Pierre-Joseph Proudhon |
«En el «Compendio de Historia del Partido Comunista (bolchevique) de la URSS se señala:
«El fracaso de los utopistas, incluyendo entre ellos los populistas, los anarquistas y los socialrevolucionarios, se explica, entre otras razones, porque no reconocían la importancia primaria de la condiciones de vida material de la sociedad en cuanto al desarrollo de ésta, sino que, cayendo en el idealismo, erigían toda la actuación práctica, no sobre la exigencias del desarrollo de la vida material de la sociedad, sino, independientemente de ellas y en contra de ellas, sobre «planes ideales» y «proyectos universales», desligados de la vida real de la sociedad». (Partido Comunista (bolchevique) de la URSS; Compendio de Historia del Partido Comunista (bolchevique), 1938)
Los socialistas criticaban acremente el régimen capitalista. Pusieron al desnudo los defectos del capitalismo, que condena a las masas populares a la ruina, a la miseria, al hambre y a la ignorancia. Los utopistas maldecían la sociedad capitalista y edifican múltiples proyectos para salvar a la humanidad de la úlcera del capitalismo. Pero, como idealistas, creían que era suficiente inventar un buen plan de orden social ideal y persuadir a los gobernantes para que lo realizaran, y destruir así todos los horrores del régimen capitalista. Apartándose del movimiento histórico, real, los utopistas no veían ni comprendían que es en la propia realidad, sobre la base de las contradicciones existentes entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción de la sociedad capitalista, donde maduran las fuerzas que han de destruir el capitalismo y crear la sociedad socialista.
Marx escribió en 1847 una de sus más brillantes obras, «Miseria de la filosofía» en la que somete a una severa crítica los «remedios salvadores» de Proudhon, utopista pequeño burgués que creó uno de los múltiples «planes ideales» para salvar a la humanidad de la explotación capitalista. Y demostró que el utopismo de semejantes planes tiene como punto de origen el idealismo filosófico.
En la carta a P. V. Annenkov, Marx resume de esta manera su crítica a Proudhon:
«En vez del gran movimiento histórico que brota del conflicto entre las fuerzas productivas ya alcanzadas por los hombres y sus relaciones sociales, que ya no corresponden a estas fuerzas productivas; en vez de las terribles guerras que se preparan entre las distintas clases de una nación y entre las diferentes naciones; en vez de la acción practica y violenta de las masas, la única que puede resolver estos conflictos. (...) El señor Proudhon pone el fantástico movimiento de su cabeza. Así, son los sabios, los hombres capaces de arrancar a Dios sus recónditos pensamientos, los que hacen la historia. A la plebe sólo le queda la tarea de poner en práctica las revelaciones de los hombres de ciencia». (Karl Marx; Carta a P. V. Annenkov, 28 de diciembre de 1846)
La suplantación del movimiento histórico real por el movimiento de las ideas en la cabeza es el principio fundamental de la interpretación idealista de la historia.
La suplantación del movimiento histórico real por el movimiento de las ideas en la cabeza es el principio fundamental de la interpretación idealista de la historia.
La actuación práctica de los populistas, socialrevolucionarios y anarquistas rusos puede también servir de ejemplo de esterilidad y nocividad de la interpretación idealista de la historia.
Su método predilecto de lucha contra la autocracia fue el terror individual, el asesinato de representantes asilados de la autocracia zarista.
Los resultados de la aplicación de este método no podían ser más deplorables: en lugar de un sátrapa zarista asesinado se alzaban otros, no menos feroces. Este método desvió de las tareas indispensables para la lucha revolucionaria, frenó el desarrollo del movimiento revolucionario de masas.
No es difícil comprender que el método de terror de los populistas surguía lógicamente de su interpretación idealista de la historia. Puesto que esta o la otra forma social depende de una personalidad ilustre, de sus buenos deseos; la tarea consiste en quitar de en medio al hombre que tiene malas intenciones y colocar en su lugar a un hombre de buenas intenciones. La historia, según ellos, la hacen las personalidades ilustres, los «héroes»; la masa popular no es más que una «multitud» pasiva». (Mark Rosental; Método dialéctico marxista, 1946)
«El fracaso de los utopistas, incluyendo entre ellos los populistas, los anarquistas y los socialrevolucionarios, se explica, entre otras razones, porque no reconocían la importancia primaria de la condiciones de vida material de la sociedad en cuanto al desarrollo de ésta, sino que, cayendo en el idealismo, erigían toda la actuación práctica, no sobre la exigencias del desarrollo de la vida material de la sociedad, sino, independientemente de ellas y en contra de ellas, sobre «planes ideales» y «proyectos universales», desligados de la vida real de la sociedad». (Partido Comunista (bolchevique) de la URSS; Compendio de Historia del Partido Comunista (bolchevique), 1938)
Los socialistas criticaban acremente el régimen capitalista. Pusieron al desnudo los defectos del capitalismo, que condena a las masas populares a la ruina, a la miseria, al hambre y a la ignorancia. Los utopistas maldecían la sociedad capitalista y edifican múltiples proyectos para salvar a la humanidad de la úlcera del capitalismo. Pero, como idealistas, creían que era suficiente inventar un buen plan de orden social ideal y persuadir a los gobernantes para que lo realizaran, y destruir así todos los horrores del régimen capitalista. Apartándose del movimiento histórico, real, los utopistas no veían ni comprendían que es en la propia realidad, sobre la base de las contradicciones existentes entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción de la sociedad capitalista, donde maduran las fuerzas que han de destruir el capitalismo y crear la sociedad socialista.
Marx escribió en 1847 una de sus más brillantes obras, «Miseria de la filosofía» en la que somete a una severa crítica los «remedios salvadores» de Proudhon, utopista pequeño burgués que creó uno de los múltiples «planes ideales» para salvar a la humanidad de la explotación capitalista. Y demostró que el utopismo de semejantes planes tiene como punto de origen el idealismo filosófico.
En la carta a P. V. Annenkov, Marx resume de esta manera su crítica a Proudhon:
«En vez del gran movimiento histórico que brota del conflicto entre las fuerzas productivas ya alcanzadas por los hombres y sus relaciones sociales, que ya no corresponden a estas fuerzas productivas; en vez de las terribles guerras que se preparan entre las distintas clases de una nación y entre las diferentes naciones; en vez de la acción practica y violenta de las masas, la única que puede resolver estos conflictos. (...) El señor Proudhon pone el fantástico movimiento de su cabeza. Así, son los sabios, los hombres capaces de arrancar a Dios sus recónditos pensamientos, los que hacen la historia. A la plebe sólo le queda la tarea de poner en práctica las revelaciones de los hombres de ciencia». (Karl Marx; Carta a P. V. Annenkov, 28 de diciembre de 1846)
La suplantación del movimiento histórico real por el movimiento de las ideas en la cabeza es el principio fundamental de la interpretación idealista de la historia.
La suplantación del movimiento histórico real por el movimiento de las ideas en la cabeza es el principio fundamental de la interpretación idealista de la historia.
La actuación práctica de los populistas, socialrevolucionarios y anarquistas rusos puede también servir de ejemplo de esterilidad y nocividad de la interpretación idealista de la historia.
Su método predilecto de lucha contra la autocracia fue el terror individual, el asesinato de representantes asilados de la autocracia zarista.
Los resultados de la aplicación de este método no podían ser más deplorables: en lugar de un sátrapa zarista asesinado se alzaban otros, no menos feroces. Este método desvió de las tareas indispensables para la lucha revolucionaria, frenó el desarrollo del movimiento revolucionario de masas.
No es difícil comprender que el método de terror de los populistas surguía lógicamente de su interpretación idealista de la historia. Puesto que esta o la otra forma social depende de una personalidad ilustre, de sus buenos deseos; la tarea consiste en quitar de en medio al hombre que tiene malas intenciones y colocar en su lugar a un hombre de buenas intenciones. La historia, según ellos, la hacen las personalidades ilustres, los «héroes»; la masa popular no es más que una «multitud» pasiva». (Mark Rosental; Método dialéctico marxista, 1946)
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