Llegando al tema de las relaciones monetario-mercantiles, tercer capítulo del libro de Rafael Martinez titulado: «Sobre el Manual de Economía Política de Shangái», veremos como patina estrepitosamene el revisionismo maoísta a la hora de intentar cuadrar su «socialismo de mercado» con lo que debería ser el socialismo resultante de la puesta en práctica del marxismo-leninismo. Como el autor explica veremos ciertas aproximaciones a los postulados premarxistas, jruschovianos, bujarinistas, o titoistas como; vender los tractores a las colectividades, perpetuar y elevar la ley del valor para regular el mercado y las relaciones entre empresa y Estado, querer aparentar centralización y planificación a nivel nacional con un plan en una economía descentralizada y atada a la ley del valor, propagar la idea de que el subdesarrollo de las fuerzas de producción en las condiciones históricas concretas de un país agrícola atrasado, como una razón objetiva de la existencia de estas relaciones monetario-mercantiles en el sector estatal de la economía, etc. Pero, no sin que en el intento de colar dichos despropósitos nieguen la incorporación «nuevos» absurdos teóricos a la pila de teorías revisionistas; como que la propiedad colectiva es una propiedad directamente social.
El documento:
El documento:
Zhu De, Zhou Enlai, Chen Yun, Liu Shaoqi, Mao Zedong, Deng Xiaoping |
El papel de las relaciones monetario-mercantiles
En la presente sección se evalúa el papel de las relaciones monetario-mercantiles en el sistema propugnado por los autores del manual de Shanghái. Es conveniente tener en cuenta que los postulados presentados por los autores con respecto a las relaciones monetario-mercantiles difieren poco en la esencia de las defendidas por los economistas revisionistas en el período que abarca después de la muerte de Stalin. Observamos una serie de diferencias formales con respecto a la línea del partido definida por sus homólogos de la Unión Soviética, pero éstas, a pesar de lo que muchos podrían reclamar, no alteran la esencia verdadera del «socialismo de mercado» de sus postulados. Este es el caso también para otros aspectos de la economía política de la sociedad de transición presentados en el manual.
Es pertinente señalar que en el tratamiento de las relaciones monetario-mercantiles, dicho manejo de los autores del asunto, acaba siendo un subproducto más de de sus postulados fundamentales, estando claramente ligado a fuertes elementos premarxistas tan característicos del manual de Shanghái. Su «socialismo de mercado» es el resultado de consideraciones más básicas y añade poco a la historia en cuestión si se mira desde la perspectiva histórica de la formación del pensamiento marxista y la lucha contra las desviaciones de derecha. Vamos a empezar la discusión con una de las conclusiones más importantes extraídas en el famoso manual:
«El desdoblamiento de cooperación socialista requiere una extensión del estilo de trabajo comunista, una firme adhesión a los principios socialistas, una observancia voluntaria de las políticas fiscales y la aplicación decidida de las distintas políticas económicas proletarias. Por lo tanto, en las relaciones de cooperación entre las empresas estatales y las empresas colectivas, en todo, entre las empresas del Estado, entre las empresas colectivas, entre sectores y entre regiones, debe observarse el principio del intercambio equivalente y precios justos». (ibíd., p. 297)
Dicha sentencia hace hincapié en algo que no representa nada más que la conocida «ley del valor», o también llamada «ley del intercambio equivalente». La declaración es explícita: la ley del valor regula el intercambio de trabajo entre los objetos de producción en la sociedad de transición, ya sea entre empresas estatales y propiedad colectiva, o entre las empresas de propiedad estatal [13]. Esta expresión de defensa del «socialismo de mercado» no es una expresión aislada en el manual, sino que sigue su matriz más pura y elemental, y dicho «socialismo de mercado» no es nuevo, el cual ya fue defendido por Dühring y todas las desviaciones revisionistas de derecha después de él. Esta declaración es fundamentalmente premarxista y constituye uno de los pilares más importantes de la interpretación pequeñoburguesa de la economía política de la sociedad de transición.
La cita que atrae la atención de los lectores no es un error aislado, sino una característica bien definida del manual de Shanghái de la que sus autores se sienten orgullosos, esta declaración teórica en la práctica es totalmente compatible con el sistema económico defendido por ellos. Los autores comparan el «estilo de trabajo comunista» a la aplicación del principio del intercambio equivalente. Esto se aplica a todos los sectores de la economía:
«El intercambio de mano de obra, recursos materiales y los fondos entre las empresas por lo que debe estar inspirada en el estilo cooperativo del comunismo y debe seguir el principio del intercambio equivalente». (ibíd., p. 404)
La historia económica de la construcción del socialismo y la generalización de la gran cantidad de datos económicos indican que la ley de intercambio equivalente –ley del valor– no es la principal criterio reguladora de las porciones de trabajo entre las unidades de producción, esto es algo que los revisionistas chinos afirmaban de vez en cuando y otras veces –como acabamos de ver– negaban directamente con este tipo de declaraciones. Como cuestión de hecho, la ley de intercambio de equivalentes –ley del valor– puede ser violada de forma sistemática en sectores enteros de la economía si las tareas de la construcción de la nueva economía así lo exigen. La ley del intercambio equivalente –ley del valor– puede observarse en función de las condiciones concretas e históricas en las políticas del Estado proletario en un momento dado y sus tareas de construcción socialista, pero no constituye una ley general, un principio general de cualquiera de las economías en transición; socialista o comunista. Por ejemplo, la cooperación entre el Estado y el sector colectivo está obligada a violar la ley de intercambio de equivalentes –ley del valor– en algún momento, de lo contrario la mecanización del campo, no sería posible.
Si bien el Estado conserva la propiedad de los principales medios de producción –tractores, por ejemplo–, las granjas colectivas disfrutan de su uso. En cambio, una cierta fracción de producción agrícola es asignada por la granja colectiva al Estado en un camino que no necesariamente cumple con la ley de equivalente cambia y se conforma a un cambio de un tipo diferente. Lo mismo ocurre con el desarrollo de la industria pesada o de otros sectores de la economía, que pueden llevar un desarrollo que no necesariamente es rentable o incluso es totalmente improductivo –la industria pesada comparándola con la industria ligera es mucho menos rentable pero ese necesaria por lo explicado anteriormente–, y sin embargo son indispensables para asegurar la reproducción ampliada socialista. Que la ley de intercambio de equivalentes –ley del valor–no es la reguladora de la proporción de mano de obra en las economías de transición socialista es un hecho muy bien establecido en las diferentes obras clásicas, y no está dentro del alcance de la presente discusión el cubrir los diferentes aspectos de esta fascinante cuestión que ha sido cubierta en su totalidad en gran parte por la literatura marxista-leninista. Tenemos todas las razones para creer –aunque no tenemos evidencia directa– que los economistas chinos estaban familiarizados con la literatura económica soviética de la primera mitad de la década de 1950 ya que este tipo de declaraciones abiertamente contradice el espíritu del Primer Plan Quinquenal.
Proclamar que la ley de intercambio de equivalentes –ley del valor– es un principio general de la economía de transición es una expresión del pensamiento premarxista tan brillantemente expuesta por Engels en el Anti-Dühring:
«El «intercambio de trabajo por trabajo según el principio de la estimación igual», en la medida en que tiene algún sentido, y este sentido estriba en la intercambiabilidad de productos del mismo trabajo social, o sea en la ley del valor, es la ley fundamental precisamente de la producción mercantil, y, naturalmente, también de la forma suprema de la misma, que es la producción capitalista. Esa ley se impone hoy día en la actual sociedad del mismo y único modo en que pueden imponerse leyes económicas en una sociedad de productores privados: como ley natural de acción ciega, contenida en las cosas y en las relaciones, independiente del querer y el hacer de los productores mismos». (Engels, Anti-Duhring, 1878)
La declaración propuesta por los autores de manual está destinada a ser universal para el socialismo y se aplica, en particular, a las empresas estatales. Esto representa una de las declaraciones más explícitas en todo este manual de economía-política, pues significa que sus autores abogan por nada más y nada menos que un programa para la construcción del «socialismo de mercado» como venimos insistiendo, probablemente en una de sus expresiones más ingenuas y fáciles de detectar para los revolucionarios. En este sentido, los autores de este manual de economía política conciben las relaciones económicas en el socialismo de una manera similar a Dühring, y la crítica de Engels se aplica igualmente bien a ellos como lo hizo con Dühring. Ni que decir tiene, el tipo de «socialismo de mercado» de Bogdánov-Bujarin-Rykov y sus herederos en el período de posguerra, con Voznesenski siendo el más prominente de ellos, concebían la naturaleza del intercambio de mano de obra en la sociedad de transición socialista de una manera similar. Ellos difieren poco de Dühring en este sentido. Los economistas revisionistas de la era jruschovista-brezhnevista toman esta tradición, aunque se hacen esfuerzos importantes para «fundamentar» en términos más elaborados y académicos todo ello.
Ni que decir tiene, y es muy lamentable, que tales formulaciones antimarxistas vayan acompañados de declaraciones aparentemente revolucionarias que tienen por objeto nada más que confundir al lector. Afirmar que la cooperación socialista requiere una extensión del «estilo de trabajo comunista», mientras que al mismo tiempo se está apelando a la ley del valor, es una frase vacía o una contradicción flagrante. Parece contradictorio para nosotros que ley de intercambio equivalente –ley del valor–, sea entendida como una ley general en el socialismo consistente con la cooperación socialista, con los principios socialistas y el estilo de trabajo comunista. Tiene poco o ningún sentido proclamar bien alto «una firme adhesión a los principios socialistas» o llevar a cabo «una observancia voluntaria de las políticas fiscales y la aplicación decidida de las distintas políticas económicas proletarias» si los fundamentos de las relaciones económicas se determinan generalmente por la ley de intercambio equivalente –ley del valor–. Hay que poner en situación al lector y decir, que dichos postulados están relacionados y representan, la doctrina bien conocida de «revolución en el mando», que pretende vencer como decía Engels acciones económicas objetivas, ósea «leyes naturales de acción ciega, contenida en las cosas y en las relaciones, independiente del querer y el hacer de los productores mismos», ¿cómo?; mediante grandes dosis de voluntarismo, algo que no tiene nada que ver con la economía política marxista-leninista, y cuyo carácter antimarxista se elaborará con algo más de detalle en la última sección.
Mientras tanto, vamos a elaborar un poco más en la línea de pensamiento seguida por los autores con el fin de llegar a esta conclusión abiertamente revisionista. Esto es interesante para la comprensión de la estructura interna de la desviación revisionista que es específica de lo que se conoce comúnmente como el maoísmo. El manual de Shanghái inicia la discusión al aceptar formalmente la formulación marxista-leninista de la fuente de las relaciones monetario-mercantiles en el socialismo. El manual acepta el hecho de que la producción mercantil en el socialismo se debe a la existencia de dos formas de propiedad:
«En la economía del Estado, los productos son transferidos de una empresa estatal a otra empresa del Estado. El producto sigue siendo propiedad del Estado socialista, y no ha habido ninguna transferencia de los derechos de propiedad. Por otra parte, las transferencias de productos entre las empresas suelen ser asignados y entregados de acuerdo a los planes estatales en lugar de tomar el lugar a través del mercado. Por lo tanto, este tipo de transferencia de producto no es básicamente el intercambio de mercancías. Ya posee muchas características de la distribución comunista de los productos». (Ibíd., p. 314)
Esta es una declaración muy conocida formulada por Stalin en su obra: «Problemas económicos del socialismo en la URSS» escrita en 1952, la cual recomendamos vehementemente para poder detectar todo este tipo de desviaciones que estamos viendo en el actual documento. A diferencia de la Unión Soviética después del fallecimiento de Stalin, en China sí se le permitió a esta obra circular y no fue censurada. Por otra parte, las obras de Stalin fueron mencionados en los documentos oficiales y los debates durante varios años, por lo menos hasta el final de la Revolución Cultural. Es importante recordar al lector que esta declaración particular sobre el campo de la economía política ha sido ampliamente aceptada por los economistas de la década de 1950 en todo el mundo socialista y progresista, y en este sentido no es de extrañar apreciar «restos» del «pensamiento antiguo» en China. Este punto se explicará más adelante. Sin embargo, como esperamos aclarar en esta sección, este tipo de afirmación tiene un carácter puramente formal y descubre una grave desviación del espíritu de la obra de Stalin.
A pesar de aceptar formalmente esta afirmación marxista-leninista, los autores de libros de texto ejecutan una terrible contradicción. Tal afirmación aparentemente correcta se hace bajo el supuesto de que los productos de la economía de transición socialista, incluido el de las granjas colectivas, encarnan la producción social directa Craso error. Aunque según su pensamiento se considera toda la producción en el socialismo como directamente social, los autores del manual defienden también la necesidad de preservar la producción de mercancías, debido a la existencia de dos formas de propiedad:
«La producción social directa socialista se lleva a cabo sobre la base de estas dos formas de propiedad socialista [Nota del autor: estatal y colectiva]. Los productos son propiedad respectivamente del Estado socialista y varias empresas bajo el régimen de propiedad colectiva. Esto determina que la producción social directa en el socialismo no puede eliminar la producción e intercambio de mercancías». (ibíd., p. 313)
La idea antimarxista que la producción de las granjas colectivas, es decir: vastos sectores no socializado de la economía, es una manifestación de la producción social directa es avalado por los autores, que sostienen que las restricciones bajo las cuales se colocan las granjas colectivas subvierten el carácter privado de su producción en la medida que su trabajo se convierte en directamente social:
«Visto como un todo, la producción de la economía del Estado y la economía colectiva basada en la propiedad pública socialista se organiza de acuerdo a los planes de todo el país. Se lleva a cabo para atender directamente las necesidades de la sociedad, es decir, para satisfacer directamente las necesidades del proletariado y todo el pueblo trabajador. Este tipo de producción pierde el carácter de la producción privada. Visto desde su aspecto básico, se ha convertido en la producción social directa. Los productos del trabajo también son socialmente útiles desde el principio, y por lo tanto ya no son productos privados sino que son productos sociales directos». (ibíd., p. 312)
Argumentar que un producto es útil, y que por tanto es directamente social es un tipo de argumentación que fue seguida por Bujarin en su día y fue sin rodeos expuesta por Lenin como antimarxista. Como cuestión de hecho, los productos de la economía capitalista también satisfacen las necesidades sociales, pero eso no los hace directamente sociales. Desde luego hay que decir una cosa: declarar abiertamente que la producción colectiva es una forma de trabajo directamente social es una contribución singular a la historia del pensamiento económico del revisionismo moderno. Los economistas soviéticos de la época revisionista fueron lo suficientemente cuidadosos de no hacer una declaración tan abiertamente antimarxista. De hecho, los ideólogos del revisionismo moderno, con el fin de defender el carácter mercantil de los productos en el socialismo –fuera la propiedad del tipo que fuera–, suponían que de una forma u otra que el trabajo en el socialismo todavía no había logrado ser trabajo directamente social. Obviamente hay que añadir que tampoco los marxistas-leninistas tratan el trabajo de las granjas colectivas como una forma de trabajo directamente social.
Es muy importante notar que la argumentación que usamos aquí es válida dando por hecho que los principales medios de producción pertenezcan a las granjas colectivas. Algo que ni siquiera era el caso de las comunas en China y el koljoz soviético en la Unión Soviética del período jruschovista-brezhnevista. Este punto será mencionado en la sección sobre colectivización. Nosotros parcialmente estaríamos de acuerdo con los autores del manual de Shanghái en su evaluación sobre el carácter del trabajo de las granjas colectivas si el Estado socialista hubiera conservado la propiedad de las estaciones de maquinaria para tractores, como consecuencia de las cuales una fracción significativa del trabajo habría cambiado entre las granjas colectivas y el Estado, comenzando a tener los elementos de trabajo directamente social. Pero ni siquiera se dio ese caso.
Sin mucha explicación los autores del manual de Shanghái abogan por la ilusión antimarxista y anticientífica de que el trabajo de las granjas colectivas es directamente social, siendo esto probablemente el problema más grave en su concepción de las relaciones monetario-mercantiles. Lo que encontramos más absurdo es que los autores abogan por la necesidad de las relaciones monetario-mercantiles entre los dos sectores de la economía, que según ellos muestran el trabajo social directo. Esto es un absurdo ridículo que desmonta su propio entramado revisionista al hablar de de la propiedad colectiva:
«La producción directamente social, igual que la distribución inmediatamente social, excluyen todo intercambio de mercancías, también, por tanto, la transformación, de los productos en mercancías –al menos, en el interior de la comunidad–, y con ello, también, su transformación en valores. (...) La forma de mercancía y el dinero penetran con esto en la economía interior de la comunidad directamente socializada para la producción, van rompiendo uno tras otro, los lazos de la misma y disuelven la comunidad en un montón de pedazos de productores privados». (Engels, Anti-Duhring, 1878)
Es imposible en el pensamiento económico marxista concebir las relaciones monetario-mercantiles como una forma de vínculo económico entre los productores que muestran la producción directamente social. Es igualmente difícil imaginar la necesidad de la existencia de dos formas de propiedad en una economía que ha alcanzado el nivel de la socialización del trabajo, como los autores del manual de Shanghái afirman. Sin embargo, con el fin de parecer revolucionario y de disociar formalmente el revisionismo principal de ese momento, y de esa afirmación, los autores del manual de Shanghái argumentan que la existencia de las relaciones monetario-mercantiles está dictada por la existencia de dos formas de propiedad –que como decimos es correcto–. Una contradicción es seguida por otra contradicción por tanto. La línea de pensamiento seguida por los autores del manual de Shanghái carece de autoconsistencia.
Lo absurdo de la contradicción en la que los autores del manual reiteran esto. Los autores, a pesar de comenzar con afirmaciones aparentemente marxista-leninistas en lo que respecta al papel de las relaciones monetario-mercantiles, básicamente llegan a las mismas conclusiones que sus homólogos de la Unión Soviética; que la ley del valor regula el flujo del trabajo en la transición y economía socialista.
Hay grandes esfuerzos que son hechos por los autores del manual para convencer al lector de que el funcionamiento de la ley del valor está limitado en China. Ellos tratan el concepto de asignación y el papel de la ley de valor en este tipo de transacciones en una manera formalmente correcta:
«El intercambio de importantes medios de producción debe ser asignado por el Estado estrictamente de acuerdo con el plan, en lugar de las transacciones del mercado. En este caso, la ley del valor ya no tiene ningún significado normativo, sino que apenas mantiene un poco de influencia. La ley del valor, sin embargo, tiene una función reguladora socialista en el intercambio de mercancías». (ibíd., p. 417)
Ellos formalmente están de acuerdo con el concepto de la asignación de activos a las empresas estatales. Sin embargo, los autores se contradicen en cuanto a esto y admiten que, en la práctica económica de China, declaran la función de empresas como productores independientes que cambian mercancías según un plan. La extensión de una relación económica como asignación se limita a una clase particular de transacciones, es decir, al vínculo entre las empresas estatales y el Estado con respecto a los medios estratégicos de producción. El peso relativo de este tipo de transacciones se redujo como resultado de las reformas económicas que siguieron tras el Gran Salto Adelante, en la medida en que fueron más como excepciones a la regla, más que algo típico de la economía de transición en China.
En lo que respecta a las relaciones entre las empresas del Estado, los autores del manual reconocen explícitamente que en el vínculo entre las empresas estatales se sigue la ley del intercambio equivalente –ley del valor–:
«Mientras tanto, con el actual nivel de productividad, las condiciones materiales exigen que las empresas estatales mantengan su relativa independencia de la gestión y administración, y que ello se trate mediante el comercio entre si de acuerdo con el principio de intercambio de valor equivalente. Por lo tanto, aunque las mercancías cambiadas entre empresas estatales no sean básicamente más mercancías, ellas todavía poseen ciertas características de mercancías, y deben ser expresadas en términos de precio y comprados con dinero». (ibíd., p. 314)
Este párrafo es de hecho muy interesante, ya que también refleja la idiosincrasia de lo que comúnmente se conoce como el maoísmo en lo que respecta a las cuestiones económicas. Mientras aboga formalmente formulaciones que habían sido rotundamente rechazada por los ideólogos del revisionismo moderno, cuando se trata de abordar el papel de la ley del valor en la economía de transición, los autores del libro del manual reproducen bien la conocida tesis revisionista en favor de el carácter de mercancía del intercambio entre las empresas estatales. Argumentar que el subdesarrollo de las fuerzas de producción en las condiciones históricas concretas de un país agrícola atrasado, como una razón objetiva de la existencia de estas relaciones monetario-mercantiles en el sector estatal de la economía de transición, es una teoría revisionista conocida. La literatura revisionista, tanto en la Unión Soviética de la época revisionista como en otros lugares fuera de ella, estuvieron completamente plagadas de tales afirmaciones, que, en esencia, tienen el propósito de suprimir la formulación marxista-leninista sobre la verdadera causa de la existencia de las relaciones monetario-mercantiles en la sociedad de transición –que no es otra que la existencia de dos formas principales de la propiedad–, algo los autores del manual también abogan explícitamente en rechazar. Es evidente para nosotros que los autores del manual eran conscientes del «potencialmente» carácter revisionista de tales afirmaciones. Si bien en la adhesión a estos perniciosos principios los autores se ven obligados a llegar a algún tipo de declaración para que, a primera vista, parezca marxista-leninista como otras veces, sigue siendo de todos modos unas teorizaciones y prácticas antimarxistas.
En un intento de resolver las contradicciones mencionadas anteriormente los autores tienen una línea muy interesante de pensamiento a estudiar. Es evidente para nosotros que los autores tienen una visión particular de la definición de un producto. Esta definición se ajusta muy convenientemente a un sistema económico que funciona según la ley del intercambio equivalente –ley del valor–, por lo que debe ser interpretado pues, de una manera muy diferente. Cubriendo los tipos diferentes de intercambio de trabajo, los autores aclaran que ellos reducen su comprensión del concepto de mercancía al cambio de propiedad, este pensamiento corresponde a una comprensión superficial de las afirmaciones de Stalin en la obra «Problemas económicos del socialismo en la URSS» de 1952:
«Aquí, después de un intercambio, los derechos de propiedad de los productos han sido transferidos. Por lo tanto, todavía poseen las características básicas del intercambio general de productos básicos. Esta forma de intercambio debe ser llamado intercambio de mercancías». (ibíd., p. 416)
Por lo tanto, cada vez que el intercambio tiene lugar entre los objetos del sector socializado, a continuación, los autores declaran la mecánica de este tipo de intercambio:
«Debería ser llamado intercambio de productos, para distinguirla de intercambio de mercancías entre los propietarios». (ibíd., p. 416)
Las diferencias entre una mercancía y un producto son mucho más sutiles que las indicadas por los autores. Sin embargo, es conveniente que los autores reduzcan esas diferencias a la transferencia de propiedad. Esta definición se ajusta bien a su esquema para mantener una fachada del pensamiento revolucionario, pero por desgracia, dicha definición está plagada de elementos metafísicos evidentes que se utilizan para beneficio de los autores. Los autores vuelven un aspecto de la definición de mercancía mediante el principal criterio para identificar dicho concepto de mercancía, lo hacen mientras que de hecho hacen caso omiso de la relación económica que encarna. Las contradicciones discutidas anteriormente no se resuelven, sino que simplemente están ocultas debajo de una alfombra de contradicciones, y su resolución simplemente se asume o postula dentro del contexto de un régimen de «socialismo de mercado», ya que sólo ahí puede encajar teóricamente estas ideas, no en un Estado socialista de verdad.
En estos los párrafos citados anteriormente, los autores del manual, por un lado reconocen la forma del «socialismo de mercado» en la unión económica entre las empresas del Estado, pero por otro lado, quieren convencer al lector de lo contrario. Su tratamiento de la forma y el contenido de las relaciones económicas están plagados de contradicciones flagrantes, no tiene nada que ver con el materialismo dialéctico y tiene carácter meramente declarativo para salir del paso. La comprensión dialéctica de la evolución del contenido de las relaciones monetario-mercantiles en el socialismo en general está bien establecida en la literatura marxista-leninista y contradice lo que los autores del manual de Shanghái defienden como modelo económico marxista-leninista. Cuando Lenin habló de mercancías que dejan de ser mercancías una relación muy diferente entre la forma y el contenido de la relación económica que lleva consigo. La famosa frase de Lenin se vio enriquecida por la generalización de la experiencia de la construcción socialista en la Unión Soviética y las Democracias Populares. El hecho económico que las mercancías en el socialismo dejan de ser productos básicos implica que en la esencia de esa relación existen unos claros cambios económicos con respecto a los sistemas económicos presocialistas, pues en estos últimos la esencia del intercambio de mercancías implica una actividad económica de los productores independientes en cuanto a en que el valor se maneja de acuerdo a la ley del intercambio equivalente –ley del valor–. El hecho en todo este asunto es que a pesar de ciertas características formales de la mercancía –tales como la fijación de precios en términos de valor– que se conservan en el socialismo, la relación económica que éstas encarnan puede violar sistemáticamente la ley del intercambio equivalente –ley del valor–. No nos referimos a la elaboración de esta cuestión aquí, pero es importante tener en cuenta que una de las grandes ventajas de socialismo en lo que concierne a la economía de mercado es el hecho que las dimensiones económicas de un tipo diferente que son establecidas en tal manera, que la ley principal de producción socialista está satisfecha:
«¿Existe una ley económica fundamental del socialismo? Sí, existe. ¿En qué consisten los rasgos esenciales y las exigencias de esta ley? Los rasgos esenciales y las exigencias de la ley económica fundamental del socialismo podrían formularse, aproximadamente, como sigue: asegurar la máxima satisfacción de las necesidades materiales y culturales, en constante ascenso, de toda la sociedad, mediante el desarrollo y el perfeccionamiento ininterrumpidos de la producción socialista sobre la base de la técnica más elevada. Por consiguiente, en vez de asegurar los beneficios máximos, asegurar la máxima satisfacción de las necesidades materiales y culturales de la sociedad; en vez de desarrollar la producción con intermitencias del ascenso a la crisis y de la crisis al ascenso, desarrollar ininterrumpidamente la producción; en vez de intermitencias periódicas en el desarrollo de la técnica, acompañadas de la destrucción de las fuerzas productivas de la sociedad, el perfeccionamiento ininterrumpido de la producción de la base de la técnica más elevada». (Stalin, Problemas económicos del socialismo en la URSS, 1952)
Este hecho económico aquí enunciado por ellos es claro; el Estado socialista está atado de pies y manos a la hora de predecir o deliberadamente coordinar la actividad económica de las unidades económicas ya que regulan el trabajo según la ley del intercambio equivalente –ley del valor– que tiene tanto peso. El hecho de que esta relación es más o menos prevista en dicho manual, nos hace pensar que está elaborada en una forma en la que la planificación por sí misma no logra superar las relaciones de mercado, y no se diferencia de la planificación amparada en los mismos principios que pueda ejercer un Estado capitalista. Es una ilusión falsa y anticientífica, común a todas las desviaciones revisionistas de derecha el intentar conciliar el concepto de un plan socialista e integrarlo en las relaciones de mercado bajo la ley del intercambio equivalente –ley del valor–. Usando fraseología pseudomarxista, los ideólogos del revisionismo quieren fundamentar la idea de la subyugación de la relación de mercado al plan socialista como el modus operandi para la transición al comunismo [14]. A diferencia del principio marxista-leninista de la liquidación progresiva de la relación de mercado incorporados en la ley del intercambio equivalente –ley del valor–, el revisionismo moderno, así como los autores del manual de Shanghái, sostienen que dicha forma persiste e incluso se desarrolla aún más bajo el socialismo. La historia ha demostrado que tales deformaciones teóricas en un esquema práctico, en última instancia conduce a la restauración de las formas abiertas de la explotación capitalista a través de más o menos largos procesos en los que la explotación capitalista se oculta bajo ciertas formas heredadas de un pasado revolucionario.
Este intento ilusorio de conciliar mercado y el plan nacional de lo que debería ser un Estado socialista; es en esencia un examen premarxista puesto en práctica que se ha propagado por los ideólogos del revisionismo una y otra vez durante todo el siglo XX. Los autores defienden explícitamente este postulado hasta convertirlo en uno de los pilares más importantes del manual de Shanghái, donde a veces es incluso interpretado por muchos como una innovación, pero que, desgraciadamente, no tiene nada original:
«En última instancia, la subordinación del proceso de creación de valor al proceso de trabajo es para el objetivo de crear una cantidad cada vez mayor de riqueza social para satisfacer las necesidades del toda la gente trabajadora». (ibíd., p. 323)
El intento de los autores para demostrar que el proceso de creación de valor puede estar subordinado a la ley principal de la producción socialista en un sistema económico que funciona según la ley del intercambio equivalente –ley del valor–, se realiza siempre en el contexto de la doctrina de «revolución en el mando» que pretende romper esquemas «anticuados». El idealismo y el enfoque metafísico en el lugar que ocupa la economía política, juega un papel fundamental para los autores sobre esta subordinación ilusoria. Esto será ampliado en la última sección de este presente documento como venimos anunciando.
Los autores del manual de Shanghái son un poco tímidos a la hora de reconocer como buenos revisionistas abiertamente el carácter de mercancía de todos los productos de la economía de transición, algo que ya que sus homólogos de la Unión Soviética concluyeron a finales de la década de 1950. La universalidad del carácter de mercancía de los productos en la economía china está implícita en todo el texto y se hace casi explícita en citas como ésta:
«La dualidad de productos socialistas se refleja en la dualidad del proceso de producción de productos socialistas. Dado que la producción de productos sociales directos, se trata de un proceso de trabajo que crea de forma planificada varios valores de uso para satisfacer las necesidades del proletariado y todo el pueblo trabajador. Como la producción de mercancías, la mano de obra del productor no sólo crea varios valores de uso concretos, sino también los valores de cambio. El proceso de producción socialista es una unidad de este proceso de trabajo y el proceso de creación de valor». (ibíd., p. 317)
De esto se desprende nada menos y nada más que el producto socialista es una mercancía, y por lo tanto el producto socialista alberga un carácter dual, a raíz de la dualidad de la naturaleza de la mercancía presentado por Marx. En esencia, la dualidad del producto en el socialismo es el resultado de la dualidad necesaria de la mercancía. Los autores, sin decirlo abiertamente, por miedo a no sonar revolucionario, sin duda llegan a la conclusión de que el producto en el socialismo es una mercancía. De este modo, aún se esfuerzan por aparentar que su «socialismo de mercado» no es del mismo tipo que el mostrado por los revisionistas soviéticos. Se exoneran a sí mismos de una manera que es muy difícil de conciliar con los conceptos básicos de la economía política marxista. La producción capitalista es también una unidad de proceso de trabajo y el proceso de creación de valor. Según los ideólogos del revisionismo la principal diferencia entre la unidad de valor de uso y valor de cambio capitalista y socialista radica en el hecho de que en este último el mercado está sometido al plan. En este sentido, los autores del manual de Shanghái refuerzan esta tesis revisionista con la doctrina de la «revolución en el mando», que haría más revolucionaria dicho plan económico. Esta doctrina es una herramienta en manos de los autores para resolver la contradicción flagrante implicada en la afirmación de que «el proceso de producción socialista es una unidad de este proceso de trabajo y el proceso de creación de valor».
La economía política revisionista asume que los precios y el valor tienen que coincidir, de otra manera las interrelaciones entre las ramas de la economía y el equilibrio en el flujo de trabajo es violado. La ley del intercambio equivalente –ley del valor– se concreta en el hecho de que el valor y el precio deben coincidir. Es evidente que los autores de este manual de economía política de hecho defienden este punto de vista. Como cuestión de hecho, incluso cuando los autores admiten la posibilidad de una desviación del precio del valor, lo hacen de una manera que es perfectamente coherente con la concepción de «socialismo de mercado»:
«Bajo el sistema socialista, debido a las diferentes condiciones de producción y oferta y demanda, los precios de los planes estatales no siempre son idéntico al valor de los productos». (ibíd., p. 408)
Las razones de porqué el precio y valor no coinciden necesariamente son mucho más amplias y tienen implicaciones de largo alcance, que sólo pueden ser entendidos en el contexto de la definición marxista-leninista de la ley principal de la producción socialista. El motivo por el que el precio y el valor no pueden coincidir en el socialismo no se determina por la oferta y la demanda, o incluso por las diferentes condiciones de producción. Estas conclusiones sólo pueden ser llevados por los que piensan como capitalista y / o productores de la pequeña burguesía y no tiene nada que ver con la economía política marxista-leninista del socialismo.
Rafael Martinez
Anotaciones de NG:
[13] Es importante recalcar que las teorías sobre la expansión de las parcelas privadas en las colectividades, o el uso de la ley del valor en ellas y en las granjas estatales, fueron teorías siempre combatidas por los marxista-leninistas, que sabían muy bien en que derivaban dichas ideas:
«Tanto en la constitución de las cooperativas agrícolas, como posteriormente, en el proceso del perfeccionamiento de las relaciones socialistas en el campo, en el gran trabajo realizado por la unión de las cooperativas agrícolas, la transformación de una parte de ellas en empresas agrícolas, en el perfeccionamiento de las formas de organización y de dirección, etc., el PTA ha apoyado en la voluntad de los campesinos. Por otra parte, ha combatido contra los puntos de vista revisionistas de todo tipo, que especulando con este principio leninista, convirtiéndolo en un fetiche, pretendían abandonar el proceso de la colectivización socialista del campo a la espontaneidad total bajo la acción de las leyes y de las relaciones mercantiles». (Nexhumedin Dumani y Zydi Pepa, La trasformación socialista de la agricultura en Albania - texto de Albania Today, 1984)
[14] Un ejemplo claro de Mao y su «reconocimiento» formal de la actuación de la ley del valor y su limitación en la sociedad socialista, puede verse en sus escritos inéditos económicos. En plenos años 50, en una época en la que se criticaba las políticas agrarias de Stalin, y más exactamente el paso de la propiedad colectiva a la de todo el pueblo, y donde se presentaba el paso al comunismo en China como algo a la vuelta de la esquina, así hablaba Mao de la actuación de la ley del valor en este proceso:
«Hemos recurrido al intercambio de mercancías y a la ley del valor para facilitar el desarrollo de la producción y el paso al comunismo». (Mao Zedong, La construcción del socialismo, 1975)
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