domingo, 18 de enero de 2015

Respondiendo a la discusión; Discurso de clausura; Georgi Dimitrov, 1948

En este «discurso de clausura» Georgi Dimitrov coronaba su majestuoso, histórico y brilllante: «Informe en el Vº Congreso del Partido Obrero (comunista) Búlgaro» del 15 de diciembre de 1948, destacando las siguientes cuestiones:

(1) Prestar atención a la puesta en práctica de las resoluciones y conclusiones de este congreso, ateniendose pues, a la máxima leninista-stalinista de que una vez establecido una línea es menester organizar su puesta en práctica para que esta no sea alterada;

(2) Lograr que los cuadros se vayan adaptando a las responsabilidades y tareas de la vida de la sociedad socialista, eliminar cualquier elemento inadmisible con las normas de partido y sus objetivos;

(3) No viendo necesario, al igual que en la democracia popular de Albania, la nacionalización de toda la tierra para transitar al socialismo, sino que simplemente realizando una reforma agraria que expropie las tierras los terratenientes y entregándola a los campesinos sin tierra, prohibiendo la compra-venta de tierra, e introducciendo a los campesinos que cultivan la tierra individualmente en koljoses –cooperativas– poco a poco, transformando éstas después en sovjoses –granjas estatales–.

(4) Recalcar una vez más que en el camino soviético y búlgaro se han de cumplir las mismas tareas fundamentales para toda transición del capitalismo al socialismo, no pudiéndose saltar jamás leyes naturales de este periodo como la dictadura del proletariado y la eliminación de todas las clases explotadoras.

El documento:
Imágenes de Dimitar Blagoev, Karl Marx, Lenin y Georgi Dimitrov

«Camaradas delegados:

Después de todo lo dicho considero que puedo limitarme a pronunciar un breve discurso de clausura.

Como pudimos ver, las discusiones probaron la plena identificación del congreso con el informe político del Comité Central, como también con los demás informes del orden del día, y con las apreciaciones y conclusiones que de ellos emanan, con la exposición de la línea general del partido sobre la edificación de los cimientos económicos y culturales del socialismo en nuestro país, con las tareas trazadas, en ese sentido de la labor del partido, en todos los dominios de nuestra vida social, política, económica y cultural. De ese modo, el congreso manifestó su plena unanimidad sobre los problemas fundamentales de la política del partido. Esta es, sin duda, una de las garantías más importantes de nuestros futuros éxitos.

La elaboración de una línea justa del partido y su aprobación unánime por los miembros de éste son, por cierto, unos factores muy importantes. Sin embargo no debemos olvidar los valiosos consejos de Iósif Stalin, sobre que las buenas resoluciones y declaraciones sobre la línea general del partido son sólo un principio del trabajo, dado que significan sólo el deseo de vencer, pero no la victoria misma. Stalin comentaba:

«Una vez trazada una línea certera, una vez se ha indicado la solución acertada de los problemas planteados, el éxito depende del trabajo de organización, depende de la organización de la lucha por la puesta en práctica de la línea del partido, depende de una acertada selección de los hombres, del control del cumplimiento, de las decisiones adoptadas por los organismos directivos. De otro modo, la acertada línea del partido y las decisiones acertadas corren el riesgo de sufrir un serio daño. Más aún: después de trazada una línea política certera, es el trabajo de organización el que lo decide todo, incluso la suerte de la línea política misma, y su cumplimiento o su fracaso». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Informe ante el XVIIº Congreso del Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, 1934)

Para que pueda triunfar la línea general del partido aprobada unánimemente en este Vº Congreso de nuestro partido, es necesario luchar de forma sistemática e insistente contra todas las dificultades, que no son pocas, en nuestro camino, para poder superarlas movilizando a todas las fuerzas del partido, de la clase obrera, de todos los trabajadores, del Frente de la Patria. Es necesario organizar la participación cada vez más activa de nuestras fuerzas en la edificación socialista; es preciso hacer una selección constante y rigurosa de los cuadros, y elevar a los más aptos para que lleven a cabo la lucha contra las dificultades, eliminar a tiempo a los ineptos, a los que no quieren o son incapaces de creer y desarrollarse.

Ahora que nuestro partido está al frente del Estado, que sus miembros ocupan posiciones responsables, posiciones claves del mismo, que su prestigio ha crecido en proporciones inauditas, que los trabajadores de nuestro país expresan una gran disposición de seguir a nuestro partido y su línea general –esto se puso de relieve de manera brillante durante la manifestación de ayer de las masas trabajadoras en Sofía–, el papel de nuestras organizaciones, de sus dirigentes es decisivo. Ahora recae sobre nuestros dirigentes la responsabilidad principal de todas las deficiencias, omisiones y errores. De nuestro partido, del trabajo de sus cuadros, dependerá el cumplimiento exitoso de la tarea, grandiosa para nuestras condiciones: el cumplimiento del plan quinquenal, como también de las demás resoluciones importantes del congreso.

En mi informe destaqué la enorme fuerza que representa nuestro partido, la amplia base social en que se apoya, la fuerza y firmeza de sus relaciones con las organizaciones de masas existentes, la fuerte raigambre que tiene en la clase obrera, entre los trabajadores, en nuestro pueblo. Y si a pesar de la existencia de enormes posibilidades, que facilitan sus éxitos, tenemos no pocas deficiencias y debilidades, no pocas omisiones, la culpa está en nosotros mismos, es ante todo de nuestra dirección operativa, que es insuficientemente concreta, y de todos nosotros, por haber cometido serias debilidades en nuestro trabajo de organización.

Tenemos que liquidar cuanto antes el atraso del trabajo de organización, en relación con las exigencias de la línea política y las tareas del partido. Debemos elevar el nivel de la dirección organizativa en todas las esferas de nuestra actividad, y en particular en la economía nacional al nivel de la dirección política, lograr que nuestro trabajo de organización asegure la realización práctica, en la vida, de la línea política y de las resoluciones del partido.

En este sentido, como ya se subrayó en el congreso, tienen importancia decisiva la selección de los cuadros, la verificación del cumplimiento de las resoluciones y el despliegue de la crítica y autocrítica en el partido, así como la democracia interna en éste.

Nuestro congreso testimonia el indudable crecimiento de los cuadros del partido, en especial de nuestros cuadros medios, que son los que determinan sobre todo el éxito de la política del partido en todos los dominios de nuestra edificación. Tenemos que ayudar con todas nuestras fuerzas al crecimiento posterior de los cuadros del partido, destruir sin ninguna vacilación a los burócratas y chupatintas incorregibles,  a los altos dignatarios envanecidos, a los charlatanes, a los incapaces para un trabajo operativo, y elevar sin temor para las funciones de dirección a cuadros nuevos, que se hayan distinguido como organizadores y trabajadores capaces.

De excepcional importancia para la acertada selección de los cuadros, para su formación y educación, para la corrección oportunista de los errores e insuficiencias en su trabajo, es el control del cumplimiento del las tareas encomendadas a cada militante del partido y a cada camarada dirigente. No sería exagerado decir que la mayoría de los fracasos y omisiones en nuestro trabajo se deben a la falta de un control constante y apropiado de su cumplimiento.
Sólo un control así puede asegurar una lucha eficaz contra el oficialismo y el burocratismo, contra los incapaces de dirigir y organizar la lucha por la realización de las resoluciones del partido, contra toda clase de desviaciones de la línea de éste. Sin embargo, para eso es necesario que dicho control del cumplimiento sistemático sea diario y constante, y además, lo efectúen los mismos dirigentes de las organizaciones.

Como lo comprobamos en la XVIº sesión Plenaria del Comité Central del partido, en julio de 1948, la crítica y autocrítica no se han convertido todavía en una verdadera fuerza motriz de su desarrollo. En ese sentido el congreso, sin duda alguna, dio un serio paso adelante, particularmente en la discusión sobre el plan quinquenal y sobre los problemas de organización.

No puedo dejar de señalar, sin embargo, camaradas, que también aquí, en el congreso, se manifestó con insuficiencia el valor de señalar abierta y sinceramente los errores y debilidades constatados, de indicar en forma concreta quiénes los han cometido, de descubrir las causas de estos errores y debilidades, de enseñar los modos y medios necesarios para su rápida y exitosa superación.

El desarrollo de la crítica y autocrítica concreta y constante en el partido, y el descubrimiento de las insuficiencias en nuestro trabajo, tienen que ser también nuestra preocupación constante y primordial después del congreso, en todos los eslabones del partido, de abajo a arriba, y de arriba a abajo.

No debemos olvidar nunca que la mayor sabiduría para el verdadero comunista es reconocer y comprender oportuna, honrada y sinceramente el error cometido, descubrir con audacia las causas que engendraron el error, y tener la voluntad inquebrantable de eliminarlo y corregirlo rápida y despiadadamente.

En el partido y en todos los dominios de nuestra vida debemos liberarnos de modo definitivo de la costumbre nociva de no señalar concretamente los errores por temor a alterar nuestras relaciones de amistad o parentesco, causar fastidio a alguien o crearnos disgustos personales. Tenemos que fustigar implacablemente todo espíritu de familiaridad al resolver problemas del partido y del Estado. Los intereses del partido, de la clase obrera, del pueblo, tienen que colocarse por encima de toda clase de consideraciones y prejuicios pequeño burgueses.

Camaradas delegados: permítanme otras dos observaciones de principio en relación con la discusión y algunas preguntas por escrito que me han llegado.

1. De lo que dije en mi informe del 19 de diciembre de 1948, en el sentido de que no consideramos la nacionalización en las condiciones actuales del país, cuando se desarrollan las haciendas cooperativas de trabajo agrícola, como condición indispensable para el desarrollo de la economía rural, de ninguna manera debe extraerse la conclusión de que en general es posible la construcción del socialismo en el campo sin la nacionalización de la tierra. Pero consideramos que si atraemos poco a poco a los campesinos pobres y medios a las haciendas cooperativas de trabajo agrícola, con el desarrollo de las estaciones de máquinas y tractores, como también por medio de la prohibición del arrendamiento de la tierra, mediante la limitación y luego prohibición del arrendamiento de la compra y venta de la tierra, la reducción y después la supresión de la renta de iniciativa de los mismos campesinos de cooperativas, cuando las condiciones lo permitan el problema de la nacionalización de la tierra se resolverá en la práctica, quedando toda la tierra en usufructo perpetuo de los trabajadores del campo. De este modo el campesino laborioso, que ahora es esclavo de su pequeño pedazo de tierra, podrá gozar en escala más amplia de los frutos de la tierra, que crecerán en medida considerable como resultado del cultivo moderno y mecanizado en las grades haciendas cooperativas.

2. La segunda caracterización se refiere a la caracterización ofrecida en el informe sobre la democracia popular. Algunos camaradas que en la discusión mencionaron el problema de la democracia popular, pusieron o estaban inclinados a poner el acento ante todo sobre las diferencias entre el régimen de democracia popular y el régimen soviético, cosa que puede llevar a conclusiones injustas y nocivas.

De acuerdo con el planteamiento marxista-leninista el régimen soviético y el de democracia popular son dos formas de un mismo poder: el de la clase obrera en alianza y al frente de los trabajadores de la cuidad y campo. Se trata de dos formas de la dictadura del proletariado. La forma específica de la transición del capitalismo al socialismo en nuestro país no deroga ni puede derogar las leyes naturales, fundamentales, del período de transición del capitalismo al socialismo, comunes para todos los países. El paso al socialismo no puede efectuarse sin la dictadura del proletariado contra los elementos capitalistas y sin la organización de la economía socialista.

Pero en tanto que la democracia burguesa es la dictadura del capital, de una minoría del gran capital explotador sobre la enorme mayoría trabajadora, la democracia popular cumples las funciones de la dictadura del proletariado en interés de la enorme mayoría trabajadora y realiza la más amplia y plena democracia, la democracia socialista.

De lo que hay de común entre el poder de democracia popular y el poder soviético en lo principal, en lo decisivo, es que la clase obrera tiene el poder en alianza y al frente de los trabajadores, se deducen conclusiones esenciales sobre la necesidad de estudiar en todos los aspectos y utilizar de la manera más amplia la gran experiencia de la edificación socialista de la Unión Soviética. Y esta experiencia, compañeras y compañeros, en consonancia con nuestras condiciones, es el único, el mejor modelo la construcción del socialismo en nuestro país, como también en los demás países de democracia popular.

Los temores expresados por el camarada Todor Pavlov ante este congreso sobre que la definición de la democracia popular como una forma de dictadura del proletariado podría alentar intentos de la violación de la ley y el orden, provocaron un revuelo considerable. Estos temores son completamente infundados. La democracia popular, que cumple las funciones de dictadura del proletariado, no puede tolerar, por su esencia y carácter, ninguna clase de arbitrariedades y desmanes. Este poder es lo bastante fuerte y firme para ser prestado y estimado por cada uno, con independencia de la posición que éste ocupe.

Camaradas y delegados; no nos hagamos ilusiones –y en nuestro partido no se encontrarán camaradas serios que se hagan semejantes ilusiones– de que el camino por el cual transita nuestro partido es liso como el pavimento que pasa frente a la asamblea nacional o el consejo de ministros. Sabemos que este camino es difícil y espinoso, pero es el único camino de salvación para la clase obrera, para el pueblo, para nuestro país.

Tenemos conciencia de que todavía debemos superar muchas dificultades. Pero sabemos también –y lo sabe asimismo nuestro pueblo– que el partido ha demostrado no temer las dificultades en el cumplimiento de su misión histórica. Nuestro partido demostró que sabe superar toda clase de dificultades, por grandes que sean y vinieran de donde vinieran, de nuestros enemigos internos o externos.

No cabe duda alguna de que ahora, pertrechado con las resoluciones históricas de nuestro Vº Congreso, aprendiendo y basándonos constante e incansablemente en el gran Partido Comunista (bolchevique) de la Unión Soviética, y de su y nuestro líder y guía, el camarada Stalin, no puede haber ninguna duda de que nuestro pueblo, nuestro partido, que estará encabezado por su Comité Central que será elegido en este Vº Congreso en base a una firmeza, disciplina férrea, diligencia y valentía ante las dificultades y peligros basada en el espíritu leninista-stalinista, traerá la conclusión victoriosa en la gran causa iniciada, de la edificación de la sociedad socialista en nuestro país». (Georgi DimitrovInforme en el Vº Congreso del Partido Obrero (Comunista) Búlgaro, del 25 de diciembre de 1948)

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