Tómese la siguiente nota como una aproximación al pensamiento
marxista-leninista, de especial importancia en estos tiempos de «recuperación»
del discurso de la segunda internacional —socialdemócratas— por los «neorevisionistas
postmodernos» del «socialismo del siglo XXI». Se verá pues que el discurso de entonces no era cualitativamente diferente al que hoy sostienen los «traidores teóricos» del «unitarimo entre clases antagónicas», del «cambio de condiciones históricas», etc.
Una cita previa:
«La dictadura revolucionaria del proletariado es un poder conquistado y mantenido mediante la violencia ejercida por el proletariado sobre la burguesía, un poder no sujeto a ley alguna». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; «La revolución proletaria y el renegado Kautsky», 1918)
El documento:
Por Vladimir Ilich Uliánov, Lenin
El problema fundamental que Kautsky trata en su folleto es el del contenido esencial de la revolución proletaria, es decir, el de la dictadura del proletariado. Se trata de un problema de gran importancia para todos los países, sobre todo para los avanzados, más aún para los beligerantes, y particularmente en el momento actual. Puede decirse sin exagerar que es el problema principal de toda la lucha de clase del proletariado. Por ello es imprescindible estudiarlo con atención.
Kautsky plantea el problema del modo siguiente: «La oposición de las dos corrientes socialistas» (es decir, bolchevique y no bolchevique) es «la oposición de dos métodos radicalmente distintos: el democrático y el dictatorial». (pág.3)
Observemos de paso que llamando socialistas a los no bolcheviques de Rusia, es decir, a los mencheviques y eseristas, Kautsky se guía por su denominación, es decir, por la palabra, y no por el lugar que efectivamente ocupan en la lucha del proletariado contra la burguesía. ¡Magnífico modo de concebir y de aplicar el marxismo! Pero ya hablaremos de esto con más detalle.
Ahora hemos de fijarnos en lo principal: el gran descubrimiento de Kautsky sobre la «antítesis fundamental» de los «métodos democrático y dictatorial». Es la clave del problema. Es la esencia del folleto de Kautsky. Y se trata de una confusión teórica tan monstruosa, de una apostasía tan completa del marxismo, que es preciso reconocer que Kautsky ha dejado muy atrás a Bernstein.
El problema de la dictadura del proletariado es el problema de la actitud del Estado proletario frente al Estado burgués, de la democracia proletaria frente a la democracia burguesa. Parece que está claro como la luz del día. ¡Pero Kautsky, como un profesor de instituto, momificado por la repetición de textos de historia, se vuelve tozudamente de espaldas al siglo XX, da la cara al XVIII y por centésima vez, en una larga sucesión de párrafos de un aburrimiento infinito, sigue rumia que te rumia los viejos conceptos sobre la actitud de la democracia burguesa hacia el absolutismo y el medievalismo!
¡En verdad, parece como si masticara sin muelas!
Porque esto significa no comprender en absoluto la relación que guardan las cosas. Porque sólo una sonrisa provoca ese afán de Kautsky de presentar las cosas como si hubiera gentes que predicaran «el desprecio a la democracia» (pág.11), etc. Kautsky se ve obligado a oscurecer y embrollar el problema con tonterías como éstas, porque lo plantea al modo de los liberales, hablando de la democracia en general y no de la democracia burguesa; incluso evita este exacto concepto de clase y procura hablar de la democracia «presocialista». Casi una tercera parte del folleto, 20 páginas de 63, las ha llenado nuestro charlatán de una palabrería que le resulta muy agradable a la burguesía, porque equivale a adornar la democracia burguesa y dejar en la sombra el problema de la revolución proletaria.
Ahora bien, el folleto de Kautsky se titula «La dictadura del proletariado». Todo el mundo sabe que ésta es precisamente la esencia de la doctrina de Marx. Y Kautsky, después de charlar fuera del tema, tiene que citar las palabras de Marx sobre la dictadura del proletariado.
¡Lo que es una verdadera comedia es cómo la ha hecho el «marxista» Kautsky! Escuchad:
«En una sola palabra de Marx se apoya ese punto de vista» (que Kautsky califica de desprecio a la democracia): así lo dice textualmente en la pág.20. Y en la pág.60 se repite, llegando a decir que (los bolcheviques) «han recordado a tiempo una palabreja» (¡¡Así como suena!! des Wörtchens) «sobre la dictadura del proletariado, que Marx empleó una vez en 1875, en una carta».
Veamos la «palabreja» de Marx:
«Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el período de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado» [6].
En primer lugar, decir que es «una sola palabra», y hasta una «palabreja», este famoso razonamiento de Marx, que resume toda su doctrina revolucionaria, es burlarse del marxismo, es renegar de él plenamente. No hay que olvidar que Kautsky se sabe a Marx casi de memoria y que, a juzgar por todos sus escritos, tiene en su mesa de trabajo o en su cabeza una serie de ficheros donde todo lo que Marx escribió está distribuido con el máximo orden y comodidad para las citas. Kautsky no puede ignorar que, tanto Marx como Engels, tanto en sus cartas como en las obras impresas, han hablado muchas veces de la dictadura del proletariado, antes de la Comuna y, sobre todo, después de ella. Kautsky no puede ignorar que la fórmula «dictadura del proletariado» no es sino un enunciado históricamente más concreto y científicamente más exacto de la misión del proletariado consistente en «destruir» la máquina estatal burguesa, misión de la que tanto Marx como Engels, teniendo en cuenta la experiencia de las revoluciones de 1848 y aún más de la de 1871, hablan de 1852 a 1891, durante cuarenta años.
¿Cómo explicar esta monstruosa deformación que del marxismo hace Kautsky, exégeta del marxismo? Si se busca la base filosófica de semejante fenómeno, todo se reduce a una sustitución de la dialéctica por el eclecticismo y la sofistería. Kautsky es gran maestro en esta clase de sustituciones. Si se pasa al terreno político práctico, todo se reduce a servilismo ante los oportunistas, es decir, al fin y al cabo, ante la burguesía. Haciendo progresos cada vez más rápidos desde que comenzó la guerra, Kautsky ha llegado al virtuosismo en este arte de ser marxista de palabra y lacayo de la burguesía de hecho.
Se convence uno aún más de ello al ver la admirable «interpretación» que Kautsky da a la «palabreja» de Marx sobre la dictadura del proletariado. Escuchad:
«Marx, desgraciadamente, no indicó en forma más detallada cómo concebía esta dictadura»... (Mentira completa de renegado, porque Marx y Engels han dado bastantes indicaciones detalladísimas, que intencionadamente deja de lado Kautsky, exégeta del marxismo)… «Literalmente, la palabra dictadura significa supresión de la democracia. Pero, naturalmente, esta palabra, tomada al pie de la letra, significa también el poder personal de un solo individuo no sujeto a ley alguna. poder personal que se diferencia del despotismo en que no se entiende como institución estatal permanente, sino como medida extrema de carácter transitorio.
La expresión «dictadura del proletariado», es decir, no la dictadura de una persona, sino de una clase, excluye ya la hipótesis de que Marx, al utilizarla, entendiera literalmente la palabra dictadura.
No se refería en este caso a una forma de gobierno, sino a una situación que necesariamente habrá de producirse en todas partes donde el proletariado conquiste el poder político. El hecho de que Marx mantuviera el punto de vista de que en Inglaterra y en Norteamérica la transición puede efectuarse pacíficamente, es decir, por vía democrática, demuestra ya que aquí no se refería a las formas de gobierno». (pág.20).
Hemos citado intencionadamente todo este razonamiento para que el lector pueda ver claramente los procedimientos de que se vale el «teórico» Kautsky.
Kautsky ha tenido a bien abordar el problema de manera que le permitiese empezar por la definición de la «palabra» dictadura.
Muy bien. Cada cual tiene perfecto derecho a abordar los problemas como quiera. Pero hay que distinguir el modo serio y honrado de hacerlo, del que no es honrado. Quien quisiera tratar seriamente el problema, abordándolo de ese modo, tendría que dar su definición de la «palabra». Entonces la cuestión quedaría clara y francamente planteada. Kautsky no lo hace. «Literalmente —escribe—, la palabra dictadura significa supresión de la democracia».
En primer lugar, esto no es una definición. Si Kautsky desea evitar la definición del concepto de dictadura, ¿para qué eligió esa forma de abordar el problema?
En segundo lugar, esto es notoriamente falso. Es lógico que un liberal hable de «democracia» en términos generales. Un marxista no se olvidará nunca de preguntar: «¿Para qué clase?» Todo el mundo sabe, por ejemplo —y el «historiador» Kautsky lo sabe también—, que las insurrecciones e incluso las grandes perturbaciones de los esclavos en la antigüedad hacían ver inmediatamente la esencia del Estado grecorromano como dictadura de los esclavistas. ¿Suprimía esta dictadura la democracia entre los esclavistas, para ellos? Todo el mundo sabe que no.
El «marxista» Kautsky ha dicho un absurdo monstruoso y una falsedad, porque «se ha olvidado» de la lucha de clases...
Para transformar la afirmación liberal y mentirosa de Kautsky en afirmación marxista y verdadera, hay que decir: la dictadura no significa necesariamente supresión de la democracia para la clase que la ejerce sobre las otras clases, pero sí significa necesariamente la supresión (o una restricción esencialísima, que es también una de las formas de supresión) de la democracia para la clase sobre la cual o contra la cual se ejerce la dictadura.
Pero, por cierta que sea esta afirmación, no define la dictadura.
Examinemos la frase siguiente de Kautsky:
… «Pero, naturalmente, esta palabra, tomada al pie de la letra, significa también el poder personal de un solo individuo no sujeto a ley alguna»…
Como un cachorro ciego que mete la nariz al azar en todos los sitios, Kautsky ha tropezado aquí por casualidad con una idea justa (que la dictadura es un poder no sujeto a ley alguna), pero, sin embargo, no ha dado una definición de la dictadura y ha dicho, además, una falsedad histórica evidente: que la dictadura significa el poder de una sola persona. Esto es incluso gramaticalmente inexacto, porque la dictadura puede ejercerla un grupo de personas, una oligarquía, una clase, etc.
Luego indica Kautsky la diferencia entre dictadura y despotismo, pero, aunque su afirmación es falsa a todas luces, no nos detendremos en ella, porque no tiene nada que ver con el problema que nos interesa. Conocida es la afición de Kautsky a volverse de espaldas al siglo XX, de cara al siglo XVIII, y del XVIII a la antigüedad grecorromana, y esperamos que, cuando el proletariado alemán implante la dictadura tenga en cuenta esta afición y lo nombrará, por ejemplo, profesor de historia antigua de un liceo. Rehuir una definición de la dictadura del proletariado, limitándose a elucubraciones sobre el despotismo, es o extrema necedad o muy torpe bellaquería.
¡En resumen, Kautsky, que se proponía hablar de dictadura, ha dicho a sabiendas muchas cosas falsas, pero no ha dado ninguna definición! Sin confiar en sus facultades intelectuales, hubiera podido recurrir a su memoria y sacar de los «ficheros» todos los casos en que Marx ha hablado de la dictadura. Habría obtenido, de seguro, la definición siguiente, u otra que, en el fondo, coincidiría con ella:
La dictadura es un poder que se apoya directamente en la violencia y no está sometido a ley alguna.
La dictadura revolucionaria del proletariado es un poder conquistado y mantenido mediante la violencia ejercida por el proletariado sobre la burguesía, un poder no sujeto a ley alguna.
¡Y esta sencilla verdad, verdad clara como la luz del día para todo obrero consciente (representante de las masas, y no de la capa superior de la canalla pequeñoburguesa vendida a los capitalistas, como son los socialimperialistas de todos los países), esta verdad evidente para todo representante de los explotados que luchan por su liberación, esta verdad indiscutible para todo marxista hay que «arrancársela en guerra» al sapientísimo señor Kautsky! ¿Cómo explicarlo? Por el espíritu de servilismo de que se han penetrado los jefes de la II Internacional, convertidos en despreciables sicofantes al servicio de la burguesía.
Kautsky ha empezado tergiversando los términos, afirmando, cosa evidentemente absurda, que en su sentido literal la palabra dictadura significa dictadura de una sola persona, y luego -¡apoyándose en esa tergiversación!- declara que, «por consiguiente», las palabras de Marx sobre la dictadura de clase no tienen sentido literal (sino un sentido, según el cual dictadura no significa violencia revolucionaria, sino «pacífica» conquista de la mayoría bajo la «democracia» burguesa, no se pierda de vista esto).
Hay que distinguir, figuraos, entre «situación» y «forma de gobierno». ¡Distinción de maravillosa profundidad, lo mismo que si hiciéramos diferencias entre la «situación» de la tontería de una persona que razona de un modo necio, y la «forma» de sus tonterías!
Kautsky necesita interpretar la dictadura como «situación de dominio» (es la expresión que emplea literalmente en la página siguiente, en la 21), porque entonces desaparece la violencia revolucionaria, desaparece la revolución violenta. ¡La «situación de dominio» es la situación en que se halla cualquier mayoría bajo… la «democracia»! ¡Con este ardid de mala fe desaparece felizmente la revolución!
Pero el ardid es demasiado burdo y no salvará a Kautsky. Que la dictadura supone y significa una «situación» de violencia revolucionaria de una clase sobre otra, cosa desagradable para los renegados, es algo imposible de ocultar. Distinguir entre «situación» y «forma de gobierno» es un absurdo que salta a la vista. Hablar en este caso de forma de gobierno es triplemente necio, porque cualquier niño sabe que monarquía y república son formas de gobierno distintas. Al señor Kautsky es necesario demostrarle que estas dos formas de gobierno, como todas las «formas de gobierno» de transición bajo el capitalismo, no son sino variedades del Estado burgués, es decir, de la dictadura de la burguesía.
En fin, hablar de formas de gobierno es falsificar a Marx de manera no sólo necia, sino torpe, porque Marx, bien claramente, se refiere aquí a la forma o tipo de Estado, y no a la forma de gobierno.
La revolución proletaria es imposible sin destruir violentamente la máquina del Estado burgués y sin sustituirla por otra nueva, que, según las palabras de Engels, «no es ya un Estado en el sentido propio de la palabra» [7].
Kautsky tiene que encubrir y tergiversar todo esto; lo exige su posición de renegado.
Ved a qué miserables subterfugios recurre.
Primer subterfugio: … «El hecho de que Marx mantuviera el punto de vista de que en Inglaterra y en Norteamérica la transición puede efectuarse pacíficamente, es decir, por vía democrática, demuestra ya que aquí no se refería a las formas de gobierno»…
La forma de gobierno no tiene que ver con esto nada en absoluto, porque hay monarquías que no son típicas para el Estado burgués, que se distinguen, por ejemplo, por la ausencia de militarismo, y hay repúblicas absolutamente típicas en este aspecto, por ejemplo, con militarismo y con burocracia. Esto es un hecho político e histórico notorio, y Kautsky no conseguirá falsificarlo.
Si Kautsky hubiera querido razonar seria y honradamente, se habría preguntado: ¿Hay leyes históricas que se refieran a la revolución y no tengan excepciones? La contestación hubiera sido: no, no existen tales leyes. Estas leyes se refieren tan sólo a lo típico, a lo que Marx llamó una vez «ideal», en el sentido de capitalismo medio, normal, típico.
Prosigamos. ¿Había en la década del 70 algo que hiciera de Inglaterra o de Norteamérica una excepción en el sentido que examinamos? Para toda persona un poco familiarizada con lo que la ciencia pide en el terreno de los problemas históricos, es evidente que esta pregunta es necesario plantearla. No plantearla significa falsificar la ciencia, significa jugar a los sofismas. Y una vez planteada, la contestación no ofrece dudas: la dictadura revolucionaria del proletariado es violencia contra la burguesía; esta violencia se hace particularmente necesaria, según lo han explicado con todo detalle y múltiples veces Marx y Engels (principalmente en «La guerra civil en Francia» y en el prólogo a esta obra) por la existencia del militarismo y de la burocracia. ¡Estas instituciones precisamente, en Inglaterra y en Norteamérica precisamente y en la década del 70 del siglo XIX, precisamente cuando Marx hizo su observación, no existían! (Y ahora existen, tanto en Inglaterra como en Norteamérica.)
¡Kautsky tiene que hacer trampas materialmente a cada paso para encubrir su apostasía!
Y observad la manera como esta vez ha enseñado sin quererlo sus orejas de burro: ha escrito ¡¡«pacíficamente, es decir, por vía democrática»!!
Al definir la dictadura, Kautsky ha hecho todos los esfuerzos posibles para ocultar al lector el rasgo fundamental de este concepto: la violencia revolucionaria. Y ahora se ha impuesto la verdad: se trata de la oposición entre revolución pacífica y revolución violenta.
Ahí está el quid. Todos los subterfugios, los sofismas, las viles falsificaciones de que Kautsky se vale, le hacen falta para rehuir la revolución violenta, para ocultar que reniega de ella, que se pasa al lado de la política obrera liberal, es decir, al lado de la burguesía. Ahí está el quid.
El «historiador» Kautsky falsifica la historia con tal cinismo, que «olvida» lo fundamental: el capitalismo premonopolista -cuyo apogeo corresponde precisamente a la década del 70 del siglo XIX- en virtud de sus rasgos económicos esenciales, que en Inglaterra y en Norteamérica se manifestaban de un modo particularmente típico, se distinguía por un máximo apego, relativamente hablando, a la paz y a la libertad. En cambio, el imperialismo, es decir, el capitalismo monopolista, que sólo ha llegado a una plena madurez en el siglo XX, atendidos sus rasgos económicos esenciales, se distingue por un apego mínimo a la paz y a la libertad, por un desarrollo máximo del militarismo en todas partes. «No advertir» esto, hablando de lo típico o de lo probable que es una revolución pacífica o violenta, es rebajarse al nivel del más adocenado lacayo de la burguesía.
Segundo subterfugio: La Comuna de París fue una dictadura del proletariado, pero fue elegida por sufragio universal, sin privar a la burguesía de su derecho al voto, es decir, «democráticamente». Y concluye Kautsky, con aire de triunfo:
… «La dictadura del proletariado era para Marx» (o según Marx) «una situación que resulta necesariamente de la democracia pura si el proletariado constituye la mayoría» (bei überwiegendem Proletariat, pág.21)
Este argumento de Kautsky es tan divertido, que se ve uno en un verdadero embarras des richesses (dificultad nacida de la abundancia… de objeciones). En primer lugar, es cosa sabida que la flor, el Estado Mayor, las capas altas de la burguesía huyeron de París a Versalles. En Versalles estaba el «socialista» Luis Blanc, lo cual demuestra, por cierto, que es falsa la afirmación de Kautsky cuando dice que en la Comuna participaron «todas las tendencias» del socialismo. ¿No es ridículo presentar como «democracia pura» con «sufragio universal» la división de los habitantes de París en dos campos beligerantes, en uno de los cuales estaba concentrada toda la burguesía de espíritu belicoso, políticamente activa?
En segundo lugar, la Comuna luchó contra Versalles, como gobierno obrero de Francia contra el gobierno burgués. ¿A qué viene aquí eso de «democracia pura» y de «sufragio universal», cuando París decidía la suerte de Francia? Cuando Marx consideraba que la Comuna había cometido un error por no haberse incautado del Banco, que pertenecía a toda Francia [8], ¿¿partía acaso de los principios y la práctica de la «democracia pura»??
Bien se ve que Kautsky escribe en un país donde la policía prohíbe a la gente reírse «en grupo», porque de otro modo la risa le hubiera ya matado.
En tercer lugar, me permitiré recordar respetuosamente al señor Kautsky, que se sabe de memoria a Marx y a Engels, el siguiente juicio de Engels sobre la Comuna desde el punto de vista... de la «democracia pura»:
«¿No han visto nunca una revolución estos señores» (los antiautoritarios)? «Una revolución es, indudablemente, la cosa más autoritaria que existe; es el acto por medio del cual una parte de la población impone su voluntad a la otra parte por medio de fusiles, bayonetas y cañones, medios autoritarios si los hay; y el partido victorioso, si no quiere haber luchado en vano, tiene que mantener este dominio por el terror que sus armas inspiran a los reaccionarios. ¿La Comuna de París habría durado acaso un solo día, de no haber empleado esta autoridad de pueblo armado frente a los burgueses? ¿No podemos, por el contrario, reprocharle el no haberse servido lo bastante de ella?» [9].
¡Ahí tenéis la «democracia pura»! ¡Cómo se hubiera mofado Engels del vulgar pequeñoburgués, del «socialdemócrata» (en el sentido que se daba en Francia a estas palabras en la década del 40, y en el que se les da en toda Europa en 1914-1918) al que se le hubiera ocurrido hablar en general de «democracia pura» en una sociedad dividida en clases!
Pero basta. Es imposible enumerar todos los absurdos a que llega Kautsky, porque cada una de sus frases es un abismo sin fondo de apostasía.
Marx y Engels han analizado con todo detalle la Comuna de París, demostrando que su mérito consistió en la tentativa de destruir, de romper «la máquina del Estado existente». Tal importancia atribuían Marx y Engels a esta conclusión, que en 1872 sólo introdujeron esa enmienda en el programa, «anticuado» (en parte) del «Manifiesto del Partido Comunista» [10] Marx y Engels han demostrado que la Comuna suprimía el ejército y la burocracia, suprimía el parlamentarismo, destruía «la excrecencia parasitaria que es el Estado», etc., pero el sapientísimo Kautsky se cala el gorro de dormir y repite lo que mil veces han dicho los profesores liberales, los cuentos de la «democracia pura».
No sin razón dijo Rosa Luxemburgo el 4 de agosto de 1914 que la socialdemocracia alemana es ahora un cadáver hediondo.
Tercer subterfugio: «Si hablamos de la dictadura como forma de gobierno, no podemos hablar de dictadura de clase. Porque una clase, como ya hemos señalado, sólo puede dominar, pero no gobernar»… Gobiernan «organizaciones» o «partidos».
¡Embrolla usted, embrolla usted de un modo atroz, señor «consejero del embrollo»! La dictadura no es una «forma de gobierno», eso es un absurdo ridículo. Marx no habla de «forma de gobierno», sino de forma o tipo de Estado, lo que es absolutamente distinto, lo que se dice absolutamente distinto. Totalmente inexacto es también eso de que no puede gobernar una clase: semejante absurdo sólo puede decirlo un «cretino parlamentario», que no ve nada más allá del parlamento burgués, que no advierte nada más que los «partidos gobernantes». Cualquier país europeo puede ofrecer a Kautsky ejemplos de gobierno ejercido por la clase dominante, por ejemplo, los terratenientes en la Edad Media, a pesar de su insuficiente organización.
Resumen. Kautsky ha desvirtuado del modo más inaudito el concepto de dictadura del proletariado, haciendo de Marx un adocenado liberal, es decir, se ha deslizado él mismo al nivel de un liberal que dice frases vulgares acerca de la «democracia pura», velando y encubriendo el contenido de clase de la democracia burguesa y rehuyendo por encima de todo la violencia revolucionaria por parte de la clase oprimida. Cuando Kautsky «interpreta» el concepto de «dictadura revolucionaria del proletariado» de tal modo que desaparece la violencia revolucionaria por parte de la clase oprimida contra los opresores, bate el record mundial de desvirtuación liberal de Marx. El renegado Bernstein no es más que un cachorrito al lado del renegado Kautsky.
Notas
[6] Véase K. Marx, «Crítica del programa de Gotha» (K. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XIX).
[7] Véase la carta de F. Engels a A. Bebel, del 18-28 de marzo de 1875 (K. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XIX). Más adelante, en las págs. 19-20 y 49 de la presente edición, Lenin vuelve a citar esta carta de F. Engels (ibíd.)
[8] Esta idea la expone F. Engels en la Introducción a la obra de K. Marx «La guerra civil en Francia» (véase K. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XXII).
[9] Véase K. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XVIII.
[10] Véase K. Marx y F. Engels, «Manifiesto del Partido Comunista», ed. en español, Pekín, 1968.
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