrollados puede suceder que la clase obrera, en su mayoría, siga a un partido no comunista, y no se puede excluir que también en estos países, partidos no comunistas, pero apoyados en la clase obrera, puedan expresar el empuje que procede de esta clase para seguir la marcha, hacia el socialismo. Además, también allí donde existen sólidos partidos comunistas pueden existir, a la par, otros partidos que tengan bases en la clase obrera y un programa socialista. La tendencia a efectuar radicales transformaciones económicas en un sentido, que en general es el socialismo, puede proceder, a fin de cuentas, de organizaciones y movimientos que no se consideran socialistas». (Palmiro Togliatti; Informe al Pleno del Comité Central del Partido Comunista Italiano, 24 de junio de 1956)
Lo nuevo en el último documento del Comité Central del Partido Comunista Italiano para la conferencia organizativa del partido, está en que, partiendo de consideraciones pseudoteóricas, se están haciendo esfuerzos para pasar, en el terreno práctico, a la creación de la llamada «organización única de la clase obrera», o sea a la liquidación del partido comunista como vanguardia revolucionaria e independiente de la clase obrera.
Ya en otra ocasión hemos tenido la oportunidad de revelar que estos puntos de vista de los dirigentes del Partido Comunista Italiano no son en absoluto originales, sino totalmente idénticos a los puntos de vista de los renegados titoistas que son sancionados en el programa de la Liga de los Comunistas de Yugoslavia, y han sido condenados desde hace tiempo por todo el movimiento comunista internacional como profundamente antimarxistas. Este programa revisionista indica precisamente:
«El punto de vista de que los partidos comunistas tienen el monopolio, en todos los conceptos, del desarrollo hacia el socialismo y que el socialismo se expresa solamente en ellos y a través de ellos, es teóricamente erróneo y prácticamente nefasto». (Liga de los Comunistas de Yugoslavia; Programa sancionado en el VIIIº Congreso, 1964)
Y precisa también:
«La Liga de los Comunistas de Yugoslavia considera como un dogma la proclamación del monopolio absoluto del partido comunista en el poder político como principio universal y eterno de la dictadura del proletariado y de la edificación socialista». (Liga de los Comunistas de Yugoslavia; Programa sancionado en el VIIIº Congreso, 1964)
La unidad de los puntos de vista de la dirección del Partido Comunista Italiano con los de la camarilla titoista comporta no sólo éstas cuestiones, sino que se extiende a toda su línea. Ésta unidad revisionista se expresó con claridad también en el comunicado conjunto Tito-Togliatti, suscrito en Belgrado el 21 de enero pasado, y también en un editorial de Togliatti, publicado en «Rinascita», después de su visita a Yugoslavia.
En el curso de esta visita, Togliatti y Tito no ocultaron que habían entablado conversaciones sobre la cuestión de la coordinación de sus actividades conjuntas para la propagación y el triunfo de la «nueva vía positiva» en el movimiento comunista, particularmente en Europa, y para eliminar los obstáculos en el camino de la «unidad» del movimiento obrero y comunista sobre la base de esta vía. Durante estas conversaciones resaltó, una vez más, él «papel particular» que los dirigentes del Partido Comunista Italiano se hacían cargo de desempeñar en el movimiento comunista y obrero de Europa Occidental; recordemos la teoría del «policentrismo» donde, naturalmente, sobreentendía que uno de los centros dirigentes, principales y más «atrayentes», ¡sería sin duda el Partido Comunista Italiano, con Palmiro Togliatti a la cabeza!
Para poder lograr sus objetivos: el triunfo de la «nueva vía», la degeneración de los partidos comunistas, los revisionistas, con el grupo de Jruschov a la cabeza, debían, en primer lugar, doblegar, someter totalmente y encauzar por el camino de la degeneración, además de al Partido Comunista Italiano –en lo que se empeña con gran celo Palmiro Togliatti–, también al Partido Comunista Francés, porque son los dos partidos más grandes de Europa Occidental. Y precisamente por esta razón la «troika de Troya» –el grupo de Jruschov, la camarilla de Tito y la dirección revisionista del Partido Comunista Italiano– ejerce sobre el Partido Comunista Francés fuertes y multilaterales presiones para obligarlo a renunciar enteramente a los principios revolucionarios leninistas. En este sentido, sobre el Partido Comunista Francés ejercen, al mismo tiempo, continua presión también los cabecillas socialistas de derecha con Guy Mollet a la cabeza y también los diferentes elementos revisionistas en el seno del mismo Partido Comunista Francés, como Raymond Guyot y otros.
El Partido Comunista Francés es un partido de tradiciones revolucionarias. En el pasado ha dado una importante contribución a la lucha contra las corrientes antimarxistas, desde los socialistas de derecha, como Léon Blum y Guy Mollet, hasta la renegada camarilla de Tito. Ahora puede observarse que esta lucha ha sido sofocada, ya sea por atenerse a la «batuta del director», o a las presiones de los elementos revisionistas, que se esfuerzan en encauzar al Partido Comunista Francés por el camino sin gloria de la sumisión y de la degeneración antimarxista, por el camino al que ayer combatía.
Tomemos por ejemplo el último documento de la dirección del Partido Comunista Francés, el proyecto de resolución para el XVIIº Congreso del partido de 1964, que tendrá lugar en mayo próximo. Allí se dice que, en aras de la unidad y de la colaboración con el Partido Socialista Francés, el Partido Comunista Francés ha hecho muchos esfuerzos y está dispuesto a hacer todavía más para eliminar los «obstáculos» en el camino de esta colaboración, que:
«Ha rechazado la idea de que la existencia de un solo partido es condición indispensable para pasar al socialismo. Esta idea, defendida por Stalin, significaba una generalización abusiva de las circunstancias específicas en las que se desarrolló la revolución de octubre de 1917. La experiencia posterior prueba que los objetivos comunes de los partidos que representan a las clases trabajadoras de la ciudad y del campo, conducen a una unidad cada vez más sólida para el paso al socialismo, para la edificación de la sociedad socialista». (Proyecto de resolución para el XVIIº Congreso del Partido Comunista Francés, 1964)
Nos encontramos ante una nueva e importante concesión de principios que la dirección del Partido Comunista Francés hace a los socialdemócratas. Con este paso muy grave, los revisionistas franceses ponen en peligro la propia existencia del partido comunista, avanzan hacia su total liquidación, hacia su total fusión con el Partido Socialista Francés de Guy Mollet. Esto es otra prueba evidente de hasta dónde están llevando los revisionistas modernos a los partidos comunistas. No en vano el gran periódico burgués «Le Monde» saludaba esta declaración con las siguientes palabras:
«El Partido Comunista repudia resueltamente la teoría del «partido único». (Le Monde; 1964)
Por más que los revisionistas del Partido Comunista Francés quieran justificar este paso, por más que calumnien a Stalin, no podrán encubrir su traición, el complot que están preparando para la degeneración socialdemócrata del Partido Comunista Francés.
Iósif Stalin, igual que todos los marxistas-leninistas consecuentes, jamás ha negado la posibilidad de la colaboración con otros partidos para la toma del poder y la edificación del socialismo. Jamás ha absolutizado las circunstancias históricas particulares que determinaron la existencia de un solo partido en la Unión Soviética. Es un hecho innegable que precisamente en tiempos de Stalin, los partidos comunistas de diferentes países de Europa y de Asia colaboraron, por primera vez con éxito, con los demás partidos, tanto en el curso de la revolución por la toma del poder, como después de la toma del poder en el curso de la edificación del socialismo [6]. Pero está claro que los documentos de la dirección del Partido Comunista Italiano al igual que los de la dirección del Partido Comunista Francés no tratan la cuestión de si el partido comunista puede colaborar con los demás partidos durante la revolución socialista y la construcción del socialismo [7]. Al contrario, estos documentos tienden, en aras de esta colaboración, a borrar la distinción entre los partidos comunistas y los demás partidos, a negar, de hecho, la necesidad del papel dirigente del partido comunista, armado de la teoría marxista-leninista [8].
Iósif Stalin defendió precisamente esta idea, la idea, del papel dirigente del partido comunista, la cual no es una idea sólo de Stalin, sino una enseñanza fundamental de Marx, Engels y Lenin, que emana de la misión histórica de la clase obrera y de su ideología marxista-leninista, única ideología del socialismo científico. Esto está claramente precisado en la Declaración de Moscú de 1957, donde se dice que:
«La dirección de las masas por la clase obrera, cuyo núcleo es el partido marxista-leninista, en el curso de la revolución proletaria bajo una u otra forma y la instauración de la dictadura del proletariado bajo una u otra forma», es una ley general del tránsito del capitalismo al socialismo». (Declaración de los partidos comunistas en la Conferencia de Moscú, 1957)
En el pasado la dirección del Partido Comunista Francés ha criticado duramente a la dirección del Partido Comunista Italiano precisamente porque ésta ponía al partido comunista en un mismo plano con los demás partidos llamados «obreros», consideraba como indispensable la existencia de numerosos partidos en las condiciones del socialismo y negaba la necesidad del papel dirigente del partido marxista-leninista. Polemizando con estos puntos de vista de Palmiro Togliatti y de sus compañeros, el órgano teórico del Comité Central del Partido Comunista Francés: «Cahiers du communisme», en su número de enero de 1957, en un artículo titulado: «Sobre la «vía italiana al socialismo», subrayaba que, negar la radical diferencia entre el partido comunista y los demás partidos llamados «obreros», que están empapados por la ideología de las otras clases y por esto no pueden representar completamente los verdaderos intereses, presentes y futuros, de la clase obrera, significa, en realidad, poner al partido comunista en un mismo plano con los partidos no proletarios, negar que:
«Existe solamente un socialismo científico, que determina claramente el papel histórico de la clase obrera, la táctica y la estrategia que le permiten cumplir con su misión», y aceptar la posibilidad de una «vía» reformista hacia el socialismo, puesta en un mismo plano con la vía revolucionaría». (Partido Comunista Francés; «Sobre la «vía italiana al socialismo»; publicado en el periódico «Cahiers du communisme», 1957)
«Cahiers du, communisrne» señalaba entonces también que esto significaba caer en las posiciones de Edvard Kardelj y de los otros dirigentes yugoslavos, que habían considerado el camino socialdemócrata escandinavo, como una de las formas posibles, de la marcha hacia el socialismo, suprimiendo así la diferencia radical entre la ideología científica socialista y la ideología socialdemócrata, que predica la reconciliación, la colaboración de clases, la integración pacífica, en una palabra, el abandono de los objetivos del socialismo.
Renunciar a la tesis sobre el papel dirigente del partido comunista como condición indispensable para el paso al socialismo, poner el partido comunista en un mismo plano con los demás partidos «obreros» y «socialistas», como hacen los actuales revisionistas, significa romper toda relación con el verdadero socialismo científico y con la verdadera ideología socialista, renunciar a los principios y al programa del partido comunista, unirse y fundirse con los partidos socialdemócratas sobre la base de su programa antimarxista. Precisamente así están actuando los revisionistas.
Hace algún tiempo, el Partido Comunista Francés no estaba de acuerdo con la línea traidora, totalmente revisionista, de la dirección del Partido Comunista Italiano con Palmiro Togliatti a la cabeza. Pero, ¿tiene hoy el Partido Comunista Francés divergencias con los dirigentes revisionistas del Partido Comunista Italiano? Si tiene divergencias entonces ¿por qué las calla? ¿Por qué el Partido Comunista Francés no reparó en lanzarse a atacar al Partido Comunista de China y al Partido del Trabajo de Albania y calla ante los revisionistas italianos? Si no tiene divergencias, ¿por qué no dice abiertamente que está de acuerdo con ellos y estaba equivocado antes? ¿O acaso es obligado a seguir el compás que manda la «batuta del director»?
Callar, cerrar los ojos ante la línea y los actos traidores de los revisionistas no es solamente una actitud antimarxista, sino también peligrosa. Esta actitud causa un grave daño no sólo al Partido Comunista Italiano que debe ser ayudado a comprender dónde lo está conduciendo el revisionismo de Togliatti, sino que es nocivo también para el mismo Partido Comunista Francés, para todo el movimiento comunista. Los marxistas-leninistas revolucionarios se inquietan seriamente ante la catástrofe que amenaza a los partidos comunistas y obreros. Ellos no pueden ni deben callar cuando un grupo de traidores hace todo lo posible por empujar hacia el precipicio a partidos comunistas como el Partido Comunista de la Unión Soviética, el Partido Comunista Italiano, el Partido Comunista Francés, etc. sino que deben alzar su voz para ayudar a los verdaderos comunistas, a los miembros de esos partidos, a ver claramente el peligro, a comprender antes de que sea tarde dónde les lleva su actual dirección revisionista.
Los partidos comunistas francés e italiano fueron creados en sus congresos de Tours y Livorno respectivamente, como partidos revolucionarios proletarios de nuevo tipo, desprendiéndose de los partidos socialistas de aquella época que habían traicionado los intereses de la clase obrera y del socialismo, rompiendo toda relación con el oportunismo y el reformismo de la II traidora Internacional, aceptando las condiciones y el programa marxista-leninista de la Komintern –Internacional Comunista–. Hoy, somos testigos de un proceso contrario. La línea de demarcación establecida en los congresos de Tours y Livorno se está borrando.
Se manifiestan cada vez más abiertamente los intentos de los revisionistas modernos de unirse y fusionarse con aquéllos de los que en el pasado se separaron: con los cabecillas traidores socialdemócratas, haciéndoles continuas concesiones, renunciando a los principios revolucionarios del marxismo-leninismo. Por eso, los comunistas revolucionarios de Italia y Francia, y de cualquier otro país, que los amenaza el peligro del revisionismo, deben levantarse contra los renegados. Este es el único camino justo. El ataque que la troika revisionista, dirigida por Nikita Jruschov, ha desencadenado contra los partidos comunistas y obreros, es muy semejante a los actos traidores de los socialdemócratas de la II Internacional. Por eso, los marxistas deben sacar lecciones de la historia, deben seguir las tradiciones revolucionarias del pasado en defensa del partido, del marxismo-leninismo, de la revolución.
El Partido Comunista Francés, en vísperas de su XVIIº Congreso para este año, se encuentra más que nunca en una encrucijada: seguir obedeciendo ciegamente la batuta del director, dejándose conducir definitivamente por el grupo revisionista dirigente por el camino de la traición, o rechazar esta batuta, rectificar sus errores y volver de nuevo al camino heroico y revolucionario marxista-leninista.
Muchos dirigentes del Partido Comunista Francés, han atacado e injuriado descaradamente al Partido del Trabajo de Albania y a su dirección. Esto no lo olvidamos. En su debido momento todo se aclarará de manera marxista. Nosotros estamos convencidos de que a todos los que obraron así, mañana se les caerá la cara de vergüenza. No tenemos deudas con el Partido Comunista Francés; son sus dirigentes los que las tienen con el Partido del Trabajo de Albania. Pero, sin embargo, exhortamos sinceramente al Partido Comunista Francés a que vuelva de nuevo, antes que sea demasiado tarde, al camino de la revolución, al verdadero camino marxista-leninista, en interés del pueblo francés, del proletariado francés y del proletariado internacional. Este es su camino. Los que enmiendan sus errores, gozan del respeto de los demás y consiguen el respaldo de los comunistas y de todas las masas progresistas del mundo, mientras que a los traidores no los quiere nadie, todos los desprecian y los combaten despiadadamente, como hacen con el grupo de Jruschov, Tito, Togliatti y sus fieles amigos: todos los revisionistas modernos». (Enver Hoxha; Los revisionistas modernos en el camino de la degeneración socialdemócrata y su fusión con la socialdemocracia, 1964)
Anotaciones de Bitácora (M-L)
[6] Saltando por encima de la trampa de los revisionistas para dejar en mal lugar a Stalin, como dice correctamente Enver Hoxha; Iósif Stalin, y como él otros marxista-leninistas, no negaron jamás la posibilidad de colaboración con otros partidos en la toma de poder, o incluso en el periodo de construcción del socialismo, pero el deber del partido comunista es precisamente tener en cuenta y saber, que estos partidos, al no estar pertrechados de la teoría marxista-leninista no están en una posición estable para saber qué hacer en cada etapa o momento, por ello son propensos a quedarse rezagados o a acciones aventureras. El ejemplo más sencillo, es que los eseristas de izquierdas, un grupo pequeño burgués, con el que los bolcheviques estuvieron aliados –dicha alianza duró hasta que en 1918 dieron un golpe de Estado al creer que los bolcheviques debían continuar la Primera Guerra Mundial–. Otros muchos partidos de Europa del Este tras la Segunda Guerra Mundial, en principio aliados de los partidos comunistas y que incluso decían comprometerse con la construcción del socialismo, cometieron errores de igual grado que les llevaron a la oposición directa con los comunistas. De igual modo, el deber de los comunistas es unificar a los obreros en un partido único: por lo que es comprensible, primero, que los comunistas busquen la disolución del resto de partidos obreros una vez los comunistas hayan tomado el poder o incluso antes si se da la posibilidad de que el resto de partidos se comprometan a aceptar las reglas del partido marxista-leninista unificándose pues, bajo las condiciones de los comunistas. Y de igual modo, el partido comunista, ya que una vez construido económicamente el socialismo, representa a todas las capas de trabajadores: obreros, campesinos, e intelectuales en el socialismo, la existencia de partidos obreros, agraristas, intelectuales, etc. son superfluas, ya que el partido es representante de todas esas capas de trabajadores.
[7] Los revisionistas modernos, sin embargo, trataron y siguen tratando mediante sofismas a las masas, quieren hacerles creer que los jefes socialdemócratas más reaccionarios, esos que mantienen la colaboración con la burguesía, la lucha limitada a las reformas parlamentarias, que apoyan las guerras imperialistas, etc., están tomando un presunto cariz de «izquierda». Con esa excusa de un cambio hacía la «izquierda», nunca demostrado, de los socialdemócratas y su núcleo más reaccionario, siempre han promulgado la alianza con ellos e incluso la fusión. Este mecanismo de fusión, es muy diferente a la práctica que tienen que ejercer los comunistas para resolver el objetivo pendiente que tienen muchos países de unificar a todos los partidos donde están disgregados los obreros en un único partido proletario. Los marxista-leninistas, siempre que han pretendido una unificación con algún partido socialdemócrata, agrarista, etc. y su ala izquierda, que no todo el partido en sí, lo han hecho a condición de que primero estos hayan demostrado dejar de lado la práctica reformista de colaboración de clase con la burguesía y con ello todas sus consecuencias, y segundo, en base, a aceptar unas exigencias mínimas programáticas y de estatutos en el nuevo partido para garantizar que el partido resultante sea un verdadero partido obrero y comunista. Un ejemplo de ellos son los famosos puntos del informe de Georgi Dimitrov en el VIIº Congreso de la Komintern de 1935:
«Pero, si para establecer el frente único de los partidos comunista y partidos socialdemócratas basta con llegar a un acuerdo sobre la lucha contra el fascismo, contra la ofensiva del capital y contra la guerra, la creación de la unidad política sólo es posible sobre la base de una serie de condiciones concretas que tienen un carácter de principio. Esta unificación sólo será posible: Primero, a condición de independizarse completamente de la burguesía y romper completamente el bloque de la socialdemocracia con la burguesía; Segundo, a condición de que se realice previamente la unidad de acción; Tercero, a condición de que se reconozca la necesidad del derrocamiento revolucionario de la dominación de la burguesía y de la instauración de la dictadura del proletariado en forma de soviets; Cuarto, a condición de que se renuncie a apoyar a la propia burguesía en una guerra imperialista; Quinto, a condición de que se erija el partido sobre la base de centralismo democrático, que asegura la unidad de voluntad y de acción y que ha sido constatado ya por la experiencia de los bolcheviques rusos. Tenemos que aclarar a los obreros socialdemócratas, con paciencia y camaradería, por qué la unidad política de la clase obrera es irrealizable sin estas condiciones. Con ellos debemos enjuiciar el sentido y la importancia de estas condiciones». (Georgi Dimitrov; La ofensiva del fascismo y las tareas de la Internacional en la lucha por la unidad de la clase obrera contra el fascismo; Informe ante el VIIº Congreso de la Komintern, 1935)
[8] Como tal, todos los marxista-leninistas han esgrimido que el partido marxista-leninista, o comunista, como prefieran llamarlo, no puede compartir el papel de vanguardia con otros partidos en ninguna etapa, sea esta antifascista, antiimperialista, antifeudal, anticolonial, sea la revolución socialista, o en el mantenimiento de la dictadura del proletariado una vez construido en lo económico el socialismo. Los partidos representan a las clases, y la clase obrera solo tiene al partido comunista como verdadero representante ya que es el que está armado con su ideología, o al menos la única que realmente puede guiarle en la transformación social que busca. Como decíamos, el resto de partidos pueden colaborar, ser buenos auxiliares en las grandes luchas, ya que representarán sobre todo a capas pequeño burguesas, e incluso también a alguna parte de los obreros que aún no han sido captadas por los comunistas, pero su papel desaparece totalmente una vez construido el socialismo, donde el partido comunista debe haber extendido su red de influencia tanto en la cuidad como en el campo, y dónde al haber puesto en práctica la expropiación de las clases explotadoras y construyendo el socialismo en lo económico e ir avanzando en la transformación ideológica habrá roto el esquema de las viejas clases explotadoras: ya que por ejemplo el obrero no será más una clase explotada como en el capitalismo, ya que no existe la propiedad privada del burgués, y ahora tiene el poder político, y el campesinado, aunque muchos de sus miembros con reminiscencias pequeño burguesas, tampoco será el campesinado que cultivaba su parcela individual, sino otro trabajador estatal que cada vez se acerca más al obrero trabajador de la sociedad socialista, lo mismo decir de la capa de la intelectualidad, ya no nace de las viejas clases explotadoras, ni se vende a sueldo del Estado burgués y su poder, ahora nace del obrero y el campesinado trabajador, y contribuye con su labor al socialismo. En este punto, el partido comunista será el único representante de las nuevas clases trabajadoras, este cambio ejercido en la sociedad, elimina todavía más si cabe el sentido de otros partidos:
«¿Qué evidencian estos cambios? Evidencian, en primer lugar, que las líneas divisorias entre la clase obrera y los campesinos, así como entre estas clases y los intelectuales, se están borrando, y que está desapareciendo el viejo exclusivismo de clase. Esto significa que la distancia entre estos grupos sociales se acorta cada vez más. Evidencian, en segundo lugar, que las contradicciones económicas entre estos grupos sociales desaparecen, se borran. Evidencian, por último, que desaparecen y se borran, igualmente, sus contradicciones políticas». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Sobre el proyecto de constitución en la Unión Soviética, 1936)
Esto que acabamos de sintetizar con la máxima brevedad, lo comprendió perfectamente Enver Hoxha:
«En las condiciones de una revolución democrático popular y de la lucha de liberación nacional, cuando existen varios partidos burgueses y pequeño burgueses, el partido comunista puede y debe esforzarse por colaborar con ellos en el marco de un amplio frente democrático popular o de liberación nacional. (...) Una vez instaurada y consolidada la dictadura del proletariado bajo la dirección del partido comunista, la existencia por un largo tiempo de otros partidos, incluso «progresistas», en el frente o fuera de él, no tiene ningún sentido, ninguna razón de ser, ni siquiera formalmente en nombre de la tradición. (...) Dado que la lucha de clases continúa durante el período de la construcción de la sociedad socialista y de la transición al comunismo, y que los partidos políticos expresan los intereses de determinadas clases, la presencia de otros partidos no marxista-leninistas en el sistema de dictadura del proletariado, sobre todo después de la edificación de la base económica del socialismo, sería absurda y oportunista. La inexistencia de otros partidos lejos de perjudicar a la democracia, no hace más que consolidar la verdadera democracia proletaria. El carácter democrático de un régimen no se mide por el número de partidos, sino que viene determinado por su base económica, por la clase que está en el poder, por toda la política y la actividad del Estado, por el hecho de si ésta se realiza o no en interés de las amplias masas populares, de si les sirve o no». (Enver Hoxha; Sobre el papel y las tareas del Frente Democrático, 1967)
Llegados a este punto, con Stalin recordemos de nuevos las palabras citadas de Enver Hoxha:
«En cuanto a la libertad para los diferentes partidos políticos, nosotros mantenemos una opinión un tanto diferente. Un partido es una parte de una clase, su parte de vanguardia. Varios partidos y, por consecuencia, la libertad de partidos, sólo pueden existir en una sociedad en la que existen clases antagónicas, cuyos intereses son hostiles e irreconciliables; en una sociedad donde, por ejemplo, hay capitalistas y obreros, terratenientes y campesinos, kulaks y campesinos pobres, etc. Pero en la Unión Soviética ya no hay clases como los capitalistas, los terratenientes, los kulaks, etc. En la Unión Soviética no hay más que dos clases: los obreros y los campesinos, cuyos intereses, lejos de ser hostiles, son, por el contrario, afines. Por lo tanto, en la Unión Soviética no hay base para la existencia de varios partidos y, por consiguiente, para la libertad de esos partidos. En la Unión Soviética sólo hay base para un solo partido: el partido comunista. En la Unión Soviética sólo puede existir un partido, el partido comunista». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Sobre el proyecto de constitución en la Unión Soviética, 1936)
Esto demuestra una vez más, que las teorías sobre pluralismo político, e incluso del llamado «multipartidismo en el socialismo» que Earl Browder, Nikita Jruschov, Mao Zedong, Santiago Carrillo, Palmiro Togliatti y muchos más han teorizado, no sólo no tienen base en el marxismo-leninismo, sino que se opone directamente a sus axiomas y leyes generales.
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